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1. Adolfo Castañón

Alfonso Reyes

El libro de las jitanjáforas y otros papeles.
Selección, prólogo y notas

 

2. José Balza

Red de Autores.

Ensayos y ejercicios de literatura hispanoamericana

 

3. Arturo Souto Alabarce

Cuentos a deshora

 

4. Emilio Uranga

Análisis del ser del mexicano y otros escritos sobre la filosofía de lo mexicano (1949-1952)

Selección, prólogo y notas

de Guillermo Hurtado

 

5. Armida de la Vara

La creciente y otras narraciones

 

6. Rodolfo Usigli

Obliteración y dos conversaciones con George Bernard Shaw

 

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Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.

 

Primera edición en papel: abril de 2013

D.R. © Herederos de Emilio Uranga

 

De la presente edición:

© Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2013

Cerro Tres Marías número 354

Col. Campestre Churubusco, C.P. 04200

México, D.F.

editorial@libreriabonilla.com.mx

www.libreriabonilla.com.mx

 

ISBN edición en papel: 978-607-7588-77-1

ISBN edición digital: 978-607-7588-87-0

 

Cuidado de la edición: Bonilla Artigas Editores

Formación: Saúl Marcos Castillejos

Portada: María Artigas

 

El grabado de la portada es de Elvira Gascón y con él se ilustró la primera edición del Análisis del ser del mexicano, Porrúa y Obregón, México, 1952.

 

Impreso y hecho en México

 

 

Queremos agradecer la ayuda incondicional de Cecilia Uranga para que la presente edición llegara al mar de tinta y papel.

Los editores.

Índice

 

Prólogo

ANÁLISIS DEL SER DEL MEXICANO

I. INTRODUCCIÓN

1. Lo mexicano tema central de nuestra cultura

II. FILOSOFÍA

2. El accidente y el mexicano

3. Sentido radical de la investigación sobre lo mexicano

4. El mexicano y el humanismo

III. HISTORIA

5. Insuficiencia e inferioridad

IV. POESÍA

6. El significado de la Revolución mexicana

7. Carácter y ser del mexicano en la poesía de López Velarde

8. Nota sobre lo original y lo originario

ENSAYOS EN REVISTAS ACADÉMICAS

Ensayo de una ontología del mexicano

50 años de filosofía en México

Notas para un estudio del mexicano

Optimismo y pesimismo sobre el mexicano

ARTÍCULOS EN SUPLEMENTOS
CULTURALES

La ontología del ser del mexicano

La filosofía en México y de México

Filósofos y profesores de filosofía

Dos existencialismos

Desilusión y cinismo

La filosofía como pragmatismo

Ramos y la psicología del mexicano

Por una filosofía circunstancial y concreta

Rigor y divulgación en la filosofía

La idea mexicana de la muerte

El mexicano y el humanismo

A propósito de Rodolfo Usigli

El significado de la Revolución Mexicana

Generación y grupo

El sentimiento de rivalidad en el mexicano. Comentarios a una conferencia de Juan José Arreola

Contradicciones del mexicano. Comentario a una conferencia de José Alvarado

El siglo XIX, siglo mexicano

Entre mexicanos

Advertencia de Gaos

Primera conferencia

Segunda conferencia

Tercera conferencia

Cuarta conferencia

Quinta conferencia

Sexta conferencia

Observaciones

Sobre el ser del mexicano. Carta a José Moreno Villa

El lenguaje del ser

La dificultad

Una solución clásica

La valoración metafísica

Un cambio de frente

Segunda parte

La tradición ve desde afuera

Metafísica y ontología

Potencialidad en lo íntimo

El cambio de ser

Combinación y mezcla

Ontología del mexicano

Índice Onomástico

Sobre el autor

Prólogo

1.- Emilio Uranga

Hay libros que no necesitan prólogo. Dicen lo que dicen y no requieren preámbulos. La obra de Emilio Uranga habla por sí sola; sus tonos, acentos y giros son destellos de un hombre que vivió de manera intensa y que, como muy pocos, fue un mexicano de su tiempo. Sin embargo, su pensamiento ha sido despreciado e ignorado. Es por ello que hace falta explicar, revalorar y contextualizar las reflexiones filosóficas que hizo sobre el mexicano hace más de medio siglo.

Uranga nació en 1921 y murió 1988. Estudió filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que en aquel entonces se alojaba en el edificio de los Mascarones. A mediados del siglo XX, la Facultad de Filosofía y Letras era el centro más importante de estudio y creación filosófica en lengua española. Además de la destacada presencia de los profesores españoles y de un selecto grupo de profesores mexicanos, había una pléyade de talentos jóvenes que conformó la que acaso sea la generación más brillante del pensamiento mexicano de ese siglo. En 1948 se forma el grupo Hiperión, integrado por los jóvenes estudiantes Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro, Ricardo Guerra, Joaquín Sánchez Macgrégor, Salvador Reyes Nevárez y Fausto Vega. Poco después, se les une Leopoldo Zea, que pertenecía a una generación anterior y ya era un prestigioso profesor. Empero, en el grupo, Uranga era, como recuerda Villoro, primus inter pares: el más inteligente, el más talentoso, el más prometedor de todos. En palabras de José Gaos, inteligencias como las de Uranga sólo se daban una vez cada siglo en Europa.

