Enrique Jardiel Poncela

 

Normalmente en cada uno de nuestros libros escribimos una biografía con pelos y señales, con datos concisos e incluso con alguna anécdota curiosa de la persona que lo escribe.

En este caso no lo vamos a hacer. Quizás tú tengas la suerte de no saber absolutamente nada sobre Jardiel Poncela y de que este libro haya llegado a tus manos por alguna casualidad extraña de la vida. Sabemos que es una suerte, porque nosotros aún recordamos aquel día en que leímos por primera vez un texto de Jardiel y las ganas de ir rápidamente a buscar en alguna librería de segunda mano otro libro suyo, volver a casa, leerlo a toda velocidad y sin saber por qué, ver al día siguiente una película de Chaplin, leer las cartas de Groucho Marx, un cuento de Woody Allen, fabricar instrumentos al estilo de Les Luthiers o imitar sin parar las voces de Faemino y Cansado.

No te vamos a contar quién es Jardiel Poncela porque no sabríamos hacerlo bien. En este libro encontrarás las sabias palabras de personas que de alguna forma u otra son grandes conocedores de su obra y su vida: Enrique Gallud Jardiel (escritor y nieto de Jardiel), Pepe Viyuela (payaso y desde hoy un buen amigo), Isabel Valdés (redactora en El País), Ramón Paso (dramaturgo, guionista, director de escena y biznieto de Jardiel), Irene Galicia (periodista) y Miqui Otero (escritor y periodista).

 

Así que, siéntate y disfruta de esta mezcla tan bonita a la que casi sin querer hemos titulado Jardieladas.

También ha hecho
posible este
libro

 

 

José Luis Ágreda

 

Sevillano del 71, es quizá el ilustrador andaluz más importante de nuestro tiempo. Y sin el quizá. Ha realizado proyectos para muchas y distintas editoriales, incluyendo por supuesto a Barrett, que cuenta con las magníficas ilustraciones para Roque Six, Relatos Faunescos y las del libro que tienes ahora en tus manos.

Empezó a colaborar en El País y El Jueves en 1998 y, desde entonces, no ha parado. Entre sus trabajos destaca Cosecha Rosa, que ganó el Premio a la Mejor Obra de 2001 en el Salón del Cómic de Barcelona. Ahora trabaja como director de Arte en una película de animación protagonizada por Luis Buñuel que estamos deseando ver.

 

 

Título original: Jardieladas

Primera edición: marzo de 2018

 

 

Edición y selección de textos: Enrique Gallud Jardiel

 

Diseño de colección y cubierta: Estudio Lápiz Ruso

Corrección: Editorial Barrett

 

© del texto: Enrique Jardiel Poncela, 2018

© de las ilustraciones José Luis Ágreda

 

 

© de la edición: Editorial Barrett

C/ Profesor Manuel Clavero Arévalo, 2, bloque C, 4.º D, Sevilla

www.editorialbarrett.org

info@editorialbarrett.org

 

 

ISBN: 978-84-948445-9-1

 

 

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Somos buenas personas, así que, si necesitas algo, escríbenos. No nos va a sacar de pobres dejarte hacer unas cuantas fotocopias.

 

 

Antes de empezar
por Enrique Gallud Jardiel

 

 

Enrique Jardiel Poncela fue un polifacético escritor que experimentó con todas las ramas del arte literario. Fiel al espíritu de las vanguardias que le animaba, supo desplegar su buen hacer literario en múltiples géneros. Bien es verdad que se le recuerda principalmente como comediógrafo, como la figura que renovó la escena española de la primera mitad del siglo xx, creando unas nuevas formas de humor cosmopolita y atemporal, alejadas del sainete y de la literatura provinciana y costumbrista que había venido haciendo furor hasta entonces. Pero no es menos cierto que también fue un novelista de éxito que consiguió gran popularidad y un alto número de ventas con cuatro novelas largas que se publicaron entre 1929 y 1932. Pocos años después, la censura le cerraría a Jardiel ese camino artístico, prohibiendo sus novelas y desmotivándole de esta forma para escribir más.

Sin embargo, la producción artística de nuestro autor fue más allá. En su haber se cuentan guiones cinematográficos, poemas, cuentos, ensayos sobre teatro, prólogos explicativos a sus obras y otras formas literarias, que cultivó con acierto.

