Portada
NIKA VÁZQUEZ SEGUÍ
EL ARTE DE SENTIRSE
COMPLETO Y DISFRUTAR
DE LA VIDA EN SOLITARIO
Portadilla
© del texto: Nika Vázquez Seguí, 2022.
© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2022.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
rbalibros.com
Primera edición: mayo de 2022.
ref.: obdo041
isbn: 978-84-1132-050-4
el taller del llibre • realización de la versión digital
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Créditos
contenido
Prólogo 7
1. eL VARIADO ARTE DE ESTAR SOLO
¿Qué es la solosofía? 15
Estar solo no es sentirse solo 26
La receta de Pascal 34
2. EL AMOR NO ES SOLO COSA DE DOS
Ese «alguien» que estás buscando eres tú 45
No te divorcies de ti mismo 54
Primera soltería 63
Transición entre parejas 71
Una soledad elegida en la vejez 84
3. VIVIR LOS CINCO SENTIDOS
Gusto: «Mesa para uno, por favor» 101
Tacto: emociones a flor de piel 108
Oído: la música de la vida 114
Vista: la felicidad entra por los ojos 121
Olfato: viaje al centro de la memoria 128
Contenido
6
contenido
4. CONVIVIR SIN RENUNCIAR
Tu jardín secreto 138
La familia, bien, gracias 144
Amigos para casi siempre 153
Feliz dentro y fuera de la oficina 161
5. BOTIQUÍN DE SOLOSOFÍA
Novelas 171
Películas 175
Canciones 180
Epílogo: Los 10 secretos de los solósofos 187
Agradecimientos 189
7
Prólogo: La felicidad
del solista de jazz
Imagina que estás sobre el escenario de un club de jazz, cálido y agradable, sentado al piano. A lo lar-go de toda la canción, te has coordinado con los otros músicos de tu banda. Cada cual ha hecho su trabajo y tú te has concentrado para no salirte de la tonalidad ni perder el ritmo.
Entonces llega tu momento. El resto de los ins-trumentos pasan a un segundo plano y te ceden el protagonismo. Cierras los ojos y dejas que tus ma-nos evolucionen por el teclado, descubriendo nue-vas armonías y variaciones. No tienes prisa. Estás feliz, conectado a ti mismo y a ese instrumento que es tu vida, en ese estado que Mihály Csíkszentmi-hályi llama flow.
Cuando termina tu solo, recibes una larga ova-ción, pero tú sigues tocando y disfrutando de la música. Concluido el concierto, te despides de tus compañeros de banda, saludas a algunas personas entre el público y te vas a casa caminando.
Prologo
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Atraviesas las calles nocturnas con las manos en los bolsillos, como James Dean en la famosa fo-tografía, mientras revives los mejores momentos del concierto. Estás contento y tienes muchas ideas nuevas que quieres desarrollar en los próximos en-sayos y directos.
Una vez en tu apartamento, te dejas caer sobre el sofá y te tomas una limonada natural bien fría que has preparado por la tarde y te espera en la nevera. Mientras miras la ciudad desde la venta-na, respondes algunos mensajes de gente que ha estado en el concierto. Les das las gracias por su amabilidad. También contestas a un par de amis-tades: una quiere tomar café para contarte un pro-yecto, la otra te propone ir juntos al cine y luego a cenar para comentar la película.
Cierras el móvil y te vas a la cama. Ha sido un día largo y lleno de emociones. Agradeces tener para ti el colchón de metro cuarenta, para mover-te y estirarte a tu gusto. Enseguida te quedas dor-mido.
La luz radiante de la mañana te despierta. Te metes bajo la ducha y, cuando el chorro caliente acaricia todo tu cuerpo, en tu cabeza suena una nueva variación, muy fresca y original, que proba-rás en el próximo concierto. También se te ocurre un nuevo ejercicio que llevarás hoy a tus clases en el conservatorio.
Te vistes con ropa fresca y te preparas un desa-yuno a tu gusto, con un disco que te pone de buen humor a todo volumen.
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Mientras tomas tu café, fuerte y solo, como te gusta, repasas todo lo que tienes que hacer hoy. Es mucho, pero te sientes lleno de energía. Amas la vida. Tienes el control sobre tu tiempo, sobre tus errores y aciertos, y eso te encanta.
Sales a la calle con el entusiasmo de un viajero que llega a una ciudad desconocida. ¿Qué sorpre-sas y descubrimientos te deparará el día de hoy? ¿A quién conocerás? ¡La vida es una emocionante aventura!