El Hiperión fue un grupo generacional en el sentido orteguiano del término, es decir, ellos pensaban que tenían la responsabilidad de ocuparse de ciertos asuntos cruciales de su tiempo. Durante su primer año de actividades, en 1948, se dedicaron a estudiar el existencialismo francés. Pero al año siguiente, en 1949, y hasta 1952, se dieron la tarea de realizar una filosofía de lo mexicano. La filosofía de lo mexicano del Hiperión fue una de las reflexiones más originales del pensamiento iberoamericano del siglo XX. Vista desde una perspectiva cultural, la filosofía de lo mexicano es, acaso, la expresión más alta de la idea de la mexicanidad gestada durante la posrevolución mexicana. Una idea de mexicanidad compleja que respondía a una realidad no menos compleja: un país mitad rural y mitad urbano, en donde las creencias y costumbres ancestrales convivían con un proceso de crecimiento y modernización. Mexicanidad de una sensibilidad agridulce y feroz, como la que se manifestaba en la música popular del periodo (quizá no sea irrelevante que el padre de Uranga haya sido el compositor de “Allá en el Rancho Grande” y “La negra noche”). Mexicanidad del altiplano y del medio siglo, que luego sería expresada en las letras por contemporáneos de Uranga como Rubén Bonifáz Nuño o Ricardo Garibay y, luego, por Carlos Fuentes en La región más transparente (1958).

El estudio de lo mexicano realizado por el grupo Hiperión debe entenderse en el contexto de una rica tradición cultural iberoamericana de reflexión sobre lo propio en la que destacan autores como Unamuno, Martí, Ortega y Gasset, Martínez Estrada, Prada, Mariátegui, y un largo etcétera. No fue, por lo tanto, una ocurrencia de un puñado de jóvenes intelectuales, sino que respondía a preocupaciones compartidas por varias generaciones de pensadores de nuestros países. La reflexión sobre las características distintivas y sobre el destino de los mexicanos comienza en el siglo XVIII y continúa desde entonces. En el siglo XX, en el campo de la filosofía, Antonio Caso, José Vasconcelos y, sobre todo, Samuel Ramos se hicieron preguntas acerca del mexicano para entender sus motivaciones profundas y para sugerir cambios en su forma de ser que le permitiera superar sus problemas. Pero el proyecto de auto-conocimiento y auto-transformación abarcó todas las áreas de la vida pública. A la filosofía de la mexicano se le puede estudiar, desde la filosofía de la cultura, como una manifestación más de una rica corriente que incluye a la novela de la Revolución, el muralismo, el cine de los años cuarenta, etcétera. Una comparación interesante es la que se puede hacer entre las obras sobre México de Uranga y Octavio Paz. Uranga publicó “Ensayo de una ontología del mexicano” en el número de enero-marzo de 1949 de Cuadernos americanos y Octavio Paz publicó “El laberinto de la soledad: El pachuco y otros extremos” en el número de esa revista de septiembre-octubre de ese mismo año. Paz publica El laberinto de la soledad en 1950 y Uranga Análisis del ser del mexicano en 1952. Es revelador que Uranga haya dedicado su libro a Paz y que en la introducción lo mencione como uno de los poetas que han podido capturar y expresar el ser del mexicano. Paz hace referencia a Uranga en la segunda edición de El laberinto de la soledad de 1959, pero me parece que se queda muy corto en sus apreciaciones sobre el filósofo. Ambos libros tienen interesantes semejanzas y desemejanzas que merecen analizarse con cuidado. Los dos describen primordialmente al mexicano mestizo, no al indio, no al criollo puro. Para Paz, el elemento de contraste es el yanqui. Para Uranga, el gachupín. El libro de Paz tiene las virtudes de la obra de un gran poeta. El de Uranga, las virtudes de un gran filósofo. Las dos obras se complementan de manera extraordinaria. Es una lástima que sólo una de ellas haya permanecido en la memoria pública.

Después de publicar Análisis del ser del mexicano, Uranga partió para Europa en viaje de estudios. Allí asistió a clases en varias universidades de Alemania y Francia. Documentos reveladores acerca de esa experiencia en el extranjero son un par de cartas que le escribió a Gaos y que fueron publicadas en la Revista de la Universidad en 1956. A su regreso a México, en 1957, Uranga abjuró del proyecto de la filosofía de lo mexicano, lo que no impidió que siguiera escribiendo sobre la historia, la cultura y la política de México desde otras perspectivas. No se incluyen aquí esos escritos porque pertenecen a otra etapa de su trayectoria y a otro momento de la cultura mexicana. Destacaría aquí, sin embargo, su colaboración en la obra colectiva México: 50 años de Revolución, en la cual él se lamentaba de que la filosofía de lo mexicano hubiese sido repudiada por una burguesía nacional que ya para entonces se inclinaba por una filosofía de corte más internacional y de aspiraciones científicas.

Uranga abandonó su cátedra universitaria y, en general, la filosofía académica a principios de los años sesenta, sin embargo, esto no significó que dejara de pensar y escribir de manera azas filosófica, como puede constatarse en sus numerosos escritos políticos y literarios. No obstante, su prestigio en los círculos intelectuales comenzó a declinar en esos años. Esto se debió, en parte, a su defensa tan enfática del régimen de López Mateos frente a las críticas de la izquierda universitaria. Su agrio debate con Daniel Cosío Villegas es un claro ejemplo de la actitud beligerante y mordaz que le causó tantos odios. El movimiento de 1968 acabó por desprestigiar a Uranga. Durante los sexenios de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982), Uranga fungió como asesor en distintas oficinas públicas y mantuvo columnas periodísticas. Algunos de sus artículos fueron recopilados en El tablero de enfrente (1978). Sin embargo, también publicó un libro de curiosas y amenas reflexiones literarias y filosóficas, Astucias literarias (1971) y su veredicto final sobre la filosofía de Gaos, De quién es la filosofía (1977), en el cual hizo un uso algo extravagante de la teoría de las descripciones de Bertrand Russell para intentar refutar a su maestro. Sin embargo, ese libro merece ser leído por los textos que escribió Uranga a la muerte de Gaos, que son un ajuste de cuentas a la vez dulce y cruel con el filósofo transterrado.

