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Víctor Amela

Los Inspiradores de Amela

Sabiduría esencial de todos los tiempos

 

Para Marta

Índice

Introducción, Víctor Amela

Prólogo, Juan Ramón Lucas

Los Inspiradores

Homero

Arquíloco

Buda

Lao Tse

Pitágoras

Heráclito

Pericles

Diógenes

Friné

Epicuro

Asoka

Horacio

Ovidio

Jesucristo

Séneca

Petronio

Plinio el Joven

Epicteto

Marco Aurelio

Omar Jayam

Ibn Arabí

Ramon Llull

Pere Mauri

Giovanni Boccaccio

Ibn Battuta

Tomás Moro

Michel de Montaigne

William Shakespeare

Blaise Pascal

François de la Rochefoucauld

Isaac Newton

Voltaire

Samuel Johnson

Denis Diderot

Immanuel Kant

Jane Austen

Thomas Jefferson

Goethe

Stendhal

Arthur Schopenhauer

George Borrow

Emily Dickinson

Herman Melville

Robert Louis Stevenson

Oscar Wilde

Friedrich Nietzsche

Paul Gauguin

Jules Verne

Lev Tolstói

Mark Twain

Federico García Lorca

Gilbraith Keith Chesterton

Amelia Earhart

Antoine de Saint-Exupéry

Henry Ford

Alain

Frida Kahlo

Concha Espina

Giovanni Papini

Carl Gustav Jung

Aldous Huxley

Albert Schweitzer

Martin Luther King

Coco Chanel

Clara Campoamor

Margaret Mead

Josep Pla

Luis Buñuel

Arthur Koestler

Robert Graves

Jorge Luis Borges

Simone de Beauvoir

Salvador Dalí

Isaac Asimov

Emil Cioran

Carl Sagan

Viktor Frankl

Gloria Fuertes

Elisabeth Kübler-Ross

Alexánder Solzhenitsin

Pepín Bello

Rita Levi-Montalcini

Imre Kertész

John Berger

Tzvetan Todorov

Salvador Pániker

Neus Català

Alejandro Jodorowsky

Francesco Alberoni

Gianni Vattimo

Boris Cyrulnik

John Maxwell Coetzee

Shirin Ebadi

Stephen King

André Comte-Sponville

Doris Dörrie

Waris Dirie

Sheryl Sandberg

Alexandre Jollien

Apéndice

Índice alfabético

Agradecimientos

Sobre el autor

Sobre el libro

Introducción

He navegado océanos de tiempo y espacio en la estela de 99 seres humanos que vivieron y soñaron. He cabalgado las estepas del ensueño y las praderas de la imaginación tras la huella de los que rozaron alguna sabiduría. Así he conocido a poetas del arrobo y artistas errantes, filósofos de diversos fuegos y magos del pensamiento, hechiceros de las ideas y vagabundos de todas las esferas.

El viaje ha incurrido en espejismos y encantamientos, no me ha descabalgado transitar de la duda ondulante a la certeza marmórea, de la perplejidad al asombro, del éxtasis al desencanto, de la ternura al espanto. Todo ha estado bien, pues no hay más atrayente destino que el propio viaje.

Y hoy regreso de un periplo de más de dos milenios por los prados de la poesía y la filosofía, de la estética y la ética, de la fábula y la historia. Desembarco con una gavilla de inspiraciones recogidas en floridos camposantos que acogen a los que vivieron atentos y murieron creyendo conocer algo del alma humana, algo del Alma del Mundo. Desde el inspirador de muerte más remota al coetáneo de más reciente nacimiento, por este orden los presento aquí. Muchos nos bendicen desde el Otro Lado, algunos siguen entre nosotros, espoleándonos. Gratitud hacia todos, pues todos me inspiraron aunque sólo fuese durante un solo minuto de un solo día ya olvidado.

Y ahora, lector curioso, comparte conmigo estas inspiraciones. No descarto que alguna te salve la vida.

Quizá eso suceda dentro de un momento.

Ahora mismo.

Lee.

Víctor-M. Amela

1 de marzo del 2018

Prólogo

Víctor Amela es un mago, ¡pero no le confundáis con Juan Tamariz! Aunque los dos guardan algún parecido, Amela se perfuma con cierto elegante toque catalán casi imperceptible pero inconfundi-ble, y habla un poco más quedo. Los dos comparten, eso sí, habilidad y pasión.

