En aquel tiempo yo era un lobato. Es decir, estaba en el primer peldaño de las jerarquías del escultismo e iba los sábados a la Abadía de San José del Ávila a pasar la tarde corriendo y jugando. Naturalmente, no eran juegos al acaso, sino direccionados por los líderes y usualmente con alguna moraleja al final (que no siempre entendía a los nueve años). Una vez, cerca del 24 de junio, se organizó uno de rugby, deporte cuyas reglas nunca aprendí, pero en el que me ayudaba el tamaño (siempre he sido el más alto en todas partes): me daban la pelota, me decían que corriera hacia adelante y que tumbara a los demás. Fue divertido hasta que en una ocasión todo el equipo contrario me brincó encima –¡tenían que pararme de algún modo!– y aún la angustia de morir asfixiado me despierta algunas noches. Pues bien, ese día nos dividieron en dos equipos: realistas y patriotas, para conmemorar la Batalla de Carabobo.
No me acuerdo si en la cancha pasó lo mismo que en el campo de batalla y ganaron los patriotas, ni me acuerdo a qué bando me asignaron, pero la anécdota viene al caso porque se conecta directamente con el libro que Francisco Alfaro Pareja me ha pedido que le prologue. Ella habla de una memoria histórica basada en las guerras, o incluso algo peor: de una idealización de las mismas convirtiéndolas en un juego de niños. No se trata de ocultar el sol con un dedo, de borrar las guerras, tan importantes, para bien o para mal, en la historia de la humanidad; o de asumir un pacifismo lerdo, que impida defenderte de agresiones cuando tienes vecinos como Hitler o Saddam Hussein; rebelarte contra las tiranías o, si es necesario, ir a las barricadas para defender tus derechos. Se trata de no idealizar aquello, al menos no como la única forma gloriosa de resolver los conflictos. ¿Por qué, además de las batallas, no exaltamos la paz? ¿Por qué aún recordamos más a los grandes conquistadores que a quienes se empeñaron en convivir sin pleitos con el resto de la humanidad? Como en Alemania, que huyendo de sus viejos fantasmas en la posguerra llenó sus billetes, toponimias y estatuarias de compositores, científicos y artistas, para crear una nueva cultura de la paz, con héroes de la paz; el resto de los pueblos del mundo no debemos esperar a masacrar millones de personas para tomar la misma decisión. Carabobo merece seguir siendo conmemorada, el ejército venezolano, estirando un poco las cosas, puede seguir celebrando el 24 de junio como su día, y no hay problema en que los niños sepan del evento jugando rugby; pero también pueden jugar a ser un Louis Daniel Beauperthuy, descubriendo el agente transmisor de la fiebre amarilla; a ser un Armando Reverón, llevando la luminosidad hasta más allá de todo límite; o, por qué no, un líder democrático y civilista como los tantos que tuvimos en la segunda mitad del siglo XX.
Por generaciones, el recuerdo de las clases de historia ha sido poco menos que una tortura para la mayor parte de las personas: una interminable sucesión de fechas, reyes y guerras. Así, la fama de que la historia es «aburrida» es una de las losas más pesadas con las que ha tenido que lidiar la disciplina desde que, a finales del siglo XIX, se hizo de obligatorio estudio en las escuelas primarias y secundarias del mundo occidental. Aunque eso no debería seguir siendo así en la actualidad, como quiera que tanto la historia, en cuanto ciencia, como los programas y manuales escolares, han cambiado radicalmente en las últimas décadas, el sambenito sigue teniendo formidables aliados. No pocas veces los educadores hacen caso omiso de los programas, para impartir las materias según lo aprendieron siendo niños; por la otra, la escuela es solo una de las vías por las que la historia llega a las mayorías, de modo que los discursos de los políticos, las fiestas cívicas y los medios de comunicación influyen tanto o más que ella en la memoria de los pueblos; y por último, porque aquello por lo que se han sustituido las guerras y los reyes no es siempre más atractivo que aquellas crónicas en las que, al menos, hay el colorido de la aventura. No siempre un adolescente se deja seducir por explicaciones de, por ejemplo, historia económica y social, más sustantivas, pero también más abstractas para un niño o un adolescente. Se puede hacer un juego de rugby para estudiar la Batalla de Carabobo, pero es más difícil hacerlo para aprender, por ejemplo, la sociedad feudal.
Así las cosas, las propuestas de interpretación novedosas, como la que se ensaya en el libro que prologamos, deben ser vistas con atención. Especialmente cuando apuntan de manera directa al nudo ideológico que suele haber en los discursos históricos, especialmente cuando son promovidos por el poder: el de la legitimidad que le da a determinadas ideas y estructuras. ¿Por qué ese gusto por las batallas y los gobernantes? Porque detrás de sus páginas hay una visión del mundo que esperaba formar a los ciudadanos en ciertos valores (tal es el objetivo esencial de la historia en los programas escolares) expresados de forma ejemplar y ejemplarizante en ellos. Por ejemplo, la legitimidad del Estado-nación venezolano, de su separación de España, del régimen republicano, del liberalismo que adoptó, con sus altas y bajas, nuestra república tienen mucho que ver con las ideas y las ejecutorias de Simón Bolívar, la Independencia, presentada como una gesta (y no una cualquiera: una Magna Gesta); con Antonio Guzmán Blanco y la forma en la que diseñó el país durante el Liberalismo Amarillo. El sentimentalismo político bolivariano que, según la fórmula de Luis Castro Leiva, ha sido nuestra filosofía de Estado, se cimentaba en una lectura, digamos, emotivista, con la que se esperaba que la historia generara unos determinados sentimientos que, a su vez, determina unas actitudes: la emoción de la carga de los lanceros en las Queseras del Medio, la inmolación de Ricaurte, la fantasía de la despedida del Negro Primero en Carabobo, la supuesta victoria de los estudiantes –es decir, ¡solo de ellos!– en La Victoria eran monumentos al patriotismo que debían ser emulados. La clarividencia de Bolívar en Casacoima, sus arrebatos en El Chimborazo, sus ideas en Angostura, todo estaba presentado para que los ciudadanos aceptaran como inapelables sus dictámenes (y sobre todo los de sus portavoces actuales, los gobernantes de la hora, todos a su modo bolivarianos). Otro tanto pasó con la Guerra Federal y la saga del Liberalismo, las artimañas de la oligarquía, las genialidades atribuidas a Guzmán Blanco; y es lo que hemos visto últimamente con los manuales escolares del chavismo: todo en la llamada «4ta. República» fue, con contadas excepciones, reprobable; todo cuanto hizo o pensó el Comandante, una prueba de amor a la patria, redención de los pobres, libertad para los pueblos…