El crepúsculo personal de Uranga, cada vez más aislado y enfermo, coincidió con el descrédito total de la filosofía de lo mexicano en los medios académicos. Incluso sus viejos amigos, como Villoro o Rossi, calificaban al proyecto como un disparate. Los escritos filosóficos de Uranga quedaron olvidados en las páginas amarillentas de las revistas y los diarios y los poquísimos ejemplares del Análisis del ser del mexicano que se hallaban en las librerías de viejo eran rarezas cubiertas de polvo. A la muerte de Uranga, en 1988, surgió un nuevo interés por su persona y sus escritos. El gobierno de Guanajuato reeditó todos sus libros y en algunos suplementos y revistas culturales se empezó a tejer una leyenda negra sobre Uranga que ha cautivado la imaginación de unos cuantos escritores y ensayistas. Sería deseable que ese mito generara un interés en las ideas de Uranga, porque de otra manera sería lamentable que una inteligencia como la suya quedara reducida al cliché de un filósofo maldito.

2.- Sobre esta antología

Esta antología reúne el corpus de los escritos de Emilio Uranga sobre la filosofía de lo mexicano. El libro se divide en tres partes. La primera, consiste en la reimpresión de Análisis del ser del mexicano, obra publicada originalmente en 1952 dentro de la Colección México y lo mexicano de la editorial Porrúa y Obregón. Desde hace tiempo, el libro está agotado en sus dos ediciones (la segunda, del estado de Guanajuato, es de 1990). La segunda parte de la antología consiste en una recopilación de los cuatro artículos que publicó Uranga entre 1949 y 1952 en revistas académicas sobre el tema de la filosofía de lo mexicano. La tercera parte, recoge los veintiún artículos que sobre el mismo tema, y durante el mismo periodo, publicó en los suplementos culturales de periódicos de circulación nacional. De esta manera, esta antología presenta todo lo que Uranga publicó entre 1949 y 1952 sobre el tema de la filosofía de lo mexicano. En lo que sigue, haré una descripción de cada una de las partes, señalando algunos de los contenidos más importantes.

a.- Análisis del ser del mexicano

Análisis del ser del mexicano es una de las obras principales de la filosofía en lengua española, tanto por la originalidad de su planteamiento teórico, como por la lucidez de sus intuiciones. El libro, que se acabó de imprimir el 31 de julio de 1952, esta dividido en una breve “Introducción” y tres capítulos con los títulos respectivos de “Filosofía”, “Historia” y “Poesía”.

En la “Introducción”, Uranga expone las líneas generales de su proyecto de la filosofía de lo mexicano. Una idea central de dicho proyecto fue expresada por Uranga de esta manera: “Más que una limpia meditación rigurosa sobre el ser del mexicano, lo que nos lleva a este tipo de estudios es el proyecto de operar trasformaciones morales, sociales, religiosas con ese ser”. Es decir, la filosofía de lo mexicano no era únicamente un programa teórico sino un programa de acción transformadora que coincidía con las motivaciones liberadoras y creativas de una de las principales vertientes ideológicas de la Revolución mexicana. También es destacable su caracterización de esta filosofía no sólo como un proyecto generacional en el sentido orteguiano, sino como lo que hoy en día llamaríamos un proyecto colectivo de investigación, es decir, como un equipo de trabajo intelectual organizado alrededor de la discusión de un tema común. En esto se distingue el Hiperión de otros grupos culturales del siglo XX mexicano. Ellos no eran o no pretendían ser una tertulia literaria más.

La segunda parte del libro se intitula “Filosofía” y consiste en la presentación más desarrollada de su proyecto de una ontología de lo mexicano. Este capítulo parte de las ideas ofrecidas por Uranga en “Ensayo de una ontología del mexicano”, de 1949. El propósito central del capítulo es dar una rigurosa estructura teórica y expresar en un vocabulario estrictamente ontológico las corazonadas sobre el ser del mexicano que él había ofrecido en el artículo antes citado. Para ello, Uranga ofrece una lista de categorías ontológicas que utiliza para alcanzar una comprensión teórica del ser del mexicano. El vocabulario conceptual que ofrece Uranga toma conceptos de la tradición filosófica escolástica y existencialista, pero en cada caso, les da un giro o les añade notas, lo que le otorga gran originalidad a su aparato teórico. La tesis central es que lo mexicano se define como accidental. Uranga sostiene que todas las características del mexicano que habían sido estudiadas a esa fecha, como su complejo de inferioridad, su resentimiento, su hipocresía, su zozobra, eran, en el fondo, accidentales, en un sentido técnico de la palabra. Para entenderlas de manera profunda, hay que llevar a cabo una ontología del mexicano. A la pregunta ulterior de cómo definir a lo mexicano en tanto que un ser humano, Uranga responde que define lo humano como mexicano en tanto que lo humano es, también en el fondo, accidental; a pesar de los esfuerzos teóricos por definirlo como sustancial desde la tradición filosófica europea. La ontología del accidente que esboza Uranga es una aportación en sí misma, más allá de su aplicación al mexicano. Uranga realiza un análisis del concepto de accidente contraponiéndolo al de sustancia. Su método consiste en esclarecer al accidente a partir de su relación lógico-ontológica con el de sustancia y viceversa. Cada concepto de la pareja transmite sentido al otro. Uranga sostiene que el mexicano debe adoptar un proyecto de vida auténtico a la manera sartreana, es decir, un proyecto que acepte qué es el mexicano y qué puede ser ejerciendo su libertad. Frente al europeo, que se define a sí mismo a partir de su “jactanciosa sustancialidad”, el mexicano tiene la oportunidad única de asumirse como accidental y de realizarse como tal. La existencia inauténtica del mexicano es aquella que pretende sustancializarse al modo europeo o indígena. Su autenticidad radica en la aceptación de su verdadera forma de existir. De realizar el mexicano esta proeza ontológica, podría enseñar algo al hombre europeo, quien ha negado denodadamente su propia accidentalidad. El europeo encontrará en el mexicano el modelo vital que le permita reconocer la accidentalidad de la existencia humana. Dice Uranga:

