A todos aquellos que practican el dharma de buddha

Sentarse es la práctica del Buddha.
Sentarse es no hacer.
Es la verdadera forma del ser.
Excepto sentarse,
nada que buscar, nada más
es el buddhadharma.

Eihei Dōgen Zenji
Shōbōgenzō-Zuimonki
Dichos de Eiheiji de Dōgen Zenji

SUMARIO

Prólogos

Prólogo a la edición en español

La historia de este libro y de su autor
    por Jisho Warner

Maestro y discípulo
    por Shohaku Okumura

Sobre la naturaleza del ser
    por Daitsu Tom Wright

El tema de mi vida
    por Kōshō Uchiyama

1. Práctica y caquis

    Cómo un caqui se vuelve dulce

    El significado de la práctica budista

    Los cuatro sellos

    La práctica es de por vida

2. El significado de zazén

    Depender de otros es inestable

    El ser que vive la Verdad total

    Todo es tal como es

    Vivir la realidad de la vida

3. La realidad de zazén

    Cómo practicar zazén

    Soltar los pensamientos

    Despertar a la vida

4. El mundo de la práctica intensiva

    Sesshin sin juguetes

    Antes del tiempo y del esfuerzo personal

    El escenario de la vida

5. Zazén y el verdadero Ser

    El Ser universal

    La actividad de la realidad de la vida

6. El mundo del ser se desenvuelve

    La insatisfacción en la vida moderna

    El ser asentado en sí mismo

    Interdependencia y la vía media

    Ilusión y zazén

7. Vivir plenamente despierto

    Zazén como religión

    Voto y arrepentimiento

    El voto del bodhisattva

    Mente magnánima

    La dirección de lo universal

8. El buscador de la Vía

    Los siete puntos de la práctica

       1. Estudio y práctica del Dharma del Buddha

       2. Zazén es nuestro verdadero y más venerable maestro

       3. Zazén debe actuar de manera concreta en nuestra vida diaria

       4. Vivir de acuerdo con el voto y arraigarlo profundamente

       5. Esfuerzo para la práctica y el desarrollo

       6. Sentarse en silencio durante diez años

       7. Ayudarse unos a otros

    Dejando Antaiji

Notas

Glosario

Acerca del autor y de los traductores

PRÓLOGOS

PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

En 1997, de camino a un retiro de meditación intensiva en Minnesota, empecé a leer el libro Abrir la mano del pensamiento. La sencillez con la que el maestro Uchiyama hablaba del Zen y la claridad de su discurso desprovisto de tecnicismos, me maravillaron. Tuve claro desde el primer momento que para ofrecer el Zen en la sociedad contemporánea es necesario encontrar un lenguaje cotidiano, fácil de digerir, para que las personas vean en los ejemplos sencillos de su propia vida la aplicación directa de esta práctica y comprendan que, lejos de tratarse de un camino trascendental, consiste en descubrir, con toda sinceridad, quiénes somos y desarrollar todo nuestro potencial en las actividades ordinarias. Las claves estaban en lo que el maestro Uchiyama describía: regresar a una experiencia anterior a las elaboraciones mentales que nos impiden manifestar la vida en toda su dimensión y confiar en nuestro ser íntimo alejados de las comparaciones y la competencia con los demás. Decidí entonces estudiar este texto con detenimiento y pensé que la mejor manera para hacerlo era traduciéndolo. Las enseñanzas del maestro Uchiyama consignadas en este libro se convirtieron en el eje de mi vida. Años atrás había contactado con el maestro Shohaku Okumura, quien era uno de los editores del libro y discípulo directo del maestro Uchiyama. Creyendo que la mejor manera de madurar era la de practicar con él, empecé a indagar sobre sus actividades. Por fortuna pude conocerle y asistir a algunos de los retiros que él dirigía. Aunque su propia aproximación eramuy personal, su práctica y sus enseñanzas estaban enraizadas en las de su maestro, y fue así como decidí a mi vez hacerme su discípulo y esforzarme por personificar esta comprensión.

