Quindt, Nicolás Alejandro
Cicatrices invisibles : sanando el alma fortaleciendo el espíritu / Nicolás Alejandro Quindt. - 1a ed . – Buenos Aires : Nicolás Alejandro Quindt, 2017.
Libro digital
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-42-5039-1
1. Psicología Cognitiva. 2. Desarrollo Personal. 3. Espiritualidad. I. Título.
CDD 155
© Nico Quindt2017
Queda hecho el depósito legal establecido por la ley 11.723.
Despertamos una mañana sin ánimos de levantarnos nunca más de esa cama, de no ver a nadie, de no tener que lidiar con el mundo, de desaparecer; quizás no de suicidarnos, pero sí de dejar de existir, sin dolor, sin nostalgia de morir…
Una fuerza estremecedora nos apretuja el pecho, todo nos induce a derramar un llanto eterno, pero sabemos que ni todas las lágrimas del mundo serían suficientes para que el dolor que llevamos dentro desapareciese…
¿Cuándo inició? ¿En qué momento permití que este malestar llegara al punto donde ya no puedo soportarlo más?
Este dolor agudo que es insoportable, no solo porque no podemos paliarlo, sino porque no sabemos describirlo, no podemos compartir estas sensaciones con alguien que no las ha transitado y aun quien las ha transitado parece no entendernos… todos opinan sobre lo que debemos hacer y creen tener la cura o la receta mágica…
Sin embargo, en la farmacia no hay un remedio que calme este padecimiento…
La vida te va endureciendo o ablandando. Te fortalecen algunas cuestiones, te debilitan otras. La vida va forjando tu personalidad como el alfarero a la arcilla. Puedes ocultarte detrás del sarcasmo para disimular la fragilidad que tantos fracasos ocasionaron en tus ilusiones. Puedes esconderte en la ironía para enfrentar la desesperanza de las oportunidades que no tuviste. Puedes preguntarte ¿por qué? En lugar de ¿cómo? Ya que el por qué te lleva a culpar a algo o a alguien, y en cambio el cómo te invita a tomar acción... es más fácil desistir que seguir intentando, es más fácil renunciar que volver a creer. El odio es natural y se puede llevar a cabo solo con palabras y pensamientos, el amor necesita de tiempo, dedicación y acciones continuas. Quizás nunca hayas experimentado esos deseos incontenibles de desaparecer del mundo, y no entiendas por qué alguien como yo siente tanta necesidad de comprender las causas por las que los seres humanos se hunden en la mediocridad, fracasan y se suicidan, o renuncian a todo y solo se dedican a esperar la muerte. Tal vez jamás hayas estado apuntando con el arma a tu propia cabeza tratando desesperadamente de buscar un solo motivo que te convenza de no hacerlo, quizás eres un privilegiado y las frustraciones no te duelan, las humillaciones no te afecten y las palabras de desaliento, derrotismo y desprecio no te alcancen... puede ser que nunca comprendas por qué existen seres que buscamos entender, por todos los medios que están a nuestro alcance, esas razones que podrían resolver o evitar los factores que terminan acabando con los matrimonios, despedazando las relaciones con los hijos, arruinando vidas saludables, haciendo perder empleos y abandonar sueños. Es muy probable que muera sin descubrirlo, sin poder cambiar el rumbo siquiera de mi propia vida, pero me lo debo a mí mismo, no lo puedo evitar, porque para suerte de mi vida y desgracia de mi muerte hay circunstancias en las que no puedes permitirte bajar los brazos.
Aquí no encontrarás las respuestas adecuadas, sino más bien las preguntas que debes formularte. Tuve cien oportunidades de desistir y una sola de pelear y elegí la más difícil, quizás por ser terco y obstinado, tal vez porque mi mente es caprichosa y rebelde, y prefiera estar al otro lado del mundo defendiendo sus ideas que en la demagogia mediocre del cobarde callando lo que piensa y asintiendo a lo que espera la mayoría. Si fracaso será por error, no por cobardía; si lloro será por frustración, no por arrepentimiento; si me vencen será porque luché, no porque hui...
(Adaptación del cuento de Alex Dey en versión para la mujer)
María nace en una ciudad o pueblo como cualquier otro. No sabe hablar, no sabe caminar, no sabe cómo conducirse en la vida, todo lo va a aprender a través del primer proceso de aprendizaje llamado la imitación.
María tiene ahora 4 años. Es un tiempo crucial donde se ve marcada la influencia parental. Si su padre o madre habla con groserías ese es el lenguaje que ella va a adoptar como propio. María es una especie de caja de resonancia, escucha y repite.
