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FRONTERAS DE LA SEMIÓTICA

Homenaje a Desiderio Blanco

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Colección Biblioteca Universidad de Lima

Fronteras de la semiótica. Homenaje a Desiderio Blanco

Primera edición digital, noviembre de 2016

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Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-376-2

Índice

Presentación

Umbrales epistemológicos

La caída de Lucifer: El fin de las evidencias y el advenimiento de la retórica

Jacques Fontanille

La aspectualidad entre lingüística y semiótica

Roberto Flores

Tiempo: De la lengua al discurso

José Luiz Fiorin

Del afecto al valor

Claude Zilberberg

Sobre semiótica poscolonial

Eero Tarasti

Pistas estésicas

La voz humana: Entre el ángel y la máquina

Herman Parret

Artes de la mirada

Raúl Dorra

La semiótica en la gravitación de los sentidos

Ana Claudia de Oliveira

Ver y creer: Desde la mutación de los materiales hasta el objeto en potencia

Giulia Ceriani

Perfiles sociosemióticos

Diana, in vivo

Eric Landowski

Discurso e historia: Los héroes nacionales

Diana Luz Pessoa de Barros

El diagnóstico semiótico en la planificación estratégica de comunicaciones de marketing

Raúl Bendezú Untiveros

De lo nítido a lo borroso: La representación del Perú en

7 ensayos de interpretación de la realidad peruana Santiago López Maguiña

La pasión de la conservación: Poder y medio ambiente

Óscar Quezada Macchiavello

Linderos estéticos

Los acrósticos de Vallejo

Enrique Ballón Aguirre

Pintura y crítica de arte: Un caso de pasión

Lucia Teixeira

L’horrible, de Maupassant

Stefano Montes

Operaciones semióticas en el análisis de las historietas

Juan A. Magariños de Morentín

El significante imperfecto de la fotografía

Eduardo Peñuela Cañizal

La salvación por el cuerpo: Sentido de la poesía de Desiderio Blanco

Raúl Bueno

Presentación

Fronteras de la semiótica es un libro que, desde la perspectiva académica, se fundamenta básicamente de dos maneras: en función de sus características intrínsecas, como una puesta al día de las más relevantes corrientes de investigación de esta ciencia, y en función de su oportunidad, como homenaje a Desiderio Blanco, maestro y pionero de la semiótica en el Perú (quien celebra en 1999 sus setenta años de edad).

Como se ve, dos vertientes de fundamentación íntimamente unidas, puesto que a través de sus cátedras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la Universidad de Lima, de su labor como crítico de cine y de sus publicaciones, Desiderio Blanco no sólo ha impulsado y difundido los estudios semióticos con especial rigor teórico y eficacia didáctica sino que, además, ha sabido mantener permanentemente actualizada esta disciplina entre nosotros. De esta forma, muchas veces en nuestro medio, antes que en otros ámbitos aparentemente mejor informados, gracias a la labor intelectual de Desiderio Blanco, hemos tenido noticias de las últimas propuestas y debates epistemológicos de la semiótica.

Estos antecedentes explican la respuesta a la convocatoria que, como editor responsable, realicé hace aproximadamente un año. En efecto, contamos con colaboraciones de investigadores que laboran en diferentes universidades de Europa y América. Así, se hacen presentes en este homenaje: Jacques Fontanille, Eric Landowski y Claude Zilberberg, de Francia; Herman Parret, de Bélgica; Giulia Ceriani y Stefano Montes, de Italia; Eero Tarasti, de Finlandia; José Luiz Fiorin, Ana Claudia de Oliveira, Diana Luz Pessoa de Barros, Lucia Teixeira y Eduardo Peñuela, de Brasil; Raúl Dorra y Roberto Flores, de México; Juan Magariños, de Argentina; Enrique Ballón y Raúl Bueno, de los Estados Unidos; Raúl Bendezú, de Chile; Santiago López y Oscar Quezada, de Perú.

Las llamadas Fronteras, que venimos considerando, se presentan de distintos modos en los diferentes trabajos que componen este libro, lo cual nos permite organizarlo por secciones.

Bajo la denominación Umbrales epistemológicos, estamos agrupando trabajos que analizan los axiomas, las hipótesis y los procedimientos que especifican la ciencia semiótica. Tenemos aquí, en efecto, textos como los de Fontanille, Flores, Fiorin, Zilberberg y Tarasti, que examinan la organización y el funcionamiento de las consideraciones científicas de la semiótica con relación a los regímenes de creencia y fiducia (Fontanille), a la problemática de la aspectualidad (Flores), al papel del tiempo en la discursivización de la lengua (Fiorin), a la tensividad axiológica del afecto (Zilberberg) y a la irrupción de lo poscolonial como concepto crítico (Tarasti).