La que presentamos a continuación es una selección de piezas cortas. En cualquier otro autor más convencional estaríamos hablando de cuentos y de poco más. Pero Jardiel tiene el don de saber hacer humor con todo y en estos trabajos breves incluimos una amplia y muy atractiva variedad de géneros. Aquí el lector hallará piezas de teatro breve en forma de parodias históricas, relatos de fantasía, ensayos cómicos, argumentos de películas, conferencias, artículos de opinión, disquisiciones inclasificables, críticas de libros, comentario de detalles históricos poco conocidos, colecciones de aforismos, definiciones cómicas de los objetos más variados, poemas, hojas de calendario, reglas de urbanidad, diálogos para marionetas, explicaciones grafológicas, experimentos de física recreativa, comentario de refranes, un pequeño libreto de zarzuela y hasta una novela corta escrita en comandita con otros tres famosos humoristas del momento.

En resumen: Jardiel ofrece, como siempre, diversión y originalidad, humor fino y extravagancia, ingenio y variedad, en una recopilación de textos que estamos seguros de que hará las delicias de todos.

 

 

Enrique Gallud Jardiel (Valencia, 1958) es doctor en Filología Hispánica, profesor universitario, autor de más de cien libros, actor, director teatral y nieto de Enrique Jardiel Poncela.

 

 

 

 

 

 

 

Quien lo probó lo sabe
por Pepe Viyuela

 

 

Decir Jardiel es dar el primer paso de un viaje que nos llevará a la sonrisa, a la risa y a la carcajada. Decir Jardiel es decir HUMOR y es, ante todo, hablar de inteligencia. Y en el caso de Jardiel, sin límites, porque su humor atraviesa todos los confines impuestos por la rutina, rompe las barreras del aburrimiento y salta las cordilleras de lo serio y lo convencional. No hay que olvidar que el humor es el mayor disolvente de fronteras que haya existido nunca.

En el universo de Jardiel todo es posible: desde hablar de lo intrascendente y convertirlo en algo profundo con doble o triple sentido, hasta hablar de lo más serio y hacerlo descender de inmediato al nivel de lo absurdo. Porque Don Enrique desengola lo académico y nos sirve el concepto fresco, limpio, como un copo de nieve recién caído que nos estremece primero y nos lleva directos a la alegría después.

Leerlo es dar un salto mortal sin red, en el que nos brotan alas y nos convertimos en aves del paraíso, del suyo, del que nos proporciona su lectura. Al hacerlo entramos en un cosmos repleto de esferas cuadradas y trayectorias recticurvas que recorremos como si nada, donde la sorpresa se hace cotidiana y lo cotidiano se vuelve sorprendente.

El humor de Jardiel es un reconstituyente de malestares, un caleidoscopio que nos permite mirar lo que nos rodea con ojos de camaleón. La diferencia es que con él lo que cambia de color es el mundo y no el camaleón. Al pasear por sus textos nos van brotando burbujas que hacen cosquillas y eliminan pesadumbres. Leer a Jardiel es salud a manos llenas, un viaje a un balneario en el que renacer.

Sus textos nacen de una pócima secreta cuya receta solo él guardaba sin recordar quizá dónde la había puesto. El día que la encontraba la volvía a esconder, para que se perdiera su pista y ningún teórico pretencioso pudiera trazar su rastro. Como si se pudiera describir la trayectoria del humor. Él sabía que era absolutamente ridículo intentar explicar el mecanismo de la comedia. Se hace o no se hace, se produce o no. No le demos más vueltas.

Jardiel es el maestro del camino siembre cambiante. Su humor es un terreno resbaladizo donde nadie mantiene el equilibrio y el gesto serio, porque caerse es mucho mejor y más divertido y ver a los otros hacerlo ya es la monda. Construye con su gracia mundos nuevos solo con palabras, personajes que hablando en serio hacen que todo parezca de risa, donde se da la vuelta al calcetín y descubrimos que dentro no había un pie sino un corazón que late y nos irriga de luz nueva. Al leer a Jardiel siempre pensamos cómo es posible que aquello no se nos hubiera ocurrido a nosotros.

Jardiel es al mismo tiempo uno de los mayores poetas que haya dado la lengua castellana, porque entre sus frases, sus giros y las imágenes que ofrece, nos sentimos acariciados por la brisa de la elegancia y el talento, de ese «no sé qué que qué se yo» que tiene también la poesía. Jardiel es experto en fintas y en cada frase nos mete un gol por la escuadra. El estadio se viene abajo cada vez que nuestro poeta/humorista tiene entre sus pies de ángel la pelota del ingenio y el talento. Hace con ella mil cabriolas que parecen fáciles pero de las que solo él es capaz. Jardiel es la fuente a la que siempre volvemos para llenarnos del agua limpia de la gracia, aquella con la que están tocados los elegidos.

