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Universidad y edición

Conocimiento y sociedad

 

 

Ángel Nogueira Dobarro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Universidad y edición

Conocimiento y sociedad

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Universidad de los Andes

Siglo del Hombre Editores

 

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Nogueira Dobarro, Ángel

Universidad y edición: conocimiento y sociedad / Ángel Nogueira Dobarro. – Bogotá: Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes: Siglo del Hombre Editores, 2018.

198 páginas; 16 x 21 cm.

ISBN 978-958-774-615-0

1. Publicaciones universitarias 2. Publicaciones académicas 3. Industria del libro I. Universidad de los Andes (Colombia). II. Tít.

CDD 070.594  SBUA

 

 

Primera edición: agosto del 2009, Asociación de Editoriales Universitaria de Colombia (ASEUC)

Segunda edición: abril del 2018

© Ángel Nogueira Dobarro

© Miguel Pineda, por el apéndice

© Asociación de Editoriales Universitaria de Colombia (ASEUC)

© Siglo del Hombre Editores

© Universidad de los Andes, Vicerrectoría de Investigaciones y Doctorados, Ediciones Uniandes

Ediciones Uniandes

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infeduni@uniandes.edu.co

Siglo del Hombre Editores

Carrera 31A n.° 25B-50 

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: 337 77 00

ISBN: 978-958-774-615-0

ISBN e-book: 978-958-774-616-7

Corrección de estilo: Martha Elena Reyes

Diagramación: María Victoria Mora

Diseño de la colección y de cubierta: La Central de Diseño

Desarrollo epub

Lápiz Blanco.S.A.S.

 

 

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Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación.

Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964.

Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia.

Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación.

 

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

Contenido

 

 

Prólogo

Juanita SANZ DE SANTAMARÍA

 

Presentación

Las semillas de Ángel

Emilia FRANCO

1. EL PROYECTO CULTURAL Y DE EDICIÓN: IMAGEN DE UN SISTEMA DE PRODUCCIÓN SOCIAL Y DE SU REALIDAD MATERIAL Y SIMBÓLICA

Presupuestos para una teoría social de la edición universitaria 1995

2. CONSIDERACIONES ACERCA DEL PROCESO DE CAMBIO EN DOCENCIA, INVESTIGACIÓN Y EDICIÓN UNIVERSITARIA 1998

3. EL EDITOR UNIVERSITARIO, INVENTOR DE SU PROPIO DISCURSO Y ACTIVIDAD

El sentido político de una específica tarea social en el presente 1999

4. LA EDICIÓN UNIVERSITARIA: UN PROYECTO DE COMUNICACIÓN CULTURAL Y COGNITIVA Y UN CENTRO INTELECTUAL DE DEBATES

La lectura silenciosa como argumento «imaginal» 2000

5. SOCIEDAD ACTUAL Y EDICIÓN UNIVERSITARIA EN COLOMBIA Y EN AMÉRICA LATINA 2001

6. LA FIGURA DEL PROMOTOR DE LA EDICIÓN UNIVERSITARIA E INSTITUCIONAL

La necesidad de una comercialización específica 2003

7. LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA EDICIÓN UNIVERSITARIA

Conocimiento, investigación y docencia 2005

8. LA EDICIÓN UNIVERSITARIA O DE PRODUCCIÓN SOCIAL DEL CONOCIMIENTO 2006

9. LA CULTURA EDITORIAL Y EL SENTIDO COGNITIVO DE ESTA ACTIVIDAD 2007

10. EL LIBRO ACTUAL COMO CREACIÓN DE CONCIENCIA CRÍTICA Y ALTERIDAD

Una hipótesis para debatir la relación entre las nuevas tecnologías digitales y las actuales tareas del editor 2008

APÉNDICE

Innovaciones y retos de una década: hacia una teoría social de la edición universitaria como apuesta para el futuro

Miguel Ángel PINEDA CUPA

Prólogo

Ángel ha sido un líder siempre, lúcido en sus críticas,

creyente en el más allá de lo dado, en la utopía.

JOSETXO BERIAIN*

 

 

Esta nueva edición del libro Universidad y edición. Conocimiento y sociedad, publicado por la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia (ASEUC) en el año 2009, recobra total vigencia debido a ciertas características que han acompañado a su autor, Ángel Nogueira Dobarro, durante toda su vida: la creatividad, la innovación, la anticipación a los acontecimientos, el amor por los libros y por el poder transformador de la lectura donde la palabra sea semilla de novedad.

