El pie del futbolista

 

 

Bernat Vázquez Maldonado

Montse Marugán de los Bueis

Bernat Vázquez González

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El fútbol

Capítulo I

El podólogo en el equipo de fútbol

Capítulo II

El pie del futbolista

Capítulo III

El músculo

Capítulo IV

El chut

Capítulo V

Patología del pie del futbolista

Capítulo VI

Patología ósea

Capítulo VII

Patología vascular

Capítulo VIII

Lesiones dérmicas

Capítulo IX

El calzado de fútbol

Capítulo X

Tratamientos


Preámbulo                

 

El fútbol

 

Introducción

 

La práctica del fútbol requiere una gran preparación física y entrenamiento para poder responder a la gran exigencia de movimientos combinados y realizados casi siempre a gran velocidad: movimientos multidireccionales que incluyen carrera explosiva, marcha atrás, recortes, disparos y saltos, con y sin carrera, que someten a la extremidad inferior, en cada movimiento que ejecuta, a grandes tensiones en su estructura, predisponiéndolo al riesgo de lesión [51]. Los profesionales especialistas (preparadores físicos, médicos deportivos, podólogos, fisioterapeutas, etc.) deben conocer, prevenir y tratar las numerosas y posibles lesiones en distintas categorías de edad, tanto profesionales como aficionados.

 

 

Una historia breve del fútbol

 

El deporte que llamamos fútbol no siempre se ha practicado como lo conocemos en la actualidad. La primera documentación disponible sobre un juego de pelota del que se tiene noticia, es sobre una pelota confeccionada con vejiga de animal encontrada en Egipto y que se remonta al año 2500 AC.

En China, durante la dinastía Han, 200 AC, se jugaba a un juego llamado tsu (patada) o chu (bola rellena de pelo animal).

 

En Japón se practicaba un juego llamado kemari consistente en pasarse una pelota sin que tocara el suelo, apoyándose en unas muletas y vestidos con el quimono tradicional.

 

En Tailandia se sigue ejercitando un juego de pelota hecha con hojas de planta de roatán, la cual se golpea con cualquier parte del cuerpo, excepto las manos, sin que caiga al suelo, y se llama takro, takraw o kun, según las regiones.

En Mesoamérica se jugaba un juego consistente en golpear con la cadera una bola de resina e introducirla en un aro de piedra situado a considerable altura. Este juego llamado tlactli por los aztecas y pok-ta-pok por los mayas, podía durar días y el jefe del equipo perdedor era sacrificado mediante decapitación  (figura 1).

Fig. 1. Juego del tlactli: Museo Antropológico Nacional de México.

 

En Europa se conocen bajorrelieves de la antigua Grecia que muestran un juego de pelota llamado epislcyros. En Roma se llamaba harpastum.

En Italia, durante el medioevo, concretamente en la Florencia del siglo XIV, se jugaba un juego llamado jogo dil calcio, precursor del fútbol y el rugby.

El primer club de fútbol fue el Sheffield, fundado en 1857, y la primera federación fue la inglesa, fundada en Londres en 1863. Años después, en 1904, se fundó la Federación de la Asoción Internacional de Fútbol (FIFA).

En España el primer club de fútbol del que se tiene noticia fue el Club Inglés de Riotinto, fundado en 1878, que tiempo después pasó a llamarse Recreativo de Huelva. Posteriormente, aparecieron el Palamós, Athletic Club de Bilbao y FC Barcelona.

 

En la actualidad se ha convertido en el deporte que más seguidores congrega en el planeta [25].

 

Capítulo I

El podólogo en el equipo de fútbol

La figura del podólogo en un equipo habitualmente pasa desapercibida para el público, ya que no suele salir en los pósteres ni casi nunca es protagonista, y así debe ser, aunque eso no resta importancia a su labor. En el equipo multidisciplinar de los servicios médicos de cada club, la figura del podólogo es parte de ese engranaje que ayuda al jugador a estar en la mejor forma posible (figura 2).