La magia de Víctor consiste en el empleo de la palabra justa y la descripción precisa. Eso le hace brillante periodista y magnífico escritor: maneja la síntesis con habilidad de escultor en sus leidísimas entrevistas, y en sus aplaudidos libros se nos desnuda con una prosa que sabe desplegar historias con la sabiduría del literato.

Y luego se nos viene a la radio. ¡La radio! Aquí la magia de Víctor aporta contenidos singulares y propios a un medio para mí tan precioso e imprescindible: Víctor nos desvela y relata sus íntimas fuentes de inspiración, y consigue de viva voz –lo que resulta de una solvencia poco común– que las suyas se conviertan para siempre en nuestras propias inspiraciones.

Aquí tenéis una muestra con estas inspiraciones de Víctor, algunas compartidas con los oyentes de su sección #LosInspiradoresdeAmela en Más de Uno, mi programa en Onda Cero, y otras emergidas a la luz en estas páginas.

Ya me dirás, atento lector –o a ti mismo o a tu familia–, si desde aquí estas reflexiones, sentencias y máximas se convierten en inspiradoras también para ti.

¡Yo apuesto a que sí!

Juan Ramón Lucas

Codirector y presentador de Más de Uno, Onda Cero

Los Inspiradores

Homero

Unos creen que Homero no existió, otros que fue un vate ciego de la Jonia del siglo VIII a.C., en los días en que se fijaron en griego arcaico unas rimas que se recitaban en el mar Egeo desde el siglo XIII a.C. Son versos épicos y bellos que conforman dos relatos: la Ilíada (cuenta la guerra contra Troya –Ílion–) y la Odisea (cuenta el retorno a su isla del rey Ulises –Odiseo–). Sobre estos versos se funda la literatura occidental. La hondura alada de Oscar Wilde dice que “La antigüedad ha imaginado ciego a Homero”: una humorada ante versos tan visuales, cuajados de albas de rosados dedos y de mares vinosos.

Homero recorre en la Ilíada el duelo de Aquiles tras la lacerante pérdida de su amado Patroclo: atraviesa la furia vengativa para elevarse hasta la humanidad plena. Todo empieza con un Aquiles ofendido porque su rey Agamenón le ha arrebatado a una esclava: Aquiles se niega a combatir y Patroclo lo hace por él. Patroclo pierde la vida a manos del troyano Héctor. Le lloran: las mujeres “Fingen llorar por Patroclo, pero lloran por su propia suerte” (Homero es aquí protofeminista: deplora la triste condición de la mujer). Aquiles, furioso, mata y mata y mata... Mata a Héctor y le inflige el mayor castigo: no enterrar su cuerpo. El padre de Héctor, el rey Príamo, se desespera. Esa noche, Aquiles sueña con Patroclo, que le reprocha: “¡Duermes y me olvidas!”. Homero nos enseña a no olvidar, a integrar: Aquiles despide al amigo con bellos funerales, juegos, regalos. Y aquí debería culminar el duelo. Pero entonces... sobreviene una escena en la que nace el humanismo occidental. Un perplejo Aquiles ¡ve al rey Príamo entrar en su tienda para pedirle el cadáver de su hijo Héctor! ¡Príamo, su mayor enemigo, jugándose la piel! Aquiles ve en Príamo a su propio padre, y Príamo ve en Aquiles a su propio hijo. ¡Se ven el uno al otro como un padre y un hijo! ¡Juntan sus manos! Son dos hombres emocionados, ahora. Ven su humanidad profunda. Aquiles reconoce su dolor en el dolor del Otro, comprende que cada pérdida lo es de la Humanidad toda: devuelve el cadáver del hijo al padre, y ya dormirá sin pesadillas, en paz. Homero detesta la guerra y honra al guerrero. Homero es la humanidad despierta.

INSPIRACIONES:

• Glauco, a punto de pelear con Diomedes, le habla de su linaje, así: “Los hombres somos cual hojas, el viento las esparce por la tierra y la floresta hará germinar otras. Las primaveras se suceden... y así nacen y se extinguen las generaciones de los hombres”. Más allá de cada hojita, importa la vida fluyente que trasciende a cada hoja. ¡Eso celebra Homero! Ve, tras la mortalidad de cada hombre, la inmortalidad de lo humano. Por eso Ulises rechaza la propuesta de la ninfa Calipso de ser inmortal: ¡Ulises elige ser un hombre, no un dios! Vemos en la ‘Ilíada’ a los hombres negociar con los dioses y engañarles: ¡eso es Occidente! Oriente es fatalista, pero tú y yo... apostamos por construir un destino propio: ¡Homero nos lo enseñó!

