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Siglo XXI / Serie Historia

Fernando Claudín

Marx, Engels y la Revolución de 1848

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En 1848 el fantasma del comunismo comenzaba su andadura plantando batalla contra la religión, el poder de los opresores y los explotadores capitalistas. En el breve lapso de un año, las revoluciones estallaron en las principales capitales del Viejo Mundo reclamando un cambio radical en el sistema que dignificara a los oprimidos y explotados, a los desfavorecidos y a quienes vivían en los márgenes de la política. En este contexto, Karl Marx y Friedrich Engels vislumbraron una Europa más justa y social, y por ello participaron activamente en la formación de asociaciones y en la configuración tanto de su discurso y como de su actividad.

Fernando Claudín, político, militante y una de las mentes más lúcidas del siglo XX, desgranó en Marx, Engels y la Revolución de 1848 la correspondencia que Karl y Friedrich mantuvieron en esa época, El manifiesto comunista y sus artículos en las revistas La Gaceta Renana y La Nueva Gaceta Renana, para mostrar cómo fue el proceso revolucionario de 1848 y cuál fue el papel desempeñado por dos de sus protagonistas. Claudín nos desvela en estos testimonios y documentos el legado truncado de una Europa que pudo ser y nos presenta la revolución como un horizonte de acción militante.

Fernando Claudín (1915-1990) fue un destacado político e ideólogo comunista y socialista español. Exiliado tras la Guerra Civil por su vinculación con el Partido Comunista de España, llegó a ocupar puestos de responsabilidad en el Partido hasta que sus desavenencias ideológicas con Santiago Carrillo, a la sazón secretario general, provocaron su expulsión y la de Federico Sánchez (Jorge Semprún) en 1964. Tras la muerte de Franco volvió a España y, desde 1980, dirigió la Fundación Pablo Iglesias del Partido Socialista Obrero Español.

Claudín escribió, entre otras obras de pensamiento e historia del socialismo, los siguientes libros: La crisis del movimiento comunista. De la Komintern al Kominform (1970), Eurocomunismo y socialismo (1977), Documentos de una divergencia comunista, Interrogantes ante la izquierda (junto con Manuel Azcárate, 1978), ¿Crisis de los partidos políticos? (et al., 1980) y La oposición en el «socialismo real»: Unión Soviética, Hungría, Checoslovaquia, Polonia: 1953-1980 (1981).

Marx, Engels y la Revolución de 1848 fue publicado por primera vez en 1975.

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© Siglo XXI de España Editores, S. A., 1975, 2018

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ISBN: 978-84-323-1935-8

INTRODUCCIÓN

La Revolución de 1848 ha desempeñado un papel relevante en la formación de la teoría política de Marx y Engels. Poco antes habían elaborado los elementos básicos de la concepción materialista-dialéctica de la historia, verdadera revolución teórica en el campo del pensamiento filosófico y sociológico. Pero apenas llegados a conclusiones que estimaban científicas en lo que respecta a la interpretación teórica del mundo social se vieron en trance de utilizarlas para intervenir en su transformación práctica por vía revolucionaria. La revolución que esperaban se puso en marcha antes de que los primeros ejemplares de El manifiesto del Partido Comunista pudieran salir de la imprenta de Londres, antes de que ese «partido comunista» fuera algo más que una corriente ideológica mal definida en el movimiento obrero, a la que justamente Marx se proponía aportar su nueva teoría revolucionaria. Cierto, la Liga de los Comunistas acababa de hacer suya esta nueva teoría, pero era una pequeña organización clandestina, formada principalmente por obreros-artesanos alemanes emigrados en Londres, París y otras capitales europeas, muy influidos todavía por unas u otras variantes del doctrinarismo utópico. A poco de comenzar la Eevolución, Marx y Engels consideraron conveniente suspender la actividad de la Liga como tal organización.

