1.png

Solo tú, Azul

1.ª edición: Marzo 2018

Copyright

© Giselle Amorós 2018

© Editorial LxL 2018

www.editoriallxl.com

dirección@lxleditorial.com

ISBN: 978-84-17160-83-8

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación, u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art.270 y siguientes del CODIGO PENAL).

Diríjase a CEDRO (Centro Español De Derechos Reprográficos) Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 917021970 / 932720447. Los personajes, eventos y sucesos que aparecen en esta obra son ficticios, cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.

Impreso en España – Printed in Spain

Diseño cubierta – Rachel’s Design

Maquetación – Rachel’s Design

Continuando con esta aventura literaria que espero sea infinita, quiero dedicar esta novela a todas esas personas que les gusta este tipo de lectura y que gracias a ell@s todos tenemos un hueco

dentro de este mundo.

Sí, te lo dedico a ti, y espero que te guste.

Agradecimientos

Por supuesto no puede faltar mi familia, a la que continuamente involucro en mis historias, restando tiempo con ellos para poder escribir.

Tampoco esas personas que desinteresadamente me ayudan en temas que desconozco y se sienten orgullosos solo con hacerlo.

Y, cómo no, agradecer a esa otra familia que es Editorial LxL, donde he encontrado la confianza y el cariño que te hacen creer que los sueños se cumplen. Gracias.

1

Quince años atrás…

—¡Mamááá! ¿Has visto mi camiseta de AC/DC?

—Está en tu armario, junto con el resto de la ropa doblada de esta mañana.

—Pues no la encuentro.

Como una costumbre, tras esta pregunta, mi madre entra en mi cuarto, va hacia el armario y por arte de magia aparece la camiseta. Siempre pasa igual, supongo que es un don que tienen las madres. Y ahora es cuando viene eso de…

—Hija, es que ni siquiera la has buscado. Toma.

Y lo sorprendente es que sí la he buscado.

—¿A qué hora has quedado con Roger?

—Joder, mamá, ¡yo no quiero salir esta tarde con el pijo ese!

—Esa boquita, Azul, sabes que no me gusta que hables como una barriobajera. Además, ese niño viene porque tu padre ha quedado a cenar con el suyo por un tema de negocios. Sé amable y enséñale un poquito la ciudad antes del concierto. —Tocan al timbre—. Ve, que será él. Además, es de tu edad, seguro que coincidís en muchas cosas.

Por suerte son mis amigas Andrea y Marta que vienen conmigo esta noche. Nos conocemos desde el colegio y, aunque ahora estamos en institutos diferentes, hemos continuado nuestra amistad.

Curiosamente las tres somos de la misma estatura con el pelo largo. Marta es morena con el pelo rizado, un cuerpazo con curvas, de metro setenta. Andrea es rubia con el pelo liso, la más delgada de las tres. Cuando estamos juntas llamamos la atención sin quererlo.

Nos gusta el heavy y esta noche actúa AC/DC en el Palau Sant Jordi, así que estamos pletóricas. Este es uno de mis regalos por terminar el bachillerato con matrícula de honor.

Me tumbo en la cama, agobiada, hoy que pretendía ser uno de los mejores días de mi vida aparece el idiota este para jorobarlo, y encima no sé ni cómo es, si le gusta el heavy o no, aunque si no quiere venir, mejor.

Lo único que sé de él, es que su padre tiene mucha pasta y el mío le tiene que hacer la pelota hasta el infinito para poder entrar como proveedor en su empresa.

Tocan a la puerta de mi habitación.

—Azul, ya ha llegado Roger, te espera en el salón.

Salgo vestida para la ocasión con tejanos negros elásticos, camiseta y cazadora de cuero. Es diciembre, así que me viene perfecta, junto con unas botas altas.

Me veo bien, mi larga melena, imposible de esconder, se lleva todo el mérito, soy pelirroja. Aunque mi cabello, a medida que me hago más mayor se va oscureciendo, puedo decir que mi pelo es rojo. Esta es la herencia de mi abuela materna, junto con los ojos verdes de mi padre, soy, según ellos, «explosiva». A mis diecisiete años estoy acostumbrada a que la gente se gire al verme pasar y, en general, con bastante aprobación.

