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Regalo de cumpleaños


Con todo el ajetreo del campeonato de fútbol, el estúpido de Louis llorando por esa imbécil y la idiota de Julieta con ideas suicidas, el tiempo había pasado volando.

De pronto miré la fecha en mi teléfono y noté que era mi cumpleaños, tenía un mensaje de Louis, otro de Gwen y varios de la secretaria de mi padre.

Erica hablaba por teléfono con su hermana sosteniendo el último trofeo que habíamos ganado cuando entré en la oficina.

—Hola ¿con Marian Julianni? Creo que aquí tengo algo suyo… la vergüenza ja, ja, ja… muerde el polvo hermanita…
—Mhm —carraspee para interrumpir. El humor de Erica y la forma de humillar a su hermana eran patéticas, necesitaba mi ayuda definitivamente.
—Bueno tengo que dejarte hermana, casualmente estoy con la chica con la que soñarás durante un largo tiempo…

Estiré la mano para que me pasara el teléfono.

—Hola infeliz, hazme el favor de pedirles perdón a esas chicas de mi parte, no fue mi intención que sintieran tanta humillación, creo que quedó demostrado que la fealdad y la falta de estilo no ayudan a ganar finales.

Chocamos los cinco con Erica.

—Entonces durante el mes que quede de clases se te asignará un profesor para que se acerque hasta la empresa y pueda alcanzarte los temas de todas las materias así podrás finalizar con el programa de estudios —aseguró Julianni.
—Debo estar al frente de la empresa de mi padre, él la construyó para mí y me preparó para manejarla algún día y ese algún día es hoy que ya he cumplido la mayoría de edad.
—No puedo negarme…

Era hora de tomar el lugar que me correspondía en mi empresa.


*

Dayana llegó a la puerta de la casa de Louis, no había querido enviarle un texto, no quería arriesgarse a que él le dijera que no quería verla. Dudó en llamar, pero al fin cobró fuerzas y tocó a la puerta.

—Querida —dijo la madre de Louis siempre tan amable— pasa, Louis está en su habitación. ¿Qué te sucedió en el rostro?
—Fue solo un accidente jugando al fútbol ¿Podría avisarle que estoy? No sé si querrá verme….
—¿Cómo no va a querer ver a una chica tan hermosa como tú? Ve y habla con él… —la animó a que pasara.

Dayana llamó a la puerta de la habitación de Louis.
—¿Qué sucede? —Louis pensó que era su madre.
—Soy yo.
—Ok, pasa —dijo no muy convencido.
—¿Cómo estás? —Preguntó ella.
—Algo desilusionado… ¿qué te ocurrió en el rostro?
—Entiendo, ¿sirve de algo que te diga que lo siento y que no va a volver a suceder? —Preguntó Dayana esquivando la pregunta, no quería contarle lo que había sucedido con Sophia.
—Sirve de mucho, con tal de dejar de sentirme así —aclaró Louis— tú no entiendes, tengo a la amiga más vengativa del mundo, ella es mi amiga solamente porque no soy un idiota como el resto de los chicos mimados de esa escuela, yo no estoy allí por ser rico, como puedes ver…
—A nadie le importa eso… —interrumpió la chica.
—A algunas personas sí les importa, pero a lo que me refiero es que Sophia es mi mejor amiga, quizás la única amiga que tengo, con todo lo odiosa que es, y no quiero que ella comience a verme como a un idiota, y si dejo que tú me engañes entonces seré un idiota y no solo es por lo que pueda llegar a pensar Sophia de mí, sino por lo que yo pensaría de mí mismo.
—Ok, ten en cuenta que pude habértelo ocultado y tú nunca te hubieras enterado, y que no estaba del todo claro lo que sucedía entre nosotros, aún no está del todo claro, por eso he venido a hablar, porque esto que empezó como un juego luego de ese beso, ya no estoy segura de si continúa siendo un juego…

Louis la tomó de las caderas y la besó profundamente, ella lo apretó contra sí y ambos se tumbaron en la cama sin dejar de besarse.


*

Crucé los pasillos impecables acaparando las miradas de los ejecutivos que trabajaban dentro de las oficinas vidriadas. Me presenté en la sala de reuniones del directorio y me paré ante ellos.
—Señorita Laurent me temo que usted no puede estar aquí —dictaminó Kate, una de las directivas de la empresa.
—¿De qué está hablando? Yo soy la presidenta de esta compañía.
—Lo lamento, pero aquí tengo un informe —levantó un sobre y lo enseñó a los presentes— donde especifica que la señorita Laurent, ha estado involucrada en un caso de armas químicas, explosivos poderosos usados por el terrorismo. Y en tanto no se aclare esta situación, y como lo ordenan los estatutos redactados por, nada menos que Austin Laurent, y cito: “cualquier implicancia en actos de terrorismo, será considerado causal para la inmediata destitución de cualquier miembro de este directorio, que se efectuará sin necesidad de previo aviso por escrito…” quedará usted fuera. Así que le pido amablemente que se retire…
—¡Pues deberá sacarme por la fuerza! —Exclamé.