Los textos aquí recopilados nos llevan por un recorrido de su pensamiento acerca de la edición universitaria desde 1995 hasta el 2008. Ahora que he vuelto a leerlos, pasados más de veinte de años, puedo constatar la relevancia de sus planteamientos.

Ángel propone que para hablar de un nuevo concepto de edición universitaria se requiere que las instituciones universitarias reconozcan que la esencia de su actividad tiene una función social, y que para que el proyecto editorial sea eficiente, ha de formar parte intrínseca de sus planes académicos, es decir, que la docencia, la investigación y la edición vayan de la mano.

En estos artículos también se refiere al libro vinculado a las nuevas tecnologías digitales, al cambio de paradigma en relación con su funcionalidad, y destaca que el eje de la edición se encuentra en la lectura y el lector: «la lectura es obra de la libertad, de la creatividad y de la gratuidad. Es algo que surge desde el interior. No se puede imponer ni obligar. Es verdaderamente la tarea más íntima de la libertad» (p. 155, en esta edición).

Su idea —siempre presente— acerca de la importancia de la socialización del conocimiento y la comercialización del libro académico llevó a Ángel a fundar Siglo del Hombre Editores en 1992, y a crear un proyecto cultural a través del libro y la lectura en el 2006, cuando se radicó definitivamente en Bogotá. Me refiero a Nascencia. El gérmen cierto de una novedad.

Durante ocho años fuimos poniendo en práctica sus planteamientos, y así, paso a paso, se fueron consolidando cada una de las actividades: Dialogando con los libros: el diálogo y el debate inventan nuevas ideas y culturas; Aula Abierta: temas para conocer, investigar y debatir; Lectores en Acción: leer como hermeneusis e invención; Ágora: un espacio para participar creativamente experiencias, lecturas e indagaciones cognitivas; Palabra e Imagen: hacer visible la acción social; Nascencia Editores: textos que narran una aventura del pensamiento; Nascencia Biblioteca: documentación y conocimiento.

Aquí vemos cómo Ángel confía en la transformación del ser humano mediante el libro y la lectura. Siempre creyendo en la construcción de un pensamiento crítico, en la innovación, en el respeto por el otro, en la diversidad, en el valor de la cultura y en una profunda conciencia social para pensar que un mundo mejor es posible. Se necesitan más seres humanos con esta claridad y con el compromiso para lograrlo.

Mis agradecimientos a Miguel Ángel Pineda Cupa, quien en el apéndice de esta edición presenta los resultados de una rigurosa investigación en la que recorre los avatares de la edición universitaria entre el 2008 y el 2018; a Emilia Franco, gerente de Siglo del Hombre Editores, y a Julio Paredes, editor general de Ediciones Uniandes, por llevar a feliz término esta coedición.

Confío en que los planteamientos aquí expresados promuevan en sus lectores el sentido crítico y la habilidad para innovar y continuar con la permanente transformación que el mundo de la edición universitaria requiere.

 

 

JUANITA SANZ DE SANTAMARÍA

BOGOTÁ, ABRIL DEL 2018

Presentación

Las semillas de Ángel

EI libro, en el presente y en el futuro, selecciona a sus lectores para crear en ellos una mentalidad innovadora, una intimidad crítica y una conciencia ética.

ÁNGEL NOGUEIRA DOBARRO

El mundo del libro nos depara siempre sorpresas: es tan enriquecedor como impredecible. Su campo de acción es casi infinito; multiplica permanentemente las ideas, los sentimientos, la creación, el pensamiento de todas las épocas, las sociedades y las formas de expresión, y nos inyecta la libertad que siempre nos comunica en sus múltiples y variadas páginas.

Nuestra empresa, Siglo del Hombre, nació por esas coincidencias del destino, gracias al contacto inesperado con la Editorial Anthropos de Barcelona, a comienzos de los años noventa, y su interés por dar a conocer a los lectores colombianos su fondo editorial y buscar en nuestro país la forma de hacer llegar su vasto catálogo a los académicos, investigadores y profesionales colombianos, pero, sobre todo, a las nuevas generaciones de estudiantes universitarios.