No se trata, ni de lejos, de un fenómeno venezolano y se ha escrito lo suficiente sobre ello como para insistir más en este prólogo. El punto es que si los reyes, los presidentes y las guerras estuvieron por mucho tiempo en el núcleo de la investigación y la enseñanza de la historia, se debió a que se respondía a una visión del mundo en la que la política, la relación entre los pueblos y los valores a inculcar eran esos: la guerra como estado normal (todo Estado-nación tenía un enemigo histórico, contra el que había que emprenderla, acaso como aglutinante de la nacionalidad: lo que se llama nacionalismo negativo); los pueblos no eran tanto agentes de su destino, como rebaños detrás de un líder; y los hombres debían ser, como prueba suprema del civismo, soldados dispuestos a inmolarse como Ricaurte o el Negro Primero… Fue en la medida en la que las ciencias sociales y la democracia se han abierto paso en el último siglo y medio que eso ha cambiado. Hoy sabemos que la historia se refiere, fundamentalmente, a procesos sociales; que los líderes pueden ser muy importantes, pero que se trata de una construcción en esencia colectiva, que hasta hombres como Hitler y Stalin actuaron dentro de los marcos de sociedades que los acunaron y se vieron reflejados en ellos; y que los valores guerreros no son los que conducirán a la humanidad a su libertad y salvación, después de lo demostrado en las escabechinas de las guerras mundiales, los genocidios que ha permitido la industrialización (se industrializó la muerte, como en Auschwitz, aunque también se ha combinando la tradición de los machetes con la modernidad de la radio, como en Ruanda) y el reto, aún no disipado, de la Espada de Damocles nuclear que nos tiene en un hilo todos los días.
Por eso cada vez que oímos que la historia está formada solo por «fechas y batallas», los historiadores nos enfurecemos. No, no lo es, y en prueba hay una larguísima literatura; incluso cuando hoy estudiamos lo militar, la guerra y el poder lo hacemos a la luz de los grandes procesos que encierran; pero lo del sambenito dicho al principio sigue actuando (aunque, hay que reconocer, cada vez menos). Por eso, si bien las corrientes dominantes de los últimos cincuenta o sesenta años (la historia social de énfasis cultural, como la de las mentalidades, el género y las cotidianidades; la historia intelectual; la nueva historia militar), se preocupan tanto por la paz como por la guerra, vistas como dos caras de procesos más amplios; aparecieron investigadores con un programa ético-político concreto, el pacifismo, que decidieron estudiar a la paz como un tema en sí mismo. Es decir, identificar los casos en los que los valores de la paz, la convivencia y la conciliación han prevalecido, o al menos sobrevivido al lado (o adentro) de las peores tormentas. La idea es que la magistra vitae que tradicionalmente quiso formar soldados, forme ahora hombres de paz; es decir, lo que el historiador español Francisco A. Muñoz (1953-2014) denominó Historia de la paz. Convencido de que «el historiador tiene una gran responsabilidad en la construcción de imaginarios, de hitos culturales y sociales, de parámetros políticos, etc., su formación es clave para la construcción de futuros pacíficos»[1].
Muñoz y sus alumnos y colegas emprendieron desde el Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada un conjunto de investigación para estudiar a la paz como fenómeno, qué la permite, qué la acosa, cómo se logran alcanzar unos mínimos de convivencia (lo que llamó la «paz imperfecta»). Una enfermedad nos lo arrebató prematuramente, pero dejó una obra que merecerá ser leída con atención por mucho tiempo: Historia de la paz. Tiempos, espacios y actores (2000), La paz imperfecta (2001), Manual de la Paz y los Conflictos (2004), Pax Orbis. Complejidad y Conflictividad de la Paz (2011), La Paz, partera de la historia (2012), Filosofías y praxis de la paz (2013). También la semilla de la inquietud sembrada en muchos de sus discípulos. Uno de ellos es el autor del libro que se prologa en este momento, Francisco Alfaro Pareja. Joven (nació en Caracas en diciembre de 1980) investigador y activista venezolano, llegó a los trabajos de Muñoz a través de una angustia que lo ha movido en los últimos tres lustros: la reconciliación de una sociedad polarizada, que varias veces ha llegado al borde del conflicto generalizado, en la que la violencia política y delincuencial golpean todos los días le rasgan un poco más su tejido.
Graduado de politólogo en la Universidad Central de Venezuela en el agitado año 2002, la preocupación por hallar un mínimo de consenso, de tender puentes, aunque sean endebles puentes colgantes, entre chavistas y opositores, le ganaron reprimendas de ambos lados. En el mejor de los casos, fue visto como un iluso; en el peor, como un «chavista de closet», entre los opositores, o un «escuálido» sospechoso que se deja confundir entre los «revolucionarios». Eran, además, los días en que un golpe, una matanza en el centro de Caracas y dos grandes paros, aliñaban todos los enconos. Sin quitarle alguna responsabilidad a la oposición, Chávez, desde el poder y con recursos públicos, promovía un discurso guerrerista y de forma creciente trasvasaba el imaginario militar al mundo político («batallas», «unidades de combate» y «brigadas» forman lo que parece más un ejército que un partido); revivía el sentimentalismo político bolivariano a niveles dejados atrás hacía más de sesenta años, establecía la formación militar como obligatoria en las secundarias, se hacía llamar comandante-presidente y vestía una boina y una casaca de claros tintes militares. Fue, en toda su expresión, el retorno de lo que Alfaro Pareja ha llamado «la idealización de la guerra»; una idealización no ya como la del juego de rugby en el que creí que casi me mataban, sino como la de Venezuela Heroica, la de «Ricaurte en San Mateo en átomos volando» o la de «vengo a decirle adiós porque estoy muerto». No son las batallas como lo que cuentan todos cuantos las han vivido que son gritos de dolor, carne chamuscada y en poco tiempo –¿de qué otro modo en el calor y la humedad de San Mateo?– descompuesta; no son familias quebradas, vidas física y psíquicamente mutiladas: es la guerra como algo sublime. Como en los cuadros del ochocientos, donde los muertos caen con expresiones operáticas y relucientes uniformes que no se manchan de sangre.