Arquíloco

Fue soldado y fue poeta. Vivió en el siglo VII a.C. en las islas del mar Egeo, y es con Homero el fundador de la poesía griega. Pero antiépica, en su caso. Nació en la isla de Paros en un tiempo en que la guerra era una obligación moral, y ser soldado una virtud social. Y empuñó Arquíloco su lanza y cargó su escudo, en defensa de su isla natal. Pero entre guerra y guerra, las musas le visitaban: gozó de la inspiración y el talento para versificar sus vivencias, pensamientos y emociones. Algunos versos suyos nos han llegado:

“Soy un servidor del soberano Enialio / conocedor del amable don de las musas. / De mi lanza depende el pan que como, de mi lanza / el vino de Ismaro. Apoyado en mi lanza, bebo”.

Arquíloco era soldado, pero también sensible y hedonista. Y lo milagroso es que sus versos, 2.700 años después de ser escritos, nos lleguen al corazón y nos hablen: descubrimos un espíritu libre, un espíritu capaz de escepticismo ante la guerra, ¡en aquella época! Ahora es muy fácil, pero entonces... Arquíloco se atrevió a militar por la vida, a exponer las miserias de la guerra. Hoy diríamos que era un antibelicista, antimilitarista, pacifista. En estos versos explica que ha perdido su escudo tras una refriega con un soldado sayo (otro pueblo):

“Algún sayo alardea con mi escudo, arma sin tacha, / que tras un matorral abandoné, muy a pesar mío. / Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa el dichoso escudo? / ¡Al diantre con él! Ya conseguiré otro y quizá mejor”.

Versos aberrantes para los espartanos, tanto que prohibieron los poemas de Arquíloco por impíos y disolventes, por apología de la cobardía y la deserción. Soy muy de Arquíloco, lúcido, libre, cáustico, libertino y más partidario de vivir que de una trinchera. Fue pionero en versificar sus vivencias: enamorado de la bella Neóbula, soñaba casarse con ella, pero ella casó con otro bajo presión paterna. Arquíloco les despellejó con versos tan hirientes que padre e hijas prefirieron suicidarse a seguir soportando tamaño chorreo.

INSPIRACIONES:

Su individualismo liberador, su ardor vitalista y desidealización de la guerra, la riqueza, las apariencias y el poder son inspiradores. Y transcribo un poema suyo que anticipa en veintisiete siglos el muy celebrado ‘If’ de Kipling.

• “Nada me excita todo el oro de Giges, jamás me asaltó la envidia, no deseo el poder de los dioses ni la arrogancia del poder. ¡Qué lejos está todo eso de mi interés!”

• “No me gusta un general de alta estatura, bien plantado de piernas, orgulloso de sus rizos, con la barba bien recortada: ¡dadme uno pequeñito y patizambo, pero firme y lleno de corazón!”

• “Oh, corazón por inevitables penas agitado: / ¡álzate! Enfrenta a los enemigos oponiéndoles / el pecho, y en las emboscadas traidoras resiste / con firmeza. Y ni, al vencer, demasiado te ufanes, / ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa. / En las alegrías ¡alégrate! y en los pesares ¡gime! / lo justo. Y acoge los vaivenes del devenir humano”

Buda

Dedicado al Dalai Lama, que es su reencarnación

A los veinte años leí una novelita de Hermann Hesse por la que supe que en el siglo V a.C. vivía en el norte de India el príncipe Sidarta. Su padre, para que no sufra, le cría en jaula de oro, aislado entre almohadones y jardines en un palacio en las faldas del Himalaya. Un día Sidarta sale y tiene cuatro encuentros: un viejo, un enfermo, un cadáver y un asceta. O sea, que envejecemos, enfermamos, morimos: ¡sufrimos! No lo sabía. ¿Cómo vencer el sufrimiento? Lo deja todo y emula al asceta: se va por ahí a vivir sin nada. Renuncia a reinos que le ofrecen. Medita, practica el yoga. Le requieren como maestro, pero no se siente digno y extrema su mortificación: deja de comer. Casi muere, pero acepta el bol de leche y miel de una bella joven, y entiende: ni la vida muelle ni la vida perra son la vía buena. Sentado bajo una higuera, medita durante días, y despierta: ya es Buda (despierto, iluminado), ya comprende el Todo, trascendidas las dualidades (apego-rechazo, vida-muerte), el tiempo y el espacio y la máscara de la personalidad: su psique pacificada ni juzga ni odia, no hay avidez ni ignorancia. ¡No sufre! Y predica su hallazgo. Conmina a sus discípulos a no seguir a un líder, y muere.