Cuando en el año 2004 quise comunicarle que había finalizado las correcciones de la traducción, me enteré de que se había publicado una edición revisada en inglés, y al tratar de hacer los cambios con la nueva publicación me encontré con muchas dificultades. Como resultaba más sencillo comenzar de cero, empecé a traducirlo otra vez. Con este nuevo trabajo me sorprendí al descubrir otros niveles de profundidad que no había penetrado en la versión anterior. Revisando el primer borrador, observé que mi intención original había sido la de traducir un texto, es decir, poner en español las palabras del maestro Uchiyama. De mis años de práctica en el Zen y por mis ensayos escritos, he comprendido que, al tratar de expresar esta experiencia a través del lenguaje, a lo máximo que uno puede llegar es a esbozar unas indicaciones para un camino que se realiza dirigiendo la mirada hacia el interior de uno mismo; región íntima ininteligible para otros. Así, decidí que mi trabajo de traducción debía procurar sobre todo canalizar y transmitir la potencia misma del maestro Uchiyama; ser puente entre esta actitud vigorosa y los lectores de habla hispana, para motivar en ellos el deseo de acercarse a la experiencia misma de zazen, la meditación Zen.

Resulta maravilloso cómo este texto puede servir igual tanto para una persona que nunca ha escuchado hablar del Zen, como para alguien que lleva años practicando. Pienso ahora en las palabras del Buddha en el Sūtra del Loto, cuando le dice a su discípulo Śariputra que un buda debe saber explicar las enseñanzas con medios hábiles, de acuerdo con la capacidad de comprensión de quien le escucha. Así, este libro no es para una sola lectura de corrido, sino que puede servir como manual práctico, proporcionando diversas herramientas en estadios diferentes a lo largo del camino.

Han pasado doce años desde que empecé a traducir Abrir la mano del pensamiento, puedo decir que este trabajo me ha permitido profundizar y madurar mi práctica, y, sobre todo, me ha motivado a buscar un lenguaje personal para tratar de ayudar a otros a través del Zen. La presente obra no habría sido posible sin la desinteresada ayuda de los miembros de la Comunidad Soto Zen de Colombia y otros amigos practicantes, quienes con sus comentarios contribuyeron a la versión final del texto. Quiero expresar mi especial agradecimiento a la monja Zen Sara Kaikyo Robby de La Florida, por su minuciosa lectura del borrador y sus acertadas correcciones.

Finalmente, espero que esta versión en español sea fiel al deseo del maestro Uchiyama de inspirar al lector para indagar en el propio ser, con la determinación y el asombro de un explorador que se aventura en territorios vírgenes.

DENSHō QUINTERO
Bogotá, marzo de 2009

LA HISTORIA DE ESTE LIBRO Y DE SU AUTOR
POR JISHO WARNER

Éste es un libro muy especial. Si es digno de nuestra atención y nuestros elogios es porque Abrir la mano del pensamiento va directo a la práctica del Zen. Describe el acto de zazén sentarse de manera comprometida en medio de la propia vida con gran claridad y de manera práctica. También señala el amplio punto de vista que abre zazén mostrando cómo el budismo Zen puede ser una actividad profunda que sustenta la vida.

Este libro es un regalo para nosotros de parte de uno de los más eminentes maestros Zen, Kōshō Uchiyama Roshi, que, aunque nunca salió del Japón, con su mente y su corazón voló a través del Pacífico. Envió a sus discípulos a los Estados Unidos para enseñar y guió a muchos de los occidentales que visitaban Antaiji, su templo en Kyoto, del que fue abad durante diez años.