Ángel Nogueira Dobarro había fundado en los años ochenta la Editorial Anthropos con el ánimo de impactar progresivamente el ámbito académico e intelectual de España, y con una clara intención de llegar, en la medida de lo posible, a América Latina. Más de 500 títulos constituían ya, en ese momento, su catálogo editorial, a los que se sumaban los primeros 130 números de la revista Anthropos, revista monográfica de pensamiento y cultura en temas multidisciplinarios, dirigida por él, que contaba con autores de interés y vanguardia.

Así fue como, hace ya más de 25 años, gracias al interés e iniciativa de Ángel, nos dimos a la tarea de construir una empresa colombiana que, de alguna manera, brindara un apoyo a esa aventura editorial en nuestro país, y que, poco a poco, se convirtiera en una plataforma que proporcionara cobijo a otros sellos editoriales hispanoamericanos enmarcados dentro de un perfil humanístico, científico y filosófico acorde con el trabajo editorial de Anthropos y, particularmente, acogiendo los proyectos editoriales universitarios que comenzaban a consolidarse. Así, nuestra empresa siguió, desde su constitución y forma de trabajo, los grandes lineamientos que Ángel le había trazado y que continuaba desarrollando en la editorial Anthropos de Barcelona.

Desde los primeros años, Ángel no solo mantuvo contacto y apoyo permanentes con nuestro trabajo de distribución, sino que muy pronto ideó el proyecto editorial de Siglo del Hombre, que nació con la idea de desarrollarlo a través de un trabajo conjunto con las universidades colombianas, con el propósito fundamental de «ser un horizonte abierto a la posibilidad de conocer y transformar solidaria y positivamente la sociedad»1.

Nuestro proyecto editorial se materializó a través de la construcción de tres grandes bibliotecas: la Biblioteca Universitaria de Ciencias Sociales y Humanidades, la Biblioteca José Martí y la Biblioteca Sociedad y Tecnociencia, integradas por diferentes colecciones.

A partir de esta idea, Ángel se relacionó de manera muy activa con varios editores universitarios colombianos de ese momento, con quienes mantuvo una comunicación frecuente y fructífera; además, los motivó a repensar su actividad editorial, la profesionalización de su quehacer y su responsabilidad y función social como editores. Reuniones esporádicas, inicialmente, y, posteriormente, seminarios a nivel regional y nacional, se fueron llevando a cabo con una orientación hacia la configuración de unos parámetros compartidos sobre la importancia, la calidad y la trascendencia de la edición universitaria.

Para alimentar teóricamente este esfuerzo cultural, Ángel fue produciendo al mismo tiempo una diversidad muy importante de artículos sobre las distintas facetas de la edición universitaria y sus interrelaciones con la sociedad y la cultura.

Ángel conoció nuestro país en una de las etapas históricas más complejas y dramáticas de Colombia, cuando el narcotráfico, el terrorismo, las guerrillas y el paramilitarismo eran las etiquetas que nos identificaban como sociedad en el ámbito internacional. A pesar de ello, tuvo desde el primer momento, no solo un amor y un compromiso desbordados por nuestra nación, sino la firme convicción de que nuestra sociedad estaba plagada de iniciativas innovadoras de cambio, reflexión y potencialidades que hacían de Colombia un lugar apasionante y con futuro. Él siempre se interesó por conocer de cerca las iniciativas de la gente joven, con formación académica, que de manera silenciosa, y desde la base, trabajaba en proyectos sociales y en investigaciones sobre nuestro país.

Para Siglo del Hombre, como empresa copartícipe en la actividad editorial con las universidades, y que durante varios años contó con la fortuna de tener a Ángel Nogueira como su director editorial, resulta muy satisfactorio que la Universidad de los Andes nos haya invitado a participar en esta coedición que rescata sus artículos en una obra dentro de la colección La Biblioteca Editorial, dedicada muy especialmente a la labor editorial universitaria.

El espíritu libre e innovador de Ángel, su mirada siempre crítica y creativa, su pasión por el conocimiento y su inmenso amor y credibilidad en Colombia, lo llevaron a trabajar y repensar con interés el papel de la edición universitaria y académica. El aporte de sus planteamientos teóricos sobre la edición universitaria no solo sembró una semilla fecunda en nuestro país, en los pioneros editores universitarios, sino que continuará siendo un faro que podrá ser aprovechado por las jóvenes generaciones de editores que se aventuren en el fascinante y complejo mundo de la edición universitaria.

