Elit-180.jpg
portadilla.jpg

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2002 Gina Wilkins

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

La novia de su mejor amigo, n.º 180 - mayo 2018

Título original: The Groom’s Stand-In

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

 

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-9188-602-0

Capítulo 1

 

Donovan Chance había hecho muchos favores a Bryan Falcon, su jefe y amigo. En algunos incluso había arriesgado la vida, pero nunca antes había hecho de niñera. Y aunque no era exactamente eso lo que iba a hacer esa tarde de primeros de abril, a sus ojos se parecía bastante.

Había accedido de mala gana a acompañar a Chloe Pennington, la novia de Bryan, desde su pisito en Little Rock, Arkansas, hasta la casa de vacaciones de Bryan en el lago Table Rock, al suroeste de Missouri. Serían poco más de tres horas en un coche con una desconocida, un viaje que no entusiasmaba precisamente a Donovan.

Se bajó del coche con un suspiro. Le debía a Bryan mucho más que algunos favores, independientemente de lo que pensara de aquel en concreto.

El apartamento que buscaba estaba en la planta baja y daba a una calle lateral. Habían anunciado lluvia y el aire resultaba frío. Se encogió un poco y llamó al timbre.

Reconoció de inmediato a la mujer que abrió la puerta por la fotografía que le había mostrado Bryan. Cabello castaño claro cortado a media melena, ojos almendrados de pestañas largas y rostro ovalado. Nariz recta, pequeña; boca suave, con el labio inferior más lleno que el de arriba. Más atractiva que hermosa. Llevaba pantalón vaquero y una camiseta roja de manga larga.

Nunca habría pensado que era el tipo de Bryan, pero, por otra parte, toda aquella situación lo había pillado por sorpresa. Y la sorpresa no había sido precisamente agradable.

—¿Señorita Pennington? Soy Donovan Chance —se presentó—, amigo de Bryan Falcon.

La joven lo miró de arriba abajo de un modo que lo hizo sentir como un mosquito que se hubiera encontrado flotando en la sopa.

—¿Amigo? —preguntó—. ¿No quiere decir lacayo más bien?

Donovan achicó los ojos en respuesta al insulto. ¿Esa era la mujer con la que Bryan quería casarse? ¿La que le había descrito como tierna, cariñosa, divertida y un poco anticuada? De no haber visto la foto, habría creído que se había equivocado de apartamento.

—Usted es la señorita Pennington, ¿no es así? —preguntó para asegurarse.

—Sí. ¿Puedo llamarte Donnie? —su tono meloso era claramente insolente. Donovan siempre había sostenido que nadie podía insultar con tanta efectividad como una mujer del Sur.

—No si quiere que le conteste —no había pensado que fuera a caerle bien, pero creía que al menos se mostraría amable. Seguro que no hablaba así delante de Bryan. Tenía experiencia con personas desagradables, así que consiguió mantener un tono de cortés indiferencia—. Creo que deberíamos partir ya. ¿Me permite que le lleve el equipaje?

De niñera a botones. Bryan le debería a él unos cuantos favores después de eso. Sobre todo si la actitud de la señorita Pennington no mejoraba considerablemente de inmediato.

—Si de mí dependiera, no subiría a un coche con usted —repuso ella con una expresión mezcla de frustración y rabia—. Así su jefe podría buscar novia en otro sitio para su ridículo matrimonio de conveniencia.

Donovan se sintió confuso. Creía que Chloe Pennington era una novia genuina. Estaba seguro de que se habría sentido tan atraída por el dinero y el poder de Bryan como por su personalidad..., al igual que tantas otras mujeres en los últimos años. Pero la joven ni siquiera parecía disfrutar con la idea de pasar una semana con el hombre que la había cortejado con tanto empeño. ¿O pensaba que no importaba cómo le hablara a él siempre que se portara correctamente delante de Bryan?

