VIDAL SCHMILL, es pedagogo, escritor, editor y conferenciante con experiencia internacional.

Ha impartido conferencias y cursos en Guatemala, El Salvador, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, así como en las principales ciudades de la república mexicana.

Es director del Liceo de la Familia, dedicado a mejorar la calidad educativa a través de programas de Escuela para padres, asesoría docente y talleres para niños y jóvenes en escuelas privadas en la Ciudad de México y el interior del país desde 1984. Además es autor de los contenidos de diversos programas estatales para la erradicación del maltrato infantil, el fomento de la convivencia armónica en la familia y la escuela, así como el tema de valores.

Dirige también Producciones Educación Aplicada, sello editorial dedicado a la publicación de libros de divulgación educativa.

Ha escrito los libros Disciplina Inteligente, Disciplina Inteligente en la escuela Aprender a convivir en la escuela y Formación Cívica y Etica 1 y 2, aprobados por la SEP y dirigidos a alumnos de segundo y tercero de secundaria.

Fue conductor del programa escuelaparapadres.com y actualmente es colaborador permanente en diversos programas de televisión y radio de cobertura nacional.

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PRIMERA EDICIÓN, enero 2014

QUINTA EDICIÓN, octubre de 2015

Cuidado editorial: Rayo Ramírez A.

Diseño de portada: Ana Paula Dávila

Diseño la colección: Gabriel Martí

Diseño de la colección: Gabriel Martínez Meave / Kimera

Formación de interiores: L.D.G. Mabel de la Brena Rodríguez

Reservados todos los derechos ©

© Vidal Schmill Herrera, 2003

© Vidal Schmill Herrera, 2015

© Producciones Educación Aplicada S. de R.L. de C.V., México, 2015
Miguel Ángel de Quevedo Núm. 50-301,
Col. Ex Hacienda de Guadalupe Chimalistac, México D.F.
Tel. +52 (55) 543 0108 y 5543 0112

Disciplina Inteligente® es una marca registrada.
www.escuela para padres.com

ISBN: 978-607-9347-28-4

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción, el plagio, la distribución o comunicación pública de esta obra de manera total o parcial. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos, así como la exportación e importación de esos ejemplares para su distribución en venta sin previo convenio escrito con los titulares de los derechos de la obra.

HECHO EN MÉXICO

Capture, S. A. de C.V.

 

A DAVID SCHMILLA DANIELA SCHMILL
A PAULA ISABELLA SCHMILLA ANA SCHMILL

…quienes sacan a la luz lo mejor de mí
al intentar sacar a la luz lo mejor de ellos.

 

Gracias Vero, por tu amor y suave presencia.

Esta obra en gran medida se debe a nuestra complicidad, a los momentos que sólo son nuestros y al humor con que educamos a nuestras hijas. La vida es un placer navegándola junto a ti.

AGRADECIMIENTO:

A las mamás, papás, abuelas, abuelos, maestras y directivos escolares que durante más de 30 años de trabajo me han compartido sus inquietudes, dudas y experiencias. Gracias por su confianza.

A los niños y jóvenes con los que he trabajado directamente y me han enriquecido con su vitalidad y sentido del humor. Gracias por su generosidad.

“[…] si yo fuera objeto, sería objetivo;

como soy sujeto, soy subjetivo.”

José Bergamín

 

Comentarios sobre esta nueva edición

Escribí Disciplina inteligente en el 2003 con dieciocho años de experiencia pedagógica y asesoría educativa familiar en diversos centros educativos del país. Hoy, en el 2015 con doce años más de trabajo de campo, puedo realmente aportarte conceptos y estrategias disciplinarias adicionales, actualizadas al contexto presente.

Como editor (pues sabrás que no sólo soy autor de este texto, sino que publico a diversos educadores mexicanos y de otros países), puedo decirte honestamente que este libro ha sido la punta de lanza para que el proyecto pedagógico editorial que dirijo tenga éxito y cada vez mayor penetración en las familias actuales.

Ya hemos impreso alrededor de 500,000 ejemplares pero esta quinta edición no es una reimpresión más, no es el mismo contenido con nueva portada. El ejemplar que tienes en tu poder contiene los mismos fundamentos pero con más aportaciones, resultado de la suma treinta años de experiencia, y eso cuenta.

El eslogan que utilizo en escuelaparapadres.com es “Los hijos de hoy necesitan padres de hoy”, y con el transcurrir del tiempo me ha sido cada vez más claro que esta frase no es sólo promocional, sino que es la expresión de una auténtica necesidad para estar a la altura del reto educativo que los niños y jóvenes de hoy presentan. Así que un libro como este que fomenta la actualización de quienes educamos, no podía quedarse sin actualizar.

En los años transcurridos entre la primera versión y esta, han ocurrido tantas cosas y he aprendido tanto de ellas que ahora puedo revisar mi discurso con mayor seguridad, y también plantearme nuevas interrogantes respecto a la compleja labor de educar a los hijos. Por ello, encontrarás cambios interesantes sobre todo en los tres capítulos finales.