¡Honor e inmensa gratitud para Ángel Nogueira Dobarro, nuestro maestro y amigo del alma!

 

 

EMILIA FRANCO

Gerente de Siglo del Hombre Editores

1
El proyecto cultural y de edición:
imagen de un sistema de producción social y de su realidad material y simbólica

Presupuestos para una teoría social de la edición universitaria
1995

Presentación

 

El título que he formulado para esta ponencia es la traducción e interpretación que se me ha ocurrido hacer del tema que los organizadores de este primer Encuentro Internacional de Ediciones Académicas y Universitarias me han sugerido: el proyecto cultural versus el proyecto de edición. No cabe duda de que la edición es en sí misma una actividad intelectual, industrial, empresarial y académica; pero, sobre todo, social y ética; una actividad sumamente compleja, que se ejerce en el contexto de una determinada sociedad, que permite ver, en este caso, a través de la mediación institucional de la universidad, qué es posible hacer y qué no. Cualquier actividad significativa y específica es coherente, positiva o negativamente, con la actividad general de la sociedad. Es precisamente su textura concreta y dinámica, su contexto, lo que ofrece de verdad las posibilidades y los límites de creación. La cultura, como forma social e histórica, nos sitúa frente a un peculiar estilo y sensibilidad; nos dice las opciones del campo abierto por una actividad teórica concreta en un modo de producción, por las afinidades electivas para seleccionar un producto, un tema, un proceso, la forma de hacerlo y la manera de entender su rentabilidad social. De este modo, se entrecruzan en la misma actividad la presencia de la sociedad, la cultura, el proyecto de edición, la necesidad de difusión del conocimiento y su investigación, el ejercicio profesional y la referencia institucional, como lugar de encuentro de múltiples propuestas.

La edición en este sentido no puede obviar el conjunto de dificultades que una determinada sociedad opone al desarrollo de su actividad financiera, comercial, intelectual o técnica. Por ello mismo es preciso tener muy presente cuáles son los valores y las excelencias que se potencian desde el sistema general de la sociedad y desde su mediación concreta e institucional. No pueden soslayarse, en la formulación de un proyecto de edición, los problemas culturales ni las tensiones que genera la comunicación social del conocimiento. Tampoco se puede dejar de considerar la problemática general y específica de la institución universitaria en concreto. De este modo, la edición se vincula plenamente a la vida de la institución, a su filosofía y a sus objetivos de docencia, investigación y función social. Así, vemos como objetivo fundamental y propio de la edición universitaria la comunicación selectiva de la propia investigación no sólo como difusión del conocimiento sino, y sobre todo, como base de los materiales docentes y de orientación científica para la verificación de la actividad profesional y urbana. En este sentido, el texto como libro es la expresión fidedigna de un aporte de escritura y textura, un producto dinámico, colectivo y social, capaz de estimular un centro de creación múltiple, de reflexión crítica, e incluso de reescritura, es decir, la formulación, a la vez, de un nuevo pensamiento como respuesta textual. Así entendemos muy bien el lema propuesta por la Unión Internacional de Editores: Editar es crear y progresar en libertad. Vemos, pues, que es imprescindible, para una elaboración coherente de un plan de edición, que exista una profunda relación entre el programa docente, investigador, la actividad profesional y el proyecto de edición. Una teoría de la edición universitaria ha de estar intrínsecamente ligada a la filosofía y a los objetivos últimos de la institución. No menos importante es que la edición universitaria, en su planteamiento, participe en los debates de los problemas intelectuales, en su discusión en los medios de comunicación, y en los temas más vivos de la actualidad: la ecología, los estudios de mujeres y la crítica objetiva del sentido social de la ciencia y la tecnología. Es fundamental poner en cuestión una visión exclusivamente maniquea de la tecnociencia actual y descubrir también su lado positivo, especialmente los nuevos conceptos que nos aporta, su visión más profunda de la relación del hombre con el universo; el conocimiento de su estructura y sus posibilidades de transmutación, su capacidad y posibilidad de cambiar toda la realidad material de estado, los problemas sociopolíticos, entre otros.

