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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Harlequin Books S.A.

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Un regalo maravilloso, n.º 136 - enero 2014

Título original: A Precious Gift

Publicada originalmente por Silhouette® Books

Publicada en español en 2006

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

™ Harlequin Oro ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-4102-4

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

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El legado de los Logan

 

Porque el derecho de nacimiento tiene sus privilegios, y los lazos de familia son muy fuertes

 

Una mujer vivía con un secreto que amenazaba su matrimonio. ¿Encontraría el valor para enfrentarse al hombre al que amaba?

 

Carrie Summers: tenía un pasado que no podía compartir con Brian. Con la tensión cada vez más intensa que le provocaba su incapacidad de quedarse embarazada, Carrie no sabía cuántos golpes más podría soportar su matrimonio. Sólo esperaba que su marido la quisiera pese a todo.

 

Brian Summers: quería muchísimo a Carrie y ambos deseaban tener un hijo. Pero los problemas de infertilidad les estaban pasando factura en su relación. ¿Sería capaz de convencerla de que confiara en él, de que nada podía cambiar lo que sentía por ella?

 

Lisa Sanders era una adolescente con problemas que quería ayudar a los Summers pero, ¿podría ayudarse a sí misma?

1

 

Carrie Summers caminaba de un lado a otro por la recepción de la Agencia de Adopción Children’s Connection. Su marido ya llegaba con quince minutos de retraso y ella temía que aquello significara que Brian había cambiado de opinión en cuanto a la adopción. Los dos habían respondido pregunta tras pregunta y se habían sometido a un estudio en su casa que ya había terminado. Aquélla era su última reunión con la trabajadora social antes de comenzar con el procedimiento.

Brian nunca llegaba tarde.

Él era un hombre de palabra, un hombre en el que siempre había podido confiar. Pero durante los tres últimos años de su matrimonio, que ya duraba cinco, se había generado una tensión entre ellos. Cuando se habían casado, Carrie estaba muy enamorada y absolutamente segura de que su matrimonio sería eterno. Sin embargo, ella tenía un secreto, y las repercusiones de aquel secreto los estaban separando.

Ojalá Brian aceptara aquella adopción de todo corazón. Ojalá Brian pudiera aceptar a un niño adoptado como si fuera suyo.

—¿Preparada? —le preguntó una voz masculina.

Había estado admirando aquel día de enero, excepcionalmente soleado, a través de las puertas de cristal de la agencia. En aquel mes del año siempre llovía en Portland, Oregón. Al oír aquella voz, que siempre vibraba en ella como una canción sincera, se volvió y vio a su marido.

—¿De dónde sales? —le preguntó con una sonrisa, intentando ocultar la ansiedad que había sentido por su retraso.

—Tenía algo que hacer antes de entrar a la reunión.

Brian Summers medía un metro ochenta y cinco centímetros y era fuerte y fibroso. Era el hombre más guapo que Carrie había visto nunca. Tenía el pelo rojizo y lo llevaba corto y algo despeinado, adecuado a su imagen de agente inmobiliario de éxito, de millonario a quien preocupaba menos su apariencia que las sustanciales ventas que gestionaba.

Cuando se conocieron en aquel cóctel, Carrie sabía que se había acercado a ella por su figura de modelo. Aunque llevaba un vestido negro clásico y discreto, él había recorrido con la mirada su pelo caoba y los rasgos de su cara y después había continuado con su figura. La atracción había sido mutua y aquella noche ella había albergado la esperanza de que Brian viera lo que había más allá de su físico. Y parecía que lo había conseguido. Por eso, ella se había enamorado de él.

—¿Has tenido una reunión en el hospital? —los negocios y las ventas que Brian gestionaba no comenzaban, normalmente, en el Hospital General de Portland.

—No, nada de eso.

En aquel momento se abrió la puerta que comunicaba la recepción con las oficinas de la agencia de adopción y una mujer morena de mediana edad se dirigió a ellos con una sonrisa.

