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Portadilla

DEWEY LC
796.407 GV461
GAR.p G3

Garrido Asperó, María José, autor
Para sanar, fortalecer y embellecer los cuerpos : historia de la gimnasia en la ciudad de México, 1824-1876 / María José Garrido Asperó. – México : Instituto Mora, 2016.
Primera edición
231 páginas : ilustraciones ; 23 cm. – (Historia social y cultural)

Incluye referencias bibliográficas e índice

1. Gimnasia – Historia. 2. Educación física – México – Historia. 3. Deportes – México – Historia. 4. Higiene pública – México – Historia. 5. Disciplina militar – México – Aspectos sanitarios – Historia. 6. México – Política social – Siglo XIX – Aspectos sanitarios. I. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (Ciudad de México).

Imágenes de portada: tomadas del libro Instrucción para la enseñanza de la gimnasia en los cuerpos del ejército y guardia nacional, México, Imprenta de Vicente G. Torres, 1850, láminas xiii, xvi y xxii (encuadres).

Primera edición, 2016
Primera edición electrónica, 2018

D. R. © Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Calle Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac,
03730, México, Ciudad de México.
Conozca nuestro catálogo en www.mora.edu.mx

ISBN: 978-607-9475-37-6
ISBN ePub: 978-607-8611-04-1

Impreso en México
Printed in Mexico

A María

ÍNDICE

Introducción

Los empresarios de la gimnasia

El profesor Jean Turin

El método de Amorós en México

El gimnasio del general Feliciano Chavarría

El gimnasio del profesor Joaquín Noreña

El gimnasio de Antonio Pérez de Prian

Un gimnasio para niñas y mujeres

La gimnasia en los colegios privados y en los proyectos educativos del Estado

La gimnasia en los colegios privados

La gimnasia en los proyectos educativos del Estado

La gimnasia en algunos colegios y escuelas nacionales

Exámenes públicos

Clases particulares

Otros espacios

La gimnasia en la prensa

La gimnasia en el cuartel y en el consultorio

El Colegio Militar: del baile a la gimnasia

Un manual de gimnasia militar para el ejército mexicano

La Escuela General de Gimnástica del ejército mexicano

Otros esfuerzos militares

Gimnasia medicinal del profesor Joaquín Noreña

La Alhambra Mexicana. Gimnasio medicinal de Adolfo Llanos Alcaraz

Espacios, instrumentos y aparatos en los gimnasios

Otras disciplinas

Esgrima

Juego de pelota vasca o frontón

Equitación

Natación

Boxeo, savate y lucha

Regata

A modo de conclusión. La gimnasia: progreso y estado en 1876

Anexos

Anexo 1

Anexo 2

Anexo 3

Fuentes consultadas

Índice onomástico

Introducción

Ha sido un lugar común en la historiografía afirmar que los deportes modernos fueron introducidos en México durante el periodo porfirista. Se asegura que la paz, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con el resto del mundo y en particular con Estados Unidos y Gran Bretaña, el desarrollo de la economía, la modernización del país, la industrialización y urbanización de las principales ciudades que caracterizaron a ese régimen dieron lugar a que se importaran nuevas y distintas costumbres. Se sostiene que con los empresarios extranjeros y sus fortunas desembarcaron en México los estilos de vida de las naciones modernas de las que provenían. Así, se entiende que uno de los entretenimientos favoritos que sacaron de sus maletas y baúles cuando se establecieron en el país fueron los deportes modernos y que fueron ellos quienes al reproducir en México sus patrones de recreación dieron lugar a que los mexicanos de la elite los adoptaran, luego “nacionalizaran” y en su momento se popularizaran. Pareciera, como señala Miguel Esparza, que sólo fue necesario que los extranjeros practicaran algún deporte para que de inmediato la sociedad mexicana los adoptara e hiciera suyos.1

Esta interpretación sobre el surgimiento de los deportes modernos en México está sustentada en las aportaciones que sobre el fenómeno deportivo ha proporcionado la sociología.2 En estas investigaciones se define, en términos generales y con matices, al deporte moderno –amateur y profesional, individual o por equipos– como la actividad física de competencia que se realiza de manera secularizada, es decir, desprovista de principios o fines religiosos; en la que debe imperar la igualdad de condiciones para todos los competidores, la especialización de la disciplina o ejercicio y la racionalización de las reglas, cuya finalidad es registrar y superar el récord. El deporte moderno así definido se ubica cronológicamente en las sociedades contemporáneas, urbanas e industrializadas y excluye a todas las manifestaciones de ejercicio corporal que no reúnan esas características, dejando a esas expresiones dentro del universo de lo lúdico.