El espíritu de este solista no es exclusivo de los músicos de jazz. Está al alcance de cualquier per-sona, no importa cuál sea su talento o profesión, ya que depende sobre todo del setting de tu exis-tencia, es decir, de cómo decides verla y vivirla.
La misión de este libro, entre otras cosas, es des-terrar muchos falsos tópicos. Y uno de ellos es que en soledad no se disfruta la vida.
Todos conocemos a personas que malviven en relaciones llenas de fricciones, resentimientos o puro tedio. Y no me refiero solo a relaciones de pareja. También existen grupos de amigos que se sostie-nen por la costumbre y las rutinas; o familiares, que sienten la obligación de ir a visitar a sus pa-rientes, sin ningún entusiasmo, y con toda la con-ciencia y culpa sobre los hombros cuando algún domingo no van a verlos.
¿Qué tiene que ver eso con la realización per-sonal? Nada.
Estar feliz y satisfecho no depende de quién tie-nes al lado, sino de cómo te tratas a ti mismo. Si
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vives de forma coherente con tus ideales, si te res-petas y te cuidas, si no te conformas con una exis-tencia aburrida y repetitiva, entonces «tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella», como decía Rud-yard Kipling en su poema «If».
Existen muchas teorías sobre lo que necesita una persona, y como psicóloga con más de quince años de experiencia, he visto toda clase de situa-ciones. Sin embargo, la mayoría de la gente olvida que el destino se sirve en envases individuales y exclusivos. Solo tú eres responsable de la calidad de tu vida. Nadie puede venir a salvarte y, por la misma razón, nadie puede arruinar tu existencia sin tu permiso.
La solosofía es el arte de sentirte completo y disfrutar de la vida en solitario.
Para ello, a lo largo de este libro vamos a apren-der a...
• Descartar prejuicios e ideas falsas sobre cómo «hay que» vivir y relacionarse.
• Tomar el control de tu destino, sin hacerlo de-pender de nada que no sean tus decisiones y elecciones.
• Encarar la existencia con humor, desafío y amor por ti mismo.
• Conectar con tus deseos y prioridades vitales para convertirte en tu mejor amigo.
• Basar tu autoestima en el desarrollo de tus capacidades y en llevar a cabo lo que quieres hacer en el mundo.
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Una lección preliminar de la solosofía es que «es-tar solo no es lo mismo que sentirse solo». Sobre eso, en inglés hay una importante diferenciación entre dos conceptos: loneliness y solitude. El pri-mero hace referencia a la soledad no deseada, a la carencia y la tristeza. El segundo es un estado ele-gido porque quieres ser dueño de tu tiempo y es-pacio, y dar prioridad a la creatividad y a la libre interacción con los demás.
Mi propósito es que, cuando cierres este libro, seas un excelente solista en todos los escenarios de la vida. Para lograrlo, esta guía práctica te dará cla-ves para crecer y disfrutar sin apegos ni renuncias.
Decía Cicerón: «Nunca estoy menos solo que cuando estoy solo». Por supuesto, te tienes a ti mis-mo. ¿Hay acaso mejor compañía?
¡Te doy la bienvenida a este curso de solosofía!
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el variado arte de estar solo
1. EL VARIADO ARTE DE ESTAR SOLO
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¿Qué es la solosofía?
Si estás leyendo estas líneas es porque tú o alguien que te ha regalado este libro ha considerado que era para ti. Quizá porque eres un solósofo y nadie te lo había dicho hasta ahora. O quizá porque tu vida está demasiado apegada, ligada y ensambla-da a los demás, y necesitas tomar conciencia de esta nueva filosofía de vida.
Sea el motivo que sea, tienes entre tus manos un manual y hoja de ruta para disfrutar de ti como nunca habías pensado que podrías y en situacio-nes que jamás te habrías imaginado.
La definición de «solosofía» podría expresarse como el arte y la sabiduría de sentirte completo y disfrutar de la vida en solitario.
Al igual que Erich Fromm revolucionó el con-cepto de amor al describirlo como un arte que de-bemos practicar y tratar de mejorar en el día a día, el arte de disfrutar de la vida en solitario no es algo
¿Qué es la solosofía?
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que surja sin más, de la noche a la mañana, y más si nunca has sentido la necesidad de hacerlo. Para ello, al final de cada capítulo, encontrarás unos ejercicios que te ayudarán a conocerte un poco más de la piel hacia dentro y a desarrollar este re-volucionario arte.
