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Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia

Eslava Castañeda, Juan Carlos, 1969-

Facultad de Medicina : su historia / Juan Carlos Eslava Castañeda ; Manuel Vega Vargas ; Mario Hernández Álvarez ; prólogo, Ariel Iván Ruiz Parra. -- Primera edición. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Medicina, 2017.

2 tomos : ilustraciones en blanco y negro, fotografías. -- (Colección general.Universidad nacional de Colombia. Facultad de Medicina)

Incluye referencias bibliográficas

ISBN 978-958- 783-252- 5 (obra completa) (rústica). -- 978-958- 783-253- 2 (tomo I) (rústica). -- 978-958- 783-259- 4 (tomo I) (impresión bajo demanda).-- 978-958- 783-255- 6 (obra completa) (e-book). -- ISBN 978-958- 783-256- 3 (tomo I) (e-book) -- ISBN 978-958- 783-259- 4 (tomo I) (impresión por demanda)

1. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Medicina -- Enseñanza – Historia -- 1867-2001 2. Facultades de medicina -- Historia -- Colombia 3. Historia de la Medicina -- Colombia 3. Nutrición en salud pública -- Educación 4. Fisioterapia -- Educación -- Historia 5. Fonoaudiología -- Educación -- Historia I. Vega Vargas, William Manuel, 1976-II. Hernández Álvarez, Mario Esteban III. Ruiz Parra, Ariel Iván, 1957-, autor del prólogo IV. Título V. Serie

CDD-23 610.0711861 / 2017

Facultad de Medicina: su historia

© Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá - Facultad de Medicina

© Juan Carlos Eslava Castañeda, autor, 2017

© Manuel Vega Vargas, autor, 2017

© Mario Hernández Álvarez, autor, 2017

Primera edición, diciembre de 2017

Primera reimpresión, mayo de 2018

ISBN: 978-958-783-252-5 Obra completa

ISBN: 978-958-783-253-2 (rústica)

ISBN: 978-958-783-256-3 (e-book)

ISBN: 978-958-783-259-4 (impresión bajo demanda)

Rector Luis Ignacio Mantilla Prada
Vicerrector General Carlos Alberto Garzón Gaitán
Vicerrectora de Investigación y Extensión Carmen María Romero Isaza
Vicerrector Académico Juan Manuel Tejeiro Sarmiento
Secretaria General Catalina Ramírez Gómez
Vicerrector de Sede Jaime Franky Rodríguez
Secretaria de Sede Gladys Aminta Mendoza Barón
Facultad de Medicina
Decano Ariel Iván Ruiz Parra
Vicedecano de Investigación y Extensión Fernando Pío De La Hoz Restrepo
Vicedecano Académico Juan Manuel Arteaga Díaz
Directora de Bienestar Sonia Liliana Pertuz
Secretario de Facultad Édgar Cortés Reyes
Coordinadora Centro Editorial Angela Manuela Balcázar Muñoz
Preparación editorial
Centro Editorial Facultad de Medicina upublic_fmbog@unal.edu.co
Diagramación Diseño de carátula
Erney Yesid Morales Oscar Gómez Franco
Corrección de estilo Corrección ortotipográfica
Cristhian Leonardo López León Javier Carrillo Zamora
Javier Carrillo Zamora Colección
Lina Johana Montoya Polo Colección General
Hecho en Bogotá, D. C., Colombia, 2017

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Los conceptos emitidos son responsabilidad de los autores y no comprometen el criterio del Centro Editorial ni de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia.

A nuestras familias, que sufrieron el exceso de trabajo.

LOS AUTORES

Agradecimientos

Por su importante colaboración y contribución a este proyecto, el Centro Editorial de la Facultad de Medicina y los autores agradecen a Néstor José Miranda Canal, profesor pensionado de la Universidad El Bosque y la Universidad del Rosario; a Eduardo Díaz Amado, profesor asociado del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana; a Miguel Ángel Ruiz Cardozo, estudiante de doble titulación en Medicina y en Biología vinculado al proyecto como estudiante auxiliar; a Andrés Gómez Yepes, estudiante de Historia también vinculado como estudiante auxiliar, y a los profesores y las profesoras que participaron en el proyecto y que escribieron el segundo volumen de esta obra.

Autores

Juan Carlos Eslava Castañeda

Médico cirujano y magíster en Sociología. Profesor asociado del Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia. Director del Centro de Historia de la Medicina Andrés Soriano Lleras. Miembro del grupo de investigación en Estudios Sociohistóricos de la Salud y la Protección Social. Editor de los libros Tras las huellas de la determinación. Memorias del seminario interuniversitario de determinación social de la salud (2015) y Reflexiones acerca de la relación ambiente y salud. Pensando en ambientes saludables (2016). Coautor de la colección Historia de la Medicina en Colombia (2007-2013) y de los libros Café y gusanos. Mosquitos y petróleo. El tránsito desde la higiene hacia la medicina tropical y la salud pública en Colombia: 1873-1953 (2004); Aportes al mejoramiento de la gestión de la salud pública en Colombia (2012) y La Organización Panamericana de la Salud y el Estado colombiano. Cien años de historia. 1902-2002 (2002). Tiene interés académico por la historia de la medicina, la historia de la salud pública y la promoción de la salud.