La ciencia actual, pues, no sólo crea artefactos sino que también nos ofrece un concepto diferente de novedad y creación, posibilidades de nuestro conocimiento que pueden abrirnos a otros planteamientos sociales y conceptuales. El problema del feminismo como una verdadera revolución social; el nuevo concepto de sujeto social que hace obsoletos múltiples conflictos que todavía encierra la actualidad de la historia: el concepto de propiedad de los bienes materiales e intelectuales —¿quién es el verdadero propietario y productor de cuanto en la sociedad actual se distribuye?— y el concepto de  y su aplicación en las colectividades y los individuos. Los nuevos modos de organización social en su conjunto y su relación con las mediaciones institucionales; una nueva definición de cultura, historia, actividad humana cognitiva y práxica en referencia a la naturaleza. El planteamiento actual es complejo y se podría formular como una ecología urbana y científica. Entendemos que la edición universitaria ha de ser muy sensible a las necesidades y urgencias sociales, en especial de aquellas que se pueden plantear ya en su nivel teórico e intelectual.

La edición, como consecuencia lógica de un proyecto cultural, no puede ser cualquier cosa. Supone, ante todo, pluralidad y diversidad en sus contenidos, en su visión de la historia, de los tiempos y de los pueblos y en los diferentes niveles de saberes como definición de conocimientos. La edición universitaria, como expresión de un proyecto cultural, ha de atender preferentemente a la pluralidad cultural, a la riqueza y a la diversidad de perspectivas que muestra la historia del conocimiento, y desterrar definitivamente de su ámbito todo dogmatismo, monopolio o imperialismo cognitivo. Pluralidad, autonomía y autoorganización desde dentro del propio conocimiento y sus diferencias en la escala del tiempo y del espacio. La edición universitaria, en verdad, habría de situarse en el ámbito de una revolución cultural permanente.

Todo ello nos plantea el problema del significado social de la edición universitaria. La tarea objetiva es fácil de precisar y definir: la difusión en texto, en escritura, del conocimiento experimentado o nacido en la entraña imaginativa y poética de los seres humanos. El problema y su confusión surgen cuando relacionamos esto con un negocio y una rentabilidad económica fiable, según criterios monetarios exclusivamente. ¿Cuál es la función social que fundamenta la edición universitaria? Determinar esto es establecer realmente los puntos de decisión y opción, qué es válido y qué no; ¿según qué idea o plan se formula un juicio de valor a partir del cual se elabora o selecciona un plan editorial?, ¿quiénes deciden? De este modo siempre una propuesta de edición supone una opción ideológica. Y es mejor que ésta sea explícita y consciente, claramente formulada, que exprese cuál es su concepción de la sociedad, de la cultura, del saber, de la institución universitaria, cuál es la función social del conocimiento y su relación con el orden simbólico y productivo. Por eso mismo, plantear hoy la edición como proyecto y su relación con una visión de la cultura de modo explícito supone tomar una enorme distancia teórica de su práctica más cotidiana y espontánea. Verificar el objetivo fundamental de un proyecto de edición universitaria, como la producción de materiales adecuados y eficientes para la formación de los alumnos en sus diversos niveles de docencia y aprendizaje, requiere de una profunda reflexión alejada de las cuestiones cotidianas y burocráticas. Supone pensar innovadora y creativamente. Y más si deseamos que la edición universitaria cumpla con un producto que tiene otra dimensión importante, ofrezca información veraz a quienes ejercen una profesión en la sociedad o simplemente procure ser útil a quienes deseen mantener viva su cultura científica. Al enfocar la edición desde un proyecto, sus posibilidades quedan siempre abiertas e indefinidas. De esta forma, concretar los contenidos de dicho proyecto será siempre elegir. Y esto es lo difícil: elegir constantemente, estar abiertos a los hechos y a los acontecimientos que el tiempo nos va deparando y establecer con seriedad y constancia la selección viva de sociedad, cultura, docencia, investigación, actividad profesional, escritura y edición. Abrir la ventana de la sociedad a aires nuevos sólo se puede hacer desde un determinado conocimiento y una cultura específica. Lo que importa de verdad es dominar los previos de la acción, los implícitos, asunto al que no siempre se da relevancia. Muchas veces en el mundo de la edición la discusión se centra en temas adjetivos y transitorios. Es frecuente ver cómo en reuniones profesionales, por ejemplo, se emplea demasiado tiempo en la discusión y en la valoración excesiva de los soportes físicos de la edición. Unas veces por la novedad técnica que ello comporta y otras, quizás, escondiendo intenciones que nada tienen que ver directamente con el tema de la edición. Es importante no olvidar que la fuerza y la justificación de la actividad editorial, especialmente universitaria, están ligadas al acto de escritura y a una nueva visión de la lectura y del lector, a la invención de una producción imaginaria que se materializa en pensamiento, palabra y lenguaje. El soporte físico será siempre relativamente secundario frente a aquello que constituye el acto esencial de la edición, esto es, comunicar universalmente las invenciones de la imaginación humana representadas en signos y símbolos con una intención semántica. Editar, pues, es crear a partir de un material previo, imaginar y expresar en forma de textos aquellos conocimientos que configuran verdaderamente una cultura, una forma de vida y un sentido; una manera de ser, estar y habitar el cosmos. Pero, sobre todo, se trata de elegir, seleccionar los textos como producto social, según urgencias inmediatas, necesidades y propósitos colectivos. La dimensión social y ética es fundamental en la difusión del conocimiento hoy, en su socialización. Todo proyecto de edición conlleva implícito un lector imaginario, un otro, una otredad que determina su estilo, contenido, forma y afinidades electivas. En el fondo, la decisión concreta de editar es un motivo efectivo que encierra en su entraña una imagen interna del otro, del socius, del ser social, del contenido ético de su producción. De esta forma, el soporte físico de la edición pasa a ser lo que en verdad es: un instrumento al servicio del texto, de aquello que eficazmente se quiere comunicar.