En esas investigaciones se asegura que los deportes modernos tuvieron su origen en la Inglaterra decimonónica y se desarrollaron plenamente a finales de esa centuria; que los procesos históricos fundamentales que permitieron que surgiera fueron el proceso de civilización no planificado cuyo sentido era la formación del Estado moderno, la industrialización de las sociedades y las nuevas condiciones de trabajo urbano que introdujo; la posibilidad de contar con mayores tiempos de ocio ocupado por las elites en actividades físicas de competencia y espectáculo y el proceso por medio del cual se fueron limitando las conductas violentas de la sociedad. Todo ello desembocó en la reglamentación negociada, escrita y difundida de las reglas con que debían practicarse esos ejercicios de competencia física en las instituciones escolares y luego, también, en los nuevos espacios de sociabilidad, los clubes.3

Ese modelo teórico-metodológico que define a los deportes modernos a partir de la necesaria oposición con cualquier otra manifestación de ejercicio corporal que no incluya en su propia definición “la característica de haber sido realizado como una competencia estructurada sobre condiciones de igualdad cuyo fin era la búsqueda de los récords y que utilizó medios cuantitativos y cualitativos para registrarla”, como señala Esparza o, en palabras de Eloy Altuve, como la “comparación de rendimientos corporales medibles, cuyo objetivo es registrar la mejor actuación (el récord) y designar al mejor concurrente (el campeón)” producto del mundo capitalista industrial, ha provocado un abandono total sobre el análisis de lo que pudo haber sucedido, o no, en relación con las actividades físicas recreativas y de competencia en México antes de que tomara el poder el presidente Porfirio Díaz.4 De tal manera que si son pocos los estudios históricos académicos sobre el deporte en México, son menos los que se ocupan del tema previo a la inserción del país en la industrialización y el capitalismo.

Ese marco teórico metodológico ha provocado que los historiadores insertos en esa propuesta no se aventuren a preguntar qué pasaba antes, y si es que sucedía previo al régimen porfirista, como en efecto sucedió, se establezcan entonces los vínculos o relaciones explicativas que proporcionen una interpretación alternativa del proceso de larga duración a través del cual en México se comenzaron a practicar actividades corporales de competencia, se introdujo la idea de educación física y se estableció el deporte moderno, amateur y profesional. Se explique cómo y por qué se hizo común la práctica simultánea de todas esas versiones de ejercicio corporal.

Ese modelo que sostiene con un tono rupturista que los deportes modernos surgieron con la industrialización como la luz eléctrica, el ferrocarril o el automóvil, como los focos y el esmog, ha impedido que se elaboren investigaciones académicas sobre lo sucedido con anterioridad y ha provocado que se afirme, sin evidencia empírica, que todo lo sucedido antes parecido a la práctica de ejercicios corporales y de competencia pertenecía –porque carecía de constancia y estructura a través del tiempo– al universo de lo lúdico o en el mejor de los casos lo relacionen con la educación física como si esta fuera ajena al tema deportivo. Asunto, este último, el de la educación física, que ha sido ignorado por los especialistas en la historia de la educación en México, quienes sólo le han regalado un par de párrafos en sus textos y, en el mejor de los casos, han destacado su incorporación en el ámbito escolar a partir de las reformas educativas del porfiriato afirmando, una vez más, que fue durante esa dictadura cuando se introdujo en los espacios escolares y se desarrolló en el México posrevolucionario.

Esa definición de deporte moderno que está dando lugar a la producción de investigaciones de muy buena calidad para el porfiriato y el siglo xx, en mi opinión, resulta estrecha para el historiador que investiga sobre periodos anteriores porque le impide, de entrada, interrogar sobre un pasado más lejano.5 Lo que es tan absurdo como sugerir que no se debe estudiar al Estado de antiguo régimen porque no era liberal ni democrático; a la economía colonial porque no era capitalista, o sostener que no existen relaciones, nexos causales y explicativos entre uno y otro Estados o entre una y otra economías. La contraposición entre lúdica y deporte moderno y, en especial, educación física contra deporte moderno es poco útil para entender lo sucedido, por lo menos, desde la segunda mitad del siglo xviii y la mayor parte del xix. Además parcela la comprensión pues, en mi opinión, deporte moderno –amateur y profesional–, educación física y la práctica de algún ejercicio corporal con fines de diversión son, desde la mirada del historiador, hábitos diferentes pero a la vez son fragmentos o versiones de un mismo universo.

Es por ello que para esta investigación me sirvo de los conceptos de larga duración y proceso histórico que han sido tan útiles en otros campos de investigación histórica y propongo el de “cultura física” que entiendo como el conjunto de ideas, prácticas y creencias que respecto al ejercicio corporal se expresan en determinada sociedad.6 Estos términos son útiles para ubicar las continuidades y los cambios; para sostener que si bien el ejercicio físico cultivado durante la mayor parte del siglo xix no era el del deporte moderno, ese que exige para ser tal la igualdad de condiciones de los competidores, la especialización, la racionalización de las reglas, la burocratización de su organización y administración, la cuantificación, la búsqueda de los récords, la uniformidad y estructura a través del tiempo, ya lo insinuaba, como han sugerido Vigarello y Holt.7

El concepto de “cultura física”, al ser por su definición más amplio que el de deporte moderno antes señalado, permite demostrar que los ejercicios físicos y los de competencia en la ciudad de México en el siglo xix eran prácticas poco comunes pero no anormales o exóticas, que como tales fueron relevantes y significativas, pues manifiestan una nueva y distinta idea del ejercicio físico, de los fines perseguidos por quienes los practicaban y, del cuerpo y su cuidado. Permite también ubicar, analizar y establecer relaciones explicativas entre las distintas modalidades con que se practicó sin excluir a ninguna de ellas.

