Cubierta

OSHO

Meditación
para gente ocupada

Consejos para acabar con el estrés

Introducción de John Andrews

Traducción del inglés al castellano de Esperanza Moriones

Editorial Kairós

Sumario

  1.  
    1. Introducción de John Andrews
  2.  
    1. PARTE I: COMPRENDER EL ORIGEN DEL ESTRÉS
      1. Iluminar el interior
      2. La patología de la ambición
    2. PARTE II: LA CONEXIÓN CUERPO-MENTE
      1. La conciencia y la relajación: las dos caras de la moneda
      2. No te esfuerces más
      3. No elijas
      4. Acepta las subidas y bajadas
      5. No luches contra tu propia naturaleza
      6. Busca la recompensa
      7. Buscar el cambio, apreciar lo que no cambia
    3. PARTE III: RELACIONARSE DESDE EL CENTRO
      1. Vivir con los demás: las normas y cuándo hay que romperlas
      2. Empieza por el centro
      3. Deja a un lado la acción
      4. El corazón pacífico: una técnica para centrarte
      5. La historia de él/la historia de ella
      6. Hacer el amor como una meditación
    4. PARTE IV: MEDITACIONES PARA LA VIDA DIARIA
      1. Natural y fácil
      2. La clave está en la respiración
      3. Atención relajada
      4. Ocupar tu espacio
      5. Comer conscientemente
      6. La sonrisa interior
      7. Levántate con el sol
      8. Decir sí
      9. Deja a un lado la inquietud
      10. Estar en contacto con tu corazón
      11. El ejercicio de ¡stop!
      12. Salir de la caja
      13. Simplemente escuchar
      14. La columna de energía
      15. Desplomarse en el silencio
      16. Disfrutar del drama
      17. Cierra el círculo. La meditación del espejo
      18. Baja de la cabeza al corazón
      19. Espacio aéreo para viajeros de negocios
    5. PARTE V: DESHACER LOS NUDOS. MEDITACIONES ACTIVAS PARA ENCONTRAR LA SERENIDAD INTERIOR
      1. ¿Para qué sirve la catarsis?
      2. Técnicas
        1. 1. Meditación Gibberish: deshacerte de la basura mental
        2. 2. Empieza el día riéndote
        3. 3. Un mecanismo para centrarse
        4. 4. Correr, hacer footing y nadar
      3. Las Meditaciones Activas OSHO
        1. Meditación Dinámica OSHO
        2. Meditación Kundalini OSHO
        3. Meditación Nadabrahma OSHO
        4. Meditación Nadabrahma OSHO para parejas
        5. Meditación Nataraj OSHO
    6. Epílogo
    7. Apéndice: Fuentes de internet y lecturas recomendadas
      1. Tus enlaces de internet más importantes
      2. Meditaciones Activas OSHO
      3. OSHO Talks: el silencio expresado con palabras
      4. Lecturas de OSHO recomendadas
  3.  
    1. Sobre el autor
    2. OSHO International Meditation Resort
    3. Más información

Introducción

Este pequeño libro es maravilloso. Contiene técnicas sencillas que te permiten relajarte y experimentar lo que conocemos como «meditación». Entre otras cosas, despeja todas esas complicadas dudas de cómo funciona la meditación, nos ayuda a entender qué ocurre cuando la practicamos y para qué nos sirve en nuestra agitada vida.

Dada la cobertura cada vez mayor de los medios de comunicación sobre el fenómeno de la meditación, me han pedido que situara este libro práctico en el contexto de los últimos avances de la medicina y las ciencias neurológicas, y que determinara su aplicación en todos los aspectos de la vida diaria. Hemos llegado al punto en el que la pregunta ya no es «¿por qué meditar?», sino «¿por qué no meditar?».

Si ya conoces la importancia de añadir ciertos momentos de conciencia a tu vida diaria, te recomiendo este libro.