Antaiji era un lugar de práctica muy inusual debido a la mezcolanza de monjes y laicos, de japoneses y occidentales, que practicaban todos juntos. Aún más destacable era el hecho de que estuviese exclusivamente dedicado a la práctica de zazén y a investigar el significado de la vida. En principio, la mayoría de los centros monásticos en Japón son principalmente sitios de entrenamiento para licenciar a los sacerdotes de los templos, pero Uchiyama Roshi pensaba que era más importante practicar sin expectativas de recompensas. A quien quería practicar en Antaiji, él le decía que la gente debía practicar sólo por la práctica misma. Aquellos discípulos que necesitaban certificación como sacerdotes de templo eran enviados a los monasterios regulares para recibir entrenamiento adicional.

El profundo conocimiento que tenía Uchiyama Roshi de Occidente y su determinación para hacer el Dharma y la práctica del Zen accesibles a nosotros los occidentales, además de su bagaje en filosofía y religión occidentales, se integraron con su práctica profunda y con su comprensión creando una voz única. Vivió para zazén. Con toda su energía investigó lo que significa vivir la verdadera vida del Zen y en este libro él nos lo transmite, para que podamos sumergirnos y verificar las enseñanzas en nuestra propia vida.

El Zen es un extenso cuestionamiento acerca de cómo vivir una vida en verdad plena. La vida es universal, sin embargo nosotros nos sentimos separados de ella y de todos los demás seres. Tomamos lo que necesitamos, descartamos y guardamos, disfrutamos y sufrimos, y así la vida parece tener que ver sólo con nosotros. Uchiyama inquiere lo que una persona es, qué es el ser, cómo desarrollar un verdadero ser que no esté separado de las demás cosas y que pueda establecerse en paz en medio de la vida. Dedicó su vida a descubrirlo por sí mismo y a trasmitirlo a los demás con gran alegría. Las enseñanzas de Uchiyama Roshi vienen directamente de su vida, desde el idealismo de su juventud y sus tempranos años de pobreza cuando aprendió a digerir el abatimiento convirtiendo el despecho en ecuanimidad, hasta llegar a la sabiduría de su vejez. Lo que es más importante es que esta gran contribución a la enseñanza y a la práctica del Zen está ahora a disposición de los lectores.

Abrir la mano del pensamiento es el propio acto de zazén. Es la práctica budista original de no agarrar ni aferrarse; la práctica de la libertad tal como está ocurriendo en este preciso momento, en la propia mente. Como dice el subtítulo, este libro ofrece una base para la comprensión, la intención y la aspiración de hacer realidad la verdadera práctica del Zen. Hay una versión anterior de Abrir la mano del pensamiento. En esta revisión, se procuró un lenguaje más claro. Hemos añadido nuevos prólogos, un índice y algunas notas aclaratorias al final.

Los tres traductores hemos sido transformados por la gran mente de Uchiyama Roshi. Shohaku Okumura era un joven estudiante cuando le conoció. Okumura se convirtió en su discípulo y con el tiempo se estableció en los Estados Unidos para enseñar el Zen. Daitsu Tom Wright fue en la dirección opuesta, de Wisconsin a Kyoto, en donde también se convirtió en discípulo de Uchiyama Roshi. Wright permaneció en Japón y pudo continuar trabajando junto a su maestro hasta la muerte de Uchiyama en 1999. Jisho Warner conoció por primera vez las enseñanzas de Uchiyama en los Estados Unidos cuando éstas empezaban a enraizarse hace aproximadamente 20 años. Este libro es una labor de amor por parte de Kōshō Uchiyama y de nosotros tres.

MAESTRO Y DISCÍPULO
POR SHOHAKU OKUMURA

En 1965 cuando tenía 17 años y era un estudiante de secundaria, un amigo mío fue a Antaiji en Kyoto y permaneció allí algunas semanas durante un período de práctica especial para estudiantes que transcurría en el verano. Ese otoño, mi amigo me contó todo acerca de su experiencia en el templo: sentarse en zazén, escuchar las conferencias del viejo sacerdote y trabajar con los jóvenes monjes. Estaba particularmente impresionado por la forma en que un joven monje le enseñó el modo correcto de encender el fuego para que la leña quemase bien y pudiera calentar el agua para el baño, así como el modo de extinguir el fuego antes de que el agua estuviese demasiado caliente. Ésta fue su primera experiencia con leña para fuego. Aprendió lo que significa estar concentrado y atento. El viejo sacerdote era Kōdō Sawaki Roshi. El joven monje era su discípulo Kōshō Uchiyama.