 

Fig. 2. Trabajo en equipo (fuente: Mundo Deportivo)

 

No es frecuente que un podólogo permanezca durante veintiocho temporadas en un equipo de fútbol profesional de élite, ya que su presencia en un equipo de fútbol es relativamente nueva. En la actualidad, cada vez hay más equipos que incorporan la figura de este profesional en sus plantillas, de forma integrada o como colaborador externo.

 

¿Cuál es su función dentro del equipo? ¿Quitar callosidades? ¿Ampollas? Etc. Por supuesto que esto es también parte de su cometido, pero no solo eso, sino que, el papel del podólogo en la pretemporada tiene una labor preventiva fundamental con la valoración de los estudios biomecánicos. Durante la temporada diseña los tratamientos ortopédicos personalizados con la finalidad de evitar compensaciones secundarias a posibles deformidades de algún  segmento del pie, minimizando el riesgo de lesión [44].

 

Biomecánica

 

Al inicio del juego, el futbolista comienza con un ángulo y base de marcha amplio y un centro de gravedad bajo; el incremento de su base de apoyo y ángulo de marcha lo capacita para realizar gestos propios del juego como realizar un recorte rápido, un bloqueo o soportar una colisión con otro jugador. Pero, cuando el jugador inicia una carrera para mantener la posesión del balón o sobrepasar a sus adversarios, sobre todo a los delanteros, precisa una rápida aceleración en su desplazamiento, impulsando el cuerpo hacia delante. Cuanto mayor velocidad imprime a la carrera, mayor es la necesidad de reducir su ángulo y base de marcha para hacer la carrera más eficiente, a expensas de una menor longitud de zancada, con  aumento de la cadencia de los pasos. En carrera los pies deberían, idóneamente, seguir una línea de progresión directamente debajo del centro de gravedad, con una base de marcha cero. Cualquier desviación de esta posición generará una mayor fatiga de las estructuras implicadas. Por tanto, a mayor amplitud del ángulo y base de marcha, mayor será el esfuerzo que habrán de realizar músculos y articulaciones para equilibrar al sistema músculo-esquelético, tras recibir las fuerzas de reacción del suelo transmitidas desde el pie a la extremidad inferior.

Uno de los procesos que aumentan el ángulo y base de la marcha con riesgo de lesión es el exceso de pronación al alterar el apoyo plantar. La articulación subtalar alcanzará su rango de pronación máxima al desbloquear la articulación mediotarsiana, causando rotación externa del pie y permitiéndole adaptarse a la superficie del terreno. En contrapartida, no permitirá resupinar el pie antes de la propulsión e incrementará el trabajo de la musculatura extrínseca e intrínseca, con posible estrés en su intento de frenar el exceso de pronación y de proporcionar estabilidad a la articulación mediotarsiana, para  propulsar de forma eficiente, sobre todo el tibial posterior, el tibial anterior y el aductor del primer dedo; los ligamentos de la zona medial del pie se hallarán sometidos  a estrés (ligamento calcáneo-navicular). La fascia plantar puede resentirse al  encontrarse sobrestirada (por la pronación) en periodos prolongados de tiempo tal y como ocurre durante el desarrollo del partido o en la preparación previa a competiciones de alta exigencia [27, 51].