El capítulo 4 se titulaba “Cómo educar en valores”, hoy se titula “Normas y juicios de valor” y plantea un cambio radical en relación al tema de valores. La razón es que la Disciplina inteligente, originalmente planteada se fundamentaba en la premisa de que lo que los adultos que intentamos educar estamos transmitiendo valores con los que los niños y jóvenes puedan contar para decidir mejor en sus respectivas vidas. Esta idea evocaba la imagen de que los adultos le damos valores a los menores, que se los entregamos como si fueran delicadas esferas que ellos deben cuidar. Esas frágiles esferas son nuestras creencias sobre lo valioso y lo que no lo es y aspiramos a que ellos se convenzan de ellas y las usen para su bien. Sin embargo, esta premisa debe modificarse en la actualidad porque los adultos no transmitimos valores, fomentamos juicios de valor, formas de valorar las conductas propias y ajenas sobre la base de normas socialmente consideradas como valiosas o no valiosas.

Esto modifica los métodos de tal forma que podemos incluso cambiar el nombre de pedagogía de los valores y orientar nuestros esfuerzos hacia lo que podemos llamar una pedagogía de las valoraciones que conduzca a una ética de la responsabilidad que asegure que nuestros hijos tendrán criterios racionales más confiables para tomar mejores decisiones.

En los capítulos 5 y 6 planteo más alternativas prácticas que te permitan aplicar estrategias disciplinarias inteligentes con mayor seguridad, incluso ante faltas graves o hasta extraordinarias que realmente pueden desestabilizar severamente a una familia, en cuyo caso te propongo un plan de 10 pasos que espero te sea clarificador.

Notarás que también hay un mayor número de páginas en esta edición, la razón es que no quise dejar fuera información valiosa, más opciones y estrategias que realmente te serán útiles.

En resumen, podrás ver que el fundamento de esta nueva edición es el mismo, pero con actualizaciones y aportaciones novedosas muy útiles en la vida actual.

Este libro significa mucho para mi en lo personal y en lo profesional, espero lo sea para ti en lo familiar.

Ten presente que el cambio personal generará el cambio familiar, y éste, el cambio social que requerimos para que nuestra vida valga la pena vivirse en un entorno de paz y civilidad.

Contigo, tu amigo de siempre,

Vidal Schmill

 

Sugerencias para utilizar este libro

Bienvenido(a) a este libro, que está escrito pensando en todos aquellos padres de familia interesados en aprender cómo desempeñar un buen papel, tanto por el bien de sus hijos como por el propio.

Con este libro pretendo facilitarle el camino a toda persona que busque alivio o respuestas a sus problemas relacionados con el trato diario de los hijos en aspectos relativos a la disciplina, los valores y las reglas que permiten la convivencia cotidiana entre personas. Existen incontables publicaciones sobre el tema; sin embargo, espero que esta aporte algunos elementos novedosos, y sobre todo, enfoques prácticos.

Para empezar, pretendo que sea un libro de lectura fácil. Que lo puedan consultar tanto personas que acostumbran leer como otras que no tengan arraigado el hábito de la lectura o que hace mucho tiempo no estudian. Su lenguaje es intencionalmente coloquial, es decir, de uso cotidiano. Cuando se utiliza algún tecnicismo, éste es “traducido” de inmediato a un lenguaje común y corriente.

Está redactado en segunda persona. Siempre me dirigiré a ti, no a una tercera persona, no vagamente a alguien, no a una madre o a un padre de familia genérico, sino a ti, directamente. Además, me he tomado la libertad de hablarte de tú y no de usted, con el fin de que percibas un acercamiento directo a tu persona, de que tú y yo nos acerquemos.

El diseño gráfico está pensado para que puedas hacer una consulta ágil, bien diferenciada de conceptos. Además del texto incluído en las páginas impares, en las páginas pares hay esquemas y frases útiles para la reflexión sobre los diversos temas tratados.

MODOS DE CONSULTA

Este libro puede ser consultado y utilizado de varios modos:

  1. Modo lineal
    Significa seguir lineal y completamente la secuencia numérica de los capítulos, lo que te permitirá encontrar un ordenamiento útil para evitar “lagunas” dentro del proceso global aquí propuesto. Lectura de principio a fin.
  2. Modo manual de consulta
    Significa no seguir la secuencia numérica de los capítulos. Puedes ir directamente a la parte que necesites y, de esa manera, obtener de inmediato la información deseada sin tener que leer partes que no sean de tu interés, por lo menos momentáneamente, lo cual te ayudará a disminuir más rápidamente posibles ansiedades, miedos o angustias respecto a ciertos temas que como madre o padre de familia te ves obligado(a) a enfrentar al educar a tus hijos. Es como si leyeras una revista con artículos sobre los temas de tu interés.
  3. Modo manual de referencia rápida
    Significa consultar las frases o esquemas que encontrarás en las páginas pares del libro (las del lado izquierdo), las cuales sirven para ilustrar o reforzar los conceptos desarrollados más ampliamente en las páginas impares (las del lado derecho). Son de consulta rápida, pues están diseñados con letra muy grande y para una lectura veloz. Puedes limitarte a hojear exclusivamente dichas páginas y aunque no leas el resto, encontrarás conceptos que pueden serte de mucha utilidad.

