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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Beverly Beaver

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Peligrosamente juntos, n.º 99 - agosto 2018

Título original: Downright Dangerous

Publicada originalmente por Silhouette® Books.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-9188-880-2

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

ELSA Leone se había convertido en una molestia; metía las narices donde no debía y llamaba la atención de toda la ciudad de Maysville sobre los problemas de Honey Town. Las cartas y las amenazas telefónicas no habían bastado para hacerle entender que se estaba metiendo con cosas que podían costarle la vida. Era una mujer testaruda que había sabido aprovechar su puesto como gerente de la WJMM, la cadena de radio y televisión de la ciudad, para denunciar los delitos que se estaban cometiendo en Maysville e instar a los ciudadanos a tomar cartas en el asunto. Así, se había convertido en la vanguardia de la organización Buenos Samaritanos de Maysville, conocida como «BSM», cuyos integrantes exigían que se tomaran cartas en el asunto. Y aquellas exigencias eran más firmes cada día.

El primer error que él había cometido había sido el de permitir que las cosas llegaran tan lejos. Para rectificarlo, había dado instrucciones para que la atacaran aquella noche. Y si la atrevida e inteligente Elsa seguía sin atender a las advertencias, tendría que morir.

Mirando hacia el escenario de la sala de conferencias del Magnolia Plaza, se sumó a la ovación de pie que el público brindaba a Elsa en la noche de la fundación de BSM. Jamás la había visto así. Elsa tenía una belleza casi exótica, pero no parecía ser consciente de su enorme atractivo y, por lo general, evitaba llamar la atención. Sin embargo, aquella noche llevaba un vestido de seda negro que revelaba toda la sensualidad de su figura esbelta y curvilínea.

Mientras la observaba y apreciaba sus encantos femeninos, suspiró y fingió una sonrisa amable. No podía evitar pensar que era una lástima. Si Elsa fuera más sumisa y no se hubiera metido donde no debía, tendría garantizada una larga vida. Pero, por el contrario, tenía un espíritu justiciero y unas férreas convicciones feministas que probablemente la llevarían a la muerte.

 

 

Elsa se había dirigido al público con el corazón, aunque sin mencionar que sus tragedias personales habían estado marcadas por el alcohol y la drogadicción. Por lo que sabía la población de Maysville, la campaña de Elsa para luchar contra la delincuencia en la ciudad se basaba únicamente en el deseo de una buena persona de hacer algo positivo por su comunidad.

Mientras se dirigía al guardarropa a buscar el abrigo, Elsa pensó que, en efecto, era una buena persona. No siempre era agradable, pero hacía grandes esfuerzos por no desviarse del camino. Era ambiciosa, y no se conformaba fácilmente. Esperaba lo mejor de sí misma, y le resultaba incomprensible que alguien pudiera desperdiciar su vida por no explotar su potencial.

Cuando estaba a punto de ponerse el abrigo, una mano cálida y grande le tocó la espalda. Se quedó inmóvil y, al volverse, descubrió los ojos azules de Ellison Southwell Mays, miembro de la familia más antigua y prestigiosa de Maysville. Apenas lo conocía, y detestaba el contacto de los desconocidos. Además, había algo en aquel hombre que la inquietaba. De hecho, ni siquiera podía precisar su edad, aunque imaginaba que tenía entre cuarenta y sesenta años.

—Sólo quería decirte lo mucho que apreciamos que tengas el coraje de salir a plantar cara a esos desgraciados —declaró Ellison.

—Gracias.

A pesar de lo incómoda que se sentía, Elsa sonrió con amabilidad. Si algo había aprendido poco después de mudarse a Maysville era que no convenía ofender a ciertas personas, en particular a la vieja guardia, porque tenían influencias sociales y económicas en todo el país.

—Elsa… —dijo una voz masculina.

Ella aprovechó la oportunidad para alejarse de Mays. Se acercó a Harry Colburn, un joven y prometedor empresario de la ciudad, y sonrió con desenfado.

—Gracias por haber venido, Harry. Para nosotros es muy importante contar con tu apoyo. Tu compromiso y tu generosidad con BSM servirán de estímulo para los demás.

Harry sonrió con timidez. Por enésima vez, Elsa pensó en lo increíblemente guapo que era aquel hombre de pelo moreno rizado y ojos color miel.

