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Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Karen Rose Smith. Todos los derechos reservados.

ABRE TU CORAZÓN, Nº 1508 - octubre 2012

Título original: Their Baby Bond

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Publicada en español en 2005

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-1133-1

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo 1

 

Victoria Phillips estaba asustada, emocionada y entusiasmada al mismo tiempo. En menos de un mes, tendría a un niño en casa.

Aquel día de principios de septiembre, entró a toda prisa en su rancho; el cielo de Santa Fe comenzaba a aclarar y todavía mostraba los tonos rojizos del amanecer. Victoria no dejaba de pensar en el pequeño que pronto tendría a su lado si todo salía según lo previsto. Bárbara Simons, una jovencita de dieciocho años que no se sentía preparada para ser madre, le había hecho una propuesta muy poco corriente, una propuesta que cada vez le gustaba más.

Acababa de dejar el bolso en la encimera de la cocina cuando alguien llamó a la puerta. Rápidamente, regresó al salón y pensó que tal vez fuera Bárbara; de vez en cuando pasaba por la casa para informarla sobre el estado de su embarazo, y Victoria, a quien todos llamaban Tori, se había quedado enamorada del bebé en cuanto vio la primera ecografía.

Sin embargo, no era ella. Cuando abrió la puerta, se encontró cara a cara con Jake Galeno. Lo había llamado la noche anterior y había dejado un mensaje en su contestador, pero no esperaba que apareciera tan pronto y mucho menos en su casa.

Además, Tori tenía otros motivos para sentirse algo más que sorprendida por su presencia. No lo había visto desde hacía doce años, desde la noche en que la llevó al baile del instituto y le dio un beso de despedida que no había podido olvidar.

A pesar de haberse convertido en una treinteañera con bastante confianza en sí misma, se ruborizó.

—¡Jake! No sabía si te acordarías de mí... Ni siquiera esperaba que te pusieras en contacto conmigo con tanta rapidez.

La brisa de la mañana jugueteaba con el cabello de Jake, tan negro que parecía azulado. Su herencia española, anglosajona e india resultaba evidente en los altos pómulos, la angulosa cara y la nariz ligeramente aguileña que le recordaron que una vez lo había considerado el hombre más atractivo y sexy del mundo. Y que todavía lo era.

—Claro que me acordaba de ti. ¿Cómo podría olvidar aquella noche en el Camelot? —preguntó.

Tori había pensado mil veces en aquella maravillosa noche y en el hechizo que había sentido entre sus brazos, oyendo su profunda y sensual voz. Miró sus ojos, casi negros, y los dos permanecieron en silencio durante unos interminables segundos.

Por fin, Jake habló.

—Bueno, creo que me has llamado porque quieres hacer una reforma en tu casa, ¿no es así?

Ella se echó el cabello hacia atrás y dijo:

—Sí, es cierto. Pero pasa, por favor.

Cuando Jake entró en la casa, Tori tuvo la sensación de que lo dominaba todo. Era un hombre delgado, de anchos hombros y metro ochenta y siete de altura. Sabía que después de terminar sus estudios había ingresado en el departamento de policía de Albuquerque, y se preguntó por qué habría regresado a Santa Fe.

—Cuando oí tu mensaje, busqué tú numero de teléfono en la guía porque pensé que podría darte un presupuesto más exacto si veo directamente lo que hay que hacer —explicó él.

—No sabes cuánto te lo agradezco. Había llamado a dos contratistas, pero el primero no devolvió la llamada y el segundo dijo que no podía ponerse con ello hasta después de Navidades. Casi esperaba tener la misma suerte contigo.

—En realidad sólo llevo seis meses en este negocio. Estoy empezando, aunque ya tengo más trabajo del que puedo hacer e incluso estoy terminando una casa cerca de Española —declaró Jake—. Sin embargo, creo que podría empezar contigo la semana que viene... el martes, porque el lunes es el día de los trabajadores.

—Eso sería maravilloso. No quiero que toda la casa esté llena de polvo dentro de unas semanas porque...

Tori no terminó la frase. Pensó que Jake estaba allí para hacer un trabajo y que no le interesaría su vida privada. Pero se equivocó.

—¿Por qué? ¿Tienes algún motivo especial?

Ella dudó un segundo antes de responder.

—Sí. Voy a ser madre.

Jake bajó la mirada y contempló el cuerpo de Tori; llevaba un vestido de color turquesa que moldeaba su figura cuando se movía. Se sintió inesperadamente excitada.

—Oh, no, no voy a tener un bebé —se apresuró a explicar—. Lo voy a adoptar.

—¿Niño o niña?

