“Hay hombres solares y volcánicos; miran como el águila, deslumbran como el astro, sienten como sentirían las entrañas de la Tierra, los senos de los mares y la inmensidad continental”.José Martí

Testimonio de la paciencia

He visto crecer, una a una, las cuartillas que acompañan este libro. Un libro hijo del tesón y de la lealtad y que no hubiera podido hacerse de otro modo. Nadie más empecinado que Luis Báez —hombre cálido, sin falsas modestias ni caricaturas de vanidad— a la hora de rastrear la noticia, de perseguirla hasta que la hace suya, de encontrar al entrevistado que todos queremos escuchar, de buscar en los hechos el filón que lo hará trascendente, y de emplearse en ello como si fuera el último de los estoicos de la prensa escrita cubana.

Uno puede llamarlo tranquilamente a las tres de la mañana a su casa. Lo encontrará trabajando en su próximo libro, alucinado con la historia que tiene entre manos, y de paso él le contará la noticia del día que está por amanecer, pues hace un rato regresó de la redacción de Granma o de Juventud Rebelde, ya revisó las versiones digitales de los principales diarios del mundo y, probablemente, a esas horas tenga una idea exacta de qué rumbo tomará el suceso de la víspera.

Nada como su mirada de astrólogo para saber hasta dónde puede conducirnos un acontecimiento y hasta qué límites puede llegar el ejercicio de la prensa, sin ocultarnos nunca su apasionada defensa a la Revolución y sus muy concretas reivindicaciones políticas.

Ciertamente, es un caso asombroso de pasión por el mejor oficio del mundo, como Gabriel García Márquez ha llamado al periodismo. Cualquiera que se asome a su amplia bibliografía, que ya ronda los  once títulos publicados y miles de trabajos en los principales medios cubanos, se preguntará de dónde ha sacado tiempo para enlazar a tantos personajes bajo un solo crédito y haberlo hecho con tanto rigor profesional, hasta el punto de que ya no se podrá estudiar el periodismo en Cuba en la última mitad del siglo xx sin recurrir a su nombre.

Sus entrevistas pueden ser disfrutadas en varios sentidos: desde el retrato de los personajes, hasta el estilo provocativo, la alerta sensibilidad para sorprendernos y dejarnos en vilo, la sutil estrategia para hacernos sentir que lo que estamos leyendo dejará, inevitablemente, una huella en nosotros. Me atrevo a afirmar que no hay trabajo alguno de Báez que carezca de ese toque esencial que compensa con creces la lectura.

He tenido el privilegio, como dije antes, de asistir a la armazón de este volumen, que en realidad nació el día en que este periodista de grandes ligas se encontró por primera vez con Fidel. Desde entonces —quizás sin saberlo—, Luis comenzó a escribirlo, a llenarlo con paciencia y alegría infinitas, con una voluntad que al final hizo cómplices a muchos colegas y hasta a los propios testimoniantes, quienes le remitían las palabras de otros conocidos o sugerían en qué lugar encontrar nuevas opiniones.

De modo que Absuelto por la historia, donde más de doscientas personas solo responden a una pregunta, es el fruto de la solidaridad, deudora, a su vez, de la admiración y el entrañable afecto de Luis Báez por nuestro Comandante en Jefe; alguien que logramos ver en su magnífica estatura y siguiendo paso a paso su vida intensa, pródiga, a través de disímiles —y no siempre devotas— miradas.

Es muy difícil no encontrar aquí al revolucionario excepcional, a un hombre que es piel y conciencia de su país, junto al lado amoroso, fértil y justo del periodista que ha hecho posible que tengamos en una sola pieza tan múltiple y excepcional testimonio.

Este es un libro que nos anticipa la vida eterna de un hombre y que nos habla de una biografía finalmente armada por muchos, donde hay rasgos recurren­tes, como la voluntad, que en Fidel es siempre un descubrimiento, o como la ética, que es en él un hecho cotidiano. Y la verdad, escueta, irreversible, es que Luis, con su inveterada manía de salvar la historia, pone ahora ante nuestros ojos lo que en cierto modo es el compendio de nosotros mismos: esa parte entrañable de nuestra existencia que ha hecho voto de fe junto a Fidel y que está, como aquí se ve, acompañada por la palabra y la admiración de las más disímiles personalidades, algunas ancladas, como él en la historia definitiva del Hombre.