—¿Son ustedes Carrie y Brian Summers?

Respondieron al unísono:

—Sí.

—Tienen una reunión conmigo —dijo la mujer, y les tendió la mano—. Me llamo Trina Bentley.

—Pero... hemos llevado a cabo el proceso con Stacy Williams —dijo Brian, con el ceño fruncido.

—Sí, lo sé. Stacy está enferma. Yo voy a sustituirla para darles el visto bueno oficial y buscarles un bebé. Por favor, acompáñenme a mi despacho.

Durante sus primeros años juntos, Brian siempre había sido solícito con Carrie y, a menudo, demostraba su afecto acariciándole la mano o el hombro, o rodeándole la cintura con el brazo. Sin embargo, últimamente no se habían tocado demasiado. No, desde que los intentos de fecundación in vitro habían fracasado. En aquel momento, mientras caminaban juntos, la manga de la chaqueta del traje de Brian le rozaba el brazo. Ella sintió la energía de su proximidad a través de la manga de su vestido de lana de color crema.

En la Agencia de Adopción Children’s Connection todo era alegre y acogedor, incluyendo el despacho de Trina. Estaba pintado de amarillo pálido y en la pared había un corcho cubierto de fotografías de niños de todas las edades.

La asistenta social les señaló dos sillas frente a su escritorio.

—Siéntense. Les prometo que haré esto lo más llevadero posible.

Carrie miró de reojo a Brian. A él no le había gustado nada hablar de su vida privada con una extraña. Era un hombre reservado y no se había sentido cómodo hablando sobre sus hábitos de trabajo, la historia de su familia y sus finanzas. El hecho de tener que exponer su vida lo había humillado. En aquel momento, sin embargo, parecía mucho más calmado... parecía que aceptaba mejor aquella situación, y Carrie se preguntó por qué.

Trina abrió la carpeta de su expediente y miró las páginas como si estuviera familiarizada con él.

—Lo he leído todo, incluyendo el estudio de su hogar —les dijo, y se recostó en el respaldo de la silla con los ojos fijos en Carrie—. Ha pasado usted por muchas cosas.

Carrie sintió pánico. La boca se le quedó seca. ¿Sabría aquella mujer algo...?

Trina continuó.

—Se sometió a una operación para intentar desobstruir sus trompas de Falopio y, después, a dos intentos de fecundación in vitro. Y sospecho que también se sometió a las tomas de temperatura y al control de la ovulación antes de que todo esto empezara.

Carrie asintió.

—Debe de desear mucho tener un hijo.

—Yo... nosotros lo deseamos mucho.

Aunque la mirada de Trina era amable, era evidente que tenía una misión, y continuó hablando.

—Al ser la mayor de cuatro hermanas, tuvo que hacer de madre muchas veces. Algunas mujeres que han tenido esa responsabilidad huyen de la maternidad. Sin embargo, su examen psicológico revela que, aunque usted no ha tenido mucha práctica desde entonces, es una mujer que quiere criar hijos, que desea cuidar de alguien otra vez.

—Eso es cierto —convino Carrie con sinceridad.

—La psicóloga también indica que usted no ha trabajado como modelo en tres años. Parece que ha llenado su tiempo trabajando para asociaciones benéficas, haciendo voluntariado en la planta infantil del hospital y estando disponible para su marido cuando él la necesitaba.

Brian miró a Carrie con curiosidad. Se habían entrevistado con la psicóloga por separado, y también juntos. Aquello debía de haberse mencionado durante su entrevista a solas.

—¿Por qué necesita estar disponible para su marido? —le preguntó Trina.

Carrie notó que Brian se movía en el asiento y supo que su mirada estaba clavada en ella. Ella, sin embargo, miró directamente a Trina.

—Brian tiene mucho contacto social con sus clientes. A menudo damos fiestas y cenas y algunas veces lo acompaño en los viajes de trabajo.