Manuel Vega Vargas

Médico cirujano, magíster en Historia y candidato a doctor en Historia. Docente e investigador de la Universidad Externado de Colombia. Miembro del grupo de investigación en Estudios Sociohistóricos de la Salud y la Protección Social. Coautor de los libros Por dentro e’soga. Un análisis de los impactos de la BP en Casanare (2010); Por dentro e’soga. Una mirada social al boom petrolero y al fenómeno transnacional en Casanare (2010); El liberalismo radical: Colombia y la modernidad en el siglo XIX (2013); Movimientos sociales y ciudadanía. Reflexiones con ocasión de la visita de Michel Wieviorka (2014) y Estudio nacional de la situación alimentaria y nutricional de los pueblos indígenas de Colombia. ENSANI 2012-2014 (2015). Tiene interés académico por la historia de la medicina, la historia de la protección social, la política petrolera, el conflicto y las violencias.

Mario Hernández Álvarez

Médico cirujano, especialista en Bioética, magíster y doctor en Historia. Profesor asociado del Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia. Coordinador del Doctorado Interfacultades en Salud Pública, Universidad Nacional de Colombia. Director del grupo de investigación en Estudios Sociohistóricos de la Salud y la Protección Social. Coeditor de los libros Inequidad en salud en Bogotá. Convocatoria para la acción colectiva (2012) y La salud está grave. Una visión desde los derechos humanos (2000). Coautor de la colección Historia de la Medicina en Colombia (2007-2013) y de los libros La Organización Panamericana de la Salud y el Estado colombiano. Cien años de historia. 1902-2002 (2002); Recuerdos del olvido. Memoria del Hospital San Carlos (1996); Historia social de la ciencia. La institucionalización de la medicina en Colombia. Tomo VIII. Parte 2 (2013). Autor de los libros La salud fragmentada en Colombia, 1910-1946 (2002) y La fragmentación de la salud en Colombia y Argentina. Una comparación sociopolítica, 1880-1950 (2004). Tiene interés académico por la historia de las políticas de salud, la historia de la protección social, la historia de la medicina, las reformas sanitarias en América Latina y la medicina social.

Contenido

Siglas y abreviaturas

Prólogo

Introducción

Capítulo 1

La enseñanza médica y los procesos previos a la creación de la Facultad de Medicina

Los soportes iniciales

La Escuela de Medicina de la Universidad Central: un primer pilar institucional

De la Universidad Central a la del Primer Distrito

La liberalización de la educación y el colapso de la Universidad Central

La Escuela Privada de Medicina en Bogotá

Capítulo 2

La nueva Escuela de Medicina en la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia (1867-1871)

Creación de la Escuela de Medicina en la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia

La nueva Escuela y su relación con el Hospital de Caridad

El inicio de la función social

Capítulo 3

El Estatuto Orgánico de 1872 y sus posteriores regulaciones (1872-1876)

Hacia un rectorado compartido y un reglamento estricto

La relación con el Hospital de Caridad: entre acuerdos y conflictos

Enfrentando problemas sanitarios

Capítulo 4

De los cambios institucionales a los ajustes centralizadores (1877-1885)

Los cambios propuestos por Plata Azuero y su impacto en la Escuela

La relación con el Hospital de Caridad y los problemas del anfiteatro

La Escuela de Medicina comprometida con el desarrollo de la República

Capítulo 5

El giro de la Regeneración (1886-1899)

La Universidad y la Escuela de Medicina se reordenan

Aumentan las materias y aumentan las regulaciones

Capítulo 6

La reorganización y el traslado de la Facultad de Medicina y Ciencias Naturales (1899-1918)

Los impactos de la Guerra de los Mil Días en la vida académica de la Facultad

La flamante entrada de la medicina tropical

Las nuevas posibilidades terapéuticas se abren paso

Capítulo 7

Un nuevo hospital para la clínica ecléctica (1918-1935)

El revuelo de la epidemia de gripe

Los profesores en el debate sobre la higiene y la eugenesia

La Facultad de Medicina y los hospitales se fortalecen

La Misión Francesa y la clínica ecléctica

Capítulo 8

La ilusión del modelo flexneriano (1935-1948)

El conflicto con la reforma Cavelier

El Hospital San Juan de Dios se moderniza

Capítulo 9

La incorporación del modelo Flexner en la Facultad de Medicina (1948-1962)

La primera visita técnica norteamericana

La segunda visita técnica

La reforma Paredes

Capítulo 10

El despliegue tecnológico y la edad de oro de la Facultad (1962-1975)

Participación en la planificación sectorial

Proezas quirúrgicas y formación especializada

La reforma Patiño y la apertura de nuevas carreras

Acople institucional y conflictividad al inicio de la década de 1970

Capítulo 11

La difícil inserción sectorial de la Facultad (1975-1992)

La crisis del Hospital San Juan de Dios

La crisis de la Universidad

Reapertura de la Universidad y reacomodación de la Facultad

Capítulo 12

La Facultad en pos de la universidad de investigación (1992-2001)

Una Facultad distante del nuevo sistema de salud

El temor del cierre del Hospital San Juan de Dios se vuelve realidad

Epílogo

Referencias

Libros y revistas

Leyes

Prensa

Documentos del Archivo de la Facultad de Medicina

Comunicaciones personales

Siglas y abreviaturas

ANIR Asociación Nacional de Internos y Residentes
ANM Academia Nacional de Medicina
APS Atención Primaria en Salud
Ascofame Asociación Colombiana de Facultades de Medicina
DNH Departamento Nacional de Higiene
HM Hospital de la Misericordia
HSJD Hospital San Juan de Dios
HUN Hospital Universitario Nacional de Colombia
IMI Instituto Materno Infantil
INN Instituto Nacional de Nutrición
MMN Misión Médica Norteamericana
MMU Misión Médica Unitaria
SGSSS Sistema General de Seguridad Social en Salud