—Me complace saber que te he ayudado, Elsa —afirmó, mirándola con intensidad—. Has hecho maravillas desde que has tomado las riendas de la WJMM. ¿Cuánto ha pasado desde entonces? ¿Ocho meses?

Ella aflojó los hombros y suspiró.

—Sí, sólo han sido ocho meses y medio, pero a veces me parece que llevo años en Maysville. Sinceramente, he llegado a encariñarme con la ciudad y su gente.

—Y nosotros contigo.

A pesar del deseo con que la miraba, Elsa intentó no dar demasiada importancia al comentario de Harry.

El pasillo que conducía al guardarropa empezó a llenarse de gente que quería felicitarla y darle las gracias por el apoyo de la WJMM al grupo de BSM.

—En el tiempo que llevo como jefe de policía —le dijo Van Fleming—, jamás hemos tenido a tantos ciudadanos dispuestos a colaborar con nosotros en la limpieza de Honey Town.

Noah Wright, el alcalde, también elogió el trabajo de Elsa.

—Eres una bendición para Maysville.

Se sentía abrumada ante tantos halagos, pero agradecía todos y cada uno con amabilidad. Para una joven tímida que había crecido rodeada de pobreza, no resultaba fácil ser el centro de la atención. Sin embargo, había trabajado muy duro para llegar a ser alguien, y estaba decidida a disfrutar del éxito que había conseguido. Se sentía orgullosa de que la aceptaran todas las personas importantes de aquella ciudad de Mississippi. No sólo se habían acercado a ella el alcalde y el jefe de policía, sino también personas como Nella Southwell, la tía de Ellison y la mujer más importante de la alta sociedad local, y Bruce Alden, el rector de la Universidad de Maysville.

—¿Quieres que te lleve a casa? —le preguntó Harry.

—No, gracias. He venido en coche, y tengo que ir a la radio. Troy tiene la furgoneta en el taller y necesitará que lo lleve. Además, tengo que hacer un montón de cosas hasta que termine su turno.

—Tu hermano se esfuerza mucho. Se pasa el día en la universidad y encima trabaja en la radio.

Elsa sonrió y asintió. Estaba orgullosa de Troy; mucho más orgullosa de lo que nadie podía imaginar. Su hermano, de veinte años, libraba una valiente batalla contra la adicción a las drogas que había arrastrado desde la niñez. Llevaba dos años sin consumir nada, y Elsa estaba muy esperanzada ante la posibilidad de que por fin rehiciera su vida. Aceptar aquel trabajo en Maysville no sólo había representado una maravillosa posibilidad profesional para ella, sino que le había dado a Troy la oportunidad de empezar de nuevo en una ciudad donde nadie conocía su pasado.

—En ese caso —dijo Harry—, ¿puedo acompañarte hasta el coche?

—Claro que sí.

El Magnolia Plaza era el hotel más elegante de Maysville y uno de los edificios más destacados de Construcciones Colburn, una de las muchas empresas de Harry.

Cuando Elsa se disponía a cerrar la puerta del coche, Harry se echó hacia delante y dijo:

—¿Por qué no cenamos un día de éstos?

Ella se quedó mirándolo en silencio durante un rato, tratando de superar el estupor provocado por semejante invitación. Estaba sorprendida y complacida a la vez. Harry era el soltero más codiciado de la ciudad; todas las mujeres soñaban con salir con él, y acababa de invitarla a cenar.

—Sí, ¿por qué no? —contestó al fin.

A Elsa le gustaba Harry. Lo encontraba intrigante, extremadamente guapo y muy amable, a pesar de ser uno de los hombres más adinerados del país. No le aceleraba el corazón ni le hacía sentir mariposas en el estómago, pero tampoco estaba buscando una relación de aquel tipo. Era una mujer pragmática, sensata y realista. La pasión desenfrenada no era para ella. Sin embargo, casarse con el hombre correcto sí formaba parte de su plan.

En los diez minutos que tardó en llegar desde el hotel hasta la radio, Elsa pensó en la cita que había concertado con Harry Colburn para el viernes por la noche. Él había dicho que irían a Menphis, lo cual significaba que estarían una hora solos en el Mercedes de Harry: una hora para conocerse mejor. La mera idea de salir con él la alteraba. Se preguntaba si alguien tan experimentado como Harry notaría que era una novata en el juego de las relaciones. Al salir del orfanato era poco más que una niña, y desde entonces se había tenido que ocupar de sus hermanos. La vida social era un lujo que no se había podido permitir, ni de adolescente ni de adulta. Tal vez hubiera llegado el momento de dedicar más atención a aquel aspecto, y aceptar una cita con el soltero más cotizado de la ciudad era un excelente comienzo. Nadie sabía qué podría surgir de aquella cena.