—Carrie siempre ha sido un gran apoyo —intervino Brian—. Es muy buena relaciones públicas y alguien con quien es muy fácil hablar —dijo. Aunque su tono de voz era calmado, ella notó cierto nerviosismo imperceptible para los demás y supo que él se estaba preguntando hacia dónde iba aquella conversación.

—Entiendo —respondió Trina—. Supongo que ahora me preocupa cómo se sentirá usted cuando el niño reclame la atención de su esposa y ella no pueda acompañarlo en sus viajes ni ejercer de anfitriona en una cena, por ejemplo.

Brian se quedó silencioso unos instantes. Después respondió:

—Las cenas y las fiestas se celebran a menudo cuando los niños están dormidos.

—Pero los niños no siempre se quedan dormidos. Pueden ser impredecibles. ¿Cómo va a enfrentarse a esa situación?

—Señorita Bentley, no sé exactamente cómo nos enfrentaremos a eso, pero lo conseguiremos. Yo quiero un hijo tanto como Carrie. No hay ninguna pareja que sepa con seguridad cómo afectará un niño a sus vidas. Yo le aseguro que nuestro hijo siempre tendrá la atención y el cariño que necesite.

—Cuando comenzamos a evaluarlos como futuros padres, creo que usted tenía algunas dudas sobre la adopción, ¿no es cierto, señor Summers?

Era evidente que aquella mujer no iba a dejar ningún cabo suelto. A Carrie se le aceleró el corazón.

—Sí, es cierto —admitió Brian—. La familia siempre ha sido importante para mí y yo me imaginaba que tendría tres o cuatro hijos.

—Usted se crió con su padre.

Carrie contuvo el aliento, esperando la reacción de Brian. Su infancia con Dutch Summers había sido difícil. Dutch nunca había tenido un trabajo fijo y no llevaba dinero a casa a menudo. Normalmente, se lo jugaba todo.

—Sí —respondió Brian rápidamente, y ella supo que no quería pasar por aquello de nuevo.

Sin embargo, Trina no lo dejó pasar.

—Su madre los abandonó a usted y a su padre cuando usted tenía siete años. El informe de la señorita Williams dice que su madre se puso en contacto con usted después de que usted se casara, pero que no tiene relación con ella en este momento.

—Exacto.

—Aquí hay anotaciones que dicen que la falta de relación se debe a su elección. ¿Puede decirme por qué?

—Ya le dije por qué a Stacy —respondió él con la voz ronca.

—Sé que estas preguntas son difíciles, señor Summers, pero el clan familiar es importante: los abuelos, los primos, los tíos... La familia de su esposa tiene mucha relación, pero su padre ha fallecido y su madre no forma parte de su vida. ¿Cree usted que eso cambiará?

—No lo creo, al menos por el momento. Mi madre me abandonó y no se preocupó de escribir ni de llamar durante veintidós años. Si me pongo en contacto con ella ahora e intento retomar la relación, ella podría salir de mi vida y de la de mi hijo de nuevo. Como usted ha dicho, mi mujer tiene mucha relación con su familia. Sí tendríamos un clan familiar.

La trabajadora social se dirigió a Carrie.

—¿Qué opina usted de la falta de relación de su esposo con su madre?

Carrie sí estaba unida a su familia, pero su relación con su madre y su padre era complicada, quizá más de lo que Brian podía saber.

—Yo confío en el juicio de mi marido —se limitó a decir.

Cuando Brian se inclinó hacia delante, Carrie notó la tensión en él.

—He estado a punto de llegar tarde a esta reunión porque he pasado por el pabellón infantil para ver a los bebés. Siempre he soñado con tener una familia porque la mía no fue la ideal. No sabía que para lograrlo tendría que adoptar un niño. Pero mientras estaba allí, observando a los bebés con sus manitas y sus ojos enormes, supe que quería un hijo con Carrie. Y si eso significa adoptar, entonces es lo que haremos.

Se volvió hacia su mujer y le tomó la mano.