Prólogo

Algunos pensadores consideran que los orígenes de la Universidad Nacional de Colombia pueden rastrearse desde 1826, cuando el general Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la Gran Colombia, diseñó el plan de instrucción pública y creó la Universidad Central de la República con sedes en Bogotá, Caracas y Quito. Sin embargo, la creación oficial de la entonces Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia ocurrió el 22 de septiembre de 1867 con la expedición de la Ley 66, que ordenó el establecimiento de seis facultades localizadas en diferentes lugares de la ciudad: Medicina, Derecho, Ciencias Naturales, Ingeniería, Artes y Oficios, y Literatura y Filosofía. Luego, se le anexaron otras instituciones como el Observatorio Astronómico, el Museo Nacional, el Laboratorio Químico Nacional, la Biblioteca Nacional y dos instituciones de salud: el Hospital de Caridad y el Hospital Militar. En la creación de la Universidad estuvieron involucrados varios médicos, entre estos el presidente Manuel María de los Santos Acosta, general, médico y abogado que sancionó la mencionada Ley 66 de 1867, el doctor Manuel Plata Azuero, quien propuso al Congreso esta ley, y el doctor Antonio Vargas Reyes, fundador de la Escuela Privada de Medicina que luego fue incorporada a la Universidad Nacional y primer decano —entonces denominado rector— de la Facultad de Medicina desde 1867 hasta 1873. El presidente Santos Acosta fue alumno del doctor Vargas Reyes.

Es indudable que la historia de la medicina colombiana está íntimamente ligada al desarrollo y los logros de la Facultad de Medicina durante estos 150 años. La Facultad no solo ha formado una gran parte de los médicos en Colombia, también ha participado en la creación del Instituto Nacional de Radium (hoy Instituto Nacional de Cancerología), el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el Instituto Nacional de Salud, la Academia Nacional de Medicina, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina y otras muchas asociaciones científicas del área de la salud en el país. En la Facultad también nacieron muchas especialidades médico-quirúrgicas, numerosas revistas especializadas en salud y varias escuelas de medicina prestigiosas en Colombia. Asimismo, a lo largo de la historia, los profesores e investigadores de la Facultad han hecho contribuciones significativas a la literatura científica y a la formulación de políticas en salud pública. En los años 50, la reforma implementada por el decano Raúl Paredes Manrique transformó la educación médica en la Facultad al cambiar el paradigma francés anatomoclínico por el modelo fisiopatológico norteamericano con énfasis en ciencias básicas y crear departamentos especializados. Este nuevo modelo fue luego implementado en otras facultades de medicina del país.

Si bien resulta imprudente enumerar aquí todos los logros de la Facultad, conviene mencionar algunos hitos dignos de consideración. En 1864, el profesor Leoncio Barreto practicó en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá la primera ovariectomía exitosa en Colombia y, en 1873, realizó la primera sinfisiotomía en la misma institución hospitalaria. En 1907, el profesor Roberto Franco describió por primera vez la fiebre amarilla selvática y, junto a los profesores Federico Lleras Acosta y Gabriel Toro Villa, inició el estudio de la medicina tropical en el país. Alumno del profesor Franco, el Profesor Hernando Groot Liévano hizo importantes contribuciones en este campo entre las que destacan el descubrimiento del ciclo del Trypanosoma rangeli en su vector, el descubrimiento de la Salmonella enterica responsable de la diarrea infantil en Bogotá, la descripción del primer caso humano de infección silvestre de encefalitis equina venezolana y diferentes estudios sobre la bartonelosis, el tifo exantemático y las epidemias de dengue. En 1914, una época en la que no se concebía la posibilidad de intervenir el corazón, el profesor Pompilio Martínez Navarrete realizó la primera sutura cardiaca en el país. En 1945, la doctora Inés Ochoa se convirtió en la primera médica de Colombia tras culminar sus estudios en la Facultad. En 1958, el profesor Alfonso Bonilla Naar inauguró la cirugía cardiovascular en Colombia practicando valvulotomías cerradas y cirugías de corazón abierto para el tratamiento de la comunicación interauricular bajo hipotermia profunda.

Asimismo, el profesor Salomón Hakim Dow fue el primero en el mundo en describir el síndrome de hidrocefalia normotensa. Este descubrimiento permitió inventar la válvula que lleva su nombre para la derivación circulatoria del líquido cefalorraquídeo. Por otro lado, solo unos días después de haberse reportado en Estados Unidos el primer reimplante de una extremidad, el profesor Fernando Gómez Rivas realizó con éxito esta misma operación a un trabajador colombiano. La primera vez que se usó la penicilina en Colombia fue en una paciente con sepsis puerperal tratada exitosamente por el profesor Rafael Peralta Cayón en el Instituto Materno Infantil. El profesor Ricardo Alvarado Pantoja fue quien introdujo por primera vez en el país la coloración de Papanicolaou, una técnica sencilla que ha contribuido a reducir en gran manera la mortalidad por cáncer de cérvix en Colombia y el mundo. Fueron profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia quienes crearon la primera unidad renal con procedimientos dialíticos, realizaron el primer trasplante renal, fundaron la primera unidad de cuidados intensivos en el país y generaron un centro y una escuela para la prevención y atención de desastres. De igual manera, el proyecto para la conceptualización y materialización de vacunas sintéticas —uno de los logros más importantes de la investigación científica en Colombia— ha sido liderado por el doctor Manuel Elkin Patarroyo, profesor del Departamento de Patología de la Facultad de Medicina desde hace más de tres décadas.

