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MIGUEL LEÓN-PORTILLA. Obtuvo el doctorado en filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, bajo la guía del doctor Ángel María Garibay, con la tesis La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, obra que apareció revisada en 1959 y ha sido traducida al ruso, inglés, francés, alemán y checo. Otros libros suyos son Los antiguos mexicanos, La visión de los vencidos, Literaturas indígenas de México y Tonantzin Guadalupe, entre muchos más. Ha sido profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde 1957 y actualmente es investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas. Es doctor honoris causa por varias universidades de México y del extranjero. Algunas de las distinciones que ha recibido son el Premio Elías Sourasky, el Premio Nacional de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía, el Premio Universidad Nacional, la medalla Belisario Domínguez y el Premio Menéndez Pelayo.

DAVID PIÑERA RAMÍREZ. Investigador en historia social del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California. Obtuvo su doctorado en historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es miembro de El Colegio Nacional. Actualmente es docente en la Escuela de Humanidades de la UABC. Se ha desempeñado como director general de Difusión Cultural de la UABC, director del Centro de Investigaciones Históricas UNAM-UABC, y coordinador de la licenciatura en historia de la Escuela de Humanidades de la UABC. Entre sus obras destacan Historiografía de la frontera norte de México. Balance y metas de investigación, Los orígenes de Ensenada y la política nacional de colonización, Dos poblaciones fronterizas. Ensenada y Tijuana en su fase de gestación y Tijuana en la historia. Una expresión fronteriza de mexicanidad. Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie
HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

BAJA CALIFORNIA

MIGUEL LEÓN-PORTILLA
DAVID PIÑERA RAMÍREZ
 

Baja California

HISTORIA BREVE

Fondo de Cultura Económica

EL COLEGIO DE MÉXICO
FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS
FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 2010
Segunda edición, 2011
   Primera reimpresión, 2012
Primera edición electrónica, 2016

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

contraportada

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Presidenta y fundadora del
Fideicomiso Historia de las Américas

PRIMERA PARTE

por Miguel León-Portilla

 

I. LA FORMACIÓN DEL TERRITORIO

“GEOGRAFÍA DE LA ESPERANZA” llamaron a la península californiana hace ya cerca de 50 años varios ecologistas del Sierra Club de San Francisco, en California. Pensaban ellos que esa península, una de las más largas del mundo, escasamente poblada y muy poco comunicada, era algo así como un gran parque nacional. Era ésa una naturaleza muy poco contaminada que había que proteger para provecho de las generaciones futuras.

Grandes cambios han ocurrido en los últimos 50 años. Si hacia 1950 la población de toda la península no excedía los 200 000 habitantes, en la actualidad sobrepasa los tres millones, debido principalmente a la migración procedente del macizo continental. Dividido el territorio peninsular a la altura del paralelo 28 de latitud norte, en él existen dos entidades de la Federación mexicana: la del norte, constituida como tal en 1952, y la del sur, hecha estado en 1974. Desde el punto de vista geográfico es, sin embargo, difícil establecer una separación, ya que en realidad ambos integran una unidad. Ello explica que, aunque aquí nos concentraremos en el estado norteño, hagamos algunas referencias a la entidad sureña.

La península californiana tiene una extensión de 143 780 km2, de los cuales 70 113 km2 corresponden al estado norteño y 73 667 km2 al del sur. La longitud de la península rebasa los 1 200 km y sus litorales en el Océano Pacífico y en el Golfo de California o Mar de Cortés superan los 3 500 km. Su anchura máxima se localiza en el extremo norte y rebasa los 250 km; la mínima se halla en el Istmo de La Paz y no llega a los 50 kilómetros.

ORIGEN GEOLÓGICO

Acerca del origen geológico de la península hay varias teorías. Una de ellas postula que su formación se debió a un desgarramiento del macizo continental en la Era Terciaria. En apoyo de esta teoría se aduce que en Sonora y Sinaloa se localizan rocas de las eras geológicas anteriores muy semejantes a las que existen en la península. Al producirse el desgarramiento quedó en medio una fosa profunda que dio lugar al Golfo de California.

OROGRAFÍA

En la península se levanta una cadena de montañas que constituye algo así como su espina dorsal. Dicha cadena da lugar a dos vertientes: la del Océano Pacífico tiene un suave declive y es relativamente ancha; la que ve al golfo es muy brusca y escarpada y se extiende casi hasta la costa. Una excepción se produce en el extremo sur peninsular. Allí la cordillera se dirige al poniente, dejando una planicie desde La Paz hasta San José del Cabo.

En el territorio del estado norteño la cadena de montañas comprende las sierras Juárez y San Pedro Mártir, en la que se encuentra el Pico de La Encantada, que alcanza algo más de 3 000 m. En estas sierras hay bosques de pinos y encinos que les confieren gran belleza. Más al sur se hallan las sierras de Santa Isabel, Calamajué, Calmallí y San Borja. Fuera ya de los límites del estado se despliegan las sierras de La Giganta, San Lázaro, de la Laguna y La Victoria, ésta en el extremo sur.

LITORALES E ISLAS

En los litorales de la Baja California norteña hay numerosas entrantes y salientes, entre ellas las que forman la Ensenada de Todos Santos, que da nombre a la ciudad de Ensenada; la de San Quintín, y la muy abierta y grande de Sebastián Vizcaíno, en recuerdo del célebre navegante de fines del siglo XVI y principios del XVII. Entre los del golfo sobresalen las bahías de San Luis Gonzaga, frente a la Isla del Ángel de la Guarda, y más al sur la de las Ánimas.