La Independencia, la Guerra Federal, la Revolución Cubana, las guerrillas comunistas venezolanas de la década de 1960 fueron inyectadas por el Estado a todos los niveles de la vida, para que los nuevos republicanos, más milicianos que ciudadanos, no tengan piedad con la oligarquía, los escuálidos pitiyanquis, la Derecha. Frente a esa guerra perpetua e idealizada, Alfaro Pareja contrapone la tesis de la paz imperfecta. Busquemos cómo convivir, dejemos de pensar en la destrucción del otro, aceptemos las diferencias. No es poca cosa lo que se planteó Alfaro Pareja. Pero para ello consideró que había que buscar algún referente histórico, una prueba de que, aun en los peores momentos, ha sido posible el entendimiento, siquiera en algún grado. Fue por eso que se inscribió en la Maestría de Historia de Venezuela de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas. Allí fue donde lo conocí cuando me nombraron su director en 2006. No me acuerdo en qué materia le di clases, pero sí como rápidamente sus ideas de algo llamado «historia de la paz», de lo que nunca había oído, me fueron convenciendo. Yo venía de investigar a los derrotados en la Guerra de Independencia, los realistas, y aunque no avancé más allá de 1821, me había encontrado con su dificilísima inserción en la sociedad republicana, que nunca dejó de desconfiar en ellos (por algo muchos se reconvirtieron en fervorosos bolivarianos: su pasado había que ocultarlo detrás de los más encendidos gritos del sentimentalismo político). Por otra parte, me había percatado de la presencia de un grupo, más bien pequeño pero muy olvidado, de civiles, que durante las guerras del siglo XIX se empeñaron en mantener un mínimo de continuidad institucional, de lograr los acuerdos mínimos entre los beligerantes. Me parecían (y me parecen) de un heroísmo cívico que contrastaba con las batallas y los chafarotes que Chávez presentaba como modelos.
Finalmente Alfaro Pareja me pidió que le tutorara una tesis sobre los acuerdos de regularización de la guerra firmados por Simón Bolívar y Pablo Morillo en 1820, al socaire de la Revolución Liberal de Rafael de Riego y Antonio Quiroga. Ya me había parecido (y así lo puse en un artículo) un hecho notable que a siete años de la feroz Guerra a Muerte, Colombia (la Gran Colombia, como la llaman los libros) y España lograran llegar a un entendimiento. Y no uno cualquiera: sino uno que, me hizo ver Alfaro Pareja, marcó un hito en la historia del Derecho Internacional Humanitario, poniendo orden en la guerra, estableciendo derechos para los civiles, heridos y prisioneros, reconociendo la humanidad del contrincante, ¡todo con lo que suspirábamos en el 2006 o 2007! No vamos a exagerar diciendo que Chávez barrió con toda la institucionalidad democrática o que desató una especie de purga estalinista contra los escuálidos, pero no tenía que llegar a esos extremos para entender que la democracia estaba en peligro (y de hecho, se empobreció horrores desde entonces). Fue el momento en que Alfaro Pareja obtuvo una beca para irse a España para cursar el máster internacional en Estudios de Paz, Conflictos y Desarrollo auspiciado por la Unesco e impartido en la Universidad Jaume I, en España. Prometió volver y terminar la tesis. Debo admitir que era cuando menos difícil creerle en momentos en los que el sueño de muchos de los jóvenes era emigrar, no poca veces usando como excusa algún postgrado (ya en Europa se las arreglan para quedarse: buscan otros postgrado, un trabajo, un marido, lo que sea). Pero me equivoqué: Francisco terminó el máster en 2009, regresó, culminó las materias de la maestría en Historia, entregó una estupenda tesis sobre las regulaciones pacíficas de Trujillo y se graduó de magíster en 2010, consiguió otra beca (¡ahora sí se va!, me dije), pero volvió en 2013 hecho todo un doctor en Estudios Internacionales de Paz, Conflictos y Desarrollo, por la misma universidad.
Desde entonces brega por crear espacios para el encuentro en Venezuela, ha dictado clases en la Universidad Simón Bolívar, trabaja en varias organizaciones y ofrece consultorías a diversos entes nacionales e internacionales. El presente libro ofrece una panorámica de las que fueron sus tesis de maestría y doctorado; busca delinear el proceso que nos llevó de la idealizada Guerra a Muerte a la paz imperfecta con España, remachada por el reconocimiento de la independencia por Isabel II en 1845, en un tratado tendencialmente ventajoso para Venezuela, aunque no sin claroscuros que ya entonces generaron molestias, pero que nos indican que, como dice el adagio popular, «es mejor un mal arreglo, que un buen pleito».
Hijos de su tiempo y de valores trascendentes, el libro y su autor son la prueba de que el civismo (y el civilismo) venezolano tiene mucho que hacer y decir en el país. Mejor aún: que lo está haciendo. ¡Enhorabuena por ambos!
1. Muñoz, Francisco A. y López Martínez, Mario, «Prólogo» a Muñoz, Francisco A. y López Martínez, Mario (Edits.), Historia de la paz. Tiempos, espacios y actores, Granada (España), Instituto de la Paz y los Conflictos/Universidad de Granadas, 2000, p. 9
2. Tratado de Regularización de la Guerra, citado en LARA, Jorge Salvador. El Gran Mariscal de Ayacucho, precursor del Derecho Internacional Humanitario. Caracas: Comisión Nacional del Bicentenario del Gran Mariscal de Ayacucho, 1996
3. Muñoz, Francisco A. «La paz imperfecta ante un universo en conflicto», en Muñoz, F.A. (Ed.) La paz imperfecta. Granada: Universidad de Granada, Colección Eirene, 2001, p. 39.
4. Muñoz, Francisco. A. «¿Qué son los conflictos?», en Molina Rueda, B. y Muñoz, F.A. (Eds.) Manual de paz y conflictos. Granada: Universidad de Granada, 2004, p. 162.
5. Muñoz, Francisco A., Herrera Flores, Joaquín., Molina Rueda, Beatriz y Sánchez Fernández, Sebastián. Investigación de la Paz y los Derechos Humanos desde Andalucía. Granada: Universidad de Granada, 2005, p. 138.
