Amado Nervo (Nayarit, 1870-Uruguay, 1919) fue uno de los fundadores de la Revista Moderna. En 1900 viajó a París, donde conoció y sostuvo una gran amistad con varios de los poetas hispanoamericanos más importantes del momento. En 1905 inició su carrera diplomática, la cual lo llevó a radicar en Madrid durante varios años. En 1918 regresó a México y poco después fue nombrado ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay.

MAÑANA DEL POETA
[1886-1891]

MIS VERSOS

Las flores dan aromas,

las ondas mil rumores,

los sauces gemidores

su abrigo protector;

diamantes va regando

doquier el aura inquieta,

y el arpa del poeta

sus cánticos de amor.

He aquí, Señor, de mi arpa

los cánticos dispersos.

Son tuyos estos versos

de vaga inspiración;

escritas en mis horas

de dicha y de congojas,

¡te traigo en estas hojas

mi ardiente corazón!

PERLAS NEGRAS
[1898]

IV

El alba, con luz incierta,

en el espacio fulgura,

y parece que murmura

besando mi faz: ¡Despierta!

Rompe la nívea mortaja

de la fuente el sol ufano,

y su fulgor soberano

me dice: ¡Lucha, trabaja!

Muere el sol, quietud inmensa

se adueña de cuanto existe...

entonces, una voz triste

susurra en mi oído: ¡Piensa!

Por fin, la noche vestida

de luto, llena de encanto,

me cobija con su manto,

suspirando: ¡Duerme, olvida!

XXIII

Cuando me vaya para siempre, entierra

con mis despojos tu pasión ferviente;

a mi recuerdo tu memoria cierra;

es ley común que a quien cubrió la tierra

el olvido lo cubra eternamente.

A nueva vida de pasión despierta

y sé dichosa; si un amor perdiste,

otro cariño tocará a tu puerta...

¿Por qué impedir que la esperanza muerta

resurja ufana para bien del triste?

Ya ves... todo renace... hasta la pálida

tarde revive en la mañana hermosa;

vuelven las hojas a la rama escuálida,

y la cripta que forma la crisálida

es cuna de pintada mariposa.

Tornan las flores al jardín ufano

que arropó con sus nieves el invierno;

hasta el Polo disfruta del verano...

¿Por qué nomás el corazón humano

ha de sufrir el desencanto eterno?

Ama de nuevo y sé feliz. Sofoca

hasta el perfume de mi amor, si existe:

¡sólo te pido que no borres, loca,

al sellar otros labios con tu boca,

la huella de aquel beso que me diste!

XXVII

Cuando escucho el rumorar

de las olas, triste pienso:

¡qué sollozo tan inmenso

es el sollozo del mar!

Cuando me arrranca el pesar

un grito, sin compasión,

clamo, en medio a la aflicción

que trueca en sombras mi gozo:

¡más inmenso es el sollozo

de mi pobre corazón!

MÍSTICAS
[1898]

PREDESTINACIÓN

Para Ciro B. Ceballos

Grabó sobre mi faz descolorida

su Manes, thecel, phares el Dios fuerte,

y me agobian dos penas sin medida:

un disgusto infinito de la vida,

y un temor infinito de la muerte.

¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?

¡Ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!

¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!

¡Al final de mi ruta, sólo arcanos!

¿Qué hacer cuando la vida me repela

si la pálida muerte me acobarda?

Digo a la vida: sé piadosa, vuela...

Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda!

¡Estaba escrito así! No más te afanes

por borrar de mi faz el torvo estigma;

impélenme furiosos huracanes,

y voy, entre los brazos de Arimanes,

a las fauces hambrientas del Enigma.

OBSESIÓN

Hay un fantasma que siempre viste

luctuosos paños, y con acento

cruel de Hamlet a Ofelia triste

me dice: ¡Mira, vete a un convento!

Y me horroriza prestarle oídos,

pues al conjuro de su palabra

pueblan mi mente descoloridos

y enjutos frailes de faz macabra;

y dicen salmos penitenciales

y se flagelan con cadenillas,

y los repliegues de sus sayales

semejan antros de pesadillas...

En vano aquella visión resiste

el alma, loca de sufrimiento;

los frailes rondan, la voz persiste,

y como Hamlet a Ofelia triste

me dice: ¡Mira, vete a un convento!

AZRAEL

Now I must sleep...

BYRON

To die, to sleep... to sleep... perchance to dreame.

Hamlet, III, IV.

Azrael, abre tu ala negra y honda;

cobíjeme su palio sin medida,

y que a su abrigo bienhechor se esconda

la incurable tristeza de mi vida.

Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,

ángel de redención, ángel sombrío,

ya es tiempo que consagres a la muerte

mi cerebro sin luz: altar vacío...

Azrael, mi esperanza es una enferma;

ya tramonta mi fe; llegó el ocaso;

ven, ahora es preciso que yo duerma...

¿Morir... dormir... dormir?... ¡Soñar acaso!

OREMUS

Para Bernardo Couto Castillo

Oremos por las nuevas generaciones,

abrumadas de tedios y decepciones;

con ellas en la noche nos hundiremos.

