Venezuela: 1498-1728
Conquista y urbanización
RAFAEL ARRÁIZ LUCCA
@rafaelarraiz

Agradecimientos

Con este tomo colocamos el punto final a una navegación que iniciamos en la Universidad Metropolitana, en Caracas, en 2006 y que, dadas las circunstancias, se abordó en el sentido contrario de la cronología histórica.

Al igual que el segundo tomo de esta trilogía, este primero (1498-1728) pude escribirlo gracias al auspicio de la Universidad del Rosario, en Bogotá, donde he podido concluir la Historia Política de Venezuela (1498 a nuestros días), integrada por los tres tomos publicados por mis queridos amigos de la editorial Alfa, en Venezuela, en esta biblioteca de autor que generosamente lleva mi nombre.

Quedo muy agradecido de mi asistente de investigación, Diana Plata Alarcón, quien fue tan diligente en sus tareas que sin ella no habría podido terminar este trabajo en el tiempo previsto. Desde el punto de vista de la investigación, el período estudiado ha sido el más arduo, dada la menor cantidad de documentos a mano y de bibliohemerografía disponible. No obstante, gracias a la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República de Colombia, tuvimos acceso a todo el material existente. Sin este acervo no habría sido posible adelantar el trabajo.

RAL

Introducción

El período que historiamos en las páginas que siguen suma 230 años. Se inicia con la llegada del almirante Cristóbal Colón a las costas del golfo de Paria, en su tercer viaje a las Indias, en agosto de 1498, y concluye con la Real Cédula de creación de la Compañía Guipuzcoana, en 1728.

Hemos dividido el período en cinco capítulos. Uno primero que incluye los viajes iniciales, el sistema contractual de las capitulaciones y los primeros intentos fundacionales, tanto de civiles como de clérigos, así como la primera explotación perlífera de Cubagua y el avenimiento pacífico de Juan de Ampíes con los indígenas de Coro. Nos detenemos, también, en la figura histórica de Bartolomé de las Casas y su fugaz estadía cumanesa.

El segundo se concentra en los 17 años de los Welser y su fascinación por El Dorado. En él se intentan aclarar las condiciones en que se radicaron y a lo que se dedicó en esta tierra la casa prestamista alemana, así como la organización de las huestes que fueron la fórmula hispana de penetración en el territorio, no respetada por los teutones en su naturaleza asociativa y, en tal sentido, fuente explicativa de las desavenencias entre los alemanes y los españoles que les acompañaban en la aventura de penetración en el territorio ignoto.

El tercero, más dilatado, comprende la fundación de las ciudades, el régimen de las encomiendas, la resistencia indígena y la trabajosa conquista del territorio, así como también estudia el desafío externo de los piratas y corsarios que, recordemos, no fue un reto menor el que representaban. También, se revisan dos extrañas rebeliones de distinto signo y origen; una de negros cimarrones: la de Miguel de Buría (1553) y la otra de peninsulares en trance de desconocimiento de la autoridad imperial: la de Lope de Aguirre (1561).

El cuarto capítulo también trabaja las persistentes incursiones extranjeras, la vocación agrícola-ganadera incipiente y la decepción minera, así como otros aspectos reveladores de la trama de las provincias de la futura Venezuela. Entre ellos, la asombrosa cantidad de «pueblos de indios» fundados, tarea que llevó a tejer una trama urbana completa entre las ciudades y los pueblos.

El último se concentra en el cambio de la dinastía de los Austrias a los Borbones y los primeros 28 años del siglo XVIII, cuando se funda el Virreinato de Nueva Granada y se crea la Universidad de Caracas. Finalmente, arriesgamos unas conclusiones.