6. Mago de Chopite, Lila. El Cabildo de Caracas 1750-1821. Sevilla: CSIC, 2002, p. 14.
7. Castillo Lara, Lucas Guillermo. La aventura fundacional de los isleños: Panaquire y Juan Francisco de León. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1983, p. 187.
8. Los gobernadores Nicolás Eugenio de Ponte y Hoyo y Marcos Bethencourt y Castro –que ejercieron labores entre 1716 y 1721– serían los últimos canarios en ocupar una posición política de tanta importancia en estos territorios, hasta la aparición de Domingo de Monteverde a principios del siglo XIX. Hernández González, Manuel. Los canarios en la Venezuela colonial 1670-1810. Madrid: Centro de la Cultura Popular Canaria, 1999, pp. 26-27.
9. Rojas, Arístides. La Rebelión de 1749. Caracas: Ediciones Culturales INCE, Colección INCE, 1976, p. 13.
10. Ibídem, p. 17.
11. Morales Padrón, Francisco. Rebelión contra la Compañía de Caracas. Sevilla: Publicación de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1955, p. 54.
12. Castillo Lara, op. cit., p. 231.
13. Rojas, op. cit., p. 29.
14. Juan Francisco De León apeló a los hombres acomodados que en varias ocasiones le habían ofrecido recursos, pero esta vez, por el contrario, obtuvo un silencio sepulcral. Morales Padrón, Op. cit., p. 28.
15. Tomando en cuenta algunas variaciones producto del resultado de disputas limítrofes con países vecinos.
16. Mondolfi Gudat, Edgardo. «Travesía de Perros o la Expedición de 1806». En: Tierra Firme. Nº 96, Caracas: Fundación Tierra Firme, 2006, pp. 571-578.
17. González Batista, Carlos, citado por López, Isaac. «La invasión de Francisco de Miranda a Coro en la historiografía regional». En: Tierra Firme. nro. 96, Caracas: Fundación Tierra Firme, 2006, p. 588.
18. García, Carlos. «Representación y orden jerárquico en la provincia de Venezuela, siglo XVIII». En Montalbán, n. 43, Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2009, p. 9.
19. Straka, Tomás. La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas: 1810-1821. Caracas: Colección Monografías, Comisión de Estudios de Postgrado, Universidad Central de Venezuela, 2000, p. 51.
20. Twinam, Ann. «Las reformas sociales de los Borbones: una visión revisionista». En Montalbán, n. 34, Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2001, pp. 222-223.
21. Ibídem, p. 224
22. Rodríguez Mesa, María. Los blancos pobres. Una aproximación a la comprensión de la sociedad venezolana y al reconocimiento de la importancia de los canarios en la formación de grupos sociales en Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1997, p. 158.
23. Twinam, op. cit., pp. 224-225
24. Izard, Miquel. «Élites criollas y movilización popular». En Guerra, François Xavier (Dir.). Revoluciones Hispánicas: Independencias americanas y liberalismo español. Madrid: Editorial Complutense S.A., 1995, pp. 93-94.
25. Quintero, Inés. «La conjura de los mantuanos: último acto de fidelidad a la monarquía española». En Temas de Historia Contemporánea de Venezuela. Caracas: Colección Temas, Serie Historia, Fondo Editorial de Humanidades y Educación – Universidad Central de Venezuela, 2005, p. 17.
26. Los pardos fueron representados en la Junta de Caracas por el criollo José Félix Ribas.
27. Brito Figueroa, Federico. Tiempo de Ezequiel Zamora. Caracas: Ediciones Centauro, 1975, p. 18.
28. Robertson, John, citado por Valarino de Abreu, Verónica. «Apuntes de historia diplomática de Venezuela». En Revista Venezolana de Relaciones Internacionales y Política Exterior, Especial 2, Caracas. Editorial Nuevas Letras y Fondo Editorial Tropykos, 2003, p. 31.
29. Parra Pérez, Caracciolo. Historia de la Primera República de Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, 1992, p. 271.
30. Testimonio de Roscio, Juan Germán, citado por Parra Pérez, op. cit., p. 282.
31. Straka, op. cit., pp. 87-105.
32. García Pelayo, Manuel, citado por Straka, ibídem, p. 106.
33. Straka, op. cit., p. 87.
34. Pino Iturrieta, Elías. Ideas y mentalidades de Venezuela. Caracas: Colección Estudios, Monografías y Ensayos, Nº 179, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1998, p. 111.
35. Mateucci, Nicola. «Liberalismo». En Bobbio, Norberto, Mateucci, Nicola y Pasquino, Gianfranco. Diccionario de Política. México: Editorial Siglo XIX, 1994, p. 879.
36. Burdeau, Georges. El liberalismo político. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1983, p. 75.
37. De Vattel, Emerich, citado por Gallie, W. B. Filósofos de la paz y de la guerra. México: Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 45.
38. Ibídem, p. 39.
39. De Francesco Mur, Mireya. «El bajo clero durante la guerra de independencia venezolana (1811-1821): Análisis de los instrumentos de acción política utilizados a favor de la causa realista». En Temas de Historia Contemporánea de Venezuela. Caracas: Colección Temas, Serie Historia -Universidad Central de Venezuela, 2005, pp. 32-41.
40. De Francesco Mur, Mireya. «El bajo clero durante la guerra de independencia venezolana (1811-1821). Análisis de sus ideas y participación a favor de la causa patriota». En Memorias de las II Jornadas de Historia y Religión: Fe y cultura en Venezuela. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2002, pp. 197-204.
41. En otras fuentes se indica que monseñor Santiago Hernández Milanés sació en la población de Mieza.
42. Pastoral de Monseñor Santiago Hernández Milanés del 11 de julio de 1810, en Silva, Antonio Ramón (Compilador). «Pontificiado del Ilustrísimo Señor Hernández Milanés (Documentos oficiales)». En Documentos para la historia de la Diócesis de Mérida. Tomo II. Mérida: Imprenta Diocesana, 1909, pp. 234-235.
43. Parra Pérez, Caracciolo. op. cit., p. 226.
44. Carta de Monseñor Santiago Hernández Milanés al Ayuntamiento de Caracas, del 30 de julio de 1810, en Silva, Antonio Ramón (compilador), op. cit., p. 239.
45. Ibídem, p. 245.
46. Pérez Vila, Manuel. «Estudio Preliminar», en Coll y Prat, Narciso. Memoriales sobre la Independencia de Venezuela de Narciso Coll y Prat. Caracas: Colección Sesquicentenario de la Independencia, Academia Nacional de la Historia, Ediciones Guadarrama, 1960, p. 13.