En junio de aquel año, Uchiyama Roshi había publicado su libro Ser (Jiko). Pedí prestado el libro a mi amigo y me interesé mucho por la forma de vida de Uchiyama Roshi. En febrero del año siguiente mi amigo fue intervenido quirúrgicamente por un dolor estomacal que venía sufriendo desde el otoño anterior. Estuvo muy enfermo durante los meses siguientes a la intervención y luego murió. Después de su muerte, su madre me dijo que había tenido cáncer intestinal, y debido a su juventud el cáncer se desarrolló muy rápido. La muerte de este amigo fue una de las razones por las que me hice monje budista. Con su propia muerte me mostró la realidad de la impermanencia; fue un gran maestro y un bodhisattva para mí.

Fui muy afortunado de encontrar al comienzo de mi propia práctica una explicación tan clara sobre la práctica del Zen. Incluso para un estudiante de secundaria como yo era comprensible. Comencé a ver que nuestros pensamientos son como nubes. Cuando estamos sentados en una buena postura surgen diferentes tipos de pensamientos, permanecen por un rato y luego desaparecen. Simplemente los dejamos venir y los dejamos irse sin controlar nuestra mente, sin evitar que vengan ni que pasen; sin atraparlos ni perseguirlos. Tratamos de mantener la misma postura erguida, inmóviles, sin dejarnos determinar por las condiciones en las que nos encontremos y confiando en que sobre las nubes de los pensamientos están brillando, como el sol en un cielo azul y claro, la sabiduría y la compasión del Buddha. Esto es lo que Abrir la mano del pensamiento vino a significar en mi vida.

Cuando por primera vez leí el libro Ser (Jiko), de Uchiyama Roshi en 1965, quise hacerme su discípulo aún cuando no tenía ningún conocimiento del budismo ni del Zen. Después de graduarme en la escuela secundaria, traté de visitar Antaiji, pero se trataba de un templo muy pequeño sin un portón que marcase la entrada, de modo que no pude encontrarlo. Afortunadamente poco después de comenzar las clases en la universidad, Uchiyama Roshi vino a Tokio y dio una conferencia pública acerca de «permanecer en la mente apropiada, entre la locura y estar descerebrado». Su conferencia estaba llena de humor y era fácil de entender para mí. Estaba seguro de que él sería mi maestro.

Unos meses más tarde empecé a asistir a un grupo de zazén en una pequeña casa ubicada en el cementerio de un gran templo no lejos de la universidad. Asistí a mi primera sesshin de cinco días en Antaiji en enero de 1969. La sesshin era exactamente como Uchiyama Roshi la había descrito en su libro. Fue una experiencia muy difícil para mí; tenía muy poca experiencia, el zendo de Antaiji estaba muy frío, yo estaba soñoliento y sufría mucho dolor todo el tiempo. Cuando la sesshin acabó me sentí contentísimo y pensé que aquélla sería mi última sesshin, pero por algún motivo regresé. Uchiyama Roshi se sentaba mirando a la pared igual que el resto de los practicantes. El pequeño zendo estaba repleto y la gente se sentaba en dos y hasta tres filas. Yo estaba muy impresionado de que hubiera extranjeros sentados junto a los monjes japoneses y a los practicantes laicos.

