Código
Swinger

 

 

 

Publicado por:

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© 2017, Jordi Clotas i Perpinyà

© 2017, de esta edición: Nova Casa Editorial

 

Editor

Joan Adell i Lavé

Coordinación

Joan Adell i Lavé

Portada

Vasco Lopes

Maquetación

Daniela Alcalá

Revisión

Jordi Clotas i Perpinyà

 

Primera edición: mayo de 2017

ISBN: 978-84-17142-30-8

 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo podrá hacerse con la autorización de sus titulares, salvo excepciones previstas por ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Presentación

 

“Cariño…
¿tú tienes fantasías eróticas?”

 

Viernes por la noche. De regreso de la oficina, con el hastío por bandera y un insípido fin de semana por delante, te cruzas con hombres y mujeres de diversas edades, distintos a ti. Distintos… ¿en qué? Sonríen. Eso es, aparentemente, todo… pero hay más. Despliegan a su alrededor un aire fresco y un aura de entusiasmo y sensualidad que olvidaste hace tiempo. ¿Dónde irán, ataviados con sus mejores galas, con ese olor a laca y el aroma de la seducción dejando rastro a su paso? Los miras con envidia.

Mejor no pensar en ello. Caminas hacia casa, donde te espera tu pareja y quizá un par de retoños alborotados con ganas de fiesta. Cierto: el día ha sido duro, pero menos que un fin de semana que se promete glorioso con su agenda repleta de las habituales rutinas y algún que otro compromiso “extra”. ¿Repasamos? La competición del niño, el ballet de la niña, la prescriptiva comida con los suegros y la visita (¡ya toca!) a tus padres. Por la noche, cumpleaños de la sobrinita del diablo, visita al hospital a esos amigos que se estrenan en el duro oficio de papás, excursión el domingo… y la esperanza de que no aparezca ninguna visita impertinente a la hora de la siesta o del partido. Cruza los dedos.

Acuestas a los niños con la promesa de que, este “finde” sí, haréis algo los cuatro juntos. Toda la familia, junta y sonriente, disfrutará de algún genial chiquipark o, mejor aún, pateará una u otra gran superficie, con un nutritivo menú fast food y una didáctica sesión de cine matinal -¡a ver qué se les ha ocurrido esta vez a los genios de Pixar!-. No es de extrañar que el odioso lunes se te antoje una hermosa escapada paradisíaca en esa oficina en la que has aprendido a disfrutar de la calma de cinco días de estrés y problemas con los clientes. ¡Vaya cuadro!

 

-Sí, claro -. (Telón).

 

¡Espectacular! Si os reconocéis en esta escena, ¡bienvenidos al club de la rutina! Seguro que te resulta familiar (nunca mejor dicho), así que ya sabes cómo acaba: dormidos frente al televisor, chateando con amigos tan aburridos como vosotros y sin planes, peleando con el Whatsapp o mirando por la ventana el continuo fluir de coches arriba y abajo en busca de una noche inolvidable de esas que, con suerte, recuerdas en blanco y negro. Mejor no torturarse por ello. Mañana será… el mismo día, ¡el día de las marmotas! Te hundes en la cama, y se te presenta como un relámpago una pregunta de esas de alto riesgo:

 

Alerta: El dueto rutina en el sexo + miserias domésticas se lleva la palma en el ranquin de causas de rupturas matrimoniales y crisis de pareja

 

Mientras duermes, me cuelo en tus sueños y soy por una noche el fantasma de las navidades pasadas, presentes y futuras, como en el cuento de Dickens. Te regalo una segunda oportunidad para que digas la verdad. Déjame preguntarte de nuevo: ¿Tienes fantasías eróticas? Y déjame también responderte: ¡Pues claro que tienes fantasías eróticas! Las fantasías eróticas forman parte de tu herencia animal, de tu configuración salvaje, atávica y visceral. Las hormonas no perdonan, y lo que la educación, la moral y la cultura no se atreven a confesar ya se encargan los sueños de sacarlo a la luz de esas húmedas ensoñaciones que no te atreves a confesar, pura tensión sexual que no verbalizas. ¡Palabra de Freud!