Este libro surge de mi anterior investigación en la que analicé las actividades físicas recreativas y de competencias en la ciudad de México entre 1758 y 1823, en particular el juego de pelota vasca o frontón. Entonces descubrí que pese a lo comúnmente aceptado en este territorio se practicaban desde entonces ejercicios corporales de competencia de manera cotidiana, aunque no generalizada; que al menos uno de ellos, el juego de pelota, estaba sometido a reglas estrictas, estaba regulado y organizados en torno a una asociación o protoclub, se contaba con un espacio específico para su práctica o cancha, se organizaba en torno a categorías según las cualidades físicas de los competidores –algunos de los cuales se asumían como “profesionales”–, había equipos y la noción de entrenamiento, de competencia y se contaba con árbitros o jueces; que se proporcionaba información sobre esos partidos en la prensa; que existían muchos aficionados que acudían a esos encuentros para observar y apostar a sus jugadores y equipos favoritos y que esa asociación o protoclub funcionó con un pleno sentido de empresa.

Advertí que lo acontecido en la cancha fue el reflejo de lo que sucedía en aquella sociedad desigual y corporativa en la que un partido expresaba las profundas diferencias y agravios sociales y que, pese a la guerra de Independencia y a los desajustes por esta provocados, en la ciudad de México jamás se dejó de jugar a la pelota.

Descubrí que gracias a la lenta incorporación de una distinta idea del cuerpo humano según la cual un cuerpo sano ayudaba a lograr el pleno desarrollo de las cualidades morales del alma, y no era un obstáculo para el desarrollo de estas como antes se pensaba; gracias a los progresos de la ciencia, en especial de la medicina, a los de la pedagogía, al impulso higienista, al proceso de secularización de la sociedad y a la labor de los funcionarios de la monarquía española, se empezó a apreciar que los ejercicios y los de competencia comunes en el imperio, además de divertir a la población, fueron prácticas positivas para la sociedad y convenientes para el gobierno.8

Advertí que por esta distinta estimación fueron considerados como un útil recurso para fomentar nuevos hábitos de higiene y salud entre la población y como un medio idóneo para modernizar y civilizar las conductas de los súbditos, al tiempo que potencializaban el desarrollo de las cualidades intelectuales y la adquisición de conocimientos, por ello que el Estado comenzó a ser su promotor. Tan fue así que no sólo se permitió y reguló el juego de pelota más importante de la ciudad de México, el conocido entonces como de San Camilo, por ejemplo, sino que esta valoración positiva de la actividad física como uno de los hábitos de higiene que convenía introducir, culminó con la incorporación de la educación física en el proyecto educativo que durante la revolución política liberal se diseñó.

Durante esas décadas se transitó de la percepción del ejercicio como una actividad lúdica a la definición del concepto de educación física. Este novedoso concepto construido al amparo del impulso higienista estableció, de manera clara y contundente, que uno de los fines de la educación, además de la formación intelectual y moral, debía ser la de ofrecer a los alumnos y la población en general los conocimientos que les enseñaran a conservar la salud y a prevenir enfermedades.

La educación física entendida como el cuidado del cuerpo para la salud debía así explicar y promover en las aulas, el hogar y las calles nuevos hábitos que abarcaban rubros como adaptación del cuerpo a las inclemencias del tiempo, uso de ropas cómodas, holgadas y limpias, moderación en la comida y la bebida, calidad de sueño, limpieza personal y doméstica y, la que en este estudio interesa, la práctica regular, organizada y sistematizada de ejercicios corporales.

La educación física fue incorporada al proyecto educativo reformista y liberal como objetivo primordial del sistema que se trató de impulsar. Ese proyecto se proponía el establecimiento de un sistema de educación reglamentado y supervisado por el Estado, que debía ofrecer en todos los territorios de la monarquía una educación universal, gratuita, pública y uniforme; renovaba los contenidos académicos, establecía el español como el idioma para impartir la enseñanza e incluía nociones de educación cívica. Postulaba una educación cuyo objeto debía ser el perfeccionamiento de las facultades físicas, intelectuales y morales de la población y especificaba que el de la educación física debía ser mejorar la fuerza, agilidad y destreza de los habitantes de la monarquía, es decir, hacerlos fuertes, sanos y de carácter sólido, por lo que se incorporó en el currículo.9 Todo ello con el objeto de mejorar las cualidades físicas de la población para hacerla más productiva y así lograr la anhelada prosperidad del imperio.