Este saber budista, custodiado por monjes tibetanos, atraviesa veinticinco siglos y se universaliza gracias –paradoja sagrada– a la invasión de Tíbet y destrucción de los monasterios por el ejército chino, en 1950: de allí huye Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, con 15 añitos, 14.ª reencarnación de Buda en la Tierra. La sonrisa del Dalai Lama admira al mundo, que en 1989 le galardona con el Nobel de la Paz. Es un santo y un sabio: siempre ríe, cuenta chistes, renuncia a su poder temporal, no se envanece, predica sólo la compasión, es sencillo y juicioso.

En el año 2007 estuvo en Barcelona, y durante esos días sentí que me invadía una oleada de beatífica paz compasiva: al Dalai Lama se lo atribuyo. Al final de la Rambla, unos monjes compusieron esos días un mandala gigante con arena de colores, que deshicieron al irse el Dalai Lama. La reencarnación del Buda partió, pero un efluvio de omnicomprensión budista permaneció.

INSPIRACIONES:

• Buda enseña que “Eres lo que piensas”. Dominar tu mente, pues, es la prioridad: que tu mente no se apegue a nada por mucho que tengas, que tu corazón se abra a todo por poco que tengas. Emanará de tu centro la paz que quieres para el mundo. ¡Mejórate, dice la primera frase! Y no te apegues al dolor, la segunda. La tercera es la tercera. La cuarta retorna a la primera. La quinta es digna del mejor filósofo estoico. Y la sexta recuerda que la expresión más alta de la inteligencia se llama... bondad.

• “Mejor usar pantuflas que alfombrar el mundo”

• “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”

• “Todo lugar es aquí, todo momento es ahora”

• “Lo que hiciste: eso eres. Lo que haces: eso serás”

• “Más rico es quien menos desea, no quien más tiene”

• “Que la bondad sea la norma, no la excepción”

Lao Tse

Poco o nada sabemos de la existencia de este sabio chino que pudo vivir hacia el siglo IV a.C. Le atribuimos la autoría del Tao Te King, texto filosófico sobre el que se fundamenta el taoísmo, una visión del mundo y una pauta de conducta, y también una estética y desde luego una ética, más que una religión en el sentido convencional. La única certeza es la existencia de este hermoso manual aforístico y poético que hoy tendríamos por ecologista, vista la veneración que despliegan sus lineas ante los flujos de la naturaleza. Dice una leyenda que la gestación de Lao Tse demandó nada menos que 81 años y que nació con el pelo ya canoso, el rostro recubierto de arrugas y unas enormes orejas. También se ha dicho que pudo trabajar como archivista en la Biblioteca Imperial de la corte de la dinastía Zhou. Lao Tse, según otro relato tradicional, renunció a su cargo burocrático y viajó hacia el oeste de China a lomos de un búfalo de agua. Un día se cruzó con una persona que le insistió en que permaneciera en su casa, con el fin de recoger sus enseñanzas y plasmarlas en unas hojas de bambú. Lao Tse se quedó, y de ahí nacería el Tao Te King, título que puede traducirse como “camino del medio”, siendo tao o dao el camino.

Más tarde, esa filosofía se transformó en una mística contemplativa asentada en la inacción y en la identificación mediante el éxtasis con el incesante flujo de la energía absoluta e impersonal cósmica: he ahí el Tao, el camino central. Una vez culminada la escritura del texto, Lao Tse reanudó su camino hacia el oeste, adentrándose en el país de los bárbaros, donde su rastro se perdió para siempre. Su obra sostiene que el recurso a la violencia evidencia siempre un fracaso. Y que todo es mutación, puesto que lo único inmutable es el cambio. Esto se expresa simbólicamente con el dibujo del círculo blanquinegro del yin y el yang, cuyas curvas y puntos ilustran la interdependencia y el dialéctico dinamismo de la naturaleza.

