Tabla de Contenido

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Articulaciones del desarraigo en América Latina

El drama de los sin hogar y sin mundo

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WOOLDY EDSON LOUIDOR

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Reservados todos los derechos

© Pontificia Universidad Javeriana

© Wooldy Edson Louidor

Corrección de estilo:

Alejandra Muñoz Suárez

Diseño de pauta:

Kilka Diseño Gráfico

Diseño de cubierta:

Claudia Patricia Rodríguez

Diagramación:

Margoth de Olivos SAS

Desarrollo ePub:

Lápiz Blanco S.A.S

Primera edición: Bogotá, D. C.
abril de 2016

ISBN: 978-958-716-927-0

Impreso y hecho en Colombia

Printed and made in Colombia

Editorial Pontificia Universidad Javeriana

Carrera 7.ª n.° 37-25, oficina 13-01

Edificio Lutaima

Teléfono: 3208320 ext. 4752

www.javeriana.edu.co/editorial

editorialpuj@javeriana.edu.co

Bogotá, D. C.

 

Louidor, Wooldy Edson, autor

Articulaciones del desarraigo en América Latina : el drama de los sin hogar y sin mundo / Wooldy Edson Louidor. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2016.

 

246 páginas ; 21 cm

Incluye referencias bibliográficas páginas (237-244)

ISBN : 978-958-716-927-0

 

1. DESPLAZAMIENTO FORZADO – AMÉRICA LATINA. 2. DESARRAIGO DE TRIBUS - AMÉRICA LATINA. 3. MIGRACIÓN - AMÉRICA LATINA. 4. SOCIOLOGÍA - AMÉRICA LATINA. I. Pontificia Universidad Javeriana.

 

CDD 303.62 edición 19

Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

inp Abril 12 / 2016

Prohibida la reproducción total o parcial de este material,
sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

 

 

 

 

 

 

 

Dedicado a tantas personas, familias, comunidades e incluso pueblos que han errado en América Latina y en Colombia en busca de hospitalidad.

 

 

 

Pour que tout soit consommé, pour que je me sente moins seul, il me restait à souhaiter qu’il y ait beaucoup de spectateurs le jour de mon exécution et qu’ils m’accueillent avec des cris de haine.

Albert Camus, L’étranger

Je voulais qu’il soit chanté quelque part, dans l’écoute des générations à venir, que nous nous étions battus avec l’En-ville, non pour le conquérir (lui qui en fait nous gobait), mais pour nous conquérir nous-mêmes dans l’inédit créole qu’il nous fallait nommer —en nous-mêmes pour nous-mêmes— jusqu’à notre pleine autorité. 

Patrick Chamoiseau, Texaco

…where you had a name that was your own, Gwambe; where you had your place beside your mother.

André Brink, A chain of voices

Presentación

Este libro propone una sociología del desarraigo como perspectiva, construida desde el análisis del discurso en cuatro obras de filosofía, literatura y cine y los aportes de sociólogos contemporáneos. Aplica esta perspectiva a América Latina para evidenciar que el desarraigo ha configurado nuestra región y un gran plexo de subjetividades como afros, indígenas y campesinos que aún siguen buscando su lugar en nuestras sociedades. Plantea las migraciones forzadas, en concreto el desplazamiento forzado interno en Colombia, desde esta perspectiva para comprender las distintas fracturas, rupturas, desgarraduras existenciales y las ambivalencias por las que pasa un desarraigado en sus vivencias del tiempo, el espacio, la memoria, la historia y otras condiciones subjetivas. Para reparar estos daños existenciales, en el caso concreto del desplazado, no basta con implementar bien los dispositivos políticos, jurídicos e institucionales (por ejemplo, la Ley 1448) y ampliar la cobertura de los retornos y las reubicaciones. Antes que todo, hay que crear condiciones para ayudarlo a recuperar su lugar en la sociedad y reencontrarse con el sentido de su vida para reconstruir su hogar y su mundo; se propone restituirle su plena ciudadanía, acogerlo entre nosotros (poner fin a su extranjería) y brindarle la posibilidad real de participar en la construcción de un nuevo país.