—Un niño. Es una adopción privada con una joven madre que no quiere serlo.

—Supongo que estarás muy emocionada....

—Desde luego que sí. Y quiero que todo esté perfecto cuando llegue. Llevo tanto tiempo esperando este momento...

La voz se le quebró y Tori se sintió avergonzada por ello. Todavía la afectaba su divorcio de Dave. Pero ahora había iniciado una nueva vida.

—¿No llegaste a casarte? —preguntó él, con total naturalidad.

A Tori no la sorprendió del todo la pregunta. A fin de cuentas no eran desconocidos; ella había sido muy amiga de Nina, la hermana de Jake, quien se lo había presentado. Pero por otra parte, él siempre había sido inalcanzable para ella; era cuatro años mayor y se encontraba fuera de su mundo, o al menos lo había estado hasta aquella noche en el Camelot.

—Estuve casada, pero no salió bien.

—Comprendo... Sin embargo, criar sola a un hijo no será tarea fácil.

Tori reaccionó a la defensiva porque estaba harta de que le hicieran aquel comentario.

—Será mucho más fácil que vivir con un hombre en el que no podía confiar —declaró ella.

—Siento haberte molestado —dijo él, arqueando una ceja—. Sólo lo he dicho porque sé de lo que hablo. M hermana ha tenido que cuidar a sus dos hijos, sola, desde que murió su marido.

—Oh, lo siento tanto... Perdí el contacto con Nina hace años y ni siquiera sabía que se hubiera casado. ¿Y dices que tiene dos niños?

Él sonrió.

—Sí, gemelos. De vez en cuando paso a visitarlos, cuando tengo un rato libre, y nunca me dejan en paz.

—¿Y tú? ¿No tienes hijos? —preguntó con curiosidad.

—No. Ni me he casado ni pienso casarme —respondió, repentinamente serio.

Tori no dijo nada al respecto, pero lo entendió perfectamente. Después de su divorcio, se había jurado que nunca más volvería a caer en la trampa del matrimonio.

El silencio se cargó de electricidad, aunque Tori pensó que tal vez fueran imaginaciones suyas. Cabía la posibilidad de que se estuviera dejando llevar por el sueño de que la atracción que había sentido por Jake fuera, ahora, recíproca. Pero en cualquier caso, no tenía intención de averiguarlo.

En ese momento sonó un claxon en la calle y el sonido fue la excusa perfecta para dejar de mirarlo y romper el hechizo.

—Bueno, será mejor que te enseñe lo que quiero cambiar. Vamos por la cocina.

Tori se alejó. No quería arriesgarse a volver a mirar unos ojos tan fascinantes.

 

 

El cielo casi estaba de color violeta cuando Jake salió al patio de Victoria Phillips e intentó concentrarse en los desperfectos del muro norte de su propiedad, causados por el mal tiempo; pero sólo podía pensar en ella.

Al escuchar su mensaje en el contestador, se había sentido transportado al pasado. Con sus ojos entre azules y verdes, su cabello rubio y su exuberante cuerpo, siempre había sido una verdadera belleza. La había conocido cuando ella tenía diecisiete años y él veintiuno, pero cuando surgió la ocasión de acompañarla a aquel baile del instituto, tuvo que refrenar su deseo porque se sentía obligado a proteger su inocencia.

Por entonces, Tori estaba fuera de su alcance. Su propia vida estaba en la cuerda floja. Ni siquiera sabía si quería quedarse en Santa Fe, y por otra parte deseaba ingresar en el departamento de policía.

Por su antiguo trabajo, Jake estaba acostumbrado a distinguir el carácter de las personas a simple vista. Y ahora, al contemplarla, supo que Tori Phillips antepondría el bienestar y la vida del niño que estaba esperando a cualquier otra consideración, lo que probablemente excluía la posibilidad de mantener una relación con ella.

Se sentía tan alterado por su presencia y su perfume, que pensó que sería mejor que rechazara aquel trabajo. Sin embargo, necesitaba el dinero. Así que comprobó el estado del muro y después preguntó:

—¿Es lo único que quieres arreglar?

—No, sígueme.

Tori lo llevó al cuarto de baño y le explicó que quería que cambiara los azulejos, instalara unos cuantos estantes en el armario y pusiera un mueble para guardar las medicinas.

—¿Seguro que quieres azulejos? —preguntó él—. ¿No preferirías un material más barato?

—Los azulejos están muy bien... cuando se instalan correctamente —comentó ella con ironía.

Tori quería calidad y a Jake no lo sorprendió en absoluto. La noche anterior, después de oír su mensaje, había buscado la dirección de su galería de arte, llamada Perceptions, en la guía. Estaba en una de las calles más caras y elegantes de Santa Fe, lo que significaba que las cosas le iban bien.

