SÁLVESE QUIÉN PUEDA

 

 

 

NICOLE LAPIERRE

 

Título original: Sauve qui peut la vie

Diseño de la sobrecubierta: Edhasa, basada en un diseño de Pepe Far

Imagen de cubierta: archivo fotográfico de la autora, Nicole Lapierre

Primera edición: septiembre de 2017

Primera edición en e-book: octubre de 2017

© Éditions du Seuil: agosto de 2015

© de la traducción: Julieta Lionetti, 2017

© de la presente edición: Edhasa, 2017

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España

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ISBN: 978-84-350-4700-5

A mi hija, Ève.

A mi sobrina, Yona.

A mis siete «pequeños», que ya son mayores,

por orden de entrada en escena: Pierre, Merlin,

Elvire, Rémi, Arsène, Elyès y Ether.

NOTAS

1 Saint-John Perse, Oeuvres complètes, Récitation à l’éloge d’une reine, París, Gallimard, colección Bibliothèque de la Pléiade, 1972, p. 60. Existe traducción en español de su obra completa en Obra poética completa (2 tomos), Pontificia Universidad Católica del Péru, Lima, El manantial oculto, n° 44, versión de Jorge Zalamea (2004). Sus libros sueltos de poemas están publicados en España Visor. (Nota de la T.)

2 Término hebreo universalizado entre los judíos de la diáspora para referirse a los no judíos. Su origen está en Génesis 10:5. (N. de la T.)

3 En inglés en el original. (N. de la T.)

4 Le silence de la mémoire. À la recherche des Juifs de Plock, París, Plon, 1989, reedición Le Livre de poche, colección Biblio Essais, 2001.

5(N. de la T.)

6harki, transcripción francesa de la palabra árabe que designa a los argelinos que combatieron por Francia en la guerra de liberación de 1957-1962. (N. de la T.)

7L’Air et les Songes. Essai sur l’imagination du mouvement, París, Librairie José Corti, 1959, p. 20 (cursivas de la autora). [El aire y los sueños: Ensayo sobre la imaginación del movimiento, México, Breviarios del Fondo de Cultura Económica, 1993.]

8 Saint-John Perse, Vents 1, op. cit., p. 192

9 Cifras citadas por Lydia Coudroy De Lille y Anita Wolaniuk, «Lodz, ou les ressources territoriales d’une stratégie métropolitaine», Géocarrefour, vol. 80/1, 2005, p. 8.

10 Wladyslaw Reymont, La tierra de la gran promesa [1899], Barcelona, Belacqva, 2006.

11 Vladimir Jankélévitch, L’Aventure, l’Ennui, Le Sérieux, París, Aubier, 1976, p. 10. [La aventura, el aburrimiento, lo serio, Madrid, Taurus, 1989.]

12 La autora transcribe la nota escrita por su tío Mendel en un francés deficiente, con una falta de ortografía. (N. de la T.)

13 Bednye rodstvenniki no se estrenó en España. Literalmente, el título significa «pobres parientes», aunque en Francia se estrenó como Familles à vendre. (N. de la T.)

14 En inglés en el original. (N. de la T.)

15 Hoy Groupe hospitalier Édouard-Herriot.

16 Le silence de la mémoire, Plon, París, 1989.

17 Policía que, con el pseudónimo Kaolin, desarrolló una red regional afiliada a la red Ajax.

18 Ouevre de secours aux enfants, organización judía fundada en 1912 que salvó a cinco mil niños durante la guerra.

19 En inglés en el original. (N. de la T.)

20 The Seven Year Itch, estrenada en España con el título La tentación vive arriba. (N. de la T.)

21 Dos juegos de palabras basados en la pronunciación francesa. Se opta por trasladar el sentido de ambas frases: «Éros c’est la vie» y «Éros sous la vis». (N. de la T.)

22 Émile Durkheim, Le Suicide (1987), París, PUF, 1960, p. 172.