Jardiel vivió un tiempo maldito y la historia ha querido tragárselo pero no ha podido, porque sus textos, su palabra, y las que contiene este libro son un vivo ejemplo, nos lo devuelven desde el Maelstrom de la historia, renacido y nuevo para el goce y el disfrute. Jardiel es una luz que guía a todo aquel que quiera dedicarse al humor y sencillamente a amar la vida. Dejarse emborrachar por su talento es de las experiencias más hermosas que uno pueda tener, sumergirse en su forma de contar nos sirve para salir a la calle renovados, preparados para leer los periódicos sin acabar pegándonos un tiro.

Jardiel es humor, quien lo probó lo sabe.

 

 

Pepe Viyuela (Logroño, 1963) es actor, licenciado en Filosofía y payaso. Lo descubrimos atrapado en una silla plegable y ahora como gran amante de la obra de Jardiel Poncela.

 

 

74 definiciones rápidas

(Recién saliditas de la fábrica para ayuda de académicos, de catedráticos y de tartamudos).

 

 

Después de la temporada de vagancia colaboratriz, aquí estamos otra vez, señores, dispuestos a seguir dando la lata hasta la consumación de los siglos y de los bocadillos de anchoas.

¿Celebramos la vuelta o no la celebramos?

Por mi parte, yo lo celebro.

Y si ustedes la celebran, seguiré celebrándolo.

Lo celebraré mañana, que es mi cumplemeses.

 

 

Y ahora imaginemos el nuevo curso con algunas definiciones rápidas. Estas definiciones han de serles muy útiles a los académicos que confeccionan el diccionario de la Real Academia Española; y a los catedráticos, que tiran el confeti de la ciencia desde la carroza de la cátedra (¡qué imagen tan colorista!); y a los tartamudos, que se sienten incapaces de repetir de carretilla las definiciones largas y lentas.

Vamos allá, caballeros y señoritas. Aprendamos las susodichas setenta y cuatro definiciones rápidas.

Cárcel.—Hotel gratuito.

Termómetro.—Preocupación con funda.

Bastón.—Palo que se cae al suelo.

Beso.—Intercambio de microbios.

Sombrero.—Envase de melones.

Cliente.—Pelmazo diario.

Sostén.—Petulancia con hombreras.

Ventilador.—Caja de pulmonías.

Conventos.—Sindicato de aburridos.

Chófer.—Pieza de automóvil.

Taquígrafo.—Traductor de su propio idioma.

Aceituna.—Fruto que se atraviesa con palillos.

Atlántico.—Océano que se atraviesa con gasolina.

Hueso.—Astilla que se atraviesa con frecuencia.

Conde, marqués, duque, varón, vizconde, hijo de millonario.—Vago por herencia.

Alemán.—Lo relativo propio de Alemania.

Sifón.—Tubo de agua metida a la fuerza.

Limpiabotas.—Vasallo de la humanidad.

Pluma, pesimista.—Seres que destilan negrura.

Veraneo.—Pretexto para poder molestar al padre de familia.

Mudanza.—Pretexto para molestar a los vecinos.

Vagón del metro.—Recipiente de malos olores.

Corte de pelo.—Suplicio moderno.

Claxon.—Aparato que suena después de atropellar.

Ciudad.—Aglomeración peligrosa.

Anciana piadosa.—Almacén de padrenuestros y de malas intenciones.

Destino.—Tómbola benéfica y maléfica.

Serrín.—Cerebro.

Collar.—Horca de la sencillez.

Gato.—Animal que araña.

Araña.—Animal con bombillas que da luz.

Pitorro.—Grifo de botijo.

Pirroto.—Grifo de botijo al que le falta un pedazo.

Féretro.—Caja de caudales del alma.

Confesonario.—Mentidero.

Ojales.—Rotos intencionados.

Taller de pirotecnia.—Laboratorio que explota un día.

Cocina.—Laboratorio que explota una cocinera.

Luto.—Telar que mancha.

Felicidad.—Novela de Zola.

Hiperestesiadísimamente.—Una de las palabras más largas que existen.

Chulo, semáforos.—Aparatos para hacer señales.

Indisposición del primer actor de la compañía.—Cosa que acaba por ocurrir siempre cuando una comedia no lleva público a un teatro.