Antes de seguir es importante que diferencie-mos entre ser un solósofo y ser un solitario. Una persona solitaria no necesita de los demás en la vida ni disfruta de su compañía, no le gusta com-partir sus intereses, aficiones ni gustos con sus con-géneres. Busca siempre espacios y lugares aislados, y la sola presencia de otra persona le disgusta o pone en alerta.
Un solósofo, sin embargo, es una persona que disfruta de una vida acompañada. Tiene relacio-nes sanas y comparte con sus seres queridos sus inquietudes, curiosidades y anécdotas. También es una persona que sabe escucharse. Se conoce bien y sabe lo que necesita en cada momento; para ello, busca sus espacios y tiempos, respetándose y cui-dándose con amabilidad y cariño.
Otra cualidad que tiene una persona que está alineada con la solosofía es la de no asumir ni sen-tenciar con prejuicios, ni a los demás ni a sí mis-mo. En muchas ocasiones nos vemos frenados o cohibidos a la hora de tomar decisiones por el «qué dirán». Probablemente haya gente que opine y juzgue lo que hagas, pero quien vive las expe-riencias y quien se las lleva consigo eres tú. Nadie está en tu piel (como veremos en el capítulo 3), na-
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die puede saber cómo te sientes o lo que necesitas más que tú.
En el proceso de buscar la felicidad y sentirla en las pequeñas acciones cotidianas que vayas toman-do, trabajaremos para descubrir qué necesitas tú y cómo hacer para que no sufras ni te sientas culpa-ble con lo que los demás digan u opinen.
Decidir llevar tu propio estilo de vida es asu-mir que vas a reflexionar y decidir por ti mismo qué quieres hacer con las horas de tu día, con tu vida. Eso puede llevar a no ser entendido por la gran mayoría.
En su ensayo La expulsión de lo distinto, Bu-yung-Chul Han hace referencia al malestar que conlleva seguir la tendencia de la mayoría, dejan-do de lado la naturaleza propia, eso que nos hace genuinos. El filósofo coreano considera que seguir esa tendencia borreguera es el mal de esta socie-dad y el inicio de muchas de las psicopatologías que vivimos hoy día.
No se trata de seguir modas, normas, estereoti-pos o tendencias. Lo que pretende la solosofía es que aprendas a conectar más con tu esencia, con quién realmente eres, y que decidas por ti mismo hacia dónde quieres ir.
Dedicarte tiempo
Terminas de trabajar. Apagas el ordenador, reco-ges las cosas del despacho o de la tienda, apagas las luces, cierras la puerta y te vas a casa. Pero antes pasas por el supermercado a comprar las cosas que
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llevas apuntadas en una lista. Llegas a casa, sa-ludas a tus hijos y a tu pareja, y os contáis el día mientras preparáis la cena. Al acabar de cenar, todo el mundo se va a su habitación y por fin te sientas en el sofá. Es el momento de revisar las redes sociales, los chats de amigos y los mensajes que te han llegado durante todo el día que no has podido atender con calma, y cuando el sueño lla-ma a tu puerta, te vas a dormir.
Y así día tras día, durante meses que se convier-ten en años.
Hasta que llega un momento en que, sin saber bien cómo ni por qué, sientes que el hastío, la sa-turación y la desgana van invadiendo tu cuerpo, desde las entrañas, desde el alma. Sientes que la vida se te escapa y no la has saboreado, no la has sentido. Te das cuenta de que no te has «sentado a sentirte» ni un solo momento en todos esos años.
Cuando estamos sumidos en la vorágine del día a día, es casi imposible que encontremos un mo-mento para dedicárnoslo a nosotros mismos. Nos dejamos atrapar por lo urgente y nos olvidamos de lo importante. Cuando eso pasa, la insatisfac-ción y el malestar emocional aparecen, como dice Stephen Covey.
Con frecuencia descubro que no somos capaces de diferenciar qué es importante y qué urgente en nuestra vida o en la de los demás. Solemos poner-nos el traje de bombero y dedicarnos a apagar fue-gos, a llegar a deadlines con noches sin dormir y a cubrir las necesidades de los demás. Vivir así nos
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lleva a un estado de desbordamiento, sin tiempo para pensar siquiera cuál es el mejor modo para hacernos cargo y resolverlo.
Olvidarnos de nosotros mismos y anteponer lo urgente a lo importante es olvidarnos de lo esen-cial de nuestra vida: nuestro bienestar.