La comunicación social del conocimiento, su función informativa, cognitiva y práxica ha de materializarse en el soporte que sea más adecuado al uso para el cual se piensa. Lo importante es tener presente que una cosa son los medios e instrumentos, siempre muy sujetos al devenir constante de la historia de la invención fáctica, y otra son los contenidos que responden en última instancia a previsiones y exigencias antropológicas, donde se han de conjugar tradición e invención de nuevos conocimientos. La forma de escritura, la materialización de sensaciones, experiencias, ideas y pensamiento en un texto, constituye la materia de la edición. La escritura y el lector implícito son el acto previo y fundante de la necesidad de la edición.

Todo producto lleva en sí mismo su historia y proceso de formación, lo cual constituye una lección constante para entender lo que en la actualidad está siendo. De este modo, el análisis de la producción editorial universitaria, sus productos, nos conduciría a descubrir sus contenidos preferentes, sus formatos, su estética, soportes, temas, contenidos y la amplitud y el sentido de sus proyectos; y también descubriríamos su dimensión ética, quién es su lector implícito y qué idea se formula indirectamente de él. La edición hoy, como parte de la comunicación social del conocimiento, es una de las tareas más serias y responsables que pueden acometerse. Estamos seleccionando investigación, conocimiento, conciencia, ideas, autores y, en definitiva, referencias, orientaciones, para guiar a una colectividad social. Pero, sobre todo, esto se acrecienta si nos referimos a la edición universitaria por la impronta y el contenido de futuro que implica e incluso da mayor selectividad a sus temas y textos. La edición universitaria ha de vincularse hoy a un nuevo concepto de creación que supone la expansión de la libertad y de la solidaridad, la presencia de un nuevo sujeto social, capaz de soportar y legitimar eficazmente toda la producción social, la transfinitud, una cultura abierta a la superación constante de límites y a entrar en relación con las fuentes del conocimiento que nos abren una nueva dimensión en nuestra referencia al cosmos, como nuestro propio hábitat modificado por la acción cultural. Es evidente que en nuestra sociedad aún la edición universitaria se relaciona de alguna forma con el ámbito del negocio, la financiación, la economía y el dinero, pero sin olvidar los hechos de mayor hondura humana: la escritura, la lectura, la revelación de nuevos conocimientos e inventos a través de la palabra y la proximidad al constante misterio de la existencia. De este modo, ese producto tan común de la edición que llamamos libro se relaciona también con la escritura, la creación de textos, la aventura, la provocación o la humilde invitación a imaginar, proyectar, hacer y pensar nuevas realidades. La edición no puede ser entonces una simple actividad espontánea, sino que ha de ser, por el contrario, reflexiva, planeada, sistemática y compleja. Necesita conjugar siempre, en su desarrollo y en sus propuestas, múltiples elementos. Conviene insistir en que el fundamento de la edición es una forma de escritura. Y esto es un acto trascendente de la cultura humana. Todo proyecto de edición implica una teoría social y de la cultura; una propuesta de ruptura de las facticidades históricas y un propósito de ir más allá de los hechos que nos cercan y limitan. Todo proyecto, por el hecho de serlo, rompe límites, implica la capacidad de transfinitar la realidad presente, de plantear una propuesta de porvenir, un tiempo virgen no intervenido definitivamente, donde la novedad y la creatividad tienen su residencia. Hoy es sumamente importante conjugar pensamiento y realidad científica, imagen poética y estética del universo con las actitudes vitales. Ello nos conducirá eficazmente a solucionar múltiples y conflictivos problemas de nuestra historia. El eje del pensamiento actual consiste en una nueva relación de nuestra cultura con el universo. Arte y técnica son los motores expresivos y los paradigmas imaginativos y prácticos del porvenir. En ellos se expresa la realidad del hombre de una forma concreta y solidaria por las vías de la creatividad. Todo esto se manifiesta en la interacción intrínseca de investigación, docencia universitaria y edición, lo cual nos lleva a crear nuestro propio espacio editorial, a inventarlo en el ámbito de la sociedad. La universidad deviene una institución central como eje de docencia, investigación y edición.