—El armario está aquí —continuó ella, mientras lo llevaba a un segundo cuarto de baño—. Quiero que pongas estantes en la parte superior y una barra para colgar ropa abajo.

Después, Tori señaló algunos desperfectos en el entarimado y añadió:

—¿También podrías arreglar eso?

—Por supuesto que sí. Trabajé con mi tío desde los diez años y aprendí a hacer de todo. Además, soy especialista en prácticamente todas las superficies que puedas imaginar.

—Es verdad, lo había olvidado... trabajaste con tu tío antes de ingresar en la academia de policía.

—Veo que tienes buena memoria.

—Creo que recuerdo todo lo que me contaste aquella noche en el baile.

Tori pareció pensar que el comentario había estado fuera de lugar, porque cambió inmediatamente de conversación:

—¿Cuándo crees que podrías terminar? El hijo de Bárbara llegará a finales de septiembre.

—Trabajaré tan deprisa como pueda. Creo que podría estar en cuatro o cinco días si mi presupuesto te parece bien.

—Excelente. Así tendré tres semanas más para prepararlo todo. Ah... pero he olvidado enseñarte la valla de la parte trasera de la casa. También está dañada.

—La he visto al pasar, así que no hace falta que me la enseñes. Esta noche haré el presupuesto y te lo enviaré por correo electrónico o te llamaré por teléfono.

—Bastará con una llamada.

—Pero es posible que quieras ver el presupuesto en detalle...

—Me fío de tu honestidad.

Jake la miró con sorpresa.

—¿Por qué? —preguntó.

—Porque dudo que hayas cambiado mucho desde que me llevaste al baile del instituto. Podrías haberte aprovechado de mí aquella noche y sin embargo no lo hiciste.

—¿Y crees que el hecho de que me comportara como un caballero implica que no te voy a engañar ahora? —preguntó, divertido.

Ella rió.

—Eso lo sabré cuando me des el presupuesto. Además, ya no soy la jovencita ingenua que fui.

Jake se preguntó si aquello sería algún tipo de advertencia.

—Lo recordaré.

Los dos se dirigieron a la salida. Él abrió la puerta y ella comentó:

—Si hablas con Nina o la ves, dale recuerdos de mi parte. Me gustaría comer con ella un día de estos.

—Se lo diré. Estoy seguro de que le encantaría.

Entonces, Jake echó un último vistazo a Tori Phillips y salió de la casa. Sólo esperaba no estar cometiendo un terrible error con aquel trabajo.

 

 

Hacia las ocho de la tarde del día siguiente, sonó el teléfono. Tori se preguntó si sería otra vez Jake, porque había llamado poco antes para darle el presupuesto, que le había parecido bien. Y cuando descolgó el auricular, se llevó una buena sorpresa.

—¿Tori? Soy Nina...

—¡Nina! ¿Qué tal estás? Jake me ha contado lo de tu marido... lo siento mucho.

—Sí, fue terrible, pero ya estamos saliendo del bache. Su muerte fue uno de los motivos por los que Jake regresó a Santa Fe, y le estoy muy agradecida. Los chicos lo adoran.

—¿Cuánto tiempo estuviste casada?

—Ocho años. Aunque no se puede decir que tuviéramos la mejor de las relaciones...

Nina dejó de hablar y Tori no supo qué decir; a fin de cuentas, era un asunto muy problemático. Pero siempre se habían llevado bien y el tiempo transcurrido no evitó que recuperaran enseguida su vieja camaradería.

—Jake me ha dicho que tuviste gemelos...

—Oh, sí, y él me ha contado que vas a adoptar a un niño. Tenemos tantas cosas de las que hablar...

—¿Qué te parece si comemos juntas esta semana?

—Se me ocurre algo mejor: ¿por qué no vienes a cenar mañana por la noche? Así podrías conocer a mis hijos.

—No quiero provocarte ninguna molestia.

—No será ninguna molestia. Mi madre preparará parte de la comida. Además, van a estar Jake y la persona con la que estoy saliendo.

—¿Jake?

—Sí, le gusta comer bien un par de veces por semana ¿Ya habéis hablado sobre los viejos tiempos?

—Por si lo has olvidado, te recuerdo que esos viejos tiempos no existieron nunca. Sólo me llevó a un baile, nada más.

—Oh, vamos... siempre hablabais cuando él pasaba por la tienda.

—Sólo de vez en cuando.

—Es una pena que se marchara para ingresar en el departamento de policía. Sólo siento que...