Prefacio

Es cada vez más común escuchar a académicos, políticos, periodistas e incluso desplazados forzados y refugiados hablar de “desarraigo”. Es como si las categorías de migración, desplazamiento forzado interno, refugio y asilo no bastaran para deletrear y nombrar la fuerte carga emotiva, histórica y siempre teñida de profundo sufrimiento que conlleva el complejo transitar migratorio (dentro y fuera del propio país), principalmente el de aquellos sujetos que han sido forzados a abandonar sus territorios o han sido víctimas de abusos o violaciones de derechos humanos en alguna fase de sus procesos migratorios (salida, tránsito, llegada, retorno, reemigración, redesplazamiento, etc.), estos son los llamados migrantes forzados.

Cuando un flujo masivo de colombianos (veinte mil, aproximadamente, entre agosto y septiembre de 2015) fue deportado o forzado a retornar hacia su país luego de la decisión del presidente venezolano Nicolás Maduro de “luchar contra el paramilitarismo y el contrabando en la frontera colombo-venezolana”, los principales medios de comunicación del país y el mismo presidente colombiano Juan Manuel Santos1 hablaron del desarraigo de los compatriotas, del cual sería responsable el gobierno del país vecino. ¿Cuándo empezó el desarraigo de los “compatriotas”?, se podría uno preguntar. ¿Inició con las deportaciones de las que fueron víctimas? ¿O, más bien, empezó desde el mismo día en que salieron de su propio país para salvar sus vidas o para buscar mejores condiciones de vida en Venezuela?

El desarraigo es un complejo proceso que no se puede fijar e inmovilizar como pieza de museo en un momento o un hecho puntual. Es un fenómeno histórico y estructural. En Colombia y en toda América Latina, el desarraigo tiene raíces muy profundas. Urge resignificar esta categoría de las ciencias sociales que, por un lado, se usa cada vez más para múltiples propósitos (político, periodístico, jurídico, etc.); pero, por el otro lado, cuando se utiliza de manera correcta, sirve para entender no solo hechos, aspectos y dimensiones del complejo fenómeno migratorio en la región, sino también para comprender América Latina, su(s) historia(s), la evolución de sus dinámicas socioestructurales y sus configuraciones actuales. Se trata de definir su alto poderío explicativo como categoría.

La sociología del desarraigo2 que proponemos en esta investigación teórica interdisciplinaria constituye una perspectiva para construir y aplicar esta categoría científico-social en un esfuerzo por comprender estas tres realidades sociales:

1. El trasfondo histórico-estructural de América Latina como la región del desarraigo y la constitución de varias subjetividades sociales3 (principalmente los afros, los indígenas y los campesinos) como hijas del desarraigo que aún siguen buscando su lugar en sus respectivas sociedades. 2. Las experiencias subjetivas ambivalentes de los migrantes forzados (en cuanto a sus vivencias del tiempo, el espacio, la historia, la memoria, etc.) en los complejos flujos migratorios. 3. La necesidad de incluir el rearraigo (o la necesidad de crear condiciones para que los desarraigados tengan por fin o recuperen su lugar en el mundo y en la sociedad) en la búsqueda de soluciones duraderas a las migraciones forzadas y la reparación integral (principalmente la reparación4 de los daños existenciales vinculados al desarraigo que suelen quedar por fuera de los dispositivos y medidas jurídico-político-institucionales concretos) de los migrantes forzados, en particular, los desplazados y refugiados.

Es importante hacer algunas consideraciones preliminares sobre el desarraigo a modo de contextualización del horizonte de la investigación. En primer lugar, América Latina es la región del desarraigo por excelencia. Es producto de un gran plexo de desarraigos: de los indígenas desposeídos; los europeos colonizadores o aventureros que continuaron la labor de la Conquista; los africanos trasplantados al nuevo continente-exilio; los campesinos sin tierra que siguen buscando la tierra en los nuevos Estados (hasta hoy la siguen reivindicando en sus manifestaciones públicas, sus demandas sociales e incidencias políticas ante los Estados); los europeos, judíos, asiáticos y africanos que llegaron a la región en el contexto de las dos guerras mundiales, las guerras de descolonización en África, etc. En resumen, el desarraigo es un fenómeno fundante y estructural de nuestra región.