No trabajamos el período prehispánico porque se escapa a los linderos temporales que nos hemos fijado, además de que es materia de tal especialización que va más allá de nuestras posibilidades y empeño. Merece un estudio para el que no estamos preparados. El epicentro de este trabajo es la historia política y no la antropología, la etnohistoria o la arqueología. No obstante, advertidas las cinco teorías conocidas sobre el origen del poblamiento de América (la autóctona, la africana, la asiática, la oceánica y la del origen múltiple), optamos con el profesor Rafael Strauss por la asiática y suscribimos sus palabras:

«Sin embargo, y a pesar de que el cuerpo de consideraciones acerca del poblamiento de América sigue teniendo carácter provisional, parece evidente que los pobladores del continente americano son de origen asiático y es posible asegurar, por ejemplo, que los elementos predominantes proceden de la Siberia oriental y que el poblamiento de América se produjo de pequeñas oleadas que cruzando por el estrecho de Bering llegaron hasta Alaska, siguieron hacia las llanuras centrales norteamericanas, continuando luego hacia los actuales territorios de México, Centroamérica y Suramérica (Strauss, 1992: 15).»

Damos por sentado que los habitantes que hacen contacto con los europeos a partir de 1498 eran en su mayoría caribes y arawak, ubicados los primeros entre el lago de Maracaibo, la península de Paria y las riberas del Orinoco; mientras los segundos poblaban desde el golfo de Paria hasta la desembocadura del Amazonas. Esta simplificación no olvida que otras etnias también poblaban parte del ámbito espacial para el momento del encuentro entre europeos y aborígenes. Ofrezcamos un mínimo mapa, que no agota el tema y es más ejemplar que exhaustivo.

Oriente: sálivas. Guárico: guamos, maipures, otomacos. Río Meta: guahibos, yaruros. Delta del Orinoco: guaraúnos. La península de la Guajira y el lago de Maracaibo: motilones, guajiros, onotos, bobures, zaparas, aliles, ambaes, toas, kirikires, buredes. En la Gran Sabana: pemones. Paraguaná: caquetíos. Los Andes: chamas, giros, timotes, cuicas. En Lara, Yaracuy y Falcón: jirajaras, ayamanes, achaguas, betoyes, gayones.

Reiteramos que más allá de la mención de estos pobladores originarios, no será materia de nuestro trabajo su dilatado período de formación, ni sus etapas de desarrollo. Los restos más antiguos de presencia humana en Venezuela, hasta ahora, datan de cerca de 15.000 años, y los antropólogos han establecido cuatro períodos: el Paleoindio (20.000 a.C.-5.000 a.C.); Mesoindio (5.000 a.C.-1.000 a.C.); Neoindio (1.000 a.C.-1.500 d.C.) e Indohispano (1.500 d.C. a nuestros días).

Es evidente que la etapa en la que los indígenas resistieron la invasión europea será la última, y de ella recordaremos las figuras de sus caciques principales: Manaure, Guaicaipuro, Baruta, Naiguatá, Cayaurima, Huyaparí, Caricuao, Maturín, Sorocaima, Tiuna, Tamanaco, Terepaima, entre otros. Como vemos, la mayoría forma parte de la toponimia nacional, bien sea porque designan ciudades, municipios, urbanizaciones, mercados o centros cívicos. Con algunos de estos recios defensores de sus propiedades y culturas iremos topándonos en esta breve historia política. Echamos de menos que no contemos con un estudio pormenorizado del estado en que se encontraba la población indígena para el momento en que los españoles comenzaron a tomar posesión del territorio.

Acudiremos a fuentes documentales en la medida de nuestras posibilidades, así como a las primeras historias que sobre este período se escribieron y a las monografías posteriores que han ido esclareciendo aspectos brumosos o poco estudiados. Como siempre, intentaremos atender a los fenómenos sociales en la misma medida en que advertiremos el peso de las aventuras individuales. En tal sentido, la historia política española será marco ineludible para la comprensión de estos hechos americanos, así como la singularidad de lo específico será foco de atención de las relaciones que precisemos. Todo el período de la casa de los Austrias (1506-1700), así como el comienzo de los Borbones, serán los tiempos monárquicos que auscultaremos en el período.