Para ayudarte a elegir el modo de consulta que más te convenga, a continuación describiré brevemente lo que contiene cada capítulo:

Capítulo O, Introducción:

Sirve para clarificar el enfoque general del libro y establecer su objetivo o propósito básico. Explica el para qué del libro. También incluye una propuesta de los objetivos generales que puedes plantearte al educar a tus hijos y algunos problemas que obstaculizan su logro, los cuales, por lo general, se derivan de las estructuras familiares, de tu forma de entender tu rol sexual en la sociedad actual y, en ocasiones, de tu codependencia hacia tus hijos.

Capítulo 1, ¿Soy una buena madre o un buen padre?:

Tiene la intención de ayudarte a ubicar tu desempeño hasta la fecha con respecto a la disciplina cotidiana que ejerces hacia tus hijos dentro de tu modelo familiar y, en consecuencia, la vigencia que tienes como padre ante los ojos de tus hijos. Será tu punto de partida para identificar el grado de necesidad de cambio y actualización que requieres como padre de familia, en una época de transición tecnológica, de transformación de las instituciones sociales y de entender los valores humanos, con hijos que actúan de maneras totalmente diferentes a las que te imaginabas o para las que estabas preparad (a). A manera de conclusión, se analiza el hecho de que muchos padres de familia inteligentes, pueden actuar de manera estúpida debido a la incapacidad emocional para cambiar estrategias o conductas no funcionales.

Capítulo 2, Cómo vencer mis ansiedades/miedos y culpas como padre o madre:

Trata sobre estas emociones que se vuelven protagonistas e influyen en las actitudes y decisiones de muchos padres de familia y cómo ello les impide aprender, escuchar e intentar opciones diferentes. En este mismo capítulo, se incluye un Catálogo de ansiedades y miedos, que recomiendo para los que elijan estudiar este libro en el modo Manual de consulta, pues enlista temas que a lo largo de más de veinte años de experiencia y observación de padres de familia y sus hijos, he podido detectar como los principales factores generadores de temores que impiden a los padres actuar con sentido común, incluso ante situaciones simples.

Otro de los enemigos de los padres de familia que se tratan en este capítulo es la culpabilidad. Por eso también se incluye un Catálogo de culpas, que pretende ofrecerte un enfoque diferente sobre temas disparadores de este sentimiento tan autodestructivo e inútil desde un punto de vista práctico. Finalmente incluí un análisis de ideas y conductas absurdas sobre el tema educativo, derivadas de programaciones emocionales destructivas y de malentendidos devastadores, que probablemente arrastras como herencia de sistemas educativos obsoletos o de experiencias personales dolorosas en tu infancia o juventud, y que corres el riesgo de repetir o “dramatizar” con tus hijos, de manera inconsciente o para justificar actitudes que ya no tienen cabida pero que insistes en utilizar debido a dicha programación emocional.

Capítulo 3, Cómo evitar los extremos (amaestramiento -sobreprotección):

Es un capítulo que puede ayudarte a identificar el estilo disciplinario que has ejercido con tus hijos y modificarlo en caso de que lo consideres necesario, para que las estrategias disciplinarias que intentes aplicar funcionen adecuadamente. Se analizan las actitudes que eliges para enfrentar las conductas inaceptables de tus hijos.

A la altura de este capítulo, todavía no se plantean estrategias específicas del tipo qué hacer ante dichas conductas, sino estamos en el nivel para determinar el estilo general que has elegido y que ha generado una atmósfera específica que influye en el estilo de relación interpersonal en tu hogar, así como la posible necesidad de modificarlo.

Adicionalmente, se hace una introducción a formas generales de trato que fomenten el incremento del nivel de conciencia de tus hijos, y de cómo preparar o de ser necesario, reparar el terreno, a fin de que las estrategias para la disciplina inteligente puedan funcionar.

Capítulo 4, Cómo educar en valores:

Aborda un tema indispensable para poder convivir en armonía con los demás. En esta parte del libro tendrás que hacer un alto en el camino y revisar a profundidad tu sistema de valores y creencias respecto a las reglas básicas con las que construyes tu “contrato social” para convivir en tu hogar y el mundo de personas que te rodea. Todo sistema disciplinario tiene como base una serie de valores prioritarios de los cuales derivan reglas de convivencia cotidiana. De otra forma, las pretendidas reglas se convierten en algo excesivo y absurdo, en proyecciones de tus miedos y obsesiones elevadas a rango de valores. Podrás observar que mientras más claros estén los valores en tu hogar, menos reglamentación requerirás para convivir armónicamente. Se incluye además, una guía para la redacción simple y clara de reglas aplicables. Los ejercicios sugeridos en este capítulo son indispensables para poder aplicar una disciplina inteligente, tal como se plantea en el último capítulo del libro.