“¡Bah, son tonterías!” intentas convencerte. Pero el inconsciente es un polvorín que explota a poco que sube la temperatura ante el menor estímulo visual, aromático, táctil, auditivo o gustativo. De repente desata un alud de recuerdos y de deseos enquistados que poco tardan en invadir tu vida rutinaria y mortecina, aburrida y catatónica. Puedes si quieres esconderlos donde prefieras, como el polvo mal barrido de la limpieza de la suegra, pero saldrán de nuevo cuando menos te lo esperes, en el momento más inoportuno. La emperatriz de las pasiones, la reina Testosterona, es la más generosa servidora de tu fisiología, así que alimenta todas las provincias de tu cuerpo aunque digas no necesitarlas ni exigirlas.

 

Recuerda: Somos primates sofisticados, programados para buscar la mejor de las parejas, la que garantiza la supervivencia de la progenie y la conservación de la especie. Y esa es una búsqueda incesante. La monogamia es un pacto social que pone tregua a la lógica de la promiscuidad, ese placentero proceso de ensayo y error cuyo objetivo no es otro que la captura de un compañero ideal que no tiene por qué ser el mismo “hasta que la muerte os separe”. ¡Ups!

 

Sincerémonos pues, amig@ lector/a. Si has comprado este libro probablemente te está ocurriendo alguna -o varias- de las siguientes cosas:

 

 

Es momento de ser educado y procede una breve presentación. El autor de este libro ha trabajado en dos clubes swinger de Barcelona. Durante años ha ejercido de guía de parejas “novatas” a quienes ha explicado los beneficios y los riesgos emocionals del Intercambio de Parejas. Ya anticipo desde ahora que el mundo swinger no es El Dorado ni la panacea, ni da solución a problemas habituales en el curso de las relaciones humanas (fricciones; diferentes puntos de vista, ritmos y evolución de cada miembro -curiosidad, ganas de experimentar y crecer…-). No es cierto por tanto que las parejas que se introducen en este mundo tengan más (pero tampoco menos) garantías de continuidad. Hay riesgos emocionales, insisto, muy potentes en cada rincón. Hemos sido educados por una visión territorial y posesiva del otro, en un concepto de pareja en el que la sexualidad ha estado durante décadas refugiada en la intimidad, en la exclusividad y en la privacidad más absolutas. Encontrarse de repente delante de tu pareja compartiendo con otros aquel tesoro que precisamente os distinguía como unidad del resto del universo hace saltar por los aires muchas barreras y prejuicios, y no tod@s estamos preparad@s para afrontar y digerir el impacto de esa escena. Por tanto, piénsatelo bien antes de dar un paso más hacia adelante, porque para muchas parejas este paso puede representar un punto de no retorno, un salto al vacío. Durante estos años de guía, algunos swingers veteranos, tras escuchar mi relato a una pareja nueva, me han confesado: “¡Ojalá alguien nos hubiese hecho esta exposición cuando empezamos en esto!”. Este libro es resultado, entre otras cosas, de muchas de estas confesiones y lamentos.

 

Toma nota: El intercambio de parejas es una experiencia psico-emocional extrema que pone en jaque muchos de los principios morales y educativos que te han configurado como adult@. En tanto que experiencia radical, no hay espacio para las medias tintas. En el mundo swinger, y sobre todo al principio, cada experiencia o suma, o resta. No hay reacciones neutras que valgan. Las parejas que se acogen a ella con problemas más profundos que el de una distinta vivencia de la sexualidad, seguirán teniéndolos, y posiblemente más agravados, cuando a algunas pequeñas grietas les dé de repente por abrirse hasta separar a los miembros de la pareja de forma insalvable. No esperéis, por tanto, milagros, pero sí ajustes contundentes a temas pendientes de respuesta que o bien se resolverán de un plumazo… o saltarán por los aires.

 

De regreso a la pregunta inicial sobre las fantasías eróticas, te propongo un ejercicio. Invita a diez de tus amistades más íntimas a responderla. En un mundo sincero y sin tabúes (o sea, en otro mundo), me aventuro a anticiparte el resultado de esa encuesta. Al menos siete de ellas te explicarán su fantasía top one. De las siete, probablemente dos mentirán, colocando en primer lugar la que no es su verdadera fantasía principal. Menos de la mitad reconocerán que intentarán probarla antes de que el tiempo se escurra. Y solo una (dos a lo sumo) confesará haber llevado alguna de ellas a la práctica. La siguiente pregunta ya te la esperas: ¿a qué grupo perteneces en este momento? (¡No mientas, va!).

