Definición de la música de jazz

Decíamos que definir, hoy, la música de jazz puede ser una tarea bastante más complicada de lo que en principio cabría esperar.

Cuando el jazz era algo muy concreto, con unos orígenes claros e inmediatos, la cosa era relativamente sencilla; pero hoy, cuando bajo la etiqueta de jazz se nos ofrece gran cantidad de géneros musicales, muchos de ellos sin apenas relación, el problema de intentar definir esta música, lógicamente, resulta difícil y algunos lo consideran insoluble.

El hecho es que, si bajo una sola definición se pretende abarcar todos los géneros que oficialmente hoy están considerados como jazz, esta definición debe ser tan vaga y ambigua que, en realidad, no define absolutamente nada. Así circulan hoy definiciones tan inoperantes como: «El jazz es improvisación» (como si la improvisación no fuera una característica común a diversas músicas), o bien «el jazz es libertad de expresión» (en un tiempo en que todos los géneros musicales presumen de ella).

Ha sido un enorme abuso en la utilización de la palabra jazz lo que ha hecho imposible poder agrupar todos los géneros que hoy se incluyen bajo este vocablo, en una definición mínimamente sustancial.

Debemos decir, de entrada, que frente al abuso que se ha hecho de esta palabra, nuestra definición no pretende abarcar todos los tipos de música que hoy se reúnen bajo la denominación de jazz sino que intenta devolver a la palabra el ámbito musical que creemos que le corresponde.

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No se tome nuestro intento como un acto arbitrario, o como una acción impulsada por preferencias de tipo personal. Si bien hace discriminaciones, nuestra definición no es en absoluto arbitraria, pues, como veremos, se asienta sobre bases musicales e históricas reales y hemos llegado a ella desde la perspectiva histórica que hoy tenemos sobre este fenómeno musical.

Veamos qué proceso se ha seguido para llegar a esta definición, por otra parte, en absoluto original, y en la que mucha gente «dice» estar de acuerdo, aunque a la hora de su aplicación este acuerdo ya no sea tan unánime.

En todas las formas de arte, un estilo o movimiento artístico se identifica, sobre todo, por los elementos que contiene que lo diferencian de otros estilos o movimientos, es decir, se define por los elementos nuevos dentro del contexto artístico y cultural en que aparece.

Por ejemplo, en pintura, el estilo impresionista se identificó por un particular tratamiento de la luz y del color y por el modo suelto de plasmar las formas con el cual el pintor conseguía esta sensación de instantaneidad y fugacidad de las imágenes. No diremos, en cambio, que lo que identificó a los primeros impresionistas fuera la utilización de la perspectiva, aunque de ella se sirvieran, pues la perspectiva era una aportación que, como sabemos, data del Renacimiento.

De acuerdo con esto, para definir el jazz, debemos desentrañar las aportaciones exclusivas que el jazz, al nacer, hizo al universo de la música. Es decir, debemos constatar qué elementos realmente nuevos introdujo el jazz en el momento de su aparición en nuestro contexto musical.

La primera constatación es previa a cualquier otro y como veremos fundamental. Si en nuestra música, la llamada «clásica», el protagonista era el compositor, en el jazz el personaje fundamental es el intérprete. Del mismo modo que los hombres que han hecho la historia de la música europea, es decir Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, Debussy, Stravinsky, Shönberg, etc. son compositores, los nombres que han ido construyendo la historia del jazz, o sea, Louis Armstrong (trompeta y cantante), Fats Waller (pianista), Duke Ellington (pianista y director de orquesta), Coleman Hawkins (saxo tenor), Lionel Hampton (vibrafonista), Ray Charles (pianista y cantante), etc., son fundamentalmente intérpretes. En el caso de un hombre como Duke Ellington, que tiene una gran importancia como compositor, lo que le dio su categoría indiscutible dentro del jazz fue la interpretación insuperable que su orquesta hacía de sus composiciones. Debemos concluir por tanto, que el jazz no es música escrita, sino que encontraremos su especial naturaleza en una forma determinada de interpretar la música.

Hecha esta constatación previa, podemos proseguir nuestro análisis y ver qué novedades llevaba consigo esta «forma de interpretar la música» que llamamos jazz.

Los músicos de jazz nos sorprendieron porque los sonidos que obtenían sus instrumentos eran mucho más ricos, variados y expresivos que los obtenidos por los ejecutores de la música «clásica». Si no hubiera existido el jazz, ¿quién habría podido imaginar que de unos instrumentos tan convencionales como la trompeta, el trombón, el clarinete o el saxo (instrumento relegado a la bandas o a los payasos) pudieran extraerse sonidos tan cálidos y entonaciones tan expresivas, análogos a las de la voz humana?

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Los músicos de jazz nos sorprendieron porque los sonidos que obtenían sus instrumentos eran mucho más ricos, variados y expresivos que los obtenidos por los ejecutores de la música «clásica».

La segunda aportación introducida por el jazz afectaba al ritmo. En el jazz, mucho más que en nuestra música, el ritmo adquiría una importancia capital, pero lo más importante era el tratamiento que se le daba a este ritmo, mediante acentuaciones completamente distintas a las nuestras, que conferían al jazz una fisonomía única. ¿En qué tipo de música podía encontrarse una pulsación rítmica tan viva, ágil y dinámica, capaz de subyugar y liberar a un tiempo al auditorio y de sumergirlo en una inexplicable felicidad?

El tratamiento rítmico era, pues, otra de las aportaciones fundamentales del jazz.

En base a dichas aportaciones podríamos dar ya una definición formal de la música de jazz: «El jazz es una forma de interpretar la música basada en un determinado tratamiento del sonido (o técnica instrumental) y en un determinado tratamiento del ritmo (llamado “swing”).»