La necesidad de encontrar soluciones apropiadas con recursos limitados llevó a miembros de la Facultad a desarrollar tecnologías ampliamente reconocidas tales como el Programa Madre Canguro (hoy metodología), ideado por el profesor Edgar Rey Sanabria y reconocido como la contribución más importante de la medicina colombiana a la salud pública; la denominada bolsa de Borráez o bolsa de Bogotá, inventada por el entonces residente de Cirugía General de la Facultad doctor Oswaldo Borráez Gaona; las espátulas de Velasco desarrolladas por el doctor Álvaro Velasco Chiriboga, un versátil instrumento que sustituye el fórceps obstétrico en diversas situaciones de emergencia; la faringoplastia dinámica del profesor Miguel Orticochea; la maniobra de Peñaloza, ideada por el profesor Federico Peñaloza para el manejo del trauma hepático; los descubrimientos de los profesores Fernando Sánchez Torres y Jesús Alberto Gómez Palacino acerca de la patología renal en la preeclampsia asociada a la gestación normal o la gestación molar, y el sistema ventilatorio de presión externa de bajo costo y alta seguridad para neonatos ideado por el profesor Santiago Currea Guerrero.

En una época más reciente, además de la intensa labor formativa, investigativa y asistencial llevada a cabo en instituciones como el Hospital San Juan de Dios, el Instituto Materno Infantil Concepción Villaveces de Acosta y el Hospital de la Misericordia (hoy Fundación Hospital de la Misericordia), la Facultad ha generado nuevo conocimiento en ingeniería biomédica, genética, biología molecular, uso de células madre, terapias innovadoras para el cáncer, biomarcadores diagnósticos y pronósticos, herramientas de diagnóstico, tratamiento y rehabilitación, guías de atención clínica, protocolos basados en evidencia e intervenciones en salud pública, fisioterapia, fonoaudiología, nutrición y dietética y terapia ocupacional. Entre los descubrimientos recientes al interior de la Facultad se cuenta el Mycobacterium colombiense de la profesora Martha Murcia Aranguren. Asimismo, la Facultad ha sido pionera en la implementación de la telemedicina, la cual ha permitido ampliar la presencia de la Universidad en las regiones apartadas del país. Como fruto de esta intensa actividad académica, solo en el año anterior se publicaron 468 artículos indexados y 19 libros.

La Facultad también ha jugado un papel muy importante en la historia reciente de la Universidad. A su regreso al país en 1958, el doctor José Félix Patiño Restrepo se vinculó a la Universidad como docente y director de posgrados de la Facultad de Medicina. El profesor Patiño introdujo en el país los conocimientos modernos sobre nutrición clínica e implementó por primera vez en América Latina la técnica de la nutrición parenteral total. Entre 1962 y 1963, fue ministro de Salud Pública, cargo en el cual implementó el uso de medicamentos genéricos con el fin de reducir los altos costos que tenía —y aún tiene— la terapéutica medicamentosa en Colombia. En 1964, fue nombrado rector de la Universidad y emprendió la reforma más importante en la historia de la misma: la denominada Reforma Patiño. Esta reforma modernizó la estructura académica integrando las facultades por áreas de conocimiento afines, multiplicó el número de carreras, actualizó los programas curriculares, amplió el profesorado de tiempo completo, vinculó investigadores e intelectuales de Colombia y América Latina y dio importancia a las artes, la cultura y el humanismo.

De forma paralela, el doctor Patiño implementó un ambicioso plan de desarrollo de la planta física y los laboratorios, adelantó la creación de museos e impulsó la construcción del Auditorio León de Greiff, el Edificio Administrativo, las residencias estudiantiles, una gran cafetería para el bienestar estudiantil, distintos escenarios deportivos y la Biblioteca Central (hoy Biblioteca Gabriel García Márquez), a la que recientemente donó una colección de once mil volúmenes y más de mil discos musicales que constituyen un patrimonio nacional.

Desde hace 51 años, la Facultad de Medicina también ha tenido la responsabilidad y el orgullo de formar fisioterapeutas, fonoaudiólogos, nutricionistas dietistas y terapeutas ocupacionales. La carrera de Nutrición y Dietética fue creada como parte de la proyectada Facultad de Ciencias de la Salud mediante el Acuerdo 7 del 28 de enero de 1965 del Consejo Superior Universitario. En ese entonces, el Consejo Superior era presidido por el rector Alejandro Jiménez Arango, médico neurólogo y decano de la Facultad de Medicina entre 1964 y 1965, y su secretario el doctor Rafael Casas Morales, ilustre cirujano general y decano de la Facultad de Medicina entre 1965 y 1968. El programa de Nutrición y Dietética fue diseñado bajo los lineamientos de la salud pública por el doctor Roberto Rueda Williamson, médico pediatra y magíster en Salud Pública y Nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Este programa fue el primero en graduar «Licenciadas en Nutrición y Dietética» en toda América Latina.

En 1966, mediante el Acuerdo 4 - Acta 2 del Consejo Superior Universitario, se crearon las carreras de Terapia del Lenguaje (hoy Fonoaudiología), Terapia Física (hoy Fisioterapia) y Terapia Ocupacional. Las tres carreras se adscribieron de forma académica y administrativa a la Facultad de Medicina mientras se completaba la integración de la Facultad de Ciencias de la Salud. El programa de Terapia Ocupacional fue el pionero en el país y el sexto en América Latina, después de los de Argentina, México, Brasil, Venezuela y Chile. En la actualidad, estos programas cuentan con sus propios departamentos y desempeñan un papel fundamental en la formación de talento humano, la construcción de conocimiento, el servicio a la comunidad y el diseño de políticas públicas con enfoque de derechos y espíritu incluyente.