Cuando entro al salón me sorprendo al ver a un chico realmente guapo, muy alto, con una mirada penetrante y unos labios perfectos. Lo único que le falla es que lleva traje chaqueta y su pelo es tan corto que parece un skinhead.

Le tiendo la mano para saludarlo, él acerca la suya y, al juntarlas, siento cómo se acoplan perfectamente, y eso me hace sentir rara, es una sensación extraña, como si su mano me protegiera o cobijara. Tras este fugaz y absurdo pensamiento, sonrío.

Me devuelve la sonrisa, una sonrisa perfecta, junto a esos expresivos y bonitos ojos marrones ¿o son verdes?, es igual, me ha cautivado y puede que, al final, la tarde no sea tan aburrida.

Veo tras él cómo Andrea y Marta me hacen gestos, vaya par de payasas, sé que les ha gustado y es que el chico está pero que muy bueno.

Mis amigas y yo intentamos llevarlo a sitios por la zona alta de Barcelona donde se pueda sentir cómodo, cosa que nosotras, con la pinta que llevamos, no encajamos bien, pero todo sea por no quedar mal con su padre ni con el mío.

Por el camino nos explica que viven en unos viñedos donde su padre es el propietario de una de las cavas más importantes de nuestro país. Por lo visto quiere que su hermano y él trabajen en la empresa, pero Roger no está muy convencido de querer quedarse allí.

Finalmente entramos en una bolera y, aunque no me da pistas de dónde le gustaría ir, sé que al final acertaremos con este sitio. Casi toda esta peña apesta a pijerío.

La gente nos mira con desaprobación y es que las tres, con nuestra vestimenta, no podríamos estar más en desacuerdo con el resto.

Lo que parecía una interminable tarde de canguro de lo más sosa, se está convirtiendo en una tarde de lo más sorprendente. Empezamos una partida donde, ¡oh, qué sorpresa!, Roger es un experto en el tema. En cada tirada hace un pleno y mis babeantes amigas no dejan de aplaudirle. Él me mira con esa espléndida sonrisa y yo pongo los ojos en blanco. Intento ganarle, pero es imposible y eso me saca de quicio, tengo muy mal perder. Ahora mismo con la bola en la mano se la estamparía en ese bonito rostro.

Mientras mis amigas van a pedir algo de beber, Roger se sienta a mi lado.

—Siento que nuestra tarde se acabe —miento—, pero en media hora nos vamos. Tenemos entradas para ver a AC/DC.

Me mira con cara de listillo y, metiendo su mano en la chaqueta, me enseña una entrada.

—Ya vengo preparado, me dijo mi padre que ibas a ir al concierto.

Mi cara se contrae y supongo que se lo he dicho sin palabras.

—Pero si te molesto me voy al hotel.

—¿Te gusta AC/DC? —le pregunto sorprendida, intentando cambiar de cara.

—No están mal. Prefiero Metallica, pero me conformaré.

—¡Vaya! Al final no vas a resultar tan patético como esperaba. —No pensar antes de hablar es lo que tiene.

—¿Te parezco patético?

De pronto su expresión se vuelve triste y me siento mal. Se levanta para irse, pero lo cojo de la mano y lo hago sentarse. Le miro a los ojos, arrepentida.

—Perdona, es que a veces hablo sin pensar y…

—El único motivo por el que estoy aquí es porque mi padre intenta alejarme de mi novia.

Vaya, tiene novia. Y no sé por qué razón hace que me sienta celosa.

—¿Y eso por qué?

—Es una larga historia, pero digamos que ella tontea un poco con algunas sustancias y ha llegado a oídos de mis padres.

Este chico es muy diplomático hablando, en pocas palabras, su novia, la que seguramente será una finolis de cuidado, le da a la coca.

—Mañana nos vamos a Inglaterra, me quedo interno en una universidad militar. Según mis padres es lo mejor que puedo hacer por mi futuro.