 

El futbolista con un pie recto -considerado así cuando la articulación subtalar se encuentra en una posición neutra-,  un rango de movimiento entre 21º y 30º y un ángulo de marcha entre 10º y 12º en el plano transverso, será capaz de  reequilibrar el tren superior (tronco), descrito por Jacqueline Perry como la extremidad inferior en cada fase media del apoyo (midstance 12-31% del ciclo de marcha), donde una sola extremidad está en apoyo (apoyo monopodal), produciéndose la progresión sobre el pie estacionario (el cuerpo es alineado sobre el pie que debe estar en posición neutra), gesto que sucede porque la extremidad sin apoyo de la cadenaq cinética abierta provoca la rotación externa de la cadera y de la extremidad contralateral, es decir, de la pierna que se apoya en el suelo (apoyo único), facilitando que el astrágalo, desde una posición aducida por la pronación pueda abducirse por la rotación externa de la extremidad en apoyo. La articulación subtalar podrá revertir el pie desde la posición pronada a la neutralidad, facilitando el bloqueo de la articulación calcáneo-cuboidea y de la articulación mediotarsiana, por la acción del músculo peroneo lateral largo, que compactará el antepié con el retropié y proporcionará una plataforma estable, pasando el pie de una situación inestable a un palanca rígida necesaria para una propulsión efectiva [17,23,31,51].

 

Si la carrera requiere un gran esfuerzo y consumo de energía por parte de todas las estructuras corporales, esto se incrementa considerablemente con los sprints que el futbolista realiza a lo largo del partido en cortos periodos de tiempo. Toda la extremidad inferior en apoyo ha de estar capacitada para resistir y absorber las fuerzas internas generadas por los músculos y las fuerzas de reacción del suelo, que serán entre 2 y 2,5 veces superiores a las que se producen durante la marcha. Keith B. Kashuk considera que al aumentar la velocidad en carrera rápida o en el sprint, la fase de apoyo se reduce hasta representar sólo el 22%, frente al 40% de normalidad durante la marcha [51]. El sprint cambiará las fases de la marcha con apoyo casi exclusivo del antepié, interviniendo poco el retropié.

 

Todos estos gestos combinados y realizados a gran velocidad justifican la gran  preparación física a la que han de someterse los futbolistas de élite. Una de las estructuras más demandadas durante la marcha, la carrera y el salto son los músculos gastrocnemios. Al final de la fase de apoyo, justo antes del despegue del talón, con apoyo de una sola extremidad, los gastrocnemios se encuentran (por trabajo excéntrico en este momento), cercanos a su máxima longitud, recibiendo gran tensión, a la vez que se oponen a las fuerzas de reacción del suelo, que tienden a dorsiflexionar el tobillo con extensión de la rodilla [17,31].  En este momento crítico de trabajo, los músculos gastrocnemios pueden sufrir distensión con desgarro parcial de sus fibras pequeñas cuando realicen una elongación más allá del límite de tensión que pueden soportar. En otras ocasiones, la lesión sobreviene al realizar una contracción repentina y potente con gran esfuerzo muscular ante un salto, un sprint, sobreuso por entrenamientos duros, competiciones muy seguidas o por algún golpe traumático directo sobre ellos. El futbolista está en continúo riesgo de lesión de estos músculos por fatiga, esfuerzo excesivo, falta de descanso y en ocasiones hasta por un clima desfavorable.

 

La recomendación para evitar lesiones en esa fase crítica de la marcha, donde se produce el máximo estiramiento de estos músculos, consistirá en la flexibilización antes y después del juego, combinando la potenciación necesaria para ejecutar saltos y carreras a gran velocidad [17, 51].

 

Otros gestos deportivos del jugador son los saltos, utilizados con cierta frecuencia en el juego aéreo, como el tiro a portería en balones altos o bien para despejarlo cambiando su dirección en situación de peligro. El salto requiere gran cantidad de fuerza (fuerza = capacidad neuromuscular de superar resistencias externas o internas, por la contracción muscular, de forma estática o dinámica) en las extremidades inferiores, tanto para superar las fuerzas reactivas del suelo como para impulsar el cuerpo en sentido vertical. El salto se caracteriza por las siguientes fases: apoyo plantar donde los flexores plantares, junto a la aponeurosis plantar, serán capaces de generar la fuerza suficiente para absorber las fuerzas reactivas del suelo. Con el despegue y ascenso, las articulaciones se extienden, una vez alcanzada la altura máxima, y el cuerpo baja preparándose para el descenso y aterrizaje y todas las articulaciones de la extremidad inferior realizan una flexión para que los músculos puedan disipar las fuerzas de reacción del suelo sin perjudicar a las articulaciones [51].

