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LA ESCUELA ROTA: SISTEMA Y POLÍTICA EN CONTRA DEL APRENDIZAJE EN MÉXICO


por

EDUARDO ANDERE M.






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INTRODUCCIÓN

La historia de este libro comenzó hace diez años. A principios de 2003 empecé la redacción del manuscrito La educación en México: un fracaso monumental. Muchas cosas han sucedido desde entonces.

Uno puede vivir la vida a la deriva, como agua de río, o en la vereda, como cauce de río. Con el fracaso de la educación inicié un trayecto para entender el fenómeno educativo de México y para sugerir diversas opciones de cauce. Pero poco podría avanzar sin datos ni mapas. Así entonces, tracé una ruta en la compleja orografía de la educación mundial. Me lancé en busca de un Shangri-la de la educación escolar para alimentar las políticas, prácticas y procesos educativos de países percibidos como rezagados o deficientes en educación.

Mis primeros años de inmersión en la educación estuvieron dedicados al estudio, análisis y entendimiento del sistema, modelo y políticas educativas de México. Allí aprendí y denuncié con fuerza el diagnóstico de la educación mexicana cuando en septiembre de 2003 publiqué el “fracaso monumental”. A partir de ese hecho mi vida profesional cambió para siempre. Llegaron las anécdotas una tras otra que encauzaron mi incursión.

Un par de meses después recibí una llamada telefónica de un funcionario de la SEP que me invitaba a una conferencia que tendría lugar —dos o tres semanas después— ante los representantes de las áreas de evaluación del resto del país. La noche anterior a la celebración del encuentro, ya con la presentación preparada, el mismo funcionario me llamó de nueva cuenta pero en esta ocasión para “desinvitarme”. Por supuesto que solicité una explicación. Según recuerdo, me dijo que un alto funcionario del recientemente creado Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, que participaría en dicho encuentro, para presentar el primer informe sobre la calidad de la educación básica en México, fue quien solicitó mi remoción del programa. ¿Por qué? “Porque mi mensaje no era adecuado”. Los funcionarios de la SEP, apenados con el asunto, de todas formas adquirieron varias decenas de mi libro para entregarlo a los participantes. La publicidad de lo ocurrido ayudó mucho a la distribución de mi mensaje.

Unos meses después, en enero de 2004, recibí una llamada en el pequeño cubículo de los pasillos del ITAM que otrora albergaba a los seminaristas jesuitas que allí moraban. Se trataba de un mensaje del secretario de Hacienda y Crédito Público para invitarme a una comida que ofrecería a empresarios y otros líderes, con motivo de su mensaje en el famoso seminario anual sobre perspectivas macroeconómicas de México. Por supuesto que no creí en la invitación que al final resultó cierta. Finalmente, el día de la comida, el secretario Francisco Gil, casualmente y dirigiéndose a los invitados, me señaló y dijo: “Eduardo es el autor del libro del que les venía comentando en el pasillo”. Varios de los asistentes fueron o mandaron a interpósita persona a la librería del ITAM.

Tiempo después, cuando estaba en contesta la carrera de los precandidatos a la presidencia de la República, el diario Reforma entrevistó a cada uno de ellos, cuyo resultado publicó in tandem semana tras semana. Cuando le tocó el turno a Jorge Castañeda y se le preguntó qué libros estaba leyendo, mencionó El fracaso monumental de la educación, de Eduardo Andere.