La mayoría de las veces no son los recursos económicos los que fallan a la hora de proponer alternativas a las cosas que no nos gustan, sino el estilo de vida y los valores adecuados que los hacen posibles. Por ello, todo proyecto implica cambio y distancia. Teoría como formulación que implica la función social de la universidad, su desarrollo científico, su compromiso con la formación profesional, la extensión cultural y la conciliación eficaz del conocimiento científico-técnico y la dimensión poética, estética y ética de la existencia social.

Me gustaría formular algunos presupuestos de una teoría de la edición académica y universitaria. De ella depende nuestra capacidad de visión, de percepción y de conocimiento. No olvidemos que nuestra capacidad crítica y amplitud de entendimiento de una realidad dependen de nuestra altura teórica. La teoría constituye nuestra potencia de visión, de lectura y de acercamiento a la complejidad de lo real. Y toda teoría, dotada de alguna complejidad, sólo puede conservarse a costa de una recreación intelectual permanente. Incesantemente corre el peligro de degradarse, es decir, de simplificarse, unidimensionalizarse. Una teoría de la edición universitaria tiene que mantener constantemente esta tensión hacia la complejidad y la multicentralidad de cuanto implica esta problemática. Editar es complejo. Necesitamos luz, visión, inteligencia profunda de la sociedad y sus mediaciones institucionales. Esto nos permitirá configurar un espacio editorial que sea paradigma y expresión viva, concreta de la aventura intelectual, con su implicación de riesgo, atrevimiento y audacia que toda obra de creatividad, novedad e inventiva humana requiere. La teoría de la edición marca, en definitiva, la voluntad, el querer electivo de acción, programa y proyecto editor. Establece el horizonte de su plan.

La tarea de impedir la destrucción de los escasos ámbitos en los que todavía es posible razonar en común, que encomendó Denis de Rougemont a los intelectuales de hace sesenta años, sigue vigente. Ésta es una de las funciones más importantes que nos gustaría que cumpliera la edición universitaria: mantener vivo el pensamiento, la reflexión crítica, el espacio plural y el cultivo exquisito de la diversidad cultural. La edición como campo de unidad múltiple, como espacio de distancia y entrañable cercanía al corazón de la sociedad: la promoción de una potente sensibilidad para la otredad silenciada. Esperamos que pueda no ser cierto lo que afirma Harold Bloom sobre el actual acorralamiento de la sensibilidad.

Problemas, contenidos y soportes de la edición académica y universitaria

 

El primer nivel de un proyecto de edición con sentido crítico es la sociedad, su contexto y ámbito de temas y problemas; el segundo, la cultura como medio plural concreto; y el tercero es el nivel institucional, en cuyo medio queremos emprender una empresa editorial. Por consiguiente, el proyecto de edición ha de regir la idea general que afecta a la institución universitaria en su conjunto y a la ideología que gobierna y organiza a cada comunidad o institución educativa en concreto.

