Desarrollo infantil y construcción del mundo social



José Amar Amar
Raimundo Abello Llanos
Diana Tirado García



Ediciones Uninorte
Barranquilla

(COLOMBIA, 2014)


155.4

A485 Amar Amar, José Juan

Desarrollo infantil y construcción psicológica del mundo social / José Juan Amar Amar, Raimundo Abello Llanos, Diana Tirado García. – Barranquilla: Editorial Universidad del Norte, reimp., 2014.

p. 212

ISBN: 978-958-741-468-4

1. Desarrollo infantil -- Aspectos sociales. 2. Psicología infantil. 3. Desarrollo de la comunidad. I. Abello Llanos Raimundo. II. Tirado García, Diana. III. Tít.


legal

© Editorial Universidad del Norte, 2014

José Amar Amar, Raimundo Abello Llanos y Diana Tirado


Coordinación editorial

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Editor senior
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LOS AUTORES

José Amar Amar. Ph.D en Psicología Clínica. Newport University; Ph.D con grado mayor de Psicología Social, Columbia Pacific University; Master en Artes con grado mayor en Psicología Educativa. Columbia Pacific University; Metodología e Investigación Educativa a nivel universitario, Universidad del Norte. Investigador asociado de la Fundación Bernard van Leer de Holanda y consultor de la Unesco y Unicef. En dos oportunidades se le ha otorgado el Premio Nacional de Psicología. Actualmente es Decano de la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte y Director del Centro de Investigaciones en Desarrollo Humano (CIDHUM) de esta misma institución.

Raimundo Abello Llanos. Doctor en Educación de la Universidad del Humanismo Cristiano de Chile; Especialista en Diseño y Evaluación de Proyectos, Universidad del Norte; Especialista en Gestión Tecnológica, Universidad Externado de Colombia y obtuvo el Premio Nacional de Psicología. Actualmente es Director de Investigaciones y Proyectos de la Universidad del Norte e investigador del Centro de Investigaciones en Desarrollo Humano (CIDHUM) de esta misma institución.

Diana Tirado García. Psicóloga. Universidad del Norte. Asistente de investigaciones del Centro de Investigaciones en Desarrollo Humano (CIDHUM) de la Universidad del Norte. Pertenece al programa Jóvenes investigadores de esta misma institución.

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CAPÍTULO 3
EL AMBIENTE
DEL NIÑO

El conjunto de este texto ha querido mostrar cómo el problema del desarrollo humano a partir de la gestación, es un esfuerzo holístico donde el ser humano contribuye activamente a su propio desarrollo; pero también existe un entorno cambiante que influye en las personas y que puede actuar como facilitador o inhibidor de dicho desarrollo.

Por ello, queremos reiterar que al hablar de los niños es imposible aislarlos del contexto donde se desenvuelven. Tal como se ha mencionado en los capítulos anteriores, ellos representan una unidad producto de la concatenación de múltiples elementos internos y de su realidad exterior, de tal manera que su estructura biológica es tan determinante en su desarrollo, como lo son la realidad socioeconómica que viven, el medio ecológico en donde se mueven, las relaciones emocionales que establecen, y las oportunidades que les brinda el subsistema político.

Aunque en algún momento, en un niño concreto, uno cualquiera de los factores pueda tener un mayor peso específico, todos los otros, de alguna manera, están participando en el proceso de convertirlo en persona.

Así, el desarrollo de los niños es, por un lado, un proceso de cambios sincrónicos, ordenados y de naturaleza cuantitativa, debidos, especialmente, al determinismo de la maduración del sistema nervioso. Por otro lado, el desarrollo es también un proceso de cambios diacrónicos, de naturaleza cualitativa, que le van permitiendo al individuo tener características específicas y únicas en determinados momentos de su vida.

Esta serie de cambios marcan el desarrollo evolutivo del niño como un proceso dinámico que va de lo simple a lo complejo, de lo conocido a lo desconocido, haciendo que su vida psicológica parta de un simple conjunto de reflejos hasta convertirse en una persona consciente de su realidad, con capacidad creadora para cambiar él mismo y para transformar su medio.

Ginsbugr Opper (1977) sostiene: «Por esto, el desarrollo del niño puede concebirse como un tipo de rendimiento biológico que le permite al menor ir interactuando eficazmente con el medio ambiente a un nivel psicológico». Así, el descubrimiento del mundo no se da de una manera pasiva, mecanicista y reduccionista, como lo expresan algunos psicólogos, sino más bien el conocimiento de la realidad tiene que ser descubierto y construido por la actividad del propio niño.