—Tendremos la familia que siempre quisimos.

La ternura de la voz de Brian le dio a Carrie más esperanza de la que había sentido durante meses. Llevaba mucho tiempo pensando que lo estaba perdiendo. No podía decirle a Brian qué era lo que había causado sus problemas de infertilidad. Si lo hacía, él la dejaría... como Foster. Sin embargo, si adoptaban, su secreto estaría a salvo y su matrimonio se fortalecería de nuevo.

A Carrie se le llenaron los ojos de lágrimas y él lo vio. Entonces, le apretó la mano.

Después de aquello, la entrevista fue mucho más fácil. Después de que hubieran firmado más papeles, Trina les aseguró que entrarían en la lista de candidatos aquel mismo día. Si una de las madres los elegía, se lo notificarían inmediatamente.

Cuando Carrie salió al pasillo de nuevo, junto a Brian, se sentía más animada que nunca. Sabía que los bebés no arreglaban los matrimonios, aunque el único problema entre ellos era su propia incapacidad para tener hijos. Aquella mañana casi se había sentido de nuevo cerca de su marido, y aquello era lo que el bebé iba a hacer por ellos: acercarlos aún más.

Se detuvieron en el perchero de la recepción y tomaron sus abrigos. Mientras él la ayudaba a ponérselo, Carrie le preguntó:

—¿Vas a venir a cenar a casa?

Antes de que Brian pudiera responder, un hombre delgado se acercó a ellos. Era Everett Baker, uno de los contables de Children’s Connection. Carrie lo había visto de vez en cuando por los pasillos de la agencia, que era un edificio anexo al Hospital General de Portland. Una enfermera de la sala de urgencias, Nancy Allen, visitaba a menudo a los niños de pediatría mientras Carrie estaba haciendo el voluntariado, y las dos se habían hecho amigas. Nancy y Everett tenían una amistad especial, y Nancy le había presentado al contable a Carrie. Nancy era una mujer cálida, expresiva y extrovertida, mientras que Everett era todo lo contrario: reservado, casi tímido. Era un hombre guapo. Tenía la mandíbula cuadrada y el pelo y los ojos castaños.

Everett nunca se había acercado a Carrie solo, siempre se quedaba a un lado y dejaba que hablara Nancy.

En aquel momento, no obstante, se acercaba a ellos decididamente.

—Señora Summers —le dijo con una media sonrisa.

—Llámame Carrie, Everett. Creo que no conoces a mi marido, Brian.

Los hombres se dieron la mano. Después, Everett se movió como si estuviera azorado, pero comenzó a hablar:

—No quiero entreteneros, pero Nancy me dijo que tu esposo y tú estabais pensando en adoptar un hijo.

Sus intenciones no eran ningún secreto. Carrie se lo había contado a Nancy unas semanas antes.

—Acabamos de hacer la última entrevista —dijo Brian. Por su voz, Carrie supo que tenía curiosidad por saber por qué Everett Baker estaba interesado en lo que estaban haciendo.

Con una rápida mirada sobre su hombro hacia la agencia para asegurarse de que no había nadie por allí, Everett continuó:

—Sé que el proceso de adopción puede ser largo. Cuando Nancy me habló de lo decididos que estáis, pensé que podría ayudaros. Tengo un amigo que conoce a un abogado, y él puede hacer que las adopciones privadas se lleven a cabo más rápidamente. Si estáis interesados en adoptar por otros procedimientos, podríais pensarlo.

Con sólo mirar a Brian a la cara, Carrie supo lo que estaba pensando. Él habló en nombre de los dos y rechazó la oferta con habilidad.

—Carrie y yo lo pensaremos. Éste es un paso muy importante en nuestras vidas. Gracias por intentar ayudarnos.

Aunque aquella conversación era muy seria, Carrie estuvo a punto de sonreír. Brian era muy bueno manejando situaciones delicadas. Se las había arreglado para decirle a Everett Baker que no los llamara, que ellos llamarían, sin ser grosero.