Si la lengua y la ciudad son las dos grandes creaciones colectivas del hombre, como en efecto creemos que lo son, pues será en este período donde se siembren ambas en el territorio de la futura República de Venezuela. Tanto la lengua española como el tejido urbano serán obra que ocurre y avanza en estos 230 años que vamos a revisar, al punto que puede afirmarse que el tejido urbano esencial de la Venezuela republicana se traza en esta etapa inicial.

También será el período cuando se establezcan las instituciones políticas y jurídicas del Derecho Indiano: marco donde la combinatoria social del mestizaje, tan definitoria de nuestra historia, irá precisando sus factores, sus vínculos, sus nuevas expresiones. Es un lugar común afirmar que la Venezuela republicana es incomprensible sin el conocimiento de los años en que integramos provincias del reino de España, pero es cierto que «de aquellos polvos vienen estos lodos», como reza el refrán.

Si contribuimos con este trabajo a mejor comprender el período, nos daremos por satisfechos con el esfuerzo. Es obvio que estamos entregando una breve historia, dentro de los parámetros naturales de este tipo de ejercicios, y por ello con mucha frecuencia hemos sido tentados por los hechos a adentrarnos en laberintos precisos, pero de hacerlo estaríamos enfrentando una historia exhaustiva y no breve, como nos la hemos fijado.