Siguiendo en esta medida con el pensamiento del sabio Jean Piaget, la esencia del desarrollo está dada por la maduración y la experiencia, pero es fundamentalmente esta segunda parte la que puede el hombre modificar. Al respecto, el Dr. Mogoun (1960) ha señalado que durante los últimos 45.000 años no ha habido cambios significativos en la corteza cerebral del Homo sapiens, por lo que el hombre debe sustituir los cambios filogenéticos por cambios de maduración del cerebro producidos por la estimulación ambiental después del nacimiento, durante la cual la calidad de la educación debería ser fundamental.

Por esto, el papel de la atención a la infancia no puede estar limitado a recibir y transmitir la herencia cultural de una sociedad, sino que su función debe estar orientada a lograr que el niño desde su mismo nacimiento tenga todas las oportunidades posibles para desarrollar su potencial innato. Esto significa el desarrollo de un enfoque educativo múltiple, que no sólo se reduzca al aprendizaje de ciertas competencias, sino donde el progreso intelectual vaya unido al progreso económico, político y sociocultural que ensanche los horizontes y los intereses de él y su familia.

Por otro lado, los programas dirigidos a la niñez no pueden ser un proceso asimétrico determinado totalmente por las demandas del desarrollo económico y las exigencias del poder político, cuya finalidad, en últimas, sea la del mantenimiento del statu quo. Porque, aunque en los sistemas de socialización de alguna manera se refleja la ideología y las metas políticas de los gobernantes, éstos no sólo manifiestan el mensaje ideológico, sino que en el interior de sus instituciones, sea la familia o la escuela, se dan los antagonismos existentes en el seno de la sociedad de tal manera que la atención a la infancia no sólo se limita a reproducir estáticamente el modelo sociológico; dentro de ella se agitan las contradicciones, los conflictos y la necesidad de cambio de una sociedad.

En el caso de América Latina, donde aproximadamente seis de cada diez niños viven una condición de pobreza, el papel de los programa dirigidos a la infancia deben propender por generar soluciones a los muchos complejos problemas que ellos enfrentan, porque cualquier programa que eluda el aspecto político fundamental no dejará de ser un enfoque remedial, que probablemente en nada contribuya realmente al desarrollo del niño. Por esto, una verdadera atención integral al niño es la que cambia su condición total de vida. Este concepto de cambio total está principalmente dirigido a la situación material de existencia, porque, de hecho, ésta incide grandemente en la vida emocional del menor y en las oportunidades de un desarrollo pleno de su potencial innato.

Esto implica una metodología participativa, donde los agentes de socialización del niño sean, en primer término, la familia y su comunidad, de tal manera que el proceso educativo parta de buscar soluciones a las necesidades sentidas de los involucrados, para que así vaya generando la conciencia colectiva de que la solución de sus problemas depende en alta medida de ellos mismos.

El esfuerzo del Grupo de Investigaciones en Desarrollo Humano de la Universidad del Norte, se ha centrado no en comprobar la validez relativamente universal de los marcos teóricos psicológicos, sino en estudiar la cosmovisión del niño latinoamericano que estudie el psiquismo en su formación y en sus transformaciones; que, junto con descubrir los orígenes biológicos de la vida psíquica, también estudie la relación con las posibilidades de variación individual ligadas a las diferentes formas de interacción con el ambiente y a las diferencias existentes en los distintos ambientes.

Es muy posible que muchos conocimientos psico-biológicos puedan tener una validez universal relativa, pero los contextos socioculturales son demasiado variados para lograr un modelo teórico válido para toda la humanidad. Aunque la Psicología Cognitiva nos parece una cosmovisión que ha aportado mucho al estudio de la formación y transformación de la vida psíquica, la realidad de millones de niños, sus familias y comunidades de América Latina, que se debaten en la pobreza absoluta y que representan la mitad de la población, es que necesita una dimensión complementaria para explicar no sólo el desarrollo infantil, sino también la cosmovisión de su mundo.

Por esto, plantear un conocimiento científico latinoamericano que aspire a explicar la acción y el pensamiento del hombre latinoamericano debería comenzar con una descripción de las estructuras fundamentales de lo pre-científico, es decir, partir de la realidad que viven y concientizan los hombres cuando están en su actitud natural. Esta realidad es el mundo de la vida cotidiana, entendida por Schultz y Luckman (1978) como: «la región de la realidad en que el hombre puede intervenir y que puede modificar mientras opera en ella mediante su organismo animado».