En el texto titulado “La caída de Lucifer: El fin de las evidencias y el advenimiento de la retórica”, Jacques Fontanille examina tres tipos de discursos que separan lo visible y lo creíble: el discurso religioso, el discurso histórico y el discurso del psicoanálisis. Así, la “caída de Lucifer” resulta enigmática ya que, en la Edad Media, una vez invertida su axiología, el dios de la luz, de lo visible y de las verdades evidentes fue confundido con Satanás, el “adversario” y con el Diablo, el “calumniador”. Este asunto permite al autor plantear dos hipótesis generales. La primera se refiere a la inversión de la correlación entre ver y creer: en el paso del Lucifer griego y latino al Satanás Diablo de los cristianos, dicha correlación se transforma, de ser directa y convergente pasa a ser indirecta y divergente. La segunda se refiere a las relaciones entre la percepción visual, la argumentación, el hacer persuasivo y el hacer interpretativo. En suma, estamos frente a dos tipos de correlación entre el ver y el creer: una, directa y convergente, conduce a la evidencia; la otra, indirecta y divergente, conduce a la confianza. Estos dos regímenes de creencia son desarrollados en sus características y conexiones. El viraje hacia el psicoanálisis permite dar cuenta de cómo en esta práctica la cuestión de la sinceridad se halla en la encrucijada entre los dos regímenes. Ofrecen particular interés epistemológico los esquemas de formalización de estos regímenes: ambos obedecerían al principio general de la correlación tensiva. Se parte de atribuir al “ver” la propiedad de evaluar la extensión de una información sensible, y al “creer” la de indicar la intensidad de la adhesión a esta información. Entre las gradaciones de extensión e intensidad la correlación conversa (convergente) es aquélla en la que el predicado modal que asocia “ver” y “creer” es implicativo, mientras que la correlación inversa (divergente) es aquella otra en la que dicho predicado modal es concesivo. Esta formalización permite estudiar la retórica de la inversión analógica en Heródoto, retornar a la elucidación psicoanalítica y culminar el trabajo con un cuadro de la sintaxis de correlaciones entre el ver y el creer.

En el texto titulado “Del afecto al valor”, Claude Zilberberg plantea pasar de una “fonologización” de la semiótica, actitud dominante en las décadas de los sesenta y setenta, a una “prosodización” de la semiótica. En esta propuesta, Zilberberg hace hincapié en la fuerza fundante del afecto, es decir, en las correlaciones de la tensividad, cuyas valencias son la intensidad y la extensidad. A partir de tales premisas, logra establecer algunos modelos heurísticos para una descripción e interpretación del valor, es decir, del sentido producido en el discurso. Entre los aportes más destacados de este trabajo podemos señalar el modelo que da origen a los valores de absoluto, que tienden a la exclusión, y a los valores de universo, que se orientan a la participación. A ellos se oponen, por correlación conversa, los valores de apogeo y los valores de abismo, que pueden dar cuenta de los discursos de culminación, en los que los valores más intensos son los más difundidos, y de los discursos de aniquilación, en los que los valores quedan reducidos a la mínima expresión, como los valores que propone el Nirvana. Para Zilberberg, el campo discursivo está siempre trabajado por la afectividad, la cual procura al esquematismo tensivo su término ab quo.

En el trabajo de José Luiz Fiorin, “Tiempo: De la lengua al discurso”, el autor profundiza de modo exhaustivo dos grandes paradigmas teóricos sin descuidar el examen de otras propuestas. Los paradigmas en mención son los de Benveniste y de Greimas/Courtés sobre el sistema y el proceso del tiempo, esto es, sobre el tiempo de la lengua y su discursivización. Se trata de un análisis detallado, minucioso, que nos conduce hasta las más sutiles distinciones de la construcción temporal en las lenguas romances y, en especial, en el portugués. En realidad, asistimos a una eficaz puesta en orden de las correlaciones entre lo que Benveniste llamó sistema del discurso y sistema de la historia y de lo que, a su vez, Greimas/Courtés denominaron instancia enunciativa e instancia enunciva. En estas dos instancias o sistemas, Fiorin introduce, respectivamente, el momento de la enunciación, eje fundamental de ordenación temporal de la lengua, y los momentos de referencia relacionados con él. Luego, añade el momento de los acontecimientos ordenado con relación a los diferentes momentos de referencia. De este modo, con notable acierto, Fiorin da cuenta de tres momentos estructuralmente relevantes en la constitución del sistema temporal: el momento de la enunciación, el momento de referencia y el momento del acontecimiento. En un sistema temporal enunciativo, el momento de referencia es concomitante al momento de enunciación, y en un sistema temporal enuncivo, se articulan dos subsistemas: uno regido por un momento de referencia pretérito, y otro, por un momento de referencia futuro. A su vez, aplicando la categoría topológica concomitancia versus no concomitancia (anterioridad versus posterioridad), tanto al momento de enunciación como a la puesta en orden del momento de los acontecimientos en relación a los momentos de referencia, el autor termina construyendo un cuadro de nueve tiempos generados tanto en el sistema enunciativo como en los subsistemas enuncivos del pretérito y del futuro. Este cuadro opera como guía para un aleccionador recorrido analítico a través de diversos textos.

Tal como lo indica en el título: “La aspectualidad entre lingüística y semiótica”, Roberto Flores emprende aquí un acucioso balance epistemológico de las perspectivas de aproximación a la categoría del aspecto. Cuestiona, así, el tipo de unidades pertinentes y ciertos modelos de análisis empleados por teorías lingüísticas, pragmáticas y semióticas. Asistimos de este modo, en primer término, a un trazo del perfil retórico de las gramáticas narrativas en el cual se hace hincapié en la ingenuidad con la que ciertos acercamientos complementan, implícita o explícitamente, las teorías semánticas de frase con las teorías narratológicas y, además, las beligerancias interdisciplinarias que, en posiciones extremas, o niegan la validez de la frase como unidad pertinente de análisis semántico, o niegan la existencia misma de estructuras narrativas. Ante este panorama, el examen de la narratividad, como dispositio y como inventio, permite criticar la excesiva independencia del modelo greimasiano respecto de la lingüística y plantear el problema de la integración de sucesos en esquemas narrativos o, en otros términos, el problema del tránsito entre las macrounidades del relato y su organización frástica. Resulta clave, al respecto, el reconocimiento de la estructura composicional de los enunciados y de los relatos, procedimiento que Zilberberg denomina selección y que Flores emplea para analizar la integración del contexto inmediato de la frase con vistas a su interpretación. Esto permite, ya en un tercer momento, atendiendo a la composicionalidad de las cláusulas que conforman una progresión narrativa, distinguir formalmente algunos modos de manifestación de secuencias de acontecimientos en relatos y proponer una combinatoria de contrastes semánticos para obtener distintos tipos de sucesos.