La solosofía te invita a seguir viviendo en ar-monía con los demás sin renunciar ni hipotecar tus espacios y tiempos. En conclusión, te enseña que para ser feliz es importante encontrar un equi-librio entre lo que aportas a los demás y lo que te aportas a ti mismo.
O eres solósofo o eres juez
Cuando comentaba con Anna Periago, mi editora, la creación de este libro, hablábamos de las difi-cultades que encuentra la gente para llevar a cabo la solosofía. Coincidíamos en que una de ellas eran los prejuicios que supone hacer cosas solo.
Sin embargo, socialmente hay ciertas cosas que se acepta y se comprende que las hagamos solos. Por ejemplo, parece que ir al cine solo ya es algo que poco a poco hemos integrado en nuestra con-ciencia, y no nos resulta extraño escuchar que al-guien ha ido al cine a ver una película que le inte-resaba sin compañía.
Es probable que en un principio nuestra mente se haga preguntas como «¿y no encontraste a na-die que quisiera acompañarte?», o «¿tan friki era la película?». Pero nos quedamos callados y asumi-mos, por ejemplo, que llevamos horarios caóticos
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y que coincidir con alguien puede ser complicado. Vale, entonces, lo de ir al cine solo ya no nos resul-ta raro, ni llevarlo a cabo ni escuchar que otros lo hacen.
Pero no pasa lo mismo con otras actividades como ir al teatro, comer en un buen restaurante o viajar. Cuando oímos que alguien lo ha hecho solo, nos ponemos ojipláticos; cierta sensación de pavor, vergüenza y miedo nos invade al imaginar-nos en esa situación.
¿Qué hace que ciertas acciones las juzguemos como válidas, apropiadas o aceptables, y que otras nos resulten chocantes? ¿Qué hace que nuestra mente rechace la simple idea de imaginarnos reali-zándolas?
La respuesta nos lleva una y otra vez a lo mismo: los prejuicios. La Real Academia de la Lengua Es-pañola define el «prejuicio» como una opinión pre-via y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.
Prejuzgamos continuamente sin saber y sin co-nocer. Eso es innegable. La diferencia entre una creencia limitante y otra de apertura son las viven-cias, aprendizajes y esquemas mentales que tenga-mos en nuestra cabeza.
Dividimos el mundo entre el bien y el mal, entre lo que es aceptable y lo que no. Esta manera de encasillar la vida en dos polos opuestos probable-mente sea una herencia de la tradición judeocris-tiana que llevamos impresa en nuestra moral y en nuestro modo de actuar. Si haces el bien irás al Cie-
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lo, y si haces el mal, al Infierno. El Cielo es enten-dido como armonía, compañía, felicidad y sereni-dad; en contraposición, el Infierno es entendido como el caos, la soledad, el abandono y el sufri-miento.
Vivir desde esa dicotomía, si bien hace la vida más sencilla, nos limita enormemente a la hora de aceptar el mundo, así como en la toma de decisio-nes, pues todo lo que haces se reduce a que «está bien» o «está mal». Ese reduccionismo me parece extremadamente irreal. No todo en la vida está bien o mal, es divertido o vergonzoso, es blanco o negro. De hecho, para explicar este planteamiento en consulta, suelo exponer que las veinticuatro ho-ras de un día no son luz u oscuridad. Si nos limi-tamos a eso, obviamos los amaneceres y los atarde-ceres, que para mí son los momentos más especiales y mágicos del día, los que más me embelesan y dis-fruto observando.
Así pues, ¿cómo podemos dejar de ser jueces de nuestra propia vida y de la de los demás? ¿Cómo dejar de lado los prejuicios y aprender a ser más tolerantes y solósofos? La teoría suena clara, pero es a la hora de ponerla en práctica donde pode-mos encontrar dificultad. Te propongo un ejerci-cio para que practiques lo aprendido: el arte del disfrutar los puntos medios, donde todo vale.
El miedo no siempre es buen consejero
Las limitaciones sobre lo que puedes o no puedes hacer las defines tú y nadie más que tú. Por mucho
• ejercicio: Blancos, negros y todos los demás pantone •
Puesto que los prejuicios suelen ser pensamientos ba-sados en la falta de información, la inexperiencia y los extremos, vamos a trabajar, con este ejercicio, te-ner una mente más abierta, más tolerante y ajustada a la realidad.
Para ello, te invito a pensar en una idea que para ti sea inamovible y certera. Empieza con pensamientos que emocionalmente no tengas mucha carga para ti. Podría ser algo como «no me gustan los días de lluvia».
