Cubierta

ANTONIO POMBO SÁNCHEZ

LA DERROTA DE LA RAZÓN

Janusz Korczak: médico, educador y mártir

Colección Caleidoscopio

A mi padre y a mi madre,
que supieron ejercer la función paterna y materna.

Y a mi hermano.
In Memoriam

Ellos me enseñaron a pensar y a ser…


A mis tres canarios, que también son judíos.


A la Fundación Memoria del Holocausto, de Buenos Aires, a la que cedo mis derechos de autor. Humilde homenaje a la insigne figura del Dr. Janusz Korczak, a los doscientos niños del orfanato y a todas las víctimas del Holocausto.

Mi agradecimiento al Centro de documentación y archivos Korczakianum, del Museo Histórico de Varsovia; y a su directora, doña Marta Ciesielska, por la cesión de las fotografías que acompañan el texto.

Mi gratitud y consideración a la familia de don Jaime Vándor, por su amable disposición para la inclusión en el texto de fragmentos del poema Nunca Korczak llegó a Jerusalén.
Y a don Carlos Morales, editor del poema en la editorial El toro de barro, por su conformidad y compromiso.


A Yolanda, por tantos motivos. Tú ya sabes.
Con toda mi querencia.

A Iago, ¡qué contento estaría Korczak contigo!

A la doctora Encarnación Martínez.
Nunca olvidaré aquellas palabras, más dulces que la dulzura, de aquel diciembre de 2015.

A Xosé Manuel Vilaboa, catedrático y bibliófilo, por su ayuda en la búsqueda bibliográfica y, sobre todo, por su fraternal amistad.

A Manolo y a Fernando, de la Librería Gallaecia Liber, mis libreros en Compostela.
Siempre dispuestos a ofrecerme buenos libros.

A Salvador Foraster Rovira, librero, editor y amigo,
por su disposición para la edición de este texto.

Para mi profundo desagrado, he sido testigo de la más terrible derrota de la razón y del más enfervorizado triunfo de la brutalidad; […] nunca jamás sufrió una generación tal hecatombe moral, y desde tamaña altura espiritual, como la que ha vivido la nuestra.

Stefan Zweig. El mundo de ayer.

Mi vocabulario es demasiado pobre para describir la enormidad de semejante aniquilamiento de un pueblo.

SH. Frank, Diario del gueto de Lodz, 1942.

No hay historia más difícil de contar en toda la Historia de la Humanidad.

H. Arendt, La imagen del infierno, 1946.

La razón humana es una lucecita muy pequeña, pero maldito el que la apague.

Prof. Dr. Sigmund Freud.


Ellos, los niños judíos, fueron los primeros en sucumbir; todos ellos, en su mayor parte sin padre ni madre. Niños devorados por el frío, el hambre y los piojos; santos mesías santificados en penurias… ¡Oh, díganme! ¿Por qué este castigo? ¿Por qué en tiempos de matanza ellos pagaron al mal, antes que nadie, el mayor precio?

Itsjok Katzenelson, El canto del pueblo judío asesinado.
Sexto Canto: Los primeros, 14

Índice

  1. Unas palabras de gratitud y de entusiasmo para un libro justo y necesario, por Xesús Alonso Montero
  2. Janusz Korczak: el absoluto del bien, por Alberto Sucasas
  3. Carta al doctor Janusz Korczak
  4. Henryk Goldszmit (Janusz Korczak) - Su vida
  5. El origen del seudónimo Janusz Korczak
  6. El gueto de Varsovia - Resumen de su historia
  7. Dom Sierot [La Casa del huérfano] y su pedagogía
  8. Los derechos del niño
  9. El Diario del gueto - Su odisea
  10. Memoria y herencia de Janusz Korczak
  11. Nunca Korczak llegó a Jerusalén: Un poema de Jaime Vándor (Fragmentos)
  12. Relación cronológica de sus obras

Unas palabras de gratitud y de entusiasmo para un libro justo y necesario

Hay un episodio en la vida de Janusz Korczak que debería figurar en la antología de hechos que honran la historia de la humanidad, una historia tan pródiga en acontecimientos atroces o innobles. En realidad, yo no sé muy bien qué otros hechos tienen derecho a figurar en ese firmamento de actos como el protagonizado por este heroico ciudadano en las horas finales de su existencia al frente de doscientos niños judíos en la Polonia de 1942 dominada y aterrorizada por la brutalidad y la inmisericordia del nazismo. Se comprende que el Estado de Israel lo considere, desde hace tiempo, como uno de los «treinta y seis justos de la Tierra». Sin personas así nuestro planeta se desplomaría, se hundiría.