Dejó el coche en el aparcamiento de la radio, a menos de quince pasos de la entrada principal. Antes de apearse, echó un vistazo a su alrededor. Aunque se sentía a salvo en aquella zona de Maysville, siempre tomaba precauciones en lo tocante a la seguridad personal. Todo parecía normal. Después de salir, cerró el coche y se levantó las solapas del abrigo para protegerse del gélido viento de enero. El clima invernal del norte de Mississippi era imprevisible.

Impaciente por entrar para refugiarse del frío, caminó hacia la entrada del estudio de radio. Pero antes de alcanzar la acera oyó el ruido de un motor. Levantó la vista y vio una camioneta de último modelo que avanzaba hacia ella a toda velocidad.

Al comprender que quien estaba detrás del volante intentaba atropellarla o había perdido el control del vehículo, Elsa corrió hacia la puerta. La camioneta se subió a la acera y continuó persiguiéndola.

La acera terminaba en la puerta metálica de la entrada. Como medida de seguridad, nadie podía entrar al estudio si no tecleaba el código de acceso o si no le abrían la puerta desde el interior. Presa de los nervios, Elsa alcanzó a marcar los cuatro números de la clave. Apenas se abrió la puerta, la camioneta se estrelló contra la entrada, bloqueándola. Si Elsa hubiera tardado dos milésimas de segundo más en marcar el código, habría quedado atrapada entre el vehículo y los cristales de la fachada.

Con la prisa por huir de la camioneta, trastabilló y cayó de rodillas en la moqueta de la recepción. Sin volverse siquiera para ver si el conductor seguía tras ella o había escapado, abrió la boca y gritó con todas sus fuerzas.

Capítulo 1

 

 

 

 

 

ESTOY bien —afirmó Elsa, mientras se sentaba en el sillón de su despacho—. No quiero ir al hospital, sólo estoy un poco aturdida. Eso es todo.

Troy estaba arrodillado frente a ella, mirándole las rodillas enrojecidas.

—Al menos ve al cuarto de baño a quitarte las medias y desinfectarte las heridas.

A pesar de la situación, Elsa sonrió.

—Nunca pensé que llegaría a ver el día en que trataras de cuidarme. Y debo reconocer que suenas casi maternal.

Troy soltó una carcajada.

—Muy graciosa. Te advierto que si me dejas hacer de hermano protector tendrás que hacerme caso —declaró, con tono solemne—. Y si vas a gritarme, puedes hacerlo mientras el jefe Fleming y sus chicos estén fuera, interrogando a todo el mundo y estudiando la escena del crimen…

Elsa notó la inquietud que había en la expresión de su hermano y se preguntó que habría ocurrido.

—Dime qué has hecho, Troy.

Antes de que el joven pudiera contestar, la doctora Lurleen Patton entró corriendo en el despacho con una taza en la mano.

—Te he traído una infusión.

Lurleen le dio la taza a Elsa y suspiró exageradamente al verle las rodillas. Nadie habría podido adivinar que era psiquiatra. No sólo no había nada académico ni presuntuoso en ella, sino que, con sus treinta y ocho años, la locutora del programa de medianoche parecía una supermodelo. Era alta, delgada y elegante, y tenía una larga cabellera de color rubio rojizo y unos enormes ojos azules. Lo tenía todo: belleza, inteligencia y personalidad.

—Gracias —dijo Elsa, bebiendo un trago—. Troy, dime qué has hecho.

—He llamado a Grace Tyree y le he dicho lo que ha pasado.

Ella dejó la taza en la mesa y lo miró con irritación.

—¿Por qué has…?

—Porque además de ser tu jefa y amiga es la dueña de WJMM. Tiene que saber que el asunto ha ido más allá de las cartas y las amenazas telefónicas —declaró, tomándola de los hombros—. ¡Reacciona, hermanita! Esta noche han tratado de asesinarte. Creo que es motivo más que suficiente para llamar a Grace.

Elsa asintió, y Troy la soltó y se puso de pie.

