cover.jpg
portadilla.jpg

 

 

Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2013 Gina Wilkins

© 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

Un momento de placer, n.º 2018 - mayo 2014

Título original: The Texan’s Surprise Baby

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-4297-7

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

Prólogo

 

—¿Embarazada? —Andrew Walker imaginó que el golpe seco que notó en el abdomen sería el corazón, que se le había caído al estómago—. ¿Hannah está esperando un bebé?

—Sí. Eso fue lo primero que noté cuando la vi esta mañana. Acababa de llegar de visitar a los parientes de su madre en Shreveport. Supongo que a nadie en la familia se le había ocurrido mencionarme su estado —su hermano gemelo, Aaron, parecía algo sorprendido por su reacción a un comentario fugaz durante una conversación telefónica llena de novedades.

—¿Y cómo está? —preguntó Andrew mientras intentaba asimilar la noticia.

—Bueno, casi le da un síncope cuando la he visto. Se ha quedado pálida y ha empezado a tambalearse, lo cual ha asustado a su familia. Pensé que se habría sobresaltado al verme, por alguna razón, pero resulta que había dormido muy poco. Tal vez estuviera algo deshidratada tras un viaje largo.

—¿De cuánto está?

—Shelby ha dicho que lo tendría a mediados de septiembre, así que unos seis meses. Supongo que es una sorpresa para ti, porque no la has visto desde hace casi un año.

Seis meses.

—Eh. Sí. ¿Y el padre?

—Está ausente. En realidad nadie habla de ello, pero me ha dado la impresión de que fue un accidente después de una sola vez, ¿entiendes? Shelby me ha dicho que no es propio de Hannah, pero la familia piensa que aún estaba dolida tras el fiasco con su exmarido y que quiso subirse el ego, pero no contaba con las consecuencias. Aunque le va bien y todos están entusiasmados por la llegada del primer miembro de una nueva generación de Bell.

Sin saber qué decir, Andrew se limitó a gruñir a modo de respuesta.

Aaron se apresuró a cambiar de tema.

—Bueno, solo quería informarte de lo que ha estado pasando por aquí. Espero que te alegres por mí.

A Andrew no le había sorprendido enterarse de que Aaron iba en serio con una mujer a la que conocía desde hacía unos días. Aunque Aaron le había contado solo por teléfono sus aventuras con Shelby Bell durante la última semana, algo en su tono de voz sugería que su hermano se había enamorado. Andrew había conocido a Shelby el año anterior y entendía que Aaron se sintiera atraído por ella. Al parecer, la atracción había sido mutua e inmediata.

—Claro que me alegro por ti —respondió—. Entonces, ¿te hospedarás en el complejo?

—Sí. Ahora que el hermano de Shelby está de baja por una pierna rota, necesitan ayuda extra este verano. El puesto será permanente cuando se marche en otoño para comenzar con su entrenamiento como bombero. Y, como yo estoy buscando un nuevo trabajo, me gustaría probar suerte trabajando en un complejo de pesca y camping. Hasta ahora ha sido algo fascinante.

—Es un trabajo duro. Me di cuenta durante las dos semanas que pasé con ellos.

—Nunca me ha asustado el trabajo duro. Solo el aburrimiento. Y no me veo aburriéndome aquí con Shelby y el resto de su familia. Entiendo por qué tienen tantos huéspedes leales que regresan. Es un lugar fantástico para una escapada. Un lugar fantástico para construir un hogar.

Andrew no pudo evitar pensar en lo poco que le duraba el entusiasmo a su hermano. A sus treinta años, ya había experimentado con al menos media docena de trabajos distintos. Él, por otra parte, había trabajado desde que estaba en el instituto en la agencia D’Alessandro-Walker, el negocio familiar de seguridad e investigación ubicado en Dallas. Ahora afrontaba la dirección del negocio cuando su padre y sus tíos estuviesen listos para jubilarse.