23 Ibid., p. 160

24 Ibid., p. 336

25 Jean Baechler, Les Suicides, París, Calmann-Lévy, 1982, p. 119 (las cursivas son de la autora).

26 Christian Baudelot y Roger Establet, Suicide, l’envers de notre monde, París, Ed. du Seuil, 2006, p. 17.

27 Correspondence Adorno-Benjamin 1928-1940, París, La Fabrique, p. 428.

28 Hannah Arendt, La Tradition cachée. Le Juif comme paria, París, Christian Bourgois, 1987, p. 63.

29 Ibid., p. 61.

30 Stefan Zweig, Montaigne, París, PUF, 1992, p. 14.

31 Contado por Roland Jaccard en el prefacio a la edición francesa del libro de Zweig sobre Montaigne, op. cit., p. 11.

32 Montaigne, Essais, Livre II, chapitre II, París, Gallimard, Colección Quarto, 2009, p. 438. (Las cursivas son de la autora). [Ensayos completos, Libro II, segundo capítulo, Cátedra, Madrid, 2013.]

33 Jean Améry, Porter la main sur soi. Traité du suicide, Arlés, Actes Sud, 1996, p. 21. [Levantar la mano sobre uno mismo: discurso sobre la muerte voluntaria, Valencia, Pre-Textos, 1998.]

34 Con excepción de la obra de Jean Baechler, a quien se refiere.

35 Porter la main sur soi, op. cit., p. 12.

36 Ibid., p. 42.

37 Ibid., p. 11-12.

38 Irène Heidelberger-Leonard, Jean Améry, Arlés, Actes Sud, 2008. p. 214.

39 Citado por Irène Heidelberger-Leonard, op. cit., p. 287.

40 Jean Améry, Porter la main sur soi, op. cit., p. 146.

41 Vladimir Jankélévitch, La mort, París, Flammarion, 1977. [La muerte, Valencia, Pre-Textos, 2009.]

42 Jean Améry, Porter la main sur soi, op. cit., p.145.

43 Publicada en 1908 y traducida al castellano como Camino a campo abierto, Córdoba, El olivo azul, 2008.

44 Los caminos de la libertad, t. I, La edad de la razón, t. II, La prórroga, t. III, Con la muerte en el alma, Madrid, Alianza, 1983.

45 Jean Améry, Porter la main sur soi, op. cit., p.155.

46 Ibid., p. 54.

47 Ibid., p. 33.

48 Ibid., pl n. 63.

49 Ibid., p.104.

50 Ibid., p. 87.

51 Nacido en Viena el 31 de octubre de 1912, bajo el nombre de Hans Mayer (del que Améry es anagrama), refugiado en Bélgica, entró en la Resistencia. Fue arrestado en 1943, encarcelado, torturado y, después, deportado. Ver Catherine Perret, L’Enseignement de la torture. Réflexions sur Jean Améry, París, Seuil, 2013.

52 Jean Améry, Par-delà le crime et le châtiment. Essai pour surmonter l’insurmontable, Arlés, Actes Sud, 1995, p. 72. [Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia, Valencia, Pre-Textos, 2001.]

53 Jean Améry, Porter la main sur soi, op. cit., p. 72.

54 Ibid., p. 151.

55 Irène Heidelberger-Leonard, op. cit., p. 286.

56 Intervención del 1 de octubre de 1978 en la Norddeutscher Rundfunk (Radio de Alemania del Norte), citada por Irène Heidelberger-Leonard, op. cit., p. 99.

57 Jean Améry, Par-delà le crime et le châtiment, op. cit., p. 200.

58 Jean Améry, Du vieillissement. Révolte et résignation, Petite bibliothèque Payot, 2009, París, p. 33. [Revuelta y resignación: acerca del envejecer, Valencia, Pre-Textos, 2001.]