Oremos por los seres desventurados,

de mortal impotencia contaminados...

                    ¡Oremos!

Oremos por la turba que a cruel prueba

sometida, se abate sobre la gleba;

galeote que agita siempre los remos

en el mar de la vida revuelto y hondo,

danaide que sustenta tonel sin fondo...

                    ¡Oremos!

Oremos por los místicos, por los neuróticos,

nostálgicos de sombra, de templos góticos

y de cristos llagados, que con supremos

desconsuelos recorren su ruta fiera,

levantando sus cruces como bandera.

                    ¡Oremos!

Oremos por los que odian los ideales,

por los que van cegando los manantiales

de amor y de esperanza de que bebemos,

y derrocan al Cristo con saña impía,

y después lloran, viendo el ara vacía...

                    ¡Oremos!

Oremos por los sabios, por el enjambre

de artistas exquisitos que mueren de hambre.

¡Ay!, el pan del espíritu les debemos,

aprendimos por ellos a alzar las frentes,

y helos pobres, escuálidos, tristes, dolientes...

                    ¡Oremos!

Oremos por las células de donde brotan

ideas-resplandores, y que se agotan

prodigando su savia: no las burlemos.

¿Qué fuera de nosotros sin su energía?

¡Oremos por el siglo, por su agonía

del Suicidio en las negras fauces...!

                                                ¡Oremos!

EL BESO FANTASMA

Para Rubén M. Campos

Yo soñé con un beso, con un beso postrero

en la lívida boca del Señor solitario

que desgarra sus carnes sobre tosco madero

en el nicho más íntimo del vetusto santuario,

cuando invaden las sombras el tranquilo crucero,

parpadea la llama de la luz del sagrario,

y agitando en el puño su herrumbroso llavero,

se dirige a las puertas del recinto el ostiario.

Con un beso infinito, cual los besos voraces

que se dan los amados en la noche de bodas,

enredando sus cuerpos como lianas tenaces...

Con un beso que fuera mi palladium bendito,

para todas las ansias de mi ser, para todas

las caricias bermejas que me ofrece el delito.

A FELIPE II

Para Rafael Delgado

Ignoro qué corriente de ascetismo,

qué relación, qué afinidad obscura

enlazó tu tristura y mi tristura

y adunó tu idealismo y mi idealismo;

mas sé por intuición que un astro mismo

surgió de nuestra noche en la pavura,

y que en mí como en ti riñe la altura

un combate mortal con el abismo.

¡Oh rey, eres mi rey! Hosco y sañudo

también soy; en un mar de arcano duelo

mi luminoso espíritu se pierde,

y escondo como tú, soberbio y mudo,

bajo el negro jubón de terciopelo,

el cáncer implacable que me muerde.

A KEMPIS

Sicut nubes, quasi naves, velut umbra...

Ha muchos años que busco el yermo,

ha muchos años que vivo triste,

ha muchos años que estoy enfermo,

¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte, amaba

la luz, las vegas, el mar Océano;

mas tú dijiste que todo acaba,

que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,

besé los labios que al beso invitan,

las rubias trenzas, los grandes ojos,

¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,

que tú, maestro, citas y nombras,

que el hombre pasa como las naves,

como las nubes, como las sombras...

huyo de todo terreno lazo,

ningún cariño mi mente alegra

y con tu libro bajo del brazo

voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,

pálido asceta, qué mal me hiciste!

¡Ha muchos años que estoy enfermo,

y es por el libro que tú escribiste!

POETAS MÍSTICOS

Para Jesús E. Valenzuela

Bardos de frente sombría

y de perfil desprendido

de alguna vieja medalla;

los de la gran señoría,

los de mirar distraído,

los de la voz que avasalla.

Teólogos graves e intensos,

vasos de amor desprovistos,

vasos henchidos de penas;

los de los ojos inmensos,

los de las caras de cristos,

los de las grandes melenas:

mi musa, la virgen fría

que vuela en pos del olvido,

tan sólo embelesos halla

en vuestra gran señoría,

vuestro mirar distraído

y vuestra voz que avasalla;

mi alma que os busca entrevistos

tras de los leves inciensos,

bajo las naves serenas,

ama esas caras de cristos,

ama esos ojos inmensos,

ama esas grandes melenas.

A LA CATÓLICA MAJESTAD DE PAUL VERLAINE

Para Rubén Darío

Padre viejo y triste, rey de las divinas canciones:

son en mi camino focos de una luz enigmática

tus pupilas mustias, vagas de pensar abstracciones,

y el límpido y noble marfil de tu testa socrática.

Flota como el tuyo mi afán entre dos aguijones:

alma y carne, y brega con doble corriente simpática

para hallar la ubicua beldad en nefandas uniones,

y después expía y gime con lira hierática.

Padre, tú que hallaste por fin el sendero que, arcano,

a Jesús nos lleva, dame que mi numen doliente

virgen sea, y sabio a la vez que radioso y humano.

Tu virtud lo libre del mal de la antigua serpiente,

para que, ya salvos al fin de la dura pelea,

laudemos a Cristo en vida perenne. Así sea.