En segundo lugar, todas las migraciones en sus diferentes formas, modalidades y dimensiones que se vienen dando en nuestra región se han desplegado en este horizonte de desarraigo de gran duración histórica y de hondo calado estructural. Millones de personas han deambulando en la región, en busca de hogar, arraigo, raíces, mundo. Los sin hogar y sin mundo han poblado América Latina y han vivido dramas humanos pero, asimismo, los enfrentado y han tratado de superarlos y de negar su propio desarraigo. Los factores que los han desarraigado son múltiples, y varios de ellos remontan a la(s) misma(s) historia(s) de América Latina y su estructuración entendida como su configuración, como un todo dinámico (más adelante, hablaremos de América Latina como una articulación de articulaciones).

La sociología del desarraigo que estamos construyendo es una perspectiva histórico-estructural para abordar las migraciones, desde la comprensión de los distintos factores y articulaciones contextuales contingentes (prácticamente desde 1492 hasta hoy) de su desencadenamiento, pasando por la descripción de sus manifestaciones a la vez objetivas y subjetivas, hasta el diseño de instrumentos epistemológicos y metodológicos (en las diversas disciplinas de las ciencias sociales y humanas), de políticas públicas y leyes para estudiar el fenómeno del desarraigo y hacerle frente.

Aquí la palabra “perspectiva” no significa una teoría más (o algún giro especial que le estamos dando a una teoría importada), sino “otra” manera de ver realidades variopintas en distintas escalas (macro y micro, por ejemplo) tales como América Latina, las migraciones y las subjetividades “otras”, desde las siguientes preguntas: ¿De qué manera el desarraigo como fenómeno histórico-estructural ha constituido América Latina, desde 1492 hasta hoy? ¿Cómo ha estructurado nuestra región, nuestras sociedades y varios grupos y, al mismo tiempo, cómo ha sido estructurado por estos últimos? ¿Por qué y cómo el desarraigo como experiencia subjetiva del migrante, en particular el migrante forzado (desplazado, refugiado, exiliado, etc.), debe ser tomado en cuenta e incluso orientar las acciones, planes, proyectos y dispositivos institucionales, políticos y jurídicos, principalmente de cara a la búsqueda de soluciones duraderas para las migraciones forzadas y para la reparación verdaderamente integral de sus víctimas en la medida de lo posible?

En tercer lugar, América Latina se configura como la articulación de un plexo de subjetividades desarraigadas (como individuos, comunidades, grupos étnicos, sociales, etc.) que han vivido y afrontado de distintas maneras su desarraigo, construyendo de manera contingente e histórica sus propias territorialidades a partir de distintos componentes agrarios, biológicos, físicos, geográficos, sociopolíticos, memorísticos, históricos, culturales. Por eso hablamos de articulaciones del desarraigo en América Latina. Articulaciones que invitamos a desentrañar a partir del análisis del discurso en obras de literatura, en películas, en el arte en general y en textos de filosofía y de ciencias sociales y humanas: en fin, desde varios registros y artefactos culturales. Aquí damos el ejemplo con el análisis del discurso aplicado a cuatro obras.

Esta investigación culmina planteando el reto de convertir nuestra región del desarraigo (con sus diferentes articulaciones) en una territorialidad hospitalaria, es decir, un lugar incluyente y propicio para el rearraigo de tantas subjetividades desarraigadas que son a la vez atravesadas por ambivalencias existenciales (por ejemplo, en sus vivencias del tiempo, el espacio y la memoria) y portadoras de experiencias valiosas para aportar a sus sociedades y comunidades de origen y destino. ¿Cómo darles un lugar en nuestra región, “entre” nosotros?