59 En inglés en el original. (N. de la T.)

60 Saint-John Perse, Éloges XV, op. cit., p. 48.

61 Saint-John Perse, Vents, I, op. cit., p. 196.

62 Vladimir Jankélévitch, L’Irréversible et la Nostalgie, París, Flammarion, 1983, p. 368.

63 Israël Lipstein, Jean Surmont y Maurice Tubiana, «Intérêt de la pneumothyroïde», Atlas de radiologie clinique, suplemento La Presse médicale, 68, nº 24, 14 de mayo de 1960. [Se puede consultar en el catálogo de la Biblioteca Nacional de Catalunya].

64 «Con moco en las narices.» (N. de la T.)

65 Platón, Crátilo o del lenguaje, Madrid, Trotta, 2002.

66 Clairelise Bonnet y Joëlle Tamine, «Les noms construits par les enfants: description d’un corpus», Langages, nº 66, junio de 1982, p. 94.

67 Jean Piaget, La representación del mundo en el niño, Madrid, Morata, 2007.

68 Nicole Lapierre, Changer de nom, París, Stock, 1995; Gallimard, Folio Essais, 2006.

69 «Cerdo». (N. de la T.)

70 Erving Goffman, Stigma: Notes on the Management of Spoiled Identity, Nueva Jersey, Prentice-Hall, 1963. [Edición en español: Estigma. La identidad deteriorada, Buenos Aires, Amorrortu, 2003.]

71 Céline Masson y Michel Gad Wolkowicz (dir.), La Force du nom, París, Desclée de Brouwer, 2010.

72 Leur nom, ils l’ont changé, 2009.

73 Natalie Felzenszwalb y Céline Masson, Rendez-nous nos noms! Quand les Juifs revendiquent leur identité perdue, París, Desclée de Brouwer, 2012.

74 Vladimir Jankélévitch, L’Aventure, l’Ennui, le Sérieux, op. cit., p. 9.

75 Ibid., p. 10, como en las dos citas siguientes.

76 Saint-John Perse, Exil VI, op. cit., p. 135

77 Mathias Énard, Calle de los ladrones, Barcelona, Literatura Random House, 2013.

78 Según un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM): [http.//www.iom.int/cms/en/sites/iom/home/news-and-views/press-briefing-notes/pbn-2014b/pbn-listing/iom-releases-new-data-on-migrant.html].

79 Marcel Detienne, Comparar lo incomparable, Barcelona, Península, 2001.

80 Hannah Arendt, La Tradition caché, op. cit.

81 Norbert Elias y John L. Scotson, Logiques de l’exclusion, París, Fayard, 1998.

82 Norbert Elias par lui-même, París, Fayard, 1991.

83 Walter Benjamin, «Thèses sur la philosophie de l’histoire», en Poésie et Révolution, París, Denoël/Lettres nouvelles, 1971, p. 281.

84 París, Stock, 2004, Gallimard, col. Folio Essais, 2006.

85 Abogado belga, traductor del yiddish y crítico del sionismo, Nathan Weinstock era entonces una autoridad en la IVª Internacional en el tema de Oriente Próximo. Publicó, en 1967, Le Sionisme contre Israël (François Maspero), como también varias obras sobre el mundo obrero judío, entre ellas Le Pain de la misère. Histoire du mouvement ouvrier juif en Europe, 3 vol., París, La Découverte, 1984. Desde fines de los años 1990, cambió públicamente su posición sobre Israel.

86 Georges Perec, «Ellis Island. Description d’un projet», «Catalogue pour des Juifs de maintenant», Recherches, nº 38, París, 1979, p. 53.

87 Alain Finkielkraut, Le Juif imaginaire, París, Seuil, 1980, p. 44. [El judío imaginario, Barcelona, Anagrama, 1981.]

88 Ibid., p. 159.

89 Película en tres partes de Nat Lilensztein, de 1982.

90 Être un peuple en diaspora, París, Maspero, 1975; reed., París, Les Prairies ordinaires, 2014.