Acto seguido, dos agentes de seguridad me sacaban sujetándome de los codos. Yo lanzaba patadas al aire e intentaba en vano poder escapar. Recién me soltaron cuando estuve fuera de las instalaciones.

—Cuando recupere mi puesto de presidenta, háganme acordar de que los despida por sacarme, y luego háganme acordar de que los vuelva a contratar… saben cómo sacar a alguien…

Miré hacia atrás, estaban todos fuera aguardando para entrar a trabajar a la que era mi empresa, pero por el momento no lo era.
Jessica y Anna se reían como las idiotas que eran. Dayana y Louis parecían algo tristes y Liam me miraba decepcionado, pero no asombrado. Lo vi darse la vuelta y marcharse. En ese momento pensé en Gwen, en que le había fallado, pero esto no iba a quedar así, todavía no han visto de lo que soy capaz.



¡Hola! Soy Sophia… estos infelices me expulsan de mi propia empresa, como a una empleada, pero en mi próximo libro recuperaré mi lugar e instalaré mi reinado de terror…

Nico Quindt

La más odiada 2

Quindt, Nicolás Alejandro
La más odiada 2 : ella no es difícil, es simplemente imposible / Nicolás Alejandro Quindt. - 1a ed . – Buenos Aires : Nicolás Alejandro Quindt, 2018.
Libro digital
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-42-6843-3
1. Literatura Juvenil. I. Título.
CDD 863.9283
© Nico Quindt2018
Queda hecho el depósito legal establecido por la ley 11.723.

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La comisión anti-bullying


Una cosa de la que nunca nos enteramos, dado que jamás hasta el momento habíamos entrado en la liga de fútbol femenino era que la directora de la Fashion Chic School y Erica Julianni, nuestra directora, eran hermanas. Y luego de que las venciéramos por primera vez en la historia en el último campeonato, las cosas entre ellas se habían puesto algo intensas.
—Bueno hermanita, veo que al fin tu escuela patética ha ganado un torneo, pero no te preocupes que eso no volverá a suceder… —aseguró Marian Julianni.
—Eso volverá a suceder siempre que te enfrentes a mi equipo, tengo una jugadora famosa con millones de seguidores en las redes sociales y a otra jugadora estrella con un talento inigualable, la han querido comprar de un equipo brasilero.
—Lo lamento por tu jugadora estrella, pero ya averigüé todo acerca de Sophia Laurent, sin ella tu equipo no es nada y sé que es una racista, discriminadora, engreída y autoritaria, que se saltea las reglas educativas y que todos allí se lo permiten, incluso tengo información bastante confiable de que estuvo presa hace muy poco tiempo. Pero ya no más, porque la Comisión Anti-Bullying está en camino de tu escuela y la suspenderán.
—Eso no significa nada, las suspensiones nunca exceden los treinta días…
—No has leído bien los estatutos, los alumnos suspendidos por la Comisión Anti-Bullying no pueden participar de eventos extraescolares y eso incluye el campeonato de las vacaciones de verano.
Erica Julianni colgó el teléfono y se quedó pensando algunos momentos. Se puso de pie para dirigir sus pasos hacia ya saben dónde: sí, por supuesto, mi aula.

Ni bien entró me dirigió una mirada, pero no era la clásica mirada de enojo que siempre me enseñaba, era otra cosa, parecía decepcionada, triste.
—Comenzaremos con una campaña para frenar el bullying y la discriminación… nos lo está exigiendo el consejo escolar —anunció Erica. Mentira, quería adelantarse a la comisión que pronto estaría pisándole los talones.
—Sí, claro que sí, apoyo esa causa, ya estoy cansada de la discriminación… —dije con irritación— a mí por ejemplo me discriminan por ser la mejor… todos estos perdedores. Gente fea discriminando a una linda, pobres contestándole a una rica… el mundo se ha vuelto loco.
—Sophia, tendremos a una comisión de inspecciones anti-bullying en la escuela, y todo lo que tú dices desde que entras hasta que sales es considerado bullying. Eso sin mencionar lo que directamente es racismo y discriminación y si hubiera algo más, seguro también lo dirías y te suspenderían por eso… todo lo que tú haces de manera rutinaria y que es normal para ti, está mal…
—¿Ahora yo soy la racista? Convivo toooodo el año con esta gente de piel oscura tirando a negra sin quejarme y ahora resulta que soy racista… tolero a todas las gordas de piel grasosa en “mi” escuela y ahora soy discriminadora, ¡por farol! «Sí, dije por farol, es mi nueva manera de decir “por favor” … solo que más top». Y ni hablemos de cuántas veces le he ofrecido al niño indigente de Louis que vaya a hacer trabajos forzados a mi casa para que pudiera comer al menos…