Finalmente, meses después me llamó el director del Centro de Políticas Públicas de la Universidad de las Américas con campus en el estado de Puebla para invitarme a presentar el libro. Mencionó que había invitado al ex secretario de Educación de Pública del gobierno de Zedillo a comentar el libro. Días después me llamó para decirme que el ex titular de la SEP no sólo no había aceptado sino que manifestó su desacuerdo con la decisión de dicho Centro de promover un libro que presentaba una imagen tan negativa del logro educativo en México. Durante la presentación del libro, el mismo director mencionó que dichos comentarios le habían preocupado y decidió el mismo adoptar la lectura y alocución de la obra. Allí dijo que el libro no era escandaloso y que sentía mucho que el ex secretario hubiera declinado la invitación dado que habría sido una buena oportunidad para replicar. Entiendo que el ex titular no aceptara porque en una sección del libro se hace una crítica severa a su administración y a la decisión de la SEP de no publicar, y como consecuencia, destruir los datos de la participación de México en la famosa prueba internacional conocida como TIMSS (Andere, 2003: 86). Esa misma crítica sería manifestada por Pablo Latapí (2004: 151) y aceptada como error por Limón Rojas unos años después de la ocurrencia de ocultar tanto la participación como los resultados, cuando en respuesta a pregunta expresa de Latapí, contestó:


Habida cuenta de la crítica expresada, parece evidente que debimos haber publicado los resultados del Tercer Estudio Internacional de Matemáticas y Ciencias (TIMSS, por sus siglas en inglés). Fue un asunto que discutimos mucho en grupo y me parecieron muy fuertes los argumentos que se referían a los inconvenientes de publicar los resultados […] (Latapí, 2004: 151).


Esas cuatro anécdotas pavimentaron el camino para que El fracaso monumental… se reimprimiera en menos de seis meses. A ese libro le siguieron seis más. Uno sobre la política educativa, dos sobre educación comparada internacional, dos más sobre educación y aprendizaje y uno sobre la educación en Finlandia. Mi trayecto en ese devenir intelectual ha partido de la política educativa, hacia la educación comparada, el aprendizaje, para finalmente aterrizar con este nuevo título que en realidad se ubica en la intersección de las tres avenidas: políticas públicas, aprendizaje y educación comparada.

El libro es único en su enfoque y contenido; al mismo tiempo sintetiza un recorrido que va de la aceptación de una realidad educativa, la desesperanza sobre el futuro de la política educativa y los grandes resultados nacionales de desempeño, hasta el aprendizaje, único hilo que permitiría devanar la enredada madeja de la educación en México. Cansado y decepcionado de pregonar un fracaso educativo en el primer lustro de la primera década del siglo XXI, me refugié en dos territorios epistémicos para cambiar el enfoque de mis propuestas: uno, las escuelas, aulas y maestros; dos, la literatura de la naciente ciencia del aprendizaje aplicada a la educación. De este retiro, y en síntesis, nace la obra que el lector tiene en sus manos. Aquí trato de unir los esfuerzos de la política pública con la carretera del aprendizaje.

El resultado es la producción de un libro novedoso que entrelaza los lenguajes de diversas epistemologías para ofrecer a los unos, los expertos y practicantes de políticas públicas, y a los otros, los especialistas y profesionales de la educación, un punto de encuentro para acercar a los dos mundos sin perjudicar a ninguno.

Mucho se ha escrito sobre las trabas y dificultades de la educación en México. Como he dejado constatado en diversas publicaciones, y aquí lo corroboro, todo el problema educativo de México y su desempeño se debe a la fallida política educativa y a las perversas relaciones monopólicas de poder. He sostenido y publicado hasta el cansancio sobre los perjuicios que los monopolios no naturales le causan al país, y este libro es una manifestación más de esa posición. Sin embargo, hay algo todavía más profundo que la política y las relaciones de poder que tiene que ver con la cultura. Dediqué ya dos libros a tratar este tema: El poder de aprender y La cultura del aprendizaje.

Unas, las políticas públicas de la educación, y otras, los hábitos culturales del mexicano, perjudican o entorpecen el aprendizaje. Dos de mis últimos libros (los nombrados en el párrafo anterior) trataron de deslindarse por completo de la política educativa y de la política de la educación para ofrecer, a la opinión experta y pública y a mí mismo, un camino a seguir en las escuelas y los hogares cuando el de las políticas públicas estaba cerrado.