Rosa Miriam Elizalde

Maestro de generosidad

Noventa millas marinas, delgada cinta de azules aguas del Caribe, separan dos mundos: Cuba y los Estados Unidos. Las 90 millas se convirtieron en una trinchera, en una barricada, en alambre de púas, en una alta tensión, en la línea demarcatoria de dos mundos, dos concepciones, dos sistemas. Se convirtieron en un límite histórico.

Hasta el 1º de enero de 1959, Washington tenía una amplia experiencia con los políticos de su traspatio latinoamericano: sabía el precio de cada uno y siempre tenía una sonrisa indulgente para las promesas que estos tenían que hacer para ganar el poder.

No he olvidado cuando en los primeros meses del triunfo revolucionario se celebró en La Habana, con motivo de la campaña internacional contra los fusilamientos, la “Operación Verdad”; en ese momento se dieron cita en la capital cientos de representantes de los medios de comunicación y en esa ocasión un periodista mexicano me comentó:

“Me quedé pasmado con el modo de hablar de Fidel Castro. Sus promesas eran realmente ridículas a la luz de la experiencia de lo que el imperialismo yanqui permite hacer en nuestros países. Pero él hablaba como si tuviese intenciones absolutas de llevarlas a cabo. Era imposible, en aquel momento, constatar lo que había sucedido: había hecho su aparición un hombre honesto”.

El hombre desde que nace hasta que desaparece de la Tierra pasa por un proceso de evolución constante en el que van formándose y desarrollándose sentimientos, principios, ideas, nociones, valores, los cuales tienen su base en la casa, en la escuela, en los profesores. Todo esto que se va inculcando posee gran importancia.

A Fidel nadie le inculcó sus ideas políticas; llegó a ellas como resultado de sus meditaciones, reflexiones, observaciones de las realidades y del análisis de lo que otros hicieron y pensaron.

Eso tiene gran importancia en la motivación del hombre, pues llega a determinadas conclusiones, a determinadas ideas que lo motivan a luchar, por lo que está realmente convencido de lo que hace.

Si no es así, puede ocurrir lo contrario, es decir, que se tenga cada vez menos interés en las cosas, que influyan más los elementos subjetivos, por lo que puede surgir la autosuficiencia. La idea de saber que uno tiene más conocimientos que los demás, que uno es imprescindible, insustituible, que alguien se enfatua con lo que es y con lo que hace.

Fidel siempre ha estado en guardia contra los factores antes mencionados, porque tiene la convicción de que nadie puede atribuirse los méritos de todo un pueblo y de millones de seres anónimos que diariamente hacen su aporte a la sociedad. Mantiene una preocupación constante por la indiferencia y la despreo­cupación existente ante la tragedia económica, social y humana que viven los países del llamado “Tercer Mundo” al comenzar el siglo xxi.

Para él es inaplazable plantear el principio de fraternidad y solidaridad entre los pueblos; incluso, considera que ese principio debe ser parte esencial del concepto de Nuevo Orden Económico Internacional.

No solo se trata de la reparación de una injusticia histórica, sino también de un imperativo moral con la especie humana.

Si se parte de esos principios, que entrañan una idea de justicia y solidaridad entre los pueblos, entonces la cooperación internacional debe constituir uno de los pilares básicos de ese nuevo orden.

Fidel es un hombre de trato invariablemente cordial. Es un excelente e incansable conversador que a propósito de cualquier tema tiene mucho que decir.

Modesto en su vida personal. Sencillo. Sin vanidades. Sin ambiciones. Preocupado siempre por la suerte de su patria. Un hombre sincero que siempre creyó en sus ideas y que está plenamente convencido de la certeza de sus puntos de vista.

No es un ser humano en quien las pasiones personales influyan al realizar planteamientos y tomar decisiones. Maestro de generosidad: cuando juzga a los demás siempre teme ofenderles. Su magnitud personal y su singular poder de persuasión es capaz de vencer equívocos y disipar confusiones. Su posición internacionalista, su solidaridad con el prójimo, ha estado presente desde que comenzó a combatir a temprana edad.

Los títulos y las responsabilidades no sirven para juzgar a un hombre como Fidel. Al verlo, se comprende mejor su leyenda. Se percibe que haya sabido derrotar a sus enemigos. Se advierte por qué ha podido salir indemne de tantos peligros. Burlándose como algunos burlan hábilmente los fuegos de la noche de San Juan.