91 París, Gallimard, 1985.

92 París, Denoël, 1982.

93 Emma Shnur, «Pédagogiser la Shoah?», Le Débat, nº 96, septiembre-octubre 1997.

94 «Jornada solemne de conmemoración de la Shoah», proclamada por la Conferencia Internacional de Estocolmo el 28 de enero de 2000, «Día Internacional de conmemoración en memoria de las víctimas del Holocausto» (el 27 de enero, fecha aniversario de la liberación del campo de Auschwitz), instituido por el Consejo Europeo el 18 de octubre de 2002 y luego confirmado por una resolución de la ONU del 1 de noviembre de 2005.

95 «À qui appartient Auschwitz?», en Philippe Mesnard, Consciences de la Shoah, París, Kimé, 2000.

96 Suhrkamp Verlag.

97 Calmann-Levy.

98 Premio Mémoire de la Shoah, en Francia; National Jewish Book Award (categoría Biografía), en Estados Unidos y premio del Jewish Quarterly de no ficción, en Reino Unido.

99 L’homme qui avait deux têtes, L’Olivier, París, 2000.

100 Barcelona, Martínez Roca, 2008.

101 Causes communes. Des Juifs et des Noirs, París, Stock, 2011.

102 Guillaume Erner, La Société des victimes, París, La Découverte, 2006.

103 Didier Fassin, Richard Rechtman, L’Empire du traumatisme. Enquête sur la condition de victime, París, Flammarion, 2011.

104 Myriam Revault d’Allones, L’Homme compassionnel, París, Seuil, 2008.

105 Danielle Bailly (coordinadora), Traqués, cachés, vivants. Des enfants juifs en France (1940-1945), prefacio de Pierre Vidal-Naquet, París, L’Harmattan, 2004.

106 Danielle Bailly (coordinadora), Enfants cachés: Analyses et débats, París, L’Harmattan, 2006.

107 «El anarquista alemán Cohn-Bendit», escribió Georges Marchais en L’Humanité del 3 de mayo de 1968.

108 Op. cit., Chronique II, p. 391.

Epílogo

Si todavía estuviesen vivos, este año 2015 en el que redacto este epílogo, mi madre tendría cien años y mi padre, ciento nueve. Imaginemos. Seguramente a ella no le gustaría que se lo recordaran. Él, en cambio, anunciaría con dignidad que está en su centésimo décimo año, ya que había nacido un 4 de diciembre. Desde que se convirtió en nonagenario, contento de que no se le notara y orgulloso de una longevidad que consideraba una especie de proeza, adelantaba siempre de esta manera su aniversario para contar en años civiles. En cuanto a Francine, tendría ahora y setenta y cinco años, y me agrada pensar que siempre me leería los poemas de Saint-John Perse. Por ejemplo, el comienzo de éste, que apreciaba tanto:

Edad provecta, mientes: camino de brasas que no de cenizas... La cara ardiente y el alma elevada, ¿hacia qué nuevo ultraje nos dirigimos? El tiempo que mide el año no es de ningún modo la medida de nuestros días. No tenemos ningún comercio con lo disminuido ni con lo peor.108

Es evidente que, de haber estado todos aún aquí, yo no habría emprendido la escritura de este libro, que va de la separación a la transmisión. Puede que siguiera reflexionando y escribiendo sobre las relaciones entre generaciones y lo que se transfiere, o no, de unas a otras, con la «correcta distancia» requerida.

Por tanto, ¿qué me han transmitido que querría hacer oír a mi vez, mucho más allá del círculo familiar? Primero, el rechazo total de una concepción inexorable de la historia, orientada al legado de la desdicha, de las determinaciones sociales implacables, de las atribuciones identitarias, de los sitios guardados y estrechamente vigilados. Y la idea de que el legado, por el contrario, no tiene nada de ineluctable: uno puede asumirlo, inventariarlo, reinventarlo, construirse a sí mismo con él o contra él. Más aun, erigir sobre un fondo de grietas y melancolías una moral de la solidaridad y el compromiso.