Sabemos por Antonio Pombo Sánchez, el autor del presente libro, que existen en el mundo veintitrés asociaciones cuya misión es honrar el nombre de Janusz Korczak, ninguna de ellas española, lo que prueba el desconocimiento (o el escasísimo conocimiento) en nuestro país de su vida y de su obra intelectual: de su heroica y fértil vida y de su polifacética e intensa obra intelectual. Su nombre de pediatra y de escritor es conocido y admirado, cuando no venerado, en bastantes países desde hace no pocas décadas. Se trata de un escritor y de un médico que fueron siempre la expresión cabal de un espíritu humano donde toda generosidad y toda solidaridad tenían su asiento. Es cierto que en España, en Cuenca (en el año 2002), se publicó el extenso poema de Jaime Vándor, Nunca Korczak llegó a Jerusalén, homenaje casi épico a su prodigiosa y abnegada biografía. Entre los aciertos del libro de Antonio Pombo Sánchez está el de ofrecernos unos cuantos fragmentos muy significativos de esta magistral oda, escrita en 1978, centenario del nacimiento de Janusz Korczak, por Vándor, en Barcelona, donde fue profesor de estudios hebreos (había nacido en Viena en 1933 de donde huyó su familia, judía, al producirse la anexión de Austria por Alemania. Son datos que no nos omite el autor de este libro).

Sobre el pediatra polaco de estirpe judía existe, desde hace tiempo, una bibliografía extensa y valiosa en varios idiomas; también una interesante filmografía. Desde hoy, los estudios sobre tan importante personalidad intelectual y moral se enriquecen con este libro del doctor Antonio Pombo Sánchez, pediatra como su biografiado. No es el presente volumen una biografía que investigue aspectos poco estudiados o que resalte facetas, en el protagonista, no tenidas en cuenta por biógrafos o estudiosos anteriores. Este libro es una síntesis, muy pedagógica, de los trabajos y de los días de Korczak, escrita por quien, deslumbrado moralmente por su biografía, leyó con avidez cuantas páginas valiosas se publicaron sobre él, seleccionó las más sugestivas y construyó para los lectores españoles un relato que nos da noticia inteligente, precisa y fervorosa de tan excelsa personalidad. Libros como este, cuando finalizamos su lectura, nos producen solo gratitud, inmensa gratitud.

En realidad, Janusz Korczak se llamaba Henryk Goldszmit, nacido en Varsovia el 22 de julio de 1878 o 1879 (duda cronológica aún no resuelta por los especialistas). Con ese nombre, con su nombre, firmó siempre sus trabajos de tema médico, pero los de tema educativo aparecieron firmados por Janusz Korczak, seudónimo que también utilizó para los textos de creación literaria, territorio donde las novelas y los relatos, nunca ajenos a sus hondas preocupaciones pedagógicas, constituyen un capítulo relevante de su bibliografía. El niño, la educación de los niños, fue su permanente obsesión tanto en sus páginas profesionales y literarias como en su praxis de médico y pedagogo al frente de instituciones centradas en la infancia.

Los niños estarán muy presentes desde que era joven tanto en sus preocupaciones de ciudadano como en sus reflexiones de socialista, consciente de que los niños eran muy poco estudiosos, y los pobres mucho menos asistidos. En una época en que tanto se hablaba de la opresión del proletariado, Korczak trataba de hacer ver «que habría que liberar al niño de la opresión a la que lo someten los adultos», como nos recuerda muy oportunamente Antonio Pombo en su trabajo en el capítulo «Su vida». Es precisamente en este capítulo donde Pombo reproduce unas palabras del propio Korczak sobre la niñez, siempre problemática, que son un tratado de sociología infantil: pero «es mucho peor ser un niño judío, pobre y huérfano».