Contenido
Agradecimientos
Introducción
Los primeros viajes, capitulaciones y asentamientos (1498-1529)
Fernando e Isabel amplían el mundo (1492)
Cristóbal Colón en la desembocadura (agosto de 1498)
Ojeda, de la Cosa, Vespucio y el nombre de Venezuela (1499)
Pedro Alonso Niño y Cristóbal Guerra (1499)
Alonso de Ojeda, gobernador de Coquivacoa (1502)
El placer de perlas de Cubagua y Nueva Cádiz (1510-1526)
Franciscanos y dominicos en Cumaná (1514-1521)
Bartolomé de las Casas en Cumaná (1521)
Carlos V se ciñe la Corona (1516)
Marcelo de Villalobos, gobernador de Margarita (1525)
Juan de Ampíes en Coro, Curazao, Aruba y Bonaire (1526-1529)
Los Welser y la fascinación por El Dorado (1529-1546)
Ambrosio Alfínger desembarca en Coro (1529)
Alfínger funda Maracaibo (1529)
Diego de Ordaz en Paria y el Orinoco (1531-1532)
La capitulación de Antonio Sedeño y sus excesos (1530-1538)
La capitulación de Jerónimo de Ortal (1533)
Llega a Coro el obispo Rodrigo de Bastidas (1534)
Jorge de Espira en Coro (1535)
Federmann en la sabana de Bogotá (1539)
Regresa Bastidas a Coro (1539)
Felipe von Hutten busca El Dorado (1541)
Juan de Carvajal, gobernador interino y fundador de El Tocuyo (1545)
Culmina el gobierno de los Welser (1546)
El Dorado: ¿mito o realidad?
La fundación de las ciudades, las encomiendas, la esclavitud de los africanos y la resistencia indígena (1545-1593)
Juan Pérez de Tolosa, gobernador, y El Tocuyo como epicentro (1546-1548)
El sistema de las encomiendas (1545)
Juan de Villegas Maldonado funda Borburata (24 de febrero de 1548)
Juan de Villegas, el gobernador veterano (1549-1553)
El gobernador funda Barquisimeto (1552)
La rebelión de Miguel de Buría (1553)
Alonso Arias de Villasinda, gobernador (1553-1557)
Se funda Valencia (25 de marzo de 1555)
Dimite Carlos V, asume Felipe II
Gutierre de la Peña Langayo, gobernador (1558-1559)
Diego García de Paredes funda Trujillo (marzo-abril de 1558)
Juan Rodríguez Suárez funda Mérida (9 de octubre de 1558)
Pablo Collado, gobernador (1559-1561)
Lope de Aguirre desembarca en Borburata (1561)
Una Cédula importante (1560)
Juan de Maldonado y Ordoñez funda San Cristóbal (31 de marzo de 1561)
El gobernador Alonso Bernáldez apaga fuegos (1561-1562)
Pedro González Cervantes funda La Asunción (1562)
Otra vez, Bernáldez gobernador (1564-1566)
John Hawkins y Jean de Bontemps: comienza la piratería (1565)
Pedro Ponce de León, gobernador (1566-1569)
Diego de Losada funda Caracas (¿29 de julio de 1567?)
Diego de Losada funda Caraballeda (1567)
Ejecutado Guacaipuro (1568)
Alonso Pacheco refunda Maracaibo (agosto de 1569) y Pedro Maldonado también (1574)
Diego Fernández de Serpa, gobernador de Nueva Andalucía (1569)
Francisco Hernández de Chaves, gobernador (1569-1570)
Juan de Thejo funda Carora (1569)
Diego de Mazariegos, gobernador (1570-1576)
Ejecutado Tamanaco (¿1571 o 1573?)
El gobernador Juan de Pimentel llega a Caracas (1576-1583)
Francisco de Cáceres funda la provincia del Espíritu Santo de La Grita (1576)
Juan Andrés Valera funda Barinas (30 de junio de 1577)
Luis de Rojas, gobernador detestado (1583-1589)
Sebastián Díaz Alfaro funda San Sebastián de los Reyes (6 de enero de 1585)
Diego de Osorio, gobernador querido (1589-1597)
El Cabildo de Caracas envía a España, a la Corte de Indias, a Simón de Bolívar como procurador de beneficios y reivindicaciones (1590)
Antonio de Berrío en el Orinoco y Trinidad en busca de El Dorado
Walter Raleigh en Trinidad, Orinoco y Caroní (1595)
Amyas Preston saquea a Caracas y Coro (1595)
El gobernador Gonzalo de Piña y Ludueña (1597-1600)
Fallece Felipe II, asume Felipe III (13 de septiembre de 1598)
Un siglo de asentamientos y desafíos: fundación de pueblos, piratas, misioneros, cultivos y ganado (1601-1700)
La importancia de Garci González de Silva
Alonso Suárez del Castillo, el gobernador severo (1602-1603)
Sancho de Alquiza, gobernador (1606-1611)
El fin de la rebelión de los zaparas en Maracaibo (1607)
Erección del Corregimiento de Mérida (1607)
García Girón, gobernador (1611-1616)
Francisco de la Hoz Berrío, el gobernador itinerante y fundador de pueblos (1616-1621)
Comienzan a fundarse pueblos indígenas
Fallece Felipe III, asume Felipe IV (31 de marzo de 1621)
Juan de Treviño y Guillamas, gobernador (1621-1623)
Juan Pacheco Maldonado, gobernador de Mérida y La Grita (1622)
Diego Gil de la Sierpe, el gobernador depuesto (1623)
Juan de Meneses y Padilla, gobernador principal (1624-1630)
La última resistencia indígena: la guerra contra los jiraharas en Nirgua (1625-1628) y la sedición de los mestizos
Holandeses en Margarita, Coche, Cumaná y Araya (1623-1626)
Francisco Núñez Meleán, gobernador (1630-1637)
Los holandeses toman Curazao (1634)
Ruy Fernández de Fuenmayor al mando (1637-1644)
El obispo se traslada de Coro a Caracas (1638)
Los pleitos con fray Mauro de Tovar (1640-1654)
Terremoto en Caracas (11 de junio de 1641)
William Jackson en las costas venezolanas (1642-1643)
Marcos Gedler y Calatayud gobierna (1644-1649)
Los jesuitas en Guayana (1646)
Pedro De León Villarroel asume (1649-1651)
Martín de Roble y Villafañe, gobernador (1654-1655)
Franciscanos en Píritu (1656)
Capuchinos en Cumaná (1657)
Pedro de Porres y Toledo encabeza (1658-1664)
Pestes y plagas en Caracas (1658-1662)
Félix Garci-González de León asume y abusa (1664-1669)
Fallece Felipe IV, asume Carlos II (1665)
El temible Olonés en Maracaibo (1668)
Henry Morgan asola Gibraltar y Maracaibo (1669)
Fernando de Villegas apaga fuegos (1669-1673)
El alzamiento de Carora (1671)
Francisco Dávila Orejón, el gobernador juzgado póstumamente (1673-1674)
Se alzan los alcaldes Tovar y Galindo contra Santo Domingo (1675)
Maracaibo a la Gobernación de Mérida (1676)
El pirata Maintenon saquea y quema La Asunción (1677)
Francisco de Alberró, el gobernador nepótico (1677-1682)
La Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias (1680)
Corsarios franceses en Maracaibo, Trujillo y La Guaira (1678-1680)
Diego de Melo Maldonado contra la Iglesia (1682-1688)
Promulgadas las Constituciones Sinodales (1687)
Diego Jiménez de Enzizo, destituido y preso (1688-1692)
Francisco de Berroterán, el gobernador aclamado (1693-1699)
Cambio de dinastía. Asumen los Borbones: Felipe V (1700)
Nicolás de Ponte y Hoyo enloquece en el poder (1699-1704)
Asume el reinado Felipe V: el primer Borbón (16 de noviembre de 1700)
Un conde conspirador: Bartolomé de Capocelato
Fernando de Rojas y Mendoza gobierna en paz (1706-1711)
José Francisco de Cañas y Merino: destituido y preso (1711-1714)
Alberto Bertorano y Navarra, suplente (1715-1716)
Llega el alcalde visitador Antonio Álvarez de Abreu
Marcos de Betancourt y Castro, también preso (1716-1720)
Se crea el Virreinato de Nueva Granada (29 de abril de 1717 al 5 de noviembre de 1723)
Los alcaldes desobedientes de Guanare (1718)
Diego Portales y Meneses, tensiones al rojo vivo (1721-1723, 1726-1728)
Felipe V erige en Universidad al Colegio Seminario de Santa Rosa de Caracas (22 de diciembre de 1721), que abre sus puertas en 1725
El informe de Olavarriaga
Se publica la historia de José de Oviedo y Baños (1723)
Lope Carrillo de Andrade, último gobernador antes de la llegada de la Compañía Guipuzcoana (1728-1730)
Conclusiones
Bibliohemerografía
Créditos