—Lo siento mucho.

Sin darme cuenta le acaricio la cara. Él pone su mano sobre la mía y la besa. Ese acto tan inocente, en un principio, de pronto se ha vuelto íntimo y me empiezo a acalorar. No entiendo nada, me acaba de decir que tiene novia y me ha besado la mano. Será algo fraternal, supongo.

Me mira fijamente a los ojos y sonríe.

—Me encanta tu nombre.

—Lo escogió mi padre, él es argentino. Si hubieras visto la cara de mi abuela materna al enterarse. ¡Casi le da un infarto al pensar que no me podían bautizar con ese nombre!

Nos empezamos a reír; Roger sigue con mi mano cogida.

—Aquí traemos refuerzos para ganar al chico de los viñedos en la próxima partida —dice Andrea.

Rápidamente suelto mi mano y me tenso. Marta deja sobre la mesa las bebidas, ayudada por Andrea. Nos miran a uno y luego al otro.

—Si queréis desaparecemos —suelta Marta con una sonrisa picarona.

—No hace falta, graciosa. —Le sonrío, sacándole la lengua.

Al final, acabamos ganándole, o más bien nos deja ganar. Con sus buenos modales y su espectacular sonrisa nos ha conquistado a las tres.

Cuando salimos de la bolera nos dirigimos al bus, pero Roger, al darse cuenta, niega con la cabeza y para un taxi que nos deja en la puerta principal del Palau Sant Jordi. Otro punto para Roger.

Al entrar nos encontramos con toda nuestra peña, debemos ser unos doce. Hoy estamos todos y hago una rápida presentación de Roger. Mis amigos lo miran como si fuera un extraterrestre, incluso algunos hasta con desprecio. Pero él, con su metro ochenta y mucho, no se amilana y los saluda cordialmente. Es muy bueno el contraste. Mis amigos, todos con chupas de cuero y pelo largo; el que no lleva un tatuaje en las manos, lo lleva en el cuello, y él tan refinado con su traje.

En ese momento suena la música y sabemos que empiezan los teloneros, pero yo no paro de buscar el baño, me estoy haciendo pis y no me aguanto. Roger me acompaña y mis amigas deciden ir con nuestros amigos. Quedamos en una parte de la pista.

Cuando salgo, Roger está apoyado en la pared, pensativo. Lo observo y veo a un chico guapísimo pero con tristeza en la mirada.

Cuando me mira y sonríe se le borra de un plumazo la tristeza, dando paso a una expresión feliz. Me acerco sonriente y me dice:

—Dime, por favor, que no llevas ningún tatuaje.

—Pues aún no, pero en cuanto cumpla dieciocho me pienso hacer uno.

Pone los ojos en blanco con cara de fastidio. ¡Pero bueno! ¡A este tío qué más le da!

—¿Crees en los flechazos, Azul?

—No.

—Pues yo acabo de tener uno.

Empiezo a mirar a mi alrededor y le pregunto:

—¿Ah, sí? ¿Con quién? —mientras lo pregunto vuelvo a sentir esa punzada de celos sin sentido.

De pronto, coge mi cara entre sus manos.

—Contigo.

Acerca sus labios despacio a los míos y yo, estupefacta, me dejo besar. Creo que yo también deseo besarlo. Sus labios suaves me besan sensualmente y mi vientre se contrae al sentir un pequeño placer indescriptible solo con un beso.

Cuando nos separamos lo miro con curiosidad, es mi primer beso, pero eso no se lo voy a decir. Si él supiera que varios chicos de la pandilla llevan meses detrás de mí y no han conseguido nada y él en una tarde ya me ha conquistado...

—Roger, me acabas de decir que tienes novia.

—Sí, perdona. Es que desde que te he visto, no sé, es como si…

De pronto empieza a sonar «Highway to hell», y grito sin dejarlo acabar, empezamos a correr hacia la pista donde hemos quedado con el resto.

Vamos haciendo espacio para poder pasar. Roger me sigue sin soltarme de la cintura hasta que llegamos donde están las chicas y todos nuestros amigos.