Entonces piensa qué circunstancias podrían darse para que disfrutaras, por ejemplo, de un día de lluvia: elegir con quién pasar ese día, tomar conciencia que en casa podrías hacer cosas que de normal no sueles por falta de tiempo, como leer o cocinar, pensar que ese agua que cae cumple su función en la naturaleza...
Es probable que los días soleados sigan siendo tus preferidos, pero el estado de ánimo con el que afron-tes los días de lluvia será diferente si eres capaz de ver todo lo que aportan a tu vida. En definitiva, no se trata de cambiar tus gustos, se trata de tener la mente abierta y ágil para aceptar la realidad y usarla a tu fa-vor para que tu estado de ánimo no dependa de lo que pasa afuera de ti, o no dependa de las limitacio-nes que te pongas tú.
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que los demás te digan que cómo se te ocurre irte de vacaciones sin tu pareja o dedicarte dos tardes a la semana a hacer las actividades que tú quieras sin hacerte cargo de tus hijos, solo tú sabes si vas a per-mitir que esos comentarios te limiten o si vas a de-jarlos correr, sin darles más importancia.
Volvamos de nuevo al tema de los prejuicios, que por definición y en la práctica son limitantes. Cuando opinamos o juzgamos, lo hacemos siem-pre desde nuestra experiencia, nuestros valores y, por qué no decirlo, desde nuestros miedos. Estos son, sin lugar a dudas, el enemigo número uno de vivir de manera genuina la solosofía.
Al fin y al cabo, los miedos son fieles guardia-nes y protectores de nuestra vida, pues su función es avisarnos y ponernos en alerta de las amenazas venideras, reales o ficticias, que nuestra mente in-terpreta con la información que tiene.
No se trata de vivir sin miedo a nada. Se trata de dar a los miedos el valor que tienen y usarlos para prevenir de manera emocional o práctica esas posibles amenazas que tanto nos acobardan.
Así pues, ante el miedo a qué pensará la gente si te vas al teatro solo, que puede hacer que te quedes en casa con las ganas de disfrutar del espectáculo, el recurso para combatirlo es pensar que al teatro se va a ver una obra, no a pasar revista de quién va acompañado de quién.
El sentido del humor es un gran aliado de los solósofos. El recurso psicológico de la reducción al absurdo no puede faltar entre las estrategias que
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te ayuden a vencer los miedos y a lograr tus obje-tivos.
Quizá piensas que no tienes sentido del humor o una mente ágil para responder en esos momentos en los que se te cuestiona que lleves una vida de solósofo. Como todo arte, requiere de tiempo y de práctica, así como de entrenamiento.
Puedes empezar con unos ejercicios de visuali-zación e imaginarte en la situación de acudir solo a algún sitio y que alguien te cuestione o prejuz-gue por ello. Desde la calma del entorno seguro en el que estás, y sin las prisas de tener que dar una respuesta inmediata, medita qué te gustaría res-ponder en ese caso. Practica esa respuesta las ve-ces que lo necesites, hasta que tu mente la sienta como una respuesta natural y automática.
Cuando estamos convencidos de lo que quere-mos y somos fieles a nosotros mismos, los miedos de los demás pierden fuelle ante nosotros. Porque al final comprendemos que son sus ideas las que los limitan a ellos. Sus miedos son los que tratan de protegernos de peligros que nosotros mismos no vemos ni sentimos.
Así pues, en tanto en cuanto aprendas a vivir sin miedo y sin prejuicios hacia ti mismo y hacia los demás, estarás avanzando en el arte de vivir acorde a tus necesidades, de ser coherente con lo que sientes, piensas y haces. Es decir, estarás desarrollándote como solósofo.
• ejemplos de respuestas ante el miedo basadas en el sentido común •
Alguien: ¿Has venido solo al concierto?
Tú: Mira, sí. Descubrí que no tienes por qué comprar dos entradas para venir a ver a tu artista preferido. ¡Qué bien!, ¿verdad?
Alguien: ¿Te vas a ir de viaje sola? ¿No tienes miedo de que te pase algo?
Tú: El mismo miedo que pueda tener de pasear por la ciudad sola.
Ese mismo alguien: Pero, tú no hablas ese idioma, ¿cierto?
Tú: Así es. Pero el lenguaje de los gestos es universal y he aprendido que lo que nos hace entendernos con los demás es la voluntad y el interés, no hablar el mismo idioma.
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