No se trata de construir lo mexicano, lo que nos peculiariza como humano, sino a la inversa, de construir lo humano como mexicano. […] En los orígenes de nuestra historia hubimos de sufrir injustamente una desvalorización por no asemejarnos al “hombre europeo”. Con el mismo sesgo de espíritu hoy devolvemos esa calificación y desconocemos como “humana” toda esa construcción del europeo que finca en la sustancialidad a la “dignidad” humana.

Esta cita merece ser sopesada con cuidado. Por una parte, Uranga encuentra en la filosofía europea una visión del hombre, arrogante y sesgada, que había sido refutada por los hechos, recordemos que pocos años antes los europeos casi destruyen su civilización en la guerra más salvaje que recuerda la historia. Por otra parte, como queda claro en el capítulo siguiente de su libro, Uranga efectúa una radical inversión de los valores que sirve al mexicano para asumirse con dignidad, tal y como él es, sin pretender ser como alguien más. Sin embargo, Uranga se cuida mucho de que su proyecto filosófico sea malinterpretado como nacionalista. No se trata de recluirnos en nuestra condición accidental, sino, por el contrario, de encontrar en ella vasos comunicantes con los demás seres humanos. Es más, Uranga considera que un nuevo humanismo puede formularse a partir de la ontología del mexicano. Dice así: “En su punto más extremo y radical, el mexicano se concibe como ‘accidental y zozobrante’, lo que quiere decir que se abre sin defensa a la condición humana en su estrato más profundo”. A diferencia del europeo que trata de huir de esa condición por medio de las construcciones sustanciales de la fe, la ciencia o la cultura, el mexicano no huye de ella, “la palpa cada noche, a todas horas”. En la grave crisis de la posguerra, Uranga ofreció otro modelo de humanismo, uno que enseñara a los mexicanos a asumirse como son, accidentales, zozobrantes y que, de paso, ilustrara a todos los demás seres humanos, pero en especial a los europeos, que la accidentalidad y la zozobra son las condiciones más profundas de la condición humana.

La tercera parte se intitula “Historia” y en este capítulo Uranga considera, en un lenguaje más asequible, diversas cuestiones acerca del mexicano desde el punto de vista de la ontología de lo mexicano expuesta en el primer capítulo. El capítulo inicia con una reflexión sobre los aportes de la filosofía mexicana que retoma ideas de su artículo “50 años de filosofía en México” de 1951. Uranga ofrece una lectura de la filosofía mexicana de la primera mitad del siglo y afirma que ha progresado de la crítica del positivismo a la determinación del proyecto existencial del mexicano. Sin embargo, para forjar los conceptos de la filosofía de lo mexicano, la literatura es más precisa que otras disciplinas académicas, ya que entre ella y el objeto de estudio no se interponen generalizaciones teóricas. Por ejemplo, los personajes de “el pelado” y “el decente”, que aparecen en las páginas de Fernández de Lizardi, son más adecuados para entender al mexicano que las nociones teóricas de “sentimiento de inferioridad” o “resentimiento” (a la Max Scheler). Este método filosófico de ir de lo particular —de lo concreto— a lo general —a lo abstracto— es el que debe utilizar la nueva ontología y la reformulación de un humanismo pluralista. Dice así Uranga: “No conviene partir de una definición del hombre en general, para iluminar con esta idea el hombre ‘particular’ que es el mexicano, sino a la inversa, y por paradójico que ello parezca, hay más bien que partir del ser del mexicano para iluminar desde ahí lo que se ha de llamar hombre en general”. La idea general del hombre no es, afirma, en verdad general sino que carga con todos los prejuicios del hombre europeo. Uranga realiza así una de las críticas más sólidas al eurocentrismo. Dice: “El europeo no se plantea la cuestión de su propio ser porque identifica, sin más, lo humano y lo europeo”. Sólo de una ontología de lo mexicano se puede partir, en México, a la formulación de un nuevo humanismo, como quería Ramos. Romper con la hegemonía ontológica que se nos ha impuesto es el paso fundamental para romper con la dominación cultural y mental que ya antes habían criticado, aunque no de manera tan radical, Caso, Vasconcelos, Ramos y Zea. Si se nos ha hecho creer que lo humano en grado sumo es lo europeo, no nos queda más que entregarnos servilmente a los fines y valores de esa cultura supuestamente superior. Ante el sojuzgamiento ontológico y, por lo mismo, axiológico, el mexicano debe efectuar una radical inversión de valores. En vez de pensar que va a ser salvado por otros, ha de convencerse que él es quien se salvará a sí mismo y, es más, quien puede salvar a los otros. La inversión de valores, dice Uranga, parece asemejarse al resentimiento, pero, en verdad, parte de una posición de fuerza —es imposible ignorar el eco nietszcheano de estas ideas—. A la aceptación consciente de la inversión de valores, le llama Uranga cinismo. Uranga describe así al cínico:

El cínico alardea de plebeyo, es un “pelado”. Pone lo bajo por encima de lo noble, lo ruin a la cabeza de lo pulcro. El cínico manifiesta plétora vital y no apocamiento o tibieza. Es actitud de rebeldía señorial frente al complejo de inferioridad que es una rebelión sumisa, al fondo o una sumisión rebelde. El cínico es desenfadado y audaz, desafía y se mete con un mundo de valores superiores con el decidido y consciente propósito de ponerlo de cabeza.

