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HarperCollins 200 años. Désde 1817.

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Emma Darcy

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Boda de compromiso, n.º 1394 - mayo 2017

Título original: The Honeymoon Contract

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-9687-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

Matt King había pasado un buen día, haciendo rafting en los rápidos del río Tully con sus amigos. Estaba satisfecho de seguir soltero y sin compromiso, de sentirse libre para poder divertirse de las más diversas formas posibles, arriesgando su propia vida si era necesario. A sus treinta años, Matt aún pensaba que podía disfrutar de su indulgente soltería durante otros cuatro o cinco años más, antes de que la idea de contraer matrimonio cobrara protagonismo en su vida. En cualquier caso, no estaba dispuesto a doblegarse ante los planes que su abuela pudiera tener para casarlo de inmediato.

Ese domingo había tenido la excusa perfecta para no asistir al almuerzo que su abuela había preparado con el fin de presentar a su nueva protegida a la familia. Matt sabía que solo estaba posponiendo lo inevitable, antes o después tendría que encontrarse con aquella Nicole Redman, ya que sería imposible rehuirla durante los seis meses que iba a pasar en el castillo de los King, oficialmente contratada para escribir la historia familiar. Sin embargo, estaba decidido a abortar los planes matrimoniales de su abuela.

El teléfono sonó justo cuando se acababa de tumbar en el sofá para ver un rato la televisión, antes de subir a acostarse. Se sentía muy a gusto consigo mismo y, a pesar de sus sospechas, escuchó complacido la voz de su abuela al otro lado del teléfono.

–Matteo, me alegro de que sigas con vida –dijo ella, dando por sentado que no aprobaba la predilección de su nieto por los deportes de riesgo.

–Yo también, nonna. Como ves, estoy sano y salvo, con todos los huesos en su sitio –contestó él con tono divertido.

–Tienes mucha suerte –sentenció su abuela antes de pasar al verdadero motivo de la llamada–: ¿Vas a estar mañana por la mañana en la agencia de autobuses?

«Imposible librarse de ella», pensó Matt. El trabajo era el trabajo y su abuela conocía los horarios que él se había impuesto. Los lunes y los viernes siempre trabajaba en la agencia de autobuses que había fundado y que dirigía personalmente, obteniendo pingües beneficios de los turistas que recorrían la región, aunque entre semana se desplazaba hasta la plantación de frutas tropicales del Parque Kauri King, que constituía su parte en el negocio familiar.

–Claro –contestó, esperando el contraataque de su abuela.

–Perfecto. Te enviaré a Nicole Redman para que le entregues un bono gratuito. Quiero que se sienta en completa libertad para recorrer todas las rutas turísticas que puedan tener relación con nuestra historia familiar.

–¿No tiene coche? –preguntó Matt a la defensiva, consciente de que su abuela no había perdido el tiempo para ponerlo en contacto con la recién llegada.

–Sí. Pero las rutas turísticas en autobús le proporcionarán una idea general sobre la zona y seguro que encuentra detalles interesantes en los relatos que hacen tus guías.

–Ya sabes que esas historias solo son verdad a medias, nonna. Se trata de entretener a los turistas, no de que obtengan un título universitario.

–¿Qué hay de malo en añadir un poco de sal y pimienta a la historia del norte de Queensland? Siempre lo hemos hecho, forma parte de nuestra tradición. Además, Nicole no está familiarizada con Port Douglas y creo que viajar en autobús la ayudará a situarse.

–Lástima que no decidieras contratar a alguien que ya conociera la zona. Así no tendría que empezar desde cero.

–Nicole reúne todos los requisitos necesarios para emprender este proyecto, eso es lo que importa –atajó su abuela.

–Nadie puede superar el bagaje cultural de una persona nacida y criada en Queensland –repuso Matt secamente, imaginándose qué tipo de requisitos consideraría su abuela necesarios para que una mujer consiguiera atraparlo. No le cabía la menor duda de que ella pretendía que él cayera rendido a los pies de la tal Nicole Redman. Sus dos hermanos mayores no habían tomado las suficientes precauciones y allí estaban, convenientemente casados con las mujeres que su abuela había buscado para ellos. No era que Matt tuviera nada en contra de ellas, de hecho, Gina y Hannah eran unas cuñadas estupendas, pero él sabía a ciencia cierta que su abuela las había introducido astutamente en la vida de sus hermanos con un propósito muy claro. Había escuchado accidentalmente la conversación que su abuela había sostenido con su prima Elizabeth King en la boda de Tony, durante la cual no solo presumió de sus éxitos como casamentera, sino que, además, sugirió que pronto emprendería los arreglos necesarios para facilitar la boda del propio Matt. Y estaba seguro de que esa Nicole Redman era la candidata escogida para él. Probablemente, ella no estaría al tanto, sería tan inocente como se suponía que tenía que ser él, pero eso no mejoraba las cosas.