Los primeros viajes, capitulaciones y asentamientos (1498-1529)

La peripecia colombina ha provocado centenares de estudios en los que se dilucidan los motivos del almirante para emprender el viaje, así como los de los reyes católicos para apoyarlo. Varios años y diversos intentos anteceden al respaldo monárquico que condujo a Cristóbal Colón a zarpar del puerto de Palos el 3 de abril de 1492 con rumbo a las islas Canarias. Por qué aquel genovés se empeñó en esta aventura es algo que solo puede responder la psicología y una biografía que la ausculte. En todo caso, no será la primera ni la última vez que las obsesiones de alguien modifiquen el curso de la historia, para bien o para mal.

De La Gomera zarpó el 9 de septiembre del mismo año la expedición de las tres carabelas, presidida por la Santa María (34,10 m), La Pinta (17,80 m) y La Niña (17,10 m), continentes de una tripulación formada por 120 hombres, según los datos pormenorizados de Henri Vignaud y su investigación Cristóbal Colón y la leyenda. La Santa María pertenecía al célebre cosmógrafo Juan de la Cosa, quien la capitaneaba y llevaba a bordo a Colón. La Pinta era conducida por el mayor de los hermanos Pinzón, Martín Alonso, mientras La Niña la llevaba el menor de ellos, Vicente Yáñez (en este caso, Yáñez es nombre, no apellido). El tercer hermano, Francisco Martín, iba en La Pinta.