El jazz introdujo otros elementos, nuevos en nuestro contexto musical, que si bien acababan de configurar su naturaleza, no tenían la importancia de las anteriores aportaciones. Estos serían: su particular estilo melódico (y el armónico que de él deriva), que no tiene la fuerza diferencial de los elementos vistos más arriba, y la utilización muy frecuente de la improvisación que, aunque en la música europea no se daba, sí se podía encontrar en muchas músicas populares (música hindú, flamenco, etc.).

Ahora bien, si queremos definir el jazz no únicamente como una determinada forma musical sino como un hecho histórico, producto de una realidad humana concreta, tendremos que hacer referencia a la base humana que ha impulsado y sustentado este fenómeno musical.

Es un hecho histórico, y no descubrimos ningún secreto, que las aportaciones antes indicadas fueron obra exclusiva del pueblo negro norteamericano.

Pero tanta o mayor importancia que el constatar la paternidad, la tiene el comprobar quién a lo largo de la historia de la música negro-americana ha mantenido vivas aquellas aportaciones musicales; quién, a través de estilos y épocas, las ha conservado confiriéndoles el carácter de constantes de esta música. En definitiva, quién ha hecho y ha mantenido como propia esta forma de interpretar la música que llamamos jazz.

No han sido evidentemente los blancos, los cuales, si en el mejor de los casos han llegado a ser buenos imitadores, muy a menudo se han dedicado a banalizar y adulterar los elementos básicos de esta música.

No ha sido cierta burguesía negra, obligada, en su intento de imitar al blanco para integrarse en su mundo, a despreciar todo aquello que se interpusiera en su intento. Su actitud frente al jazz ha sido siempre acorde con la actitud de los blancos, yendo del desprecio a un moderado entusiasmo, para acabar admirando las tendencias «intelectualizadas» o «europeizadas» que han surgido del jazz y que poco o nada tienen de los caracteres antes definidos.

Tampoco las minorías culturales negras, vanguardistas, han conservado esta forma de interpretar. Su postura cultural, análoga a la de las vanguardias artísticas europeas, las ha situado fuera de las tradicionales formas de hacer y sentir colectivos, con lo que en su música, cada vez más próxima a la europea de vanguardia, ya no encontramos aquellos trazos diferenciales que dieron naturaleza y forma al jazz.

Sin lugar a dudas, ha sido el pueblo negro norteamericano, colectivo social y cultural que definiremos de forma precisa más adelante el que, generación tras generación, de estilo en estilo, y por encima de la evolución natural a la que todo fenómeno vivo está sometido, ha mantenido, como algo consustancial a su manera de ser y expresarse, esta forma de interpretar, este tratamiento del ritmo y del sonido que, como hemos visto, son los elementos diferenciales básicos de la música de jazz. Podemos decir, pues, con toda propiedad que: «El jazz es la música creada y desarrollada por el pueblo negro norteamericano». Esta será nuestra definición histórica.

Si unimos las dos definiciones que hemos dado llegaremos a una definición completa, según la cual diremos que:

«El jazz es la forma de interpretar música creada y desarrollada por el pueblo negro norteamericano, la cual se identifica por un determinado tratamiento del sonido (o técnica instrumental) y por un determinado tratamiento del ritmo (llamado “swing”).»

Esta definición, obtenida a partir de la observación de este fenómeno musical, tanto en sus aspectos formales como en los históricos y culturales que la sustentan, nos parece la más precisa y esclarecedora de cuantas puedan formularse.

Ahora bien, si se admite esta definición, deberá aceptarse también la serie de implicaciones que ésta naturalmente contiene. Si decimos que el jazz es la música del pueblo negro norteamericano deberemos admitir que, como toda música popular, se nutrirá forzosamente de su propia tradición, en este caso la tradición musical negro-americana (blues y spirituals).

Aceptaremos también, que, tratándose de auténtica música popular, es decir, de creación colectiva, no admitirá otra evolución que no se la propia y profunda evolución de la comunidad que la sustenta.

Inversamente, y en consecuencia, no podremos considerar como auténtico jazz cualquier tipo de música que no evidencie inequívocamente unas raíces ancladas en la tradición musical negro-americana. Ni tampoco podremos catalogar como jazz aquellas experiencia musicales que, hechas desde una actitud minoritaria, constituyan un rompimiento respecto a la evolución natural de la comunidad negra norteamericana. Si todo esto fuera tenido en cuenta, el confuso panorama que antes hemos denunciado en torno a la palabra jazz quedaría evidentemente muy esclarecido.

En todo caso, que quede al menos delimitado, dentro de este confuso panorama, lo que es verdadera música popular negro-americana frente al importante grupo de géneros surgidos como mala imitación (dixieland), sofisticación (jazz sinfónico, third stream) e intelectualización (jazz cool y progresivo) de esta música, u otros que nada tienen que ver con ella (free, jazz-rock, fusion).

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Si decimos que el jazz es la música del pueblo negro norteamericano deberemos admitir que, como toda música popular, se nutrirá forzosamente de su propia tradición, en este caso la tradición musical negro-americana (blues y spirituals).

Hechas estas precisiones, será necesario hacer alguna consideración en relación al panorama actual con el fin de matizar nuestra definición. La definición que hemos dado delimita perfectamente la música de jazz como un hecho formal vinculado a una realidad histórica y social. Ahora bien, debemos reconocer, y los hechos así lo certifican, que la sociedad negra ha tendido de una forma progresiva a diluirse en la sociedad blanca. El proceso de integración iniciado hacia 1950, superando las muchas trabas que lo han entorpecido, ha alcanzado ya a muchas capas de la sociedad afroamericana. Esta integración, aparte de los beneficios que ha reportado al negro americano en el orden material y de los derechos políticos y sociales, también, en cierta medida, ha supuesto la adopción por parte de este negro de los gustos, formas de vida y escalas de valores de la sociedad blanca dominante. Entre otras muchas cosas, este proceso ha conducido a que actualmente muchos negros desconozcan su propia tradición cultural, pues la única base cultural que poseen la han adquirido en un mundo creado por los blancos (escuelas, universidades, medios de comunicación, industrias culturales y de entretenimiento, etc.). Así, gran parte de las nuevas generaciones de negros americanos desconocen prácticamente todo lo relacionado con la música que crearon sus antecesores.