Sin embargo, si todavía crees que todo lo que se dice acerca de la meditación es simplemente una moda, un nuevo producto, como si fuese una nueva dieta de adelgazamiento –en este caso para el cerebro–, ahora tienes a tu disposición mucha más información que te ayudará a decidirte. Hace diez años se publicaban en torno a cincuenta estudios científicos al año acerca de la meditación. Ahora se publican alrededor de quinientos.

El tema de la meditación es un poco más complejo que la mayoría de los temas a los que se aplica la inteligencia científica.

Podemos decir a qué velocidad se mueve un objeto aproximadamente de nuestro tamaño, y en qué momento llegará a un determinado punto en el espacio. Si hay sonidos en nuestro espectro de audición, los oiremos. Si hay luz en nuestro espectro de visión, la veremos. También sabemos que hay sensaciones que no están a nuestro alcance. No estamos hechos para percibir ciertas cosas. ¿Quién habría adivinado que el Sol no gira alrededor de la Tierra, o que nos movemos por el espacio a toda velocidad, en lugar de estar quietos en un punto, o que la Tierra sobre la que estamos no es plana? Para descubrir nuestra ignorancia, hizo falta un observador sin prejuicios y un dato objetivo.

Pero te podrías preguntar, ¿qué tiene todo esto que ver con la meditación?

¡Imagínate que el objeto de tu observación eres tú! Pero un momento, ¿por qué querrías observarte a ti mismo? Cuando tu madre te regañaba diciendo «mírate», se estaba refiriendo al barro de tus zapatos manchados de jugar en el jardín. No se refería a tu estado mental.

Quizá descubras, como han confirmado investigaciones recientes, que no estás presente ni la mitad del tiempo que estás despierto, sino que prefieres vivir en un mundo ilusorio de sueños y fantasías, antes que personarte en tu vida real. Por muy bonitos que sean tus sueños, es probable, como confirma ahora la ciencia, que descubras que te sientes mucho mejor cuando estás presente que cuando no lo estás.

Imagínate que vas al médico y te dice que, por una causa determinada, tu esperanza de vida se va a reducir a la mitad. Sin duda, a este hecho le prestarás atención. Si a continuación descubres que eres menos feliz si no estás presente, esto te resultará mucho más atractivo, especialmente porque no quieres ser infeliz.

O quizá podría resultarte obvio que siempre tendrás más probabilidades de que todo salga bien, sin importar lo que hagas, estando presente. A lo mejor simplemente te gusta estar relajado, y darte cuenta de que el presente es más relajante que permitir que los pensamientos o las emociones te arrastren constantemente a los dramas del pasado y del futuro.

La ciencia de la autoobservación es muy engañosa. Cuando el sujeto de nuestra investigación científica es el observado mismo, ¿cómo puedes saber quién observa a quién? ¿Quién es el observador? ¿Quién soy yo?

No quiero estropearlo, mejor que leas el libro. Es un viaje fascinante. Basta decir que si nuestro asombroso sistema nervioso es incapaz por sí solo de percibir que estamos viajando por el espacio a cientos de miles de kilómetros por hora, y creemos que estamos quietos, desconfía de esa actitud arrogante y altanera del «ya lo sé» que inevitablemente nos atrapa.

La verdadera cuestión es la mente humana, que nos enfrenta a todos al mismo dilema. Nos han convencido de que somos la mente, y de que esta es nuestro atributo más inteligente, y naturalmente creemos que tiene sentido usar la mente para conocer la mente. La mayoría de los científicos tienen este enfoque y no se dan cuenta de que es muy poco científico. La razón por la que siempre realizan ensayos clínicos aleatorios sirviéndose de placebos para saber si un nuevo medicamento es realmente eficaz es que no somos objetivos.

Cuando se trata de la mente, los científicos ya «saben» la respuesta, del mismo modo que sus predecesores geocentristas también «sabían» que el Sol giraba en torno a la Tierra. Están convencidos de que se puede estudiar la mente con la mente. Sin embargo, si hasta el mejor científico es arbitrario respecto a un nuevo medicamento, puedes imaginarte las distorsiones que puede haber cuando intentamos usar nuestra mente condicionada para analizar la mente condicionada.