A la fecha, la Facultad cuenta con 18 departamentos, 3 institutos, 3 centros, 34 laboratorios y el Hospital Universitario Nacional de Colombia inaugurado en 2016. Su oferta académica incluye 5 programas de pregrado, 2 de especialización, 15 de maestría, 33 especialidades médico-quirúrgicas, 2 doctorados de facultad y 1 doctorado interfacultades. Como una muestra más de su compromiso con la educación, en este año del sesquicentenario, la Facultad ha convocado a la primera cohorte de los nuevos programas de Maestría en Inmunología, Especialidad en Medicina del Deporte y Doctorado en Oncología, el cual sería el primero de su tipo en América Latina.

Los procesos históricos de la Facultad han sido motivo de investigación permanente. Baste mencionar los trabajos de los profesores Alfonso Vargas Rubiano, Fernando Sánchez Torres y Ernesto Andrade Valderrama sobre las historias de la pediatría, la ginecobstetricia y la cirugía en Colombia y, más recientemente, la labor de un importante grupo de profesores bajo la supervisión del Centro de Historia de la Medicina Andrés Soriano Lleras. Este Centro se creó mediante el Acuerdo 124 de 1966 del Consejo Superior Universitario bajo el nombre de Centro (Instituto) de Estudios de Historia de la Medicina y fue adscrito a la Facultad. Sin embargo, tras la muerte de su director el profesor Andrés Soriano Lleras en 1974, el Centro tuvo un cierre temporal y fue reabierto en 1995 por el doctor Emilio Quevedo con el aval de las directivas del momento. Desde su reapertura, ha desarrollado una intensa agenda de formación, investigación y divulgación de la historia de la medicina y ha trabajado con ahínco por darle vida al Museo de Historia de la Medicina.

El libro Facultad de Medicina: su historia ha sido concebido como una obra en dos volúmenes. El primero ofrece un relato histórico segmentado en periodos específicos según el contexto analizado por los historiadores. El segundo, que se publicará en 2018, concede la palabra a los protagonistas de esta historia. No se trata, como ninguna otra historia, de un relato terminado. Se trata del primer intento de estructurar la historia de la Facultad y sus determinantes, se trata del comienzo de una historia por contar.

Debo reconocer que solo por la feliz coincidencia de desempeñar el cargo de decano de la Facultad de Medicina, he recibido el inmenso honor de escribir el prólogo de esta obra en el marco del sesquicentenario de nuestra Facultad y nuestra Universidad. Son muchas las personas a quienes debo expresar mi gratitud por haber llevado a buen término este proyecto. En primer lugar, a los profesores de Salud Pública y del Centro de Historia de la Medicina Juan Carlos Eslava Castañeda, médico y sociólogo, y Mario Esteban Hernández Álvarez, médico, magíster en Bioética y doctor en Historia. A los demás miembros del equipo de investigación William Manuel Vega Vargas, médico, magíster y candidato a doctor en Historia; Miguel Ángel Ruiz Cardozo, estudiante de doble titulación en Medicina y en Biología vinculado al proyecto como estudiante auxiliar, y Andrés Gómez Yepes, estudiante de Historia también vinculado como estudiante auxiliar.

Por último, debo agradecer a los miembros del Comité Editorial de la Facultad de Medicina y a cada uno de los autores y autoras de los capítulos que conformarán el segundo volumen de esta obra. Todos ellos aceptaron el enorme reto con generosidad y cumplieron su compromiso de condensar, por primera vez, la historia de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, una compleja tarea que requirió un gran esfuerzo sobreimpuesto a sus labores misionales normales. Por esto, muchas gracias en nombre de la Facultad, esta obra también forma parte de su historia y constituye una invitación a seguir haciendo de la reflexión histórica una herramienta importante para construir el futuro.

La Facultad de Medicina y la Universidad Nacional de Colombia seguirán comprometidas, como lo han estado durante 150 años, con la excelencia académica, la educación superior sin distingos, el compromiso social y la voluntad de contribuir a la construcción de nación. La historia que esta obra reconstruye me hace sentir orgulloso y satisfecho por tener el honor de pertenecer a una Facultad comprometida siempre con la formación, la investigación, la innovación, el servicio y el bienestar de los colombianos.

ARIEL IVÁN RUIZ PARRA

Decano

Facultad de Medicina

Universidad Nacional de Colombia

Bogotá, 2017

Introducción

Este año, al tiempo con su alma máter, la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia celebra su sesquicentenario, un siglo y medio de luchas y avatares que han forjado toda una tradición. Creada en la segunda mitad del siglo XIX en medio del radicalismo liberal y bajo la tutela de los pioneros de la medicina moderna en Colombia, la Facultad de Medicina ha dejado una huella indeleble en el país como referente de formación profesional, como centro de excelencia académica y como espacio de pensamiento crítico en temas de la salud. Hoy por hoy, en medio de importantes limitaciones y una implacable competencia, mantiene la reputación de ser una de las mejores escuelas médicas en Colombia.

Su trayectoria no ha sido fácil, pues ha estado sometida a las exigencias de una sociedad colombiana que ha vivido más tiempo en guerra que en paz desde su formación como república. En respuesta a tales demandas, la Facultad de Medicina ha forjado una historia notable que, cabe resaltarlo, ha estado íntimamente ligada al devenir de sus hospitales adjuntos: el Hospital San Juan de Dios (HSJD), el Instituto Materno Infantil (IMI) y el Hospital de la Misericordia (HM).