Así pues, debemos admitir que la comunidad cultural que creó y desarrolló la música de jazz, sumergida en la dinámica que impone la sociedad de consumo y la cultura de masas, ya no puede ser considerada en conjunto como la base en la que se sustenta actualmente esta música. Son únicamente determinados sectores de esta comunidad los que continúan valorando y preservando el jazz como un fenómeno artístico propio, de cuya paternidad se sienten orgullosos, y son estos sectores minoritarios los que siguen proporcionando al jazz nuevos contingentes para mantener vivo este género musical y, siendo objetivos, debemos precisar que actualmente son muchos los blancos, músicos y aficionados, los que contribuyen a que el jazz en su concepción original no sea un fenómeno residual.

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Wynton Marsalis, máximo impulsor actual de esta música.

Sea cual sea la base social en la que hoy se sustenta la música de jazz y sea cual sea en el futuro esta base social, lo que sí está claro es que el jazz permanecerá en el tiempo como una forma de interpretar la música creada y desarrollada por el pueblo negro norteamericano mientras gozó de una identidad cultural diferenciada, a la cual podrán optar intérpretes y aficionados de cualquier procedencia que se sientan atraídos por ella.

Siendo el objeto de este libro la música creada y desarrollada por el pueblo negro norteamericano, será necesario, antes que nada, concretar qué se entiende por «el pueblo negro norteamericano». Para ello empezaremos haciendo un poco de historia.

La época de la esclavitud

Esta historia empieza a principios del siglo XVII, cuando se inició el tráfico de esclavos negros desde la costa occidental de África hacia América.

Para su transporte, los esclavos eran apelotonados en las bodegas de las naves, viajando durante meses en condiciones inhumanas. El hambre, la enfermedad y la muerte, eran sus compañeros de viaje. Muchas expediciones no llegaban a su destino, y otras se quedaban en las islas del Caribe o bien iban a parar a América del Sur. Las que llegaban a Norteamérica desembarcaban su mercancía, por regla general, en los estados del sur, Louisiana, Georgia, Carolina del Sur, etc... Allí se procedía a la venta de los esclavos.

Durante dos siglos, el tráfico de esclavos se produjo de modo ininterrumpido; de esta forma, las extensas plantaciones del sur de los Estados Unidos se vieron pobladas por grandes cantidades de esclavos negros llegados de África.

De estos esclavos sabemos que sus primeras manifestaciones culturales procedían directamente del bagaje cultural que trajeron de sus lugares de origen. El esclavo reproducía en América todo lo que había vivido en África. De este modo, su religión, sus cantos, sus bailes, sus ritos, eran idénticos, al principio, a los de las tribus de la costa occidental africana.

Pero naturalmente, también sabemos que la forma de existencia del esclavo norteamericano era totalmente distinta a la que llevaba en África. De hombre libre que cultivaba, cazaba y pescaba en beneficio propio y de su tribu, se convirtió en esclavo que trabajaba en beneficio de un amo, más o menos cruel, más o menos benévolo, pero que, en definitiva, se aprovechaba de su esfuerzo.

La esclavización comportó, naturalmente, sumisiones de todo tipo. El negro tuvo que renunciar a costumbres y creencias propias, tuvo que aprender a hablar un idioma que no era el suyo, etc.

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Los esclavos viajaban durante meses en condiciones inhumanas. El hambre, la enfermedad y la muerte eran sus compañeros de viaje.

Por otra parte, las distintas tribus que en África vivían separadamente, se mezclaron en América.

Todos estos factores influyeron, a lo largo de casi tres siglos, en la transformación del negro.

Así, pues, este esclavo, trasplantado violentamente de África a América, ya no era el mismo al cabo de tres siglos de vivir en condiciones completamente distintas; se había transformado, de acuerdo con las nuevas circunstancias. Esto no quiere decir que se amoldara a la cultura y civilización occidentales. No fue así, porque se le mantuvo separado de ellas a la fuerza, y, sobre todo, porque el negro norteamericano tuvo suficientes recursos y personalidad como para crearse una cultura propia, transformando y adoptando a su forma de sentir y de hacer las influencias que le llegaban de la cultura blanca.

Debemos insistir en esto. Algunos autores afirman que la cultura negro-americana, y en particular la música de jazz, no es más que el encuentro o yuxtaposición de dos formas de cultura. Vienen a decirnos esquemáticamente, que el jazz es una mezcla en la que África puso el ritmo y Europa la melodía. Es decir, consideran esta música como una simple adición de elementos musicales africanos y europeos. Es ésta una teoría errónea, que sirve para justificar algunas de las mixtificaciones que se han producido posteriormente en el jazz.

Toda la cultura negro-norteamericana, y en particular el jazz, son mucho más que una simple mezcla de dos culturas. Es un mundo nuevo.

Basta observar las obras que ha producido esta cultura, para comprobar que en ella aparecen elementos totalmente nuevos, que no hallamos ni en África ni en el mundo occidental. Desde luego, son evidentes e innegables las aportaciones africanas y europeas, pero éstas se han sintetizado en tales condiciones que han dado por resultado una cultura completamente nueva.

Otros autores pretenden que la evolución que sufre el primitivo esclavo hasta llegar al que llamamos negro norteamericano, se reduce a una larga serie de capitulaciones del negro africano ante la opresión de la cultura blanca, como si la única salvación del negro norteamericano radicara en una vuelta a África, a sus costumbres y a su forma de vida. Esta teoría, igual que la anterior, contribuye también a la confusión.

