Primera edición, 1831. La sexta edición de 1974 publicada por la editorial Oriente, fue tomada de la cuarta edición corregida con las de 1947 y 1963

Séptima edición, 2015

Octava edición para e-book, 2017

Edición base y corrección: Norma Suárez Suárez

Edición para e-book: Adys Liem Rivero Hernández

Diseño de colección: Carlos Javier Solis Méndez

Diseño de cubierta: Elvira M. Corzo Alonso

Ilustración de cubierta: Valla de gallos, por Federico Miahle

Emplane digital: Madeline Martí del Sol


© Sobre la presente edición:

Editorial Ciencias Sociales, 2017

ISBN 978-959-06-1864-2

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Nota editorial1

1 A la edición de 1974 (N. de la E.).

José Antonio Saco y López nació el 7 de mayo de 1797 en Bayamo, provincia de Oriente [actual capital de la provincia de Granma]. Primogénito del matrimonio formado por el licenciado José Rafael Saco y Anaya y María Antonia López Cisneros, quienes se asentaron allí para administrar algunas propiedades, al mismo tiempo que el padre atendía los negocios relacionados con su profesión.

Su infancia transcurrió junto con la de sus dos hermanos, dentro de lo que podríamos llamar un clima de bienestar económico. Pero pronto las dificultades comenzaron a surgir, al quedar huérfano de padre y madre a los catorce años de edad. A partir de este momento, Saco comenzó a vivir dueño de su destino, sin permitir que sus tutores ejercieran influencia alguna sobre él.

Preso de un ferviente deseo de conocimiento —que lo haría con el tiempo uno de los hombres más eruditos de su época— abandona su ciudad natal para trasladarse, en 1814, a Santiago de Cuba, donde ingresó en el «Seminario San Basilio el Magno», para cursar estudios de Filosofía y Derecho Civil. En 1817 se gradúa de Bachiller en Derecho Civil.

De aquí se traslada a La Habana, para asistir a las clases de Filosofía que imparte el padre Félix Varela en el «Seminario San Carlos». Con posterioridad, Saco sustituye al maestro por designación del propio Varela, al ser electo este Diputado a Cortes. Es necesario destacar que Varela ejerció gran influencia en Saco, no solo como su maestro, sino como su amigo, al cual se siente ideológicamente unido.

Ambos colaboraron, en 1828, en los Estados Unidos, en la fundación y redacción del periódico El Mensajero Semanal, a través del cual Saco desarrolla —entre finales de 1829 y principios de 1830— su célebre polémica con Ramón de la Sagra.

En gana medalla de Oro en los concursos de la Real Sociedad Patriótica con sus obras Memoria sobre caminos y Memoria sobre la vagancia en la isla de Cuba, respectivamente.

Si bien su prédica no es separatista, ni atenta directamente contra el régimen colonial, sí muestra de forma elocuente los defectos de aquel sistema. A pesar de ser reformista, es uno de los forjadores de la nacionalidad cubana, por su batalla contra los partidarios de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, sostenida entre 1848 y 1852, asumiendo así la defensa de nuestra nacionalidad. De esta época es su trabajo Ideas sobre la incorporación de Cuba a los Estados Unidos.

La gran ascendencia que sobre la juventud habanera ejercía Saco, junto con la publicación del folleto Justa defensa de la Academia Cubana de Literatura, en 1834, le valieron la orden del destierro dictada por el general Tacón.

A partir de 1834, hasta su muerte en Barcelona en 1879, vivirá en el destierro. Sin embargo, no estará inactivo, será un polemista a ultranza, aun cuando no siempre podía comprender la realidad política, económica y social de la Isla.

Acerca del pensamiento político predominante en esta época y la actitud de Saco, el Comandante Fidel Castro, en su discurso del 26 de julio de 1973 expresó:

«Únicamente a la luz del marxismo es posible comprender no solo el curso actual de los acontecimientos, sino también toda la evolución de la historia nacional y el pensamiento político cubano en el siglo pasado.