Aunque existe el antecedente de la escuela médica de la Universidad Central de Bogotá creada en 1826, la Facultad de Medicina nació oficialmente en 1867 como parte del proyecto federalista de los Estados Unidos de Colombia. Esto se debió al esfuerzo entusiasta de un grupo de médicos deseosos de incorporar en el país los desarrollos de una práctica médica remozada con los avances europeos y organizada alrededor del saber anatomoclínico, tal como ocurrió en la escuela francesa.

La Facultad se desarrolló en medio de las disputas políticas que originaron la construcción de un Estado centralista con la Constitución de 1886. En este periodo, pudo introducir con cierta vehemencia los preceptos higienistas de la era bacteriológica que motivaron al cuerpo médico a explorar el mundo microscópico y emprender la llamada cacería de microbios. Al comenzar el siglo XX, el fin de la Guerra de los Mil Días y la expansión de la incipiente economía cafetera permitieron el desarrollo de la medicina tropical en la Facultad de Medicina e incentivaron a algunos de sus profesores a descubrir los intricados secretos de las enfermedades transmitidas por vectores y las enfermedades parasitarias.

Con el traslado del antiguo HSJD en 1926 a sus nuevas instalaciones en terrenos de La Hortúa —lugar donde permanece y anhela su rescate— se estrechó el vínculo entre el Hospital y la Facultad de Medicina. En esta edificación de estilo francés, con amplios espacios y jardines, se renovó el interés académico-científico que, desde la creación de la Facultad, rigió los predios del HSJD. Así mismo ocurrió con la ampliación del HM por la misma época. Durante este periodo entre guerras mundiales, el país comenzaba a centrar su atención en el Coloso del Norte, lo cual también impactó el desarrollo y la enseñanza de la medicina.

A mediados del siglo XX, la Facultad de Medicina sufrió una fuerte transformación como efecto del proyecto modernizador impulsado en América Latina por el programa Alianza para el Progreso. Este contexto creó las condiciones para el desarrollo de las especializaciones médicas y los avances científico-técnicos que dieron lugar a las reconocidas hazañas quirúrgicas de los años 60, cuya repercusión cruzó las fronteras nacionales y brindó gran reconocimiento al equipo quirúrgico del HSJD. A finales de los años 70, este reconocimiento se extendió al equipo de cuidado neonatal del IMI por desarrollar el Programa Madre Canguro, mucho más valorado en el ámbito internacional que en el nacional. En este punto, inició un nuevo periodo de violencia en el país que planteó exigencias complejas a la medicina colombiana y dificultó su ejercicio en todo el territorio nacional.

Estos cambios favorecieron una mayor apertura de la Facultad de Medicina hacia las especializaciones y otras profesiones del área de la salud. Desde entonces, la Facultad no solo acogió al programa de Medicina, sino también a las carreras de Nutrición, Terapia Física (hoy Fisioterapia), Terapia Ocupacional y Terapia del Lenguaje (hoy Fonoaudiología). Aunque al comienzo estas Terapias estuvieron adscritas al Departamento de Medicina Física y Rehabilitación, con el tiempo lograron mayor autonomía como campos profesionales y formaron sus propios departamentos.

En la segunda mitad del siglo XX, en medio de una convulsionada y violenta realidad colombiana, la Facultad de Medicina logró impulsar desarrollos investigativos que adquirieron gran reconocimiento mundial, sobre todo en el campo de la inmunología y la genética. A finales de los años 80, el Instituto de Inmunología del HSJD se convirtió en el epicentro científico de la Facultad de Medicina y en el símbolo del desarrollo científico local.

A finales de los años 90 y comienzos del nuevo siglo, en el marco de una crisis económica, la Facultad sufrió el cierre del HSJD ocasionado por el sistema de aseguramiento en salud de la Ley 100 de 1993. La sociedad colombiana y las élites políticas no han comprendido el valor patrimonial de esta institución en la medicina colombiana. Durante los últimos treinta años, la voluntad política ha estado orientada hacia la competencia de mercado confiando en ella como distribuidora idónea de beneficios de mejor calidad a menor precio. El Estado ha asumido un rol regulador, promotor de la riqueza y subsidiario de los pobres que demuestren su condición solo con el fin de incorporarlos al mercado en el que tanto confía.

A pesar de la crisis, la Facultad logró sostener todas sus actividades académicas y se dio a la tarea de propiciar el crecimiento de áreas poco desarrolladas como la comunicación humana, la salud pública y algunas ciencias básicas. Hoy en día, la Facultad de Medicina es una institución vigorosa y compleja que ofrece 5 carreras profesionales, más de 30 especialidades médico-quirúrgicas, 2 especializaciones, 15 maestrías y 3 programas de doctorado. Además, cuenta con 3 institutos y 5 centros de investigación especializada en los campos de toxicología, medicina de urgencias, telemedicina, medicina tropical e historia de la medicina. En la Facultad laboran más de 300 profesores y un número considerable de personal administrativo para atender a más de 3 000 estudiantes.