La importancia de los hermanos Pinzón es notable, ya que al amotinarse la tripulación en contra del almirante, dada la navegación y la ausencia de tierra a la vista, a este no le quedó otro camino que aceptar la tesis de los hermanos, que era ir a Cipango, y ordenó variar el rumbo, lo que condujo por pura casualidad a que se toparan con la pequeñísima isla de Watling (hoy, las Bahamas), a la que Colón denominó San Salvador y los aborígenes llamaban Guanahaní, el 12 de octubre de 1492. Aunque la expedición era una, dos eran los propósitos: Colón buscaba llegar a Antillia y los Pinzón a Cipango (hoy Japón). Como vemos, dos socios comparten proyecto con objetivos distintos. Nada excepcional en el curso de la historia universal.

Fernando e Isabel amplían el mundo (1492)

La capitulación firmada por los reyes con Colón, el 17 de abril de 1492, fue el marco legal que dio pie a la aventura colombina y al más extraordinario ensanchamiento del mundo experimentado por la humanidad, justo en un momento epicéntrico de la historia. Tanto la reina Isabel (26 de noviembre de 1504) como Colón (20 de mayo de 1506), fallecieron sin comprender totalmente la magnitud de sus decisiones. En esta primera oportunidad, los reyes sufragaron la aventura, ya que era totalmente incierta, pero a partir del hallazgo colombino los que le siguieron corrieron por cuenta propia con la peripecia; naturalmente, después de firmadas capitulaciones con la Corona.

No es este el espacio para calibrar la importancia histórica de la reina Isabel, pero no cabe la menor duda de que durante su reinado ocurrieron hechos de significación universal y de significación para su imperio. Se unificó el reino, se recuperó el espacio perdido (durante siete siglos) ante los musulmanes y se descubrió el Nuevo Mundo. Nada más y nada menos. Por otra parte, las razones que condujeron a Isabel a apoyar a Colón son, en buena medida, indescifrables, pero las tuvo o, si se quiere, sus intuiciones la condujeron a refrendar una aventura que cambió el curso de la historia.

Cristóbal Colón en la desembocadura (agosto de 1498)

Será en el tercer viaje de Colón, seis años después del primero, cuando toque Tierra Firme (o Tierra de Gracia, como también le designaron). De aquel momento queda la carta del almirante a los reyes donde afirma haber hallado el Paraíso Terrenal, ya que navegaba en un mar de agua salobre con corrientes adversas a su navegación y esta situación le recordó el colmo de la pera del que manaba el agua dulce, donde se creía residía el Edén, según la mitología de su tiempo. Estaba en la desembocadura del Orinoco. En unas primeras comunicaciones, Colón aludió a haber descubierto un nuevo continente, pero después se retractó y aseguró haber estado en Asia, lamentablemente.

La misiva colombina es de tal belleza y asombro que conviene referir algunos de sus párrafos:

«En la tierra de Gracia hallé temperancia suavísima y las tierras y árboles muy verdes y tan hermosos como en abril en las huertas de Valencia; y la gente de allí de muy linda estatura, y blancos más que otros que haya visto en las Indias, y los cabellos muy largos y llanos, y gente muy astuta y de mayor ingenio, y no cobardes…

»Grandes indicios son estos del Paraíso Terrenal, porque el sitio es conforme a la opinión de estos santos y sanos teólogos, y así mismo las señales son muy conformes, que yo jamás leí ni oí que tanta agua dulce fuese así dentro e vecina con la salada… y si de allí el Paraíso no sale, parece aún mayor maravilla, porque no creo que se sepa en el mundo de río tan grande y tan fondo…»