Cuando nos ven nos hacen hueco sin dejar de levantar las manos, eufóricos por la música. Siguen dos canciones más hasta que empieza Angus Young un solo y sé qué canción viene ahora, es «TNT», y me vuelvo loca.

Empezamos a gritar y Pedro, uno de mis colegas, me levanta y me sienta sobre sus hombros. Cantamos, gritamos y lo damos todo viendo a estos monstruos de la música. En un segundo miro hacia Roger y lo veo muy serio, simplemente mirando la actuación, me doy cuenta de que no está cómodo, pero paso de él, es mi momento con AC/DC.

La gente nos apiña aún más y veo cómo empieza una pelea delante de nosotros. En un instante vuelan puñetazos a diestro y siniestro, como puedo, me bajo de los hombros de Pedro. Roger se acerca a cogerme de la mano mientras un Pedro, claramente celoso, se lo impide. Empujones e insultos, entre ellos, hacen que yo parezca estar ante un partido de tenis y que inútilmente pueda separarlos, decido irme, pero donde hay espacio para salir, es justo el lugar en el que se están calentando a base de bien los de delante de nosotros, aun así, prefiero irme. Con cuidado, voy saliendo hasta que noto que alguien me coge de la cintura y, bruscamente, me lanza por donde he venido. No entiendo nada, solo veo a un Roger que acaba de recibir un puñetazo y parece que iba dirigido a mí o a la persona que pasara en ese momento. Al girarse está sangrando por la nariz. Intento ir hacia él, pero no puedo, no podemos movernos.

Aparecen miembros de seguridad y, como pueden, sacan a los de la pelea, veo que Roger va hacia la salida y le digo a Pedro que me voy.

—¿Qué pasa?, ¿te mola el vendedor de enciclopedias? —me dice Pedro cogiéndome del brazo.

—Suéltame, imbécil. Venía conmigo. —Mi mirada se lo dice todo y me suelta rápidamente.

Consigo llegar hasta él y lo paro en uno de los pasillos.

—Roger, ¿estás bien?

Me mira con cara de pocos amigos y, tras asentir, se da media vuelta y se va. Lo vuelvo a parar.

—Roger, espera, le digo a Marta y Andrea que me voy y te acompaño.

—No hace falta, ya has hecho bastante. —Me mira como si el puñetazo se lo hubiera dado yo.

Y allí me quedo plantada viendo cómo se aleja de mí, con la sensación de que no lo volveré a ver.

2

Septiembre

En la actualidad…

—Holaaaaa, holaaaaaa. Azul, ¿estás bien?

Estoy absorta mirando al infinito y cuando vuelvo a la realidad, veo a la loca de mi amiga y secretaria, Cati, haciendo aspavientos.

—Azul, ¿me puedes decir dónde estabas? Porque tu cuerpo sí que está, ¡y madre mía qué cuerpo!, pero tu mente estaba muy lejos de aquí.

—Bueno, digamos que hoy estoy un poco melancólica —le digo con expresión triste.

—Pues alegra esa cara que hoy es viernes, además, tenemos que ponernos al día con todo lo que hay pendiente, así que bajo a por unos cafés y nos ponemos las pilas.

—¡Señor! ¡Sí, señor! —contesto con fingida seriedad, haciéndole el saludo militar.

—Así me gusta, que se note quién manda aquí. —Se va riendo y moviendo el culo de una forma que solo sabe hacer ella dentro de ese minúsculo vestido.

Trabajo en un despacho de abogados desde que me licencié en derecho. Tuve la suerte de empezar las prácticas en un bufete de Barcelona, donde el dueño vio en mí un potencial y, por lo visto, no le he defraudado.

Me especialicé en diferentes ramas de la abogacía, al principio empecé como abogada matrimonial y, para mí, resultó ser un infierno. Por el alto nivel adquisitivo de nuestros clientes veía tanta injusticia, con respecto al resto de la humanidad, que me desquició y, al final, me decliné por el tema laboral. Así que ahora trabajo asesorando en temas de importancia con grandes multinacionales.