—Sé que la adopción es algo muy importante —convino Everett—. Los bebés lo son —añadió. Parecía que estaba preocupado. Se sacó una tarjeta del bolsillo y se la entregó a Carrie—. Podéis poneros en contacto conmigo en este número.

—Gracias —respondió Carrie, y se guardó la tarjeta en el bolso.

En cuanto Everett se hubo alejado, Brian sacudió la cabeza.

—No me gusta la idea de hacer las cosas por otra vía que no sea una agencia de adopción acreditada.

—De acuerdo... por el momento. Veamos lo que ocurre en los próximos meses. Si esperamos mucho y no sabemos nada de ellos, quizá queramos llamar a Everett.

Cuando Brian la miró, Carrie se dio cuenta de que su marido ya había descartado por completo la idea de realizar una adopción privada.

—Me has preguntado si iría a cenar a casa. No podré. Tengo una reunión en el Hilton —le dijo. Debió de parecerle que ella no podía disimular su decepción, porque continuó—: Intentaré estar en casa antes de las doce.

Carrie sabía que, si Brian le había dicho que estaría en casa antes de las doce, lo haría.

—Nos veremos esta noche —dijo él.

—Esta noche —murmuró ella.

Un momento después, Brian se encaminó hacia el aparcamiento y ella, hacia el hospital. Le encantaba leerles cuentos a los niños que estaban en la planta de pediatría, y aquél era su día de trabajo voluntario. El tiempo pasaría rápidamente, y quizá aquella tarde fuera a mirar muebles para niños antes de volver a su preciosa, enorme y vacía casa. Pronto dejaría de estar vacía.

Pronto, Brian y ella tendrían la familia que siempre habían querido.

 

 

A las doce menos cuarto de la noche, Brian entró en la cocina tras activar de nuevo el sistema de seguridad. Carrie estaba obsesionada con aquello. Si él se metía en la cama sin despertarla, la oía frecuentemente, a medianoche, bajar a comprobar la alarma. Las pocas veces que él le había preguntado por qué, ella le había dicho que se sentía más segura sabiendo que estaba activada.

Brian subió al segundo piso de su casa. La había comprado después de que Carrie y él se casaran y tenía un encanto tradicional, con un jardín con una bañera de hidromasaje encerrada en un pequeño recinto de cristal. Él siempre se había imaginado a tres o cuatro niños jugando en la sala de estar y en aquel jardín. Se le encogió el estómago al pensar que no podría tener hijos propios. Sin embargo, al ver a aquellos niños en la guardería del hospital aquel día...

Subió las escaleras, acordándose de la diminuta casa de dos habitaciones en la que había crecido. Su padre había seguido viviendo allí hasta que había muerto, dos años antes. No había permitido que Brian lo llevara a una casa más grande.

La familia de Carrie había sido incluso más pobre que la suya, porque su padre se había quedado inválido en un accidente ocurrido en el aserradero en el que trabajaba, y su madre no tenía especialización en ninguna profesión. Habían estado dependiendo de las ayudas del Estado por temporadas, hasta que Carrie había empezado a trabajar de modelo. Después de que la madre de Carrie hubiera enviado las fotografías de su hija al concurso de una revista, sus vidas habían cambiado drásticamente.

La noche que había conocido a Carrie, Brian se había quedado anonadado con ella, con su preciosa melena caoba, larga y ondulada, su piel de porcelana y sus enormes ojos marrones. Había tenido la sensación de que aquellos ojos le atravesaban el alma. Carrie parecía tan sofisticada, tenía tanto aplomo y hablaba tan bien que él no había sospechado que sus pasados eran muy similares.

La luz de la luna entraba por la claraboya del pasillo mientras Brian subía las escaleras. La puerta de su habitación estaba entreabierta. Entró directamente hacia el vestidor, se desvistió rápidamente y colgó el traje en el armario. Después salió a la habitación y vio que su mujer estaba profundamente dormida. Cuando estaba acurrucada sobre un costado, como en aquel momento, con las manos metidas bajo la mejilla, no se movía. ¿Por qué iba a hacerlo? Era medianoche.