—Mire —repuso, cortante, porque hacía tiempo que se consideraba protector de Bryan—, si eso es lo que siente, olvidémoslo. De todos modos, Bryan no tiene tiempo ahora para irse de vacaciones, y menos con alguien que prefiere estar en otra parte. Y si he de ser sincero, yo tengo cosas más importantes que hacer que cuidar de una...

—¿Grace? He visto a la señora Calahan en el cuarto de la colada y me ha pedido que te diga... —la mujer que acababa de entrar en la habitación vestida con pantalón caqui y jersey verde, y con una cesta de plástico llena de ropa, se detuvo al verlo en el umbral—. Oh —exclamó. Se ruborizó—. Usted debe de ser Donovan Chance. Llega temprano.

Él no solía sorprenderse fácilmente, pero tardó un momento en poder responder.

—La verdad es que soy puntual.

La mujer dejó la cesta en el sofá y se acercó a la puerta.

—Lo siento mucho. Creo que se me ha parado el reloj de nuevo. Me pasa mucho últimamente.

Aunque físicamente eran casi idénticas, la voz de la recién llegada era más cálida que la de la mujer que le había abierto la puerta, y su expresión, más amigable.

—Grace, ¿no has invitado a entrar al señor Chance?

—La verdad es que casi lo había convencido de que se fuera sin ti —Grace se hizo a un lado con expresión resignada.

Chloe suspiró y le tendió la mano.

—Perdone si mi hermana se ha mostrado grosera. Quizá deberíamos empezar de nuevo. Soy Chloe Pennington y es un placer conocerlo, señor Chance. Bryan me ha hablado mucho de usted.

Donovan recordó entonces que su amigo le había contado que Chloe tenía una empresa con su hermana. Se le había olvidado comentarle que eran gemelas.

Le estrechó la mano.

—Encantado de conocerla, señorita Pennington —dijo, porque era lo que marcaba la buena educación.

—Por favor, llámame Chloe. Y ya conoces a mi hermana Grace.

Donovan asintió.

—Sí. He tenido ese placer.

La joven le lanzó una sonrisa retadora.

Chloe movió la cabeza.

—Ahora estoy aún más convencida de que te debo una disculpa por el comportamiento de Grace.

Donovan la miró.

—¿Estás preparada para partir? —preguntó.

Chloe miró el reloj, se lo quitó y se lo dio a su hermana.

—Intenta arreglarlo en mi ausencia, ¿de acuerdo?

—Puedes quedarte y hacerlo tú misma —repuso Grace.

—No empieces otra vez —Chloe tomó la cesta de la ropa y fue hacia la puerta que conducía a la parte de atrás del apartamento—. Cinco minutos —prometió—. Ponte cómodo.

Donovan asintió, pero miró a Grace por el rabillo del ojo.

Chloe debió percibir su incomodidad.

—Grace, ven a ayudarme —dijo—. Seguro que al señor Chance no le importa esperar solo unos minutos.

—En absoluto —le aseguró él.

Grace se cruzó de brazos.

—Puedes arreglártelas sola. Yo le haré compañía al chófer de Falcon.

Donovan pensaba dejarlo pasar, pero Chloe habló en su lugar.

—El señor Chance no es el chófer, es un ejecutivo en la empresa de Bryan. Le hace un favor acompañándome porque Bryan tiene un compromiso en Nueva York.

—Un ejecutivo. ¿Es así como llaman ahora a los lacayos?

—¡Grace!

Donovan levantó una mano a Chloe y miró a su hermana.

—Es mejor que se desahogue del todo. ¿Qué más insultos quiere dedicarme antes de que me marche?

Le sorprendió ver que se ruborizaba. Levantó la barbilla y lo miró con desafío.

—Supongo que debo pedirle disculpas. Usted solo hace su trabajo. Es mi hermana la que debe recuperar el sentido común.

—¿Usted no aprueba el compromiso?