47. Juramento de la independencia de Venezuela, aprobado el 8 de julio de 1811 por el Congreso de Venezuela, citado por Parra Pérez, Caracciolo. op. cit., p. 307.
48. Pérez Vila, Manuel (estudio preliminar), op. cit., pp. 33-34.
49. Carta de Simón Bolívar a Narciso Coll y Prat, del 8 de febrero de 1814, citada por Kammann Ayala, Walter. Biografía de José Félix Ribas. Caracas: Inédito. 1967, p. 20.
50. Úslar Pietri, Juan. Historia de la rebelión popular de 1814. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana Editores, Serie Bicentenario. 2010, p. 133.
51. Coll y Prat, Narciso. Memoriales sobre la Independencia de Venezuela de Narciso Coll y Prat. Caracas: Colección Sesquicentenario de la Independencia, Academia Nacional de la Historia, Ediciones Guadarrama, 1960, pp. 33-34.
52. Parra Pérez, op. cit., p. 298.
53. Acta de Independencia de Venezuela, del 5 de julio de 1811. En: Academia Nacional de la Historia [online], Información digitalizada, Textos históricos. [citado 05 de diciembre 2010], disponible en la World Wide Web: http://www.anhvenezuela.org/ pp. 1-6.
54. Testimonio del diputado Garrido, del 31 de julio de 1811, citado por Soriano de García Pelayo, Graciela. Venezuela 1810-1830: aspectos desatendidos de dos décadas. Caracas: Colección Cuadernos Lagoven, Serie Cuatro Repúblicas, Editorial Arte. S.A., 1988, p. 65.
55. Carta de Juan Germán Roscio a Andrés Bello, del 31 de agosto de 1811, citada por Parra Pérez, op. cit., pp. 313-316.
56. Ibídem, p. 320.
57. Soriano de García Pelayo, op. cit., p. 68.
58. Constitución de los Estados Unidos de Venezuela, del 21 de diciembre de 1811. En: Academia Nacional de la Historia [online], Información digitalizada, Textos históricos. [citado 05 de diciembre de 2010], Disponible en la World Wide Web: http://www.anhvenezuela.org/
59. Ibídem, p. 40.
60. Brewer Carías, Allan. «El paralelismo entre el constitucionalismo venezolano y el constitucionalismo de Cádiz (o de cómo el de Cádiz no influyó en el venezolano)». En La Constitución de Cádiz de 1812. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2004, p. 278.
61. Constitución de los Estados Unidos de Venezuela. op. cit., p. 8.
62. Straka, Tomás. La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas: 1810-1821. Caracas: Colección Monografías, Comisión de Estudios de Postgrado, Universidad Central de Venezuela, 2000, p. 216.
63. Decreto del gobierno republicano de Venezuela, del 16 de abril de 1812, en De Rojas, Marqués (Compilador). «Deserciones: Decreto Penal», Archivo del General Miranda; campaña de Venezuela, prisión y muerte del general Miranda. La Habana: Editorial Rex, 1950, p. 392.
64. Ibídem, p. 443
65. Ley Marcial de 1812, en De Rojas, Marqués (compilador). op. cit., pp. 407-409.
66. Proclama de Francisco de Miranda a los habitantes de Caracas, del 29 de mayo de 1812. Ibídem, pp. 403-404.
67. Carta de Francisco de Miranda a Domingo de Monteverde, del 12 de julio de 1812, en De Rojas, Marqués (Compilador). op. cit., pp. 510-511.
68. Carta de Domingo de Monteverde a Francisco de Miranda, del 13 de julio de 1812. Ibídem, p. 511.
69. Bencomo Barrios, Héctor. «Capitulaciones militares». En Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar. Tomo I. Caracas: Fundación Polar, 1997, pp. 645-647.
70. Carta de Domingo de Monteverde a Francisco de Miranda, en De Rojas, Marqués (Compilador). op. cit., pp. 516-518.
71. Ibídem.
72. Bencomo Barrios, Héctor. Miranda y el arte militar. Los Teques: Edición Aniversario. Italgráfica S.A, 2000, p. 150.
73. Carta de Francisco de Miranda al Marqués de Casa de León, citado por Urquinaona, en De Rojas, Marqués (Compilador). Archivo del General Miranda; campaña de Venezuela, prisión y muerte del general Miranda. La Habana: Editorial Rex, 1950, p. 540.
74. Daniel Florencio O’Leary, citado por Parra Pérez, Caracciolo. op. cit., p. 32.
75. Capitulación de San Mateo, del 25 de julio de 1812, en De Rojas, Marqués (Compilador). op. cit., pp. 528-530.
76. Ibídem, pp. 538-543.
77. Representación dirigida al rey Fernando VII por Francisco de Miranda, del 30 de junio de 1813, citada por Parra Pérez, Caracciolo. op. cit., p. 540.
78. Brewer Carías, Allan. «El paralelismo entre el constitucionalismo venezolano y el constitucionalismo de Cádiz (o de cómo el de Cádiz no influyó en el venezolano)». La Constitución de Cádiz de 1812. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 2004, p. 321.
79. Bolívar, Simón, citado en Ibídem, pp. 321-322.
80. Testimonio de Simón Bolívar a Francisco Iturbe, en Úslar Pietri, Juan. Historia de la rebelión popular de 1814. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana Editores, Serie Bicentenario. 2010, pp. 85-86.
81. Proclama de Simón Bolívar de Guerra a Muerte, del 15 de junio de 1813, en Pérez Vila, Manuel (Compilador). Doctrina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1986, pp. 21-22.
82. Guerra Iniguez, Daniel. Derecho Internacional Público. Caracas: Kelran Editores, C. A., 1999, p. 523.
83. Carta de Rafael Urdaneta, del año 1813, citada por Vallenilla Lanz, Laureano. Cesarismo Democrático. Caracas: Eduven, 2000, p. 31.
84. Soriano de García Pelayo, Graciela. op. cit., p. 68.
85. Carrera Damas, Germán. «Algunos problemas relativos a la organización del Estado durante la Segunda República Venezolana». En El pensamiento constitucional de Latinoamérica: 1810-1830. Caracas: Colección Sesquicentenario de la Independencia, Academia Nacional de la Historia, 1962, pp. 382-385.