El problema lo tenemos ahora. Después de torear la crisis como hemos podido y luchar día sí y día también, resulta que nuestro bufete no aguanta más. Según nos informó ayer el Sr. Olivé, dueño de toda la planta de este edificio, dentro de lo malo hemos tenido suerte, ya que, por lo visto, nos ha absorbido otra empresa.

Lo que no sabemos es si seguiremos como hasta ahora, con los mismos clientes, con el mismo personal, si habrá despidos o por el contrario vendrán más abogados a la empresa. El próximo lunes nuestras dudas se disiparán, ya que vendrán los propios «compradores» a informarnos de todo.

—Aquí tienes, café largo para la jefa más maravillosa del mundo.

Cati deja el café sobre mi mesa en el único espacio en el que no hay papeles. Sin tiempo que perder, empezamos a organizar todo el caos pendiente.

Cati entró por el mismo tiempo que yo, pero como administrativa. Rápidamente nos hicimos amigas y es que lo que tengo claro en mi vida es que no puedo con las injusticias y, eso, muchas veces me trae de cabeza, tanto a nivel profesional como personal.

Ella era una chica apocada, vestía con ropas excesivamente grandes para su talla. Parecía que quería esconderse del mundo hasta que un día me planté y le exigí que me explicara cuál era su problema, aunque yo ya me había dado cuenta.

Con mucha paciencia y cariño la ayudé poco a poco a ser la persona que, yo sabía, estaba bajo toda esa ropa y esas capas de timidez. Salió la maravillosa Cati, una preciosa y alegre damita que no le importa que la miren por su descarada manera de vestir y tiene el valor de decirle a una chica «me gustas». Estoy muy orgullosa de ella.

—Esta noche he quedado con las chicas del gym para irnos de fiesta. ¿Te quieres venir?

—No, gracias, Cati. Hoy me voy a recluir en casa y no saldré hasta el lunes por la mañana, además, aún tengo jet lag del viaje.

Hace tan solo unos días que he vuelto de Argentina. He pasado todo el mes de agosto allí y he conocido al que es mi hermanastro.

El mismo día que me licencié, mi madre descubrió que mi padre tenía una doble vida en Argentina, cosa que él desmintió hasta la saciedad, y solo admitiendo, al final, que tenía un hijo de mi edad y que había sido en un momento de debilidad.

Mi padre viajaba una o dos veces al año a su país natal, decía que tenía negocios que atender allí y de paso aprovechaba para estar con sus padres. Por su parte, mi madre no quería dejarme sola con mis abuelos durante tantos días, así que como un matrimonio donde hay confianza él partía sin ningún tipo de problema u objeción por parte de mi madre.

Hace exactamente nueve años que mis padres se separaron y ocho que no veía a mi padre. Al no poder convencer a mi madre para que le perdonara, mi padre decidió irse a vivir con mis abuelos paternos. Mi madre me mantuvo al margen de todo y me exigió seguir manteniendo contacto con mi padre porque, según ella, a quien engañó fue a ella, aunque yo no estoy muy de acuerdo con eso, yo también sufrí daños colaterales al tener que aceptar a un hermano que no sabía que existía. Pero, por suerte, todo ha ido bien y durante este mes de agosto he visto a mi padre y he conocido a mi hermano Lucas.

Es informático y en su tiempo libre profesor de windsurf. Un «potraso» de mucho cuidado, como dicen allí, y he podido comprobar cómo media Mar del Plata sucumbe a sus encantos y no es para menos. Es un par de años más pequeño que yo y dos palmos más alto, tiene el pelo castaño claro rizado y le llega hasta los hombros. Cuando lo vi por primera vez me impactaron sus ojos tan parecidos a los míos, pero es en lo único que nos parecemos.

Lo han criado mis abuelos paternos, ya que, por lo visto, lo único que pretendía su madre era poder enganchar a mi padre y al ver que no lo conseguía, abandonó a mi hermano en casa de mis «viejitos» y, por lo que he visto, nunca le han perdonado a mi padre que fuera infiel a mi madre.