Este tercer viaje lo hizo con seis embarcaciones y la compañía de Bartolomé de las Casas, quien para entonces estaba lejos de ordenarse como fraile. Llegó a Trinidad el 31 de julio de 1498. Estuvo en el golfo de Paria entre el 4 y el 10 de agosto; luego bajó hacia el Orinoco y, finalmente, subió hacia Cubagua, Margarita, Tobago y Grenada, para después dirigirse a La Española. En su cuarto viaje no estuvo por estas tierras, de modo que el conocimiento que tuvo Colón de la actual Venezuela fue reducido a su parte oriental. Serán los llamados «segundones» quienes recorran la costa venezolana varias veces y de manera exhaustiva. Serán ellos, entonces, los verdaderos pioneros conocedores del territorio costeño. Extrañamente, los viajes de Alonso de Ojeda y compañía han sido denominados por una historiografía absurda como «viajes menores», cuando de esto no tuvieron nada. Por el contrario, fueron en varios sentidos definitorios para el futuro plan de conquista español. Nada que extrañar: la historiografía está plagada de estas exageraciones que inclinan la balanza hacia alguien en desmedro de otro.

Ojeda, de la Cosa, Vespucio y el nombre de Venezuela (1499)

El 18 de mayo de 1499 zarpó Alonso de Ojeda del puerto de Santa María en compañía de Juan de la Cosa y Américo Vespucio, entusiasmados todos con las noticias colombinas. Fue su primer viaje a la actual Venezuela y, en tal sentido, fue pionero en la exploración de la costa, ya que la recorrió en su totalidad: desde la desembocadura del río Esequibo hasta el cabo de La Vela, en la península de La Goajira.

Fue adentrándose en el golfo que los aborígenes llamaban Coquivacoa (entre la península de Paraguaná y la de La Goajira), donde la expedición vio por primera vez los palafitos que les recordaron a Venecia. Siempre se ha dicho que quien hizo la inferencia fue Américo Vespucio, pero de ser ciertas las cartas del propio florentino, él no se encontraba en ese momento en la expedición. Nos explicamos: afirma Vespucio que la expedición comandada por Ojeda se dividió y él siguió hacia abajo, bordeando la costa brasilera actual, de modo que no es posible que estuviera en el golfo de Coquivacoa con Ojeda. No obstante, Vespucio era un fabulador de tal magnitud que no faltan quienes creen que no es cierto que siguió hacia abajo en una de las embarcaciones. Felipe Fernández-Armesto, en la más reciente biografía que se ha publicado del florentino, Américo. Biografía de Américo Vespucio (2008), se inclina a pensar que sí es cierto que Vespucio bajó por el Atlántico y, en consecuencia, era imposible que estuviera en el norte caribeño a la vez.

No es fácil pronunciarse sobre esto, ya que es un hecho incontestable que Vespucio fabulaba incesantemente, por decir lo menos, y las cartas con que relató sus viajes fueron posteriores a ellos y, al parecer, mezcló los viajes a su antojo y conveniencia, además de haber surgido misivas apócrifas que enrarecieron todavía más sus testimonios. Es probable que el viaje al Atlántico brasilero fuese posterior al de 1499 y, en verdad, sí estuvo en Coquivacoa con Ojeda, como este afirma. No es claridad lo que se desprende de los enredos vespucianos, de modo que nos sumamos al perfil que de su personalidad hizo su biógrafo Fernández-Armesto:

«No estaba a la altura de ninguno de los ambiciosos papeles que adoptó. Era demasiado poco aplicado para ser diplomático, excesivamente imprudente para ser un gran mercader, demasiado incompetente para ser navegante y su ignorancia era excesiva para ser cosmógrafo (Fernández-Armesto, 2008: 282).»

Basta pasearse por las biografías del florentino para convenir en que lo dicho hasta puede quedarse corto. Hay que añadirle el hecho de haberle usurpado a Colón los méritos del descubrimiento y habérselos atribuido a sí mismo. Por otra parte, contamos con la declaración que hizo Ojeda en 1513, requerido por el fiscal del rey en el juicio contra Diego Colón. Entonces, afirmó haber hecho el viaje de 1499 con de la Cosa y Vespucio, lo que complica aún más las versiones.