—Bryan y yo no estamos prometidos —se apresuró a aclarar Chloe—. Seguimos en la fase preliminar de nuestra relación. Por eso vamos a pasar algún tiempo juntos esta semana... para hablar del futuro en privado. A los dos nos perturbó bastante que la prensa se enterara de nuestra amistad y empezara a hablar de matrimonio.

Grace se volvió hacia él.

—¿Aprueba usted este acuerdo ridículo?

Donovan se encogió de hombros. Por nada del mundo iba a admitir que coincidía con ella en algo.

—No es asunto mío.

—O sea, que es un empleado y no un verdadero amigo del Bryan Falcon.

Donovan achicó los ojos.

—Bryan Falcon es el mejor amigo que he tenido nunca. Pero no le digo cómo debe vivir su vida.

Lo que no obstaba para que diera su opinión si se la pedían, claro. Y si Bryan se la pedía, le diría que lo pensara bien antes de comprometerse a formar una familia.

—¡Ojalá mi hermana hiciera lo mismo! —exclamó Chloe.

—Más vale que nos vayamos —comentó Donovan, mirando su reloj.

—Me daré prisa —prometió Chloe—. Vamos, Grace.

Su hermana la siguió de mala gana y Donovan suspiró y se preguntó en qué se había metido Bryan.

 

 

Chloe, instalada en el coche de lujo, miró de reojo al hombre sentado al volante. El paisaje era hermoso. Aunque la tormenta de la noche anterior había dejado el aire frío, las dos últimas semanas habían sido bastante cálidas; los árboles tenían hojas nuevas y habían brotado narcisos y azaleas por doquier. A pesar de lo mucho que le gustaba el principio de la primavera, Chloe no podía evitar observar a su acompañante a escondidas.

Bryan lo había descrito como un hombre fuerte y callado, directo hasta resultar grosero de ser necesario. Había dicho también que Donovan Chance era el amigo más leal y sincero que había tenido nunca. Chloe esperaba sentirse incómoda con él, pero no había anticipado que la intimidaría tanto.

No era tan guapo como Bryan, al menos en el sentido tradicional. Sus rasgos eran más duros. Estaba segura de que se había roto la nariz de muchacho, lo que impedía que fuera recta del todo. Tenía la mandíbula cuadrada, los pómulos eran anchos, y sus ojos serios eran de un tono verde pálido, casi metálico. Su boca era agradable, pero ella dudaba que sonriera a menudo.

Vestía un jersey de color crema y cuello de pico sobre una camisa de cuadros azules y beige. Llevaba pantalón azul marino y zapatos náuticos, pero daba la impresión de que se sentiría más cómodo con jeans, camisa vaquera y botas. Parecía haber hecho un esfuerzo por adoptar un peinado conservador, pero su pelo castaño se rebelaba en un remolino sobre la frente.

Como sabía que era el mejor amigo de Bryan, además de empleado suyo, decidió que aquel era tan buen momento como cualquier otro para empezar a conocerlo.

—Bryan me contó que los dos habéis cuidado siempre el uno del otro, desde el instituto —dijo.

Donovan no apartó la vista de la carretera.

—Sí.

—¿Erais vecinos?

—No.

Chloe decidió que tenía que terminar con las preguntas que pudieran contestarse con monosílabos.

—¿Cómo os conocisteis? —preguntó.

Donovan tardó en contestar.

—Me estaban pegando cuatro chicos y Bryan se metió a ayudarme.

La joven enarcó las cejas. Trató de imaginar al siempre inmaculado y elegante Bryan Falcon participando en una pelea a puñetazos. Sin embargo, no le costaba nada imaginar a Donovan pegándose con cuatro chicos.

—¿Ganasteis?

—No, nos destrozaron a los dos.

Chloe soltó una risita sorprendida.

—Eso es terrible.

Los labios de él se curvaron en un asomo de sonrisa.

—Nos recuperamos.