Capítulo 5, Disciplina estúpida:

Pretende poner el dedo en la llaga respecto al tema disciplinario: el sistema de premios y castigos lo comparo con el cáncer en la educación, el cual devalúa los actos que vale la pena realizar por sí mismos y fomenta la doble moral y la hipocresía de los hijos.

Comprenderás que los gritos, golpes y castigos son en realidad un recurso de rudeza innecesaria, pues con dicho “sistema” no producirás los resultados deseados, sólo perderás credibilidad y, sobre todo, minará el amor de tus hijos, y sin él, no cuentas con nada para poder educar.

Capítulo 6, Disciplina inteligente:

Te ofrece alternativas tanto frente a las conductas aceptables como a las no aceptables que presenten tus hijos. Se te proponen formas inteligentes para sustituir los premios (puesto que tus hijos son personas y no mascotas) y eliminar los castigos, que envilecen tanto al receptor del castigo como al que lo ejerce.

Hay mejores modos de educar, basados en la observación y la aplicación de tus valores, la jerarquización de las conductas inaceptables y la derivación de consecuencias proporcionales a la gravedad de las faltas.

Se analizarán también alternativas de emergencia ante faltas realmente graves, así como ante comportamientos preocupantes que exceden las posibilidades de tratarlos mediante un sistema disciplinario aplicado por los padres y que requieren atención y asesoría profesional.

También se incluye un comentario sobre la aplicación de la disciplina inteligente en situaciones de crisis en la pareja. A pesar de que haya conflictos constantes en el hogar o incluso cuando hay separaciones y divorcios, los niños tienen derecho a conservar su estabilidad emocional y a un desarrollo como seres humanos responsables, lo que una disciplina inteligente les puede proporcionar.

Por último, se recomiendan algunas lecturas y fuentes ordenadas primero por tema y luego por orden alfabético de los autores, para que puedas ampliar o profundizar en aquellos temas de tu interés.

 

Capítulo 0
Introducción


0.1 Presentación general

0.2 Campo de aplicación y objetivo del libro

 

 

 

Capítulo O
Introducción

0.1 Presentación general

Disciplina inteligente… ¿existe acaso la “Disciplina estúpida”? Sí. Definitivamente.

A lo largo de este libro, pretendo mostrarte que en la educación de los hijos no toda la disciplina que ejerzas va a producir resultados constructivos.

Después de haber castigado a tu hijo por una conducta que consideraste indebida, ¿te has sentido culpable?

En alguna ocasión en la que cediste frente a tus hijos, ¿sentiste que te estaban viendo la cara de tonto(a)?

Seguramente si nos confrontamos con honestidad, todos los que ejercemos de padres, responderemos afirmativamente. Justamente lo que pretendo ayudarte a alcanzar es el punto medio.

Existen varios estilos disciplinarios y tú puedes modificar o enriquecer el que has utilizado para encontrar el tan anhelado punto medio.

Este libro está escrito con la intención de tranquilizarte, de disminuir tu nivel de ansiedad y angustia con respecto a tus hijos, cuando su conducta no está de acuerdo con tus ideas sobre cómo deberían ser.

 

A lo largo de veinte años de impartir pláticas sobre educación infantil y adolescente en diversos colegios privados y públicos, he encontrado que el nivel de angustia y ansiedad de los padres de familia en general es lo que les impide escuchar las soluciones que se les están ofreciendo. Simplemente ya no pueden escuchar.

La angustia los ha rebasado e incluso hay casos en los que se enfocan en un solo incidente y se refieren a él incesantemente como disco rayado, y aunque uno trate de ofrecerles alguna alternativa, insisten en narrar angustiados el mismo incidente una y otra vez.

Este libro está escrito para que puedas acallar tu ansiedad… pero para ello debes escuchar. Necesitas dejar temporalmente a un lado las ideas preconcebidas sobre lo que el niño debe hacer o no hacer” según tus creencias o las de toda tu parentela, y abrirte a escuchar otras alternativas.

Si después de escucharlas realmente, las pones en práctica y te funcionan, felicidades. Si algo no te convence, deséchalo. Pero hazlo después de probarlo, no lo descartes sólo porque no justifica tu ansiedad. Los grandes enemigos para educar a un hijo son la ansiedad y la angustia, las cuales provienen del miedo, te impiden razonar con claridad y ahuyentan a los niños de ti, pues tu propia tensión puede hacer que ellos te perciban como alguien desequilibrado, obsesionado con tonterías.

Temas como la comida, prestar sus juguetes, pleitos entre hermanos, tareas, exceso de TV y video juegos, entre otros, angustian a los padres de familia de hijos en la etapa infantil; y otros temas como la forma de vestir, amigos indeseables, novios o novias, música pesada, el cigarro o las fiestas, agobian a los padres de adolescentes.

Estoy consciente de que tus temores representan preocupaciones válidas; lo que no debes permitir es que se conviertan en asuntos obsesivos y recurrentes en tus conflictos con tus hijos. Debes disminuir tu ansiedad al respecto para que puedas encauzarlos adecuadamente.

Primero hay que disminuir los niveles de ansiedad y miedo.