Con esto queremos señalar que la solución de fondo del desarraigo no se puede limitar a la construcción e implementación de modelos de justicia, leyes, políticas públicas e instituciones (con sus planes y programas) orientados a restituir tierras a los migrantes forzados y otras subjetividades desarraigadas, indemnizarles económica o pecuniariamente, facilitar sus retornos o reubicaciones y resarcir los daños sufridos y los derechos vulnerados a través de medidas de satisfacción e incluso con garantías de no repetición. Faltaría lo principal; por ejemplo, es necesario —para saber qué hay que reparar a las víctimas— comprender desde una perspectiva histórica y estructural los daños existenciales sufridos por tantas subjetividades (personas, grupos, comunidades, etc.) que han perdido o nunca han tenido un hogar y un lugar en la región y en las sociedades. El desarraigo, del cual las migraciones forzadas constituyen una manifestación como la punta de un iceberg, tiene raíces muy profundas en nuestra región.

Por lo tanto, la construcción de sociedades hospitalarias (prefiero decir territorialidades hospitalarias para nombrar la integralidad de los componentes —geográfico, agrario, cultural, social, político, memorístico, histórico, ancestral, biológico, etc.— que implica la categoría articuladora de territorio) es el amplio horizonte que los dispositivos políticos, jurídicos e institucionales deben mirar (principalmente en un contexto de justicia transicional, como el que vive Colombia, por ejemplo), ya que el desarraigo arroja al sujeto fuera de su hogar, de su sociedad y del mundo: de hecho, es el primer daño a la vez existencial y político que se debe “tratar” de reparar, tomando en cuenta y en serio la necesidad de la reconstitución del sujeto desarraigado y de la restitución de su ciudadanía y los derechos derivados de ella. Aportamos elementos teóricos, desde la sociología del desarraigo, para esta urgente y necesaria construcción.

Como resultado de la sociología del desarraigo, llegamos a la conclusión de que la reparación debe apuntar a ayudar al desarraigado a lograr el rearraigo, personal y políticamente. Por lo tanto, la primera tarea consiste en crear las condiciones suficientes y necesarias para que pueda participar en la construcción de su sociedad política (estando dentro o fuera de su país), de tal modo que vaya recuperando su lugar en la sociedad (encontrándose en ella) y en el mundo5. El mundo es, antes que todo, el plexo de relaciones humanas o la convivencia entre quienes comparten un mismo espacio; es el espacio común que vamos construyendo desde nuestras diversidades. La recuperación del lugar del desarraigado en la sociedad —“la política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos”, dice Hannah Arendt6— es el primer paso hacia la recuperación de su lugar en el mundo para poder vivir con libertad y darle sentido a su vida (y, a partir de allí, reconstruir su proyecto de vida). La sociedad es un espacio o un lugar intermedio entre el hogar y el mundo: permite conectar ambas esferas, pública y privada. Por eso, al perder o al no tener un lugar en la sociedad, el desarraigado se convierte dramáticamente en un “sin hogar” y un “sin mundo” (mientras que el unhomeliness de Bhabha indica el estado de confusión entre lo público y lo privado, entre el hogar y el mundo).

¿Cómo crear condiciones para devolverle al desarraigado su lugar en la sociedad como ciudadano? ¿Para permitirle dar sentido a su vida y reconstituirse como persona en una sociedad hospitalaria (que sepa cómo acogerlo con hospitalidad y no “con gritos de odio”, como lo afirma en el momento de su ejecución el personaje Meursault de la novela L’étranger de Albert Camus), en un verdadero hogar y en el mundo (estando con otros, entre otros)? ¿Para facilitar que convierta su vida en un proyecto que valga la pena vivir y realizar en esta tierra? ¿Cómo ayudarle a “conquistarse a sí mismo”, como lo dice el narrador de las luchas históricas de los habitantes del barrio “Texaco” en Fort-de-France, en la novela Texaco de Patrick Chamoiseau? He allí algunas preguntas centrales del rearraigo.