Gaseosa.—Botella verde, provista de un tapón de cristal, colocado dentro de la botella de una manera tan hábil que, se haga lo que se haga, nunca se logra que salga el líquido encerrado en la botella.

Timbre.—Aparato utilizadísimo en las casas para la diversión de los niños. Cuando el timbre se coloca encima de todos los muebles de la casa, recibe el nombre de «timbre de mesa» y cuando se le pega en un papel y se se deja allí quieto para siempre, se llama «móvil».

Crimen.—Comedia en tres actos, de autor contemporáneo.

Comedia en tres actos.—Crimen.

 

Adúltera.—Nombre propio femenino, que también se le aplica a la leche de vacas.

Secante.—Papel en el que se imprimen algunos periódicos.

Tabaco.—Planta que, merced a una elaboración especial, sirve para hacer amistades y para toser por las mañanas.

Silla.—Objeto con el que se les da en la cabeza a los visitantes pesados.

Lápiz.—Maderita de diferentes tamaños que sirve para sacar de ella todas las virutas que se deseen.

Aparato fotográfico.—Mecanismo que sirve para enemistarse con los amigos, apretando a un botoncito y diciéndoles: «Has salido parecidísimo».

Alfiletero.—Recipiente para guardar agujas.

Agujero.—Recipiente para guardar alfileres.

Rúbrica.—Trazo grafológico que sirve para romper las plumas.

Cenicero.—Aparato alrededor del cual se echan los cigarros y la ceniza.

Bala.—Berbiquí que funciona a distancia.

Hucha.—Caja donde se encierra el dinero y que lo devuelve al romperla.

Novia.—Caja, a veces rubia, a veces morena, en donde se encierra el dinero y que no lo devuelve ni rompiéndola.

Barítono.—Joven alto que a veces sabe cantar y que otras veces sabe escribir.

Empresario de teatros.—Mamífero muy parecido al hombre.

Camello de Australia.—Mamífero muy parecido al empresario de teatros.

Artículo de fondo.—Pieza literaria que no tiene fondo casi nunca.

 

Estación de ferrocarril.—Lugar que tiene fondo y tiene fonda.

Foco.—Luz viva con la que se alumbra a las estrellas de variedades para que no se dé cuenta el público de lo mal que lo hacen.

Chiste.—Juego de ingenio que inventa un hombre, repiten los otros hombres, no consiguen repetir casi nunca las mujeres y copian todos los jóvenes que comienzan su carrera de dibujantes.

 

 

(Publicado en Buen Humor, 11-8-29)

 

 

Reverso de cuarenta hojas de nuestro almanaque para el año 1929

(Arrancadas del taco para facilitárselas a los lectores y que se den cuenta de la memez habitual de los almanaques).

 

 

 

 

Esta hermosa anécdota demuestra hasta qué punto era perspicaz aquel gran hombre que años después había de caer asesinado al pie de la estatua de Pompeyo.

También demuestra que en las Galias se conocían las tiendas de préstamos.

Lo que no comprendemos es cómo se le puede colgar la misma anécdota a Castelar. Pero, en fin…

 

 

 

 

 

 

(Publicado en Buen Humor, 30-12-28)

 

 

La grafología de Madame Lupescu

 

 

Todo el mundo, incluidas las islas de Cabo Verde, sabe que la grafología es la ciencia merced a la cual se averigua lo que son las personas por lo que han escrito.

Gracias a la grafología se ha sabido, después de leer la Divina Comedia, que el caballero que la había escrito, Dante Alighieri, era un poeta.

Y que Cervantes, que escribió la novela titulada Don Quijote de la Mancha, era un novelista.

Y que don César Cantú, que escribió una Historia Universal, era un historiador.

También se puede averiguar por medio de la grafología el carácter, la cultura y hasta el oficio que desempeña el autor de un escrito cualquiera.

A este curioso resultado se llega con un sencillo examen de lo escrito y con la aplicación de unas pocas reglas. Por ejemplo:

Las letras mayúsculas indican que empieza párrafo o nombre propio.

Las aes abiertas, ansias de oxigenarse.

Las tes en forma de látigo, dictadura.

Una escritura inclinada es síntoma de pereza o de sueño.

La escritura vertical denota costumbre de estar de pie.

Los puntos sobre las íes, espíritu de justicia.

El exceso de rabos en la escritura indica ganas de poseer una jauría.

Las enes con cuatro palos, equivocación.