—¿Y Bryan y tú sois amigos desde entonces?

Otra pausa larga seguida de otro monosílabo.

—Sí.

Chloe reprimió un suspiro y se recostó en el asiento. Parecía que iba a ser un viaje largo y silencioso. Lo mejor que podía hacer era disfrutar del paisaje.

 

 

A Donovan le costaba esfuerzo mantener la vista clavada en la carretera. La mujer que lo acompañaba tenía algo que atraía su atención.

La miró de soslayo y vio que ella contemplaba el paisaje con expresión sombría. Apretaba las manos en el regazo con tal fuerza que tenía los nudillos blancos. No parecía una mujer que se dirigía a un encuentro romántico con el hombre con el que quería casarse; eso lo llevó a pensar una vez más en por qué aceptaba ella aquel cortejo.

La respuesta más lógica, por supuesto, era que tenía varios millones de razones.

No se le daba bien conversar, pero buscó algo que decir, algo que la hiciera hablar, con el fin de conocerla un poco más.

—Bryan me dijo que tienes una tienda.

La mujer pareció aliviada de poder hablar.

—Sí, Grace y yo tenemos una tienda en la zona del River Market de Little Rock. La llamamos «Reflejos de Espejo». Nos especializamos en accesorios para decoración: espejos raros sobre todo, pero también cerámica y esculturas, candelabros, cajas de madera, obras en cristal… Muchos artículos son hechos a mano y únicos.

Por el entusiasmo de su voz, era fácil deducir que le gustaba su trabajo. Bryan siempre había sostenido que ninguna empresa podía tener éxito si el dueño carecía de pasión. Tal vez era ese entusiasmo lo primero que lo había atraído de ella. O quizá su sonrisa...

Donovan carraspeó.

—¿Y cómo van los negocios? ¿Tenéis beneficios?

La joven enarcó las cejas.

—No nos va mal —dijo con cierta frialdad.

¿Pensaba que no era de su incumbencia? ¿O le costaba admitir que la tienda no deba dinero? Él sabía lo difícil que era que sobrevivieran las empresas pequeñas. Más de la mitad cerraban el primer año de funcionamiento. Requerían bastante capital inicial para comprar material, contratar empleados competentes, pagar publicidad...

Se encogió de hombros.

—Os irá mejor cuando se meta Bryan.

Todo el mundo sabía que Bryan Falcon tenía un modo casi mágico de hacer que todos los negocios dieran beneficios. Donovan estaba seguro de que Chloe conocía el talento empresarial de su novio.

—No espero que Bryan se meta en mi negocio —repuso ella con frialdad—. Mi hermana y yo somos muy capaces de llevarlo solas.

—Entiendo —dijo él. Pero no la creía. Le costaba aceptar que no hubiera contemplado las ventajas económicas de casarse con uno de los inversores capitalistas de más éxito del país.

La mujer frunció el ceño.

—¿Crees que solo me interesa el dinero de Bryan?

—Yo no he dicho eso.

—No, no lo ha dicho —apartó la vista con el cuerpo tenso, sin molestarse en ocultar que la había ofendido.

Donovan pensó en disculparse, pero decidió dejarlo correr. Para empezar, no se le daban bien las disculpas, no tenía mucha práctica. Además, bueno, era cierto que pensaba que le interesaba el dinero de Bryan. Había conocido poca gente con la que no fuera así. Y si su hermana había dejado claro que no consideraba aquello una relación de amor, no le quedaba más remedio que pensar que Chloe tenía motivos prosaicos para pensar en boda.

Donovan era un hombre práctico y suponía que no podía culparla, pero no aprobaba aquel acuerdo. Bryan merecía que lo quisieran por algo más que por su dinero.