Allí descubrí que, por mucho que los arreglos de poder perversos o tendenciosos perjudiquen la educación en México, a nivel micro, en la intimidad del hogar o del aula o de la empresa, nadie impide que uno lea un libro en lugar de ver la televisión, que uno convoque a una reunión de inteligencias en lugar de acudir a una manifestación de anuencias; nada nos impide, ni siquiera los arreglos más individualistas en las cúpulas de poder, caminar hacia el museo o la biblioteca en lugar de acomodarse en el sofá o abandonarse en la holgazanería. Creo profundamente en el poder de uno como la mayor palanca del cambio para todos.

Pero, ¿qué sucedería si el poder de todos se utilizase para empoderar a cada uno? Allí, podríamos acelerar el crecimiento y bienestar, allí podríamos sembrar las semillas de una nueva cultura, no para la generación actual sino para las que vienen. En este sentido la inspiración de este libro es la aspiración de lograrlo.

Y allí, en el territorio de la mente de cada uno, lo mismo en el de la maestra María de preescolar, Lupita de primaria baja, Gaby de primaria alta; Juan, el maestro de secundaria o Alfonso, el director de escuela; Pedro, el supervisor o Enrique de la presidencia o Elba del sindicato o Carlos de la empresa, allí, en ese espacio tan personal cuyo dueño es la mente, acudo para tejer un porvenir de aprendizaje en un México caleidoscópico y convulso. Porque lo que ocurre en la mente es producto del aprendizaje. Y el aprendizaje es producto de lo que somos, humanos, junto a lo que vivimos, experiencias.

En un brinco de diez años de conocimiento y aprendizaje ligo este libro con su remoto antecesor de 2003. A punto estuve de bautizarlo “Un fracaso monumental 2”. Sin embargo, algo tenemos roto en nuestros esquemas de educación y aprendizaje que no nos permite avanzar ni como sistema ni como cultura. Por ello he decidido —metafóricamente— llaman a este libro La escuela rota, pues es la escuela el constructo que la humanidad ha inventado para transmitir saberes, actitudes y valores de los adultos a los niños, jóvenes y mayores.

A la luz de los resultados de desempeño y los sufrimientos de millones de mexicanos por una sociedad descompuesta (rota) en términos de pobreza, inequidad, inseguridad, deterioro ambiental y corrupción, expreso mi descontento con la idea “escuela rota”. Necesitamos arreglar nuestras instituciones, la escuela y el hogar. Para ello, los adultos debemos ponernos de acuerdo. Con esa idea, quizá platónica o romántica, pienso que el poder de todos puede catapultar al poder de uno.

El primer capítulo del libro versa sobre la imparable marcha de la humanidad con dos explosiones, la demográfica y la educativa. De allí vienen nuestros grandes problemas y desafíos.

El segundo se ocupa de la realidad educativa del México del siglo XXI, y parte de la pregunta: ¿mejor o peor?

El tercero retoma el tema del gasto educativo como epítome de la política pública en educación tratado en El fracaso monumental, y lo desmenuza una vez más para desmitificar las creencias sobre la cantidad y eficiencia del gasto educativo y su relación con el desempeño.

Los capítulos segundo y tercero encapsulan, pues, el diagnóstico cuantitativo y cualitativo de la educación en México. El tercero termina con una sección que trata de responder a la siguiente pregunta: ¿Es la calidad en la educación preuniversitaria suficiente? La respuesta es no; ni siquiera necesaria, como allí mismo se detalla, y para justificar la negación deambulo brevemente en el mundo de la ciencia, la tecnología y la, así llamada, economía o era del conocimiento.