 

El salto del futbolista tiene la  particularidad de no disponer del tiempo necesario para prepararlo y tampoco dispone de una carrera previa preparatoria. En muchas ocasiones la batida se realiza con las dos piernas para evitar la colisión con un adversario. Aunque la batida con dos piernas es más estable, se gana mayor altura al saltar solo con una pierna. Los especialistas en salto de altura se sirven de una carrera previa a gran velocidad, con ascenso del centro de gravedad al tener una sola extremidad en apoyo durante la carrera. De esta manera consiguen ganar mayor longitud vertical. Estas técnicas de juego son entrenadas a diario con ejercicios potenciadores del salto en la preparación física habitual.

 

Los músculos isquiosurales pueden verse afectados en la fase de aceleración de la pierna al correr, saltar o ser sometidos a carga excéntrica, resistiendo la hiperextensión de rodilla.

 

Las arrancadas desde una posición de partida estática precisan de gran potencia muscular y consumo de energía en desplazamientos que quieran superar la acción del contrario; la frenada brusca que intenta desorientar al rival precisa tener una buena musculatura de las extremidades inferiores y realizar buenas flexiones con el fin de bajar el centro de gravedad que anule la velocidad adquirida. Los cambios de dirección también son frecuentes cuando un jugador lleva una trayectoria que ha de modificar para defender un balón o evitar al contrario, combinando arrancadas y frenadas. Cuando un futbolista tiene su centro de gravedad más bajo, puede girar más rápido, a la vez que tiene mayor estabilidad que su oponente. En ocasiones es necesario marchar hacia atrás, con lo que el jugador aumentará su base de apoyo y ángulo de marcha consiguiendo mayor estabilidad, incrementando la rotación externa del pie y la pronación y adaptándose mejor al terreno.

 

Otras técnicas utilizadas son las fintas, que son movimientos de engaño al adversario utilizado en varios deportes; en este caso, el futbolista utiliza una serie de movimientos sin tocar el balón para intentar engañar al rival. Hay diversos tipos de fintas para distintas acciones como las fintas de desplazamiento para desmarcarse, fintas para superar al oponente, fintas defensivas con el fin de engañar al atacante ante una acción que luego no se lleva a cabo, fintas de pase, de tiro, de recepción, etc. [51].

 

Tal y como hemos comentado anteriormente, el trabajo del podólogo se intensifica significativamente en la pretemporada. En su inicio se realizan los estudios biomecánicos: descalzos, calzados, en estática, marcha y en carrera a todos los equipos profesionales, con el fin de determinar el morfotipo de los pies de cada jugador y su comportamiento biomecánico. Esto nos permite evaluar, junto con el calzado de cada jugador, la predisposición a lesiones y la posibilidad de prevenirlas. Para dichos estudios empleamos diferentes sistemas:

 

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Las disimetrías, que en un paciente normal  no tienen mayor transcendencia, en el deportista de élite pueden generar problemas en los aductores, pubis, isquiosurales, etc. Las posibles compensaciones que los jugadores pueden haber derivado de las disimetrías son: rotación anterior de la pelvis en la extremidad más corta, generando una báscula pélvica; genu flexus en la pierna más larga, con lo que la colocación de un alza se hace inevitable; pronación de la extremidad más larga para acortar la extremidad y supinación del pie en la más corta. Lo que está claro es que puede haber múltiples combinaciones de posibilidades, por lo que se aconseja una telemetría de extremidades para confirmar o descartar si es una disimetría real o aparente.

 

Las alteraciones dérmicas  de los deportistas son tan frecuentes que intensifican el  trabajo del podólogo, que ha de disponer de diversas alternativas para solventar estas afecciones.