En la primavera siguiente visite Antaiji de nuevo y le pedí a Uchiyama Roshi que me ordenara. Me dijo: «nunca aliento a la gente a que se ordene. Es muy difícil ser un verdadero monje. Ya hay demasiados insensatos vistiendo hábitos. Si quiere ser un verdadero practicante de zazén, lo aceptaré.» Todavía aprecio su respuesta a mi petición no me dejó espacio para inventar excusas o sentirme culpable. A pesar de que yo quería abandonar la universidad y comenzar a practicar en Antaiji, me sugirió que primero terminara los estudios. De modo que permanecí en Antaiji por algunos meses más y luego regrese a la universidad en Tokio. Recibí la ordenación el 8 de diciembre de 1970.

Un día después de la ceremonia de la ordenación tuve la oportunidad de hablar con él. Me dijo: «ayer, mientras tomaba té con su padre antes de la ceremonia, me pidió que cuidara de usted, pero yo no puedo hacer eso. Debe practicar por usted mismo y caminar con sus propias piernas.»

Ésta fue la primera enseñanza que recibí personalmente de mi maestro. Decía que nunca miraba a sus discípulos, sino que miraba al Buddha, y que su propia práctica era caminar en esa dirección. Si quería practicar junto a él como su discípulo, yo debía mirar al Buddha y dirigirme en la misma dirección con mis propios pies. Aprecié lo que me dijo y traté de depender de sus enseñanzas y no de él, practicando por mí mismo y siguiendo su ejemplo.

Después de graduarme en la universidad de Komasawa, me convertí en monje residente de Antaiji y practiqué allí hasta febrero de 1975, cuando Uchiyama Roshi se retiró. En realidad practiqué permanentemente en Antaiji bajo su guía sólo durante tres años. No fue mucho tiempo, pero aquellos tres años tuvieron una influencia decisiva en mi vida.

Cuando me gradué en la universidad y entré en Antaiji, Uchiyama Roshi animó a algunos de sus discípulos para que estudiaran inglés y él mismo pagó los cursos. Tenía una perspectiva muy amplia sobre la historia de la espiritualidad humana y creyó que el siglo XXI iba a ser la era de la espiritualidad. También fue una persona muy práctica y pensó que el mundo necesitaba personas que tuvieran una profunda experiencia en la práctica de zazén y que fueran capaces de expresar su significado en otros idiomas. Alentó a sus estudiantes a ser pioneros en lugar de seguir las tradiciones establecidas. Sin embargo, nos dejaba escoger nuestra propia dirección y nunca nos obligó a nada. Yo no estaba particularmente interesado en estudiar inglés ni en practicar con extranjeros, pero por alguna razón no pude negarme. Este «sí» sin mucha convicción marcó el resto de mi vida. Me hice amigo de muchos occidentales y practicar con ellos se hizo natural para mí.

Después de que Uchiyama Roshi se retirara como abad de Antaiji en 1975, viajé a (Massachusetts) para practicar en el Pioneer Valley Zendo con dos de mis hermanos en el Dharma. Cuando regresé a Japón en 1981, Roshi me animó a que empezara a trabajar en traducciones junto a Daitsu Tom Wright, otro de sus discípulos. Posteriormente regresé a los Estados Unidos para tratar de continuar lo que había aprendido de mi maestro. Tengo una enorme gratitud por sus enseñanzas y por su práctica, las cuales siempre permanecieron enfocadas en la realidad de la vida que incluye a todos los seres del Universo. Sin su ejemplo nunca habría sabido cómo vivir mi propia vida.

SOBRE LA NATURALEZA DEL SER
POR DAITSU TOM WRIGHT

Una de las enseñanzas más confrontadoras del budismo y de Kōshō Uchiyama Roshi en particular, se centra en la naturaleza del ser y en el significado del término jiko. “Ser” es tan sólo una traducción burda de jiko. “Ser” tiene un significado cultural, psicológico y filosófico para los occidentales, que difiere inevitablemente del terreno que la palabra jiko abarca en japonés. Incluso en japonés jiko tiene significados budistas que difieren del uso ordinario.