Como Nina no terminó la frase, Tori preguntó:

—¿Qué ibas a decir?

—¿Te ha contado lo que pasó? ¿Te ha dicho por qué volvió a Santa Fe?

—No, pero ten en cuenta que su visita no ha sido precisamente social, sino laboral. ¿Por qué volvió a Santa Fe?

—Será mejor que te lo cuente él. No le gusta que la gente hable de su vida.

—¿Estás segura de que no le importará que vaya a cenar? Es posible que no quiera mezclar el trabajo con la amistad...

—Tori, tú eres mi invitada. Y en cuanto a la vida de mi querido hermano, soy de la opinión de que debería mezclar el trabajo y el placer con más frecuencia. Sobre todo ahora que se ha quedado sin objetivos. Siempre los tuvo y no sabe vivir sin ellos.

Victoria pensó que el niño que iba a adoptar era su objetivo, el propósito vital que necesitaba para seguir adelante. Adoraba su trabajo en la galería, pero quería hacer algo más que llevar una vida cómoda y agradable: quería ser madre. Lamentablemente, el accidente de tráfico que había sufrido con Dave había dado al traste con sus esperanzas. Los médicos le habían dicho que jamás podría quedarse embarazada.

—Sí, es cierto, los objetivos son muy importantes en la vida —comentó Tori—. Pero cambiando de tema, tienes que darme unos cuantos consejos sobre cómo ser madre.

—Te los daré, por supuesto. No sabes cuántas ganas tengo de verte...

—Y yo de verte a ti. Dame la dirección de tu casa y allí estaré.

 

 

Al día siguiente, cuando Tori llegó al domicilio de su antigua amiga, el sol todavía brillaba sobre la avenida de San Felipe. Frente a la casa de Nina se encontraba una camioneta azul y negra que reconoció de inmediato; era de Jake.

Aparcó, tomó la caja de bombones que había comprado y salió del vehículo. Creía estar preparada para volver a ver a Jake, pero cuando le abrió la puerta unos segundos más tarde, descubrió que no era así; él la miró con tal gesto de sorpresa que supo que Nina no le había dicho nada.

—¿Nina te ha invitado a cenar? —preguntó.

—Sí, pensaba que te lo habría dicho...

Nina apareció entonces en la entrada. Quitó a su hermano de en medio y abrazó a Tori con fuerza.

—Me alegro tanto de verte...

Nina era una versión pequeña de su hermano, tan femenina como masculino él. Tenía el pelo largo y negro, y salvo un par de arrugas aquí y allá, le pareció que estaba igual que a los dieciocho años.

La llevó a un pequeño salón que estaba lleno de gente y hacia su madre, Rita Galeno, quien había envejecido considerablemente. Aunque sólo tenía cincuenta y tantos años, su cabello estaba totalmente blanco.

Al verla, sonrió.

—Ésta es Tori, mamá. ¿Te acuerdas de ella?

—Por supuesto que me acuerdo de Tori —respondió la mujer, sonriendo—. Tú eres quien convenció a Nina de que tenía unos ojos tan bonitos que no necesitaba resaltarlos con nada.

Un hombre de cabello rubio y amigables ojos azules se acercó a ellas y tomó a Nina de la cintura.

—No me digas que te maquillabas en exceso... —comentó.

Nina rió.

—Bueno, era joven, rebelde y creía saber todo lo que necesitaba saber. Pero deja que te presente a mi amiga. Tori, éste es Charlie Nexley, mi... amigo.

—No es su amigo —dijo de repente un niño de alrededor de cinco años—. Es su novio.

—¡Ricky! —protestó Nina.

—Es verdad —dijo el hermano del pequeño—. Los vimos besándose.

Como Nina se ruborizó, Jake decidió intervenir para salvar la situación. Se inclinó sobre los pequeños y les dijo:

—Ricky, Ryan... esta preciosa dama es Victoria Phillips. Vuestra madre y yo la conocemos desde hace muchos años.

—¿Desde que erais niños? —preguntó Ricky.

Jake rió.

—No tanto. Pero ¿qué os parece si salimos afuera y jugamos un rato?

Jake salió con los niños y Tori se sintió inmediatamente más relajada, así que aprovechó la ocasión para darle a su amiga los bombones.

—Los he traído para endulzar la velada —dijo.

—No tenías que haberte molestado.

Charlie se adelantó y tomó la caja.

—Será mejor que los esconda en alguna parte —comentó—. Por lo menos, hasta que los niños hayan cenado.

Nina asintió y sonrió.

Charlie se alejó, y en ese preciso instante, Rita se levantó de su asiento.

—Será mejor que vaya a echar un vistazo a la sopa.