 

Asimismo, debes disminuir tus niveles de culpabilidad.

Para que una madre o un padre puedan aprender sobre educación, estos son los primeros enemigos a vencer: la ansiedad y la culpabilidad.

He dedicado un espacio importante a cada uno de estos enemigos. Si estás muy ansioso(a) puedes remitirte a ellos de inmediato. Espero te ayuden, pero te recomiendo tengas el panorama general de todo el libro, pues ello te habilitará de mejores herramientas para disminuir dicha ansiedad o culpabilidad de manera consistente.

He observado también otra tendencia por asumir una gran carga moral, porque los padres creen en la fantasía de que lo que hagan, o dejen de hacer, determinará el futuro feliz o infeliz de sus hijos. Es lo que llamo “madres o padres Pípilas”, en alusión al personaje histórico que llevaba sobre su espalda una gran loza para evadir las balas del enemigo y quemar la puerta de una fortaleza durante la guerra de independencia de México. Hay madres de familia con una loza equivalente, por demás inútil.

No hay pruebas concluyentes de que lo que hagas como madre o padre, influya de tal manera en la vida de tus hijos.

Hay hijos que tienen una vida constructiva y plena a pesar de haber tenido unos padres pésimos y hay otros que, no obstante haber contado con padres involucrados en su educación, tienen un enfoque destructivo y enfermizo en sus vidas.

Existe una antigua división en la psicología académica: por un lado están los que creen que todo es heredado y, por el otro, los que defienden que la educación y todo lo que se adquiere por medio de la experiencia, es lo que determina la personalidad de un ser humano.

Este es un viejo debate entre los estudiosos de la genética conductista y los estudiosos de la socialización. ¿Podremos considerar un punto medio entre estas dos posturas?

El genetista conductista afirma que todo está determinado por los genes y aporta, entre otras, pruebas de estudios de gemelos que viven en ambientes diferentes y que presentan similitudes sorprendentes.

 

El estudioso de la socialización sostiene que los padres son lo más importante en el entorno de los niños y que son ellos quienes determinan el modo como acaban “saliendo” los niños. Para ello, se basan en estudios de casos clínicos, y mediante terapia rastrean el origen de los problemas de sus pacientes hasta la época infantil; época donde sus padres estaban fuertemente implicados.

En la lengua inglesa, hay un juego de palabras muy acertado al respecto: nature and nurture (naturaleza y crianza) el cual proviene de un educador británico llamado Richard Mulcaster, que aseveró “la naturaleza (nature) empuja al chico hacia adelante, la educación (nurture) lo ve progresar.”

Tus hijos tomarán sus propias decisiones y tendrán sus propios aprendizajes, con o sin ti. Los padres influimos, pero no determinamos el futuro de nuestros hijos.

Si tú actúas de manera sensata y sin transmitirles una angustia permanente, podrán contar contigo para comunicarse mejor y, tal vez, conforme vayan creciendo los puedas ayudar a mejorar su propia toma de decisiones, pero hasta allí podrá llegar tu intervención.

Según los estudios de Judith Rich Harris, en su revolucionario libro El mito de la educación:


“…los niños quieren ser como otros niños, no como sus padres. Sobre todo quieren ser como los niños que tienen mayor estatus en el grupo de compañeros, y estos, normalmente, son mayores. Los pequeños miran hacia arriba a esos que van uno o dos años por delante de ellos, y lo hacen con admiración y envidia.”

“La equiparación entre madurez y estatus es lo que induce a los niños pequeños a querer comportarse, hablar y vestirse como los mayores. Los niños no se fijan en los adultos para obtener pautas de comportamiento, lenguaje o vestuario, porque los niños y los adultos pertenecen a diferentes categorías sociales, que tienen, a su vez, reglas diferentes. Desear un estatus más elevado -querer ser como un chico mayores algo inherente al grupo, a la categoría social chicos. Los adultos son harina de otro costal.

Para un chico, los adultos no son una versión superior de nosotros: los adultos son ellos”.

“Los adultos tenemos un poder limitado sobre los adolescentes. Éstos crean sus propias culturas, que varían según el grupo de compañeros, y nosotros no podemos ni siquiera adivinar qué aspectos de la cultura de los adultos aceptarán y cuáles rechazarán, o cuáles serán las nuevas cosas que ellos aporten por sí mismos”.

No obstante las anteriores aseveraciones, es un hecho que influimos.

0.2 Campo de aplicación y objetivo del libro

Aunque la educación y la instrucción están vinculadas, es un hecho que existen personas muy instruidas pero con serias deficiencias en el ámbito social o incluso moral.

Estarás de acuerdo conmigo en que un destacado profesionista que golpea a su esposa, no está bien educado por mejor instruido que esté.

Asimismo, hay personas que manifiestan un alto nivel de socialización, moral y ética, y sin embargo carecen de instrucción académica o técnica.

Según Fernando Savater, oponer la educación a la instrucción es un enfoque riesgoso, sin embargo, al ser temas tan amplios, es necesario recurrir a esta subdivisión con el fin de abordarlos de manera clara y práctica.