Eero Tarasti, en su ensayo “Sobre semiótica poscolonial”, amplía la relación significante/significado y la lee en términos de colonizante/colonizado. En este contexto, el análisis del llamado signo poscolonial coincide, de un modo u otro, con la rebelión del significado colonialisé contra el significante colonialisant. A través de la memoria colectiva, histórica, se plasma la omnipresencia del discurso colonizante. Así, cualquier mensaje puede ser parte del acto colonizante de la significación. Cada acto semiótico no sólo determina y define la relación significante/significado sino que incluye en sí mismo la relación dominante/dominado. A partir de esta consideración, Tarasti se aproxima a discusiones propias de la teoría poscolonial: migración, represión, resistencia, representación, diferencia, raza, género, lugar, imperialismos de pensamiento y de experiencia; en fin, situaciones en las que se dan los caldos de cultivo de lo poscolonial, restringido en este caso a toda la problemática que emerge bajo el dominio del poder imperial europeo. La liberación de las relaciones dominante/dominado convoca a una semiótica existencial, semiótica de la resistencia que depende de la creación de un espacio vacío en el que los signos puedan ser separados de sus relaciones primitivas y generar espacios nuevos y trascendentales.

Hemos llamado Pistas estésicas al conjunto de trabajos que inciden en la exploración de las bases perceptivas de la semiótica. Estamos ante artículos como los de Parret, Dorra, De Oliveira y Ceriani, que tratan de responder a la inquietud en torno al modo como se desprenden de la percepción el sentido sentido y después la significación, atendiendo a la especificidad de la voz humana entre el ángel y la máquina (Parret), a las artes de la mirada (Dorra), a la gravitación de los sentidos (De Oliveira) y a la problemática de la mutación de los materiales (Ceriani).

“La voz humana: Entre el ángel y la máquina” es el sugerente título que Herman Parret da a un armónico trabajo pleno de ricas referencias a tradiciones culturales y epistemológicas. Sobre la base de una sólida crítica semiótica, pragmática y retórica, informada, además, por apuntes musicológicos, propone la fono-estética como teoría de la cualidad de la voz, de su aisthesis, plena de subjetividad, en la que se funda el sentimiento de comunidad o, en otros términos, del ser-conjunto en la comunicación. En efecto, Parret sustenta la tesis de la esencial continuidad e imbricación de tres esferas sonoras de la voz: la voz anterior al lenguaje, la voz-palabra y la voz posterior al lenguaje. La continuidad e imbricación de estas tres esferas exige explorar la voz hecha cuerpo, el cuerpo mismo hecho voz. No se trata, pues, de una voz “liberada” del cuerpo que la profiere sino de la voz como lo indecible del cuerpo o, si se quiere, del cuerpo que hace voz sin expresarse por la voz. Las tres esferas, dispuestas en sucesión acumulativa y semantizadas de acuerdo con un sustrato sonoro específico, participan, entonces, de la corporeidad generalizada de la voz y demandan una fenomenología que las reconstruya. Parret se limita a examinar someramente, pero con notable riqueza expresiva, tres manifestaciones de la primera esfera: la tos, la risa y el balbuceo; para dar de ahí un salto al otro extremo del continuo: la voz cantada.

“Artes de la mirada” es el título que Raúl Dorra da a una amena disquisición en la que retoma la polémica ancestral, actualizada en nuestra época por autores como Ong y McLuhan, en torno a las relaciones entre estesis auditiva y estesis visual. Con afanes proféticos, muchos vaticinan que la cultura de la electricidad acabará con el predominio de lo visual reintroduciendo la actividad del oído e incluso de los otros sentidos en pro de una percepción globalizante de lo real. Dorra adopta una postura suspicaz frente a estas aseveraciones y, al detenerse en su examen, aprovecha para revisar varios temas conexos. En primer término, la crítica a la concepción meramente visual de la lectura. En íntima conexión con esta cuestión, Dorra despliega una reflexión sobre el ejercicio de la visualidad como expresión de la inteligencia analítica frente a la Escritura de Dios, esto es, frente al Libro (de la Naturaleza, de la Experiencia, del Mundo, del Universo). Esta reflexión da pie para una aproximación a la analogía, a la semejanza y a la antítesis como figuras orientadas al establecimiento de una hermenéutica (v.gr. en los bestiarios). En segundo término, Dorra demuestra exhaustivamente el rol preponderante de la mirada en todas las fases de la retórica ayuda memoria, mas esto no es óbice para comprender que toda operación perceptiva hace intervenir un mayor o menor grado de sinestesia. A final de cuentas, estas especulaciones, que no dejan de lado un análisis detallado de los juegos de la mirada en las formas paradigmáticas y entimemáticas de la argumentación, llevan a suponer, con poderosas razones, que la imprenta fue obra de la mirada y no la mirada obra de la imprenta.

“La semiótica en la gravitación de los sentidos” es un enunciado que, además de denominar el texto presentado por Ana Claudia de Oliveira, expresa de modo certero su preocupación central: la presentificación del cuerpo del texto en el cuerpo del sujeto. Recogiendo postulados de Greimas en las distintas etapas de su desarrollo teórico, aunque se siente más próximo el impacto de De l'Imperfection, de Oliveira articula un acercamiento apasionado al hacer sentir y al sentir mismo en la pintura, sin perder de vista ni las estesias de otras artes ni las cotidianas, propias del texto de lo vivido. Trata, así, de dilucidar esa trayectoria de los sentidos convocados por el enunciador-creador para producir en el discurso el efecto de presentidad, de experimentación de lo enunciado. En este sentido, la perspectiva tímica recoloca al sujeto en presencia del mundo en el que vive, de sus seres, de sus objetos. Se ofrecen, así, las dimensiones estésicas, estéticas y éticas del accidente, esto es, sus peculiaridades como manifestación textual en su ocurrencia, como convocatoria a la sensorialidad y como resemantización de la vida. En este contexto, ofrece particular interés el rol atribuido al formante matérico al lado de los ya conocidos formantes eidéticos, cromáticos y topológicos. Los análisis de las pinturas de Yves Klein y de Jean Dubuffet presentifican la teoría de modo impresionante y elocuente y lanzan, a su vez, el desafío de desarrollar nuevos procedimientos metodológicos para analizar el discurso de la percepción en toda su complejidad.