86. Valerino de Abreu, Verónica. «Apuntes de historia diplomática de Venezuela». En Revista Venezolana de Relaciones Internacionales y Política Exterior. Especial 2. Caracas: Editorial Nuevas Letras y Fondo Editorial Tropykos, 2003, pp. 74-75.
87. Estéves González, Edgar. Batallas de Venezuela: 1810-1824. Caracas: Libros de El Nacional, 2004, p. 76.
88. Testimonio de José Manuel Restrepo, citado por Carrera Damas, Germán. Boves. Caracas: Monte Ávila Editores, 1991, p. 36.
89. Úslar Pietri, Juan. op. cit., pp. 95-96.
90. Testimonio de Juan Manuel Cajigal, citado por Carrera Damas, Germán. op. cit., p. 41.
91. José Manuel Restrepo, citado por Carrera Damas, Germán. op. cit., p. 35.
92. Memorial de José Ambrosio Llamozas, citado por Mondolfi Gudat, Edgardo. José Tomás Boves. Caracas: C.A. Editorial El Nacional, 2005, p. 80.
93. El genocidio, en Derecho Internacional, es un crimen que consiste en destruir o cometer conspiración para aniquilar y exterminar de forma premeditada y sistemática un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Fue definido en la Convención para la prevención y sanción del crimen de genocidio, en declaración adoptada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948.
94. Proclama de José Tomás Boves, del 5 de abril de 1814, citado por De Armas Chitty, José Antonio. op. cit., pp. 121-122.
95. Ibídem, p. 22
96. Carta de Vansittart dirigida al gobernador de Curazao Hodgson, fechada el 27 de enero de 1814, citada por Parra Pérez, Caracciolo. op. cit., p. 30.
97. Ley Marcial del 17 de junio de 1814, en Lecuna, Vicente (Compilador). Obras de Simón Bolívar. Caracas: Ediciones de la CANTV, 1982, p. 2553.
98. Landaeta Rosales, Manuel. Recepciones hechas en Caracas a personajes notables. Caracas: Imprenta Bolívar. 1907, p. 7.
99. Manifiesto de Carúpano de Simón Bolívar, del 7 de septiembre de 1814, en Pérez Vila, Manuel (Compilador). Doctrina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1986,. pp. 42-43.
100. Úslar Pietri, Juan. op. cit., p. 116.
101. Originalmente el documento lleva por título: Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla.
102. Documento Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla, de Simón Bolívar, de fecha 6 de septiembre de 1815, en Pérez Vila, Manuel (Compilador). Doctrina del Libertador. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1986, p. 74.
103. Pino Iturrieta, Elías. Ideas y mentalidades de Venezuela. Caracas: Colección Estudios, Monografías y Ensayos, Nº 179, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1998, p. 84-85.
104. Artículo de prensa de Simón Bolívar dirigido al Editor de la Gaceta Real de Jamaica, del 28 de septiembre de 1815, en Pérez Vila, Manuel (Compilador). op. cit., p. 77.
105. Ibídem, p. 78.
106. Salcedo Bastardo, José Luis. Visión y revisión de Bolívar. Buenos Aires: Imprenta López, 1966, p. 239.
107. Decreto de Simón Bolívar, del 2 de junio de 1816, en Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., pp. 2578-2579.
108. Decreto de Simón Bolívar, del 6 de julio de 1816. Ibídem, p. 2580.
109. Straka, Tomás. La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas: 1810-1821. Caracas: Colección Monografías, Comisión de Estudios de Postgrado, Universidad Central de Venezuela, 2000, p. 35.
110. Rodríguez, Adolfo. «José Antonio Páez». En Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar. Tomo III. Caracas: Fundación Polar, 1997, pp. 465-466.
111. Páez, José Antonio. Autobiografía del General José Antonio Páez. Nueva York: Imprenta de Hallet y Breen. 1869, p. 57.
112. Straka, Tomás. Las alas de Ícaro: indagación sobre ética y ciudadanía en Venezuela (1800-1830). Caracas: Universidad Católica Andrés Bello – Fundación Konrad Adenauer Stiftung, 2005, p. 85.
113. Straka, Tomás. La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas: 1810-1821. Caracas: Colección Monografías, Comisión de Estudios de Postgrado, Universidad Central de Venezuela, 2000, pp. 53-57.
114. Ibídem. p. 46.
115. Carrera Damas, Germán. La crisis de la sociedad colonial venezolana. Caracas: MonteÁvila Editores, 1983. p. 21.
116. Caballero, Manuel y otros. «De la antimonarquía patriótica a la virtud armada: la formación de la teoría política del Libertador». En Episteme, Revista del Instituto de Filosofía, nro.5-6. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1986, pp. 9-40.
117. Straka, Tomás. «Nuestras primeras necesidades: la República como problema moral». En La Cultura Política del Venezolano: I Coloquio Historia y Sociedad. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello. Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. 2005, p. 54.
118. Straka, Tomas. La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas: 1810-1821. Caracas: Colección Monografías, Comisión de Estudios de Postgrado, Universidad Central de Venezuela, 2000, pp. 46-47.
119. Decreto de Simón Bolívar, en Salcedo Bastardo, José Luis. Historia Fundamental de Venezuela. Caracas: Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armadas Venezolanas, 1972, pp. 407-410.
120. Carrera Damas, Germán. Una nación llamada Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1983, p. 19.
121. Quintero, Inés y otros. Más allá de la Guerra: Venezuela en tiempos de la Independencia. Caracas: Fundación Bigott, Serie Historia, 2008, p. 5-12.
122. Palabras de Fernando VII, en el año 1814, citadas por Ventura, Jorge. Historia de España. Barcelona: Plaza y Janés S.A. Editores, Tomo IV, 1975, p. 33.
123. Cuno, Justo. El retorno del Rey: El restablecimiento del régimen colonial en Cartagena de Indias 1815-1821. Castelló de La Plana: Colección América, nro. 9, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 2008, p. 52.
124. Instrucciones del Rey Fernando VII a Pablo Morillo como General en Jefe de la Expedición de Costa Firme, de fecha 15 de noviembre de 1814 y 9 de mayo de 1815, citadas por Blanco, José Félix y Azpúrua, Ramón. Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1983, p. 264.