Iniciada en París, la Revolución se propaga como reguero de pólvora a la mayor parte de la Europa continental, entre el Atlántico y las fronteras rusas. En un primer momento parece que va a extenderse a Inglaterra. Además de Francia, quedan envueltos en el torbellino Prusia, Austria, Baviera, Sajonia y demás Estados de la Confederación germánica; los territorios polacos ocupados por Prusia; Bohemia y Hungría, que intentan desembarazarse del yugo austriaco, en particular la segunda, cuya guerra nacional revolucionaria se prolongará durante un año; la Italia del norte (Lombardía) ocupada por los austriacos y todos los Estados italianos: reino de Cerdeña (Piamonte), Estados del papa, reino de Nápoles, etc. Es la Revolución más europea de toda la historia de Europa. Dirigida, en primer término, contra las monarquías absolutas o reaccionarias, contra el sistema de la Santa Alianza y contra todas las supervivencias feudales, en general, tiene, al mismo tiempo, un filo antiburgués reconocido por todos los protagonistas. El miedo de las «fuerzas de la vieja Europa» al «fantasma del comunismo», que Marx evoca en las primeras líneas de El manifiesto, se hace virulento, porque el fantasma parece corporeizarse. Los proletarios están en las primeras filas de los insurrectos de París y Berlín, de Viena y Milán, y exigen algo más que sufragio universal. En junio de 1848 París es el escenario del primer gran combate de la historia entre burguesía y proletariado por el poder político. La lucha de clases se despliega netamente y se combina con las luchas de liberación nacional y los conflictos entre las potencias, resultando un proceso revolucionario internacional de suma complejidad. La recién nacida teoría de la revolución no podía encontrar piedra de toque más exigente ni experiencia más apropiada para enriquecerse.

Habiéndose situado en Colonia, capital de Renania –principal provincia industrial de Prusia–, Marx y Engels participan directamente en la revolución alemana y siguen paso a paso el desarrollo de la revolución en los otros países europeos. Tienen que abordar problemas nuevos o solo tratados hasta entonces en un plano muy general; analizar al día una situación compleja en rápida mutación; resolver cuestiones de estrategia y táctica, de formas de lucha y de organización, con las que nunca se habían enfrentado. Actúan en las organizaciones del Partido Demócrata y en las asociaciones obreras. Pero el instrumento principal de su acción política es la Nueva Gaceta Renana, el gran diario que fundan en Colonia, directamente dirigido por Marx. Los doscientos treinta y tantos artículos de Marx y Engels publicados durante un año en este primer periódico «marxista» de la historia revisten gran interés, salvo excepciones, por más de un concepto. Como fuente historiográfica de la revolución, como primer modelo de periodismo inspirado en la concepción materialista de la historia y, sobre todo, como registro de las nuevas ideas y análisis que el proceso de la Revolución inspira, sobre la marcha, a los dos teóricos.

Los catorce meses de revolución alemana vividos en Colonia constituyen la única experiencia de acción política directa, diaria, sobre el terreno, en toda la existencia de Marx y Engels. A los que siguen dos años y medio dedicados fundamentalmente al análisis retrospectivo, global, de la Revolución, plasmado en Las luchas de clases en Francia, Revolución y contrarrevolución en Alemania, El 18 Brumario de Luis Bonaparte y en otros textos menos conocidos, especialmente los análisis de la situación europea e internacional publicados a lo largo de 1850 en la Nueva Gaceta Renana (revista económico-política), mensual editado por Marx después de la derrota de la Revolución. En esos textos la concepción de la lucha de clases del periodo anterior a El manifiesto y del mismo manifiesto, todavía muy general y esquemática, se enriquece considerablemente con el examen de nuevas facetas y fenómenos. No hay dominio alguno de la teoría política de Marx en el que la experiencia de 1848 no haya dejado huella profunda. Lenin lo señala en diversas ocasiones, calificando de «momento central» de toda la actividad de Marx y Engels su participación en la Revolución de 1848. «De ahí parten –escribe en 1907– para analizar los destinos del movimiento obrero y de la democracia en una serie de países. A ese momento retornan siempre que se trata de definir, en la forma más expresiva y depurada, la naturaleza interna de las diversas clases y sus tendencias. Y bajo el prisma de aquella época revolucionaria apreciarán ulteriormente los partidos y organizaciones, las tareas y conflictos políticos de menor entidad»[1].