“Ver y creer: Desde la mutación de los materiales hasta el objeto en potencia” es el último ensayo de esta sección. En él, Giulia Ceriani hace que tomemos conciencia de cómo los nuevos materiales (metales, maderas, fibras, plástico, telas) imponen una nueva organización de la percepción, garantizan ambigüedades interpretativas y posibilidades expresivas, inéditas hasta ahora en el lenguaje de la materia. Para comprender esta nueva semiosis, o mejor intersemiosis, la autora profundiza el concepto de mutación y lo aplica a la invención de nuevos materiales y al análisis de sus consecuencias estésicas. Se perfila así otro concepto sobre la identidad de los materiales: lo que entra en crisis es la noción de autenticidad, de sinceridad perceptiva del material, ya que si la ambigüedad siempre es posible, estaremos inmersos en una incesante remisión a otras identidades producto de otras performances. En los nuevos lenguajes, los materiales, estados juntivos de cosas, se adaptan a los proyectos, estados modales de ánimo. De ahí su carácter mutante abierto a procesos enunciativos complejos, que invita a plantear una fenomenología del cambio en la continuidad, esto es, del devenir. Así, la construcción de un recorrido generativo de la significación de discursos en forma de materiales mutantes, conduce a Ceriani a proponer un método de análisis de las nuevas fibras textiles que ponga en evidencia el pasaje desde sus apariencias visivas hasta la intersemiosis operada por sus potencialidades de performance.

Si en la actualidad la tarea de la semiótica ya no es sólo describir y clasificar los signos es porque se ha fijado un objetivo más ambicioso, o temerario como diría Barthes, pero sobre todo más movilizador en la medida en que entra a un terreno de encuentro posible con otras ciencias y técnicas sociales (historia, antropología, politología, sociología, derecho, economía, marketing). Precisamente la sección de Perfiles sociosemióticos junta investigaciones que, al constatar que el sentido está en todas partes, operan convencidas de que nada de lo que interesa desde otros ámbitos de lo humano puede serles indiferente. En efecto, textos como los de Landowski, Pessoa de Barros, Bendezú, López y Quezada construyen objetos empíricos de análisis discursivo atendiendo a fenómenos que podrían interesar a otras disciplinas tales como la política (Landowski), la historia (Pessoa de Barros), el marketing (Bendezú), la ideología política (López) y la ecología (Quezada).

Eric Landowski en “Diana, in vivo”, intenta llevar a cabo una lectura semiótica de La princesa que bajaba la mirada. La situación suscitada por la súbita muerte de Diana de Gales hizo que una colectividad entera experimentase en sí misma, en bloque, a través de lo vivido por cada uno, un nosotros. Esta circunstancia permite entender que la política tiene significación para quienes se encuentran en ella mientras que lo político hace sentido de golpe. El tránsito de la política a lo político corresponde a un cambio de régimen de sentido. Landowski da cuenta, pues, de la crisis de estos regímenes analizando la actuación que tuvo que cumplir en esta ocasión la reina para reconciliarlos. El estudio de los desdoblamientos de Diana y de la seducción de su mirada sincera se entrama con reflexiones teóricas, como la del necesario balance entre lo inteligible y lo sensible, y con admoniciones, como la que llama la atención sobre los cultos de la hiperrealidad y de sus virtuales totalitarismos. Afrontar las ambivalencias inherentes a una semiótica in vivo, esto es, a una semiótica de la situación, asumiendo epistemológicamente una posición “compleja” que postula la interpenetración de sujeto y objeto, parece ser la tarea del sociosemiótico. Este ajuste de la mirada al “objeto” se abstiene de juzgar, a la usanza positivista, a la semiótica como “ciencia” y la entiende, precisamente, como una cierta mirada que aspira a ser rigurosa en la medida en que el que mira sabe que sus objetos “hacen sentido”, pues reconoce en ellos sujetos que lo miran.

Tomando en consideración dos niveles de organización: estructuras narrativas y estructuras discursivas, el objetivo del estudio titulado “Discurso e historia: Los héroes nacionales”, tal como lo señala Diana Luz Pessoa de Barros, es el análisis de la construcción discursiva de tres héroes brasileños: Tiradentes, Pedro I y el bandeirante. El análisis narrativo destaca que son sujetos de la acción, no destinadores y que, en algún momento, son reconocidos como héroes. No obstante, los dos primeros encarnan a su vez dos tipos de héroes: los santos o locos, como Tiradentes, de competencia virtual; aspectualizados en la continuidad o iteratividad de la acción rutinaria; pasionalizados en la benevolencia, generosidad, desprendimiento, resignación y conformidad; caracterizados por sus acciones verbales, no por frases de efecto, y por la violenta sanción negativa que los hace merecedores del reconocimiento de la historia; los fuertes y los poderosos, como Pedro I, de competencia actual, aspectualizados por la discontinuidad puntual de su acción extraordinaria; inscritos en pasiones tensas de malevolencia, rebelión y venganza; caracterizados por la producción de frases de efecto y de actos ilocucionales y por obtener la recompensa en su época y conservar históricamente ese reconocimiento. El análisis discursivo complementa este cuadro, trabajando un conjunto de oposiciones temáticas y figurativas (relativas, estas últimas, a lo espacial). En contraposición a estos héroes individuales, el bandeirante aparece como actante colectivo que se define por la actualidad de su competencia y por el rasgo aspectual del exceso, que toca, incluso, lo pasional. Este actante colectivo es polémico, puesto que puede aparecer como héroe o traidor.