La marcha imparable de la humanidad documentada en el capítulo primero es causa y consecuencia del fenómeno de la globalidad y lo que ello implica para la cotidianidad del aprendizaje y la escuela. Esto es la materia del capítulo cuarto intitulado “El choque de dos eras: la industrial y la del conocimiento”. Aquí examino la construcción de los cimientos para las propuestas de los capítulos ulteriores del libro. Al describir el devenir educativo entre la era industrial y la de la globalidad y el conocimiento entrelazo las condiciones educativas y de aprendizaje para los niños y jóvenes en este particular gajo de la historia humana. Trato de explicar con cuidado las implicaciones y velocidad del supuesto tránsito entre una era dominada por las relaciones industriales y otra dominada por la globalidad, el conocimiento y los servicios. Ello me permitirá lucubrar sobre el grado de preparación de México para la globalidad y el conocimiento, y las consecuencias de las fuertes políticas de masificación educativa con base en estímulos externos en lugar de estímulos internos.

Así como las explosiones demográfica y educativa han originado problemas y desafíos, el pensamiento educativo en México a través de los siglos es causa y reflejo de una sociedad que no ha logrado entonar su sinfonía de la educación. Un breve recorrido sobre este pensamiento nos ayudará a explicar las causas de muchas de nuestras creencias, instituciones y políticas del siglo XXI, y problemas también. El trayecto del pensamiento educativo es quizás el mejor predictor de nuestras preferencias de política educativa como nación, ahora, en la segunda década del siglo XXI.

El breve repaso histórico del pensamiento educativo desemboca en el siglo XXI con las políticas educativas de los dos últimos gobiernos concluidos y las que se perfilan con el nuevo gobierno de Peña. De los dos primeros he seleccionado siete políticas públicas de la educación y me ocupo de ellas, a saber: el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), Enciclomedia y Habilidades digitales para todos, la obligatoriedad de la educación preescolar y media superior, las reformas curriculares, ENLACE, el Concurso de plazas de maestros, y la Evaluación universal. En número de páginas es el capítulo más extenso, pero son muchos los intentos de reforma; es preciso comentarlos. Una sección extensa es la reforma educativa constitucional de Peña Nieto que por su relevancia merece comentarios detallados, sobre todo, porque pavimentan la carretera que recorrerá el tren de la educación por lo menos durante seis años más.

El capítulo séptimo expone una hipótesis que señala que una causa importante del fracaso educativo en México ha sido el enfoque equivocado, por décadas, de la política pública que ha privilegiado la atención y crecimiento de normas y principios para la división de poder y toma de decisiones en el terreno educativo en lugar de la atención y crecimiento del aprendizaje. La política pública se ha enfocado en las instituciones y no en las personas. Se han fomentado estructuras en lugar de ambientes. Y eso cambia por completo el giro, los recursos y las decisiones de política pública. Para comprobar la hipótesis este capítulo presenta los resultados de un análisis de contenidos del lenguaje de la legislación y reglamentación federal más relacionada con los temas educativos según los contenidos vigentes hasta 2012.

El capítulo octavo analiza los resultados de una investigación novedosa que disecciona a la Secretaría de Educación Pública en su cotidianidad. Mediante la revisión de la información principal y variable de la página inicial del portal electrónico de la Secretaría se clasifican las actividades de la SEP y su secretario por frecuencia e importancia. La base de datos de 996 observaciones desde el 3 de noviembre de 2009 hasta el 31 de julio de 2012 permite observar qué es lo que realmente hace el secretario de Educación Pública y qué es lo que la SEP considera importante publicar, promover y comunicar. Como se verá claramente, más de la mitad de la vida de la Secretaría representada por su titular se dedica a algún tipo de “ceremonia”. Esto podría convertir a la SEP en la “Secretaría de las Ceremonias Nacionales”.

Finalmente, el capítulo noveno cierra el libro con una propuesta nueva de intersección entre políticas públicas, pedagogía y aprendizaje. A partir de lo construido y aprendido en los capítulos anteriores, éste construye un modelo de desarrollo educativo a través del aprendizaje con una nueva política pública y una nueva intervención de la sociedad civil organizada o la comunidad para avanzar el aprendizaje y calidad de vida con o sin la participación del Estado o gobierno. El modelo permite la acción colectiva pública, privada o mixta.