INSPIRACIONES:

• Las enseñanzas que el sabio Lao Tse compendia en el Tao Te King rezuman compasión, empatía, elegancia. La primera es una lección de humildad y una denuncia del parloteo del pedante, de todo charlatanismo. La segunda inspira a los actuales movimientos humanitarios y solidarios en su combate contra la pobreza. La tercera es un manual para el buen gobierno. La cuarta te recuerda que te hagas cargo de ti mismo. La quinta expone el dilema entre dos opuestas opciones: la sinceridad descortés y la cortesía hipócrita. Y la sexta confirma que, al fin y al cabo, somos todos iguales.

• “El que sabe no habla, el que habla no sabe”

• “Si das pescado a un hombre hambriento, le nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, le nutrirás toda la vida”

“Gobierna mejor quien gobierna menos”

• “El que domina a los otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso”

• “Las palabras elegantes no son sinceras; las sinceras no son elegantes”

• “Diferentes en vida, todos los hombres son semejantes en la muerte”

Pitágoras

Fue el hombre más sabio de su tiempo, y quizá de la historia. Vivió en el Mediterráneo del siglo VI a.C. y es uno de los principales maestros de la humanidad en lo científico y en lo moral. Sediento de conocimiento, viajó a Jonia (aprendió de Anaximandro y Tales de Mileto), Egipto (los mejores geómetras), Creta (ritos mistéricos) y Mesopotamia (magos caldeos y matemáticos babilonios), y fusionó todo el saber del momento: fue geómetra y matemático, aritmético y físico, astrónomo y astrólogo, agrimensor y arquitecto, diseñador de jardines, filósofo y místico, y formuló el teorema que lleva su nombre. Pitágoras fundó en Crotona (en la suela de la itálica bota) una hermandad que atrajo a espíritus curiosos de toda condición, incluso a gobernantes de las colonias de la Magna Grecia (sur de Italia y Sicilia), la América de los griegos antiguos. Aunque el pitagorismo sería barrido en lo político, su filosofía dejará huella en el platonismo y –durante el imperio romano– en el cristianismo. Pitágoras fue también un carismático predicador y sanador, con músicas y salmos.

¿Qué sostenía Pitágoras? Que podemos conocer las leyes del cosmos mediante la matemática (“No entres aquí sin saber geometría”, rezaba el frontispicio de su cónclave), pero no todos estamos preparados para conocer: el secretismo era norma. Entrelazó su saber científico con el espiritual: creía que porciones de divinidad –almas– están presas en los cuerpos, y liberadas por la muerte se reintegran... o se reencarnan en animales. ¡Nada de comer carne, pues! Ni vestir pieles: el primer vegano, Pitágoras. Ni habas: en cada haba (¿no parece un feto?) dormita un alma humana en espera de reencarnarse. Un buen pitagórico observaba esta dieta y una vida recta y austera, de autodominio mental, emocional y corporal, introspectiva y no violenta, ejercitada en la matemática, la geometría y la música, con diálogos, paseos y meditaciones. Pitágoras acuñó el término filósofo (amante de saber), fundó las matemáticas y prefiguró la democracia. ¡No está mal! Su símbolo era el pentáculo (estrella de cinco puntas), que contiene el número áureo, luego aplicado en el diseño del Partenón. De su muerte sólo se conoce una leyenda burlona: huyendo de un soldado, Pitágoras se detuvo ante un campo de habas... y por no pisarlas se dejó matar.

INSPIRACIONES:

• Ningún escrito de Pitágoras se conserva, pero la tradición le atribuye algunas máximas. La primera sobre el lenguaje cósmico. La segunda, clave de la democracia. La tercera, el camino del sabio. La cuarta, lúcida responsabilidad. La quinta armoniza gimnasio y biblioteca. Y la última es el primer mandamiento pitagórico.

