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LA REFORMA

HERRAMIENTAS PARA LA HISTORIA

LA REFORMA

(1848-1861)

PABLO MIJANGOS Y GONZÁLEZ

Coordinadora de la serie
CLARA GARCÍA AYLUARDO

Fondo de Cultura Económica

CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA ECONÓMICAS
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 2018
Primera edición electrónica, 2018

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS

PRÓLOGO, por Erika Pani

ESTUDIO INTRODUCTORIO

  1. Aviso: qué es y qué no es este libro
  2. La Reforma en la construcción del relato nacional
  3. Vientos de cambio: la historia académica y el revisionismo
  4. ¿Dónde estamos y qué nos falta por hacer?

BIBLIOGRAFÍA

PRIMERA PARTE
FUENTES IMPRESAS DE LA ÉPOCA

Colecciones documentales, antologías y obras completas

Obras sueltas y folletería

Legislación, jurisprudencia y crónicas parlamentarias

Informes gubernamentales

Sermones, cartas pastorales, manuales y documentación eclesiástica

Atlas, diccionarios, estadísticas y guías de forasteros

Memorias y diarios personales

Obras de viajeros, diplomáticos y observadores extranjeros

SEGUNDA PARTE
HISTORIOGRAFÍA

Historias generales y ensayos interpretativos

Estudios biográficos

Historia de las ideas políticas, el derecho y las instituciones

La religión y el conflicto Iglesia-Estado

La masonería

Historia militar y de las fuerzas armadas

Los pueblos frente al liberalismo y la desamortización civil

El artesanado y las clases populares urbanas

Economía y finanzas públicas

Historia regional, local y urbana

Relaciones internacionales, fronteras y migración

Arte, literatura, ciencia y educación

Periodismo y empresas editoriales

Relaciones de género y vida cotidiana

Estudios comparativos

La Reforma en la memoria y la historiografía

Guías bibliográficas, hemerográficas y archivísticas

Contraportada
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AGRADECIMIENTOS

Agradezco en primer lugar a mi colega Clara García Ayluardo por haberme invitado a escribir un volumen sobre la Reforma para la colección Herramientas para la Historia. El tiempo que me tomó realizarlo fue mayor del que había previsto al inicio, pero la espera valió la pena. De manera especial quiero dar las gracias a Erika Pani, quien, además de escribir el prólogo, ha sido una guía confiable y paciente a lo largo de los años que he dedicado al estudio de este periodo histórico. Sobra decir que este libro debe mucho a sus enseñanzas. También deseo agradecer a Javier Mijangos y Erika González por su cuidadosa lectura de un primer borrador de este texto, así como a Janet Rodríguez, Nayeli Fonseca y Erika Gómez, quienes en diferentes momentos me ayudaron a revisar y actualizar la bibliografía.

Una de las mayores fortunas que he tenido en mi carrera profesional ha sido contar con excelentes alumnos. Este libro está dedicado a ellos, tanto a los pasados como a los futuros.

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PRÓLOGO

ERIKA PANI

Tenemos muchas razones para contar historias: para entretener, para emocionar, para aleccionar, para divertir. Se supone que la Historia que escribimos con mayúscula es distinta. Ésta pretende reconstruir el pasado de la manera lo más verídica posible. Se ha dicho que la Historia es arte y ciencia y, a lo largo de los siglos, se ha alegado que es un saber útil: “maestra de vida”, crónica de errores que debemos conocer para no repetir, tribunal de la humanidad. Escribir historia es una tarea colectiva que, desde hace más de un siglo, requiere además libros, archivos y documentos, cierto oficio y seguir una serie de reglas. Porque construye una memoria compartida, la historia da sentido a las comunidades, revela el pasado que las engendró y contribuye a que entiendan mejor su presente y puedan imaginar el futuro. Por eso las preguntas que los historiadores hacen al pasado en un momento particular nos dicen tanto sobre las angustias y anhelos de una sociedad. Esto lo han entendido muy bien los autores de la serie Herramientas para la Historia, que, al reseñar la forma en que se han contado las historias de temas medulares y polémicos del pasado mexicano —Afro México, los “indios”, la oposición política— o de momentos o periodos cruciales de la historia —la Independencia, la Revolución, el Porfiriato—, han revelado las lógicas —diversas, contradictorias— de cómo los mexicanos se han explicado a sí mismos.

Ahora toca el turno a la Reforma, cuya historiografía revisa en este volumen Pablo Mijangos. Nos hace, con esto, un gran favor. Aunque la Historia Patria la ha consagrado como parte de la Trinidad de procesos históricos que constituyen a México como nación —Independencia, Reforma, Revolución—, la Reforma despierta quizá más perplejidad que entusiasmo. Benito Juárez, que ha dado nombre a innumerables poblaciones, calles, plazas, escuelas, bibliotecas y hasta misceláneas y farmacias a lo largo y ancho de la República, es tal vez el personaje más reconocible de la historia de México. Pero no tiene el magnetismo de Hidalgo o Morelos, ni qué decir de Zapata y Villa. Los recuerdos de una cruenta guerra civil, larga, de 10 años, plagada de héroes, mártires y villanos, parecen no haber sobrevivido el paso de los años. La Reforma no se celebra: no hay “grito” ni desfile, y raro es que se asocie la gloriosa victoria del 5 de mayo con el proceso reformista del que forma parte. Frente a banderas como la independencia y la justicia social, la des-amortización y el laicismo suenan más bien crípticos y anodinos. Cabe decir, además, que mientras las formas en que entendemos la guerra de Independencia y la Revolución mexicana se han renovado, enriquecido y complejizado profundamente en los últimos 50 años —aunque, últimamente, parece que la Revolución anda de capa caída—, la historia de la Reforma ha cambiado poco. Como muestra Mijangos, si bien estudios innovadores han arrojado luz sobre aspectos puntuales del proceso —vale la pena detenerse, como lo hace este autor, en la historia de las relaciones Iglesia-Estado—, la trama básica del relato patriótico de la Reforma parece ser tan inamovible como su prócer.