En otras palabras, creemos que la construcción de una psicología válida para nuestro contexto, debería iniciarse con una descripción sistemática del mundo del sentido común, en cuanto a realidad social, haciendo un minucioso análisis de las actividades objetivadas de la vida psíquica, especialmente en lo que hace referencia a la estratificación del mundo espacial, temporal y social.

Esta cosmovisión del desarrollo psicológico del ser humano no constituye un sistema cerrado y lógicamente articulado, como el enfoque del aprendizaje psicodinámico o psicogenético. Se trataría más bien de conocer la vida psíquica, no en el minucioso estudio del cerebro ni mediante experiencias estrictamente controladas, sino rastreando las condiciones externas de vida y, en primer término, estudiando las formas histórico-sociales de la existencia del hombre. Por esto, no se está sugiriendo un nuevo sistema psicológico, sino una nueva forma de pensar, de trabajar y resolver problemas más apropiada a la realidad.

Así, en esta forma de pensar y de trabajar con el conocimiento del niño de nuestros países, no se niega el valor de los factores biológicos, pero tampoco se sobrevaloran como la exclusiva ley que regirá el conjunto del desarrollo del individuo, porque las circunstancias sociales determinan la mayor parte de su existencia e incluso, como en el caso de los millones de niños que nacen en condiciones de pobreza en América Latina, hasta su desarrollo biológico está dependiendo de las condiciones sociales de vida.

Por otro lado, Amar, Angarita, Cabrera e Iriarte (1989) sostienen: «los medios en los que el niño vive y aquellos en los que sueña, constituyen el molde que imprime a su personalidad un sello característico. Pero ese sello no es dado pasivamente, existe la posibilidad del protagonismo, es decir, la construcción de su propio ambiente. Cuando se pretende conocer o estudiar el desarrollo del niño desde su realidad, es necesario llegar hasta su contexto, es decir, hasta el propio y particular contorno cultural que ha ayudado a moldear sus categorías de crecimiento personal y social. Las etapas o características del desarrollo deben estar siempre referidas a ese entorno particular bajo una dimensión dialéctica en donde la personalidad del niño es la síntesis resultante de la dinámica de los procesos culturales que lo enmarcan, por una parte, y sus condiciones biopsicológicas por la otra».

Tal como se señaló, el desarrollo del niño se va construyendo por la interiorización que el niño hace de su ambiente y que se hace manifiesto por su forma de actuar frente a las relaciones sociales, frente al mundo físico y frente a sí mismo. Como lo sostiene Schultz (1978): «La realidad no se crea sólo a partir de los objetos y sucesos simplemente materiales que el niño encuentra en su entorno; aunque éstos son un componente de su mundo circundante, también pertenecen a su realidad todos los estratos de sentidos que transforman las cosas materiales en objetos culturales, los cuerpos humanos en semejantes y los movimientos de los semejantes en actos, gestos y comunicaciones».

Así se concibe el objeto del estudio del niño, entendido como el sistema de relaciones entre sus influencias sociales en sus posibilidades orgánicas, y con la especificidad funcional de que esta psicología, concebida para el niño latinoamericano, debe partir del conocimiento del ambiente que esta al alcance de este niño, y que él mismo ordena espacial y temporalmente alrededor suyo. Por esto, se estima que el estudio del desarrollo del niño es más confiable desde la perspectiva de su entorno.

Esta manera de pensar y trabajar en el conocimiento científico del niño latinoamericano, tiene una doble exigencia: la comprensión global de los fenómenos y la explicación racional. Esto implica una reacción a la metafísica de los reduccionistas, y situarse en una perspectiva dialéctica. Siguiendo el pensamiento de Wallon (1980): «El objeto de la psicología es hacer conocer la identidad del hombre bajo sus diferentes aspectos. No una unidad uniforme y universal sino, por el contrario, los efectos indefinidamente variables de las leyes que regulan las condiciones de existencia. Las posibilidades orgánicas de la especie a que pertenece en interacción constante con el mundo en el que vive (mundo social y cultural, mundo de las cosas y de las personas), dan lugar al hombre concreto que la psicología debe estudiar, hombre que es a la vez agente y productor de esa interacción». Por esto, si se acepta la realidad del hombre no como un producto, sino como el actor de su propia existencia, es posible aceptar que la actitud metodológica general permite la aplicación de una gran variedad de métodos cuantitativos y cualitativos.