Si bien Uranga no la desarrolló de manera sistemática, podemos imaginar que la nueva moral para los mexicanos que él hubiera propuesto era una moral cínica, en el sentido del término fijado por él. En Consciencia y posibilidad del México, publicado en 1952, Leopoldo Zea también propuso una nueva moral para los mexicanos basada en una inversión valorativa. La comparación entre Uranga y Zea sobre este punto es muy reveladora. A diferencia de Zea, que partía de una antropología filosófica de corte historicista para proponer una moral para los mexicanos, Uranga la fundamentaba en una ontología existencial. Y eso fue lo que Gaos le reprochó a Uranga: el pretender replantear la autognosis nacional en una ontología, que, según el maestro español, no pasaba de ser una “óntica”, es decir, un estudio secundario sobre un tipo de ente. Para responder a Gaos, Uranga se apoya en la autoridad de Heidegger. Dice Uranga: “La existencia tiene, pues, como propiedad radical la Jemeiningkeit, o ser en cada caso mía y no una existencia general, de todos y de nadie. [] Desde esta perspectiva pues, es legítimo hablar de una ontología del mexicano”. Si Heidegger había dicho que para entender al ser había que entender antes al Dasein, Uranga respondería que para entender al Dasein había que entender antes al Dasein que cada uno es. Pero la radical diferencia entre la ontología del mexicano y la del europeo, según Uranga, es que el europeo se concibe como eminentemente sustancial, mientras que el mexicano se concibe como accidental. Y por esto mismo, la ontología del mexicano está más cerca de una comprensión más verídica de la existencia, porque la existencia es accidental. En vez de subjetivizar a la sustancia, como proponía Hegel, la filosofía europea había sustancializado al sujeto (a pesar de las conocidas reservas de autores como Hume). Desde esta perspectiva, la contribución de Uranga a la filosofía occidental consistiría en accidentalizar de una vez por todas al sujeto personal mediante su descubrimiento fenomenológico de la accidentalidad del mexicano.

La cuarta parte del libro lleva como título “Poesía” y se divide en dos secciones. La primera, muy breve, ofrece las bases enigmáticas de una filosofía de la Revolución mexicana. Algunas de estas ideas habían sido anticipadas por Uranga en su artículo “El significado de la Revolución mexicana” del 19 de noviembre de 1950 y luego serían reelaboradas, desde otras perspectivas teóricas, una década después. Uranga retoma el ensayo de López Velarde “Novedad de la patria” para sostener que el sentido de la Revolución mexicana no había sido comprendido cabalmente por los mexicanos. Hacia el final de la sección, Uranga reflexiona sobre las connotaciones del nombre del partido en el poder. En su primera denominación, “Partido Nacional Revolucionario”, la revolución aparece al servicio de la nación, no de la patria; en la segunda, “Partido de la Revolución Mexicana”, lo mexicano queda definido por la Revolución; y en la tercera, “Partido Revolucionario Institucional”, la revolución solidificada, se ha vuelto figura oficial. Es el segundo nombre, afirma Uranga, donde debería buscarse el sentido íntimo de la Revolución.

La segunda sección del último capítulo es un lectura de la poesía de López Velarde desde la ontología del mexicano. El ejercicio hermenéutico que realiza Uranga en estas páginas es único en la historia de la filosofía mexicana. Ya no se trata de la peculiar versión del método fenomenológico-existencial del primer capítulo del libro, sino del modelo original de una hermenéutica ontológica de lo mexicano a partir de la lectura de textos literarios privilegiados. Se puede cuestionar hasta qué punto Uranga proyectó en los poemas de López Velarde sus ideas filosóficas o, en verdad, encuentra en ellos un manantial de intuiciones primarias que coinciden con sus tesis sobre el ser del mexicano. Pero sea uno o lo otro, el resultado es cautivador. El ejercicio filosófico de Uranga sigue siendo hoy en día un modelo para hacer filosofía mexicana a partir de la literatura mexicana.

b.- Ensayos en revistas académicas

Si bien Uranga concentró sus principales ideas sobre el mexicano en su obra capital Análisis del ser del mexicano, otros de sus escritos del periodo 1949-1952 merecen ser reunidos como elementos del proyecto intelectual de la filosofía de lo mexicano. En la segunda parte de esta antología se ofrecen cuatro ensayos de Uranga publicados en Cuadernos Americanos, Historia mexicana y Revista de la Universidad de México.

El primero de ellos, “Ensayo de una ontología del mexicano” fue publicado en el número de enero-marzo de 1949 de Cuadernos Americanos. El ensayo parte de una lectura crítica de El perfil del hombre y la cultura en México que Uranga había expuesto en un simposio sobre Ramos celebrado en el Centro de Estudios Filosóficos en 1948. Uranga sostiene que el sentimiento de inferioridad del mexicano, diagnosticado por Ramos, es la expresión de una condición más profunda: su insuficiencia ontológica. La brillante reapropiación crítica de la obra de Ramos que realiza Uranga es un ejemplo de cómo hacer filosofía situada y en el marco de una tradición. Uranga parte del sitio al que había llegado Ramos para desde allí avanzar en sus reflexiones. Impresiona la riqueza de su análisis de las diversas condiciones, inclinaciones y peculiaridades de las formas de vida del mexicano. Comparado con el análisis de Ramos, que se limita al análisis de pocas características del mexicano, el de Uranga es mucho más complejo y profundo. El ensayo de Uranga ofrece en una versión embrionaria muchas de las ideas que luego desarrollaría en Análisis del ser del mexicano de manera más teórica y, por ello, podría decirse que este ensayo es el acta de nacimiento de la filosofía de lo mexicano del grupo Hiperión.