Este libro, de algún modo continuación del anterior, tiene como uno de sus objetivos centrales mirar lo que sucedía en la ciudad de México entre 1824 y 1876, es decir, entre el fracaso del imperio mexicano y la restauración de la república, respecto a las actividades físicas y a las de competencia. Aquí se propone que a diferencia de lo sucedido en la etapa anterior, 1758-1823, en la que el ejercicio físico fue promovido por el gobierno, los diversos grupos que accedieron al poder lo abandonaron o atendieron poco. Se propone que esta actitud no fue resultado de ideas o creencias contrarias a los beneficios que el ejercicio aportaba a la salud y a la educación tan promovidos y difundidos por médicos y pedagogos de la época, o porque se creyera que en nada beneficiaba al desarrollo de las capacidades intelectuales y cívicas de los mexicanos, sino que fue echado al olvido porque los asuntos apremiantes –políticos, militares y económicos– que enfrentaron una vez que el país optó por el régimen republicano así lo determinaron. El desorden político y la ingobernabilidad, la parálisis administrativa, la escasez de recursos generalizada y las amenazas exteriores impidieron que esas autoridades pudieran atender el tema, elaboraran y ejecutaran planes.

Se propone que las primeras manifestaciones para estimular la actividad física estuvieron a cargo de individuos particulares quienes, por sus propios conocimientos, gustos e intereses económicos, establecieron los primeros centros dedicados a la práctica y enseñanza metódica y sistematizada de la gimnasia. Fue entorno a esos gimnasios que funcionaron como empresas privadas a partir de la década de los cuarenta que se introdujo y desarrolló la novedad en materia de ejercicio corporal del siglo xix en México: la gimnasia o gimnástica, como entonces se le llamaba.

Esos nuevos espacios representaron, sin duda, una importante ruptura respecto a la cultura física anterior y dieron lugar a que surgieran nuevas prácticas que a la vez revelan una renovación de la idea del ejercicio y el cuerpo. Cabe señalar, aunque sea en términos generales, que la aquí llamada cultura física anterior a 1824 se caracterizó por esa distinta idea del cuerpo y su cuidado que planteó el llamado impuso higienista de que hice mención; por el hecho de que las autoridades promovieron su práctica entre sectores de la población que antes habían estado excluidos; porque se favoreció la publicación y circulación de textos y manuales que desde distintas ópticas la promovieron, y porque fue entonces cuando por primera vez se documentó para la historia de los deportes en México los muy importantes hechos de que se regulara la práctica competitiva de un ejercicio físico y se creara una primera asociación o protoclub para administrarla.10

Entre 1824 y 1876 se manifiesta una continuidad evidente en torno a las ideas que aseguraban que la decadencia física de la población se debía a la inmovilidad y a la vida sedentaria; las que destacaban que el ejercicio era un remedio para revertir esa degradación física; las que señalaban los beneficios que el ejercicio aportaba a la salud, la reafirmación de las que aseguraban prevenía diversas enfermedades y la convicción que tenían todos quienes se ocuparon del tema de que el ejercicio era un medio idóneo para modernizar las conductas de la sociedad, evitando durante su práctica todo atisbo de violencia y, además, por sus características, fortalecía el carácter o espíritu de la población.

Ideas que fueron apuntaladas por los notables progresos de la medicina moderna acaecidos a lo largo del siglo xix, en el que en opinión de uno de los más destacados médicos de la época, la medicina en México transitó de la etapa “metafísica” a la “positiva”, es decir, científica.11 Medicina que al comenzar a sustentarse en el método y razonamiento experimentales dio lugar a una estrecha asociación de corte científico entre médicos y gimnastas que a finales del siglo derivó en el establecimiento de centros de rehabilitación física.

Entre las novedades se encuentra una distinta idea sustentada en la estética que señaló con insistencia que el ejercicio, además de proporcionar gracia y elegancia a los movimientos del cuerpo, es decir belleza, podía disminuir lo que entonces se consideró no estético, como la obesidad y, principalmente, las deformaciones físicas. Fue destacado por gimnastas, médicos y escritores que dijeron con insistencia, afirmaron, y mostraron evidencia de que la práctica cotidiana y sistematizada de la gimnasia además aportaba belleza a los cuerpos, en especial, al de las mujeres. La gracia en los movimientos y la fortaleza o dureza de las carnes fue apreciada como atributo de la hermosura, de ahí que si no se practicaba por gusto o para mejorar la salud debía hacerse para que hombres y mujeres fueran más bellos. Lo que revela de manera clara y contundente una característica particular y novedosa de la aquí llamada “cultura física”.12

Otra novedad fue que se desarrolló y consolidó la idea de que esos ejercicios debían practicarse con rigurosas reglas técnicas para evitar accidentes y lesiones, por lo que se propuso que esos conocimientos debían transmitirse con base en una metodología y sistema de enseñanza particular. Debían también realizarse en un espacio exclusivo, el gimnasio, que debía estar dotado de ciertos instrumentos y aparatos.

Se propone que durante este periodo se comenzó a entender la gimnasia como un área de la educación física específica que requería para su enseñanza un tipo de conocimiento del que era poseedor el profesor gimnasta, que debía seguir una instrucción y preparación que pretendía ser profesional con lo que se trató se considerara a la gimnasia como ciencia y lograr el reconocimiento social de los expertos en ella. La educación física incluía la enseñanza y práctica de otros ejercicios como la esgrima, la natación, la lucha, el savate13 y hasta el juego de pelota, apreciados como prácticas distintas y que podían ser complementarias de la gimnasia.