Ingresa al jardín de niños y allí comenzará a imitar a sus compañeras. Habla, camina y se conduce como el resto de ellas porque aquí es donde va a comenzar su carrera a convertirse en una víctima del medio ambiente que la rodea.
María acaba de cumplir los 14 años. Para esta edad de alta significancia de la adolescencia, la imagen omnipotente de los padres se ha desmoronado y todavía no se tiene la suficiente confianza en uno mismo como para enfrentarse al mundo, motivo por el cual los jóvenes se unen en una suerte de fraternidad generacional y así surgen los grupos y la necesidad de pertenecer a uno de ellos, ya que quien no consiga formar parte de uno, quedará en estado de aislamiento, y allí puede terminar ingresando en los peores grupos, como los de la delincuencia donde basta drogarse o cometer algún ilícito para ingresar en él. Seguramente esta chica en un principio quiso pertenecer, —pero fue rechazada— a los grupos de los lindos, los inteligentes, los poderosos económicamente, y demás. La persona que más siente el peso del fracaso es el adolescente, ya que el adulto hace de cuenta que no existe y el adolescente siente el fracaso adelantado por el efecto boomerang, ya que, al querer hallar su identidad, no se encuentra con un recuerdo placentero de su pasado. María, por lo tanto, se recuerda confusa porque siente que los mensajes que le llegan no son consecuentes con los actos que esas mismas personas realizan; incapaz, porque nadie desea perder su tiempo en capacitarla; subestimada y, sin embargo, cargando con todas las responsabilidades de lo que se espera de ella, pero por, sobre todo, sometida a las decisiones de otros. El pasado de esta adolescente actúa como un boomerang: lo proyecta al futuro y lo encuentra inmediatamente en el presente. En resumen: “Si fui una fracasada ayer, seré una fracasada mañana y por eso mismo soy una fracasada ahora”.
La exigencia de derechos y privilegios de los adultos lleva a esta adolescente desde los cambios del cuerpo, al enfrentamiento con el mundo de los adultos. No acepta ser tratada como una niña, pero tampoco como adulta, ya que se encuentra en disparidad con los primeros y en disputa con los segundos. No acepta tener que solicitar sus derechos; rechaza ser criticada y es, por lo general, lo único que recibe.
María escribe su nombre en las paredes de las aulas de su escuela, sus maestros afirman que es solo para llamar la atención, pero detrás de ese supuesto llamado de atención, María quiere ser alguien, quiere importar. Se mira al espejo y sueña con ser actriz, bailarina o cantante. Sin embargo, el único talento que desarrolla a la perfección es su innata habilidad de imitar, tiene sexo a temprana edad, porque imita a sus compañeras que también son víctimas del medio ambiente. Sale a bailar, comienza a beber alcohol en exceso, tal como lo hacen sus amigas y quizás queda embarazada a esta edad, o sea niñas criando niñas.
María ahora tiene 18 años. Termina la escuela, y seguramente pasa sus horas, sus tardes y sus días, sentada en su habitación o en una plaza haciendo nada. Una amiga le sugiere que se anote a trabajar con ella y María accede de forma instantánea. Se toma menos tiempo en decidir lo que va a hacer con su vida que el par de zapatos que esa mañana se iba a poner. Ingresa en un trabajo mediocre y allí, siguiendo el consejo de sus compañeras, se convierte en víctima absoluta del medio ambiente que la rodea.
Comienza a quejarse de su salario, a robar cosas de la empresa, a faltar sin justificación…
María ahora tiene 30 años. Se casa por miedo a quedar soltera y porque todas sus amigas y familia le dicen que lo haga. Y no se casa con el hombre de sus sueños, sino con el primero que se cruza por su camino, con el que se queda y se conforma. Deja su trabajo, abandona sus sueños y la oportunidad de desarrollarse profesionalmente. Tiene hijos porque sus amigas le dicen que una mujer no se siente realizada hasta que no es madre y esta es la forma más patética de enmascarar una frustración, ya que la realización tiene que ver con la superación personal, con el desarrollo de nuestro potencial y no con la procreación que es un simple llamado biológico. Su marido la trata de inútil, le dice que es una idiota, pero ella lo asume porque es el mismo trato que recibió desde chica y es el mismo trato que recibía su madre, y ella lo cree así. Cocina, lleva sus hijos a la escuela y se sienta a fumar y mirar televisión toda la tarde y allí escapa su tiempo y así transcurre su vida. No recuerda cuando fue la última vez que salió a cenar, que leyó un buen libro, que miró una buena película o que se fue de viaje. No recuerda la última vez que tuvo una diversión real, mucho menos recuerda la última vez que intentó hacer algo importante con su vida.