—Ha preparado comida para un regimiento —comentó Nina cuando su madre desapareció—. Espero que tengas hambre.

—La tengo, no te preocupes, y no sabes cuánto te agradezco que me invitaras a cenar. Pero hay algo que me ha extrañado... Jake se ha comportado como si no supiera nada.

—Claro. Es que no lo sabía.

—¿Crees que es justo? Tal vez no se sienta cómodo con una desconocida en casa...

—Tú no eres ninguna desconocida. De hecho, es posible que Charlie le parezca más ajeno que tú. No se lo dije porque sabía que él no habría venido —explicó Nina—. Cuando hablamos de ti, noté algo en su tono de voz que... bueno, yo diría que hay cierta electricidad entre vosotros.

Tori no estaba dispuesta a admitirlo, así que mintió.

—Son imaginaciones tuyas.

Nina miró a Tori con detenimiento y negó con la cabeza.

—No, no son imaginaciones mías. Se nota. Además, no te he invitado a cenar sólo porque quisiera verte. También lo he hecho porque mi hermano necesita ayuda.

—¿Ayuda? ¿Qué clase de ayuda?

Tori ni siquiera pudo creer que Jake necesitara la ayuda de nadie. Siempre había sido un hombre independiente y muy seguro de sí mismo.

—No lo sé —respondió Nina—. En Albuquerque ocurrió algo que todavía no ha podido superar. Intenta olvidarlo y seguir viviendo, pero no lo consigue; y pensé que tal vez se relajara un poco, lo suficiente como para hablar de ello, si te invitaba a cenar. Puede que tu presencia sirva de catalizador.

—Y puede que lo empeore todo.

—Lo dudo mucho. Pero sígueme... puedes mirar mientras preparo la ensalada.

Se dirigieron a la cocina y Nina se puso manos a la obra; mientras hablaban, Tori miró por la ventana y contempló a Jake, que en aquel momento estaba jugando con los niños. No parecía ser un hombre que necesitara ayuda de nadie, pero ahora sentía curiosidad; quería saber qué le había sucedido en Albuquerque.

En cualquier caso, se dijo que sería mejor que no pensara más en ello; y sobre todo, que no se preocupara demasiado por él. Su relación con los hombres siempre había sido muy complicada. Su padre había dejado a su madre cuando Tori sólo tenía nueve años, y los sucesivos fracasos emocionales de uno y otro la habían llevado a prometerse a sí misma que su vida sería diferente si alguna vez se casaba. Sin embargo, no había sido así. La experiencia con Dave no podía ser más desastrosa.

Minutos más tarde, mientras Nina y Tori intercambiaban recetas de cocina, Jake entró.

—¿Qué estáis haciendo? —preguntó.

—Compartiendo recetas.

—Debería haberlo imaginado. Siempre os gustaron esas cosas.

Aunque lo hubiera negado poco antes, Tori era muy consciente de la atracción que sentía por aquel hombre. De hecho, cualquiera habría podido notar que el ambiente se cargaba cuando estaban juntos.

—¿Dónde está Charlie? —preguntó Jake.

—Comprobando la presión de mis neumáticos —respondió su hermana.

Jake frunció el ceño.

—¿Por qué? Iba a hacerlo yo. De hecho...

Jake no pudo terminar la frase porque en ese momento aparecieron los dos niños. Nina les ordenó que fueran al comedor para sentarse, pero los pequeños protestaron.

—Queremos salir a ver a Charlie —se quejó Ryan.

—Si hacéis caso a vuestra madre, después os llevaré a comprar helados —intervino Jake.

—¿A la heladería de Carlo? ¿Y nos comprarás dos helados de chocolate? —preguntó Ricky.

—Trato hecho.

Los niños salieron corriendo en dirección al salón y Nina dijo a su hermano:

—Eso ha sido un soborno.

—Sí, pero me ha parecido un precio muy pequeño a cambio de que no te den la lata.

—A veces hay que ser fiel a los principios —comentó Nina.

—En eso te equivocas, hija —dijo Rita—. Lo importante es hacer las cosas. Y te recuerdo que tu hermano es un experto negociador.

En ese momento, un extraño silencio se cernió sobre ellos. Tori los miró sin saber qué había pasado, aunque resultaba evidente que guardaba alguna relación con el comentario de Rita.

—Oh, Jake, lo siento mucho. No pretendía...

—Descuida, no tiene importancia —dijo Jake—. Voy a salir a ver si Charlie ha encontrado el medidor de presión.

Jake Galeno salió entonces de la cocina. Y Tori se quedó envuelta en un mar de preguntas que ni Nina ni Rita podían contestar.