Como ya indiqué, los gimnasios también fueron pensados como espacios para prevenir y curar enfermedades y mejorar la educación de los ciudadanos. Al respecto se consolidó la idea que, con anterioridad a la etapa aquí estudiada, postuló que el ejercicio favorecía el desarrollo de los sentidos y con ello la adquisición de conocimientos, y se profundizó en la que afirmaba que mejoraba la convivencia social. Razones todas por las cuales esta investigación profundiza en la gimnasia y sólo reseña superficialmente la práctica de otros ejercicios físicos y ejercicios físicos de competencia que también estuvieron presentes en el periodo aquí estudiado, como la esgrima, la equitación, la natación, la lucha, el savate, el box, el juego de pelota y la regata. Algunos de ellos fueron comunes desde por lo menos las postrimerías de la época colonial, otros, fueron del todo nuevos.

Los gimnasios fueron espacios dedicados única y exclusivamente a la práctica y enseñanza de ejercicios físicos dirigidos a desarrollar ciertas habilidades y a fortalecer áreas específicas del cuerpo cuyo rendimiento era medible y cuantificable –fuerza, velocidad y tiempo– y no tenían por objeto formar parte de los programas festivos cívicos o religiosos con que los habitantes de la ciudad mostraban su veneración y lealtad a Dios y a sus autoridades de gobierno ni estuvieron ligados a institución eclesiástica alguna, como antes lo estuvo el juego de pelota.

Acudían a ellos quienes por diversos motivos deseaban mejorar sus capacidades físicas ya fuera por gusto y afición, para practicar el ejercicio de una manera atlética, para prevenir una enfermedad o curar algún padecimiento o deformación física, o para embellecer sus cuerpos haciéndose eco de los criterios estéticos de la época. Hombres, mujeres y niños que contaban con el tiempo y los recursos económicos suficientes para pagar las lecciones o la cuota requerida por el gimnasio para poder hacer uso del espacio y los aparatos; otros acudían para que los profesores gimnastas, sin recibir emolumento alguno en muchas ocasiones, les prescribieran y enseñaran ciertos ejercicios con los cuales esperaban sanar o remediar algún padecimiento físico, es decir, asistían a ellos por necesidad o por gusto, por ser la novedad o para estar a la moda.

Con el tiempo los gimnasios abrieron sus puertas a los jefes, oficiales y tropa del ejército mexicano para adiestrarlos en los ejercicios físicos con los que se esperaba mejorar la calidad de esa institución. En la milicia fue donde por primera vez se puso el ejercicio físico en su modalidad de gimnasia al alcance de todos, sin consideración de rango militar o posición económica o social.

Se propone que el método que se promovió en el país a partir de esos profesores, gimnastas y empresas fue el llamado francés o amorosiano, y se explica que arribó a México a través de un discípulo del coronel y gimnasta español Francisco Amorós y Ondeano (1770-1848). Se demuestra que ese sistema estuvo presente durante todo el periodo aquí abordado, que hacia finales del mismo fue combinado y luego fue sustituido por la llamada gimnasia sueca o autogimnasia, que será la favorecida por el régimen porfirista y los gobiernos posrevolucionarios.14

Otra de las presencias significativas que tuvo la gimnasia en el ámbito de la empresa particular, como ya indiqué, fue la que representó la rama medicinal que ofrecían algunos de esos gimnasios por iniciativa de sus propietarios. La gimnasia medicinal fue fomentada por las investigaciones prácticas que gimnastas y médicos hicieron y desarrollaron como método para aliviar ciertos padecimientos y como único remedio eficaz para otros, en especial ciertas deformaciones del cuerpo, colaboración que dio lugar a la creación de al menos un gimnasio especializado y a la elaboración de máquinas y aparatos específicos.

Aquí se propone que la gimnasia medicinal en México primero fue abordada por los gimnastas de manera empírica y que hacia finales del periodo aquí analizado, cuando las investigaciones de los médicos que se dedicaron a analizar las relaciones habidas entre ejercicio y cuerpo –quienes colaboraron estrechamente con algunos profesores gimnastas– arrojaron resultados contundentes, se entendió que era función del médico diagnosticar al paciente e indicar los ejercicios que el gimnasta debía enseñar al enfermo y supervisar las sesiones en que este acudía al gimnasio, trabajo que hoy realizan en equipo médicos especialistas y terapeutas, por lo que es importante resaltar que la gimnasia medicinal decimonónica fue, al menos en parte, uno de los antecedentes de las que serán las especialidades médicas de rehabilitación y ortopedia en el México del siglo xx.

También se propone que gracias a la influencia de esos gimnastas empresarios del ejercicio se comenzaron a introducir en la década de los cuarenta lecciones de educación física en la modalidad de gimnástica en las escuelas particulares establecidas en el país dirigidas por extranjeros, este ejemplo fue lo que generó el interés de las autoridades del gobierno –local y federal– en dos modalidades básicamente: como complemento del sistema educativo que se trató de establecer y como instrucción fundamental de los jefes, oficiales y tropa del ejército mexicano.