Él ya había logrado el éxito en su profesión cuando la había conocido, y había invertido y ganado más dinero del que nunca podría gastarse. Su primer éxito como promotor en un proyecto de construcción había seguido con otro, y después con otro más. Había trabajado mucho, usando su intuición y su inteligencia. Había encontrado, comprado y vendido terreno desde Hawai hasta Alaska y hasta Maine. Aunque siempre había trabajado largas horas, Carrie había entendido cómo era el negocio al que él se dedicaba desde el principio, sabiendo que sus planes podían alterarse con facilidad y que a cualquier hora de la noche podían despertarlo con una llamada internacional.

Aun así, durante su noviazgo y su primer año de casados, habían tenido más tiempo el uno para el otro. Él la había llevado a Aruba y a las islas Caimán. Habían viajado a los viñedos de la Toscana y a los páramos de Cornwall. Algunos viajes habían sido de trabajo, y en otros habían pasado tanto tiempo en la cama como haciendo turismo. Pero entonces había ocurrido algo.

No podían concebir un hijo.

Los dos se habían sometido a exámenes médicos, y habían sabido que Carrie tenía las trompas de Falopio bloqueadas. Sabiendo lo mucho que él había deseado siempre tener una familia, Carrie se había quedado abatida. Los médicos les habían ofrecido una esperanza que había terminado por marchitarse a medida que fracasaban los tratamientos médicos y los intentos de fecundación in vitro.

Durante aquellos años, el trabajo había ocupado más y más parcelas de la vida de Brian y parecía que Carrie se había quedado al margen. Aunque la química que había entre ellos los había conducido a un rápido noviazgo y a una boda relámpago, Brian siempre había tenido la sensación de que Carrie se guardaba una parte de sí misma que él no podía alcanzar. Al ser mucho más experimentado que ella, él había pensado al principio que todo era una timidez inocente, y después, un carácter reservado que provenía de su educación. Pero cuando el embarazo los había eludido mes tras mes, ella se había retraído más y él había tenido que admitir que todo aquello también lo afectaba mucho. Cuando Carrie le había hablado de la adopción, Brian no había querido escucharla. Sin embargo, a medida que la tensión crecía entre ellos, finalmente había accedido a empezar con las entrevistas del proceso.

Y en aquel momento...

Se acercó a la cama y miró a su mujer. Se dio cuenta de que, bajo las sábanas, Carrie estaba desnuda. Normalmente se ponía camisón para dormir y a él le gustaba quitárselo. Aquella visión de ella a la luz de la luna, la idea de que su piel se rozara con la de Carrie, lo excitó.

Cuando ella sintió su peso en la cama, se despertó como si lo hubiera estado esperando en sueños. Abrió los ojos, extendió la mano y la posó en su pecho.

—Intenté esperarte despierta. ¿Qué hora es?

—Las doce.

—Un día muy largo —murmuró ella, somnolienta, y sonrió.

La ligera esencia del champú de flores de Carrie lo atraía hacia ella. Brian apagó la lámpara de la mesilla y se apoyó sobre un costado. De repente, se sintió abrumado por el deseo de cavernícola de tomarla sin caricias ni besos, sin preliminares, sin otra cosa que no fuera una necesidad ciega. Sin embargo, había algo que siempre le había impedido hacer así las cosas. La entrada de Carrie en su vida había hecho que se fijara en el brillo de las estrellas, en las puestas de sol y en las orquídeas que crecían en los terrenos sin construir. Ella había despertado su instinto protector, además de algo muy primitivo.

Cuando deslizó la mano entre su pelo, ella alzó la cabeza para mirarlo.

—¿Estás tan emocionado como yo por el hecho de adoptar un bebé? —le preguntó ella con suavidad.

—Lo estaré. Todavía no es real.