Raúl Bendezú incursiona en “El diagnóstico semiótico en la planificación estratégica de comunicaciones de marketing” y formula criterios de medición de la eficacia publicitaria a partir de una descripción de los universos significantes propuestos mediáticamente y entretejidos en un sociodiscurso. Además, es importante establecer una correlación con los parámetros estratégicos de comunicaciones de marketing. En este sentido, propugna una visión estratégica de la comunicación y algunos conceptos semióticos para la instrumentación estratégica, en especial, el mapping semiótico, que permite plantear una estrategia conceptualizadora, y la factitividad que propicia una estrategia proactiva. En líneas generales, el trabajo promueve la investigación semiótica de la comunicación con vistas a una eficaz planificación estratégica del marketing.

Santiago López formula en “De lo nítido a lo borroso: La representación del Perú en 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana”, un interesante examen sobre el régimen de visibilidad del Perú en esta paradigmática obra de José Carlos Mariátegui. Da cuenta de cómo el Perú se hace visible a través de dos escalas: una natural, que gradúa la intensidad del vínculo existente entre sujeto y naturaleza, comprendiendo así la atracción que ésta ejerce sobre aquél y el apego de aquél por ésta; otra política o histórica relativa a las medidas de extensión. De este modo, al postular Mariátegui que lo único bien definido en nuestro país es la naturaleza, las llamadas regiones naturales (costa, sierra y montaña) aparecen como valores posicionales situados en los diversos puntos de intersección de estas escalas que, además, permiten notar cómo los grados de intensidad manifiestan la mayor o menor nitidez de lo visible a la vez que de los grados de extensión emergen los niveles de lo borroso. A partir de estas condiciones teóricas, López formula un perspicaz análisis de la representación por regiones y va presentando una serie de cuestiones relativas, por ejemplo, a la no necesaria oposición de natura y cultura en el discurso de Mariátegui y a la tematización cognoscitiva de este autor como observador agudo que enuncia un programa de restauración semejante al del socialismo utópico.

En “La pasión de la conservación: Poder y medio ambiente”, Oscar Quezada aborda la creación de opinión pública apelando a una dramaturgia de base, sugerida por Landowski, y desplegando un acucioso análisis orientado a describir la perspectiva axiológica y narrativa del sujeto apasionado por la conservación del medio ambiente natural. En este trajín se va configurando una semiótica de la situación conflictiva: sujeto y anti-sujeto no sólo se enfrentan en una dimensión pragmática de las “acciones” sino también en una cognoscitiva, correspondiente a las “declaraciones”. La complejidad de la situación se manifiesta discursivamente al asumir una gran variedad de actores las mencionadas posiciones actanciales. En este contexto, el análisis da cuenta sucesivamente de la ambigüedad de la autoridad y del permanente cuestionamiento de los procedimientos y de las competencias que derivan en una escisión temática en la posición del sujeto: junto a los portavoces moderados se dan aquellos otros radicales. La pasión de la conservación no es otra que el celo, pasión ésta colectivizante, comunitaria e identificadora esquematizada en el despliegue desde su constitución, pasando por la fase de sensibilización en la que se articula propiamente el simulacro pasional, hasta su moralización. Este recorrido da lugar a varios microsistemas patémicos en los que se identifican las posiciones de los actantes y se explican sus correlaciones.

La teoría semiótica se aplica al estudio de los efectos estéticos entendidos como efectos de sentido particulares que, inscritos en el nivel axiológico, dependen de investimientos semánticos de los que resultan objetos de valor, sujetos pasionales y juicios estéticos. Así, la sección denominada Linderos estéticos, cuyos bordes son difíciles de precisar, pues caben en ella tanto los discursos literarios como aquellos otros que se construyen con códigos tan diversos como los de la pintura y los de la historieta, se configura como la estancia en la cual tenemos estudios como los de Ballón, Teixeira, Montes, Magariños, Peñuela y Bueno, preocupados por desmenuzar efectos de sentido de la poesía (Ballón y Bueno), de la narrativa (Montes), de la pintura (Teixeira), de las historietas (Magariños) y de la fotografía (Peñuela).

En el ensayo titulado “Los acrósticos de Vallejo”, Enrique Ballón constata que la poesía del vate de Santiago de Chuco es ajena a una serie de recursos formales más o menos canónicos de su tiempo. En este sentido, los textos de Vallejo son un espacio de frecuente ostentación del nombre propio, mencionado directa, concreta y deliberadamente, bien sea para inscribir reminiscencias, personalizar un panegírico, poetizar una epístola, etc. La identificación de éstos (y de cualesquiera) signos resulta de recorridos interpretativos. Así, Vallejo, no el personaje biográfico sino el sujeto enunciador inscrito en una textualidad, no refunde el nombre propio, lo “muestra”, lo destaca, hace resaltar valores semánticos seleccionados, haces de predicados que definen sujetos de estado poético intransferibles. Ésa es precisamente la función atribuida al acróstico que, en sentido restringido, es un poema donde se puede leer el nombre de cierto sujeto en una o varias palabras formadas por las iniciales de cada verso. Ballón toma más bien el término acróstico en un sentido amplio; su funcionamiento llega a comprender toda inclusión de un nombre propio en el texto poético. Así, el nombre propio genera el texto o, a la inversa, la combinatoria del texto produce el nombre propio. Liberando al texto de las tenazas de la veridicción y de la sanción, el acróstico, por el realismo de su referencia interna, presenta al sujeto del discurso otorgándole un determinado volumen semántico. A partir de aquí, Ballón nos entrega un exhaustivo análisis del acróstico en un grupo de los más representativos poemas de Vallejo en los que, bajo diversas estrategias expresivas, asistimos a la transformación del nombre en pancarta poético-política.