Después de un día agotador y sin haber terminado todo el trabajo, recojo mis cosas y me voy a casa. Pienso en llenar la bañera hasta el máximo permitido y voy a relajarme tanto que espero no dormirme.

Vivo en un piso alquilado y por la zona donde está yo no me lo podría permitir, pero fue uno de los incentivos de mi trabajo y todos los abogados del bufete disponemos de un piso de alquiler pagado por la empresa.

Yo he aprovechado estos años y con el dinero ahorrado me compré una casita en un precioso pueblo costero a cuarenta kilómetros de Barcelona. Allí vive mi madre. Mi trabajo ocupa casi todo el día, así que para mí es más cómodo vivir en Barcelona y que ella disfrute de su huertecito y la naturaleza que le rodea al lado del mar.

Al llegar dejo las llaves sobre la repisa de la entrada y mientras me quito los tacones voy leyendo el correo que, sin tener ninguna importancia, dejo junto a las llaves.

Me encanta este piso, es todo exterior y enorme. Tiene cuatro habitaciones, y sé que para mí sola es demasiado, pero eran todos iguales, así que me he adaptado rápidamente. Hay dos dormitorios, uno, el mío, y otro lo utiliza mi madre cuando se aburre y viene unos días a verme (normalmente es cuando corta con algún novio de esos exprés que tiene).

Voy descalza por el suelo de parqué hasta llegar al baño. Abro el grifo y empiezo a echar sales de baño. Decido poner a John Legend de fondo y me dirijo a la cocina para llenar una copa de vino. Este es mi ritual de los viernes cuando no salgo a cenar o de fiesta con las locas del gimnasio.

El agua está a la temperatura ideal, me desnudo y entro poco a poco, notando cómo mi cuerpo se envuelve del placer relajante de un baño. Cierro los ojos e intento no pensar en nada, pero se van filtrando sin querer imágenes de mi reciente viaje a Argentina, con mi padre y mi hermano comiendo en un restaurante, cuando de golpe, y no sé por qué, la imagen de Roger vuelve a mí. Bueno, en realidad, sí sé por qué, hoy sobre la mesa del Sr. Olivé he visto unos documentos de pasada y he leído el nombre de Roger como uno de los compradores del bufete. Claro que es absurdo pensar que aquel chico alto y guapísimo que una vez conocí, sea ahora mi jefe. La de veces que he tenido que tratar con personas con ese nombre, y es curioso, aún, cuando leo o escucho el nombre de Roger, me da un vuelco el corazón.

No lo volví a ver. De hecho, mi padre no pudo entrar como proveedor de su empresa y hasta ahí llegó mi información. A veces pienso en buscarlo por las redes, si tendrá Facebook o Instagram, en cómo le habrá ido la vida, si estará casado y tendrá hijos… La verdad es que me rompió un cachito de corazón verlo irse de aquella forma.

Yo, por mi parte, sigo soltera, le he dedicado tanto tiempo y esfuerzo a mi trabajo que ahora estoy a mis treinta y dos años sin haber mantenido una relación sentimental de más de seis meses. Bueno, eso y que cuando la cosa se empieza a poner seria y quieren ir más allá, les cojo manía. Empiezo a sacarles defectos, aunque no los tengan, y el hecho de no tener defectos también es uno de ellos, y todo se resume a cuando dicen las palabras mágicas y esperan que yo las diga, creo que nunca he dicho un «te quiero» o un «te amo» con el significado que conlleva. Y hay que decir en honor a ellos, que el que me aguanta tiene un gran mérito, porque soy de mecha corta.

Me considero buena persona y a veces hasta tonta, pero si me tocas los ovarios, los encuentras rápidamente. No me gusta la gente que te juzga sin conocerte y que por tu apariencia se hace una idea rápida de si vales o no la pena. Así que cuando conozco a alguien así, saco la víbora que llevo dentro y que Dios lo pille confesado.