125. Cuno, Justo. op. cit., p. 52.
126. Congreso de la República del Perú (Compilador). Leyes de los Reynos de Indias. Libro III, Título IV, titulado De la Guerra de las Leyes de los Reynos de Indias, Ley VIII. Lima: Archivo digital de la Legislación del Perú. Lima, Congreso de la República de Perú. http://www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm.2007. p. 2.
127. Ibídem, p. 2.
128. Ibídem., p. 266.
129. Ibídem, p. 267.
130. Testimonio de Tomás Morales, citado por el coronel De Sevilla, Rafael. Pérez Moris, José (Arreg.). «Memorias de un Militar». En Lemmo, Angelina y Carrera Damas, Germán (Comp.). «Materiales para el estudio de la ideología realista de la Independencia». Anuario. Caracas: Instituto de Antropología e Historia, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Volumen II, 1971, pp. 1561-1562.
131. Ibídem, p. 1561.
132. Centro Nacional de Memoria Histórica. Informe Basta Ya. Colombia: Memorias de guerra y dignidad (Resumen). Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia. 2013, p. 75.
133. Straka, Tomás. op. cit., p. 43.
134. Testimonio de Estevan Fernández, fechado el 18 de noviembre de 1815, citado por Arambarri, Francisco Xavier Hechos del General Pablo Morillo en América. Documentos de la conquista, colonización e independencia de Venezuela. Volumen I. Murcia: Servicio de Publicaciones de la Embajada de Venezuela en España. Impresiones ETISA, 1971, pp. 26-27.
135. Aunque no se precisa la fecha de este testimonio, con seguridad fue escrito después de 1820 ya que se cita prensa de esa década y se habla del Rey Fernando como “nuevamente un rey constitucional”, con lo cual se presume que fue escrito entre 1820 y 1823, tiempo de duración del segundo período de la monarquía constitucional española.
136. Arambarri, Francisco Xavier. op. cit., p. 77.
137. José Gil Fortoul citado por Straka, Tomás. «Nuestras primeras necesidades: la República como problema moral». En La Cultura Política del Venezolano: I Coloquio Historia y Sociedad. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello. Editorial Equinoccio. Universidad Simón Bolívar. 2005, p. 55.
138. Decreto de Amnistía de Simón Bolívar, del 17 de febrero de 1818. En Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., p. 2605.
139. Valarino de Abreu, Verónica. «Apuntes de historia diplomática de Venezuela». Revista Venezolana venezolana de Relaciones Internacionales y Política Exterior. Especial 2. Caracas: Editorial Nuevas Letras y Fondo Editorial Tropykos, 2003, p. 100.
140. Declaración de Simón Bolívar como Jefe Supremo de la República de Venezuela, de fecha 20 de noviembre de 1818, en Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., p. 2616.
141. Rojas, Armando. Bolívar Diplomático. Caracas: Serie Bicentenario de los Cuadernos Lagoven, 1983, p. 45-48.
142. Ibídem, p. 457.
143. Surgen así las llamadas Sociedades Patrióticas, centros de libre discusión con ideas progresistas.
144. Mensaje de Simón Bolívar a los realistas, del 1º de julio de 1820, en Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., pp. 2552 - 2553.
145. Burdeau, Georges. El liberalismo político. Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1983. p. 76-78.
146. Muñoz, Francisco A. y López Martínez, Mario. Historia de la Paz. Tiempos, espacios y actores. Granada: Universidad de Granada, Editorial Eirene, 2000, p. 420.
147. Gil Novales, Alberto. El Trienio Liberal. Colección de Estudios de Historia Contemporánea. Madrid: Editorial Siglo Veintiuno de España Editores S.A., 1989, p. 4.
148. Reixach Vila VILÁ, Pedro. «El Libertador se adelanta al curso de la historia: Tratado de Regularización de la Guerra». Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Tomo LXIX, nro. 274. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1987, p. 396.
149. Medina Plana, Raquel. «Revolución o guerra civil: un análisis de discurso sobre las amnistías para ultramar y los afrancesados en el Trienio Liberal», De Los Mozos Touya, José Javier y León Borja, Istvan Szaszdi (Editories). El ejército, la paz y la guerra. Valladolid: Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial de la Universidad de Valladolid. 2009, pp. 331-332.
150. Colección de Decretos, t. VI, p. 143 y ss. Ibídem. p. 335.
151. Carta de Simón Bolívar a Miguel de la Torre, del 7 de julio de 1820, en Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., p. 468.
152. Barnola, Pedro Pablo. «Estudio preliminar», en Grases, Pedro y Pérez Vila, Manuel (Compiladores). El amor a la paz. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. 1970, p. XVIII.
153. Carta de Simón Bolívar a Pablo Morillo, del 21 de julio de 1820, en Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., p. 413.
154. Carta de Simón Bolívar a Miguel de La Torre, del 23 de julio de 1820. Ibídem, p. 483.
155. Reixach Vila, Pedro. op. cit., p. 397.
156. Barnola, Pedro Pablo. «Estudio preliminar», en Grases, Pedro y Pérez Vila, Manuel (Compiladores). op. cit., p. xx.
157. Carta de Pablo Morillo a Simón Bolívar, del 12 de noviembre de 1820, citada por Filippi, Alberto. Bolívar y Europa en las crónicas del pensamiento político. Volumen I. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1986, p. 86.
158. Carrillo, Marcos Rubén. Los tratados de Trujillo. Trujillo: Ediciones del Centro de Historia del Estado Trujillo, 1968, p. 7.
159. Tratado de Armisticio entre patriotas y realistas, suscrito el 25 de noviembre de 1820, citado por Lara, Jorge Salvador. El Gran Mariscal de Ayacucho, precursor del Derecho Internacional Humanitario. Caracas: Comisión Nacional del Bicentenario del Gran Mariscal de Ayacucho, 1996, p. 79.
160. Ibídem, pp. 79-81.
161. Ibídem, pp. 85-86.
162. Ibídem, p. 87.
163. Tratado de Regularización de la Guerra entre patriotas y realistas, suscrito el 26 de noviembre de 1820, citado por Lara, Jorge Salvador. op. cit., p. 91.
164. Ibídem, p. 92.
165. Ídem.
166. Ibídem, p. 94.
167. Ibídem, pp. 95-96.
168. Straka, Tomás. «España y Venezuela: Un reconocimiento en dos actos (1820-1845)». Cuadernos Hispanoamericanos, 653-654. Caracas: s/n, 2004, p. 38.