Sin embargo, son muy escasos en la historiografía del marxismo los trabajos dedicados a este periodo de su desarrollo, como puede verse en nuestro resumen bibliográfico. Se le dedica el correspondiente capítulo en las biografías de Marx y Engels; se toca más o menos marginalmente en los estudios históricos sobre la Revolución de 1848; y no hay investigación marxista sobre el problema de las clases o del Estado que no recurra a Las luchas de clases en Francia o a El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Pero a diferencia del tema de la formación del marxismo en el periodo prerrevolucionario, que cuenta con numerosas investigaciones y debates, el tema de su desarrollo bajo el impacto de la revolución y la contrarrevolución en el periodo 1848-1851, desde El manifiesto a El 18 Brumario, apenas ha suscitado estudios específicos. En su mayor parte los artículos de Nueva Gaceta Renana y de Nueva Gaceta Renana (revista económico-política) no son conocidos más que por un reducido círculo de especialistas.

Con el presente trabajo nos proponemos contribuir al conocimiento de ese importante segmento de la historia del marxismo en el sentido, sobre todo, de proporcionar al lector un material documental que facilite su reflexión independiente. Hemos procedido, con la mayor objetividad posible, a la reconstrucción sintética del discurso y la acción tanto de Marx como de Engels en la Revolución de 1848, o a propósito de la misma, situándolos en el contexto histórico correspondiente, mostrando su articulación con el curso concreto de la Revolución. Hemos tratado, por un lado, de evidenciar el uso práctico que hacen de su teoría para analizar el proceso revolucionario, orientarse en él y tratar de influenciarlo, y, por otro, el efecto que el proceso revolucionario, en general, y su praxis política, en particular, tienen en su elaboración teórica.

Pensamos que esta síntesis analítica puede servir para la comprensión más exacta y crítica de conceptos y proposiciones de la teoría política de Marx y Engels que frecuentemente han sido utilizados de modo dogmático y ahistórico. Por otra parte, pese a las diferencias radicales entre el mundo y el capitalismo de 1848 y los actuales, no deja de ser provechosa la reflexión sobre la primera revolución de dimensiones europeas en la que se planteó abiertamente la lucha entre proletariado y burguesía, y con la que se inició la parábola periférica descrita por los efectos revolucionarios de las sucesivas crisis del sistema capitalista, mientras su centro resistía y –durante toda una época– se fortalecía. Cierto, nada más original e irrepetible que una revolución. Pero forzoso es constatar también que una serie de fenómenos de gran relevancia parecen repetirse –aunque siempre, claro está, con rasgos específicos– en las revoluciones habidas desde entonces hasta hoy. Nada más peligroso para los actores de las nuevas revoluciones que caer en el mimetismo de las anteriores, pero la ignorancia de las experiencias históricas no puede facilitar la comprensión del presente. La reflexión crítica sobre las precedentes revoluciones engendradas por el sistema capitalista (incluidas las engendradas por las contradicciones entre el desarrollo de este y las estructuras precapitalistas) no solo es necesaria para captar los fenómenos repetitivos, sino para percibir plenamente la originalidad de cada nueva revolución.

* * *

Siempre que ha sido posible hemos preferido utilizar los textos mismos de Marx y Engels, sus pasajes más significativos, a resumirlos por nuestra cuenta. La exposición pierde así en fluidez, pero gana en rigor documental. Nos hemos esforzado también por estructurar la exposición combinando el criterio cronológico y temático de manera que resulte la mayor unidad y cohesión posibles en ambos aspectos, dando prioridad a uno y otro según el carácter de cada una de las tres partes en que está dividida la obra. En la primera, de carácter introductorio, dedicada a presentar una síntesis de la teoría de la revolución de Marx a la hora de El manifiesto, predomina la ordenación temática. La segunda, esencialmente histórico-descriptiva, está regida, ante todo, por el curso de los acontecimientos, pero dentro de los límites que permite esa sujeción cronológica hay un cierto agrupamiento temático. En la tercera vuelve a predominar este criterio para mostrar el análisis global de la Revolución a que llegan retrospectivamente los dos revolucionarios, así como los elementos nuevos que introducen en su teoría política.