“Pintura y crítica de arte: Un caso de pasión” es un ensayo en el que Lucia Teixeira reflexiona sobre las maneras de mirar el mundo; para esto toma como referencia concreta las relaciones intersemióticas que vinculan un objeto plástico —la pintura de Anita Malfatti— y un objeto verbal —el texto crítico de Monteiro Lobato—, y trabaja el término visión en sus dos acepciones (relación sensorial y punto de vista). En lo que concierne a la mirada innovadora de la mencionada pintora, Teixeira atiende las ideas de problematización y de desobediencia como signos de una ruptura que no es propiamente un rechazo de los modelos estéticos anteriores, sino su reconcepción con vistas a construir nuevas formas y a acoger nuevos patrones estéticos de resignificación de la historia del arte. La crítica de Monteiro Lobato no ve las cosas así. Sitúa a Anita como cultora de una mixtificación decadente frente al arte “puro” y alude a la “sugerencia estrábica de escuelas rebeldes”. Esta última mención da pie a Teixeira para desmenuzar el adjetivo como condensación de un programa de sanción en el que, sintomáticamente, el crítico desvía la mirada hacia otro pintor —el norteamericano Bolynson— para simular indulgencia con su compatriota y para no dirigirse a ella “en línea recta”. Teixeira captura, pues, dos figurativizaciones visuales de las complejas relaciones entre lo no verbal y lo verbal: la línea indirecta de la crítica a... la estrábica mirada moderna; además, añade la línea oblicua como figura de análisis para relacionar la pintura de Anita y la crítica de Lobato. En ese momento, desarrolla la lectura de dos pinturas de motivo semejante (O homem amarelo) y, luego de un estudio de la composición configurativa de ambas, da cuenta de la “línea de una mirada que no se dirige directamente al objeto”, como criterio de aproximación de los sujetos apasionados de las narrativas y discursos puestos en confrontación.

Stefano Montes, en “ L´horrible de Maupassant. Para una poética de las pasiones”, efectúa un acercamiento minucioso al complejo mecanismo textual del mencionado cuento. Aborda así las formas de condensación y de expansión en virtud de las cuales se operan referencias a magnitudes textuales variables que contraen relaciones sintagmáticas y paradigmáticas y que, por lo tanto, generan transformaciones opositivas a distintos niveles. Así, por ejemplo, el mecanismo de mise en abyme del relato en el relato instala, en el plano semántico, concepciones del “horror” articuladas por grupos de significación molar, interrelacionados a través de un complejo modelo de narración y de enunciación que comprime, en ciertos casos, unas historias y expande otras, gradualizando la modalidad tímica y constituyendo una escala de valores de pertenencia de una pasión. La dicotomía entre un enunciador testigo y un narrador adicto a la repetición permite a Montes dar cuenta de un recorrido desde el eje de la apariencia, polo persuasivo, al del ser, polo interpretativo. Este recorrido hace pensar el texto literario como un simulacro de veridicción de constitución semiótica. A partir de aquí se abren una serie de perspectivas de análisis; por citar algunas, las relativas a la semántica intratextual, a la tensión narrativa para catalizar lo horrible, a la función de ciertos segmentos narrativos como operadores de intensificación (v. gr. “la retirada”) y al modo como los textos de Maupassant tienden a “crear sistema”.

En el breve trabajo titulado “Operaciones semióticas en el análisis de las historietas”, Juan Magariños hace sentir la necesidad de disponer de una metasemiótica que utilice los recursos de la imaginería para rescatar los aspectos inherentes a las semióticas visuales. En este sentido, las operaciones fundamentales de tal metasemiótica son la identificación, el reconocimiento y la interpretación. Magariños explora críticamente diversos paradigmas teóricos (Grupo µ, Biederman, Hoffman y Richards, Peirce, Eco) y procede a construir conceptualmente las definiciones de las dos primeras operaciones, ya que son las que se cumplen mediante relaciones exclusivamente visuales o gráficas. La operación de interpretación, que es la que logra hacernos sonreír, es el resultado de una compleja intersemioticidad que no es del caso desarrollar; por ello, el análisis que a continuación ofrece Magariños en torno a historietas de Quino y de Caloi se concentra en la identificación y el reconocimiento de las imágenes retóricamente transformadas, basándose fundamentalmente en los conceptos de marca y de atractor.