Mi agradecimiento a Luz Alicia González, asistente de investigación, por su apoyo en la búsqueda y organización de información, preparación de series de datos y generación de cuadros y figuras.

1. LA MARCHA DE LA EDUCACIÓN


EXPLOSIONES DEMOGRÁFICA Y EDUCATIVA

El mundo no se detiene. En los últimos sesenta años la humanidad creció 2.7 veces. En el mismo periodo la población en México creció 4.4 veces (INEGI: 1996 y 2011a, Naciones Unidas, 2011). Éstos son signos de un neomaltusianismo a ultranza.


FIGURA 1.1. EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA MUNDIAL Y MEXICANA (millones)

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Los crecimientos exponenciales del mundo y México son un potente detonador de cambio en la vida social, política, ecológica, cultural y educativa.

Aun por encima de dichas explosiones demográficas, el crecimiento educativo ha sido todavía mayor, sobre todo para México.

La explosión educativa (fig. 2 y cuadro 1.3) aumentó 4.6 veces en casi sesenta años en el mundo y 10.6 veces en sesenta años en México (UNESCO, 2000: 41 y 54, y 2010: 126 y 146; INEGI, 2009: cuadro 3.2; Calderón, 2010: 309).

Nuestro país, por lo tanto, experimentó en los últimos sesenta años dos explosiones mostradas en el cuadro 1.1.


FIGURA 1.2. EXPLOSIÓN EDUCATIVA (MATRÍCULA PRIMARIA, SECUNDARIA Y TERCIARIA) (millones)

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CUADRO 1.1- CRECIMIENTO DE POBLACIÓN Y MATRÍCULA DEL SISTEMA EDUCATIVO MEXICANO 1950-2010


En 1950 el porcentaje de población mexicana que asistía a la escuela con respecto a la población total ascendió a 12.6; para 2010 representó casi la tercera parte de la población total.

La educación se masificó desde el siglo XIX y principios del XX en países desarrollados; en México este fenómeno ocurrió hacia la segunda mitad del siglo pasado. Esto quiere decir que nos subimos tarde al tren de la educación. Por ello todavía mostramos rezagos importantes en cobertura, sobre todo en los grados escolares que corresponden a la edad de 15 años en adelante.

La espera por décadas en el andén de la educación ocasionó que heredásemos una gran parte de la población adulta con muy bajos niveles de escolaridad y educación. El pasivo educativo acumulado dificultó el paso de la nación hacia el desarrollo y el bienestar de vida. Cargamos con una fuerte masa poblacional sin educación y sin las habilidades propias para una época que exige más y mejores educandos, aprendientes y trabajadores. Además de las impresionantes fuerzas maltusianas subyacentes, tanto para la nutrición alimentaria como intelectual, los niños y jóvenes de hoy enfrentan, en otros terrenos, un mundo diferente al de hace 50 o 100 años.

En 1950 éramos 25.8 millones de mexicanos (INEGI, 1996: 68) en un mundo de 2 532 millones de personas (Naciones Unidas, 2011). En 1970, veinte años después, crecimos a 48.2 millones de habitantes (INEGI, 1996: 68), casi el doble, en un mundo de 3 696 millones (Naciones Unidas, 2011). Para el año 2010 alcanzamos la cifra de 112.3 millones (INEGI, 2011a) en un mundo de 6 896 millones (Naciones Unidas, 2011). En 1950 la población de México representaba una centésima de la población mundial; en 2010 representó una sexagésima parte.