 

En fin. Voy acabando la introducción. Si alguien te ha contado que el universo swinger es un antro de perversión lleno de mentes enfermas o, al contrario, la panacea de una perfecta vida de pareja, te recomiendo que lo olvides. ¡Bienvenido al mundo de las verdades a medias del universo Swinger y la práctica del intercambio de parejas, rodeado de luces y de sombras, y lleno de secretos que os iré desvelando a cada paso! ¿Me acompañas? ¡Pues salimos de viaje!

 

Nota final: ¿A quién va destinado este libro?

Pues a cualquiera que: a) tenga fantasías eróticas –o sea, a cualquiera con una vida sexual mínimamente entretenida y creativa; b) viva con cierto grado de autoconciencia y sinceridad consigo mism@ y con su pareja; y c) encuentra en el hedonismo una de las gracias de esto que llamamos “Vida”. Si tienes el libro entre las manos, seguro que atesoras una o dos de estas grandes virtudes mundanas… ¡o quizá las tres! En cualquier caso, ¡estáis tod@s invitad@s a explorar esto que desde ahora llamaremos el “ambiente swinger”!

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 1

 

LA TENTACIÓN

-Con el Síndrome de Sherlock Holmes

…no miento si juro que daría

por ti la vida entera,

por ti la vida entera;

y, sin embargo, un rato, cada día,

ya ves, te engañaría

con cualquiera,

(…)

y, sin embargo, cuando

duermo sin ti contigo sueño,

y con todas si duermes a mi lado

 

Joaquín Sabina, Y sin embargo

 

 

ESOS QUE
SIEMPRE SONRÍEN.
Sospechas y confidencias.

 

Tarde de chiquipark. ¡Oh, happy day! Los niños corretean como salvajes, se lanzan al vacío, chocan entre sí como átomos encabritados, se pelean y chillan, chillan muchísimo. Los rostros angustiados de las madres contrastan con los ojos de los padres clavados en el reloj. ¿Hay partido hoy? Te detienes un rato a contemplar una pareja habitual de estas celebraciones. Nunca fallan. Vestido y traje impecables, bronceados de pista de esquí y/o crucero por el Caribe, esbeltos y sonrientes, siempre sonrientes, ajenos al apocalipsis neuronal al que estamos asistiendo.

 

Aviso para recién casados: El maravilloso mundo de los hijos… Muchas parejas se transforman al traer un niño al mundo. La relación pasa a estar mediatizada por la figura del hijo, así que los hasta ayer individuos pasan a ser sujetos (sujetados) de la paternidad. Juana pasa a ser “mami” y Juan, “papi”. Un minuto de placer… y una vida de sufrimiento y renuncia. ¿Qué tiene eso de excitante y seductor? Ni idea. Pero observamos que muchas parejas se distancian velozmente tras ese “provisionalmente” (¿?) aparcado “nosotros” que alimentaba la relación antes de la llegada del bebé. ¿Triste? Sí. ¿Real? Muchas veces, demasiado.

 

Te olvidas de la pareja perfecta unos segundos, pero no tardas en sentir la necesidad casi magnética de volver a mirar y remirar su porte. Gestos y miradas de complicidad de caramelo. Besuqueos, confidencias al oído y sonrisa “Profident”. Te pones nervioso, pero evitas preguntar… ¡hasta que no puedes más! Esta vez lo intentas con un acercamiento más asertivo a tu pareja.

 

No continúas. Acabas de meter la pata hasta el fondo, y sabes que la conversación, a partir de ese momento, ya solo puede ir a peor. Decides salir a tomar el aire. ¡Cuarenta y cinco! ¡Y como dos pinceles! Entonces él quizá debe rondar los cincuenta. Mejor no saberlo. O sí. Pregúntaselo. Lo tienes justo al lado. Tomas aire, escondes tripa y disparas.

 

-¡Bonito día!