En el trabajo titulado “El significante imperfecto de la fotografía”, Eduardo Peñuela, tomando como “pretexto” una fotografía sin título de Flávio Frederico y apelando a un encuadre teórico muy amplio, formula un conjunto de tesis relativas a la semiosis de la fotografía. Atiende así a la puntualidad imprevisible, que marca la suspensión del tiempo y del espacio en la presencia que no se deja ver; a la instantánea, comprometida con lo que precede y sucede y en la que se localiza la ambigüedad; a la polisemia tensiva entre luz y sombra; al sistema arquitectónico y al código perceptivo como condicionantes de concentraciones y difusiones de luminosidad y como demarcadores de puntos de emergencia en los que anclan sensaciones a ser semiotizadas. Así, por ejemplo, el área oscura de la foto evoca porciones de significado adherido al programa narrativo, sugerido por la menor sensibilidad del ojo a las ondas cortas, y sufre, ya en el campo tensivo de la percepción, el efecto de una disjunción; en otros términos, la disminución de la luminosidad hace que el sujeto tenga que soportar el daño o la nostalgia de una pérdida. Todo esto trae a colación las íntimas correlaciones de la fotografía con algunos mitos, tema tratado especialmente por Dubois y desarrollado aquí por Peñuela, con especial énfasis en el mito de Orfeo: esas configuraciones en las que el tiempo se paraliza y los personajes se petrifican en un gesto, creadas por Virgilio, poseen un valor metasemiótico en el que, de algún modo, se define el carácter indicial de lo fotográfico. Para atender a espacios estructurales del lenguaje fotográfico, Peñuela completa el análisis con la articulación de oposiciones (tales como luz/presencia::oscuridad/ausencia), que permiten dar cuenta de los juegos de la permutación, y con una aproximación al modelo de Tomas (sobre las estrategias de producción y de visión de la fotografía), que da pie para vincular las concepciones freudianas del narcisismo primario y secundario con aspectos semánticos y narrativos de la semiosis fotográfica.

Cierra nuestro libro, last but not least, un análisis de Raúl Bueno, “La salvación por el cuerpo. Sentido de la poesía de Desiderio Blanco”. En efecto, tal como lo indica el título, Bueno (quien, no olvidemos, coescribió con Desiderio Blanco la Metodología del análisis semiótico), emprende aquí una lectura semiótica del poemario titulado Oh dulces prendas, en el que se revela el hacer poético de Desiderio Blanco. En principio, Bueno se percata de un hilo conductor del poemario: la milenaria polémica que opone cuerpo y alma, pero para hacer notar que el enunciador diluye la mencionada oposición y acerca los términos de tal modo que formula una nueva visión del amor terreno. En las dos grandes partes del poemario (Ascética y Corporalia), Bueno lee un relato: el paso de un estado narrativo de vida religiosa y célibe a un estado narrativo de fruición de los sentidos y de cultivo del amor carnal.

A pesar de su apariencia simple, el mencionado relato ofrece una densidad narrativa en la que se despliegan distintos roles del sujeto poético: la tensión entre deber y querer, que deja insatisfecho al cuerpo y dolido al espíritu, da paso al alma que se salva por el cuerpo. Bueno presenta la inversión narrativa de contenido que este cambio conlleva y delinea el recorrido semiótico del cuerpo. Luego, acogiendo un rico conjunto de referencias intertextuales, se aproxima a los motivos centrales de la poesía analizada y desarrolla una detallada exploración figurativa en la que se manifiesta el triunfo de lo propioceptivo, epifanía del lenguaje que eleva lo estésico a lo estético. En este sentido, el efecto de belleza reside, para el autor, en la operación que consiste en hacer del objeto de deseo un sujeto deseante: de un régimen en el que sólo el Yo está marcado, se pasa, en la segunda parte del poemario, a un régimen en el que incursiona un Tú revestido fuertemente de humanidad, tan deseante como deseado. Éste es, por lo demás, el único trabajo de este libro que trata sobre una producción de Desiderio Blanco, no de teoría semiótica precisamente, y cierra así como adecuado colofón el presente volumen de homenaje.

En resumen: cuatro líneas de fuerza cruzan las páginas de este libro. Por un lado, la reflexión teórica nos acerca a las fronteras de la semiótica tensiva, línea inaugurada por C. Zilberberg en 1982 con sus Essais sur les modalités tensives, y asumida decididamente por A.J. Greimas y J. Fontanille en Semiótica de las pasiones (1991). En segundo lugar, la puesta en primer plano del mundo sensible y de la percepción estésica, inaugurada esta vez por el mismo Greimas con su obra fundante, titulada De la imperfección (1987), a partir de cuyas propuestas, se ha venido desarrollando una intensa investigación sobre el plano sensible del discurso. Una tercera línea demuestra la vigencia de sendas de investigación como la sociosemiótica, iniciada hace ya algunos años por E. Landowski, y que avanza sólidamente hacia una semiótica de la situación y de la presencia. Y, finalmente, la asunción del aspecto estético del discurso, sobre el que se viene trabajando también desde hace años, pero que encuentra ahora nuevos elementos heurísticos en las reflexiones teóricas sobre la tensividad y sobre el mundo sensible, al mismo tiempo.

Y por lo que podemos inferir del corpus de estudios recogidos en este libro de homenaje a Desiderio Blanco, en la nueva semiótica reina la dimensión del afecto.

Óscar Quezada Macchiavello

UMBRALES EPISTEMOLÓGICOS

JACQUES FONTANILLE

Universidad de Limoges, Francia

La caída de Lucifer: El fin de las evidencias y el advenimiento de la retórica

INTRODUCCIÓN

La semiótica de inspiración hjelmsleviana y greimasiana examina desde hace unos diez años su “base perceptiva”, y especialmente el grado y la forma de correlación entre la calidad sensible de las percepciones y la actualización de los valores en el discurso. La cuestión del ver y del creer puede ser planteada, por supuesto, dentro de una semiótica de lo visible, incluso dentro de una semiótica visual en el sentido más corriente y restringido del término: así pues, podemos preguntarnos por qué creemos o no lo que vemos, si la creencia en las artes visuales posee una naturaleza distinta a la de los discursos verbales, etc. Sin embargo, este problema es también el de los fundamentos de la fiducia discursiva en general, cualquiera que sea, en la percepción y sobre todo en la percepción visual.