[1] Obras, 4.a ed. rusa, t. 13, p. 22.

PRIMERA PARTE

TEORÍA, POLíTICA Y PARTIDO A LA HORA DE el MANIFIESTO

EN 1844-1846 LA EVOLUCIÓN TEÓRICA Y POLÍTICA de Marx y Engels llega a un punto crucial. Como dirá más tarde Engels, durante su primer encuentro con Marx, en el verano de 1844, se reveló entre ambos «un acuerdo completo en todos los dominios teóricos», y cuando en la primavera de 1845 volvieron a reunirse, Marx «había desarrollado ya, en líneas generales, su teoría materialista de la historia y nos pusimos a elaborar en detalle y en las más diversas direcciones la nueva concepción descubierta»[1]. Marx sintetizaría en 1859 el «resultado general» a que había llegado catorce años atrás, calificándolo de «hilo conductor» de sus investigaciones ulteriores[2]. El «descubrimiento», dice Engels, «venía a revolucionar la ciencia de la historia»; «Ahora, el comunismo de los franceses y de los alemanes y el cartismo de los ingleses ya no aparecían como algo casual, que lo mismo habría podido no existir, sino como un movimiento de la nueva clase oprimida, del proletariado, como formas más o menos desarrolladas de su lucha históricamente necesaria contra la clase dominante, contra la burguesía»; «Ahora, el comunismo ya no consistía en extraer de la fantasía un ideal de la sociedad lo más perfecto posible, sino en comprender el carácter, las condiciones y, como consecuencia de ello, los objetivos generales de la lucha librada por el proletariado»[3].

«A partir de ese momento –sigue explicando Engels– estábamos obligados a razonar científicamente nuestros puntos de vista, pero considerábamos igualmente importante para nosotros ganar al proletariado europeo, empezando por el alemán, para nuestra doctri­na»[4]. Las Tesis sobre Feuerbach, La ideología alemana, Miseria de la filosofía y otros textos de 1845-1847, hasta El manifiesto comunista, constituyen el resultado concreto de la labor de Marx y Engels en la primera dirección. En la segunda, los primeros resultados fueron la adhesión de los dirigentes de la Liga de los Justos a las nuevas ideas y el ingreso en ella de Marx y Engels. Transformada en Liga de los Comunistas por su congreso de junio de 1847, esta organización adopta plenamente la teoría de Marx en el siguiente congreso (noviembre-diciembre 1847), encomendándole redactar su documento programático: El manifiesto del Partido Comunista.

Mientras tanto, los signos premonitorios de una crisis revolucionaria se acumulan sobre Europa. En la circular que la dirección de la Liga de los Justos envía a sus organizaciones en febrero de 1847 se anuncia la inminencia de «una revolución grandiosa, que probablemente decidirá por un siglo los destinos de la humanidad»[5]. Marx y Engels consideran también que la revolución se aproxima y siguen atentamente la evolución de la situación política en los principales países europeos. El principal analista de la coyuntura es Engels, pero es plausible suponer que sus juicios reflejen la opinión de Marx. Sus artículos, publicados en The Northern Star, órgano central de los cartistas, La Réforme, portavoz del ala izquierda de los demócratas franceses, y Deutsche Brüsseler Zeitung, revista influida por Marx, ofrecen gran interés en un doble aspecto: por ser las primeras aplicaciones del «hilo conductor» al análisis de las situaciones políticas concretas y como fuente inapreciable para el estudio de la génesis inmediata de las revoluciones de 1848.