»Cuando las naciones hermanas de este continente sacudieron el yugo español, Cuba permaneció uncida al carro colonial hasta casi cien años después, y en tiempos en que aquellas se liberaban en enérgica lucha, ella recibió de los reyes absolutos de España el título honroso de “la siempre fiel Isla de Cuba”. Las relaciones de producción basadas en la esclavitud, sistema espantoso de explotación, que echó profundas raíces en la vida colonial de este país, explican con toda nitidez aquel fenómeno político. La población criolla blanca poseedora de las riquezas y la cultura, en conflicto permanente de intereses con España, no estaba, sin embargo, en disposición de arriesgar el disfrute de los privilegios económicos y las prerrogativas sociales que le daba su condición de esclavista, a cambio de la independencia. El temor a poner en riesgo el propio régimen de la esclavitud la opuso sistemáticamente a la idea de luchar por la emancipación. Le horrorizaba una sublevación de los esclavos. Necesitaba el poder militar de España para mantener la sumisión de los explotados. Y España, apoyándose en esta realidad más que en las armas, mantuvo el dominio de Cuba.

»El reformismo, doctrina que predominó en el pensamiento político cubano durante más de medio siglo, tuvo también su origen en los mismos factores. Y la corriente en favor de la anexión a Estados Unidos, que en instantes cobró fuerza extraordinaria, nació del temor a la abolición que llevaba, a las clases dirigentes cubanas y a los propios españoles propietarios de esclavos, a buscar el amparo de sus privilegios por el camino de convertir a Cuba en un Estado esclavista de Norteamérica.

»Arango y Parreño, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero, figuras prominentes en el pensamiento político cubano, durante la primera mitad del pasado siglo [xix], no obstante su señalada preocupación por los progresos del país y sus sentimientos nacionales, conformaron totalmente su doctrina y su conducta a la trágica situación de una clase social que no podía luchar contra el amo español porque ella, a su vez, era ama de esclavos.

»Las guerras de independencia comenzaron al fin precisamente en aquellos puntos de la isla donde la esclavitud tenía una base mínima en la vida económica y social, y continuó siendo a su vez un terrible freno a la lucha en las regiones donde era la forma absolutamente predominante de producción. Al rememorar que nuestro país fue en este continente, hasta hace pocas decenas de años, escenario de esa forma odiosa de explotación del hombre por el hombre, sentimos el deber de rendir el tributo que merecen aquellos abnegados luchadores esclavos que en el año 1843, en numerosos centrales de Matanzas, se sublevaron, lucharon y murieron por centenares en los combates, en el cadalso, o apelando al juicio, para romper las inhumanas cadenas que ataban de por vida sus cuerpos al trabajo.

»Poco se escribiría después sobre el extraordinario valor humano y político de estos hechos en las historias oficiales de los explotadores, y ningún monumento se erigiría en memoria de estos oscuros gladiadores, verdaderos héroes anónimos de las clases explotadas, que fueron como precursores en nuestra patria de la revolución de los que después de ellos fueron los modernos esclavos, los obreros».

La obra que nos ocupa: Memoria sobre la vagancia en la isla de Cuba señala a Saco como un sagaz observador social, ya que en esta realiza una disección de la sociedad colonial cubana, analizando una por una las principales fuentes que generaban el fenómeno de la vagancia, al tiempo que propone las soluciones adecuadas para resolver ese grave problema que afectaba tan directamente la economía y la sociedad de aquella época.

Saco analiza los distintos juegos públicos en torno a los cuales se engendran vicios; las costumbres de las familias criollas, en la que los juegos domésticos ocupan un lugar importante; las festividades eclesiásticas que por abundantes pierden el objetivo por el cual fueron creadas y que, por tanto, fomentan la vagancia y el desorden; la situación de corrupción administrativa a través del foro; el estado de los caminos que llevan a la indolencia al campesino; y en fin, el análisis de toda una serie de actividades sociales que requerían una urgente intervención del gobierno colonial en forma práctica, y que estaban abandonadas en perjuicio de los cubanos.

En una Segunda Parte, el autor propone toda una serie de formas de ocupación para los vagos, a fin de que estos no constituyan una carga y un mal ejemplo para la sociedad.

A pesar de esta excelente descripción que califica a esta obra como uno de los más brillantes análisis sociológicos que de la sociedad colonial cubana existe, y que la dan de hecho como una pieza clave para el estudio del siglo xix cubano, hay que señalar que el autor carece de suficiente visión política como para exponer que, en última instancia, el culpable de toda la situación que él señala no es más que la propia dominación colonial; no comprende o no quiere comprender, que el objetivo de esta administración es únicamente el de explotar y sostener una forma de gobierno que facilite, a través de la corrupción, la dominación española sobre la Isla.

Por último, podemos decir que la obra posee en sí una connotación política actual, pues permite contrastar los problemas analizados por Saco en la sociedad del siglo xix con las soluciones que, a estos mismos problemas heredados de la seudorrepública, ha dado la Revolución.