Éste es el motivo por el que me propongo evocar ciertos aspectos de la relación entre ver, percibir, significar y creer, dentro de una problemática de naturaleza epistemológica que aborda, para ser más precisos, la dimensión epistemológica de los discursos, la forma en que estos discursos fundamentan los saberes que manipulan. Me limitaré a tres tipos de discursos en los que el problema se plantea inmediatamente, tres tipos de discursos cuyo fundamento es, en cierta medida, la separación entre lo visible y lo creíble: el discurso religioso, el discurso histórico y el discurso del psicoanálisis.

LA CAÍDA DE LUCIFER

La “caída de Lucifer” fue para mí el enigma a partir del cual el problema de las relaciones entre lo visible y lo creíble en su conjunto se fue poniendo de manifiesto. Lucifer, o Fósforo, es el dios “portador de la luz”, el dios de las mitologías griega y romana encargado de abrir la puerta cada mañana a la diosa Eos. ¿Por qué motivo el dios de la luz, de lo visible y de las verdades evidentes (en las mitologías griega y latina) fue confundido, una vez invertida su axiología, a partir de la Edad Media con Satanás (en hebreo “el adversario”) y con el Diablo (en griego “el calumniador”)?

¿Por qué se convirtió en el máximo representante de los demonios portadores de la mentira y de la falsedad, en el prototipo de ángel de las tinieblas, en ocasiones disfrazado de ángel de la luz? Por supuesto, la simbología cristiana se prestaba a este tipo de inversión; pero esta misma simbología ya estaba presente en las mitologías griega y latina, en las que era asociada al saber y a la verdad, aunque no apareciera tan claramente relacionada con el bien y el mal, como en el cristianismo. La inversión, si es que existe, afectaría el conjunto de la dimensión cognitiva y fiduciaria, puesto que también el conocimiento, sobre todo para Adán y Eva, mal aconsejados por Satanás, se vio afectado por esta inversión cultural. No puedo dar una respuesta histórica ni tampoco muy precisa sobre este tema por el momento; sin embargo, intuitivamente, un cierto número de hechos y de atributos permiten formular dos hipótesis generales.

La primera se refiere a las relaciones generales entre ver y creer. En el caso del Lucifer griego y latino, la extensión de la visión y la intensidad de la creencia se encuentran en correlación directa y convergente: la verdad se manifiesta en forma evidente ante los ojos del que se dispone a creer.

Por el contrario, en el Satanás-Lucifer de los cristianos, la correlación se invierte: no se debe creer lo que se ve que puede resultar engañoso; lo evidente no puede ser más que obra del ángel de la mentira; el conocimiento, una trampa que este ángel habría tendido a nuestra curiosidad; de manera global, para la Biblia, sólo Dios es Luz y Verdad y hay que creer primero para, eventualmente, ver después. En resumen, la percepción visual no puede ser el fundamento de la creencia, sino todo lo contrario: cuanto menos se ve, más firmemente se cree.

La segunda hipótesis se refiere a las relaciones entre la percepción visual, la argumentación, el hacer persuasivo y el hacer interpretativo. Satanás, “adversario” o “calumniador”, representa siempre en el Antiguo Testamento, y especialmente en el Libro de Job, el papel de acusador, de “abogado del Diablo”: situado a la derecha de Job, el acusado, Satanás pone en duda la evidencia de la fe de éste, y deja sospechar que bajo esta fe se esconden otros intereses1; Dios acepta entonces que Satanás ponga a prueba a Job, quitándole poco a poco todo lo que podría inducirle a creer por interés: bienes materiales, salud, etc... Así pues, mostrar la fe de Job es separarlo primero de todos los objetos que demuestran para él la existencia de la benevolencia divina, para, en cierto sentido, aislar un creer puramente interactancial, una pura confianza.

El propio Job, a lo largo de una extensa conversación con sus amigos, intenta comprender el sentido de las pruebas a las que se ve sometido, de lo que puede ver y constatar: en su intervención final, Dios le reprochará el haber querido ocupar su lugar al querer enjuiciar el misterioso problema del mal. Y para ello empieza recordándole detenidamente quién es el Señor de la Luz: “¿Has mandado una vez en tu vida, a la mañana, has asignado a la aurora su lugar...?”2.

Se trata pues, en primer lugar, de una cuestión de actantes: a Dios le corresponde ser el garante de la verdad, al hombre creer sin ver, a Satanás seguir persuadiendo mediante pruebas, hechos y cosas visibles. Lucifer se había transformado en Satanás al seguir simplemente siendo él mismo en un universo epistemológico que se habría transformado por completo: siendo dios o ángel de la luz, de lo visible y de lo evidente, sólo podía convertirse en “adversario”, en un oponente fiduciario dentro de un universo gobernado por la confianza intersubjetiva.

De hecho, se dice que Lucifer se convirtió en Satanás por orgullo: el orgullo será pues la pasión directiva de la búsqueda autónoma de las evidencias, es decir la pasión que emana del dispositivo modal en el que el ver y el creer se encuentran en correlación convergente, y en el que el individuo se esfuerza, por así decirlo, por creer sin Dios; una pasión en cuyas redes Job estuvo a punto de caer. Finalmente, Job concluye su conversación con Dios de este modo:

Sí, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas que me superan y que ignoro. (Escucha, deja que yo hable: voy a interrogarte y tú me instruirás). Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza3.

Lo visible recupera, pues, todos sus derechos, pero después de la prueba fiduciaria; se trata, entonces, del reconocimiento visual del destinator y no de la búsqueda visual de las evidencias: entre ambos se encuentra la fe, cuyo régimen de creencia ha sido transformado gracias a la retórica de Satanás.

La hipótesis general que se esconde bajo el enigma de la caída de Lucifer sería la siguiente: estaríamos frente a dos tipos de correlación diferente entre el ver y el creer: una, directa y convergente, conduce a la evidencia; la otra, indirecta y divergente, conduce a la confianza. Cada una de estas correlaciones fundamenta un régimen de creencia