Finalmente, esta «creencia» a la que se aferran los científicos enfocados en la mente está cayendo frente a su mayor enemigo: la duda. La duda de que la mente pueda ver objetivamente a la mente. Son dudas impulsadas por la propia ciencia.

A lo largo de dos milenios, en Oriente ha habido tantas personas interesadas en lo que nos hace estar vivos como cualquier científico de la actualidad. No tenían instrumental para calcularlo, de modo que se basaban en la observación de su propio cuerpo y mente. A partir de ahí surgió lo que podríamos denominar la «ciencia de lo interno». Del mismo modo que la ciencia de lo externo se basa en la observación y la experimentación, la ciencia de lo interno se basa en la observación y la experiencia.

Esta es la contribución de Osho a la humanidad: es una síntesis de Oriente y Occidente, pues convierte en una sola ciencia la comprensión compartida de estos dos enfoques. El enfoque de Osho es un sistema abierto que se basa únicamente en la observación. Lo observado no es la cuestión fundamental. Lo que es, es, y la clave está en observarlo. Lo que el observador observe se puede añadir en cualquier momento. No se excluye nada.

Lo maravilloso de esta ciencia es que todo el mundo es un científico dentro de su propio laboratorio: ellos mismos. No necesitas tener creencias ni hacer actos de fe. Solo tienes que tener un enfoque científico para elegir una hipótesis y comprobarla en ti mismo. Si fracasas, no pasa nada, tu papelera seguramente ya estará medio llena. Y si triunfas, habrás encontrado la llave maestra. No pierdes nada.

Y es justamente lo que está ocurriendo. Además de los descubrimientos recientes que mencionábamos antes sobre los beneficios del estar presente, hay otros estudios interesantes que te ayudarán a apreciar el valor de la meditación.

Por ejemplo, se sabe que alrededor de dos tercios de las consultas médicas se deben a cuestiones relacionadas con el estrés. Los científicos han hecho experimentos con ratones, sometiéndolos a estrés, y han comprobado que desarrollan una parte del cerebro. También han descubierto que los humanos estresados desarrollan esa misma parte del cerebro, mientras que, en los meditadores, dicha zona cerebral tiene un tamaño más pequeño. Del mismo modo, han comprobado que los cambios asociados a la edad son menos pronunciados en los meditadores… ¡Definitivamente, la meditación es más barata que la crema antiarrugas!

Hay otro ejemplo fascinante del Instituto Tecnológico de Massachusetts, que realizó el experimento siguiente. Invitó a varios voluntarios a asistir a un curso de meditación de una hora diaria durante ocho semanas. Los voluntarios fueron divididos al azar en dos grupos. Un grupo asistió al curso mientras el otro estaba en «lista de espera». Al terminar, los invitaron, uno a uno, a lo que creían ser una entrevista sin relación con el curso.

Al entrar en la habitación había tres sillas, dos de ellas ocupadas por los investigadores (desconocidos para los voluntarios). Entonces, entró en la habitación un tercer investigador con aspecto de encontrarse mal y necesitar ayuda. Los dos investigadores que estaban sentados no le prestaron atención (normalmente, todo el mundo sigue al rebaño, y si los demás no se mueven, tú tampoco). El resultado fue abrumador. Mientras solo el 21% de la gente que no había meditado no se levantó a ayudar, un desbordante 50% de los que habían meditado se levantó. Al parecer, todas esas habladurías de que la meditación es «egoísta» porque estás mirándote el ombligo en vez de «amar al prójimo» sencillamente no son verdad.

Hablando del tema del «yo», la ciencia moderna también está confirmando otro conocimiento antiguo: que el yo es un cuento que nos contamos para tener algo de qué hablar en las fiestas. En realidad, somos un proceso, un río, no somos agua estancada, lo que resulta emocionante y además encaja perfectamente con la confirmación reciente de que el cerebro es un órgano moldeable, lleno de células que buscan una tarea sin tener una función predeterminada.