Donovan creía que su amigo actuaba por despecho en aquel caso. Había sufrido con una mujer que lo había convencido de que lo quería por sí mismo y no por su dinero y luego se había puesto furiosa cuando él había mencionado el acuerdo prematrimonial bastante estricto que habían redactado años antes sus abogados. No había sido lo bastante buena actriz para convencer a Bryan de que su furia no se podía medir en dólares.

Y como no era la primera vez que lo defraudaban, Bryan había llegado a la conclusión de que el único modo de estar seguro de los motivos de una compañera en potencia era dejarlo todo claro desde el comienzo. Quería niños, y quería criarlos en una familia convencional. Había decidido enfocar el matrimonio del mismo modo que enfocaba un negocio nuevo: con acuerdos legales, planificación a largo plazo, riesgos calculados y beneficios claramente definidos.

Donovan había intentado decirle que no se podía elegir una esposa del mismo modo que se seleccionaba un asesor financiero, pero Bryan no le había hecho caso. Estaba convencido de que su plan era perfectamente lógico.

Le había contado a Donovan el día de febrero en que había entrado en la tienda de Chloe. Habían empezado a hablar y habían terminado tomando café en el pabellón del River Market. Le había dicho que se había dado cuenta enseguida de que Chloe era la clase de mujer que andaba buscando desde que tomara meses antes la decisión de planear un matrimonio práctico.

Donovan no se consideraba especialmente romántico, pero el plan de Bryan le parecía demasiado frío y calculado. No podía evitar preguntarse si no acabaría sintiendo que se había conformado con menos de lo que podía encontrar, si no sabría siempre que faltaba algo importante.

Como él no tenía ningún deseo de tener una familia, pensaba que su plan era más fácil: no casarse. Todas sus relaciones eran de corta duración y sin ataduras, así que los motivos no importaban mucho.

Estaba convencido de que su estrategia era la más práctica de todas.

Llevaban casi una hora en la carretera cuando se dio cuenta de que Chloe seguía muy tensa. Tenía las manos apretadas y se clavaba las uñas en la piel

—¿Estás bien? —no pudo evitar preguntar—. ¿Te pone nerviosa mi modo de conducir?

La joven lo miró.

—Claro que no. Pareces muy buen conductor. No estoy nerviosa.

Donovan le miró las manos.

—Pues pareces un poco tensa.

—Estoy bien. ¿Qué haces exactamente en la empresa de Bryan?

Donovan se encogió de hombros.

—Lo que sea necesario.

—¿Como acompañarme hoy?

La respuesta le parecía evidente, así que la dejó pasar.

—Has estado varios meses fuera del país, ¿no? —comentó ella—. ¿En Italia?

—Venecia. Casi tres meses.

—Ha debido ser agradable.

—Ha sido una estancia de trabajo.

Ella se giró en el asiento para observarlo mejor.

—Pero supongo que también habrás hecho turismo.

—No mucho —confesó él—. Tenía que haber ido solo un par de semanas, pero no dejaban de surgir problemas que me impedían volver. Y yo estaba empeñado en arreglarlos para regresar.

—Supongo que echarías de menos a tu familia.

—No tengo familia. Pero tenía mucho trabajo amontonándose aquí.

—Entiendo —volvió a recostarse en el asiento.

Donovan intentó pensar en algo interesante que contar sobre su estancia en Venecia.

—La comida era buena.

—Seguro que sí.

—Y los amaneceres muy hermosos. Tenía una terraza y me sentaba allí con un café por las mañana temprano a revisar papeles.

—¡Eso debía ser espectacular! —exclamó ella con entusiasmo—. Siempre he querido viajar. Ver lugares sobre los que he leído cosas.

—Cuando te cases con Bryan, podrás viajar todo lo que quieras —comentó él.

—Si me caso con Bryan —comentó ella con voz fría una vez más.

—La prensa rosa parece pensar que está todo decidido —y él suponía que los rumores eran correctos. ¿Por qué no iba a querer casarse con un multimillonario que podía llevarla a todos los lugares que siempre había deseado ver?