La transformación del negro es un proceso que obedece a las leyes inapelables de la historia. Sería absurdo pretender que a lo largo del tiempo, el esclavo negro en unas condiciones materiales completamente distintas, continuara practicando sus ritos y costumbres ancestrales. Debemos pensar además que, al cabo de cierto tiempo de iniciado del tráfico de esclavos, ya había generaciones enteras de esclavos nacidos en América, que no conocían, de forma directa, la cultura africana, y cuya única base de conocimiento de ella era lo que les habían enseñado sus padres o abuelos. Así, pues, cuando se dice que el negro norteamericano es tanto más «auténtico» cuantos más elementos africanos conserve, se está cometiendo una inexactitud. De todas formas, es lógico que existan muchas similitudes antropológicas y, si nos ceñimos al terreno de la música, será preciso destacar algunos elementos comunes al negro africano y americano. Por ejemplo, su extraordinario sentido del ritmo, su consecuente facilidad para la danza, la misma forma de tratar la voz en el canto, etc.

Pero incluso estos caracteres, comunes a los negros de ambas orillas del Atlántico, se desarrollan de forma distinta en América y en África y, cosa que aún no habíamos dicho, de forma diversa en América del Norte y en la del Sur, y también en las Antillas.

La abolición de la esclavitud

En 1865, Abraham Lincoln decreta de forma efectiva la abolición de la esclavitud. Los negros pasan a ser entonces, sobre el papel, «hombres libres»; muchos de ellos irán a vivir a las ciudades buscando formas de existencia más cómodas. De este modo, a finales del siglo pasado, una gran parte de los negros trabajaban ya en las ciudades, donde constituían la facción más miserable del proletariado norteamericano, mientras que la otra parte, principalmente en el sur, seguían trabajando en el campo en condiciones parecidas a las de la época de la esclavitud.

En esta nueva situación de «hombre libres», los ciudadanos de color siguen sufriendo una dura opresión que se ejerce por medio de costumbres y leyes segregacionistas que se van afirmando de un modo implacable, pues como ya es sabido, hacia 1890 la segregación racial había tomado ya carácter de institución, que se manifestaba violentamente en el sur y, de forma más velada en el norte.

A pesar de todo, el negro podía vivir con un margen de libertad superior al que había tenido hasta entonces, y pudo asimilar algunos elementos de la civilización que le rodeaba; incluso llegó a recibir un cierto grado de instrucción. Su extraordinaria resistencia, vitalidad y amor a la vida le permitieron sacar el máximo partido de cada situación, por poco favorable que ésta fuera.

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En 1865, Abraham Lincoln decreta de forma efectiva la abolición de la esclavitud. Los negros pasan a ser entonces, sobre el papel, «hombres libres»; muchos de ellos irán a vivir a las ciudades buscando formas de existencia más cómodas.

Todo ello contribuyó a acabar de definir esta nueva naturaleza que distingue al negro norteamericano del africano, al mismo tiempo que la diferencia del negro sudamericano y del antillano.

Estos dos últimos tipos de negros se han desarrollado en un ambiente físico y en una situación social bastante distintos a los del norteamericano, por lo que su cultura y, en particular, su música (samba, bossa-nova, rumba, calipso, etc.) tienen muy poco que ver con la música creada por el pueblo negro norteamericano, es decir, con el blues, el spiritual y el jazz.

En resumen, a finales del siglo XIX, el pueblo negro norteamericano queda definido como grupo de ex-esclavos o hijos de esclavos, situado en las clases más bajas (proletariado y campesinado) de la sociedad norteamericana, con una tradición propia acumulada durante tres siglos, la cual lo define como un grupo bien diferenciado del africano, del sudamericano y del antillano. Este es el pueblo que creó la música de jazz a fines del siglo XIX.

Ahora haremos marcha atrás para analizar las formas musicales nacidas en la época de la esclavitud. Son las formas precursoras del jazz.

Antecedentes musicales del jazz: el work song

Como ya dijimos, las primeras manifestaciones musicales de los esclavos tenían un carácter totalmente africano. Eran los mismos cantos y danzas que aún hoy se pueden encontrar en algunas tribus africanas. Son cantos muy simples, con frases que se repiten sin cesar, acompañados rítmicamente con un batir de palmas o golpeando objetos apropiados como cazos, cacerolas, botellas, etc.

La mayoría de estos cantos tenían un carácter mágico-religioso, y siempre iban acompañados de excitantes danzas colectivas. Estas formas propiamente africanas que fueron evolucionando lentamente, se diferenciaron poco a poco de las originales hasta llegar al llamado «work song».

El work song es, como su nombre indica, el «canto del trabajo» del esclavo norteamericano.

Durante las largas y penosas jornadas en las plantaciones de algodón o de caña de azúcar, los esclavos acompañaban su trabajo cantando. Esto les ayudaba a superar la fatiga y a hacer más soportable el trabajo. El work song variaba según el tipo de tarea que se realizara. Tenía un carácter lánguido y melancólico en las plantaciones, pero cuando el trabajo comportaba un cierto ritmo, el canto se adaptaba a éste, y era acentuado con el ruido de las herramientas de trabajo (picos, sierras, etc.). Las melodías eran muy similares a las africanas, pero la vitalidad y la flexibilidad de su acentuación rítmica anunciaban ya el ritmo que posteriormente daría vida al jazz.

Lógicamente, no existen documentos discográficos de los work song de la época, pero algunos cantantes de blues primitivos, como Leadbelly, Blind Lemon Jefferson, Big Bill Broonzy, etc. nos dan, en alguna de sus interpretaciones, una idea bastante aproximada de lo que era el work song.

El negro spiritual y el gospel song

El negro spiritual es el canto religioso del negro norteamericano. La evangelización de los negros, llevada a cabo por misioneros blancos, protestantes en su mayoría, representó para los esclavos un punto de contacto directo con la cultura occidental. Los misioneros enseñaron a los esclavos, junto con la religión luterana, los cantos propios de la misma. Los esclavos aprendieron estos cantos y, al interpretarlos según su forma de sentir, dieron forma a los llamados negro spirituals.