—Troy tiene razón, Elsa —afirmó Lurleen—. La situación se está descontrolando. Es obvio que las amenazas son serias, pero no sabes quién está detrás de esto. La policía no puede hacer mucho. Lo que necesitas es un guardaespaldas a tiempo completo, y Grace tiene la obligación de contratar a uno para que te proteja. Después de todo, ella te autorizó a poner todos los recursos de la WJMM al servicio de los Buenos Samaritanos de Maysville.

—Sé que los dos tenéis razón, pero…

Elsa odiaba admitir que necesitaba ayuda y que el problema la sobrepasaba. No estaba acostumbrada a buscar apoyo en los demás. Toda su vida había sido la persona fuerte que cuidaba de todos. La esencia de Elsa Leone estaba compuesta por su férreo sentido de la responsabilidad y su monumental orgullo. Había perdido a sus padres de pequeña y había aprendido a arreglárselas sola. Se resistía a necesitar a alguien, porque no quería ser vulnerable, y se negaba a tener expectativas para evitar posibles desilusiones.

—Jed Tyree iba a llamar a su antiguo jefe —explicó Troy—. Grace dice que a partir de mañana tendrás a un agente de Dundee a tu disposición.

—¿Qué es un agente de Dundee? —preguntó Leenie.

—Un guardaespaldas —replicó Elsa.

Leenie abrió los ojos desmesuradamente.

—¡Qué envidia! Vas a tener a tu disposición a un tipo como un armario. Eso hace que casi valga la pena que hayan estado a punto de asesinarte…

—¡Cállate, Leenie! —se puso de pie y respiró profundamente—. Lo siento. No quería gritarte, pero te aseguro que a veces pareces una adolescente alocada en vez de una psiquiatra prestigiosa.

—Por si no lo sabes, que sea una mujer inteligente no impide que me gusten los hombres.

Lurleen hizo lo imposible para no sonreír, pero no pudo contener la necesidad de guiñarle un ojo a Troy. El joven tuvo que carraspear para contener la risa. Elsa los observó con detenimiento durante varios segundos.

—Para tu información, los hombres no me disgustan.

—Es cierto, no te disgustan —repitió Lurleen, con ironía—. Sólo los echas a patadas en cuanto se te acercan. Algún día, cuando reconozcas tu problema, deberíamos hablar sobre por qué desconfías de los hombres y por qué no les das la más mínima posibilidad de acercarse a ti.

—Dudo que éste sea el momento adecuado para tratar mis traumas.

Acto seguido, Elsa corrió al cuarto de baño y cerró la puerta con un golpe. Mientras se quitaba los zapatos y las medias desgarradas, trató de ordenar sus pensamientos. En primer lugar, tenía que asumir que aquella noche habían tratado de asesinarla. No le había dado importancia a la primera amenaza telefónica, porque había supuesto que se trataba de una broma. Después de la segunda llamada y de la carta que le decía que dejara como estaban las cosas de Honey Town, había tratado de descubrir a quién podía molestar que se pretendiera acabar con la delincuencia en la zona más peligrosa de Maysville. Aunque aún no tenía un nombre, sospechaba que quien quisiera detener el trabajo de BSM era alguien que podía perder un gran negocio si se echaba a los traficantes, los ladrones y los proxenetas de Honey Town. La única forma de averiguar la verdad consistía en indagar entre los ciudadanos.

Elsa arrojó las medias rotas a la papelera, humedeció unas toallas de papel y se limpió las rodillas. Cuando levantó la vista y se miró en el espejo tuvo la impresión de que se había maquillado tanto para la fundación de BSM que parecía un payaso. Sin dudarlo, agarró otra toalla y se quitó el colorete, el pintalabios y la sombra de ojos. Se sentía mejor con la cara lavada; sólo le quedaba quitarse el vestido para dejar de sentirse disfrazada.

Como pasaba muchas horas en la estación tenía varias mudas de ropa. La radio y la cadena de televisión eran su devoción y, desde que Grace la había puesto a cargo de Sheffield Media Inc., trabajaba a destajo para mejorar la programación. En los casi nueve meses que llevaba en el puesto, el índice de audiencia había subido, cada vez había más anunciantes, los ingresos habían aumentado, y hasta la vieja guardia de la ciudad se deshacía en elogios, gracias a que Elsa se había involucrado con BSM.