Se propone que la relación del Estado con los ejercicios físicos entre 1824 y 1876 se construyó a partir de dos racionalidades o ejes interpretativos. Por un lado, se observa una idea del ejercicio físico como una actividad que contribuía a mejorar la salud de la población y a la que se consideró útil en la educación. Este enfoque higiénico-pedagógico derivó en la incorporación paulatina de la educación física, principalmente en su versión de gimnástica, esgrima, equitación y natación, en los planes y proyectos educativos que echaron a andar algunos grupos que accedieron al poder. De ellos destacan las leyes y reglamentos que impulsó el gobierno centralista de Antonio López de Santa Anna en 1843, el liberal de los emperadores Maximiliano y Carlota y el que dispusieron las administraciones liberales de los presidentes Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada.

En todos ellos se ordenó se impartieran lecciones de gimnasia en los diversos colegios nacionales, tanto de estudios secundarios o preparatorios como profesionales, como materias adicionales para la formación de los alumnos. Aunque las disposiciones, como se verá, no eran uniformes, generalizadas ni se incluyó a la educación primaria o elemental, se ordenó, organizó y se destinaron recursos económicos para pagar ese tipo de enseñanza y para construir sencillos gimnasios dotados de aparatos. Cabe destacar que fue durante el segundo imperio mexicano cuando estas normas fueron generales, uniformes y obligatorias para los alumnos. Además, en esa época también se trató de echar a andar un gimnasio normal para que se preparara en él a los futuros profesores de gimnasia.

Por otro, se observa una idea del ejercicio físico con un enfoque militar. Esta perspectiva estuvo en buena medida determinada por los conflictos bélicos que enfrentó el país contra potencias extranjeras, no tanto por las rebeliones y asonadas militares internas. Desde esta perspectiva se comenzó a considerar necesaria y conveniente la enseñanza de ejercicios gimnásticos para completar las de manejo de armas, equitación y esgrima en las instituciones de educación secundaria o preparatoria y profesional. Además, y de mayor significado e importancia, a consecuencia de la derrota contra los ejércitos estadunidenses se dispuso en 1849 que los jefes, oficiales y tropa del ejército federal fueran adiestrado en ejercicios gimnásticos, se creara la Escuela General de Gimnástica del Ejército Federal y que esa materia fuera incorporada con carácter obligatorio en el currículo del Colegio Militar.

Puedo sostener que pese a que durante este periodo, 1824-1876, la educación física en su modalidad de gimnasia fue escasa y fue demandada por una clase media urbana capaz de pagar un gimnasio o un colegio particular, ingresar a uno nacional o al Colegio Militar, se deben valorar esas aportaciones para acceder a una mejor comprensión de lo sucedido durante el porfiriato y las primeras décadas del siglo xx respecto a la educación física y los deportes en la historia de México.

No podemos seguir ignorando que desde el México colonial se practicaba el frontón de manera competitiva, regular, organizada y reglamentada por una protoasociación deportiva; que se apreciaba como espectáculo, y que esa asociación funcionó como empresa de espectáculo deportivo. Tampoco es posible ignorar que hasta 1876 fue también común, aunque no generalizada, la práctica y enseñanza metódica y sistematizada de la gimnasia, y que durante esa época se inauguraron y funcionaron con regularidad en la ciudad de México y otras regiones del país nuevos espacios de “sociabilidad deportiva”: los gimnasios a los que acudían hombres, mujeres y niños para sanar, fortalecer o embellecer sus cuerpos.

Sirva esta investigación para reconsiderar afirmaciones asumidas como verdades absolutas y para estimular la discusión en relación con los modelos teórico-metodológicos procedentes de la sociología y la historiografía anglosajona; sirva para proponer y construir otras rutas de interpretación que den cuenta con mayor verosimilitud de lo sucedido en el mundo hispanoamericano y en particular en México en relación con la historia de la llamada “cultura física”.

Con el propósito de entender cómo se comenzó a practicar gimnasia en el país, en el capítulo uno me ocupo de analizar a los primeros profesores de gimnasia reconocidos como tales en México, y describo su adscripción a la escuela amorosiana, la cual prevaleció en el periodo aquí estudiado. Abordo a esos profesores como empresarios del ejercicio y reseño las actividades realizadas en los gimnasios que establecieron, así como la promoción que hicieron de ella en las escuelas públicas y privadas donde impartieron su enseñanza.

El segundo capítulo, como indica su título, está dedicado al análisis del proceso por medio del cual la enseñanza de la gimnasia se introdujo en los colegios privados y cómo al mediar el siglo se incorporó a la agenda de los proyectos educativos de las diversas autoridades de gobierno, lo que desembocó en su incorporación en la currícula de los colegios nacionales. También analizo la promoción que de ella se hizo en la prensa.

En el tercer capítulo examino la incorporación de esa enseñanza en el ejército federal y muestro cómo ese proceso se dio a consecuencia de la difusión de las virtudes de la gimnasia y principalmente por la terrible derrota sufrida por México ante Estados Unidos. Demuestro que con la intención de mejorar las capacidades del ejército se dispuso la traducción, impresión y amplia difusión de un libro de texto especializado en ese conocimiento, posteriormente se creó la Escuela General de Gimnástica de esa institución. Me ocupo más adelante de estudiar el proceso por medio del cual se comenzó a practicar la gimnasia medicinal y cómo trabajaron en equipo gimnastas y médicos hasta el establecimiento de al menos un gimnasio especializado en la rehabilitación física.