Esto significa de nuevo que no somos agua estancada y realmente tampoco un «río», sino un proceso de «fluir» que depende de lo que ocurre ahora mismo. Las implicaciones de esto son sorprendentes. Quiere decir que, a medida que transcurre la vida, en cada momento estamos creándonos a nosotros mismos. Está en nuestras manos. Es una responsabilidad aterradora, especialmente para esos aspectos nuestros que nos gusta achacar a mamá, a papá, a dios, o a cualquiera.

En cuanto a la antigua pregunta de «¿quién soy yo?», puedes ver que apenas hay nada fijo. Básicamente está en nuestras manos.

Hay otros experimentos que demuestran que si pones una cara triste durante tres días conseguirás estar deprimido. En esencia, somos nosotros mismos quienes creamos los fenómenos.

Todos sabemos que hemos nacido en una cierta cultura, en una cierta religión, cantando un cierto himno nacional, con esa actitud de superioridad masculina, y así sucesivamente. Estas «creencias» nos han sido inculcadas a través de nuestra educación y están enterradas en el inconsciente sin que nos demos cuenta. Nos han condicionado a aceptar que somos estos valores sin que lo sepamos.

Resulta que el cerebro es un bioordenador increíble que ha sido programado por muchos factores parecidos, y el resultado es la «mente». La ciencia neurológica moderna afirma que «lo que se activa simultáneamente, queda entrelazado». Cada vez que repites «lo negro es malo, lo blanco es bueno», o «los hombres son superiores a las mujeres», aunque sea inconscientemente, ese hábito aprendido se fortalece y cada vez te sientes más seguro de tener razón.

Aquí viene la parte más interesante. Hay una situación patológica que se denomina trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Es como si quisieras lavarte las manos cincuenta veces al día para eliminar los gérmenes que imaginas que hay. En un sentido, sabes que es una tontería, sin embargo, te vuelves a lavar las manos de todas formas. El conjunto de células de tu cerebro que cree que tus manos tienen gérmenes y el conjunto de células que te hacen ir corriendo al baño cada vez están más entrelazados. En realidad, esto es solo una versión exagerada de lo que hacemos continuamente a lo largo del día. Cuando suene el himno nacional, unos cuantos se pondrán de pie. Si suenan las campanas de la iglesia en domingo, podemos sentirnos impulsados a ir a la iglesia. Puede ser la necesidad de ir a la sinagoga todos los sábados, o jugar a la lotería, o fumar otro cigarrillo, o comer algo de la nevera, o tumbarte en la cama dándole vueltas a un pensamiento recurrente que te preocupa en vez de dormir… Esto es algo que no se detiene casi nunca, ni de día, ni de noche.

Lo más asombroso, es que ahora están descubriendo que el «tratamiento» de esa «enfermedad» es la meditación. Funciona de este modo. Un grupo de neuronas dice: «Es hora de fumar un cigarrillo». Y otro grupo te hace buscar un cigarrillo y un encendedor en el bolsillo. Antes de darte cuenta de lo que ha ocurrido ya estás fumando. Ahora decides dejar de fumar: en cuanto las células nerviosas del primer grupo empiezan a disparar el impulso excitante, instruyes inmediatamente a las células nerviosas inhibidoras de ese mismo grupo para que contrarresten la excitación, de manera que no tengas que fumar un cigarrillo, comer un trozo de chocolate o llamar a tu madre.

Lo que se activa simultáneamente queda entrelazado, tanto si son impulsos excitantes como si son inhibidores. De cualquier forma, estás acercando esos dos grupos de células. Por eso intentar «luchar» contra los hábitos no suele funcionar.