–Muchas personas pueden investigar y exponer una serie de hechos, Matteo –dijo su abuela con cierto acento de reproche–, pero no todo el mundo posee el talento necesario para escribir con maestría una historia familiar. Quiero trabajar con una escritora profesional y Nicole lo es. Este proyecto es importante para mí, Matteo.

–Claro, nonna –concedió Matt. A sus ochenta años, Isabella Valeri King era toda una dama con un gran carácter y él la respetaba profundamente–. Si piensas que un bono gratuito en nuestra red de autobuses puede ayudar a Nicole en su trabajo, estaré encantado de proporcionárselo.

Al fin y al cabo, solo tardaría un minuto en hacer aquella entrega y, además, podría satisfacer su inevitable curiosidad por saber cómo era la mujer que su abuela había elegido para él.

–He pensado que también podrías ofrecerle un par de mapas de carreteras para que pueda moverse con facilidad cuando decida viajar sola. Quizá podrías señalar en ellos las zonas de mayor importancia para la historia familiar y cuáles son las mejores rutas para llegar hasta allí.

Matt se dio cuenta de que su abuela acababa de convertir un solo minuto en media hora de entrevista con la desconocida, pero no encontró el modo de negarse sin resultar grosero.

–De acuerdo. Señalaré en un par de mapas todas nuestras plantaciones desde Cabo Tribulation hasta Innisfail.

–Gracias, Matteo. ¿A qué hora prefieres que vaya Nicole?

«A ninguna», pensó Matteo, súbitamente a la defensiva.

–Digamos que a las diez y media –concedió por fin.

Una vez terminada la conversación telefónica, Matteo dedicó unos momentos a maravillarse de lo inteligente que seguía siendo su abuela, a pesar de la edad. Su juego era evidente, pero toda la conversación se había mantenido dentro de los límites razonables de lo puramente profesional: ni un solo comentario sobre el aspecto físico o las cualidades naturales de esa mujer. Pero esa forma de actuar, tan astuta, encajaba perfectamente con la personalidad de Isabella. De hecho, su abuela había hecho aparecer como por ensalmo a la cantante Gina Terlizzi en la vida de su hermano Alex, justo cuando este estaba a punto de casarse con una mujer que no era del agrado de nadie. Lo cierto era que estaba mucho más contento al tener a Gina como cuñada, en vez de a Michelle Banks, pero no por ello olvidaba que su abuela había manipulado los acontecimientos. Luego consiguió atar a Tony, escogiendo a Hannah O’Neill como chef de cocina para su apreciado catamarán Duquesa. Nadie había puesto jamás en duda las cualidades de Hannah como cocinera, pero era evidente que reunía muchas otras aptitudes. La conclusión más inmediata era que su abuela había conseguido casar a sus dos hermanos mayores con mujeres escogidas por ella. Y, sin duda, él era el siguiente de la lista. Y Nicole Redman, la candidata. Sintió una cierta curiosidad por conocer a esa mujer mientras encendía la televisión, pero de ninguna de las maneras estaba dispuesto a firmar con ella un contrato matrimonial, como continuación natural a su contrato de trabajo con Isabella. Matteo no estaba preparado para la vida en pareja, ni lo estaría en mucho tiempo.

Capítulo 2

 

Nicole se detuvo un momento en lo alto de la escalinata que daba acceso a la calle Wharf para admirar el castillo de los King, sorprendida de que un edificio tan sólido pudiera haberse construido en los tiempos de los pioneros. La zona tropical del norte de Queensland estaba muy lejos de Roma, sin embargo, Frederico Stefano Valeri, el padre de Isabella, se había valido de su herencia italiana para construir esa magnífica villa en lo alto de una colina, desde donde se divisaba una maravillosa vista de Port Douglas. Las gentes del lugar decían que el edificio era un castillo por causa de la torre recubierta de mosaico que se erigía en una de las esquinas, pero el cenador y la fuente eran, sin duda, de inspiración romana.

Sólido el edificio y sólida la familia, pensó Nicole, acordándose de los dos nietos mayores que había conocido el día anterior. Toda su actitud indicaba que sentían un fuerte apego por la tradición familiar, fomentado a todas luces por su abuela, y ambos irradiaban una poderosa confianza en sí mismos, esa clase de fortaleza que permite superar las mayores dificultades de la vida. Sería interesante saber si el nieto menor encajaba también en el mismo patrón.