De hecho, el negro aceptó con entusiasmo la religión cristiana, debido probablemente al consuelo y la esperanza que ésta ofrece al que vive oprimido.

Spirituals como el conocido «Go Down Moses», que habla de la liberación de los israelitas sometidos por Egipto, permitían al negro identificarse plenamente con las vivencias del pueblo judío y con su afán de libertad. Los mismos misioneros se sorprendían por la convicción y el fervor con que los negros interpretaban los salmos que ellos les enseñaban.

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El negro spiritual es el canto religioso del negro norteamericano.

Pero lo más sorprendente era la transformación que sufrían estos himnos religiosos cuando eran interpretados por los negros, quienes daban a estos cantos acentuaciones rítmicas insospechadas y transformaban incluso su melodía de acuerdo con su forma de sentir la música. Ello constituye una prueba de que este pueblo, aunque oprimido, tenía fuerza y vitalidad suficientes como para transformar y hacer propia toda influencia exterior.

Cuando los negros pudieron organizar sus propias congregaciones, en las que el pastor también era negro, las ceremonias religiosas adquirieron un carácter definitivamente distinto al de los ritos de los blancos.

En ellas el «reverendo» juega un papel parecido al del director de una orquesta. Empieza su prédica en un tono suave que, de modo progresivo, va subiendo. Los fieles responden a la prédica con exclamaciones (yeah!, O Lord!, etc.). El preacher (predicador) va dando a sus frases un ritmo cada vez más marcado e insinúa una melodía que los asistentes cogen al vuelo. La tensión va en aumento. El pastor sube cada vez más el tono de voz, las respuestas del pueblo son cada vez más vehementes y, súbitamente estalla el canto. El preacher lleva la parte principal, y los fieles responden en coro, baten palmas, gritan y bailan. Al cabo de poco tiempo, la excitación raya en el paroxismo. Así son las interpretaciones genuinas de las gospel songs, es decir, los cantos del evangelio, la forma más primitiva del spiritual.

Aún hoy pueden encontrarse este tipo de manifestaciones en muchas congregaciones negras de Norteamérica.

Posteriormente, los spirituals negros pasaron a ser piezas compuestas por anticipado, casi siempre de 16 compases, que interpreta un solista o un coro de cuatro o más voces.

El spiritual, normalmente, es música de cuatro tiempos (compás de cuatro por cuatro), y los negros acentúan instintivamente el segundo y el cuarto, produciendo este ritmo regular, dinámico y flexible a la vez, que será la base de la música de jazz.

Entre los mejores cantantes de spirituals que conocemos a través del disco, cabe destacar a la sublime Mahalia Jackson, a Sister Rosetta Tharpe, cantante de una gran fuerza expresiva y dinamismo, a Marie Knight, a Marion Williams, Clara Ward, Bessie Griffin, etc. Como cantantes masculinos, destacaremos al Reverendo Blin Gary Davis y al Reverendo Kelsey. Como grupos corales pondremos en primer lugar a las maravillosas Stars of Faith y seguidamente a las Clara Ward Singers y a las Barret Sisters, entre otros conjuntos de gran valía.

En cuanto a las grabaciones que ilustran la forma primitiva del spiritual, sólo conocemos las realizadas en 1949 por el reverendo Kelsey y su congregación en un templo de Washington.

Como se habrá podido observar, no hemos citado entre las cantantes, a la famosa Barbara Hendricks, pues esta cantante, aunque es excelente, no se incluye en la tradición musical del pueblo negro norteamericano, ya que su arte lo ha aprendido en academias blancas. No la podemos catalogar, por tanto, como representante genuina del spiritual negro.

Igualmente, otros grupos como el famoso Golden Gate Quartet tampoco pueden considerarse verdaderos intérpretes del spiritual negro, puesto que a pesar de sus cualidades, su estilo está muy europeizado y adaptado al gusto del público blanco.

El blues

Como ya vimos anteriormente, el negro norteamericano fue adquiriendo a través del tiempo, una personalidad característica, tan particular como el mundo en que se desenvolvía su existencia.

El mundo del negro se concreta en una serie de situaciones y problemas que van de lo más general a lo más íntimo. Su vida es el trabajo en la fábrica o en el campo, las jornadas de paro y de hambre, las inundaciones que le dejan sin hogar y sin familia, las humillaciones que sufre a causa del color de su piel; su vida es también la alegría de amar o el dolor que siente cuando le abandona el ser querido. Todo este mundo, el negro lo expresa musicalmente a través del blues.

La palabra inglesa blues significa triste, tristeza. Pero el blues no es sólo la tristeza que siente el negro por la situación en que vive. En el blues aparecen todas las miserias pero también las alegrías que experimenta el negro, hechas música y poesía.

El negro no desespera ni se compadece de sí mismo; se rebela contra esta situación e intenta liberar su espíritu de la tristeza que lo envuelve, dando salida en forma de música a ese particular estado de ánimo que es el blues. A través del blues, canta sus penas, pero al mismo tiempo está cantando su indomable alegría de vivir. Su canto es al mismo tiempo, un lamento y un grito de rebeldía. Sabe sobreponerse en la ocasión más penosa, e incluso es capaz de reírse de su propia desgracia, quitándole importancia frente a todo lo bueno y agradable que nos ofrece la vida.

El humor y la ironía brotan de cualquier tema por triste que éste sea. Aunque conserva siempre un trasfondo de tristeza, el blues expresa toda la gama de los sentimientos humanos con una profundidad y una autenticidad impresionantes.

La interpretación de un blues crea un clima tenso y enrarecido muy característico, que embriaga y libera el espíritu. El clima del blues es algo inexplicable. Sólo cabe sentirlo y dejarse llevar por él. El negro se reconoce en el blues. El blues le da fuerza para seguir adelante. El blues lo hace invencible.