Ahora tiene 40 años. María se enfrenta a la crisis de la realidad. Se levanta una mañana y se observa una arruga en el rostro y se pregunta: “¿quién es esta mujer tan vieja?” Mira hacia atrás en la cama y se dice: ¿Quién es ese hombre que duerme en mi cama? Y ¿de dónde salieron todos esos niños? Su cerebro retrocede hasta sus 14 años y recuerda que soñaba ser cantante y actriz y todas esas cosas con las que sueña un chico, y la crisis de la realidad es la diferencia que existe entre lo que esperábamos ser a los 14 años y lo que realmente somos a los 40 años.
Pasaron 26 años desde que esa niña se miraba al espejo y soñaba con ser una mujer grande e importante. Una mujer decidida y triunfadora, trabajando de lo que realmente le gustaba, con una pareja a la que realmente amara y viviendo en la casa que siempre soñó tener. María descuida su figura comiendo tortas y postres porque es lo único con lo que se puede dar un gusto. Ella viene de una cuna tan humilde donde hasta el comer era difícil. Y ahora la familia que formó es el mismo desastre que la que formaron sus padres.
María es el embudo por donde se canalizan todos los problemas de su familia, si su marido se emborracha y no consigue trabajo, le duele a ella; si su hija queda embarazada y es madre soltera, le duele a ella; si su hijo consume drogas, le duele a ella. María carga con todas las culpas y fracasos de sus seres queridos. Piensa que si sus hijos cometen errores es porque ella fue una mala madre y que si su marido es infeliz es porque ella es una mala esposa. María no se pregunta: “¿qué ha pasado con mis sueños? ¿Por qué razón los abandoné? ¿Por qué no hago algo para salir adelante?”. No, maría no se pregunta nada de esto, simplemente se resigna a su realidad y acepta su vida y no la vive, sino que la sufre y la soporta, porque ya es una víctima absoluta del medio ambiente que la rodea.
A duras penas María llega a cumplir 50 años. Ve como sus hijas cometen los mismos errores que ella cometió, porque ellas también son víctimas del medio ambiente. Sus hijas quedan embarazadas siendo apenas unas niñas, y María está criando a sus nietas casi al mismo tiempo que está criando a sus hijas.
A los 60 años María está luchando para cobrar una jubilación miserable o viviendo con sus hijos donde siente que es una molestia o tirada en un geriátrico donde apenas puede subsistir.
Sucede que a los 70 años, María se siente cansada, sin fuerzas, y un día ya no se despertó, tenía muy desarrollado el colesterol, las arterias tapadas, los pulmones inservibles a causa del cigarrillo. Aquí se queda callada hasta que muere su cerebro, pero antes de morir, el cerebro hace un último intento por mantenerte con vida y te da una recorrida por lo que fue toda tu vida y allí se experimenta el dolor más profundo que puede experimentar un ser humano: el dolor del arrepentimiento… el arrepentimiento de decir ¿qué hice con toda una vida? A María la entierran y ese es el fin de María.
Esta reflexión nos lleva a que nos indaguemos en lo más profundo de nosotros mismos sobre qué estamos haciendo con nuestro tiempo de vida.
La parte primitiva del cerebro que tienen todas las especies, con más de un sistema nervioso, es el tronco cerebral que rodea la pieza superior de la medula espinal. Esta raíz cerebral es la encargada de regular las funciones básicas como la respiración y el metabolismo de los otros órganos. Luego surgen los centros emocionales millones de años más tarde y mucho tiempo después, la neocorteza que es el centro lógico.
Este proceso configura el instrumento más complejo conocido, que es el cerebro humano. Con características inéditas, como el sistema de control de errores, que detecta, a groso modo, los desastres antes de que ocurran. Este fenómeno ocurre porque nuestro cerebro calcula constantemente qué ocurrirá a continuación, regulando la secreción de una hormona. Paso a explicarlo: cada vez que algo malo está por ocurrir, el cerebro disminuye la secreción de dopamina, un neurotransmisor que se segrega durante las experiencias placenteras. Las malas experiencias forman una huella neuronal que se traduce en bajas segregaciones de dopamina, cuando el cerebro detecta que los flujos de otras sustancias en el organismo podrían indicar la proximidad de ciertos patrones que ya conoce como “malas experiencias”, reduce entonces la exudación de dopamina y de esa manera nos avisa que hay muchas posibilidades de que algo malo esté ocurriendo o por ocurrir a la brevedad.