Los tres hermanos, Alessandro, Antonio y Matteo, habían asumido el peso de la herencia familiar con el firme propósito de hacer crecer el patrimonio que su bisabuelo Frederico había fundado en 1906, cuando llegó a Australia para iniciar una nueva vida. Se trataba de una familia fascinante, con un pasado glorioso y un futuro muy prometedor, decidió Nicole antes de ponerse de nuevo en marcha en su paseo hacia la agencia de autobuses de Matteo, la KingTours.

Solo eran las diez de la mañana, pero el sol ya calentaba con fuerza y se colaba a través de los diminutos agujeros de su sombrero de paja. Cuando recibió la oferta de trabajo de Isabella Valeri King, sus conocidos la habían advertido de que era muy fácil pillar una insolación en el trópico, por lo que, además de cubrirse la cabeza, se mantuvo en todo momento bajo la sombra de los árboles. Nicole era una pelirroja de piel blanca y delicada que tenía que protegerse de las quemaduras solares en cualquier lugar, pero con mayor razón aún en los trópicos.

El norte de Queensland era completamente diferente del bullicioso Sidney de donde procedía, los colores brillaban con mayor esplendor bajo la radiante luz del sol, las flores tropicales salpicaban los jardines de exotismo y las gentes se movían con parsimonia, sin prisa. El amanecer en el océano era impresionante y el calor era asfixiante durante la mayor parte del día, pero a media tarde, solía caer una violenta tormenta que suponía un auténtico alivio, aunque las temperaturas se mantuvieran altas. La naturaleza se imponía y Nicole sintió la necesidad de vivir en armonía con ella, incluso llegó a pensar que podría acostumbrarse muy fácilmente a ese estilo de vida.

Continuó su tranquilo paseo por la ciudad desconocida, disfrutando de la novedad y el anonimato. Se había puesto un ligero vestido amarillo abotonado por delante y unas frescas sandalias sin tacón, que hacían juego con el sombrero de paja decorado con un pequeño girasol. Se sentía libre por primera vez en mucho tiempo, lejos de la presión de los estudiantes y de sus colegas, lejos de los comentarios que había tenido que soportar sobre el libro que había escrito en torno a la biografía de su padre.

Libre… por fin.

Sonrió contenta, se sentía como si estuviera empezando una nueva vida aunque tuviera que dedicarse a investigar la de los antepasados de la familia King durante los próximos seis meses, con el fin de escribir su historia. Resultaba liberador sumergirse en las memorias de una familia que no era la suya, una familia con raíces profundas y con una larga tradición, que se había mantenido unida a lo largo de los años y durante generaciones. Un tipo de familia que ella no había tenido.

Llegó al final de la calle Wharf y tomó la calle Owen, donde se encontraba la oficina de autobuses KingTours. Resultaba interesante que ninguno de los tres hermanos se hubiera conformado con la herencia de la familia. Todos habían emprendido negocios propios, Alessandro se dedicaba a las inversiones, Tony dirigía una empresa de catamaranes y Matteo, el menor, había fundado la empresa de autobuses. Era evidente que la diversificación de los negocios constituía una buena opción desde el punto de vista financiero, pero Nicole sospechaba que la verdadera razón que motivaba a esos hombres era que por sus venas aún corría la sangre emprendedora de los viejos pioneros.

Al llegar a la antesala de la oficina de Matteo, Nicole sintió una ligera excitación, ¿sería el nieto menor tan masculino y caballeroso como sus hermanos mayores? Un muchacho joven le dedicó una sonrisa de bienvenida desde el mostrador de la recepción.

–¿Es usted la señorita Redman?

–Efectivamente.

–Acompáñeme al despacho del jefe, por favor –dijo con un ademán mientras se dirigía hacia el despacho de Matt–, la está esperando –añadió abriendo la puerta para anunciarla, sin darle siquiera tiempo para quitarse el sombrero–: La señorita Redman.

Todo había sido tan rápido, que Nicole se sintió ligeramente sorprendida al verse súbitamente enfrentada al desconocido. No se parecía a Alex, ni a Tony. Ese hombre era diabólicamente apuesto, parecía la obra maestra de un escultor empeñado en crear el arquetipo del atractivo sexual en un cuerpo masculino. Matt King tenía el cabello rizado, negro y muy brillante. Sus facciones eran muy marcadas, destacando las espesas y rizadas pestañas negras sobre unos ojos de color chocolate que la observaban con una mirada viva, profunda y soñadora. Nicole acusó de inmediato el impacto de su atractivo y tuvo que contenerse para apartar sus pensamientos del deseo de acariciar aquellos rasgos.