En “50 años de filosofía en México” Uranga ofrece algo más que una sucinta historia de la filosofía mexicana de la primera mitad del siglo XX. El estudio es una lectura filosófica del desarrollo de la filosofía mexicana. Uranga destaca las figuras de Caso, Vasconcelos y Ramos. El primero rechaza el positivismo por un afán de libertad que coincide con el estallido de la Revolución mexicana. Caso pretende ser un viajero por el orbe de las ideas, sin importar que apenas hubiera salido de México. En cambio, Vasconcelos es un trotamundos que busca fuera de México el entorno de su filosofía. Para Uranga, la filosofía de Vasconcelos es estética, paisajista y tropical y, por ello, no puede calificarse como mexicana, sino más bien como sudamericana. No sorprende, sigue diciendo Uranga, que su filosofía tenga tan poca influencia entre los miembros del Hiperión. Por lo que toca a Ramos, sostiene que su pensamiento es la expresión de un momento pasajero de inseguridad del mexicano frente a los innegables logros de la Revolución. Pero en 1950 ya no era esa la sensación de los mexicanos. Dice así: “Pasaron los años y el mexicano que puso su convicción en la obra revolucionaria vio coronada esta confianza con éxito. Después de momentos de incertidumbre y zozobra está consolidada la obra revolucionaria y hoy podemos sin enmascaramiento declarar que lo que hicimos era bueno”. La tarea de los jóvenes filósofos mexicanos del medio siglo, según Uranga, era la de preparar el terreno para la acción que exigía el nuevo momento.

Notas para un estudio del mexicano es un largo y complejo intento por poner algún orden conceptual y teórico a las ideas expresadas en el ciclo de conferencias “El mexicano y su cultura”, que se había celebrado en 1951 en la Facultad de Filosofía y Letras (Uranga reseña varias de estas conferencias en sus artículos de periódico). Una característica de estas conferencias subrayada por Uranga es que en ellas se había abordado el mexicano por medio de instrumentos conceptuales que iban más allá de las meras intuiciones. Otra característica es que, a pesar de todas las diferencias entre los mexicanos, se había encontrado una suerte de modelo general del mexicano sobre el cual versaban la mayoría de las reflexiones. Uranga rechaza que estas reflexiones se vean como la expresión de un nacionalismo. Lo mexicano, para él, es una forma de existir, no una credencial de pertenencia a un país. Sin embargo, no deja de señalar que sea el mexicano del altiplano el que se tome con más frecuencia como modelo del mexicano. Uranga reconoce que la tesis de Ramos acerca del complejo de inferioridad del mexicano había sido la única que había cumplido con la exigencia metodológica de ofrecer un característica común de los mexicanos, sin embargo, insiste en que no hay que encerrar al mexicano en la cárcel de dicho complejo. Dice Uranga: “Ser inferior es un ideal para muchos mexicanos. Se lo han propuesto y lo han conseguido, se sostienen en esa su inferioridad aunque se les revele como tal. El sentimiento de inferioridad les resuelve muchos problemas”. Pero Uranga afirma que la insuficiencia no es un ideal sino una realidad y que a partir de esa insuficiencia se ha elegido la inferioridad. La filosofía de Uranga puede verse como una comprensión filosófica y una aceptación cínica de la insuficiencia del mexicano para que éste pueda salir de la cárcel de su inferioridad. La filosofía de los mexicano no es, por tanto, el estudio de un mexicano estático, solidificado, sino de un mexicano que se construye a sí mismo. La filosofía de lo mexicano es un proyecto transformador de la mexicanidad. Dice así Uranga hacia el final de su ensayo: “Lo mexicano es un proyecto incitante de vida en común que un grupo de mexicanos proponen a los demás mexicanos para que lo realicen juntos [] Lo mexicano es la idea histórica que en nuestro momento confiere sentido a nuestras actividades y obras”. Esta manera de entender lo mexicano como un proyecto común, más allá de las honduras ontológicas, sigue siendo, me parece, una empresa intelectual vigente que merece ser impulsada.

“Optimismo y pesimismo del mexicano” es un ensayo de filosofía de la historia que puede compararse por su amplitud de horizonte con otros estudios del mismo calado de Villoro y O’Gorman. Uranga recuerda que Lucas Alamán afirmaba que el carácter del mexicano pasaba de momentos de intenso optimismo a otros de intenso pesimismo. Según Uranga, esta característica del mexicano no debería verse como la manifestación de una suerte de carácter maniaco-depresivo, sino como un modo de ser que oscila pendularmente entre dos extremos, ninguno de los cuales captura su esencia. A este estado le llamaba, zozobra o, para usar un término náhuatl, nepantla. Uranga sostiene que los mexicanos del medio siglo vivían un momento de optimismo que no podía dejar de ser tomado en cuenta por la filosofía mexicana. Para entender y justificar el optimismo de su tiempo, considera que hay que recordar el antecedente de siglo XVIII mexicano. Para realizar esa tarea, parte de una lectura del prólogo de Gabriel Méndez Plancarte a su libro Humanistas del siglo XVIII de 1941, obra a la que le atribuye enorme importancia. Uranga subraya en el prólogo de Méndez Plancarte la dimensión estrictamente humana del humanismo de los novohispanos del XVIII, dimensión que va más allá de la pertenencia de éstos a la cultura grecolatina y cristiana. A partir del estudio del humanismo del XVIII, Uranga afirma que el criollo de ese siglo

se cree poseedor de una rica tradición cultural, dotado con cualidades físicas, intelectuales y morales sobresalientes, dueño de un territorio de inmensa capacidad de recursos naturales, de una fuerza militar capaz de ponerlo al abrigo de intrusos extranjeros, y por añadidura agraciado por un especial destino de la Providencia divina.