—Podría suceder rápidamente.

—O una madre soltera podría elegirnos en los primeros meses de su embarazo, y tendríamos que pasar todo el proceso con ella. Podría durar meses.

—Eso sería incluso más maravilloso.

Su mujer estaba feliz con aquella idea, pero Brian sabía que entrañaba peligros. ¿Y si la madre cambiaba de opinión? ¿Y si daba a luz y quería quedarse con su hijo? En su opinión, la adopción estaba llena de dificultades. Pero era su única opción aparte de una madre de alquiler, y él creía que aquello sería aún más complicado.

—Todavía no estás plenamente convencido de la adopción, ¿verdad? —le preguntó Carrie, en tono de preocupación.

—Quiero tener una familia, y quiero tenerla contigo —respondió él, rotundamente.

Entonces los ojos de Carrie se iluminaron y él no pudo reprimir el impulso de besarla. Fue un beso profundo al que Carrie respondió rodeándole el cuello con los brazos y acercándose a su cuerpo. Normalmente se tomaban las cosas con más calma, pero aquella noche parecía que los dos sentían algo parecido a la desesperación. Sus caricias, besos y roces estaban teñidos de ansia, de un anhelo que él no sabía definir. Brian penetró en el cuerpo de Carrie y ella se colgó de él. Sus cuerpos brillaban por el sudor cuando llegaron al éxtasis.

Cuando las últimas vibraciones de placer terminaron, Brian rodó por la cama alejándose de Carrie, físicamente exhausto. Aquella noche, su unión lo había sacudido por dentro. Era como si hubieran estado patinando en un lago helado y, al notar que el hielo crujía bajo sus pies, se hubieran agarrado el uno al otro para negar lo que estaba ocurriendo.

Carrie le tomó la mano y permanecieron en silencio durante un largo rato.

—¿Estás despierto? —susurró ella.

—Sí.

—El encargado del catering llamó hoy mientras yo estaba en el hospital para repasar el menú del sábado por la noche. Terminaré de componerlo mañana. ¿Tendremos finalmente seis invitados?

La cena que iban a dar el sábado era para sus socios más cercanos y sus esposas.

—Sí, además de nosotros dos. Y tú, ¿todavía tienes idea de ir conmigo a San Francisco el miércoles a ver a tu hermana?

—Si te parece bien, sí.

—Me gustaría que cenaras con mi cliente y su esposa.

—Perfecto. Brenda tiene que irse a trabajar a las cinco, de todas maneras. Espero que, si tengo unas horas para hablar con ella, podré convencerla de que intente volver a la universidad.

Brenda, la hermana pequeña de Carrie, tenía veinte años. Había dejado la universidad de Berkeley y la educación que le estaba pagando Carrie porque se había enamorado de un músico de Los Ángeles. La relación no había funcionado y Brenda había vuelto a San Francisco y estaba trabajando en el departamento de cosmética de unos grandes almacenes.

Brian no le daba consejos a Carrie en lo referente a su familia. Él no sabía nada de la relación entre hermanos, y en cuanto a los padres... Carrie era amable con los suyos, la hija perfecta, en su opinión. Sin embargo, parecía que había un muro invisible entre Carrie y su madre. Quizá él lo reconociera porque algunas veces sentía que el mismo muro se interponía entre Carrie y él.

De repente, Brian se sintió demasiado inquieto como para dormir. Soltó la mano de Carrie y se incorporó.

—¿Dónde vas?

—Tengo trabajo que terminar antes de que nos vayamos a San Francisco. Algo referente a unas tasaciones.

Carrie se quedó en silencio y él supo por qué. Nada que pudiera decir lo disuadiría de bajar a su despacho.

—Hasta mañana —le dijo ella suavemente.

De pie junto a la cama, él tuvo la tentación de volver a acariciarla.

Sin embargo, ella se tapó los hombros con la sábana y se dio la vuelta.

Brian se puso el pijama y salió del dormitorio.