Merece la pena hacer alguna reflexión de tipo general acerca de la institución universitaria y su crisis contemporánea, en especial sobre su actual disfunción.

Generalmente la idea predominante de la universidad se quiere refundir con el proyecto humanista de la Ilustración europea, en donde predominaba el sentido ético en torno a los valores de autonomía y realización individuales. Todo ello servía a los objetivos de una política liberal que hacia finales del siglo XIX aspiraba a lograr una armonía entre progreso científico e industrial y los valores éticos del clasicismo y el Renacimiento. Este ideal histórico, a la vez científico y humanista, se centraba en especial en la creación de una élite política y económicamente privilegiada. Pero la crítica no se orienta solo a su dimensión política, sino a todo aquello que constituyó el fundamental contenido emancipador de la universidad y de la ciencia moderna.

En América Latina, el espíritu renovador llega a la universidad con la introducción de las reformas y del positivismo. Es a partir de este pensamiento como aparecen aquí los objetivos de autonomía cultural, progreso científico y democracia, inspirados en los ideales de la Ilustración europea. Pero es a partir de 1945 cuando el propio desarrollo industrial desplaza el papel cultural de las universidades. Se impone en casi todas partes el fenómeno de la masificación y burocratización de la institución. De esta forma tan sencilla, el concepto humanista de la universidad, rico en valores éticos, da paso a una racionalización y especialización de sus tareas bajo los imperativos de la eficacia económica y tecnológica. Aparece así lo que se conoce como la crisis de la universidad de los años sesenta, que constituye la clave esencial para comprender su decadencia actual. Aquella crisis y la consiguiente rebelión estudiantil fueron el resultado de un desarrollo cuantitativo de los programas de investigación y enseñanza y de un crecimiento numérico de estudiantes en las aulas sin precedentes históricos. Y, como consecuencia del crecimiento tecnoeconómico, la universidad industrial llegó a concentrar un inmenso potencial de poder humano y científico. Esta situación era en sí misma conflictiva. Pero este conflicto procede de las propias ciencias modernas, cuyo desarrollo ya no es capaz de mostrar objetivos sociales transparentes. De esta forma, la conciencia de un crecimiento científico y técnico agresivo pone en entredicho la propia legitimidad de la universidad como institución formativa. Se crean múltiples alternativas. La cuestión más fuerte que el movimiento estudiantil pone en tela de juicio es el concepto mismo de ciencia moderna y de institución universitaria, su función social y sus objetivos. Esto, de alguna forma, significó retomar el hilo de oro olvidado del ideal humanista de la universidad, sólo que desde el punto de vista contracultural y crítico. Lo trágico es que esta nueva élite no contaba con una base social y económica suficiente para apoyar y sostener tal reforma de las ciencias y de las instituciones formativas sobre el fundamento de contenidos sociales nuevos. Lo que fracasó, pues, en el movimiento internacional estudiantil, fue el proyecto de conferir al desarrollo tecnoeconómico y a la comunicación científica una dirección transparente y democráticamente controlada. La involución institucional y social subsiguiente fue negativa en todos los aspectos. De esta forma surgen formas trágicas de barbarie que llegan en su degradación final hasta el terrorismo y la banalización de todos los contenidos humanos. La característica dominante de la universidad contemporánea se centra entonces por sistema en las funciones exclusivamente curriculares; pero sobre todo en las exigencias de una competitividad económica que lleva a su progresiva racionalización tecnológica, es decir que las tareas rentables, desde una perspectiva tecnoeconómica, han tendido y tienden a anular la función formativa de la universidad. Todo ello se traduce en una lenta pero tenaz marginación de los contenidos humanistas, filosóficos, estéticos, éticos y críticos.

Se pueden citar a este respecto numerosos y ostensibles casos, como la eliminación de disciplinas filosóficas en las universidades [norte]americanas, la desaparición de la filología clásica incluso en universidades como las alemanas, en las que [tienen] una tradición casi legendaria, o la transformación de facultades de otrora marcados componentes sociales y artísticos en institutos técnicos, como los de arquitectura. Este proceso se ha apoyado, a su vez, en una organización cada vez más vertical de la enseñanza y la investigación científicas, en perjuicio de la autonomía de los institutos, de la flexibilidad horizontal de proyectos interdisciplinares y del necesario marco de espontaneidad que requiere una comunicación intelectual mínimamente creativa2.

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