En el último capítulo, el cuarto, expongo de manera breve los otros ejercicios corporales de competencia, comunes y nuevos, en México entre 1824 y 1876, así como las noticias difundidas en la prensa sobre la práctica de algunos de ellos en el extranjero. En particular reseño someramente la esgrima, el juego de pelota vasca o frontón, la equitación, la natación, el box, el savate, la lucha y la regata.

Por último quiero hacer referencia a las fuentes utilizadas en esta investigación. Me apoyo principalmente en diversos artículos y notas periodísticas de muchas de las publicaciones periódicas de la época en los que se daban a conocer las actividades corporales y se promocionaban, provocando que el tema se integrara a la esfera pública. Esta fuente resulta de especial importancia dado que además de informar de su presencia en ellos, se da cuenta de los beneficios que podía aportar y hasta de la polémica que, en algunos casos, la gimnasia y el ejercicio pudieron provocar.

Fueron también significativos los documentos que en diversos ramos resguardan los archivos General de la Nación, Histórico del Distrito Federal y de la Secretaría de la Defensa Nacional. Vale mencionar que su localización resultó complicada, pues no existe ramo alguno que los concentre y haga alusión a ellos como actividad física o deportiva. Fueron de gran utilidad los textos de medicina, los manuales que publicaron médicos y gimnastas y hasta algunas novelas, así como los documentos emitidos por las diversas autoridades de gobierno que dan cuenta del proceso por medio del cual esta actividad se introdujo en algunos espacios de la vida cotidiana de la población y de cómo la autoridad hizo de la gimnasia un asunto de gobierno, que hacia finales de la época aquí estudiada debía contribuir a “mejorar la raza”.

Dada la complejidad que representa la localización y análisis de las fuentes sobre las actividades físicas y las de competencia antes del porfiriato incluyo en este libro, como en el anterior, algunos anexos en los que se reproducen documentos con la intención de dar a conocer a los interesados en el tema algunas de las fuentes documentales con que contamos para explicar la historia de la educación física y los deportes en México.

Deseo concluir esta introducción agradeciendo al Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, en especial a los doctores Diana Guillén Rodríguez y Juan Carlos Domínguez Virgen, quienes me brindaron todo su apoyo. Gracias también a todos mis compañeros de la biblioteca “Ernesto de la Torre Villar”, de manera muy especial a Ramón Aureliano Alarcón, quien alentó en muchos momentos esta investigación y quien con enorme generosidad realizó una muy exhaustiva lectura del primer borrador. Agradezco también a mi amigo Antonio Cervantes Odriozola por todos sus comentarios y por la información que compartió conmigo sobre uno de los personajes que aparecen en este estudio.

Notas

1 Algunos autores siguen esta interpretación como Beezley, “El estilo porfiriano”, 1985 y Judas at the Jockey, 1987; Angelotti, “Deporte y política”, 2010; “Deporte y nacionalismo”, 2011, y “Fútbol e identidad”, 2008; Esparza, “La nacionalización de los deportes”, 2014; Chávez, “La introducción de la educación”, 2006, y Zamora, “El deporte en la ciudad”, 2001. En todos ellos se destaca que fueron los extranjeros quienes además de introducirlos lograron establecer una dinámica de competencias, clubes y equipos. Sin duda, las investigaciones de Beezley son las que mayor influencia han ejercido.

2 La preocupación académica por el fenómeno deportivo “moderno”, es decir, el que se consolidó a finales del siglo xix y se difundió mundialmente en el xx, fue primero abordado por la sociología. Este primer acercamiento al universo deportivo desde la sociología se explica por el interés que mostraron los organizadores del deporte mundial ante los problemas que entonces generaba su práctica, por la creciente popularidad que fue adquiriendo dado su vínculo con el mundo del espectáculo y la diversión, y por el interés político y económico que particulares y gobiernos mostraron ante él, motivos que condujeron a la reivindicación del deporte como legítimo objeto de investigación, como los mismos sociólogos han sostenido, y posteriormente despertó el interés de los historiadores. Ejemplos de ello son las obras de Magnane, Sociología del deporte, 1966; Meynaud, El deporte y la política, 1972; Norbert y Dunning, Deporte y ocio, 1992; Brohm, Sociología política, 1982; Laguillaumie, Para una crítica fundamental, 1978; Guttmann, From Ritual to Record, 2004; Lüschen y Weiss, Sociología del deporte, 1979, y Vigarello y Holt, “El cuerpo cultivado”, 2005.

3 Los primeros clubes deportivos se formaron en Londres. Respecto de la importancia de la fundación de ellos puede verse, entre otros textos, Pujadas y Santacana, “El club deportivo”, 2003 y Vigarello y Holt, “El cuerpo cultivado”, 2005. Referente a los intereses económicos que orientaron la formación de ellos en México puede verse de mi autoría “El automovilismo deportivo”, 2016, pp. 105-123.