Finalmente, nos inclinamos por creer en la de Ojeda por encima de la de Vespucio, naturalmente. Quizás Vespucio cambió las fechas de su viaje por la costa brasilera con el objeto de tenerse a sí mismo como descubridor, cuando en verdad estuvo por allí después del viaje con Ojeda. Pero vayamos hacia hechos comprobables.

Lo cierto es que la primera vez que se escribe el vocablo Venezuela para designar el golfo de Coquivacoa es en el famoso mapa de 1500 (Planisferio), trazado y dibujado por Juan de la Cosa, un verdadero cartógrafo, a su regreso de la expedición con Ojeda. Este es el primer mapa de las costas americanas del que se tenga noticia y, si seguimos la pauta del propio Vespucio, que en su mapa de 1507 publicado por Martín Waldseemüller le fue atribuido el nombre del continente, pues será a Juan de la Cosa a quien debemos atribuirle la autoría de la denominación Venezuela. Pero, si vamos a ser salomónicos, no se puede dejar a Ojeda de lado y tampoco a Vespucio, en caso de que verdaderamente estuviera en esa etapa de la expedición, como lo certifica Ojeda. Al margen de estas disquisiciones, lo cierto es que la denominación de nuestro país proviene del recuerdo de otro. Nada raro en América: Nueva York, Nueva Granada, Valencia y un largo etcétera. Don Ángel Rosenblat, uno de nuestros grandes filólogos, aclaró que el diminutivo de Venezuela no era despectivo sino afectivo; en todo caso no deja de ser paradójico, ya que el lago de Maracaibo es de grandes proporciones y la laguna de Venecia no.

Con el pasar del tiempo, aquella primera visión lacustre de los expedicionarios ojedeanos que designaba una porción del territorio, se extendió a toda la geografía nacional, primero como provincia, luego como capitanía general y, finalmente, como república. Esto era imprevisible para Juan de la Cosa en el 1500. Cuando estampó la denominación en su mapa no podía intuir la fortuna que correría el nombre. En cambio otros, como Maracapana, corrieron con suerte distinta, siendo tan hermosos.

Pedro Alonso Niño y Cristóbal Guerra (1499)

Los hermanos Niño también formaban una familia de navegantes, curtidos en expediciones a África. Pedro Alonso era piloto de La Niña cuando Colón recaló en Guanahaní y también formó parte del segundo viaje del almirante. Por su parte, en 1499 encabezó un viaje perlero con Cristóbal Guerra, hermano del entonces financista de la expedición, Luis Guerra. Siguieron el derrotero de Colón en su tercer viaje y llegaron a Paria. Afirma Bartolomé de las Casas en su libro príncipe, Historia de las Indias, que hizo el viaje con licencia de la Corona, lo que no fue óbice para la molestia y los reclamos de Colón, ya que tocaron tierras que pensaba le pertenecían, en razón de su capitulación. En todo caso, estuvieron en Margarita, Cubagua, Cumaná y descubrieron las salinas de Araya. Regresaron en el 1500 cargados de perlas de dimensiones entonces desconocidas en España. Por cierto, la existencia de las perlas no fue un hallazgo súbito de la expedición: Colón las había avistado en su tercer viaje, y la noticia de su abundancia fue el motor de estos viajeros. Digamos, entonces, que fue este el primer viaje expresamente comercial que se emprendió hacia Tierra Firme.

Niño volverá a América en 1502, pero en el viaje de regreso a la península los sacude un huracán y naufragan. En el pasaje también se pierde la vida de Francisco de Bobadilla. No hay manera de negarles a Niño y a Guerra el haber sido los primeros europeos en ver las salinas de Araya y, además, los primeros que llevaron un cargamento de perlas considerable de vuelta a la península. Esto, como veremos, traerá consecuencias en lo inmediato.