Chloe arrugó la nariz.

—Eso es algo a lo que no me he acostumbrado, a la prensa rosa.

Donovan se encogió de hombros una vez más.

—Pues más vale que lo hagas. La gente parece fascinada con Bryan. Vaya donde vaya, sale en los periódicos.

Pensó que el dinero tenía la capacidad de atraer la atención de la gente. Y combinado con el atractivo de Bryan, su entorno familiar, un ojo impresionante para los negocios, su carisma personal y su condición de soltero, era inevitable que apareciera en todas las listas de solteros cotizados que se publicaban en Estados Unidos.

Y la posibilidad de que su nombre pudiera desaparecer de esas listas tenía a todo el mundo muerto de curiosidad, a pesar de los esfuerzos de Bryan por mantener en secreto su vida personal. Alguien había filtrado a la prensa su interés por Chloe y esa era otra de las razones de que le hubiera pedido a su amigo que la acompañara en aquel viaje. Le preocupaba que la prensa la molestara. Donovan raramente tenía aquel problema. Por alguna razón, cuando lo miraban, cerraban las libretas y retiraban los micrófonos.

—Uno de esos supuestos periodistas me llamó Zoe —murmuró la joven—. Y otro dijo que Bryan salía con Grace.

—Pues por lo que decía antes tu hermana, dudo mucho que le gustara la confusión.

Chloe hizo una mueca.

—No le gustó nada.

—¿Qué tiene contra Bryan?

—No es contra él exactamente. Le preocupa que vaya a cometer un error. Le cuesta confiar en la gente, sobre todo en los hombres ricos y poderosos. Está convencida de que acabaré sufriendo. Mi hermana sabe que busco algo más en un matrimonio que seguridad económica, y no cree que pueda encontrar ese algo más con Bryan.

—¿Y por qué no?

—Sospecha que Bryan juega conmigo y no tiene intención de formar una familia.

—Bryan hace lo que dice que va a hacer.

—Tú eres muy amigo suyo.

Dejó pasar el comentario porque ella no podía comprender lo mucho que le debía a Bryan, y porque además no era de su incumbencia.

Volvieron a guardar silencio. Donovan no sabía qué más decir, y Chloe parecía haberse relajado un poco. O quizá era que un silencio incómodo le parecía preferible a forzar una conversación con él.

Suponía que no podía culparla por ello.

Capítulo 2

 

Llevaban casi dos horas en la carretera cuando Donovan señaló una gasolinera más adelante.

—Acabamos de pasar la mitad del viaje. Me gustaría tomar algo fresco. ¿Y a ti?

—Me parece bien.

Donovan encendió el intermitente al tiempo que miraba automáticamente por el espejo retrovisor. Detrás de él había una camioneta, seguida de una furgoneta que también había puesto el intermitente. Bastante natural, teniendo en cuenta que era el único sitio en kilómetros donde se podía parar.

Dejó el coche a un lado de la pequeña tienda y, aunque no era un día particularmente frío, se estremeció al apagar el motor. Había aprendido a confiar en ese tipo de presentimientos. Antes de abrir la puerta miró a su alrededor. Todo parecía normal: un par de vehículos más antiguos, varias grúas y la furgoneta, que se había detenido junto a uno de los tres surtidores.

Chloe lo miró con curiosidad.

—¿Se espera que seas mi guardaespaldas? —preguntó.

Donovan volvió la vista hacia ella.

—¿Por qué preguntas eso?

—Por el modo en que has mirado a tu alrededor. Alerta y en tensión, como un agente secreto de Hollywood.

—No soy guardaespaldas —repuso él con un tono más cortante de lo que era su intención—. ¿Quieres entrar conmigo o esperar aquí?

Ella abrió la puerta de su lado.

—Entraré.

Él la siguió hasta la tienda. Chloe lo miró por encima del hombro antes de entrar.

—Discúlpame un momento —dijo. Y se alejó en dirección a los lavabos.