Luego, el rechazo de la lamentación y las quejas machaconas, que encierran a los individuos en una emoción estéril y que desvían de la política como bien común. La promoción sofocante de la figura de la víctima en nuestras sociedades la confina a una identidad de sufrimiento y le deniega cualquier iniciativa. Y la extensión del reino de misericordia que la acompaña incita a sanar las heridas del mundo en lugar de enfrentar las desigualdades que lo fracturan. Éstas son visiones desalentadoras y, en suma, paralizantes. Representar a los inmigrantes como héroes, actores de sus propias vidas, sean cuales fueren las dificultades, no es sólo cambiar la mirada, es recordar que hay audacia en sus desplazamientos y, en cada uno de ellos, una parte de libertad contra viento y marea.

La época es incierta, el desasosiego gana con su cortejo de intolerancias, de injusticias y de prejuicios. Tal es el mundo, poco apasionante, en el que crecen mis hijos y mis nietos. La generación de mis padres vivió mucho peor, está claro. No sirve de nada lamentarse, ni jugar a asustarse. Ni tampoco aplastar a los jóvenes bajo el peso de los muertos de antaño. Prefiero las fidelidades vivas a los mausoleos. Es mejor aprender del recuerdo para volver a levantarse, resistir y crear solidaridades nuevas. Esto pasa a ser urgente.

Hay que replicar «tictac», decía a veces Élie. Por lo general no cometía errores, incluso con las expresiones idiomáticas, a excepción de ésta. Ese pequeño desajuste, que nos hacía reír de lo lindo a mi madre, a mi hermana y a mí –nosotras, que éramos tan perfectamente francesas– me conmueve hoy como la huella discreta de un desplazamiento salvador. La locución original vendría del mundo de la esgrima en el que, desde 1873, «riposter du tac au tac» significa replicar de inmediato el asalto del adversario, y en la cual el «tac» evocaría el ruido de los aceros que se entrechocan. Menos marcial, su versión evocaba más bien el ruido familiar del despertador.

La urgencia de esta hora no es la de los relojes. Es la de un pasado repleto de actualidad que invita al relevo de las generaciones. Memoria compartida y mano tendida en un mismo movimiento, podemos rechazar tanto el plomo como la oscuridad.

SALVESE QUIÉN PUEDA

Un kilo de plumas, un kilo de plomo

La historia, al menos por lo poco que yo sé, se remonta a mi abuela Sarah, a quien no conocí. Murió quemada como consecuencia de una explosión de gas en su piso, en Niza, el 14 de mayo de 1934. Mi madre tenía por entonces diecinueve años. Siempre nos dijo, a mi hermana y a mí, que la explosión se debió a que nuestra abuela había limpiado una prenda manchada con un producto inflamable cerca de un calentador de agua encendido. Su relato se apoyaba en todas sus advertencias recurrentes sobre los peligros de usar tricloroetileno (o cualquier otro producto antimanchas volátil a base de bencina) al lado de una caldera. Este temor, obsesivo en ella, no podía ser más que el efecto de aquel accidente fatal. Era evidente. Y sin embargo...

Mi hermana nació el 6 de abril de 1940, en Macon, en Saône-et-Loire, durante la «extraña guerra». Mis padres la llamaron Francine por devoción a su país amenazado y le dieron, como segundo nombre y según la tradición judía, el de su abuela muerta. No era el único vínculo que las uniría. De acuerdo con las fotos más antiguas, ésas en las que Sarah todavía no ha ganado los kilos propios del bienestar o de la aflicción, Francine se le parecía de manera asombrosa. Tenía, al igual que ella, esos grandes ojos negros de mirada un poco desenfocada que caracteriza a los miopes, una bonita nariz recta, mejillas redondas y una boca arqueada en un ligero mohín. ¿Hasta dónde llegaba el parecido? ¿Qué zozobras habían pasado de la una a la otra? Me lo he preguntado a menudo. Mi madre jamás hablaba de aquello, o hablaba muy poco. La gente allegada contaba que el abuelo, despótico y promiscuo, hacía sufrir a su mujer y aterrorizaba a las dos hijas: Jeannette, la mayor, y Gilberte, la menor y a la sazón nuestra madre. Presa de la melancolía después de un desengaño amoroso, mi hermana se convenció de que la abuela, demasiado desdichada, se había suicidado. Ella misma luchó contra una depresión que no pudo superar. Desesperada, puso fin a sus días ahorcándose en su piso el 22 de julio de 1982. Su hija, Yona, acababa de cumplir dieciocho años. La historia parecía repetirse.

