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COLECCIÓN POPULAR

767

MONARCAS

SÉBASTIEN RUTÉS
JUAN HERNÁNDEZ LUNA

Monarcas

Fondo de Cultura Económica

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición en francés, 2015
Primera edición en español, 2019
[Primera edición en libro electrónico, 2020]

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ÍNDICE

Nota de Sébastien Rutés para la edición mexicana

Primera parte. Crisálidas

Segunda parte. Migraciones

Tercera parte. Santuarios

Epílogo

Esta novela está dedicada
a Julia Andrea y Alan James,
así como a Verónica,
en México.

En Francia,
a Martine y Thomas G.,
quien estuvo presente cuando hizo falta.

También está dedicada al Chipirón Bonizzoni,
en algún lugar entre Guinea, Canadá y Chile.

Finalmente, es para Juan,
donde se encuentre o no se encuentre,
bebiéndose otra vida y preguntándose
cómo será la siguiente.

S. R.

Nuestras osamentas, continuación de los esqueletos de nuestros abuelos.

LÉON-PAUL FARGUE, Haute solitude

No supo si era Zhou quien había soñado que era una mariposa, o una mariposa soñando que era Zhou.

ZHUANGZI

You’ll never know how much
I really love you.

You’ll never know how much I really care.

Listen,

Do you want to know a secret?

Do you promise not to tell?

JOHN LENNON Y PAUL MCCARTNEY,
Do You Want to Know a Secret

NOTA DE SÉBASTIEN RUTÉS
PARA LA EDICIÓN MEXICANA

Al principio, no fue más que un juego, una forma de compartir nuestra pasión común por la literatura, una prolongación natural de nuestra amistad en la vida real.

¡Escribir a cuatro manos!

Estuvimos una noche entera imaginando tramas, creando personajes, consultando libros. Fue en la casa de la calle Fresno. En la pared, citas de Bolaño, Malraux, Paul Auster. Fotos de Carver, Fante, Rulfo. Juan tenía su ron y una botella de refresco de toronja. Yo un tequila blanco y una provisión de limones. Al día siguiente, no nos acordábamos de nada…

Regresé a París. A los pocos meses, Juan me mandó una primera carta de Solís por email. Daumier le contestó. Estuvimos unos meses carteándonos, sin saber adónde íbamos. Parecía un juego de rol a ciegas. A veces nos mandamos instrucciones en unos emails aparte. Chateábamos a la menor duda.

Al año, nos reunimos de nuevo en la calle Fresno. Corregimos la primera parte, hicimos planes para las siguientes. Esta vez, tomando notas, por precaución.

Poco después Juan se enfermó.

No llegaron más cartas de Solís. Tampoco noticias de Juan. Le escribí, llamé a su casa, en vano. Nuestros amigos comunes no sabían nada. Su familia no contestaba. Estuve semanas en vilo, hasta que un día Juan salió del hospital y reanudamos con todo: mensajes, amistad, novela.

Un día, dos años después de empezar, Juan me dejó terminar Monarcas solo. Habíamos hablado por teléfono la semana anterior. De futbol más que nada. Francia iba a enfrentarse con México en la copa del Mundo. “Si gana Francia, se acaba nuestra amistad”, había dicho Juan. México ganó por dos goles a cero.

Estuve un año entero sin tocar la novela. Escribí otra, muy triste, llena de duelo: Melancolía de los cuervos. Al final, cuando me sentí listo, saqué a Solís, Daumier y Loreleï de su cajón.

Ya no tenía sentido darle a nuestra novela la forma que habíamos pensado entre dos, aquel diálogo entre culturas, personalidades, idiomas, estilos. ¿Acaso se dialoga solo? Reescribí la trama, modifiqué la estructura para integrar pedazos de textos inconexos que Juan me había mandado entre dos estancias en el hospital, intenté entender cómo pensaban los personajes que él había creado, sus intenciones, qué era lo que quería expresar. Corregí, a veces en francés, a veces en español, entretejí mis palabras con las de Juan, intenté imaginar cómo él habría corregido sus primeros bocetos.

Lo más doloroso fue sentirme responsable de sus últimas palabras, de su última obra. No como si fuera un ejecutor testamentario, sino un apóstol solitario. Esos textos eran reliquias. ¿Quién se atreve a reescribir los libros sagrados? Fue Mario Mendoza quien me sugirió convertir a Juan en personaje. Así pudimos reanudar nuestro diálogo, aunque fuera con su doble de papel. Juan vivía por la literatura, parece justicia que sobreviva entre las páginas de un libro.

Monarcas se convirtió en una novela de la memoria, en la que cuesta discernir qué es ficción y qué es lo que celebra esos años que conocí a Juan. Anécdotas, amigos y recuerdos comunes irrumpieron en la historia de Loreleï sin pedir permiso. Nuestras obsesiones contaminaron a nuestros personajes, la dificultad que tuvimos para llevar a cabo nuestro proyecto común se convirtió en tema: el descubrimiento del otro, la búsqueda de lo imposible, la transmisión de aquellas cosas que no tienen nombre.

Nuestras palabras se mezclaron tanto que sería difícil determinar a buen seguro quién las escribió. Tuve que traducir las partes en español para publicar la novela en Francia. Ahora se vuelven a traducir al español. Las mariposas monarcas regresan a su punto de partida, después de una larga migración de doce años, sin lugar a dudas muy diferentes de las que eran al emprender el viaje, y sin embargo las mismas.

¡Cuántas cosas han cambiado desde aquella tarde en la calle Fresno! Nada sigue igual, la gente, mi vida. Es un alivio saber que esos sentimientos de los que soy ahora el último guardián están a salvo entre las páginas de una novela…

PRIMERA PARTE
CRISÁLIDAS

Quise volver únicos los actos cotidianos.
JUAN CARLOS MARTELLI, El Cabeza