169. Carrillo, Marcos Rubén. op. cit., p. 17.
170. Pérez Tenreiro, Tomás. Don Miguel de la Torre y Pando. Relación de sus campañas en costa firme 1815-1822. Carabobo: Italgráfica, 1971, p. 317.
171. Bencomo Barrios, Héctor. «Batalla de Carabobo». Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar. Tomo I. Exlibris Impresiones, 1997, pp. 662-663.
172. Carta de Miguel de la Torre a Simón Bolívar, del 6 de julio de 1821 citada por De Armas Chitty, José Antonio. op. cit., p. 92.
173. Carta de Simón Bolívar a Miguel de la Torre, del 10 de julio de 1821, en Lecuna, Vicente (Compilador). op. cit., p. 575.
174. Carrera Damas, Germán. Una nación llamada Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1997, pp. 68-69.
175. Jiménez, Hadelis. La Batalla del Lago de Maracaibo. Caracas: Marvin Klaine Editor, 2002. p. 25.
176. Ibídem, p. 74-75.
177. Capitulación del 4 de agosto de 1823, citada por Jiménez, Hadelis. op. cit., p. 76.
178. Páez, José Antonio. op. cit., pp. 223-224.
179. Capitulación de la plaza de Puerto Cabello y Castillo de San Felipe, del 10 de noviembre de 1823, citada por Páez, José Antonio. op. cit., p. 226.
180. Rafael María Baralt, citado por Páez, José Antonio. op. cit., p. 226.
181. Lecuna, Vicente, op. cit., pp. 2667-2668.
182. Capitulación de la Batalla de Pichincha, del 24 de mayo de 1822. Citada por Castellanos, Rafael Ramón. La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho. Cumaná: Ediciones de la Gobernación del estado Sucre, 1998, p. 129.
183. Ibídem, p. 131.
184. Lecuna, Vicente, op. cit., p. 2668.
185. Bastidas Urresty, Édgar. Las guerras de Pasto. Bogotá: Colección Bicentenarios de América Latina. Fundación para la Investigación y la Cultura- FICA. 2010, pp. 167-168.
186. Castellanos, Rafael Ramón. op. cit., pp. 181-182.
187. Alfaro Pareja, Francisco. «El génesis del Derecho Internacional Humanitario: el Tratado de Regularización de la Guerra y su incidencia en el surgimiento del Derecho Internacional Humanitario». Revista Española de Derecho Militar, nros. 95-96. Madrid: Escuela Militar de Estudios Jurídicos, Ministerio de la Defensa de España, 2010, pp. 135-138.
188. Carta de Antonio José de Sucre a Pedro Antonio Olañeta, del 26 de enero de 1825, citada por Castellanos, Rafael Ramón. op. cit., p. 212.
189. Palacios Herrera, Oscar. Dionisio Cisneros, el último realista. Colección Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela. Tomo 45. Caracas: Academia Nacional de la Historia, Italgráfica S.R.L, 1989, pp. 12 y 95.
190. Páez, José Antonio. op. cit., p. 107.
191. Bencomo Barrios, Héctor. «José Antonio Arizábalo y Orobio». Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, Exilibris Impresiones, Tomo I, 1997, p. 225.
192. Palacios Herrera, Oscar. op. cit., pp. 148-168.
193. Straka, Tomas. «El Rey no quiere a los blancos». El Desafío de la Historia, Año 1, Número 2, Caracas: Grupo Editorial Macpecri. 2009, p. 27.
194. Testimonio de Arizábalo y Orobio, citado por Palacios Herrera, Oscar. op. cit., p 183.
195. Ibídem.
196. Capitulación de José Arizábalo y Orobio con el general republicano Lorenzo Bustillos, citada por Páez, José Antonio. op. cit., pp. 399-400.
197. Chust, Manuel. y Frasquet, Ivana. Tiempos de Revolución: comprender las independencias iberoamericanas. Madrid: Colección América Latina en la Historia Contemporánea, número 2, Serie Recorridos, Editorial MAPFRE, 2013, pp. 304-305.
198. Carta de Dionisio Cisneros a José Antonio Páez. Ibídem, pp. 201-202.
199. Ibídem.
200. Carta de José Antonio Páez al Secretario de Estado, citada por Páez, José Antonio. op. cit., pp. 159-160.
201. Ibídem, p. 163.
202. Ibídem, p. 164.
203. Quintero, Inés. La criolla principal: María Antonia Bolívar, la hermana del Libertador. Caracas: Aguilar, 2008. pp. 35-36.
204. Ibídem, pp. 44-47.
205. Franceschi, Napoleón. Vida y Obra del ilustre caraqueño Don Feliciano Montenegro y Colón. Caracas: Ediciones de la Alcaldía de Caracas, 1994, p. 23.
206. Feliciano Montenegro y Colón, en exposición a Francisco Javier Yanes. «El episodio de Quiamare». Lemmo, Angelina y Carrera Damas, Germán. op. cit., pp. 1463-1466.
207. Franceschi, Napoleón. op. cit., p. 27.
208. Quintero, Inés. El último marqués. Francisco Rodríguez del Toro. Caracas: Editorial Fundación Bigott. Serie Historia. 2005, pp. 107-143.
209. Ibídem, pp. 173-175.
210. Ibídem, pp. 175-177.
211. Ibídem, pp. 189-191.
212. Ibídem, pp. 197-208.
213. Centro Nacional de Memoria Histórica. op. cit., p. 74.
214. Straka, Tomás. «Venturas y desventuras de la nobleza criolla». La república fragmentada. Claves para entender a Venezuela. Caracas: Editorial Alfa, 2015, p. 142.
215. Testimonio de la reunión sostenida entre el general Carlos Soublette y el presidente del Consejo de Ministros de España, Francisco Martínez de la Rosa, en Madrid en abril de 1835, citado por Páez, José Antonio. op. cit., p. 282.
216. Arostegui, Julio, Canal, Jordi y González, Eduardo. El carlismo y las guerras carlistas: hechos, hombres e ideas. Madrid: La Esfera de los Libros, 2003, p. 47.
217. A excepción quizá del período de la regencia del general Espartero entre 1840 y 1843.
218. Cabeza Sánchez-Albornoz, Sonsoles. «La década moderada (1844-1854)». Paredes, Javier (coord.) Historia contemporánea de España: siglo XIX