Tomamos el caso de los desplazados forzados internos colombianos como paradigma de los desarraigados para evidenciar la necesidad de tomar en cuenta su desarraigo, principalmente las dificultades subjetivas que supone para aplicar el principio de voluntariedad y el concepto de libre elección en el proceso de la búsqueda de soluciones duraderas, dentro del marco más amplio de la implementación de la justicia transicional y los instrumentos jurídicos de atención y reparación a las víctimas del desplazamiento forzado interno, los planes y programas de retornos y reubicaciones implementados por el Gobierno colombiano en el último lustro, prácticamente desde la publicación de la llamada Ley 1448 del 10 de junio de 2011 (comúnmente llamada Ley de víctimas).

En esta primera fase eminentemente teórica de nuestra investigación, no vamos a entrar en el análisis detallado de los dispositivos jurídicos, políticos e institucionales (lo cual requeriría de otra investigación), simplemente plantearemos las preguntas (que son incluso anteriores al mismo modelo de justicia transicional que busca, entre otros objetivos, reparar a las víctimas) que brotan de la perspectiva sociológica del desarraigo, a saber: ¿Qué es lo más fundamental que hay que restituir a los desplazados: un espacio para vivir o algo más, por ejemplo un hogar, el mundo, su lugar en el espacio común o público? ¿Cómo “intentar” repararlo? ¿Cómo tratar de resarcir todos los daños sufridos por las víctimas en un esquema de justicia transicional, de tal modo que la implementación de las medidas transicionales logre acercar —aunque sea un poco— a los desplazados a la situación en la que vivían anteriormente a la perpetración de los daños y a su desplazamiento? ¿Hacia dónde deben llevar la justicia transicional y las transiciones de paz en general? ¿Hacia algo transicional sin incidencia en los dramas que los desplazados han tenido que vivir al estar arrojados fuera de su hogar, su sociedad y el mundo? ¿O, más bien, hacia la recuperación del sentido de sus vidas, su plena ciudadanía y los derechos derivados de ella?

De una manera general, ¿desde qué criterios usar u orientar la justicia transicional7, en el caso concreto de las víctimas del desplazamiento forzado interno en Colombia, para hacerles justicia mediante la reparación integral de los daños sufridos por ellas o, por lo menos, a través de la concreción de sus derechos a la justicia y a la reparación integral, sin desconocer (más bien, partiendo de) la pérdida de su ciudadanía, su lugar en el mundo y su sentido de vida por culpa del hecho victimizante del desplazamiento? ¿Cómo reconocerlas como víctimas de este daño “invisible”, irreparable?

Son, indudablemente, preguntas que nos llevan a cuestionar y, al mismo tiempo, completar y orientar el mismo diseño de la Ley 1448 y de todos los dispositivos jurídicos relacionados con la reparación integral de las víctimas del desplazamiento forzado, en tres aspectos claves: 1) su sentido o su para qué; 2) la adecuación de las medidas transicionales8 definidas o por definir para hacer justicia a esas víctimas (su cómo); y 3) su impacto real (hasta dónde) desde la perspectiva transcendental de ayudar a las víctimas a superar su hondo sufrimiento (no solo sobrellevarlo) y restablecer integralmente su plena ciudadanía y los derechos derivados de ella.

Esta investigación contribuirá a la construcción de una perspectiva amplia para ver el bosque (el fenómeno histórico-estructural del desarraigo en América Latina y su manifestación incluso actual en algunas subjetividades sociales de la región y en las migraciones forzadas) más que los árboles dentro de él, a saber: el modelo de justicia transicional y sus dispositivos político-jurídico-institucionales en las transiciones de paz para reparar a las víctimas del desplazamiento forzado interno en Colombia. De allí sus méritos y sus limitaciones.