4 Esparza, “La nacionalización de los deportes”, 2014, p. 8, y Altuve, “Proposición de análisis”, 2000, p. 1.

5 Algunos de esos trabajos ya concluidos o que están en proceso son realizados por jóvenes investigadores, como los ya citados de Esparza y Zamora, y los que preparan Ana Laura de la Torre, Raúl Nivón Ramírez, Axel Elías Jiménez y Héctor Olivares Aguilar.

6 La “cultura física” así definida surge del concepto de “cultura política” del que me he servido para otras investigaciones relativas a la cultura política durante la guerra de Independencia y el primer imperio mexicano. En esos trabajos he incorporado el concepto propuesto por Keith Michael Baker, que ha sido utilizado por otros investigadores mexicanos. Véase Garrido, “Soborno”, “fraude”, 2011.

7 Vigarello y Holt, “El cuerpo cultivado”, 2005, vol. ii, p. 296. Pipo Russo, otro sociólogo, propone en un texto reciente la conveniencia de valorar el grado de resistencia del planteo teórico tradicional de la sociología, por ejemplo, el del tema de la igualdad de condiciones para todos los competidores, como si fuera lo mismo entrenar en México que en Estados Unidos. Russo, “El análisis sociológico”, 2002-2003.

8 Se entiende por “impulso higienista” el interés que compartieron médicos, filósofos y gobernantes del siglo xviii para promover en la población hábitos de vida saludable y que en su momento se designaba como “educación física”, “medicina doméstica” o “conservación de los niños”. Estas preocupaciones y saberes derivaron en el “movimiento higienista” o “higienismo”, considerado en la segunda mitad del siglo xix y en adelante como una rama de la medicina. Esas preocupaciones surgieron de la convicción que se tenía de la degradación o degeneración física de la sociedad motivada, en buena medida, por los estilos de vida aristocráticos. Proceso que expresa, en palabras de Georges Vigarello, la búsqueda y construcción de una nueva cultura respecto al cuerpo. Bolufer, “Ciencia de la salud”, 2000, p. 27, y Vigarello, Corregir el cuerpo, 2005, p. 32.

9 Garrido, Peloteros, aficionados, 2014.

10 Ibid.

11 Flores, Historia de la medicina, 1888, t. iii. Respecto a las relaciones habidas entre los progresos científicos de la medicina, las concepciones del cuerpo humano y los deportes en el siglo xix, véase Vigarello, Corregir el cuerpo, 2005.

12 Respecto a la historia de las ideas en torno a la belleza del cuerpo véase, Vigarello, Historia del cuerpo, 2005.

13 El savate era una especie de combate cuerpo a cuerpo de técnica francesa en el que se usaban manos y pies.

14 En la segunda mitad del siglo xviii se perfilaron las denominadas escuelas gimnásticas, que tuvieron su máximo desarrollo en el siglo xix. Johann Christoph Friedrich GutsMuths, Ludwing Jahn, Franz Náchtegall, Pehr Henrik Ling y Amorós desarrollaron las llamadas escuelas alemana, sueca y francesa. Respecto a la historia y características de esas escuelas véase Torres, Conocimientos, pensamientos, 2008, y Martínez y Hernández, “Los primeros exilios”, 2006.

Los empresarios de la gimnasia

La evidencia documental demuestra que una vez consumada la independencia de México fueron prácticamente nulos los esfuerzos del gobierno para impulsar la práctica de ejercicios corporales en cualquiera de sus modalidades, ya fuera desde el llamado impulso higienista, la educación o para estimular el establecimiento de empresas que generaran algunos recursos por la vía de impuestos, como sucedió durante las últimas décadas del gobierno borbónico y durante la revolución política liberal de la monarquía española.1

La población de la ciudad de México que durante esos primeros años independientes gustaba de esas actividades podía asistir para ver y practicar el juego de pelota, o frontón, que seguía siendo el preferido de los capitalinos en la cancha que desde 1758 la orden de San Camilo construyó en su convento y tuvo también la posibilidad de inscribirse en alguno de los pocos salones de esgrima que los profesores nacionales o extranjeros, principalmente franceses, tenían desde antes de la guerra de Independencia, o que inauguraron después de ella, donde se impartían lecciones de ese “arte”. Es posible que en algunas de esas salas se realizaran algunos ejercicios gimnásticos.2

Las primeras manifestaciones significativas para impulsar la educación física fueron encabezadas desde la década de los cuarenta en torno a las academias de gimnasia o gimnasios, que de manera aislada y hasta un tanto arriesgada, echaron a andar algunos individuos que apostaron su capital y trabajo a la enseñanza privada en sus propios establecimientos. Durante las primeras décadas independientes, y a lo largo de todo el periodo aquí estudiado, fueron los empresarios del ejercicio los que mantuvieron por sus propios intereses económicos y por sus convicciones respecto a la educación física las instalaciones “deportivas” y la enseñanza de esos ejercicios, siendo que la gimnasia fue la que tuvo mayor impacto.