Por supuesto, no todo en esta historia han sido éxitos, también ha habido fracasos y mucha polémica en un proceso de recreación permanente que ha mantenido a la institución alerta y siempre dispuesta al cambio. El origen liberal de la Universidad Nacional de Colombia manifestaba un expreso intento del país por participar en la dinámica del capitalismo mundial con profesionales formados bajo la impronta de una educación laica y estatal. Sin embargo, en momentos coyunturales, el país volvió a delegar la educación a la Iglesia Católica y, en el siglo XX, a las iniciativas privadas. De esta manera, el sistema educativo superior se ha visto signado, desde hace ya varios años, por una educación privada más confesional que civilista y más orientada al sostenimiento y crecimiento de las empresas educativas que a las necesidades nacionales. De ahí que el papel de la Universidad Nacional se haya transformado y su futuro parezca incierto, más aún con la decisión de trasladar los recursos públicos hacia el sector privado a través del subsidio a la demanda.

Una perspectiva a largo plazo obliga a pensar en el futuro y a valorar mejor el pasado. La Facultad debe reconstruir su liderazgo, asumir su rol como la «Facultad Nacional de Medicina» —según se le llamaba hasta hace poco— y reconocer su obligación de construir una sociedad democrática, sana, educada y justa, esto es, una sociedad en paz. Aunque el devenir de la Facultad ha estado en boca de todos, hasta ahora su historia solo ha sido contada en fragmentos heterogéneos. Por ello, y como parte de la celebración de su sesquicentenario, el Centro de Historia de la Medicina ha hecho un esfuerzo por organizar un relato coherente acerca de la historia de la Facultad. En dicho recuento, el lector podrá apreciar una tensión permanente entre la importancia de la medicina y las ciencias de la salud en la construcción de la nación y la precariedad de los recursos asignados por el Estado colombiano, siempre en deuda con la educación y la sanidad públicas.

Debe reconocerse que este esfuerzo por comprender la historia de la Facultad ha sido parcial y elaborado en muy corto tiempo. Sin embargo, puede contribuir a estimular la investigación histórica, incentivar la reflexión colectiva en torno al sentido y la proyección de la Facultad y, así, conformar todo un programa de investigación. Se espera que esta obra constituya una fuente de consulta valiosa y una estrategia para fortalecer el papel de la Facultad de Medicina en la construcción de un país autónomo, diverso y en paz de cara a un mundo complejo, colmado de injusticias y abierto a nuevos retos.

CAPÍTULO 1

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La enseñanza médica y los procesos previos a la creación de la Facultad de Medicina

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Antonio Vargas Reyes

Tomada de la página web de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia, sección Historia.

Entre 1867 y 1868 tomó forma una de las instituciones más importantes en la vida científica y educativa del país: la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia. Bajo el mandato de gobiernos liberales y como parte del esfuerzo colectivo por dotar a la sociedad de un orden republicano, la Universidad abrió sus puertas a estudiantes de todas las regiones para convertirlos en actores de la historia nacional.

Si se consulta la producción institucional del periodo del radicalismo liberal (Rodríguez, Vargas y Vega, 2013), la creación de la Universidad parece la apertura de una institución más entre otras tantas que vieron la luz durante esos años pero que luego desaparecieron en el transcurso de los siglos XIX y XX. Sin embargo, la Universidad no solo perdura hasta hoy, sino que aún constituye, como en aquel tiempo, un soporte fundamental en la construcción del Estado nación colombiano.

Uno de los pilares de la Universidad fue la Escuela de Medicina. En medio de las inestabilidades republicanas y las indecisiones sobre el mejor modelo político-económico, la Escuela sedimentó el complejo proceso de profesionalización de la medicina colombiana y funcionó como espacio de formación de nuevos galenos, epicentro de importantes desarrollos científicos y cuna de otras escuelas y profesiones que durante los últimos dos siglos han contribuido a la lucha por la salud de todos los colombianos.

Durante el siglo XX, el esfuerzo por sostener la educación médica, los distintos formatos de la universidad estatal, la escuela privada, el papel de los médicos y los retos y limitaciones de la formación en salud han estado vinculados a procesos políticos, sociales y económicos propios de una sociedad en construcción que abandonó su pasado colonial y saltó al abismo incierto de la modernidad política. Este proceso se dio bajo una tensión permanente por desarrollar una medicina ajustada al proyecto nacional en el marco de un Estado sujeto a precariedades, ambivalencias y configuraciones sociopolíticas que sacrificaron la educación pública en aras de favorecer otros intereses económicos e ideológicos.

LOS SOPORTES INICIALES

La historia de la Facultad tiene sus raíces antes de su fundación oficial y se remonta al final del periodo colonial, cuando el empeño de hombres como José Celestino Mutis y José Francisco Isla se tradujo en la creación de los primeros planes de formación médica en el Colegio del Rosario. Estas iniciativas, junto con la Expedición Botánica y el intento de Francisco Antonio Moreno y Escandón por crear una universidad pública (Quevedo et al., 2008), manifestaron ideas científicas avanzadas y contribuyeron en gran manera a la medicina posterior influenciada por el romanticismo y la tradición francesa.

Igual de importantes en la constitución de la Facultad fueron los aportes de médicos independentistas como José Joaquín García, Joaquín Camacho y Manuel María Quijano (Ibáñez, 1968), quienes no solo ejercieron sus conocimientos en salud sino que participaron en la confrontación política y armada por la Independencia. En su historia de las guerras y la medicina en Colombia, Sotomayor (1997) ofrece un cuadro interesante de la participación médica en acontecimientos como la firma del Acta de Independencia en 1810 por parte del médico capitalino Juan María Pardo y los aportes a la causa insurgente de los doctores Benito Osorio en 1811, José Félix Merizalde en 1812 y Alejandro Macaulay, médico norteamericano decisivo en las batallas del sur de 18121 (Sotomayor, 1997).