Todas nuestras revoluciones 1868, 1895 han coincidido con el pensamiento político de mayor amplitud. Cuando Fidel hace la Revolución, está con la gran verdad política de nuestro tiempo: el socialismo.

Es muy interesante la afirmación de George Worth —amigo y colaborador de Carlos Marx, que murió muy joven hace siglo y medio en La Habana y está enterrado en el antiguo Cementerio de Espada— quien recorrió América y dejó en las últimas partes de su libro algunas observaciones sobre Cuba:

“Después de recorrer esta Isla yo creo que será aquí donde quedarán resueltas las grandes contradicciones del continente americano”.

Siglo y medio más tarde su profecía se convierte en realidad cuando hace su aparición en el escenario político cubano Fidel Castro, quien en las últimas cuatro décadas ha estado presente de manera destacada en los acontecimientos nacionales e internacionales.

Durante meses he buscado las valoraciones emitidas por destacadas personalidades de la política, el arte, la educación, la ciencia y el deporte, la medicina y otras sobre Fidel Castro.

Muchas de estas consideraciones —236 en total, pudieran haber sido más— las he recogido de diversas entrevistas realizadas a lo largo del proceso revolucionario. Otras las he descubierto en memorias, discursos y en diferentes trabajos periodísticos.

Fidel es una de las estelares figuras de la época, un nombre que se repite con admiración en todos los continentes y en todos los idiomas. Es querido por su pueblo y respetado por sus enemigos. Es una bandera y un símbolo de la humanidad.

El legendario guerrero de la Sierra Maestra se ha sembrado en el corazón de los humildes. Se ha insertado en la historia.

Luis Báez

Datos del autor

Luis Francisco Báez Hernández (La Habana, 24 de noviembre de 1936 – 9 de febrero de 2015). Graduado de Periodismo. Fue corresponsal de guerra durante la invasión de Playa Girón. Obtuvo numerosos premios y distinciones. En 1993 se le otorgó el Premio Nacional de Periodismo “José Martí”. En 1994 la Agencia Internacional Prensa Latina le concedió el Premio Internacional “José Martí”. Cubrió como periodista varios viajes al exterior del presidente cubano Fidel Castro. Fue periodista de la Agencia de Noticias Prensa Latina. Entre sus numerosas publicaciones se destacan: Guerra secreta de la CIA; Camino de la victoria; A dos manos; Cambiar las reglas del juego; Los que se fueron; Los que se quedaron; Conversaciones con Juan Marinello; Secretos de generales; Preguntas indiscretas; Miami, donde el tiempo se detuvo. Revelaciones de Luis Ortega; Amigos que ya no están; Evo, espuma de plata; El mérito de estar vivo; Más esperanza que fe; Chávez nuestro; Así es Fidel.

Primera edición, 2001

Primera edición ampliada, 2002

Esta edición digital esta tomada de la primera edición.

Edición: María Amalia de la Torre Vidal

Edición digital: Suntyan Irigoyen Sánchez

Diseño: Deguis Fernández Tejeda

Foto de cubierta: Raúl Abreu

Fotos: Liborio Noval y Estudios Revolución

Corrección: Golde Szklarz Grinfeld

Composición: Tania León León

Xiomara Gálvez Rosabal

Composición para e-book: Oneida L. Hernández Guerra

© Luis Báez Hernández, 2002

© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2016

ISBN 978-959-06-1806-2

 

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A Jesús Montané Oropesa que consagró
su vida a Fidel y a la Revolución

Agradecimientos

El apoyo y estímulo de Rosa Miriam Elizalde ha sido esencial para realizar este libro. También mi viejo compañero Mario Mainadé desempeñó un papel importante en la búsqueda de materiales. Ana María Radaelli, Alberto González Guethón, Estela Bravo, Félix Albisu, Julia Osendi, Alfredo Suárez, Marta Rojas, Manuel González Bello, Antonio Martínez, Rogelio Polanco, Pedro de la Hoz, Lázaro Barredo, Reynaldo Taladrid, Alejandro Báez Delgado, Susana Lee, Gabriel Molina, Gustavo Robreño, Liborio Noval, el Centro de Documentación de Prensa Latina y Estudios Revolución de diversos modos me dieron su colaboración.