-Sí, realmente precioso.

 

Es un momento ideal para encender un cigarrillo. Le ofreces.

 

Lo dice condescendiente, como si te diera permiso. Piensas alguna frase efectista con la que devolvérsela.

 

“En el mercado”. ¡Claro! Este debe ser el típico tío que se la pega a su mujer sin imaginar que ella también se la debe estar pegando con otros mientras él va repartiendo sonrisas por el gimnasio. “¡Menudo pazguato!”, piensas.

 

De regreso al infierno de los niños hiperactivos, pasas al lado de la pareja feliz. Ella le muerde el lóbulo de la oreja con dientes de ratoncillo mientras te seduce con una luminosa mirada. Te sonrojas como un adolescente y aceleras el paso. Notas cuatro ojos clavados en la espalda con una intensidad más sugerente que la de tu mujer, que asiste al espectáculo con cara de póker. Cuando llegas a su lado, te sientas. Siguen observándoos con irritantes sonrisas, de un amable y una naturalidad que se te antojan provocadores e insultantes.

 

 

Dato importante: Los swingers (es decir, los practicantes del intercambio de parejas en determinadas condiciones que los diferencian de las parejas liberales), como los antiguos masones, están en todas partes: en tu bloque de pisos, entre tus colegas del trabajo, en la puerta del colegio, entre tus antiguos compañeros de clase… ¡incluso entre tus propios familiares! No suelen ir pregonándolo por ahí ni convocando ruedas de prensa para hablar de sus costumbres sexuales, pero cada vez se esconden menos cuando se lo preguntas directamente. Muchos llevan con una pasmosa calma sus “salidas del armario”.

 

“Imagínate…” Pues quizá lo que os imagináis es la ficción light de esa realidad en la que aún no te atreves a pensar. ¿”Liberales”? ¿Qué significa eso de ser “liberal” más allá de la política? Sales de nuevo a fumar. Estás inquieto. Demasiados estímulos en pocos minutos. Ahí está él, de nuevo en la calle, charlando esta vez con una pareja de padres guapos y glamurosos a los que también les parece haber dado por sonreír y que de repente se te antojan “sospechosos”. Saludas con cortés frialdad, como quien asume que está fuera de rango en esa escena. Pero no tarda en incendiarse tu fantasía. “¡Diez contra uno a que esos también son “liberales!””. No paran de reír. “¿Estarán hablando de mí?”. Te pones paranoico. Contienes la agresividad. Estás a punto de gritar: “¿Se puede saber de quién os estáis mofando?????.” ¡Heyyyy, tranquilo! Oportunamente, la pareja se despide y te calmas. El galán se te acerca de nuevo, con parsimonia, como quien percibe que está adentrándose en un territorio delicado y hostil.

 

De repente quieres desaparecer; incluso morir, puestos a escoger. ¿A santo de qué se te ocurre hacerle una pregunta tan íntima a un tipo con el que apenas has cruzado unas miradas y un puñado de palabras desafortunadas? Te hierven las mejillas, pero te quedas ahí, con los ojos abiertos como platos. Esperas que pierda la sonrisa y te envíe muy, muy, muy, lejos. Pero no parece inmutarse. Te mira con una irritante expresión de superioridad, sonríe más ampliamente aún si cabe, y responde concisamente.

 

Te quieres desintegrar, desaparecer del mapa. ¿Y ahora qué? ¿Cómo piensas seguir la conversación, tontaina? ¡Piensa rápido! Pero el tipo muestra un fairplay que da gusto. No parece tener prisa ninguna por marcharse, ni se muestra para nada ofendido. Tampoco hay indicios de que quiera partirte la cara de un puñetazo ni de gritarte en público “¿a ti qué c… te importa?”. Ensayas una disculpa, pero antes de que digas nada, simplemente rectifica con un matiz léxico.

 

¿Swingers? ¿Liberales? ¿Qué diablos significa todo esto? La cara te va a estallar. No puedes articular ninguna respuesta coherente que no te haga parecer ignorante, más idiota aún que el idiota que está ahí callado sin saber qué responder ni dónde meterse. ¡Espabila!