• “Todo es número”

• “Educa al niño y no habrá que castigar al hombre”

• “El sabio escucha, no habla si no mejora el silencio”

• “Los males que te afligen, por ti mismo empiezan”

• “Que tu cuerpo no sea tumba de tu alma”

• “Ante todo, respétate a ti mismo”

Heráclito

Vivió en el siglo VI a.C., hace 2.600 años: de todos los filósofos presocráticos (anteriores a Sócrates, del siglo V a.C.), ha sido el más influyente. Por eso hoy seguimos hablando de Heráclito, incluso tratándose del filósofo presocrático más misterioso y oscuro, más hermético. Y es el más misterioso porque no sabemos de su vida casi nada, o nada de nada: sólo alcanzamos a saber que existió y que vivió en Éfeso, en Jonia, en la costa mediterránea de la actual Turquía. Y es el más oscuro de los filósofos porque de las cosas que dejó dichas, todas fueron sólo aforísticas (en forma de aforismo, de máxima breve), y encima nos resulta muy difícil entender exactamente qué nos quiso decir. ¡Menudo cuadro! Y si no podemos entender bien a Heráclito es porque emplea un lenguaje polisémico, metafórico, parabólico, alusivo y elusivo. Usa un estilo que parece casi el de un mago oriental. Pero por todo esto tiene tantísimo mérito lo que Heráclito nos lega, porque eso que hoy interpretamos que quiso decirnos... ¡todavía nos interpela, nos pulsa, nos llega!

Veía el cosmos como un fuego –metafórico– siempre ardiente, de movedizas y cambiantes llamas: este cambio incesante es para Heráclito el fundamento de la realidad toda, siempre fluyente pero una y única bajo la tornadiza apariencia. Y usó la metáfora del río que fluye para describirnos penetrantemente la cambiante realidad. Y hoy seguimos citándolo: “No puedes bañarte dos veces en el mismo río”. Musito esta cita cada vez que veo un río que fluye. Por su estilo enigmático, la posteridad decidió apodarle Heráclito el Oscuro. Y quizá por eso cuentan que Heráclito murió enterrado en una montaña de oscuro estiércol..., aunque este lastimoso desenlace parece más bien la burlona humorada de un escritor satírico posterior. En todo caso, a los cronistas que sucedieron a Heráclito les debemos la supervivencia de todos los fragmentos de sus prédicas que han llegado hasta nosotros.

INSPIRACIONES:

• Heráclito nos legó la imagen poderosa del río fluyente, que por eso coloco en esta primera cita: entre uno y otro baño todo ha cambiado, ha cambiado el río y has cambiado también tú. De ahí la segunda cita, y la tercera: lo que es fluye, cambia. Y la cuarta: todo renace continuamente. La quinta te enseña a vivir en paz contigo y con el prójimo. Y la sexta sigue siendo polémica (en sentido etimológico): ‘pólemos’ es guerra, pero metafóricamente sería debate, controversia, fricción, colisión, conflicto… todo eso que mueve las cosas, pues lo quieto y estable es comparable a la muerte, a la nada. Puesto que existimos, andamos en incesante guerra, de la cuna a la sepultura.

• “Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”

• “Todo fluye, nada permanece”

• “Lo único que no cambia es el cambio”

• “El sol es nuevo cada día”

• “Importa más apagar una injuria que apagar un incendio”

• “La guerra (pólemos) es madre de todas las cosas”

Pericles

Este ateniense de hace veinticinco siglos es el líder occidental por excelencia. De familia aristocrática, su voz imponía, su oratoria seducía, sus valores le elevaban a la categoría de hombre recto, íntegro, insobornable. ¿Qué propósito le guiaba? Servir a la comunidad con honradez y valentía. Era general de la flota ateniense, además. Lo tenía todo para liderar, para ser el dirigente carismático que fue. Y usó su influencia para promover la poesía, la creación literaria, las artes. Y para embellecer Atenas, su Acrópolis: el Partenón es iniciativa suya. Y los Propileos.

¿Quién inspiró a Pericles? Los filósofos Anaxágoras y Zenón, maestros suyos. Y tuvo por amigos a Protágoras y a Herodoto, el padre de la historia, y al escultor Fidias, y al arquitecto Hipodamo de Mileto, y a los dramaturgos Sófocles y Eurípides… ¡Ah, qué gran siglo, el siglo V a.C.! Y tuvo por amante a Aspasia, una mujer inteligentísima. Pericles acaudilló a Atenas en su guerra contra Esparta, con prudencia siempre, más para preservarla que para expandirla, más fortificando murallas que conquistando. Eso le hacía impopular como estratega, pero siempre persuadía al pueblo con su imbatible oratoria. Promovió ayudas a los pobres, y por eso Sócrates le criticó así, como hoy criticaría un ultraliberal a un socialdemócrata: “Pericles convirtió a los atenienses en perezosos, avariciosos y chismosos al promover el sistema de subvenciones públicas”. Pericles gozaba de un proverbial autodominio de las emociones y sus discursos sosegaban a las masas. Es famoso el Discurso fúnebre en homenaje a los atenienses caídos contra los espartanos: “Nuestra política no copia las leyes de los países vecinos, somos la imagen que otros imitan. Se llama democracia, porque no sólo unos pocos sino unos muchos gobiernan. Nuestras leyes garantizan una justicia equitativa para todos y que asciendan en la vida pública los aptos y capaces, más allá de su clase social y de su riqueza material”. El legado de Pericles: grandeza cultural, humanismo, palabra libre, democracia y orgullo cívico.