Él se levantó de la silla y rodeó la mesa de trabajo para acercarse a saludarla, con una sonrisa radiante. Nicole contuvo el aliento, impresionada por la altura de ese hombre y por la potente virilidad que emanaba de su musculoso cuerpo. Un cuerpo que, evidentemente, correspondía al de una persona acostumbrada al deporte y al ejercicio físico al aire libre. Ella intentó aplacar los latidos de su corazón quitándose con calma el sombrero de paja con un gesto que pretendía mantener las distancias con Matteo. Sus miradas se encontraron y a Nicole le pareció que él la estudiaba fijamente con expresión de sorpresa o reconocimiento. Sin embargo, era prácticamente imposible que se hubieran conocido en el pasado y desechó la idea, intentando concentrarse en el propósito de su visita.

–Soy Nicole Redman. Su abuela me ha enviado a recoger un bono de autobús y unos mapas de la región.

–Encantado, soy Matt King –dijo él alargando la mano derecha para estrechar la suya–. Disculpe que la haya estado observando con tanta atención, el color de su cabello no es muy común.

–Es un placer –consiguió articular Nicole, estremecida aún por el contacto de su mano y ruborizada de vergüenza por el cumplido.

–Nicole Redman –musitó él, saboreando las palabras–, espero que lleguemos a ser buenos amigos –añadió sembrando la confusión en la mente de Nicole–. Siéntate por favor –pidió acercándole una silla. Ella se dejó caer con agradecimiento, le temblaban de tal manera las rodillas que, si hubiera seguido de pie, habría tenido que sujetarse en alguna parte para no desmoronarse.

–Gracias –dijo con un suspiro de alivio. Debía haber supuesto que el nieto menor de Isabella Valeri King sería tan atractivo como sus hermanos e irradiaría el mismo aire de masculino poder, pero ante ellos había sido perfectamente capaz de mantener la compostura. ¿Qué era lo que convertía a Matteo King en un hombre diferente? ¿Por qué se sentía tan vulnerable ante él?

Era una locura, tenía veintiocho años y había conocido a un montón de hombres, pero ninguno la había alterado tanto como el que estaba delante de ella en aquellos momentos. Era posible que hubiera sufrido ya una insolación sin darse cuenta, de hecho se sentía ligeramente mareada y muy acalorada.

Soltó el bolso en el suelo y colocó el sombrero sobre su regazo, aprovechando esos movimientos para recobrar el ánimo. Al fin y al cabo, solo había ido a por un bono de autobús y a por unos mapas, lo cual significaba que al cabo de un par de minutos podría alejarse de allí.

Capítulo 3

 

No cabía error posible, pensó Matt con acritud mientras volvía a sentarse detrás de su mesa. ¿Qué hacía esa mujer en Queensland, bajo el disfraz de ayudante de su abuela para escribir la historia familiar?

El brillante color rojizo de su cabello le había llamado la atención inmediatamente, reavivando su memoria, recordando las lejanas imágenes de aquella noche en Nueva Orleans, hacía diez años. Ese rostro de rasgos delicados, la piel blanca y tan perfecta como si fuera de porcelana, las curvas sensuales de su bien dibujada boca, todos los detalles volvían a su mente como si la hubiera conocido el día anterior. La misma mujer alta y delgada, vestida con un traje de satén negro y con una espesa cabellera de color fuego, ondeando al viento. Había visto cómo reunía al grupo de turistas delante de una tienda de objetos destinados al rito vudú, la noche antes de Halloween. La había observado, la había escuchado, había apreciado sus cualidades como actriz para captar la atención de los turistas con su exagerado e intenso relato sobre la historia antigua de Nueva Orleans. El hecho de haber detectado su leve acento australiano había añadido aún más misterio al encuentro. No podía negar que, en un principio, se había sentido fascinado por su aspecto y por su encantadora forma de hablar. Pero sus amigos no demostraron un gran interés por la visita guiada de la ciudad y pronto decidieron separarse del grupo para realizar una interesante excursión por los bares típicos de la zona francesa.

Sin embargo, él recordaba perfectamente su rostro, su cabello, la palidez extrema de su piel que añadía intensidad a las amañadas historias sobre antiguos fantasmas…, todo lo cual ponía encima de la mesa la siguiente pregunta: ¿qué historia le habría contado esa experta mentirosa a su abuela para conseguir el trabajo? ¿Habría falsificado sus méritos académicos con tal de vivir gratis durante seis meses? ¿Había comprobado su abuela el currículum de Nicole Redman antes de contratarla?