De pronto suena mi móvil, está en la mesilla de noche. ¡Viva Murphy, que con su ley hace que pase todo esto! Pero sea quien sea se tendrá que esperar a que termine.

Vuelve a sonar. Y así tres veces más. Empiezo a preocuparme, al final, decido salir de la bañera, me pongo el albornoz y voy a por el teléfono. Con sorpresa, veo que el primero en llamar ha sido mi jefe, el Sr. Olivé, y todas las llamadas restantes son de Cati, qué raro, miro el reloj y veo que son las nueve y media de la noche.

Llamo a mi jefe, pero sale el buzón de voz. Seguidamente llamo a Cati.

—¿Se puede saber qué pasa? —le pregunto, en parte preocupada.

—¡Por fin puedo hablar contigo! Es el jefe, nos ha llamado a todos, uno por uno, dice que mañana es muy importante que estemos en el bufete a las nueve de la mañana.

—¡Mañana! ¡Pero si es sábado!

—Sí, chata, será algo urgente. Lo único que me ha dicho el Sr. Olivé, es que te intentara localizar porque no contestabas al teléfono.

—Vale, pues nos vemos mañana y diviértete por mí.

—¡Eso está hecho!

Nada más entrar por la puerta, Berta, la recepcionista, me indica que están todos en la gran sala de juntas.

Solo falto yo, así que con Berta a mi lado entramos en la sala.

Están todos sentados y tan solo hay una silla libre. Veo que Cati está sentada al lado y me hace señales para que me acerque, así que supongo que es para mí, me disculpo en general y me siento.

Estamos todos tras la enorme mesa ovalada.

Presidiendo hay dos hombres que no había visto en mi vida. Uno más mayor de unos cincuenta años, calvo, delgado y con cara de pocos amigos. He visto al sentarme cómo me ha mirado y creo que de entrada no le he caído muy bien. El otro es más joven, quizás de mi edad. Moreno y muy atractivo, todo hay que decirlo.

—Buenos días, mi nombre es Carlos Farrés, y soy el jefe de administración de la empresa Roforcla, S. L. Este es mi compañero y segundo al mando de este barco, Rafael Gamero.

Todos saludamos con la cabeza y este me mira de lo más sonriente. Bueno, por lo menos a este no le he caído tan mal.

—Como ya sabéis, nuestra empresa ha absorbido el bufete junto con todo el personal. Por todo ello, paso a detallar la forma en que os afectará este cambio.

Al decir esto todos nos miramos y la tensión se nota en el ambiente. El Carlos este, que a cada segundo me cae peor, no se inmuta y sigue leyendo sin mirarnos a ninguno.

—El Sr. Olivé, por su expreso deseo, ha iniciado los trámites de su jubilación, así que, tras esta baja, de los ochos abogados que dispone el bufete solo quedarán cuatro como activos de la empresa. —Un pequeño murmullo se empieza a levantar, pero él ni se inmuta y continúa leyendo—. Así pues, también quedarán exentos de despido sus asistentes personales.

Levanta la mirada hacia nosotros y parece haber un atisbo de humanidad en su expresión cuando dice:

—Lamento ser portador de semejantes noticias, pero es lo único que hemos podido hacer para que este bufete no desaparezca. Por supuesto, a las personas que no permanezcan aquí, se las intentará ubicar en otros bufetes, tanto a abogados como a asistentes.

Tras seguir hablando durante diez minutos más, por fin llega al último punto.

—Otro de los beneficios que tenían es en relación a las viviendas que disfrutaban. Hablo en pasado porque en quince días deben desalojar los pisos o actualizar el contrato de alquiler, pagando cada uno el suyo propio.