En ambos mares hay buen número de islas. Las principales en el norte son, en el Pacífico, el Archipiélago de las Coronado, frente a Tijuana; la de Guadalupe, que dista 380 km de la península, y las de Todos Santos y de Cedros, esta última con algunos bosques de pináceas. En el golfo se hallan las que dan lugar al delta en la desembocadura del Río Colorado: Gore, Montague y Pelícano. Más al sur se ubican la ya mencionada del Ángel de la Guarda, con una extensión de 855 km2, y la Isla de la Raza, con abundancia de guano.

HIDROGRAFÍA

En cuanto a corrientes fluviales, la península, que está rodeada por agua, tiene muy pocas en su interior. El Río Colorado, que nace en las Montañas Rocosas de Estados Unidos, corre a lo largo de 2 249 km, de los cuales tan sólo 160 tocan territorio mexicano. En tanto que una parte de estos kilómetros constituye la frontera de México con Arizona, la otra penetra ya en Baja California hasta descender a su delta. En la actualidad, en virtud del Tratado de Límites y Aguas entre México y su vecino, un cierto caudal del agua del río, al llegar a la presa Morelos, se aprovecha para irrigar el Valle de Mexicali y abastecer a las poblaciones fronterizas.

Algo paralelo ocurre con el Río Tijuana, que nace en México, entra en territorio de Estados Unidos y desemboca al sur de San Diego. Las aguas de este río se aprovechan gracias a la presa Abelardo L. Rodríguez. Hay otras corrientes menores, casi todas intermitentes, que bajan de las sierras y desembocan en el Océano Pacífico. De ellas tienen cierta importancia las que se conocen como ríos de Santo Tomás y de San Vicente. Hay que reconocer, sin embargo, que toda la península, aunque rodeada por agua, tiene gran escasez de ella.

PROVINCIAS BIÓTICAS

Los geógrafos distinguen varias provincias bióticas en la península; entre ellas la Californiense, en el norte, con clima templado, lluvias de invierno y vegetación de tipo boscoso en sus montañas. Otras provincias bióticas son la Guadalupense, que corresponde a la Isla de Guadalupe, y la Sudcaliforniense, que abarca 66% de la península y se caracteriza por su clima cálido y su aridez, y cuya vegetación es principalmente xerófila. Finalmente, ya en el estado sureño, se extiende la provincia de La Giganta-Sanluquense, también de clima cálido, poblada de cactáceas y, en las sierras, de pináceas y encinos. Existe otra provincia biótica, que Baja California comparte con Arizona y Sonora: la nombrada Sonorense. Muy árida, esta provincia abarca el Valle de Mexicali, la zona de San Felipe y las vertientes orientales de las sierras Juárez y de San Pedro Mártir. Su clima es muy cálido en buena parte del año y su flora es escasa y del género de las cactáceas.

RECURSOS NATURALES

A pesar de su predominante aridez, la península es rica en recursos naturales. Éstos incluyen en primer lugar los de la pesca. Ya el historiador Francisco Xavier Clavijero decía acerca del Golfo de California que era una gran mina marítima. Además de los grandes cetáceos, abundan peces como la cabrilla y la dorada, al igual que camarones, almejas, ostiones y otros moluscos.

También, como otro derivado del mar, son importantes las salinas. Sobresale la de Guerrero Negro, en los límites con el estado sureño y cerca del Pacífico. En la región norteña de Cerro Prieto, no muy lejos de Mexicali, hay una zona geotérmica cuya energía es aprovechada.

La flora de la península incluye especies benéficas. Entre ellas están las de agostadero —chaparral, ramonal y pastos—, que se aprovechan para la cría de ganado. Los bosques, principalmente de pináceas y encinos, aunque no muy extensos, ofrecen el recurso de sus maderas. En épocas recientes se ha desarrollado la agricultura gracias a la irrigación. Ello ocurre principalmente en los valles de Mexicali y San Quintín, y en algunos otros. A su vez, la fauna es más variada de lo que pudiera suponerse. Hay considerable número de mamíferos, tales como venados, gatos monteses, roedores, berrendos y borregos cimarrones. Entre los reptiles sobresale la víbora de cascabel. Hay asimismo diversas especies de aves.

Existen en la península paisajes muy variados, algunos espectaculares y muy bellos. Éstos van desde los desérticos, en los que cuando llueve florecen los cactos en profusión de colores, hasta los de los bosques de altura. Tanto los litorales del Pacífico como los del golfo ofrecen vistas de gran belleza. Otro tanto ocurre con la vegetación del interior. En las inmediaciones de Cataviñá hay bosques de cirios (Idria columnaris), árboles adaptados a la sequedad de la tierra, con troncos altos y ramas y hojas muy pequeñas para conservar la humedad. Abundan asimismo los cardones, que asemejan ejércitos. Incluso el Desierto Central o de Vizcaíno, declarado parte del Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO, planicie de enorme extensión, es un ámbito donde reinan un silencio y una paz que cautivan. Ciertamente, la Baja California, cuya naturaleza es muy vulnerable, continúa siendo una “geografía de la esperanza”. A los bajacalifornianos y a los mexicanos todos corresponde cuidar de su preservación para disfrute de quienes hoy vivimos y de los que serán nuestros descendientes.