Gracias a su trabajo en la agencia, la familia Bell le había contratado hacía casi un año para investigar a un agente escurridizo que había estado casado con un miembro de la familia; Hannah, la preciosa prima de Shelby. El exmarido había intentado hundir el complejo vacacional después de que Hannah se divorciara de él. Andrew había encontrado pruebas de que Wade Cavender no solo había intentando extorsionar, sino de que además había estado robando a la familia durante más de dos años. Actualmente Wade se encontraba cumpliendo una condena demasiado corta por malversación. Andrew creía haber dejado atrás su complicada relación con la familia Bell; hasta que su gemelo se había encontrado con un folleto del Complejo Bell en su despacho y había decidido tomarse unas vacaciones allí.

Andrew intentó concentrarse en la conversación y olvidarse de Hannah. Aun así sabía que los recuerdos seguirían allí, en el fondo de su mente, preparados para atormentarle de nuevo en cuanto bajara la guardia.

—¿Les has dicho ya a papá y a mamá que vas a quedarte allí?

—Acabo de hablar con mamá. Sobra decir que papá y ella están deseando conocer a Shelby. Shelby y yo estamos pensando en acercarnos a Dallas para que los conozca y para recoger algunas de mis cosas.

El Complejo Bell estaba situado en el lago Livingston, a casi cuatro horas de camino desde Dallas. Aaron había planeado quedarse solo una semana, pues necesitaba desconectar y reflexionar tras abandonar un trabajo en el que se había sentido infeliz y poco realizado. No podía haber imaginado que allí encontraría un nuevo amor, un nuevo hogar y un nuevo trabajo.

—¿Qué opina la familia de Shelby de que te vayas a vivir con ella tras conocerla desde hace solo una semana?

—Están… —Aaron hizo una pausa, como si estuviera buscando la palabra apropiada— asimilándolo.

Aaron le había salvado la vida a Shelby el día anterior al ser atacada y secuestrada por un criminal que había estado utilizando el complejo como base de operaciones para el tráfico de objetos robados. Shelby había descubierto sus planes y, como resultado, se había encontrado con un cuchillo pegado al cuello. Por suerte, Aaron la había rescatado ilesa y se había convertido en el último héroe de la familia Bell. Aun así, para los padres y los abuelos de Shelby debía de ser extraño ver lo rápido que Aaron y ella se habían convertido en amantes.

En cuanto a Andrew, bueno, en lo referente a las mujeres Bell, no estaba en posición de juzgar.

—Será mejor que cuelgue —le dijo Aaron—. Bryan está esperándome para que le ayude a reparar una de las luces exteriores. Un par de vándalos la rompieron al tirarle piedras.

Aaron ya sonaba como un gerente indignado. De no haber estado asombrado por la revelación de su hermano, a Andrew le habría resultado gracioso. Sin embargo, se quedó sentado durante largo rato tras colgar el teléfono, contemplando su escritorio lleno de trabajo y preguntándose qué diablos debería hacer.

Capítulo 1

 

Hannah Bell suponía que le quedaban unos días como mucho para decidir si huir o si mantenerse firme. Nunca se había considerado a sí misma una cobarde, pero se inclinaba más hacia la idea de huir. Dejaría atrás a su familia, un trabajo en marketing para el que había estado preparándose toda su vida y su hogar en el complejo vacacional propiedad de la familia. Echaría de menos aquella pequeña y ordenada caravana de dos dormitorios, el primer lugar en el que había vivido que era enteramente suyo.

Sentada en su salón, suspiró con una mano puesta en su vientre redondeado mientras asumía que no iba a ir a ninguna parte. Por muy apetecible que resultase la idea de desaparecer antes de su inevitable enfrentamiento con Andrew Walker, se quedaría y afrontaría las consecuencias de su comportamiento sin precedentes de una noche de invierno. No serviría de nada huir. Andrew era investigador privado. La encontraría si así lo deseaba.