Uranga afirma que

el optimismo del siglo XX es muy distinto del siglo XVIII. Dice: “Hoy nuestro optimismo no se reconoce en los rasgos de esteticismo que presidieron al del XVIII. El trabajo ha venido a suplantar la idea de lo dado. Hemos aprendido la gran lección ética de que no hay riqueza que valga sin el esfuerzo humano. En lo que se confía no es en lo que se tiene, sino en lo que se debe hacer, en la tarea por realizar. [] Un siglo de amarga pérdida nos ha puesto enfrente de una patria que no está bien dotada, sino más bien ingratamente dotada”.

Lo mismo vale, dice Uranga, en el campo de la cultura y la academia, lo que cuenta es el trabajo por realizar, no el pasado glorioso. Y finalmente, añade, Europa no puede darnos la idea directriz. Ya no hay un proyecto de universalización del que podamos ser parte. El nuevo sentido de la historia de México, nutrido de un optimismo saludable, tienen que darlo los propios mexicanos y, entre ellos, de manera privilegiada, los filósofos de lo mexicano.

c.- Artículos en periódicos

En la tercera parte de la antología se reproducen los diecinueve artículos de Uranga que aparecieron en los suplementos México en la cultura del diario Novedades entre 1949 y 1951 y dos que publicó en la Revista mexicana de cultura de El Nacional en 1952. Algunas de las ideas que Uranga ofreció en estos artículos luego fueron desarrolladas en el Análisis del ser del mexicano, pero hay muchas otras que quedaron al margen de lo que luego publicaría en el libro, por lo que su interés no sólo es genealógico. México en la cultura, dirigido por Fernando Benítez (con la colaboración de Leopoldo Zea, lo que explica la atención que se le prestó en el suplemento a la filosofía) fue en aquellos años no sólo una extraordinaria revista cultural, sino un foro abierto para la filosofía mexicana y, en especial, para el grupo Hiperión. Entre 1949 y 1951, el suplemento publicó decenas de artículos de los filósofos de lo mexicano, reseñas frecuentes de sus actividades e incluso entrevistas a los hiperiones realizadas por Guadalupe Rubens. Podemos decir que el movimiento intelectual que giraba alrededor del grupo Hiperión y, por añadidura, del existencialismo francés, encontró en las generosas páginas del suplemento su órgano oficial de difusión.

La lectura de los artículos de Uranga en orden cronológico nos permite tener una idea cercana del desarrollo de su filosofía de lo mexicano. Desde el primero, del 6 de febrero de 1949, en el cual el proyecto apenas empezaba a esbozarse; hasta el último, del 26 de octubre de 1952, en el cual Uranga resume algunas de las ideas centrales de su ontología de lo mexicano y ofrece atisbos de lo que pudo haber sido la continuación de ese proyecto. Son varios los temas de los que se ocupa Uranga en sus artículos de México en la cultura y la Revista mexicana de cultura. Algunos de ellos se ocupan de los temas centrales de la filosofía de lo mexicano y de la manera en la que fue planteada por Uranga (cfr. “La ontología del mexicano”, “La idea mexicana de la muerte” y “Sobre el ser del mexicano. Carta a José Moreno Villa. Primera parte”). Sobresalen los artículos en los que se ocupa de una diversidad de temas y de autores cercanos a las preocupaciones del grupo Hiperión, por ejemplo, las diferencias entre la forma de ser de los españoles y los mexicanos y, de manera derivada de lo anterior, la manera en la que ha de entenderse desde una perspectiva ontológica el mestizaje mexicano (“Sobre el ser del mexicano. Carta a José Moreno Villa. Segunda parte”), tema que ya había tratado hacia el final de Notas para un estudio del mexicano. Para Uranga la idea del mexicano como un tercer hombre, distinto del indio y del español, es tan equivocada como la del mexicano mestizo como una mezcla de sustancias. La comprensión del mestizaje, una enorme asignatura pendiente de la filosofía mexicana, requiere, según Uranga, de otro tipo de análisis y de otras categorías. Otro tema recurrente es el de la huella positiva y negativa de José Gaos en la filosofía mexicana (“La filosofía en México y de México: Filósofos y profesores de filosofía”) y, en particular, el de su relación con el grupo Hiperión (“La filosofía en México y de México: Dos existencialismos”); sobre este punto, Uranga reprocha a su maestro no haber comprendido el proyecto de la filosofía de lo mexicano (“Advertencia de Gaos”). Otro tema que se toca en estos artículos es el del carácter generacional del grupo Hiperión (“Generación y grupo”) y el de la manera en el que debía entenderse éste, en particular, tomando en cuenta las personalidades de cada uno de los integrantes del grupo (“Entre mexicanos”). Son interesantes los artículos sobre el pensamiento de otros intelectuales que en esos años reflexionaron sobre el tema de lo mexicano tales como el filósofo Leopoldo Zea (“La filosofía en México y de México: Rigor y divulgación en la filosofía” y “La filosofía en México y de México: La filosofía como pragmatismo”); el filósofo e historiador Edmundo OGorman (“La filosofía en México y de México: Desilusión y cinismo”); Rodolfo Usigli (“A propósito de Rodolfo Usigli”); el periodista José Alvarado (“Contradicciones del mexicano. Comentario a una conferencia de José Alvarado”); el escritor Juan José Arreola (“El sentimiento de rivalidad en el mexicano. Comentarios a una conferencia de Juan José Arreola”) y el historiador y periodista Arturo Arnáiz y Freg (“El siglo XIX, siglo mexicano”). Estos artículos nos permiten percatarnos de la importancia que tenía el tema de lo mexicano no sólo entre el reducido grupo de los hiperiones, sino también en otros pensadores de distintas generaciones y oficios.