INSPIRACIONES:

Como fenomenal orador que era, Pericles sabía que hablar bien implica pensar bien, y viceversa, y así lo fija en esta primera sentencia. La segunda parece haber inspirado a Mariano Rajoy. La tercera te hace ciudadano ejemplar sin claudicar íntimamente. La cuarta es digna de un ‘coach’ pagano, y no digamos la quinta. Y la sexta remite todas las virtudes a una fundacional: el coraje, entendido como valentía de vivir obedeciéndose a uno mismo y para ayudar a los demás.

• “Si no sabes expresar lo que piensas, te igualas al que no piensa”

• “El tiempo es el más sabio consejero”

• “Sé libre en lo privado y cumple la ley en lo público”

• “No te avergüences de ser pobre, sino de no esforzarte”

• “Superar fracasos más que celebrar éxitos: así se avanza”

• “La felicidad está en la libertad, y la libertad está en el coraje”

Diógenes

Este filósofo vivió en la Grecia del siglo IV a.C., en Jonia, en Sínope, a orillas del mar Negro, y se le conoció también como Diógenes el Cínico. Porque en griego se llama cinos al perro, y de cinos deriva cínico, es decir, de perruna vida, el perruno. Porque Diógenes el Cínico vivía como perro, vagando por las calles, sesteando en cualquier rincón de la polis, tomando el sol, sin devanarse en el loco empeño de trabajar. Desterrado a Atenas, fue discípulo de un discípulo de Sócrates, Antístenes, y se le consideraría fundador de una escuela filosófica, la del cinismo, consistente en liberarse de deseos y en reducir necesidades, un ideal de vida autosuficiente y natural, sin dependencias de costumbres ni de personas.

Diógenes vivía en una tinaja, sólo tenía un bastón y un zurrón con un cuenco. Un día vio a un niño comer lentejas sobre un pedazo de pan y beber agua a dos manos. “¡Me has dado una lección!”, le dijo, y arrojó lejos de sí su cuenco. Desvergonzado y debelador de costumbres, un día estaba masturbándose tranquilamente en el ágora, y algunos le riñeron. Él les replicó así: “Bah, ojalá sólo frotándonos un poco el vientre, desapareciese el hambre tan dócilmente como ahora hago desaparecer mi rijo, necios”. Le capturaron durante una navegación y le vendieron como esclavo. Su nuevo amo le liberó, viendo sus conocimientos, y le designó tutor de sus hijos, en Corinto. Allí fue dónde recibió la visita del mismísimo rey Alejandro Magno. “Yo soy Alejandro Magno”, se le presentó el monarca, ante la humilde tinaja del filósofo. “Yo soy Diógenes el perro”, replicó él... Y dejó dicha una frase para la posteridad, que muchos hoy sostienen con la mima convicción que Diógenes hace 2.600 años: “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”.

INSPIRACIONES:

Su diálogo célebre con Alejandro Magno, según las fuentes que nos han llegado, parece que se desarrolló así:

Alejandro Magno: ¿Por qué te llamas así?

Diógenes: Porque alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo.

Alejandro Magno: ¡Pídeme lo que quieras!

Diógenes: Pues que te quites de dónde estás, que me tapas el sol.

Alejandro Magno: ¿Tú no me temes?

Diógenes: Gran Alejandro, ¿tú te consideras un buen o un mal hombre?

Alejandro Magno: Yo me considero un buen hombre.

Diógenes: Entonces... ¿por qué debería yo temerte?

Alejandro Magno: ¡Silencio todos! ¿Sabéis qué os digo a todos los presentes? Que si yo no fuese Alejandro, me gustaría ser Diógenes.