¿Lo desearía?

En ese momento se oyeron cuatro golpes rápidos en la puerta; era la llamada característica de su hermana Maggie.

—¡Está abierto! —gritó, demasiado cansada para levantarse.

Maggie entró con un vaso de plástico con una pajita. Eran casi las cinco, así que probablemente ya habría terminado de trabajar. Maggie había escogido el trabajo de supervisora de los servicios de limpieza, de modo que contrataba y supervisaba al personal de limpieza del motel y de las ocho cabañas disponibles en el complejo. Tras licenciarse en empresariales y lengua española en la universidad, Maggie desempeñaba su trabajo con eficiencia. Mantenía a raya a sus trabajadores, pero a estos les caía bien y hacían cualquier cosa que les pidiera. A Hannah siempre le había impresionado la habilidad de su hermana para tratar a la gente. A pesar de que ella trabajaba de cara al público como supervisora de marketing y programación del complejo, y también en la recepción, era más reservada que su hermana y tenía que esforzarse un poco más en sus interacciones sociales.

—Te he traído un batido de fresa —dijo Maggie—. Pensé que te vendría bien una dosis extra de energía.

Hannah aceptó el vaso agradecida.

—Gracias, hermana.

—De nada. Menuda noticia lo de Shelby y Aaron Walker, ¿verdad?

Hannah asintió mientras bebía y se concedió unos segundos para escoger las palabras antes de responder.

—Me sorprendió enterarme de que Shelby estaba saliendo con Aaron Walker. Claro, que yo ni siquiera sabía que el hermano de Andrew estuviera aquí.

Al haber estado fuera del estado dos semanas visitando a los parientes de su madre en Shreveport, Hannah se había perdido todo el revuelo acaecido en el Complejo Bell, un negocio que su familia tenía desde hacía tres generaciones. Su prima Shelby había sospechado que el hombre que tenía alquilada una de las cabañas estaba involucrado en algo ilegal, y había corrido peligro al resultar tener razón. Hannah se estremeció al pensar en el cuchillo que Shelby había tenido pegado a su cuello el día anterior. Maggie le había contado toda la escena, y como Aaron se había atrevido a rescatar a su prima. Como resultado, Shelby tenía un hematoma en la mejilla.

Hannah apostaría a que pasaría tiempo hasta que la familia se recuperase de la impresión, sobre todo después del accidente de Steven, el hermano mayor de Shelby. Se había roto la pierna y había sufrido una conmoción al volcar una segadora mientras trabajaba en los jardines. Dos amagos de tragedia en menos de una semana habían sido duros para sus abuelos, por no mencionar para los padres de Steven y de Shelby. La familia necesitaba unos días de paz y de tranquilidad.

Hannah iba a hacer todo lo posible por evitar disgustarlos durante un tiempo. Ya les había sorprendido mucho al anunciar su embarazo dos meses atrás, cuando había empezado a notársele. Ahora estaba de seis meses y seguía negándose a dar el nombre del padre. Les había hecho creer que su embarazo era el resultado de una aventura de una noche, cosa que era cierta, con alguien a quien no conocía, cosa que no era muy precisa. Ella había dejado claro que deseaba a aquel bebé, que nunca lo catalogaría de error a pesar de haber sido un accidente. Y su familia se había volcado con ella. No le cabía duda de que recibirían al nuevo miembro de la familia con amor y alegría.

Maggie se sentó en una silla con una botella de agua, se apartó la melena castaña de la cara y la miró con aquellos ojos color avellana. El pelo de Hannah era de un castaño más oscuro que el de su hermana y sus ojos eran de color verde esmeralda. Nunca las confundirían por gemelas, pero sabía que había ciertos parecidos familiares entre ellas, como el color de piel de su madre o los pómulos de su padre.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Maggie—. Parecías algo nerviosa cuando llegaste esta mañana.