Introducción

Contexto, objetivo, sentido y horizonte de la investigación

Este libro trata del desarraigo y sus articulaciones en América Latina. Aporta una nueva perspectiva sociológica, desde el análisis del discurso, para comprender América Latina, su(s) historia(s), sus dinámicas estructurales y la manera como han tatuado algunas subjetividades sociales de la región. Constituye un esfuerzo por pensar las diferentes formas, modalidades, temporalidades, espacialidades y dimensiones de las migraciones desde la perspectiva sociológica del desarraigo, granjeada a través del análisis del discurso aplicado a cuatro obras de distintas naturalezas: filosófica, antropológica, novelística y cinematográfica.

Mediante once articulados (especie de bloques o capítulos que configuran el libro, dividido en tres partes), pretendemos pasar: 1) de los cuatro textos analizados (entendidos como tejidos de discurso) a los significados del desarraigo, utilizando diferentes métodos y técnicas de análisis del discurso (primera parte); 2) de esos significados a las realidades de las subjetividades desarraigadas a las que remiten, principalmente, las articulaciones negras, indígenas, campesinas y de América Latina como una unidad de articulaciones (segunda parte); 3) y de esas articulaciones del desarraigo a la elaboración de elementos teóricos para una sociología del desarraigo (tercera parte).

La construcción de un objeto de estudio ambivalente

Este libro es un producto de la agenda de investigación que venimos desplegando para pensar algunos temas y problemas en ciencias sociales, tales como la historia, la hospitalidad y la democracia9, desde el paradigma de la ambivalencia que invita a mirar y aprehender las realidades sociales en sus ambigüedades, conflictos, contradicciones, paradojas y tensiones, en una época considerada posparadigmática10.

Este estilo de investigación11 pretende construir objetos de estudio y categorías en ciencias sociales que sean capaces de dar cuenta de realidades sociales ambivalentes (¿cuál realidad social no es ambivalente o no tiene sus propias ambivalencias?), reconociendo que los metarrelatos paradigmáticos, teóricos y metodológicos aparentemente sólidos se derriten constantemente al estar obligados a moverse y tomar las diferentes formas de un “mundo líquido” (la expresión es de Zygmunt Bauman). Las migraciones dan testimonio del carácter líquido de nuestro mundo y de la necesidad de reajustar constantemente nuestros marcos de pensamiento (“nos cadres de pensée”, dice Foucault en francés) y otros instrumentales epistemológicos y metodológicos, con miras a aprehenderlas en su movilidad.

La categoría de las migraciones es en sí misma móvil, dinámica y cambiante, no solo por la vertiginosa velocidad con la que cambian los flujos migratorios, las realidades de los sujetos migrantes, los contextos (leyes, políticas, etc.) y las diferentes transiciones que viven las sociedades y bloques regionales (por ejemplo, la Unión Europea) atravesados por estos procesos, sino también por la misma complejidad que las migraciones adquieren en la era de la globalización, entendida como fenómeno de interdependencia sociopolítico y económico y cultural y como categoría heurística.

El desarraigo, muy vinculado a las migraciones principalmente forzadas, nombra la realidad variopinta y las vivencias de un gran plexo de sujetos, individuales y colectivos, que se encuentran en un complejo transitar entre aquí y allá, entre el antes y el ahora, entre el origen perdido y el destino imposible, y que experimentan sentimientos encontrados: tristeza y alegría, deseo de tener nuevas aventuras y nostalgia del hogar, etc.

Este “transitar” tiene varios rostros. Por ejemplo, el “allá” (hacia donde se transita) puede ubicarse dentro del mismo país, en fronteras, en otro continente o en un lugar imaginario. Los desarraigados son tanto desplazados internos como refugiados o migrantes forzados que cruzaron fronteras geográficas internacionales o fronteras “invisibles”12 como el municipio colombiano Soacha, el suburbio Estación Central en Santiago de Chile, la periferia Mitad del Mundo en Ecuador, el inmenso Amazonas en Suamérica, el caótico Distrito Federal (D. F.) en México, la abandonada zona Madre de Dios en Perú, por citar solo algunas. Nuestra región está serpenteada de fronteras invisibles, refugios de tantos desarraigados que buscan hogar, raíces, mundo y un lugar en la sociedad y en la región de América Latina.