Mientras se quitaba el vestido para ponerse unos vaqueros y un jersey, reflexionó sobre cuál sería la mejor manera de resolver la situación con la policía y tranquilizar a Grace. En cuanto terminó de calzarse los mocasines salió del cuarto de baño, fue al escritorio y levantó el auricular del teléfono sin prestar atención a su hermano ni a su amiga. Cuando Troy le preguntó a quién llamaba, no le contestó.

—Residencia de los Tyree —dijo una voz masculina al otro lado de la línea.

—Hola, Nolan. Soy Elsa Leone. ¿Puedo hablar con Grace?

—Ahora mismo la llamo, Elsa. Espero que estés bien.

—No te preocupes, Nolan, estoy perfectamente. Te agradezco el interés.

Elsa aprovechó que Nolan había ido a buscar a Grace para explicarles a Leenie y a Troy lo que había decidido.

—Voy a decirle a Grace que envíe a un agente de Dundee como guardaespaldas y a otros dos para que nos ayuden a investigar quién tiene motivos para querer que BSM no se entrometa en sus asuntos.

—Me parece muy inteligente por tu parte —aseguró Troy—. No puedes detener a ese tipo si no sabes quién es.

—Observo que los agentes de Dundee tienen talentos múltiples —bromeó Lurleen—. Guardaespaldas, investigadores…

—¿Sabes lo que necesitas, Leenie? —dijo Elsa—. Un novio nuevo. ¿Cuánto ha pasado desde que te separaste de Pete? ¿Cinco meses?

—Seis, pero Pete y yo nunca tuvimos una relación seria. De todas maneras, tienes razón. Si tuviera un hombre en mi vida, no estaría fantaseando con tus viriles y apuestos guardaespaldas. Lo que necesito es acostarme con un hombre. Pronto.

—¡Leenie! —la reprendió Elsa, mirando a Troy por el rabillo del ojo.

—¡No seas ridícula! Tu hermano pequeño sabe mucho más de sexo que tú.

Elsa agachó la cabeza para ocultar el rubor.

—No me interesa hablar de la experiencia sexual de mi hermano ni de la mía.

—A mí tampoco, pero ya que me has aconsejado que me busque un novio, permite que te aconseje que aceptes salir con algún hombre.

—Ya que lo mencionas —dijo Elsa, con una sonrisa de oreja a oreja—, tengo una cita el viernes por la noche.

—¿Y quién es el afortunado?

—Harry Colburn.

Lurleen se quedó boquiabierta.

—Veo que cuando te decides a hacer algo lo haces a lo grande —manifestó—. Harry Colburn, un sueño de hombre. Pero será mejor que te andes con cuidado, he oído que es de los que saben conseguir lo que quieren…

—Te prometo que si trata de forzar a mi hermana, yo mismo me encargaré…

Elsa oyó la voz de Grace al otro lado de la línea y les pidió que se callaran.

—¿Elsa?

—Grace, lamento molestarte, pero…

—¿De verdad estás bien? —preguntó Grace, con sincera preocupación—. Troy ha dicho que no estabas herida, sólo aterrada. Jed ha llamado a Sawyer McNamara, su antiguo jefe en la agencia Dundee, y se ha comprometido a enviar a Rafe Devlin a Maysville, porque Jed ha insistido en que es el hombre perfecto para este trabajo. Por una parte, tú lo conoces; y por otra, Rafe ha trabajado varios años de inspector en la policía de Knoxville. Es la persona adecuada para dirigir a un equipo que te proteja e investigue quién te ha amenazado.

Elsa no se podía creer que el marido de Grace hubiera insistido en que Rafe Devlin se hiciera cargo del trabajo. Se obligó a no ponerse nerviosa. Estaba convencida de que el hecho de que no fuera capaz de olvidar el fugaz encuentro que había tenido con Rafe en Louisiana no significaba nada. Además, que le hubiera salvado la vida el año anterior cuando ella intentaba sacar a Troy de sus problemas no quería decir que Rafe fuera su príncipe azul. Y tampoco debía darle mayor importancia a lo increíblemente atractivo que le parecía, ni a la sensualidad que le despertaba su mera presencia.

Tenía una cita con Harry Colburn el viernes por la noche y debía concentrarse en ello. Harry era atractivo, sofisticado y rico. Por lo demás, no representaba un peligro para ella, porque no le aceleraba el corazón ni le erizaba la piel. No podía negar que Rafe también era muy guapo, pero no tenía punto de comparación con Harry. No era sofisticado ni rico, y lo más importante, la estremecía como nadie. Tanto que ni siquiera se atrevía a pensar en lo que podía pasarle si la besaba.