—Creo que ha sido un viaje demasiado largo sin muchas paradas —admitió Hannah—. Pensé que sería buena idea marcharme de casa de la abuela al amanecer para evitar el calor del día, pero tal vez debería haber dormido un poco más.

—Vas a tener que cuidarte más —le dijo Maggie—. Comer mejor, descansar más. No puedes… —su hermana se detuvo y soltó una carcajada—. Oh, Dios, parezco mamá, ¿verdad?

Hannah sonrió.

—Pues sí, pero gracias por preocuparte por mí. Tendré más cuidado.

—¿Tienes cita con el médico esta semana?

—Sí. El viernes. Voy a hacerme una ecografía, así que tal vez esta vez descubra por fin si es niño o niña —estaba ansiosa por saber el sexo, pero el bebé no se había puesto en la posición adecuada durante su última ecografía. Su ginecóloga le había asegurado que probablemente lo sabrían en la siguiente visita.

Maggie sonrió también.

—Estoy deseando saber si voy a tener una sobrina o un sobrino. Voy a ser la mejor tía del mundo.

—No me cabe duda —contestó Hannah riéndose.

—Probablemente deberías decirle a tu doctora que esta mañana has estado a punto de desmayarte. Te has puesto tan blanca que me has asustado.

Hannah se entretuvo removiendo su batido con la pajita de plástico.

—Como ya he dicho, estaba cansada.

No tenía intención de admitir que encontrarse a Aaron Walker con su familia en el comedor del complejo le había causado una gran impresión. Por un momento le había confundido con su hermano gemelo. Había pensado que Andrew había ido a verla y mil preguntas se habían agolpado en su mente. Pero sobre todo una. ¿Se habría enterado de su embarazo?

Aaron se había apresurado a enderezarla al ver que se tambaleaba, y ella enseguida se había dado cuenta de que no era Andrew. Incluso aunque no llevase el pelo más largo que su hermano, se habría dado cuenta de la verdad con solo mirarlo a la cara. Había algo en sus ojos muy diferente a los de Andrew, algo que no podía definir, pero que reconocía de igual modo. Tampoco podía decir que recordara mucho más de aquel encuentro con Aaron, salvo el hecho de que Shelby y él habían anunciado que eran pareja y que él se quedaría a trabajar en el complejo. Lo que significaba que era inevitable que Andrew fuera a visitar a su hermano alguna vez.

Se llevó la mano a la tripa y notó que el bebé se movía.

—¿Te has decidido ya por algún nombre? —preguntó Maggie.

—Aún no. Esperaré a saber el sexo.

—¿Y se lo has dicho ya al padre?

Aunque el resto de la familia había aceptado su decisión de no hablar del tema, su hermana pequeña no se rendía tan fácilmente.

—No.

—¿Vas a hacerlo?

—Sí —siempre había pensado hacerlo, aunque no sabía cómo ni cuándo. Había pensado que tenía dos o tres meses para decidirlo. Ahora parecía que se le había acabado el tiempo.

Como para confirmar aquella certeza, en ese instante su móvil anunció que había recibido un mensaje. Miró la pantalla y no le sorprendió ver quién se lo había enviado.

—Tengo que irme al pueblo —dijo.

—Creí que ibas a descansar esta tarde —contestó Maggie con sorpresa.

—He descansado durante todo el día. Hay cosas que tengo que hacer ahora porque pienso volver al trabajo a primera hora de la mañana.

Maggie se levantó al mismo tiempo que ella.

—¿Quieres que vaya contigo?

—No, gracias. No tardaré —al menos eso era lo que esperaba.

—Hannah…

—Estoy bien —le dijo a Maggie poniéndole una mano en el brazo—. Es una cosa que tengo que hacer, ¿de acuerdo?

—¿Me lo dirás si me necesitas?

—Sabes que sí.