Análisis de la coyuntura prerrevolucionaria, formación de la Liga de los Comunistas y elaboración teórica van estrechamente enlazados en la actividad de Marx y Engels durante 1847 y los dos primeros meses de 1848, teniendo su resultado político-organizacional en el segundo congreso de la Liga y su gran síntesis teórico-política en El manifiesto. Se ve que quieren ser consecuentes con la decimoprimera tesis sobre Feuerbach: «Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo»[6].

Del conjunto de esa labor nos interesa extraer ahora, en función de los objetivos del presente estudio, la teoría de la revolución, la línea estratégica y táctica, la concepción de la clase y del partido revolucionarios, las características principales de la Liga de los Comunistas, el análisis de la coyuntura. Todos estos planos o niveles de elaboración y de acción se dan estrechamente imbricados, condicionándose entre sí, pero la necesidad de exponer de modo global y coherente, al mismo tiempo que muy resumido, cada uno de ellos, nos obliga a considerarlos por separado, con el riesgo de que quede oscurecida su interconexión. Pensamos que este riesgo puede paliarse un tanto comenzando por el tema de la coyuntura política. La coyuntura, en efecto, es el factor que determina de manera más directa e imperiosa el modo concreto en que la interconexión va produciéndose. La idea de que la revolución se echa encima induce a intensificar los esfuerzos por organizarse, por clarificar las opciones políticas, por definirse programáticamente. Acelera el acuerdo entre Marx y Engels, por un lado, y los dirigentes de la Liga, por otro; precipita el segundo congreso de esta, determina la urgencia de El manifiesto e influye muy considerablemente en su contenido. El manifiesto no es una simple exposición de doctrina –que ha sido la manera más corriente de tratarlo, fuera de las circunstancias de tiempo y lugar–, sino la plataforma programática y política de los comunistas con vistas a una revolución específica, la revolución cuyo estallido consideraban inminente en unos países y próximo en otros. El análisis de la coyuntura, además, es la manera más directa de introducirnos en el contexto político y social general dentro del cual se desarrolla la acción de Marx y Engels.

[1] Engels, Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas, texto escrito en 1885 como prefacio a la tercera edición del libro de Marx Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia. Incluido en las Obras Escogidas de Marx y Engels, versión en castellano, en dos tomos, publicado por Akal, 2016. En adelante citaremos esta edición por OE. La cita que hacemos aquí se encuentra en el t. II, p. 363. No es necesario para el objeto de este estudio entrar en la discusión abierta por Althusser sobre el tema del «corte epistemológico». Partimos de que en el periodo que precede inmediatamente a la Revolución de 1848 Marx y Engels están en posesión ya, como dice Engels, de las «líneas generales» del materialismo histórico.

[2] Marx, Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política, en OE, t. I, pp. 373 y ss. La versión que Marx da del «resultado general» a que había llegado en 1844-1846, dice así: «En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana.»

Si se repasa La ideología alemana se comprueba, en efecto, que lo esencial de estas ideas se encuentra ya allí, pero aquí, en el «resumen» de 1859, están formuladas con mayor rigor conceptual, con una serie de precisiones terminológicas, que reflejan un enriquecimiento del contenido.

En el mismo Prólogo, Marx escribe: «Friedrich Engels, con el que yo mantenía un constante intercambio escrito de ideas desde la publicación de su genial bosquejo sobre la crítica de las categorías económicas (en los Anales franco-prusianos), había llegado por distinto camino (véase su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra) al mismo resultado que yo». El «bosquejo» al que se refiere Marx es el Esbozo de crítica de la economía política escrito por Engels entre finales de 1843 y enero de 1844. Versión española en la recopilación Escritos económicos varios de Marx y Engels, Grijalbo, México, 1966.

[3] Engels, Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas, OE, t. II, p. 363.

[4] Ibid., p. 364.

[5] Esta circular está incluida en Soius Kommunistov (Liga de los Comunistas), Ed. Misl, Moscú, 1964. Soius Kommunistov es la recopilación más importante de documentos de la Liga publicada hasta la fecha. Nuestra cita se encuentra en la p. 130.

[6] «Tesis sobre Feuerbach», en Marx y Engels, La ideología alemana, Madrid, Akal, 2014, p. 502.