 

 

 

“No somos liberales. Somos swingers”. Necesitas urgentemente al Dr. Google, y aquí no hay wi-fi ni buena cobertura. “Liberales, swingers; liberales, swingers; liberales, swingers; liberales… Entras en modo “mantra”, como quien se pega post-its en el cerebro para no olvidarse de nada cuando sale de casa camino del Mercadona. Te prometes que pronto descubrirás las siete diferencias entre ser swinger o liberal. Pero no tardas en recuperar el juicio necesario para preguntarte: “¿Y para qué coño me sirve saber nada de todo esto?”. Se impone la Santa Matrona de la Realidad y desaparece el sonrojo de las mejillas. Es hora de largarse, ¡rápido! Hay partido en el Plus. Te esperan los “compis” de la peña en el bar de la esquina de casa. Y no juega precisamente el “Fútbol Swingers Club” contra el “Real Club Deportivo Liberal”. Es “El Gran Derbi”, el Real Madrid vs Barça. ¡Eso sí que es importante! (¿O no?). Los niños, con el plato en la mesa. La “mami” ejerciendo de “mami”. ¡Por fin el momento ideal para disfrutar de las migajas del fin de semana!

El bar está a rebosar, pero los colegas no fallan nunca y tienes asiento en primera fila. El partido parece estar emocionante. Todos gritan, pero no escuchas nada. Tienes dos post-its tapándote la visual. A falta de tres minutos para el final continúa el empate, pero Messi coge el balón, lo acaricia con cuatro filigranas, se pasea ante la línea de tres cuartos, remata con la izquierda y… ¡goooooooooool! Todo el mundo se abraza, pero tú te quedas sentado, pasmado. “¡Candi! ¿Has visto????? Oye, ¿te encuentras bien?”. “Sí, sí, tranquilo. No me ocurre nada. Un gran partido, sí. Ha estado bien. ¡Hasta el domingo que viene!”

 

(Swingers, liberales…. Swingers, liberales…. Swingers…)

 

 

¡DÉJATE DE HISTORIAS!
(No hemos inventado nada)

 

Internet es uno de los mejores compañeros nocturnos cuando el insomnio aprieta y no parece haber nada mejor que hacer. Con todas las horas robadas al sueño, uno puede llegar a convertirse en un experto en cualquier tema a fuerza de inmersiones en Google, Wikipedia y los millones de páginas especializadas en cualquier asunto imaginable, por freakie que pueda parecer. ¿”Intercambio de parejas”? ¡A por ello!

¡Dios mío! Pronto descubres un universo que va a convertirse durante un tiempo aún por definir en tu monotema obsesivo. Literatura científica, otra menos seria, experiencias personales, foros, fotos, locales, páginas de contacto, redes sociales, agencias de viajes swingers, hoteles, spas, resorts, personajes famosos, noticias, revistas… ¡Incluso una ciudad entera dedicada a la explotación de este universo de pozos sin fondo! ¡Alucina! Podrías invertir una vida entera en el rastreo de los millones de palabras escritas alrededor de un tema tan aparentemente minoritario, anecdótico y sociológicamente marginal. Y si además el tema tiene que ver con el sexo, necesitarías al menos un par de reencarnaciones para saberlo… ¿todo? Pero no desistes. Una vez entras en el laberinto puedes caminar durante años sin encontrar una salida satisfactoria. Pero lo que uno encuentra seguro cuando las busca son razones para probar algo que le tienta. No tarda en construir un “argumentario” de experto para afrontar cualquier conversación sobre el mundo que acaba de descubrir. A esto se le llama “pasión iniciática” (me lo acabo de inventar, pero si non è vero, è ben trobato, ¿a que sí?).

 

 

Es una labor en equipo que pronto se vuelve excitante, cada uno por su lado y con posterior puesta en común. Las noches se van transformando al ritmo de largos diálogos sobre costumbres sexuales, como si fueseis auténticos doctores en antropología y expertos en sociología y costumbres. Las entusiastas sobremesas parecen no tener fin. Ya casi habías olvidado esa sensación de complicidad en un diálogo coronado finalmente con una sesión de sexo mudo (¿recuerdas que tenemos niños?) a horas intempestivas. Pero ¿qué os está pasando, pareja?