Aunque Maggie no parecía muy satisfecha, la dejó ir, y ella tomó aliento para reunir valor mientras se dirigía hacia la puerta.

 

 

La rampa para las barcas estaba situada en una cala a unos quince minutos en coche del Complejo Bell. Arropada por los árboles frondosos, la zona contaba con la rampa para los botes, un aparcamiento y algunas mesas de picnic. El lugar estaba casi desierto aquella tarde de lunes de mediados de junio, aunque las furgonetas aparcadas con los remolques vacíos indicaban que los pescadores regresarían más tarde. Un deportivo gris oscuro desentonaba entre las furgonetas y los remolques.

Hannah aparcó su coche y miró a través del parabrisas hacia el hombre de pelo oscuro que la contemplaba desde una de las mesas de picnic. Estaba sentado en el banco, de cara al aparcamiento, con las piernas estiradas frente a él. Con un polo azul y unos vaqueros, Andrew Walker parecía informal y relajado, como si no tuviera nada más en mente que admirar aquella cálida tarde despejada. Pero Hannah sabía que las apariencias engañaban.

No era la primera vez que se reunían a solas allí. Solían ir a hablar cuando él trabajaba para su familia el agosto anterior, mientras intentaba ayudarlos a resolver el desastre que su exmarido, conocido en la familia como el exmalvado, había creado deliberadamente. No resultaba fácil encontrar privacidad con su familia siempre presente en el complejo, así que había llevado a Andrew allí una tarde para hablar con sinceridad del caso; le había contado cosas sobre su matrimonio que no le había confesado ni a sus parientes. Había acabado llorando en su hombro, un recuerdo que aún le hacía estremecerse, pero Andrew se había mostrado tan amable y comprensivo que, probablemente, ya se hubiera enamorado un poco de él aquella misma tarde. Ella había hecho lo posible por ocultar sus sentimientos, sentimientos en los que no confiaba ni pensaba que pudieran llevarle a alguna parte, hasta aquella noche inesperada de diciembre.

No podía seguir retrasando el momento de salir del coche. Se negaba a quedar como una cobarde delante de Andrew, a pesar de los nervios. Así que levantó la barbilla, abrió la puerta y salió. No había ganado mucho peso hasta el momento con el embarazo. Su hermana bromeaba diciendo que parecía que tuviera una pelota de baloncesto debajo de la camiseta, porque el resto de su cuerpo seguía igual.

Andrew se levantó mientras ella se acercaba. A decir verdad, se quedó mirándole la cara, no la tripa. Llevaba el pelo corto y la cara afeitada. Tenía los ojos casi negros y la mandíbula apretada. Seguía siendo el hombre más guapo al que hubiera conocido; aunque, lógicamente, Aaron era igual que él, salvo por el pelo más largo. Aun así, al ver a Aaron aquella mañana, había decidido que Andrew era más guapo.

—¿Por qué no me habías llamado? —preguntó Andrew sin molestarse en saludarla.

Hannah se aclaró la garganta y deseó haberse preparado mejor para aquella conversación.

—¿Qué te hace pensar que eres…?

—Hannah, ni se te ocurra.

—De acuerdo —contestó ella tras un suspiro de derrota.

Aunque hubiera querido, Hannah no habría podido convencerlo de que no era el padre de su bebé. Sabía sumar dos y dos y, aunque solo hubieran pasado unas pocas semanas juntos en los diez meses que hacía que se conocían, había llegado a conocerla lo suficientemente bien para saber que aquella noche había sido algo inusual para ella.

—¿Ibas a decírmelo?

—Sí.

—¿Cuándo?

—Pronto. Simplemente… —se detuvo y se encogió de hombros—. No sabía qué decir.

—Lo entiendo.

Hannah se agarró las manos y agachó la cabeza, incapaz de mirar a Andrew a los ojos.

Andrew le colocó las manos en los hombros y a ella se le aceleró el pulso.