El “antes” al que refiere el desarraigo puede cubrir solo días, semanas, meses o años, décadas e incluso siglos atrás. Del mismo modo, la memoria del origen perdido puede estar muy nítida o más bien borrosa en el corazón del desarraigado, y el destino es susceptible de convertirse para él en un “lugar” real y cotidiano que lucha a diario por adaptarse, o un lugar imaginario que se aleja cada vez más de él, o un topos que se esfuma en los diferentes lugares donde trata de instalarse. Es siempre un lugar sin lugar: anónimo, ajeno, lleno de ajenidades y con contornos desdibujados.

Finalmente, el sujeto desarraigado puede ser una persona, una familia, un barrio, una vereda, una comunidad (“étnica”, por ejemplo), un pueblo (la diáspora judía) o parte de todo un continente (el caso de África).

Hablar del desarraigo es referir definitivamente a un gran plexo de configuraciones y diversidades, en términos de tiempos, espacios, experiencias, contextos, historias, que no se pueden agrupar bajo una categoría unívoca. Se trata de comprender al mismo tiempo varias “transiciones” temporales, espaciales, afectivas y sociales por las que pasa el sujeto desarraigado en su complejo transitar.

Además, el desarraigo es una categoría de las ciencias sociales que incluye en sí misma su propia negación. Una categoría altamente ambivalente. Equivale a articular una realidad concreta (objetiva y subjetiva) que experimentan sujetos con un rostro, localizables en el tiempo y el espacio (para el observador), y que —al mismo tiempo— luchan por negarla o superarla constantemente mediante una serie de ritos, mitos, acciones y narrativas orientados a hacer frente al desarraigo y a buscar el rearraigo.

Mientras tanto, el sujeto desarraigado está en perpetua transición y la transitoriedad constituye su estado de ánimo predominante que no le permite echar raíces nuevamente, pero que, al mismo tiempo, lo lleva a buscar cómo poner fin a su “errancia”. Este transitar perpetuo, en el que está transitando y del que se quiere liberar, constituye uno de los dramas del desarraigado. Dramas que, en algunos casos, pueden durar siglos.

En esta investigación, planteamos como presupuesto básico que el desarraigo es fundante de América Latina y que tiene sus “articulaciones” específicas en la región. Articulaciones rastreables en un gran número muy diverso de sujetos, contextos, historias. Expliquémonos.

América Latina transita —de hecho, surge— entre un antes y un después: el “érase una vez” de indígenas y afros que viven incluso hoy en día la nostalgia de un tiempo mítico (antes de la llegada de Cristóbal Colón al continente en 1492 o antes de la trata negrera en África): tiempo arquetípico del cual es muy difícil encontrar huellas y rastros hoy, pero que es parte de sus memorias. Los indígenas, por ejemplo, se consideran guardianes de estas memorias “ancestrales”, caminantes de un andar secular entre vientos y mareas. En nuestra región el desarraigo como fractura, ruptura y desgarradura se baila, se cuenta, se canta, se rememora en lugares de la memoria, en la sabiduría de los ancianos y en los usos y costumbres de comunidades enteras. El desarraigo se sedimenta semánticamente.

Por lo tanto, América Latina sigue siendo este “no lugar”: en el que se convirtieron las tierras de los habitantes originarios del continente al ser declaradas propiedad de los reyes de España: todavía algunos pueblos indígenas persisten en llamar a nuestra región Abya Yala13. Continúa siendo un no lugar, adonde fueron arrojados los africanos trasplantados en el marco de la “trata negrera”: el continente exilio. Sigue siendo, para europeos de distintas naciones (españoles, franceses, portugueses, holandeses, etc.), una tierra que Cristóbal Colón tuvo que descubrir, es decir: convertir en un lugar (habitable), porque quienes (los indígenas) vivían allí no eran nadie; incluso algunos gobiernos de nuestra región no dejan de agradecer a los europeos por el “descubrimiento” del continente América.