Confundir las bes con las uves, denota falta de escuela. (Etc., etc.).

 

 

 

Y para la mayor claridad de esta cuestión daremos algunos ejemplos gráficos.

 

Véase la figura primera. Y una simple ojeada sobre ese escrito nos descubrirá que su autor no tiene idea de la ortografía; pero también nos descubrirá que es mozo de cuerda.

En la figura segunda aún se ve con mayor claridad la importancia de la ciencia grafológica. Dos líneas, dos líneas nada más, y ellas bastan para enterarnos de que quien las ha trazado carece de ideas políticas.

La figura tercera nos indica un alma enamorada.

Y en cuanto a la figura cuarta, dice bien a las claras: carácter enérgico, impulsivo y decisivo.

 

Consultorio grafológico

Cuantas personas lo deseen pueden enviarnos sus escritos y nosotros los examinaremos y les diremos el carácter que tienen, aunque ellas estén ya hartas de saberlo.

He aquí las respuestas que damos hoy a varios lectores que no nos han enviado ningún escrito suyo todavía:

 

Carmelita González (Ávila)Sus líneas, escritas a máquina, revelan un carácter ordenado, instintos comerciales y frecuentación de la mecanografía.

Luisa Wallis (Barcelona)—Las cuentas de la modista no se le envían al grafólogo, señorita; se le envían al millonario enamorado.

Peter García (Briviesca)Su grafismo indica una falta absoluta de costumbre de escribir. Alístese en cualquier escuela nocturna o alístese en el Tercio.

 

Mariano Gómez (Baracaldo)Idealismo, futbolismo, estrabismo.

Tadeo Solfehinge (Moscú)—Pero, ¿eso lo ha escrito usted con la mano?

Adelciso Rubiales (Madrid)—Su grafismo denota úlcera de estómago.

Y por hoy no hay más.

 

 

(Publicado en Gutiérrez, 18-10-30)

 

 

Física recreativa para entretenerse en casa

 

 

Un buen procedimiento para pasar las veladas distraídas en casa es marcharse a la calle nada más cenar.

Ya lo sabíamos todos, claro.

Pero lo que no sabíamos y vamos a decir ahora nosotros es otro procedimiento que también existe en el mundo para pasar en casa agradablemente las veladas.

La física recreativa.

Con muy escasos objetos —una botella, un vaso, un plato, un huevo, dos tenedores, un corcho, un libro y una vela— y un poco de humor y de buena voluntad, unidos a los ejercicios que el lector va a encontrar en esta página, puede perfectamente matarse una noche como si le fusilaran por la espalda.

Y si no, prueben y se convencerán.

 

 

El molinillo

Cójanse una botella, un corcho que sea más grueso que el cuello de la botella y dos tenedores de cuatro púas cada uno.

Clávense los tenedores en el corcho en la forma que indica la fig. 1.ª

Colóquese el corcho sobre la boca de la botella con los tenedores clavados en diagonal, dese un ligero golpe sobre el mango de uno de los tenedores y se verá cómo se cae al suelo, haciéndose cisco, la botella.

 

 

El tapón de papel

Para este juego no se necesitan más que un vaso, cuarto de litro de agua y una hoja de papel. Es precioso y se basa en el principio físico de la resistencia del aire.

Cójase el vaso con una mano, llénese de agua hasta el borde y aplíquese sobre él la hoja de papel, cuidando de que no se moje. Una vez logrado esto, con un rápido movimiento y conservando la mano extendida sobre la hoja de papel que tapa el vaso inviértase este rápidamente, hasta dejarlo completamente boca abajo. (Fig. 2.ª)

 

Y se verá cómo el agua se cae a borbotones, poniéndolo todo perdido. El experimento causará siempre una emoción bárbara.

 

 

Para meter un huevo con cascara en el interior de una botella

Meter un huevo con cascara en el interior de una botella, sin romper la botella y sin que el huevo se casque, es uno de los experimentos de física recreativa que más llaman la atención del espectador y con el que más puede lucirse el que lo lleve a cabo.

 

 

Colocado el huevo sobre la botella (figura 3.ª), ya no falta más que hacerlo entrar. Y eso es lo malo, porque si prueban ustedes verán que no hay manera humana de conseguirlo.

 

Apagar, soplando, una vela colocada detrás de un libro

Este juego de salón, que se halla suficientemente explicado en la fig. 4.ª, no se apoya en ningún principio físico; pero, en cambio, es siempre de un gran efecto y nunca falla.

Gutiérrez