Donovan asintió con la cabeza y se volvió hacia un frigorífico lleno de refrescos. No perdía de vista las puertas de los lavabos, aunque no sabía por qué estaba tan ansioso.

Chloe se reunió con él, abrió la nevera y optó por una Coca-Cola light. Llevaron las bebidas a la caja y las dejaron sobre el mostrador. La joven hizo ademán de abrir el bolso, pero él tenía ya el dinero en la mano.

—Ya pago yo.

Ella no contestó. Después de pagar, le tendió su bebida y señaló la puerta.

Cuando salieron, una nube cruzó delante del sol, ensombreciendo el aparcamiento y enfriando el viento que los envolvía. Donovan se acercó más a la joven.

Esta lo miró con curiosidad.

—¿Ocurre algo?

Por supuesto, era una tontería. Esa vez no estaba en una de las operaciones en las que tenía que encogerse ante cada sonido, adivinar todas las sombras o sospechar de todos los presentes. Solo se trataba de acompañar unas horas a la novia de Bryan. No era una misión que él hubiera elegido, pero tampoco se trataba de un trabajo complicado.

 

 

Chloe lo miró varias veces de soslayo durante el resto del viaje. Lamentaba que él se hubiera puesto gafas de sol al salir de la gasolinera. Ya resultaba bastante difícil leer su expresión cuando se le veían los ojos. Ahora solo mostraba la línea dura de su mandíbula..., que no alentaba precisamente a la conversación.

Seguramente estaría encantado de terminar el viaje en silencio. Cuando se había esforzado por entablar conversación, tampoco se había mostrado particularmente amigable. Quizá ella no debería tomárselo como algo personal. Tal vez era así con todo el mundo, aunque le resultaba difícil creer que el amigo íntimo de Bryan Falcon tuviera una personalidad de granito.

No podía decirse que el viaje tuviera un comienzo prometedor, pero al menos nunca había tenido problemas para hablar con Bryan, sino más bien al contrario. Habían conversado como viejos amigos desde la primera vez.

Y si parecía más un buen amigo que un amante en potencia..., bueno, eso era precisamente lo que esperaba cambiar en los próximos días. Bryan era guapo, inteligente, divertido, atento… Todo lo que pudiera desear una mujer. Y estaba bastante segura de que, cuando estuvieran a solas, lejos de la presión del escrutinio público, su relación progresaría de un modo natural.

No buscaba un matrimonio apasionado. No esperaba enamorarse como una loca ni que la adoraran ciegamente. Había buscado ese mito otras veces y se había llevado una decepción tras otra. Ahora se conformaría con seguridad, respeto, cariño y, sobre todo, niños. Y Bryan casi la había convencido de que él buscaba exactamente lo mismo.

¿Por qué no podía entender Grace lo atractiva que sonaba su oferta?

En cuanto a Donovan... Lo miró de soslayo. Había dejado clara su decepción. ¿De verdad la consideraba una cazafortunas… o se sentía, como Grace, defraudado por el modo pragmático en que Bryan y ella se habían planteado aquella relación? Dudaba de que su acompañante tuviera muchas ilusiones románticas sobre el amor y el matrimonio. Seguro que creía que solo buscaba el dinero de su amigo, que lo estaba utilizando.

Pero ese era su problema. Ella no desperdiciaría más saliva intentando explicarle sus motivos. En primer lugar, no era asunto de él. Y en segundo lugar, de todos modos no la creería.

—¿Cuánto falta para llegar? —preguntó.

—Una hora más.

Chloe se ajustó el cinturón.

—¿Bryan estará esperándonos?

—Confiaba en llegar a la misma hora que nosotros, o quizá una hora más tarde si se veía retenido en Nueva York.

—¿Y tú te quedarás con nosotros?

—No temas. No me entrometeré en vuestros planes. Me marcharé en cuanto llegue Bryan.