Jiko esta definido en el Gran Diccionario de Términos Budistas de Nakamura Gen (Bukkyōgo Daijiten), como el ser individual y “el ser original”, que es el ser que ha nacido con la naturaleza de buddha o que inherentemente la posee. Todos los seres sensibles portan la semilla del despertar o del ser despierto, de modo que el ser original es universal. Muchos, textos budistas y del Zen, tales como Crónicas del acantilado azul, tienen expresiones tales como jiko ichidan no daiji. Aclarar realmente qué es el “ser” es de vital importancia. Una característica básica de la existencia, de particular relevancia en este contexto, es que todos los fenómenos (dharmas) carecen de ser independiente. Ésta es una de las tres (o a veces cuatro) características de la existencia, las cuales forman parte de la enseñanza budista básica y están comentadas en este libro. La traducción del término budista como “ser”, nos lleva a un gran dilema: si no hay ser, entonces ¿por qué es necesario aclarar qué es el ser?

Se podría pensar que es preferible limitarse al uso de palabras en el propio idioma, pero si uno no conoce el origen, puede ser difícil encontrar sentido a los diferentes significados que se integran en la aparentemente simple palabra “ser”. Lo que tradicionalmente ha sido traducido como “ser” en la expresión «todos los dharmas carecen de ser independiente» es el término sánscrito ātman. En japonés ātman es traducido como el sustantivo ga, apego, alma o espíritu avaro. Esto no es jiko. Recuerdo que la primera vez que me encontré con el término jiko fue cuando un antiguo monje en Antaiji lo señaló en el capítulo Genjō Kōan del Shōbōgenzō de Eihei Dōgen. En aquella época, yo estaba leyéndolo de una traducción al inglés y sentía curiosidad por saber que expresión japonesa había sido usada. La cita se convirtió en una de las más famosas de todo el Shōbōgenzō. «practicar y aprender acerca de la Vía del Buddha es practicar y aprender sobre jiko. Practicar y aprender sobre jiko significa olvidarse de jiko. Al olvidarse de jiko, uno es afirmado por todas las cosas, por todos los fenómenos (dharmas). Ser afirmado por todas las cosas significa estar dispuesto a abandonar todos los conceptos prefabricados y las divisiones artificiales del propio cuerpo y de la mente, lo mismo que del cuerpo y de la mente de los otros; de todas aquellas cosas que nos afirman.»

No es fácil comprender las profundas capas de esta cita sin dedicar bastante tiempo a pensar en cómo la palabra “ser” está siendo usada. Por ejemplo, al comienzo, cuando Dōgen equipara el estudio y la práctica de la Vía del Buddha con el estudio y la práctica de jiko, jiko está siendo usado en su sentido universal más amplio. En la siguiente línea, sin embargo, es diferente. A pesar de que la frase parece paradójica, la enseñanza sobre jiko es olvidarse de jiko. Lo que Dōgen está diciendo es que al aprender sobre jiko en el sentido amplio, es decir, como identidad universal, debemos olvidar o soltar todas las ideas estrechas que solemos mantener acerca de lo que somos.

Para ilustrar este punto, Uchiyama Roshi suele citar muchos ejemplos concretos. En un tren atestado de pasajeros, y esto en Japón es un hecho muy concreto, olvidarse o no apegarse a los pensamientos de quienes somos en términos de prestigio, edad o género, significa ponerse de pie y darle nuestra silla a alguien que parece estar más cansado que nosotros, sin pensar en que estamos haciendo una buena acción o esperar que se tenga una buena impresión de nosotros. El mismo espíritu surge en no aferrarnos a un sentimiento de frustración cuando tenemos que cocinar para un grupo y no podemos sentarnos con todos los demás. Tampoco debemos enfadarnos porque se nos ha pedido limpiar las letrinas en lugar de la habitación de nuestro maestro, sabiendo que nadie podrá apreciar el maravilloso trabajo que hemos hecho. Hay infinidad de ejemplos en nuestras vidas.