Por su parte, en el bando realista resaltan figuras como el médico Vicente Gil Tejada, opositor de la Independencia, Jaime Serra, destinado a la atención de seis unidades españolas asentadas en Santa Fe, y José María Unda, médico de las tropas realistas en Sogamoso durante 1818 (Sotomayor, 1997). Una función similar cumplieron los galenos Manuel Lozano, Juan Nieto Samaniego, Manuel de Jesús Arocha, Lorenzo Bendini, Juan Colmillo, Juan José García, Antonio Gómez, Manuel Machado y Francisco Valecillo, quienes fueron protagonistas en el sitio de Cartagena durante la cruenta reconquista iniciada por Pablo Morillo en 1815 (Sotomayor, 1997).

Es preciso comprender esta transición del antiguo régimen a la modernidad política como parte de un ciclo de revoluciones transatlánticas con asiento en numerosos territorios. Con base en las ideas de la Ilustración, las nuevas realidades industriales, el desgaste de los órdenes monárquico-feudales y las nuevas configuraciones sociales, estas revoluciones prometieron a los hombres un porvenir de progreso, libertad, igualdad y fraternidad labrado únicamente por la voluntad, la razón y la fuerza humanas. Si bien en Colombia tal transición abarcó un largo periodo entre mediados del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, solo en 1810 y 1819 tuvieron lugar las mayores tensiones de una transformación que implicó, al mismo tiempo, la destrucción violenta del antiguo régimen y la construcción de un orden moderno.

La Independencia no se puede reducir a una simple guerra o declaración, es más bien un proceso signado por el conflicto con los españoles, por las disputas entre criollos sobre la concepción de orden que debía implementarse, por la mutación cultural de los referentes que organizaban el mundo colonial (Guerra, 1992) y por la necesidad de modificar la configuración histórica del poder y la representación política que provenía de los ordenamientos del antiguo régimen.

En esa cuádruple tensión se arraigó el sentido moderno de la libertad y el rechazo al dominio español en algunos sectores de la población. La lucha fraguó un espacio de sociabilidades donde la desazón del pasado se encontró con el anhelo y la esperanza del futuro (Thibaud, 2003). Sin embargo, ni las claves del antiguo régimen pudieron ser erradicadas por completo de la sociedad ni la creatividad conjuró con acierto todos los problemas que implicaba formar una comunidad política moderna llena de tensiones y luchas por definir el mejor formato para su nueva vida.

Justo en medio de este proceso, surgió en 1812 —al inicio de la mal denominada Patria Boba— la iniciativa del doctor José Félix Merizalde de crear una cátedra de Medicina en el Colegio de San Bartolomé, la cual, junto a la cátedra del Colegio del Rosario en cabeza de Benito Osorio, constituiría uno de los primeros espacios para la formación de médicos durante estos años. No obstante, la guerra y los trastornos vinculados a la reconquista interfirieron con el desarrollo de estas cátedras, las cuales serían retomadas a partir de 1819, tras la victoria de la campaña libertadora en la Batalla de Boyacá (Ibáñez, 1968).

Las epidemias de coqueluche y viruela desencadenadas en 1814 y 1815, respectivamente, modularon el curso de los acontecimientos bélicos y políticos del momento. Las huestes españolas exigieron la asistencia en los hospitales existentes de médicos como José Joaquín García, José Félix Merizalde, José C. Zapata, Santos González, Pedro Lasso de la Vega y Benito Osorio. Con seguridad, algunos lo hicieron en contra de su voluntad.

Tras ser controlada la epidemia de viruela, Manuel María Quijano fue nombrado director del Hospital San Juan de Dios y se dispuso la confiscación de las rentas del Colegio Mayor del Rosario, cuyo edificio se emplearía como prisión para la causa de Morillo y Fernando VII. Los buenos oficios del rector Domingo Burgos ante Juan de Sámano permitieron que en 1818 el Colegio volviera a su propósito original (Ibáñez, 1968).

Entre 1815 y 1819, la campaña libertadora y la contraofensiva española marcaron el ritmo con que la medicina se institucionalizaba y su vínculo con las ideas políticas de ese periodo. Como lo ilustró Ibáñez (1968), la conformación por orden de Sámano de una primera Academia de Medicina en 1817 para que los médicos de la capital conferenciaran resulta un producto paradójico de la guerra. En este hito se expresa el avance de la medicina profesional bajo la represión militar y, al mismo tiempo, el rechazo de algunos médicos independentistas a la misma. La oposición entre realistas e independentistas al interior del gremio médico era evidente.

A la Batalla de Boyacá, en donde el médico Juan Gualberto Gutiérrez prestó sus servicios a los independentistas (Sotomayor, 1997), siguieron otros combates como el del Pantano de Vargas. Asimismo, surgieron imperiosas tareas en el campo de la formación médica. En Bogotá, por ejemplo, varios galenos intentaron sostener sus cátedras privadas mientras se establecían las normas pertinentes para otorgar títulos.

Mientras la confrontación bélica entre españoles e insurgentes continuaba, los procesos de independencia se multiplicaban en el continente y la revolución liberal en España crecía. En la década de 1820, la nueva nación se enfrentó a una epidemia de sarampión y a los estragos físicos, morales y sociales que dejaban la sífilis (Vega, 2013) y el coto en ciudades como Bogotá (Lozano, 1983). A estos males se sumaron los grandes retos que planteaba la unión de un territorio tan diverso, la amenaza aún palpable de los peninsulares y la creación de un mercado interno y una fiscalidad para asegurar el sostenimiento del nuevo Estado.