En casi todo el desarrollo tecnológico, con el que se brinda atención para el desarrollo del niño en lo que tiene que ver con las influencias ambientales, como la Pedagogía y la Psicología, se está trabajando sobre un modelo de niño abstracto, ajeno a nuestra realidad, extraído de investigaciones realizadas en otros contextos. Por esto, a nivel investigativo, una de nuestras principales tareas ha sido conocer el mundo de la vida de los niños con los que trabajamos, partiendo del hecho de que mediante esa vida social el niño adquiere un marco de referencia para interpretar las experiencias, y aprender a negociar los significados de forma congruente con los desarrollos de su cultura.

ESTRUCTURAS SOCIALES BÁSICAS QUE FAVORECEN EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS

En el primer capítulo señalábamos la importancia que tiene el mundo circundante para los procesos de socialización, que es el ambiente objetivo que se resume en todo lo que existe, lo que permite al hombre aprehender la realidad y actuar sobre ella.

Por esto la sociedad adquiere estructuras y pautas de funcionamiento para que el recién nacido pueda interaccionar con los otros, obteniendo protección al mismo tiempo que adquiriendo formas de comunicación, de pensar y actuar que le permitan una mayor independencia en su relación con los otros.

Para los contextos de pobreza, donde viven más de la mitad de los niños de América Latina, quisiéramos destacar cuatros estructuras sociales que resultan claves para que el recién nacido pueda establecer sus relaciones con los otros y alcanzar su dimensión humana: la familia, la comunidad, el Estado y la sociedad civil.

bullet  LA FAMILIA, LA ÚNICA INFLUENCIA EDUCATIVA PERMANENTE

Al iniciar el tema sobre el papel de la familia en la formación del niño, es necesario plantear inicialmente que, aunque el contexto multicultural hace imposible presentar un concepto de familia universalmente válido, según la Fundación Bernard Van Leer (1984), los antropólogos nos han estado demostrando que «todos los pueblos dan expresión formal a la institución de la familia o a varios géneros de estructuras de más amplio parentesco y asociaciones basadas en lazos que no son de sangre. Ninguno vive en completa anarquía, sino que en todas partes se han hallado muestras de algún género de control político. Ninguno hay sin una filosofía de la vida, sin un concepto del origen y funcionamiento del universo y de cómo debe tratarse con los poderes del mundo sobrenatural para conseguir los fines deseados; en síntesis, un sistema religioso, con cantos, danzas, consejos y formas de arte gráficas y plásticas para obtener satisfacción estética, lenguaje para dar paso a sus acciones y un sistema de sanciones y metas para dar significación y dirección al vivir».

Dentro de este marco de referencia básico, la expresión «familia» constituye la institución intermedia entre el hombre y la sociedad, y cualquiera que sea su configuración, representa la mayor influencia educadora para el niño. Para su conformación, la mayoría de las sociedades han necesitado tanto al hombre como a la mujer para compartir el conjunto de funciones que la sociedad asigna. Así, la familia se puede entender como una institución de integración, cooperación e interdependencia unida por el afecto mutuo entre sus miembros, con la finalidad última de asegurar que la sociedad sobreviva.

Desde esta perspectiva, la familia cumple una serie de funciones que de manera general podríamos agrupar en tres grandes categorías.

bullet  LAS FUNCIONES ECONÓMICAS

Al análisis sociológico, la familia en la sociedad occidental ha permitido asegurar el mantenimiento del sistema de vida basado en la propiedad privada. Mediante un conjunto de normas jurídicas se asegura el derecho de los esposos e hijos en la distribución de la riqueza, manteniendo relativamente las relaciones de poder.

Pero también la familia se organiza como una estructura económica, especialmente en las capas medias y pobres de la población, ya que es una condición indispensable para la sobrevivencia: salud, vivienda, alimentación, educación, servicios públicos y todo lo relacionado con la satisfacción de necesidades biológicas y sociales. Su acceso depende directamente de los ingresos, que son la base del intercambio para la obtención de bienes y servicios. En las comunidades pobres la lucha por la sobrevivencia hace que todos los miembros de la familia tengan que contribuir a la generación de ingresos, dándose el dramático hecho de que los niños a muy corta edad deben —con su trabajo— contribuir al ingreso familiar poniendo en permanente riesgo su salud física y mental. En América Latina son 28 millones de menores los que se encuentran en esta condición.

bullet  LAS FUNCIONES SOCIALES

La familia es un regulador básico para la armonía de la sociedad; mediante ella se regula el comportamiento, al tiempo que es un factor socializador, no sólo del niño, sino de todos sus miembros. Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar —ICBF— (1992), «es, pues, el núcleo formador clave en lo que respecta a las relaciones sociales del ser humano. En ella se reproducen los valores culturales y se transmite el conocimiento sobre las estructuras sociales».