Junto con este crecimiento el mundo ha vivido también una explosión educativa que se ha intensificado en las últimas décadas. En 1950 había una matrícula primaria total en el mundo de 206 millones (UNESCO, 2000: 41); en el año 2008 esa matrícula aumentaría a 696 millones (UNESCO, 2010: 126). En secundaria y preparatoria para los mismos años la matrícula aumentó de 40.3 millones (UNESCO, 2000: 54) a 526 millones (UNESCO, 2010: 146). En el nivel terciario la matrícula mundial pasó de 7.6 millones (UNESCO, 2008: 54) a 159 millones (UNESCO, 2010: 146).

México ha vivido un crecimiento educativo exponencial aun mayor que el mundial (cuadro 1.3). La matrícula total en 1950 era de 3.25 millones para una población de 25.8 millones (INEGI, 2009, cuadro 3.2), es decir, 12.6%; la matrícula para el ciclo escolar 2010-2011 ascendió a 34.4 millones de estudiantes (Calderón, 2010: 309), 31% de la población total. En el mundo, en 1950, 11.8% de la población asistía a la escuela, en 2008 lo hizo 20.5 por ciento.


CUADRO 1.2. POBLACIÓN MÉXICO Y MUNDO


CUADRO 1.3. MATRÍCULA TOTAL DE PRIMARIA, SECUNDARIA Y TERCIARIA (millones)


La mayor aceleración en la cobertura de México con respecto al mundo en los últimos 50 años no indica mayor interés relativo o atención a la educación sino la consecuencia de un mayor rezago histórico. Lo que sucede es que México llegó tarde y rezagado a la cita con la educación. Hoy pagamos el costo de la negligencia o de la ignorancia de nuestros gobernantes de los siglos XIX y XX.

En 1950 el grado promedio de escolaridad en el mundo para una población de 15 años y más era de 3.2 grados (Barro y Lee, 2010a); en México ese promedio fue de 2.43 (Barro y Lee, 2010b). Para 1960 dicho promedio en México ascendía a 2.6 años (INEGI, 2000: 121) en tanto que en el mundo se ubicaba en 3.65 (Barro y Lee, 2010a: 32). Para el año 2010 la escolaridad en el mundo se estimaba en 7.76 grados (Barro y Lee, 2010: 32) en tanto que para México se calculaba en 8.6 grados (INEGI, 2011a).

A mayor abundamiento, el porcentaje de población de 6 a 14 años de edad que asistía a la escuela en 1950 (INEGI, 1996: 147) era de 37.5 contra 95 del 2010 (INEGI, 2011b).

Aunque la población y asistencia escolar han aumentado radicalmente no todos los niños y jóvenes que debieran estar en la escuela asisten a ella, y quienes no asisten son los que más la necesitan. En el rango de edad de educación primaria la inasistencia es menor, pero


CUADRO 1.4. CRECIMIENTO DE POBLACIÓN Y MATRÍCULA DEL SISTEMA EDUCATIVO MEXICANO 1950-2010


CUADRO 1.5. NO ASISTE A LA ESCUELA 2010 (INEGI, 2011)


aun así hay cerca de medio millón de niños que no van a la escuela; en secundaria son un poco más de medio millón; la suma de las dos poblaciones nos arroja una cifra superior a un millón de niños entre 6 y 14 años de edad que no asiste a la escuela. La situación es mucho más grave para la educación media superior considerando un rango de edad entre 15 y 18 años en el que 38.5% de los jóvenes, o sea, casi 3.5 millones, no asisten a la escuela (cuadro 1.5).

Si tomamos a toda la población entre 3 y 18 años de edad sumamos 7.6 millones de niños y jóvenes que no asiste a la escuela (cuadro 1.5). Esto significa llenar el estadio Azteca 76 veces: ése es el tamaño del déficit en cobertura. Así están el rezago y reto de la educación en México ya entrados en el siglo XXI, que se dibujan más dramáticos cuando analizamos con más detalle la realidad educativa del país y saltamos al mapa de la educación mundial, como lo veremos en los siguientes capítulos.