Una vez, hace veinticinco siglos, un cierto caballero llamado Gautama Buda declaró que lo que hacía falta era ser «consciente sin elección». Apoyar un hábito o luchar contra él solo refuerza el vínculo neuronal, y la única elección es no hacer ninguna de las dos cosas. No hacer nada, ni a favor ni en contra: esto es la esencia de la meditación. Y mira por dónde, lo acabamos de oír, que este es el motivo por el que funciona la meditación con el trastorno obsesivo-compulsivo. O con cualquier otra acción compulsiva inconsciente, como, por ejemplo, la costumbre de vivir como si fuésemos agua quieta, estancada.

Es un proceso verdaderamente científico. Si consigues ver conscientemente uno de estos hábitos, desaparecerá solo, del todo, al cien por cien. Si desaparece el 50%, eso significa que solo has visto el 50%.

No me sorprende que toda la prensa en Estados Unidos esté ahora interesada en la meditación. Lo llaman mindfulness, que es una abreviación de right mindfulness,* que es otra de las formas en las que Buda describía el estar consciente sin elección. Ahora, cada año, esos quinientos estudios científicos están corroborando las diferentes formas en las que la meditación es un proceso beneficioso universal.

Muchas de las mayores empresas de Estados Unidos, especialmente en Silicon Valley, están experimentando con la meditación debido a que el hecho de que sus empleados estén sanos, sean felices y creativos y estén presentes ofrece a las compañías evidentes ventajas. Se utiliza en los colegios, se ofrece a los veteranos con traumas de guerra, a médicos agotados…, todo lo que se te ocurra ya está en la lista. El respaldo de personajes célebres, que siempre es importante en el mundo actual regido por las celebridades, abarca desde Nelson Mandela y Steve Jobs hasta Madonna, Sting, Tiger Woods, y casi todo lo que hay en el camino.

Indudablemente, vale la pena probar la meditación. Así, al menos, sabrás con seguridad si está justificado tanto interés o si a ti te funciona.

El punto clave es que hay que entender que meditar se refiere a observar, observar lo que está sucediendo dentro y fuera, sin importar lo que suceda. En casa, en el trabajo, por la mañana, por la noche… Siempre hay algo que el observador puede observar.

En segundo lugar, mientras que la mente suele estar fantaseando, el cuerpo siempre está presente, aquí y ahora. De forma que si quieres jugar al juego de encender tu propia vida, el cuerpo es el soporte perfecto.

En tercer lugar, cuando se inventaron todas esas meditaciones en las que hay que estar sentado, la gente era muy distinta. Recuerda que el cerebro es maleable, imagínate lo diferente que sería si trabajases en el campo doce horas, te acostases al anochecer porque no hay luz artificial, y vieses pasar por el pueblo a una persona al año.

La mente hiperactiva de hoy en día no te permite estar sentado. Por eso la clave es la meditación en acción; para empezar es mucho más fácil observar cuando estás activo. De ahí el valor, para las personas ocupadas, de las Meditaciones Activas Osho y las demás meditaciones de este libro. Paradójicamente, si tratas de sentarte y estarte quieto, solo notarás la locura de tu mente dando vueltas. Mientras que si continúas girando a través de tus actividades diarias, y observas, descubrirás que hay un centro silencioso dentro de ti. También es posible que te des cuenta de que tienes que librarte de una parte de esa locura mental antes de poder relajarte y estar en silencio.

Sea cual sea la situación, este es un maravilloso libro con una amplia variedad de formas para descubrirte. O, al menos, para saber lo que no eres.

Acércate a la meditación con sinceridad, y no con seriedad. Juega. Busca métodos que te hagan disfrutar y divertirte, de ese modo tu viaje te llevará a donde tengas que ir.

John Andrews es un autor, científico y meditador, fue médico de cabecera de Osho, y se ocupó de su estado físico durante muchos años, incluidos sus últimos días. Como meditador y médico durante muchas décadas, John Andrews ha sido testigo gozoso de la gradual aceptación de la meditación por parte de la comunidad científica, y del giro hacia la corriente actual de interés. En la actualidad escribe sobre la última etapa de este viaje, de la meditación a las Meditaciones Osho.