Podríamos decir, sin exageración, que el hombre aprende a ser humano en el interior de una familia. Toda persona posee una serie de recursos, como son sus capacidades intelectuales, su sexualidad, sus categorías emocionales y una serie de potencialidades biológicas de las cuales parte su desarrollo humano, y es la familia la principal responsable de que los niños crezcan y se desarrollen en armonía en sus dimensiones íntimas, privadas y públicas.

La familia es el contexto social fundamental para dar un equipamiento de comportamientos y creencias. Los padres trasmiten un amplio espectro de valores y actitudes a sus hijos mediante estilos diversos de comunicación, en virtud de los cuales el niño aprende a pensar y a reaccionar de una manera determinada con relación a los acontecimientos y problemas, llegando a generar un modelo comportamental interpersonal.

Está comprobado que los métodos naturales que utilizan los padres ejercen un efecto más profundo que los empleados con intencionalidad pedagógica. De hecho, de alguna manera los padres actúan como reguladores del comportamiento de un niño no sólo por el sistema normativo que introyecta, sino también por los métodos que utilizan que, en algunos casos, pueden ser fuente de conductas patogénicas permanentes.

Al respecto, existe evidencia científica que permite prever que padres que utilizan métodos punitivos y represivos pueden ir generando una persona con pobre capacidad de adaptación, pudiendo volverse una persona tímida, sumisa, circunspecta y ansiosa; o se puede generar una personalidad hostil y agresiva. Padres que utilizan métodos inconsistentes, es decir, contradictorios, generan en el niño un entorno caprichoso y caótico con incapacidad para adaptar su comportamiento a las distintas circunstancias. A su vez, padres que utilizan métodos protectores coartan las experiencias de sus hijos, lo que les dificulta toda su vida al no poder desarrollar un comportamiento autónomo, generando hijos de personalidad frágil, dependientes, con una sensación de ineptitud y debilidad, y con un pobre autoconcepto y falta de confianza en sí mismos.

Por otro lado, los métodos tolerantes, donde no se impone la disciplina requerida, hace que los niños se comporten sin freno alguno y sienten su vida sólo por sus impulsos, produciendo un niño con marcados rasgos de indisciplina, déspotas, egoístas, faltos de conciencia para con los demás, exigentes, insolidarios, pudiendo llegar a convertirse en miembros irresponsables ante la sociedad.

Esto es sólo un ejemplo de las múltiples funciones y del papel socializador de la familia, cada uno de los cuales exige una atención especial y la generación de estudios que permitan dar datos orientadores.

Independientemente de cualquier nivel socioeconómico, la familia es una unidad básica de crecimiento y desarrollo. Sus interacciones condicionan a sus miembros y les enseña a vivir en él para que sea posible su adaptación, lo cual no implica que el estilo de vida que adopten sea el más adecuado o esté de acuerdo con el medio social. Pero, de hecho, al interior de la familia se modelan los patrones de comportamiento y se define la personalidad básica, siendo ésta la función social básica de la familia.

bullet  LAS FUNCIONES EMOCIONALES

La familia es una unidad de intercambio emocional, de cuyo equilibrio depende la estabilidad de cada uno de los miembros. En contraste con el carácter ocasional y disperso de los acontecimientos del ambiente exterior, en la familia los acontecimientos, los eventos, los sentimientos y las formas de comunicación se repiten cotidianamente. Cada ambiente familiar genera un estilo para tratar los asuntos cotidianos y rutinarios, y desarrolla sus propios procesos de relaciones interpersonales.

Para Theodore Millon (1976), dentro de este contexto el niño adquiere un sentido básico de seguridad, imita la forma de relacionarse de los demás, se hace una idea de cómo le consideran los demás, se da cuenta de lo que sienten respecto a él, genera un sentido de propia estimación y aprende a hacer frente a sus sentimientos y a las sobretensiones de la vida. La influencia del entorno familiar es predominante en todos los períodos cruciales de crecimiento, porque es la única que ejerce un efecto persistente en el niño.

Por esto, las funciones emocionales son básicas en la vida familiar. Es probable que un niño pueda encontrar en instituciones alternativas mejor nutrición, mejores condiciones físicas de vida, y en algunos casos hasta una más adecuada protección y una enseñanza más eficiente; pero, difícilmente podría encontrar las experiencias penetrantes y persistentes que engloban todo su acontecer cotidiano en su relación con sus padres y hermanos, que marcan o le dan un sello a un distinto estadio del desarrollo.