Otra vez el murmullo, pero por ahí ya no paso. No por mí, porque yo tengo una vivienda, pero hay compañeros que acaban de ser padres y eso les supone, en quince días, buscar, encontrar y hacer un traslado. Sin contar que últimamente nuestro sueldo ha sido tan bajo que es imposible encontrar algo medianamente aceptable, así que, sin ningún tipo de temor, interrumpo a Carlitos:

—Perdone un momento —todos se giran hacia mí—, ¿usted sabe que los pisos en los que vivimos tienen un contrato de alquiler antiguo? —Él asiente, qué absurdo, si debe saber hasta qué marca de bragas uso—. ¿Y también sabe que un contrato actual de esos pisos cuadruplicaría el valor del alquiler? —Vuelve a asentir, y ahora es cuando le estamparía la grapadora en la cabeza—. ¿Y también sabe que con nuestros sueldos no podemos ni de coña alquilar un piso de esas características?, entonces, ¿por qué no mantienen el mismo contrato que hay con el bufete, pero a nivel particular?

—Lo siento, señorita… —Hace como que mira el papel, buscando lo que se supone es mi nombre.

De pronto una voz profunda y segura habla a mis espaldas:

—Azul, se llama Azul.

Todos nos giramos. Alzo la vista y tengo frente a mí al Jason Momoa de Conan, al más puro estilo intelectual si es que eso es posible. Tiene el pelo castaño y le llega por los hombros, cosa rara en gente de esta posición. Lleva un traje azul oscuro que le queda a la perfección. Siento su mirada en mí, implacable y felina, mientras avanza hasta llegar a ponerse frente a todos.

—Buenos días, y disculpen mi interrupción.

Rápidamente Carlos se levanta para ofrecerle su asiento y, tras una expresión de orgullo, se dirige a nosotros:

—Señores, les presento al señor Roger Fortuny. Director general de la empresa.

Tras estas palabras, me doy cuenta de dos cosas; la primera es que Carlos es un puto lameculos de mierda y la segunda, que este tío tan espectacular no es otro que el Roger que me hizo pasar el peor concierto de mi vida.

Tras mi sorpresa inicial, consigo cerrar la boca y sonrío como una tonta, lo miro y sigo sonriendo a la espera de que él me salude, pero en lugar de eso, y con su expresión intimidante, lo único que hace es decirme:

—Perdone, ¿esa sonrisa se debe a algo especial o es que se alegra de verme?

¡Dios! Me ha dejado KO y eso solo lo pueden decir muy pocas personas. Hay alguien que se ríe por lo bajo y sé quién puede ser, pero la mayoría no están para reír mucho después de lo que han expuesto. Armándome de valor y sin hacer caso a que mi cara hace juego con mi pelo, le suelto en plan repelente:

—Disculpe si le ha molestado mi sonrisa, es que le había confundido con otra persona. —Omite mi respuesta y continúa hablando—:

—Pues hasta aquí la reunión de hoy, en los próximos días…

—¡No, de eso nada! —les increpo. Reconozco que muchas veces soy peor que un grano en el culo, pero es que estamos hablando de muchas familias—. Aún no nos han contestado. ¿Qué va a ser de los que nos quedamos sin viviendas? ¡En quince días no podemos hacer nada! ¿Y los que saldrán de la empresa? ¿Cuándo nos lo dirán? No se pueden ir como si nada después de lo que nos han soltado.

Miro a mi alrededor y al primero que veo es al Sr. Olivé, se ha levantado y está apoyado en la pared con cara de descompuesto. Supongo que para él tampoco debe ser fácil ver cómo el bufete al que ha dedicado toda su vida acaba en manos de un idiota que está echando a la mitad de la plantilla fuera, y los que queden ve a saber lo que pasará.

La gente empieza a hablar toda a la vez. Miro hacia Roger y lo veo impertérrito mirándonos y esperando que callemos. Es tal su aura de poder que sin hablar, en menos de cinco segundos la gente está callada esperando a que hable.

—Bien, ahora Rafael os dirá a cada uno la hora en la que tendréis que llegar el próximo lunes y se os informará personalmente de cuál será vuestro desenlace en la empresa.

Dicho esto, se levanta, se acerca al Sr. Olivé y, con un apretón de manos, se despide de él y se va.

Ni siquiera se ha acercado a saludarme, aunque tampoco tendrá mucha importancia mi persona para él. Después de todo, solo fui una adolescente que besó una vez y de eso hace por lo menos quince años.