Francine era especial, intensa y frágil. Había entre nosotras una diferencia de edad de casi ocho años y teníamos una relación curiosa. En la adolescencia, solía irritarse con mis travesuras. Es posible que ella no hubiera deseado nunca tener una hermana pequeña. En cualquier caso, lo más probable es que no hubiera previsto tener que compartir el tiempo de sus padres conmigo ni, aún peor, su espacio vital. Esto me costaba chanzas y bromas como, por ejemplo, las que hacía sobre mi cháchara incesante o sobre mis cortos bucles morenos que me daban, según ella, el aspecto de un caniche (¡qué no habría dado yo por tener el pelo largo y liso!). Ser la hermana mayor le otorgaba sus prerrogativas. En el piso familiar en la calle de Vouillé, en el decimoquinto distrito de París, y después en el del barrio de la Trinité, que era grande aunque una gran parte estaba ocupada por el gabinete de radiología de nuestro padre, dormíamos en la misma habitación. A nuestras camas gemelas sólo las separaba la mesilla de noche. Ochenta centímetros de distancia para ocho años de diferencia era demasiado poco. Cuando se acostaba y yo todavía no me había dormido, no tenía derecho a mirarla mientras leía, y tenía que darme la vuelta hacia el otro lado. Sin embargo, me dispensaba delicadas atenciones y le encantaba jugar a ser mi Pigmalión. Le debo, entre otras cosas, mis primeras emociones literarias y una pasión intacta por Saint-John Perse, del que me leía poemas. Tendría once o doce años y mi imaginación galopaba cuando ella recitaba:

... Reina perfectamente gorda, cruza

esta pierna sobre aquella otra; y haciéndolo

regala el perfume de tu cuerpo

¡tú, Afable! ¡tú, Tibia; tú, un-poco-Húmeda y Suave,

se dice que tú nos

liberarás de un recuerdo que humilla los campos

pimenteros y los arenales donde crece el árbol de

ceniza,

y a las vainas núbiles y a las bestias almizcleras!1

Un día, echó varios litros de leche en el agua de mi baño: de vaca, no de burra como la de Cleopatra, pero había que arreglarse con lo que había. Para que tuviera la piel sedosa, decía. Las boberías compartidas eran poco comunes y claramente deliciosas y es la razón por la que, sin duda, he guardado ésta en la memoria.

A veces, a pesar de la diferencia de edad, Francine me hacía objeto de sus confidencias. Me acuerdo de que, durante el regreso de una estancia en un kibutz en Israel, me contó de su amor exaltado por un marino y de las ganas de arrojarse bajo el estrave que la asaltaron de pronto mientras estaba en el barco con él. Quería morir de felicidad, detener su existencia en ese momento de pasión. A mí me parecía formidablemente romántico, aunque algo excesivo de todas formas. Su lado apasionado me impresionaba. El otro lado, el maníatico (las pilas de jerséis y de rebecas perfectamente alineados por color en los cajones, que mi madre me ponía como ejemplo, o, más tarde, sus libros siempre forrados con papel de seda), me gustaba menos. Un orden estricto de las cosas y la conmoción de los sentimientos coexistían en ella de forma sorprendente.

* * *

2––El suicidado de la sociedad