El nivel de conciencia está relacionado con la capacidad para darse cuenta, para percibir, para vincularse socialmente.

El nivel intelectual tiene que ver con lo que se evalúa en las pruebas de inteligencia, las cuales por lo general abarcan aspectos de lógica-matemática, relaciones y ubicaciones espaciales o habilidades lingüísticas.

 

El campo de aplicación sobre el que se enfoca este libro es el relativo al aspecto formativo. El aspecto informativo requiere su propio espacio, por lo que a pesar de ser tan importante, en esta ocasión me limitaré a plantear alternativas exclusivamente en el otro aspecto: el formativo.

Revisaremos estrategias encaminadas a elevar el nivel de conciencia y la capacidad de socialización tanto tuyas como de tus hijos.

¿De qué le sirve a tu hija sacar diez de calificación, si es una niña con indicios de crueldad?

Titularse con honores será todo un orgullo si quien se gradúa es una persona socialmente constructiva, y las altas calificaciones serán la cereza del pastel, pero no el pastel mismo.

Puede haber alguien con un alto nivel intelectual y un bajo nivel de conciencia.

El alto desempeño académico es algo válido en la medida en que esté apoyado en el desarrollo personal y social del individuo. Sin él, carece de sentido social y, por lo tanto, cubre apariencias, necesidades de reconocimiento y estatus.

 

Mediante un título puede simularse ser alguien educado, pero con ello no se obtiene la condición moral indispensable que define plenamente a un ser humano.

Estás educando al futuro padre o madre de tus nietos, a la futura pareja de otra persona.

Alcanzar la excelencia académica se vuelve un factor fundamental para su futuro profesional y económico, pero ni todo el dinero o el éxito profesional sustituirán el valor que tendrá el poder desenvolverse como una madre amorosa y sensata o como una pareja capaz de establecer una relación viva y nutritiva.

Sí, definitivamente la postura que te propongo adoptar frente a la educación es que los principios de universalidad, humanismo, socialización y ética estén por encima de la formación tecnológica, la cual debe ser orientada por ellos. Es oportuno recordar un título del célebre A. S. Neill: Corazones, no sólo cabezas en la escuela.

Por supuesto, también importa que alguien se gradúe del mejor tecnológico o universidad, siempre y cuando haya trabajado en su desarrollo como un ser humano sensible a los problemas del mundo que habita y no sólo con metas de consumo en su cabeza.

Durante alguna conferencia, un padre de familia me preguntó: “¿Cuándo se gradúa uno como padre?, ¿cómo sabes si lo hiciste bien o mal?”. Después de escuchar diversas y sublimes respuestas como “Uno será padre toda la vida”, “Uno nunca se gradúa como madre”, mi opinión es que para evaluar el propio desempeño como padre se debe responder afirmativamente, entre otras, la siguiente pregunta: ¿Mis hijos son personas aptas para vivir de manera autónoma y constructiva para sí mismos y para los que le rodean?

Cuando seas capaz de responder afirmativamente, habrás aprobado la materia de ser madre o padre. Si tus hijos no te necesitan, no significa que no te aman, sino que pueden hacer su vida sin ti, y eso indica que son aptos para ejercer su autonomía y decidir su vida. Dos conceptos son básicos para lograr una educación exitosa de tus hijos: la aptitud para vivir su propia vida y el que sean capaces de vivirla de manera constructiva para la sociedad.

 

Recuerda que ser adulto, desde la perspectiva de la madurez emocional, significa tomar decisiones, asumiendo el riesgo y la responsabilidad de sus consecuencias. Desde pequeño se debe permitir al niño que ejerza cierto grado de autonomía en diversos aspectos de su vida (elegir cómo vestir, con quién jugar, compartir juguetes o no, etc.) conforme va creciendo, se debe ir ampliando dicha autonomía (horario para hacer tareas, forma de contribución y cooperación con la casa, decoración de su cuarto, por ejemplo) y así gradualmente hasta que, al convertirse en un joven adulto, alcance la madurez para ejercer una autonomía definitiva en su vida.

¿Cómo esperas que tu hijo(a) logre ejercer su autonomía y sea apto(a) para vivir su propia vida, si tú como madre o padre no le permites practicarla gradualmente?

Existe en México el problema de la adolescencia prolongada: encuentras a jóvenes mayores de 25 años viviendo con sus padres y con una total indefinición sobre lo que harán con sus vidas. Eternos adolescentes que iniciaron el proceso a los 12 años de edad y que continúan como tales aún entre los 25 y los 30 años.

Esto ocurre, con frecuencia, debido a que la madre o el padre no le permiten ejercer su autonomía, y dentro de nuestra estructura familiar tipo muégano -en la que se propicia el estar todos muy juntos, con estrechos lazos de afecto pero también de resentimientos- los miembros de la familia se inmiscuyen en la vida privada unos de otros, generándose una dependencia hasta en las cosas más elementales, como prepararse de comer o cambiar el papel higiénico; más aún en cuanto a la elección de su pareja o en la educación de sus hijos. Esto se agrava cuando la hija se embaraza sin haberlo deseado (la doble moral y la falta de apertura honesta sobre el tema sexual siguen causando estragos).