Niños judíos hambrientos y atemorizados son los que Korczak tuvo que cuidar, asistir y proteger, desde 1940, en el gueto de Varsovia, en aquel dantesco espacio diseñado por la maquinaria represiva nazi, los nuevos ocupantes de Polonia manu militari. Korczak, que dirigía, antes de la invasión del país, el Asilo de Huérfanos Judíos, no los abandona un momento cuando son confinados en el siniestro gueto. Por cierto, aún tuvo fuerzas, ya antes del gueto, para oponerse a una práctica ignominiosa impuesta por los invasores nazis: se negó a llevar el brazalete con la estrella de David.

El 5 de agosto de 1942, cuando las autoridades del gueto decretaron el éxodo de los niños judíos con destino a las cámaras de gas de Treblinka, el ciudadano y pedagogo Janusz Korczak protagoniza su gesta más grandiosa, que algunos contemporáneos, con más o menos precisión, han contado conmovidos. Antonio Pombo, que ha leído todos estos relatos, nos ha seleccionado algunos que son magistrales.

Comienza con el firmado por Anna Miesztowska, quien se lo oyó a la propia Irena Sendler, que «fue testigo de la trágica procesión de Janusz Korczak acompañando a los doscientos niños hasta el tren que los llevaría camino de la muerte»:

Janusz Korczak estaba ya muy enfermo, pero mantenía la cabeza alta, sin dar muestras de temor, aparentemente tranquilo. Subió al tren por la parte de delante. Llevaba al más pequeño en brazos y a otro de la mano.

[…]

Los niños no sabrían nada hasta el momento en que las manos asesinas de los criminales alemanes cerraron las puertas con destino a Treblinka. Allí morirían. Los niños no conocerían la verdad hasta el último momento… Y los chiquillos ni siquiera se imaginan que están a punto de morir.

Días antes, en el gueto, Korczak hizo representar una obra de Rabindranath Tagore, El cartero del rey, obra con final feliz pues siempre puede llegar una carta del soberano invitando a los niños a un país hermoso en que fuesen libres y dichosos. Por eso Irena Sendler comenta:

Asistí a la representación. Y no sé cómo no se me rompió el corazón cuando vi en la calle el grupo de pequeños que, obedientes, caminaban hacia la muerte mientras escuchaban atentos las palabras de ánimo del viejo doctor.

Cuenta Mary Berg que Korczak «fue obligado a contemplar las ejecuciones y que, finalmente, también él fue asesinado». Otros cronistas nos informan de que las autoridades nazis lo instaron a que no acompañase a los niños, a sus niños. Uno de ellos, Marc Turkow, nos dejó este testimonio:

El jefe nazi se acercó al Dr. Korczak y le dijo que no tenía obligación de acompañar a los niños. Pero el doctor apartó al verdugo nazi del grupo de niños gritándole: «¡Fuera de aquí, hijo de perra, no nos moleste!… ¿Acaso no ve con qué alegría los niños judíos van al encuentro con la muerte?» Y, ayudando a los niños a entrar en el vagón, subió él también junto con los últimos de ellos.

Supongo que esta escena inspira estos cuatro versos de Jaime Vándor:

Y en la corte celestial, ¿que cantarán los niños? No loan al Creador, no exaltan la alegría, magnifican al Sumo Doctor Consolador.

Nuestro biógrafo, Antonio Pombo Sánchez, impresionado por el gesto de Janusz Korczak —un gesto que es una gesta— nos ofrece otras versiones de ese heroico final, coincidentes todas en lo substancial.

No conozco otros trabajos del pediatra compostelano Antonio Pombo, aunque sé que ha publicado notables artículos sobre temas de su especialidad en revistas médicas y actas de congresos. A la figura de Janusz Korczak se ha acercado desde su condición de humanista, especialmente motivado —supongo— por el hecho de abordar la biografía de quien fue un colega de profesión. Yo, que sabía muy poco de tan excelsa personalidad, le debo a Antonio estas magníficas páginas y el rigor y la pasión que ha puesto en ellas. Estoy plenamente convencido de que centenares y centenares de lectores en España agradecerán este libro, este substancioso y pedagógico manual sobre Janusz Korczak, escrito siempre con decoro literario y con elocuente fervor. También el título invita a la lectura: Janusz Korczak: médico, educador y mártir.

Xesús Alonso Montero

Catedrático emérito de la Universidad de Santiago de Compostela y expresidente de la Real Academia Galega.

Vigo, mayo, 2017