—¿Estás bien? ¿Has tenido algún problema?

Ella negó con la cabeza.

—Estoy bien de salud. Y el bebé también.

—¿Sabes si es niño o niña?

—Lo sabré el viernes.

Hannah levantó la mirada y vio las emociones que se escondían en sus ojos. Durante la única noche que habían pasado juntos, había aprendido que el control estoico que mostraba Andrew normalmente escondía una naturaleza intensa y apasionada. El recuerdo de aquella pasión hizo que se le entrecortara la respiración y el corazón se le desbocase en el pecho. Andrew apretó la mandíbula y movió los dedos ligeramente sobre sus hombros, lo que le hizo sospechar que él estaría recordando lo mismo. Sintió que se le sonrojaban las mejillas, aunque no tenía nada que ver con el clima cálido.

Andrew apartó las manos abruptamente y se las metió en los bolsillos. Mediante un acuerdo tácito, ambos pusieron unos centímetros de distancia entre ellos.

—¿Le has contado a tu familia lo mío? —preguntó él.

—No tienen ni idea. Ni siquiera les llegué a decir que te había visto en Dallas en diciembre.

—Entiendo.

Gran parte de aquella noche había sido cosa del impulso. Ella había ido a Dallas a reunirse con sus amigas de la universidad, como hacía todos los años en navidades, y se había dejado caer por el despacho de Andrew con la excusa de ponerle al día con la sentencia de su exmarido; cosa que él ya sabía, pues había seguido el caso. Andrew la había invitado a cenar y después habían tomado unas copas en su hotel. Una cosa había llevado a la otra y…

Automáticamente Hannah se llevó la mano a la tripa.

—Supongo que ha sido Aaron quien te ha dicho que estoy embarazada.

Andrew asintió.

—Surgió en nuestra conversación hoy mismo. Sobra decir que me ha sorprendido. Supongo que las precauciones que tomamos aquella noche no fueron suficientes. Sé que siempre hay una probabilidad, pero aun así…

—No le dirías nada a Aaron de…

Él se apresuró a negar con la cabeza.

—He metido algunas cosas en una maleta y he venido aquí.

Normalmente se tardaban cuatro horas en coche desde Dallas hasta el complejo. Ella sospechaba que aquel día Andrew había tardado menos.

—¿Vas a venir al complejo?

—Sí.

—¿Te importaría que no le dijésemos nada a la familia todavía? Me refiero a lo de que tú seas el padre. Se lo diremos —añadió rápidamente al verle fruncir el ceño—, pero no hasta que hayamos tenido tiempo de hablar en privado sobre… las cosas.

—Claro que tendremos que hablar.

—Sí —y la idea le daba pánico. Todo era muy complicado—, pero nos llevará un tiempo y no puedo hacerlo ahora. Mi familia se preguntará dónde estoy. A juzgar por la manera en que me he ido, sin dar explicaciones, se preocuparán si no regreso pronto.

—Entonces, ¿cómo lo hacemos?

—Apareceremos en el complejo en momentos distintos para que no sepan que ya nos hemos visto. Tú puedes ir primero, yo tengo que pasarme por el supermercado de todos modos.

—Y supongo que tú te harás la sorprendida cuando regreses y me encuentres en el complejo.

Hannah se encogió de hombros, pues era justo lo que pensaba hacer.

Andrew suspiró y se pasó una mano por el pelo.

—De acuerdo. Lo haremos a tu manera. Guardaremos el secreto. Por ahora. Pero tendremos que encontrar la oportunidad de hablar, y cuanto antes.

Ella asintió, sabiendo que su paciencia tenía un límite.

—Hablaremos.

Se volvió hacia su coche, pero se detuvo al sentir su mano en el brazo.

—Hannah.

—¿Qué?

—Todo saldrá bien.

—Lo sé

—Te veré en el complejo —le dijo él mientras le apartaba un mechón de pelo de la mejilla.