Actualmente, América Latina constituye este no lugar, de donde emigran prácticamente ciudadanos de todos los pueblos que la forman y adonde inmigran ciudadanos de casi todos los continentes (europeos, asiáticos y africanos). Es un no lugar porque representa todos los lugares de origen, tránsito y llegada, donde se dan todas las formas de migración: inmigración, emigración, desplazamiento forzado interno, refugio, migración económica, migración “medioambiental”, reemigraciones, retornos, trata de personas, etc. América Latina se ha convertido en una región en movimiento, la región de los errantes, el mundo del exilio. ¡Un no lugar que se ha convertido a la larga en el hogar de muchos extranjeros, en un lugar de paso para otros, en tierra de negocios y oportunidades para unos más, en cementerio a cielo abierto o a mar abierto para tantos migrantes que pierden la vida en sus trayectorias por tierra (en las fronteras de México con los Estados Unidos de América y con Guatemala, en el Urabá antioqueño, en el Darién, etc.) y por mar, en el Caribe!

El desarraigo cristaliza también las aspiraciones y los deseos de tantos sujetos en movimiento (refugiados, desplazados, migrantes económicos, migrantes medioambientales, reemigrados, etc.) que buscan rearraigarse, tratando de reencontrarse con sus raíces y el sentido de sus vidas desde su exilio (externo e interno), creando nuevas relaciones con sus lugares de origen, renunciando definitivamente a su antiguo hogar (real o imaginario) o transformando su exilio en un nuevo “habitar”. El desarraigado busca cómo poner fin a su desarraigo, cómo negarlo, incluso al asumirlo como parte de su ser; en este sentido, algunos negros del continente se definen como miembros de la diáspora africana, dando a entender que sus raíces están en África y su verdadero ser o identidad está en el “continente de ébano” (“donde tenía un nombre”, tal como lo recordó el esclavo Achilles en Sudáfrica en la novela A chain of voices de André Brink): el desarraigo constituiría un sufrimiento ontológico que portan en su ser más profundo.

El desarraigo es un perpetuo esfuerzo por negarse a sí mismo, por superarse a sí mismo, desde el no lugar o la extraterritorialidad y la temporalidad suspendida en que el desarraigado se encuentra (tal como lo veremos a lo largo del libro), porque es una experiencia humana que implica un hondo sufrimiento humano.

Así pues el desarraigo es él mismo y su negación. ¿Cómo estudiar este objeto ambivalente?

Planteamiento de la investigación

El objetivo principal de esta investigación consiste en esbozar algunos elementos o perfiles teóricos para la elaboración de una sociología del desarraigo en América Latina, desde el análisis del discurso aplicado a cuatro obras: filosófica, literaria, cinematográfica y antropológica. El sentido de la investigación apuesta a mostrar cómo los discursos14, independientemente del campo de conocimiento al que pertenezcan y de la forma que adopten, pueden brindar claves, herramientas e insumos a la sociología, bajo dos condiciones: primero, si sabemos cómo analizar dichos discursos (buscando sus significados desde sus condiciones de producción sociohistórica y articulándolos con las realidades sociales referidas); segundo, si tenemos la suficiente imaginación sociológica para adoptar la mirada correcta hacia perspectivas iluminadoras.

Esta investigación conjuga diferentes planos y niveles: técnicas y métodos (del análisis del discurso), teoría (desarraigo) y paradigma (ambivalencia), así como lo epistemológico y lo político (bajo el entendido de que construir otra perspectiva para ver el mundo es en sí mismo un acto altamente político). Tratamos de generar el acto epistemológico-político de construir otra “perspectiva” que nos permita ver “de otra manera” las migraciones: desde las articulaciones del desarraigo (en términos de contextos, eventos, historias, siempre contingentes e históricos) en América Latina. Verlas desde un doble horizonte: histórico de larga duración y estructural de hondo calado en toda la región. Trataremos de entrar en este horizonte desde nuestro propio horizonte, el de nuestro tiempo.

como una “obra” por descifrar) a cada lector, a su