—¿Sigues ahí, Elsa? —preguntó Grace.

—Sí, y me alegro de que te hayas adelantado. Precisamente he llamado para pedirte que no sólo contrataras a agentes de Dundee para que me protejan, sino también para que investiguen lo ocurrido. No me van a amedrentar, y no voy a permitir que nadie se interponga en el trabajo que BSM está haciendo en Honey Town. Sólo tenemos que descubrir quién quiere detenernos.

—Sawyer ha puesto a todo su equipo a mi disposición —informó Grace—. Mañana volarán a Maysville. Te llamaré para avisarte cuando sepa a qué hora llegan.

—De acuerdo. Y gracias.

—Por cierto, he hablado con el jefe de policía y le he dicho que quiero que te proporcione protección policial hasta que lleguen los agentes de Dundee. Me ha asegurado que te mantendrían a salvo. Parece que te has convertido en alguien vital para la policía de Maysville.

—Te prometo que haré lo imposible para que esto no afecte negativamente a WJMM.

—Creo que sería positivo que le contaras al público lo que está pasando y por qué…

—¿Quieres que utilice las amenazas como publicidad?

—No como artimaña publicitaria —puntualizó Grace—. Creo que los ciudadanos de Maysville tienen derecho a conocer los hechos, y lo que te está ocurriendo es algo de interés público. Créeme, Elsa, si no confiara en que los agentes de Dundee podrán protegerte, te recomendaría que salieras de la ciudad inmediatamente.

—No lo harías, porque sabes que no me iría. Estoy en esta lucha hasta el final.

—Lo sé. Siempre das lo mejor de ti y acabas lo que empiezas. Ése es el principal motivo por el que te he puesto al frente de WJMM. Sin embargo, quiero que me mantengas al tanto de todo lo que ocurre y que sepas que si en algún momento sientes que no puedes seguir con esto, lo entenderé.

En cuanto terminó la conversación, Elsa se volvió hacia Troy y Leenie.

—Ya está resuelto. La policía nos protegerá esta noche, y a partir de mañana se encargarán los de Dundee.

—¿Sabes si va a venir Rafe Devlin? —preguntó su hermano.

—Sí. De hecho, Jed ha pedido que venga.

—¿Quién es Rafe Devlin? —quiso saber Lurleen.

—Es un tipo genial —afirmó Troy—. El año pasado le salvó la vida a Elsa y la ayudó a salvarme a mí. Será agradable volver a verlo, ¿no te parece, Elsa?

—Sí, supongo que…

—Ése es un hombre para ti —interrumpió el joven—. Un tipo de verdad, no un galancete esnob como Harry Colburn.

—Harry no es así —protestó ella.

—¿Has tenido una relación personal con el tal Rafe? —preguntó Lurleen.

—No es asunto tuyo. Pero no, no he tenido nada con él.

Troy sonrió.

—Aunque puedo asegurar que él quería tener algo contigo.

—No tenía interés personal por mí. Hacía su trabajo. Eso es todo —miró a Lurleen—. No quiero que andes por ahí propagando rumores sobre mi supuesta relación con Rafe. ¿Está claro?

—Como el agua —replicó la psiquiatra.

Elsa no quería que nadie pensara que entre Rafe y ella había algo más que una relación profesional. A fin de cuentas, era la verdad. El año anterior les había salvado la vida, porque era parte de su trabajo como agente de Dundee. Y cuando llegara a Maysville al día siguiente iría para ser su guardaespaldas, para formar parte del equipo que Grace había contratado para protegerla y ayudarla a descubrir quién estaba detrás de las amenazas.

Y si al verlo volvía a sentir mariposas en el estómago, encontraría la manera de no hacer caso a la sensación.

 

 

—Cree que he intentado matarla —dijo el hombre—. Es lo que querías, ¿verdad?

—Sí. Esta vez sólo quería advertirle…

—Avísame cuando quieras que termine el trabajo. He dejado la camioneta que usé anoche en las afueras de la ciudad. No hay forma de que la encuentren. Llámame si me necesitas antes de que vuelva de Menphis. Mantendré el móvil encendido todo el tiempo.