La lectura de los artículos de Emilio Uranga nos ofrece una experiencia directa de la dinámica de la inteligencia del filósofo. Estos artículos son lo más cercano que tenemos a un registro de lo que fue su conversación. Son artículos que demuestran el dominio de un estilo literario que responde a un riguroso registro de pensamiento.

3.- Presente y futuro del pensamiento de Uranga.

La filosofía de lo mexicano de Uranga todavía tiene mucho que decir. Su concepción de la existencia humana como accidental puede reformularse de manera independiente de la tesis de que la existencia del mexicano se caracteriza por esa accidentalidad. La moral cínica que se desprende de esa accidentalidad también merece ser recobrada como un proyecto de vida para mexicanos y no mexicanos. Tampoco podemos echar en saco roto las agudas y reveladoras reflexiones filosóficas, históricas y psicológicas que hizo Uranga del mexicano de su tiempo. La filosofía mexicana de nuestros tiempos puede volver a ocuparse de México y de lo mexicano, nada ni nadie se lo impide. Sobre todo en estos tiempos de crisis en los que los mexicanos hemos perdido el sentido de nuestra existencia colectiva, la filosofía tendría mucho que decirnos acerca de nuestro pasado, presente y futuro. Hoy más que nunca son indispensables una filosofía de la historia de México, una filosofía política de México, y una filosofía moral desde y para México. Si bien resultaría difícil adoptar la filosofía de lo mexicano de Uranga como guía para la acción presente, no podemos dejar de reconocer que él dejó esbozadas ideas que todavía podrían desarrollarse: su hermenéutica de la poesía mexicana, su crítica al concepto del mestizo como tercer hombre, su explicación de la relación de los mexicanos con sus vicios y defectos, su crítica del pensamiento eurocentrista, su interpretación de los vaivenes del optimismo y el pesimismo de los mexicanos, etcétera. Estoy seguro de que los lectores de este libro podrán percatarse de que la filosofía de lo mexicano de Emilio Uranga no es una antigualla vergonzante, sino un pensamiento vigoroso, que nos confronta como un espejo y nos obliga a pensar por nuestra cuenta acerca de quiénes somos en verdad y quiénes creemos que somos.

Hacia el final del siglo XX, algunos científicos sociales de formación marxista predijeron que con el fin del régimen político posrevolucionario entraríamos en una era post-mexicanista. Para dichos autores, cuando los mexicanos por fin se liberaran del régimen autoritario que los oprimía, también se liberarían de las ideas sobre lo mexicano que habían sido parte de la ideología dominadora de ese régimen, entre ellas, la filosofía de lo mexicano. Hoy sabemos que esa predicción fue errada. Llegó por fin la alternancia y el tan mentado post-mexicanismo no pasó de ser una ocurrencia que al día de hoy sólo defienden algunos despistados. Ni el pueblo repudió la mexicanidad a la salida del PRI de Los Pinos, ni lo mexicano dejó de seguir siendo objeto de estudio entre los intelectuales. Muestra fehaciente de lo anterior, son los numerosos ensayos publicados alrededor del bicentenario de la independencia, en los cuales se retomaron abiertamente las preguntas acerca de qué ha sido, qué es y qué puede ser el mexicano.

Es obvio que el mexicano del siglo XXI ya no es el mismo que el del siglo XX, que las ideas que podamos tener sobre aquél no pueden ser iguales a las que hubo sobre éste. Por lo mismo, la filosofía de lo mexicano, al estilo de Uranga, ha quedado atrás en nuestro pasado intelectual. Sin embargo, ninguna reflexión profunda sobre México y el mexicano que se haga hoy en día puede dejar de tomar en cuenta, aunque sea como antecedente, las páginas lúcidas y provocadoras que el joven Emilio Uranga escribió sobre el tema entre 1949 y 1952.

Guillermo Hurtado

Ciudad de México, 2012

ANÁLISIS DEL SER
DEL MEXICANO

 

 

A Octavio Paz

 

 

Mis hermanos de todas las centurias reconocen en mí

su pausa igual, sus mismas quejas y sus propias furias.

Ramón López Velarde

 

 

Prehendiendo yo a un indio de ciertas cosas,

y en particular de que había andado arrastrando

recogiendo dineros con malas noches y peores

días, y al cabo de haber allegado tanto dinero y

con tanto trabajo hace una boda y convida a todo

el pueblo, y así reñéndole el mal que había hecho

me respondió: -Padre, no te espantes, pues

todavía estamos nepantla-; y como entendiese lo que

quería decir con aquel vocablo y metáfora

que quiere decir estar en medio, torné a insistir

me dijese qué medio era aquél en que estaban, me

dijo que como no estaban bien arraigados en

la fe, que no me espantase de manera que aún

estaban neutros, que ni bien acudían a la una ley

ni a la otra, o por mejor decir, que creían en

Dios y que juntamente acudían a sus costumbres

antiguas y ritos del demonio, y esto quiso decir

aquél en su abominable excusa de que aún permanecían

en medio y estaban neutros.

Fray Diego Durán