Duele cuando los hijos se van, pero duele más cuando regresan, sobre todo si vienen acompañados de hijos.

 

Nuestra frase tan típica cuando un hijo contrae matrimonio: “No pierdes una hija, ganas un hijo” o “No pierdes un hijo, ganas una hija”, se vuelve aterradoramente real. Hay una gran cantidad de matrimonios jóvenes que, por razones ajenas a la estrechez económica, viven con los padres de alguno de los cónyuges, propiciando una injerencia enfermiza en los hábitos y estilos de vida de la nueva pareja.

¿Y dónde quedó la autonomía para vivir con aptitud la propia vida?

Hay que ir más allá de la autonomía y plantearse qué tan constructivo es tu hijo en la sociedad en la que vive. Considerar exclusivamente la autonomía como objetivo educativo es un enfoque limitado. Por ejemplo: un secuestrador o un narcotraficante puede ser autónomo, pero no es constructivo para la sociedad en la que vive; un ejecutivo puede ser autónomo pero llegar a ser a tal grado codicioso, que se vuelva destructivo o incluso peligroso para su entorno.

Por ello, además de su libertad o autonomía, otros valores entran en juego. Otras personas juegan en la misma cancha y deben ser consideradas en la solución. No es suficiente que le vaya bien a tu hijo, debe irle bien junto con la gente con la que convive.

Por lo pronto, te sugiero cambiar tu idea de que ser padre o madre es algo que nunca se termina. Sí termina o, mejor dicho, evoluciona.

Biológica y afectivamente siempre serás su madre o su padre, pero llegará un momento en que ya no tendrás que educarlos. Tú vas a hacer lo que puedas hasta cierto límite; el resto será decisión de ellos.

Aunque tomen malas decisiones, decisiones que los hagan sufrir, tendrás que respetarlas. Tu papel podrá ser de apoyo, de asesoría, pero ya no estarás a cargo de ellos.

Por tu salud mental, no te hagas eso a ti mismo(a). No les dones tu propia vida a tus hijos… ellos se irán por el bien de ellos mismos y también por el tuyo.

Ten tu propia vida. Déjalos ir.

 

Capítulo 1
¿Soy una buena madre o un buen padre?


1.1 Padres de familia obsoletos o caducos

1.2 ¿En qué clase de persona se convertirán tus hijos?

1.3 ¿Es eficaz tu disciplina?

1.4 Definición #1 de estupidez

 

 

 

Capítulo 1
¿Soy una buena madre o un buen padre?

1.1 Padres de familia obsoletos o caducos

Algunos padres de familia utilizan el siguiente argumento para justificar su falta de actualización para educar a sus hijos: “Así como me educaron a mí, voy a educar a mis hijos… tal y como mis padres lo hicieron conmigo”. No puedes educar a tus hijos como lo hicieron tus padres contigo, pues tus padres te educaron para un mundo que ya no existe.

Otros simplemente se van al extremo contrario: si sus padres los maltrataron de alguna forma, se dedican a sobreproteger a los suyos y evitarles hasta el mínimo sufrimiento posible. Esta actitud es sólo una manera de reaccionar que deberían resolver en terapia personal y no proyectar sus temores sobre sus propios hijos.

Son tantos los cambios, y tan veloces, que al igual que con los equipos de cómputo actuales, corres el riesgo de volverte obsoleto si no te actualizas constantemente. La obsolescencia de la que hablo se traduce en que utilizas un discurso caduco, sermoneador, como el que utilizaban tus padres, perdiendo credibilidad ante tus hijos, pues no te consideran alguien con ideas actuales o prácticas.

 

No estoy poniendo en tela de juicio los valores que quieras enseñarles, pongo en tela de juicio el método que utilizas para inculcárselos.

El gran problema que tenemos los padres actuales es que, no obstante ser nosotros una generación de transición, tenemos que educar a los hijos de acuerdo con criterios aplicables a un mundo que desconocemos. Somos responsables de educar a los hijos para un mundo que nosotros mismos no entendemos del todo.

Tus padres te educaron para un mundo más claramente definido; agradables o no, satisfactorias o no, las cosas, los roles estaban definidos desde la cuna hasta la tumba.

Los avances tecnológicos modifican las formas de trabajar, de producir. Esto trae como consecuencia cambios económicos, transformando todas las estructuras sociales: la pareja, la familia, la escuela, la iglesia, el estado, etc.

Nos sobrepasa el rumbo y el ritmo de vida que llevan nuestros hijos, los cuales tienen acceso a información y cuentan con recursos que nosotros ni soñábamos cuando teníamos su edad, por lo que la materia escuela para padres se vuelve prioritaria.

¿Te acuerdas del control remoto visual que tu mamá utilizaba para que te comportaras bien? Intenta utilizarlo con tu hijo y se te quedará mirando directamente y te dirá: “¿Qué te pasa?, ¿por qué me miras así?”.