Erica me miraba indignada y yo de igual manera, solo que mi indignación era absolutamente comprensible y la de ella vaya a saber producto de qué tipo de locura que la había invadido.
—¿Tú en realidad crees que eres la más maravillosa del mundo y que todos te admiran y quieren ser como tú o solo tratas de hacerme enfadar todo el tiempo?
—No entiendo como quién más quisieran ser… cada vez que entro a esta escuela mugrosa finjo ser uno más de ustedes, fracasados —recorrí a mis compañeros con la mirada— y solo pienso en una cosa: ¡vaya! ¡Cómo me gustaría ser Sophia Laurent! Luego, dejo de fingir y me alegro de ser yo…
—Es suficiente Sophia, ya no puedes continuar diciendo todo eso que dices, aquí nos reímos porque ya te conocemos, pero entiende que es ofensivo…
—¿Ofensivo? ¿Acaso he ofendido a alguien aquí?
Todos levantaron la mano, incluso la profesora Leblanc y la misma Erica Julianni. Hasta el loro que teníamos de mascota levantó el ala y graznó un sonido acusatorio.
—¡Cierra el pico pajarraco mugroso! —le lancé un zapato— pues sueñan si creen que voy a pedirles alguna especie de disculpa. A ver algún esclavo que me traiga mi zapato y me desprenderé los botones de la camisa para que vea mi escote…
Brandon se tiró de cabeza al suelo, pasando por encima de varios chicos, en busca de mi Versace rosa. Cogió mi zapato y lo besó.
—¡Sí! Tú eres mi pasaje al paraíso —exclamó triunfante. Me agradaba en cierta medida Brandon, no tenía reparos en demostrar que tenía buen gusto por las chicas, y era obvio que ver mi escote era lo más cercano a estar en el paraíso que le sucedería jamás.
—Nadie espera una disculpa, pero no puedes seguir, al menos hasta que se vaya la comisión anti-bullying, siendo como eres.

Erica hizo pasar a una mujer al aula, estaba vestida de ejecutiva. Podría enumerar varias cosas que no combinaban en su maquillaje, peinado y vestimenta, pero voy a abstenerme por el momento.
—Para tales fines he designado a un miembro de recursos humanos para que te acompañe durante estos días y te guie en lo que no debes hacer… a partir de hoy, ella será tu sombra.
—Me presento, mi nombre es… —intentó presentarse.
—No me interesa tu nombre y te aclaro que odio que hablen cuando interrumpo —la interrumpí.
—Pues es el primer trabajo que harás: saber los nombres de las personas. Eso evita en gran medida que les pongas adjetivos calificativos… —me reclamó la mujer de recursos humanos.
—Conozco el nombre de todos aquí… —aseguré apoyando las manos sobre mis caderas en pose super chic.
—Una engreída y egoísta como tú, dudo que sepa el nombre de al menos tres de sus compañeros…

Comencé a señalarlos y a nombrarlos uno por uno.
—Prostituta gorda, negro lustra botas, zorra celulítica, golfa teñida, perdedor, fracasado, infeliz...
—Exijo que se me aumente el sueldo al doble —demandó la mujer de recursos humanos.
—Hecho —cerró el trato Julianni dándole la mano y retirándose.

Salimos al patio. Fui a la cafetería y allí estaba yo haciendo la fila. Sí, oyeron bien “haciendo la fila”, como una cualquiera, como una de estas pordioseras futuras empleadas domésticas. De pronto mis pies comenzaron a alborotarse, querían caminar hacia adelante para saltearme a los retardados que estaban al frente. Tuve que contenerlos, golpeándolos varias veces para que no me condujeran al inicio de la fila. «Estúpidos pies, ya cálmense».
—Sophia, debes hacer la fila como todos aquí… —me llamó la atención la perra de recursos humanos. «Ya me estás molestando bitch»

Me mordí los labios. Mis manos temblaban inquietas. No podía soportarlo, tuve que ver como pedían comidas de más de 500 calorías, llenas de grasas trans...
—¡Oye! ¡En esa bandeja solo hay carbohidratos! ¿Dónde están las proteínas? No me extraña que ya no te entren más vestidos… —le hice notar a la última que pasó delante de mí. No pude contenerme.
—¡Sophia! —Me regañó de nuevo.
—Esto es una tortura… —me quejé apretando los puños.
—Deja que cada una coma lo que quiera y basta de emitir opiniones sobre sus físicos, si ellas se sienten cómodas con su cuerpo, tú no puedes juzgarlas…
—Pero mira esos cuerpos, vamos, ¿Quién podría sentirse cómodo allí dentro? Si alguna se siente contenta con su físico comiendo más de 50% de carbohidratos y el otro 50% de grasas saturadas, entonces más que un nutricionista necesita un psiquiatra...

La mujer me acompañó a mi asiento. Me dispuse a comer cuando de pronto la vi...