Es difícil precisar con exactitud cuando toman una forma definida estos cantos llamados blues; posiblemente, ello fuera a principios del siglo XIX. Pero es absurdo tratar de fijar una fecha, puesto que el blues es el resultado de la lenta evolución del folklore afro-americano; como toda manifestación cultural popular, se trataba de algo en gestación desde hacía mucho tiempo.

Las primeras noticias concretas que tenemos sobre la existencia de cantantes «profesionales» de blues datan de finales del siglo XIX. Eran individuos que iban de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, como los antiguos juglares, interpretando sus propias composiciones y acompañándose a la guitarra. Luego, pasaban el sombrero entre el auditorio que se reunía en torno a ellos, para ganarse el sustento. Estos cantantes no tenían ninguna clase de estudios musicales y aprendían e interpretaban los blues totalmente de oído. Naturalmente no tenemos ningún documento discográfico de estos primitivos cantantes de blues pero, ya en la era del disco, bastantes cantantes dan, con su estilo primitivo, una idea aproximada de cómo lo hacían los cantantes del siglo XIX.

Entre los cantantes de estilo primitivo que conocemos a través del disco, los más importantes son: Blind Lemon Jefferson, Big Bill Broonzy, «Sleepy» John Estes y Big Joe Williams; todos ellos son también excelentes guitarristas. El tipo de blues que interpretan es el llamado blues rural, absolutamente simple y desprovisto de todo refinamiento, que, en principio, quizá parezca algo tosco; pero que, una vez se ha penetrado en él, subyuga por su misterioso encanto.

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En la imagen, Kokomo Arnold, representante del blues rural como Muddy Waters, John Lee Hocker, Lightnin Hopkins, Johnny Shines y Robert Lockwood Jr, músicos que se acompañaban formidablemente a la guitarra.

Otros representantes del blues rural que han aparecido posteriormente son: Kokomo Arnold, Muddy Waters, John Lee Hocker, Lightnin’ Hopkins, John­ny Shines y Robert Lockwood Jr que se acompañan formidablemente a la guitarra, Sonny Boy Williamson I y Sonny Boy Williamson II que se acompañan a la armónica, etc.

El blues que florece en los barrios de las grandes ciudades es el llamado blues urbano, de carácter más refinado. Las letras ya no tienen la ingenua poesía del blues rural, sino que son más mordaces e intencionadas; el estilo de sus cantantes es algo más asequible al profano.

Citaremos, como representantes característicos del blues urbano a: Memphis Slim y a Roosevelt Sykes, magníficos pianistas ambos, a Cousin Joe, a Little Walter, el mejor intérprete de blues a la armónica, Elmore James, etc.

La tradición del blues se ha mantenido muy viva a lo largo de los años, de forma que han llegado hasta nuestros días excelentes intérpretes de blues dentro de los estilos más diversos. Los más importantes son: B. B. King, Albert King, Buddy Guy, Jimmy «Fast Fingers» Dawkins, Clarence «Gatemouth» Brown, Junior Wells, Joe Louis Walker, Robert Cray, Albert Collins, Johnny Copeland, Lucky Peterson, Melvin Taylor, etc.

Entre los cantantes que se han revelado dentro del mundo del jazz, ha habido magníficos intérpretes de blues, e incluso algunos se han especializado en este género. Citemos a la gran Bessie Smith, llamada la «Emperatriz del Blues», y entre las intérpretes femeninas destaquemos también a Ma Rainey, Clara Smith y a las más recientes Dinah Washington, LaVern Baker, Aretha Franklin, Olive Brown y Carrie Smith.

Entre los cantantes masculinos más importantes figuran Jimmy Rushing, «Big» Joe Turner, Eddie Vinson, Louis Jordan, «Lips» Page, Ray Charles y Jimmy Witherspoon.

Desde el punto de vista técnico, los blues son piezas de doce compases que siguen siempre la misma secuencia armónica, por lo cual únicamente se diferencian por la melodía y las letras, aunque éstas, a menudo son muy semejantes.

La principal característica musical del blues consiste en la disminución, en medio tono, de la 3ª y 7ª notas de la escala.

Así por ejemplo, en la escala de do natural mayor, se disminuirá en medio tono el mi, convirtiéndolo en mi-bemol, y el si, en si-bemol. Esto es lo que da al blues ese carácter melancólico y plañidero que caracteriza el estilo melódico empleado en el jazz.

Hemos dicho que los blues constan siempre de doce compases. Hemos de aclarar, no obstante, que también existen blues de ocho o de dieciséis compases. Por otra parte, los cantantes primitivos no se atenían a ninguna métrica, por lo que cada estrofa podía constar de un número distinto de compases, según la inspiración del intérprete.

Ahora bien, cuando se habla del blues clásico se sobreentiende siempre la secuencia armónica de doce compases.

Las letras de los blues tratan de los temas que antes hemos mencionado: el desengaño amoroso, la pobreza, la miseria, las inundaciones, el problema racial, tratado a menudo de forma satírica y con palabras de doble sentido para que sólo puedan entenderlo los negros, etc.

Estas letras rebosan a menudo de poesía, humor, ironía e ingenuidad, y poseen un profundo carácter popular. Provienen de unas gentes que, a pesar de no tener instrucción, tienen una capacidad imaginativa con una riqueza y un frescor asombrosos. He aquí algunas estrofas típicas de blues de estilo primitivo:

– «Blues in 1890». Grabado por Big Bill Broonzy en 1952. Su tema son las inundaciones, y habla de Joe Turner, personaje legendario, que ayudaba a la gente pobre, tanto blancos como negros.