Por eso es tan útil la revisión historiográfica de este libro. Con ojo acucioso y buena pluma, muestra al lector cómo los apóstoles, artífices y beneficiarios de la Reforma hicieron de este periodo crítico la piedra angular de un relato patriótico perdurable, que describía el camino, largo y penoso, pero heroico, del pueblo mexicano hacia la libertad y el progreso. Si los revolucionarios del siglo XX se reclamaron herederos de los liberales reformistas del XIX, los logros de éstos perdieron congruencia y detalle en las historias nacionalistas que reescribieron aquéllos, sin cambiar la trama subyacente, por lo cual a menudo la Reforma quedó obnubilada por la heroica “defensa de la soberanía nacional”, como dicen los libros de texto. La parte más importante de este volumen, sin embargo, se dedica a los trabajos de los académicos que han profundizado sobre diversos aspectos de la Reforma, ponderando la aportación de distintas corrientes y, lo que es más sugerente aún, apuntando las posibles rutas a seguir. Un apretado número de páginas presenta una visión a vuelo de pájaro de lo que los historiadores han escrito, desde mediados del siglo XX, sobre la política, la economía, la sociedad y el lugar de México en el mundo durante la época de la Reforma; se amplían sus límites cronológicos para incluir antecedentes y consecuencias. El lector puede apreciar, desde la perspectiva ventajosa que asegura una visión de conjunto, las tendencias generales, los terrenos que han sido desbrozados, las visiones encontradas y los cambios de rumbo de una historiografía nutrida y razonablemente —aunque quizá no tanto como uno quisiera— polémica.

Así, este texto muestra cómo se ha enriquecido nuestro entendimiento de los procesos históricos que produjeron la Reforma, y los que ésta desencadenó, al hacer los estudios más precisos y acotados, al abandonar el guión del desenlace inevitable, al incluir otros objetos de estudio y al dejar a un lado la política —tema que privilegiaron los historiadores durante tantos años— para explorar otros fenómenos clave para la experiencia humana. Mijangos muestra que quienes perdieron la contienda —los conservadores, los liberales que desaprobaban la Constitución de 1857, los miembros de la jerarquía eclesiástica— dejaron de ser unos acartonados y malogrados villanos, no sólo gracias al rescate de sus creencias, posturas y proyectos, sino por ser vistos a través de nuevos paradigmas de investigación, como el de la historia de los discursos con el que Elías Palti reveló el radicalismo y la originalidad del “partido conservador” que se formó en 1849. Tanto las nuevas historias de la Iglesia, que ponen de manifiesto el peso de esta institución en los ámbitos más variados de la vida pública y de la economía, como aquellas que rastrean el desarrollo —a menudo errático y desfasado— de las políticas de “modernización” económica —abolición de la propiedad corporativa, reforma fiscal, creación de un mercado nacional— arrojan luz sobre la complicada sociedad decimonónica, y permiten al lector dimensionar la apuesta que significó, en su momento y como legado, la Reforma. Cabe preguntarse, en lo que concierne a la historia económica, si cambiar el problemático concepto de modernización por el más preciso de capitalismo contribuiría a ajustar la periodización y aquilatar los alcances y límites de los esfuerzos reformistas y su puesta en práctica.

El autor revisa también la producción dentro de dos campos historiográficos —uno muy tradicional, aunque se haya visto significativamente renovado en los últimos años; el otro más novedoso— que dan información sobre las razones, las lógicas y el devenir de la guerra, antes oscurecidos por una interpretación exclusivamente ideológica del conflicto. La nueva historia diplomática, fincada sobre una versión clásica excepcionalmente consciente de la importancia del entorno internacional, ha puesto sobre la mesa los enroques geopolíticos y nos recuerda que las relaciones internacionales no son nunca producto de interacciones bilaterales sencillas entre entes monolíticos cuyo “interés nacional” es evidente y prioritario. Por otra parte, queda claro que la historia social, al explorar las motivaciones de quienes pelearon en la guerra —caudillos regionales, soldados rasos y comunidades campesinas—, contribuirá a que sepamos más y entendamos mejor una confrontación que desgarró el país durante casi una década. Hagamos votos por que, en unos años, entendamos lo que sucedió en las distintas regiones de la República como comprendemos hoy el heroico pueblo de Xochiapulco, Puebla.

Aunque no es el propósito del libro, el recorrido historiográfico que presenta Pablo Mijangos tiene además la virtud de pintar un panorama claro de lo que fue la Reforma, de identificar temas y problemas, y de desenmarañar los conflictos que constituyeron este proceso crucial. El lector tendrá claro que la Reforma marca un antes y un después. Tras revisar lo que se ha hecho, este texto introductorio plantea, con conocimiento de causa, una serie de tareas por hacer. Es un llamado que se dirige, principalmente, a los historiadores. No estaría mal, sin embargo, interpretarlo como una convocatoria más amplia: si, como sociedad, sabemos “dónde estamos”, será más fácil discernir, si no a dónde vamos, sí a dónde queremos ir. También para eso sirve la Historia, y debemos celebrar que la serie Herramientas para la Historia nos provea de unas tan logradas bitácoras de lectura.

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
EL COLEGIO DE MÉXICO