Con el paso del tiempo Uchiyama Roshi nos preguntó a Shohaku Okumura y a mí, como estábamos traduciendo el término, pensó que tal vez sería mejor no traducirlo y simplemente usar el término jiko, permitiendo a los lectores saborearlo por ellos mismos. Por ejemplo, Dōgen acuñó la frase jin-iss-ai-jiko. El primer carácter jin significa completo o exhaustivo, mientras que issai expresa el todo, la totalidad, o lo que todo incluye. Jin e issai están adheridos a jiko, para hacerlo más comprensible. Poniendo estos caracteres frente a jiko, podemos obtener algo como el ser-completo-que incluye todo; una definición exacta pero difícil de usar en lenguas occidentales. Kōdō Sawaki Roshi tenía la expresión enigmática: jiko ga jiko wo jiko suru, en la que la palabra “ser” es usada como sujeto, verbo y complemento directo (objeto). Es prácticamente imposible traducirla; tal vez, «el ser hace el ser a partir del ser». Uchiyama Roshi tenía una expresión similar, jiko giri no jiko, el ser que es completamente ser. Creo que Sawaki y Uchiyama acuñaron estas expresiones contemporáneas como interpretación del jin-issai-jiko de Dōgen.

He traducido jiko como el ser universal o el ser completo, más recientemente como identidad universal. Es lo mismo que buddhata, o el ser despierto que mencioné anteriormente. Pero suena un tanto abstracto, cuando lo que más necesitamos es entender lo que esto significa en el contexto de nuestra vida. Es precisamente el Zen en nuestra vida diaria lo que Uchiyama Roshi enfatizó por encima de cualquier cosa. Después de todo, cuando se nos pide que nos presentemos o que nos identifiquemos al conocer a alguien por primera vez, seríamos considerados un poco raros si respondiéramos: «hola, soy el universo entero, es un placer conocerlo/a».

Jiko es usado en japonés coloquial para identificarnos en un sentido individual, no universal. En japonés moderno jiko es usado en términos tales como jiko chushin, o jikoshugi, cuyo significado es egocentrismo o estar centrado en uno mismo. En este caso, el término es usado en un sentido dualista, de uno mismo como opuesto a otro, e implica el punto de vista del individuo con énfasis en nuestra auto-importancia en menoscabo de la importancia de aquéllos a nuestro alrededor.

A pesar de que Uchiyama estudió filosofía y no psicología, en la universidad de Waseda, con frecuencia se refería a sí mismo de manera jocosa como el psicólogo de psicólogos. Una interminable fila de visitantes venía a verle ejecutivos de todas partes del país, doctores en medicina y también psicólogos. Venían a pedirle consejo para sus vidas, centradas en sí mismos, y él les recibía a todos. También vio que las dificultades psicológicas de algunas personas podían ser aliviadas al sentarse en la postura de zazén y conseguían encontrar alguna compostura. Si doctores o psicólogos notaban que sus pacientes se beneficiaban ampliamente gracias a la incorporación de zazén en sus terapias, tanto mejor.

Al mismo tiempo me señalaba que tales usos de zazén debían ser entendidos como ejemplos de bonpu zen, es decir, Zen utilitario, o un Zen con el propósito de mejorar o perfeccionar la condición o las circunstancias propias. Esta forma de Zen podía ser útil para algunas personas; nunca criticó su uso, pero señalaba que el Zen utilitario no debía ser igualado con practicar zazén sin anteponer condiciones u objetivos. En otras palabras, Roshi establecía una gran diferencia entre practicar zazén de manera incondicional con una actitud de soltar todos los pensamientos de beneficio personal, y zazén realizado con propósitos utilitarios. Jiko en las enseñanzas budistas y en las de Dōgen y Uchiyama, no tienen nada que ver con mejorar uno mismo. Por el contrario, se refiere a ver la propia vida desde la perspectiva más amplia, y entonces actuar de modo que esta perspectiva se pueda manifestar de la manera más completa a través de nuestras actividades en la vida cotidiana.