«This song was sung in eighteen and ninety two
There was a terrible flood that year
And the poor people cried and sung this song
To let everybody know they felt
About a whole year’s work and no pay
The draughts killed their craft an’all their belongings
Their clothes and their livestock too
And the only man they knowed that could help them was Joe Turner
And Joe Turner was known to be a man that could help them all poor people
The whites and the black
And then they would start cryin’ and singin’ this song:

They tell me Joe Turner has been here an’ gone
Lawd they tell me Joe Turner has been here an’ gone
They tell me Joe Turner has benn here and gone».

(Esta canción se cantaba en 1892,
Hubo una terrible inundación aquel año,
Y la pobre gente lloraba y cantaba esta canción
Para que todo el mundo supiera lo que pasaba.
Después de todo un año de trabajo no pagado,
El agua se había llevado su trabajo y sus bienes,
Sus vestidos y sus rebaños
Y la única persona a quién conocían que les podía ayuda era Joe Turner,
Y conocían a Joe Turner porque ayudaba a todos los pobres,
A los blancos y a los negros,
Y se ponían a llorar y a cantar esta canción:

Se dice que Joe Turner ha venido y luego se ha marchado.
Señor, dicen que Joe Turner ha venido y luego se ha marchado,
Se dice que Joe Turner ha venido y luego se ha marchado.)

– «Sunny Land». Grabado por John Lee Hooker en 1968. Trata del amor en un tono irónico.

«When I first meet you baby
Way dawn South somewhere
You were goin’ no place baby
But to church and Sunday school

I brought you up North baby
And you won’t stay home at night
You run aroun’ little girl
You were noted ridin’ all the time in town

You used to be a good girl
Good as you could be
You would stay at home
Fixin’ meal in the day

But now you’re noted ridin’ woman
And you won’t stay at home at all
You’re a good little gir baby
But you won’t stay home at night»

(Cuando te encontré por primera vez, nena,
En algún lugar allá abajo en el sur,
No ibas a ninguna parte, nena,
Más que a la iglesia y a la esuela dominical.

Luego te he llevado al norte, nena,
Y no apareces por casa en toda la noche,
Andas por ahí, chica,
Se te conoce por andar todo el tiempo por la ciudad.

Antes eras una buena chica,
Tan buena como podías,
Te quedabas en casa,
Pendiente todo el día de la comida.

Pero ahora eres una conocida andariega,
Y nunca quieres quedarte en casa,
Eres un buena chica, nena,
Pero no apareces en casa en toda la noche.)

– «I Wonder When I’ll Be Called a Man.» - Grabado por Big Bill Broonzy en 1955. Es un blues sobre la segregación racial.

«When I was born into this world
This is what happened to me
I was never called a man
An’ now I’m around 53.

I wonder when I wonder when
I wonder when I get to be called a man
Do I have to wait till I get 93?»

(Cuando llegué a este mundo,
He aquí lo que me pasó,
Nunca he sido llamado hombre,
Y ya voy por los 53 años.

Me pregunto, me pregunto cuándo,
Me pregunto cuándo seré llamado hombre,
¿Tendré que esperar a tener 93 años?)

En la música de jazz, los temas de blues ocupan un lugar muy importante. En todas las épocas, los blues han constituido la parte principal de los repertorios de las orquestas de jazz. Temas tan conocidos como «St. Louis Blues», «Frankie and Johnny», «Royal Garden Blues», «The Hucklebuck» y otros muchos más, fueron compuestos según la estructura armónica del blues. Existen, no obstante, algunas composiciones que, aunque incluyan en su título la palabra blues, técnicamente no son tales blues, pues no se ajustan ni a la métrica ni a las armonías que indicamos anteriormente y su espíritu musical es distinto. Tal es el caso de «Wang Wang blues», «Wabash blues», «Basin Street blues» y otros.

Es conveniente saber que, corrientemente, entre los músicos de jazz, se suele decir: «Toquemos el blues», así, sin concretar cuál. Esto significa que lo que se va a hacer es simplemente improvisar sobre la base armónica del blues clásico de doce compases.

Los instrumentistas de jazz reconocidos como los mejores intérpretes de blues son: King Oliver, Louis Armstrong, Tommy Ladnier y Lips Page (trompetas); Jimmy Noone, Johnny Dodds y Mezz Mezzrow (clarinetes); Kid Ory, Charlie Green y «Triky Sam» (trombones); Johnny Hodges (saxo alto); Buddy Tate, Budd Johnson e Illinois Jacquet (saxo tenor); Sammy Price, Pete Johnson y Count Basie (pianistas); Lonnie Johnson, T-Bone Walker (guitarristas); y Pops Foster (contrabajo).

El blues en el nuevo siglo: la corriente blanca

Hemos dicho que el blues, nacido con la esclavitud, ha sido una música que ha mantenido su enraizamiento y pleno vigor a lo largo de todo el siglo XX. Pero, en las primeras décadas del siglo XXI, en la medida en que, como decíamos, la sociedad negra se ha ido diluyendo en la sociedad general, es decir, en el mundo del consumo y la cultura de masas, se ha podido comprobar que la juventud negra ha ido apartándose de esta forma de expresión para dedicarse a formas musicales más acordes con los géneros de moda (el rap, el hip-hop, etc.). Si en la segunda mitad del siglo XX abundaban los intérpretes de blues jóvenes, algunos verdaderamente muy buenos, desde finales de siglo no han surgido nuevos bluesmen que asegurasen el relevo de aquellas generaciones.

Paralelamente, desde los años sesenta del pasado siglo, en Norteamérica y en Europa, entre algunos sectores de la juventud ha ido creciendo una corriente de afición por el blues. Aficionados y músicos blancos han abrazado con entusiasmo este género. Surgen intérpretes, se forman conjuntos, se editan revistas especializadas, se organizan festivales, se instituyen premios, etc.

Esta corriente ha tenido, en general, el efecto positivo de dirigir la atención de parte de la juventud blanca, harta de la música rock y sus derivados, hacia un género que ofrece una música mucho más intensa, más sutil, profunda y cargada de sentimiento.