 

 

¡Stooooop! Una de las etapas más apasionantes de la aventura del intercambio de parejas es el plan de viaje, cuando precisamente aún no hay práctica y todo es teoría, fantasía y especulación. Lo llamo “la tensión de la intención”. Bueno, quizá me explico mejor. Mira… Es parecido a lo que le ocurre a los viajeros. A menudo suele ser más fascinante el ritual de los preparativos y la generación de expectativa que, al final, el viaje en sí mismo. En muchos casos culmina en una enorme decepción, como en nuestra primera experiencia sexual, que suele acabar hecha añicos por falta de experiencia por un lado y por una sobrevaloración excesivamente romántica y/o erótica de ese instante “mágico”. Pues esto mismo es aplicable, con sus ets y sus uts, a la iniciación en el intercambio de parejas

Es quizá el momento de lanzar dos preguntas:

 

Esta noche, después de un buen vino (¿cuánto hacía que no ibas a comprar un “gran reserva” para cenar y te perfumabas para sentarte a la mesa?), has dicho: “Bueno, ¡dejémonos de historias!”. Y os habéis amado allí mismo, sobre la mesa del comedor, como dos adolescentes. Cuando has terminado, con el cigarrillo pegado a los labios, has pensado: “Creo que debería dejar de fumar”.

 

¿Qué está pasando aquí?`

 

 

RETENCIÓN SELECTIVA

 

¿Respuesta? ¡Lo segundo! Te acabas de echar un amante, o más bien un pack de amantes envasado en tu pareja de siempre. Cierto: aún no ha ocurrido nada, pero paseas sin embargo cada noche por la frontera soñando en pegar el salto. Piensas que, aunque acabes no dando el paso… ¡que te quiten lo bailao! Sí, amigos, ¡esa es la actitud!

La excitación reina en las noches del lunes, del martes, del miércoles… Se acelera a medida que llega el fin de semana, territorio de esa posibilidad con la que llevas flirteando desde hace ya casi un mes. Cada vez te acercas más. Diseñas y descubres (a través de esas ventanas virtuales que son internet y tus fantasías eróticas, locales, encuentros fortuitos, tríos, sexo en grupo, voyeurs, exhibición, lugares y espacios hasta ayer inimaginables en los que gozar en libertad) un potencial de situaciones sin límite. El sexo se sienta ya a la mesa todas las noches, como un honorable invitado de excepción

 

¿Sabías que, de los millones de parejas que se plantean en alguna etapa de su vida ir a un club swinger o provocar una situación de intercambio, más de la mitad no consumarán jamás ese sueño? Eso sí, pasarán años alimentando la fantasía de esa posibilidad. El temor a lo desconocido, el miedo al rechazo y al juicio de los otros -además de los riesgos aparentes que inculca una herencia emocional asentada sobre el matrimonio tradicional- frenan los impulsos de experimentación sexual

 

¡Claro que te lo imaginas! La pareja del chiquipark se convierte en algo así como un tótem, el referente de una vida posible que cada vez está más aquí que allí, al alcance de un tropiezo deseado, puro anhelo de experimentación de lo que hasta ahora era mero pensamiento desbocado. Incluso miras a la gente de manera diferente. ¡Miras el mundo de manera diferente!

Como “por casualidad”, caen en tus manos artículos y libros sobre el intercambio. Cambias el canal de televisión y pasan precisamente un documental sobre el tema. En la cafetería, un grupo de hombres hablan de ello. Tus compañeras de oficina bromean sobre ese mundo liberal que quizá desconocen… o quizá no. De la noche al día es como si todo el mundo quedara bajo sospecha, o al menos sometido a análisis. “¿Quieres decir que esa pareja no…?”. “¿Habrán probado…?” “¿Te los imaginas…?”. Pura retención selectiva, de pronto toda tu agenda se te antoja liberal… o swinger. Te has preocupado en descubrir la diferencia, en entender qué quería decir el amigo galán de la sonrisa perenne y su hermosa amante.

Un swinger, intuyes, debe ser algo así como algo más respetable que un liberal. Otra liga. Lo confirmas como por carambola el día que el equipo de tu chaval va ganando tres a cero y tienes al lado al papá del goleador en plena euforia.