PARÁBOLA
(Jam Foetet)

Para Ezequiel A. Chávez

Jesucristo es el buen samaritano:

yo estaba malherido en el camino,

y con celo de hermano

ungió mis llagas con aceite y vino;

después, hacia el albergue, no lejano,

me llevó de la mano

en medio del silencio vespertino.

Llegados, apoyé con abandono

mi cabeza en su seno,

y Él me dijo muy quedo: “Te perdono

tus pecados, ve en paz; sé siempre bueno

y búscame: de todo cuanto existe

yo soy el manantial, el ígneo centro...”.

Y repliqué, muy pálido y muy triste:

“Señor, ¿a qué buscar, si nada encuentro?

¡Mi fe se me murió cuando partiste,

y llevo su cadáver aquí dentro!

”Estando Tú conmigo viviría...

Mas tu verbo inmortal todo lo puede:

dila que surja en la conciencia mía,

resucítala, ¡oh, Dios, era mi guía!”

Y Jesucristo respondió: “Ya hiede”.

AL CRISTO

Señor, entre la sombra voy sin tino;

la fe de mis mayores ya no vierte

su apacible fulgor en mi camino:

¡mi espíritu está triste hasta la muerte!

Busco en vano una estrella que me alumbre;

busco en vano un amor que me redima;

mi divino ideal está en la cumbre,

y yo, ¡pobre de mí!, yazgo en la sima...

La lira que me diste, entre las mofas

de los mundanos, vibra sin concierto:

¡se pierden en la noche mis estrofas,

como el grito de Agar en el desierto!

Y paria de la dicha y solitario,

siento hastío de todo cuanto existe...

Yo, Maestro, cual Tú, subo al Calvario,

y no tuve Tabor, cual lo tuviste...

Ten piedad de mi mal, dura es mi pena,

numerosas las lides en que lucho;

fija en mí tu mirada que serena,

y dame, como un tiempo a Magdalena,

la calma: ¡yo también he amado mucho!

INCOHERENCIAS

Para José I. Bandera

Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?

Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?

Fui templado, ¿do está mi recia malla?

¿En qué campo sangriento de batalla

me dejaron así, triste y vencido?

¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena

tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo

a la duda terrible que envenena,

y que miras rodar sobre la arena

¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!

¡Oh, siglo decadente, que te jactas

de poseer la verdad!, tú que haces gala

de que con Dios y con la muerte pactas,

devuélveme mi fe, yo soy un Chactas

que acaricia el cadáver de su Atala...

Amaba y me decías: “Analiza”,

y murió mi pasión; luchaba fiero

con Jesús por coraza, y en la liza

desmembró mi coraza, triza a triza,

el filo penetrante de tu acero.

¡Tengo sed de saber y no me enseñas;

tengo sed de avanzar y no me ayudas;

tengo sed de creer y me despeñas

en el mar de teorías en que sueñas

hallar las soluciones de tus dudas!

Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo

batallar sin amor, sin fe serena

que ilumine mi ruta, y tengo miedo...

¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,

vestal, ¡que no me maten en la arena!

EN EL CAMINO

Me levantaré e iré a mi padre.

Para Leopoldo Lugones

I. RESUELVE TORNAR AL PADRE

No temas, Cristo rey, si descarriado

tras locos ideales he partido:

en mis días de lágrimas de olvido,

quiere formar el ánima su nido,

olvidando los sueños que ha vivido

y las tristes mentiras que ha soñado.

A la luz del dolor que ya me muestra

mi mundo de fantasmas vuelto escombros,

de tu místico monte iré a la falda,

con un báculo: el tedio, en la siniestra;

con andrajos de púrpura en los hombros,

con el haz de quimeras a la espalda.

II. DE CÓMO SE CONGRATULARÁN DEL RETORNO

Tornaré como el pródigo doliente

a tu heredad tranquila; ya no puedo

la piara cultivar, y al inclemente

resplandor de los soles tengo miedo.

Tú saldrás a encontrarme diligente;

de mi mal te hablaré, quedo, muy quedo...

y dejarás un ósculo en mi frente

y un anillo de nupcias en mi dedo;

y congregando del hogar en torno

a los viejos amigos del contorno,

mientras yantan risueños a tu mesa,

clamarás con profundo regocijo:

“¡Gozad con mi ventura, porque el hijo

que perdido llorábamos, regresa!”

III. PONDERA LO INTENSO DE LA FUTURA VIDA INTERIOR

¡Oh, sí!, yo tornaré; tu amor estruja

con invencible afán al pensamiento,

que tiene hambre de paz y de aislamiento

en la mansa quietud de la cartuja.

¡Oh, sí!, yo tornaré; ya se dibuja

en el fondo del alma, ya presiento

la plácida silueta del convento

con su albo domo y su gentil aguja...

Ahí, solo por fin conmigo mismo,

escuchando en las voces de Isaías

tu clamor insinuante que me nombra.

¡Cómo voy a anegarme en el mutismo,

cómo voy a perderme en las crujías,

cómo voy a fundirme con la sombra!

POEMAS
[1901]