Pero, también es cierto que los criterios que rigen esta corriente de afición hacia el blues, en ocasiones son de dudosa solvencia. Es así que no se valoran algunos de los grandes intérpretes de la historia del blues y se ensalzan otros de nivel muy inferior; se colocan intérpretes blancos al mismo nivel que bluesmen negros; se dejan de lado grandes cantantes de blues por el mero hecho de haber actuado en orquestas de jazz, etc.

Hay que dejar las cosas claras y decir que el blues es una música creada por los negros norteamericanos y hecha a su medida para expresar sus más íntimas y profundas vivencias; es su música y son ellos los maestros indiscutibles de este género, tanto a la hora de interpretar como a la hora de establecer criterios y escalas de valores.

Con toda la simpatía que pueda despertar este movimiento de acercamiento al blues por parte del mundo blanco, no se debe permitir que criterios y escalas de valores creados por blancos que no han penetrado a fondo en la verdadera esencia del blues, prevalezcan por encima de los que establecieron los negros norteamericanos. Ni es bueno que intérpretes de blues blancos, por regla general de inferior calidad que los negros, ocupen lugares que no les corresponden o hagan sombra a los intérpretes genuinos del blues.

Sólo con un escrupuloso respeto a sus creadores, esta maravillosa música llegará con toda su carga vital y emocional a las generaciones futuras.

Nacimiento del jazz

Durante la época de la esclavitud, la música del negro norteamericano era, como hemos visto, de tipo eminentemente vocal y se concretaba en tres géneros: el work song, el negro spiritual y el blues.

Pero las posibilidades musicales de los negros se amplían de manera apreciable a partir de la abolición de la esclavitud.

Desde entonces, el contacto con la música de origen europeo es mucho más directo; los negros conocen melodías y formas musicales que son nuevas para ellos, y pueden, además, adquirir instrumentos que aprenden a utilizar con una técnica propia. Organizan sus propias bandas y orquestas y tocan en los desfiles, pasacalles, bailes, etc., con lo que participan de una forma cada vez más intensa en la vida musical de las ciudades y los pueblos.

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La comunidad negra organiza sus propias bandas y orquestas y tocan en los desfiles, pasacalles, bailes, etc., con lo que participan de una forma cada vez más intensa en la vida musical de las ciudades y los pueblos.

Así, pues, el mundo musical del negro, que hacia 1880 todavía se limitaba a los susodichos géneros vocales, desborda, a partir de entonces, los límites de los citados géneros, adquiriendo una forma nueva, eminentemente instrumental, que será la llamada música de jazz.

Se dice corrientemente que el jazz nació en New Orleans. Esta afirmación, como es natural, no es rigurosamente exacta. El jazz era una música en estado latente en todo el territorio norteamericano, sobre todo en el sur, que es donde se encontraba la mayoría de la gente de color. Pero fue precisamente en New Orleans donde, gracias al extraordinario ambiente de esta ciudad, cristalizó esta música, adquirió una forma definida, y donde surgieron las primeras generaciones de grandes músicos.

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New Orleans

New Orleans, la ciudad en que se dice nació el jazz, es una antigua colonia francesa que pasó en 1803 a formar parte de los Estados Unidos de Norteamérica. En ella habitan gentes de las más diversas procedencias; predominan los anglosajones, franceses, españoles y negros. La ciudad tiene barrios muy diversos; desde el elegante barrio francés, llamado el Vieux Carré, hasta el miserable barrio negro, conocido por el Back O’Town.

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El jazz era una música en estado latente en todo el territorio norteamericano, sobre todo en el sur, que es donde se encontraba la mayoría de la gente de color. Y en New Orleans cristalizó de manera definitiva.

Situada en la desembocadura del Mississippi, New Orleans tiene el formidable ambiente de todo puerto de mar. Además, en aquella época de finales de siglo, la música jugaba un papel importantísimo en todas las manifestaciones de la bulliciosa vida ciudadana: los vendedores ambulantes improvisaban una melodía para cantar la excelencias de sus productos; se organizaban pasacalles para anunciar los bailes, espectáculos y demás acontecimientos de la vida pública; los domingos, en las afueras de la ciudad, se celebraban bailes campestres; y los formidables desfiles que se organizaban, y todavía se organizan, en los más importantes festejos, como el famoso Mardi Gras, daban cabida a un sinnúmero de bandas que inundaban con su música las calles de la ciudad. Incluso era costumbre que, en los entierros de negros, participara una banda que, camino del cementerio, tocaba una solemne marcha fúnebre y, ya de vuelta, interpretaba un tema alegre y vivaz con el fin de aliviar las penas de los familiares del difunto. A las puertas de los cementerios solían formarse grupos de curiosos que, con deseos de oír música y bailar, se unían a la comitiva en su camino de regreso. Eran los denominados «second line». Una grabación de Louis Armstrong titulada «New Orleans Function» ilustra perfectamente lo que era un entierro en New Orleans a principios del siglo XX.

Por otra parte, en la animada vida nocturna de New Orleans, la música ocupaba siempre un lugar de primer orden, tanto en las casas de placer más lujosas como en el más sucio de los tabernuchos.

Todo este extraordinario ambiente musical favoreció el que se organizaran numerosas bandas de músicos negros, a las que no era precisamente trabajo lo que les faltaba. Por eso fue New Orleans el lugar ideal para que el jazz «naciera» y se desarrollara en sus primeros años.

Storyville

La vida nocturna de New Orleans se concentraba, sobre todo en el distrito de Storyville. Este barrio conoció su máximo esplendor en los primeros años del pasado siglo. En él se encontraban todas las casas de placer de la ciudad, grandes o pequeñas, y muchos bares, tabernas y locales de mala reputación. Eran muy famosos, por su extraordinario lujo, el Mahogany Hall,