Antes, la obediencia era una gran virtud; es más, llegó a considerarse un valor que debía premiarse con alguna medalla en la escuela. Hoy, las empresas que contratan a los egresados de las escuelas, no necesitan gente obediente, sino gente que pueda tener iniciativa y creatividad para solucionar problemas y para adaptarse al cambio. La obediencia no es ya un atributo muy apreciado que digamos… y a quienes no contraten las empresas, tampoco van a generar sus propios negocios o a crear sus propios medios de subsistencia siendo obedientes.

Todas las profesiones requieren actualización. Quien no se actualiza, pierde vigencia y se vuelve obsoleto; lo mismo sucede con los padres de familia. Seguirás dando órdenes, continuarás sermoneando, pero ¿influyes realmente en tus hijos?, ¿no crees que si no te actualizas perderás claridad, perspectiva y vigencia ante lo que realmente les ocurre y necesitan?

 

Aclarado este punto, quiero hacerte ver que en ocasiones tú mismo(a) te pones una etiqueta de caducidad. Así como la de la leche o los productos indican hasta cuándo se conservan en buen estado, cuando dices cosas como “En mis tiempos…”, “Cuando yo era joven…” te estás autocaducando.

“Cuando se es joven, por debajo de nuestra alegría vital, se extiende una inmensa angustia”

-Alejandro Jodorowsky

Ten cuidado; tus tiempos son ahora, pues estás vivo(a); tu juventud no necesariamente fue tu mejor época.

Si es necesario, acude a un especialista que te ayude con tu depresión o con tu somatización (cuando tus problemas emocionales enferman tu cuerpo) pero no transmitas a tus hijos la idea de caducidad. De otra forma, tu propia profecía se hará realidad y no serás alguien realmente vivo para tus hijos… ni para ti mismo(a).

1.2 ¿En qué clase de persona se convertirán tus hijos?

“El arte de ser padres significa dejar

de ser indispensables lo antes posible.”

Norma Alonso

¿Para qué educas? No pregunto por qué, sino para qué. ¿Tienes claro qué quieres fomentar con la educación que impartes?, ¿en qué clase de persona se pueden convertir tus hijos? Cuando los corriges o les das un permiso, ¿qué tienes en mente como objetivo o meta educativa?, ¿cómo evalúas tu propio desempeño como madre o padre de familia?, ¿cómo sabes si realmente vas bien o no, en este papel tan importante en tu vida?, ¿cómo responder a la pregunta: soy una buena madre o un buen padre?

 

Para tener certeza de nuestras acciones es indispensable que tengamos metas claras que nos sirvan de referencia para evaluar nuestro desempeño. Si sabes con claridad el tipo de persona que deseas ayudar a formar con la educación que impartes, tendrás más confianza en tus decisiones y evitarás precipitarte, pues sabrás a dónde pueden conducir tus acciones. Para lograr esto, debes contar con una idea relativamente clara de lo que deseas lograr con tus hijos, es decir, saber en qué clase de persona podrían llegar a ser.

Algunas personas creen que son buenos padres o madres por amar mucho a sus hijos. Aunque no cuestiono la necesidad fundamental de amarlos para poder educarlos, con el amor no es suficiente. Hay diferentes formas de expresar lo que creemos que es amor y que no necesariamente son positivas para un hijo. Por ejemplo, sobreprotegerlos y permitir que el niño no tenga límite alguno. Hay padres que creen que de esta forma están manifestando su amor, y en realidad, con dicha forma de amar están perjudicando a sus hijos.

Otros creen que son buenos o malos padres exclusivamente en función de las calificaciones escolares de sus hijos. Yo creo que usar la boleta escolar para evaluarse como madre o padre es un referente muy pobre, pues tendrás una visión incompleta e imprecisa de un solo aspecto dentro del ancho mundo de la vida y educación de tus hijos.

Educa para que tus hijos sean aptos para vivir su propia vida…
sin ti.

Sé que este planteamiento puede ir en contra de criterios educativos donde se fomenta que los hijos no se vayan de casa, o por lo menos que retarden su salida lo más posible, como sucede en muchas familias latinoamericanas. Hay familias que van mucho más allá de la unión, e incluso rayan en lo patológico a través de intromisiones excesivas en la vida de sus hijos, generando muchas veces dependencias enfermizas entre sus integrantes. Suegros o suegras entrometidos que lastiman seriamente, a veces de manera irremediable, las relaciones de pareja de sus hijos casados. Hijos o hijas que para todo consultan a sus papás y no son capaces de decidir en su propia vida “independiente”, son sólo algunos ejemplos del gran daño emocional producido al interior de familias por ser incapaces de soltar o dejar ir a los hijos cuando estos crecen.

 

Hay que distinguir entre unión familiar e intromisión familiar. Así como hay alimentos que nos nutren y otros que nos intoxican, hay relaciones afectivas y familiares que nos nutren y otras que nos intoxican. Y esto sucede sin que necesariamente haya una intencionalidad destructiva, ya que algunas relaciones se contaminan por diversas experiencias a lo largo de la vida en común.