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THABITI ANYABWILE

Prólogo por J. Mack Stiles

EL
EVANGELIO
PARA LOS
MUSULMANES

PALABRAS DE ÁNIMO PARA
HABLAR DE CRISTO CONFIADAMENTE

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El evangelio para los musulmanes:

Palabras de ánimo para hablar de Cristo confiadamente

© 2019 por Thabiti Anyabwile

Publicado por Editorial Patmos,

Miami, FL. 33169

Todos los derechos reservados.

A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son de la Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.

Otras versiones usadas: NTV (Nueva Traducción Viviente), PDT (Palabra de Dios para Todos) y LBLA (La Biblia de las Américas).

Traducido por Yvette Fernández Cortez | www.truemessage.co

Corregido por Nancy Carrera / Florencia Himitian

eISBN: 978-1-58802-968-3

Categoría: Misiones

Impreso en Brasil | Printed in Brazil

A un fiel predicador de la calle, cuyo nombre desconozco, quien escuchó todos mis argumentos anticristianos, y los respondió con la claridad y el amor del evangelio.

A Derrick Scott y Sean Ensley, quienes oraron con afán para que mi alma no se perdiera eternamente a causa del pecado y la incredulidad, y a fin de que el Señor me rescatara del islam.

Al joven Dwight, mi compañero de habitación, quien soportó con paciencia mi continua oposición, viviendo con gozo y fidelidad para el Señor en un lugar lleno de estudiantes novatos y paganos.

A Mack, Brian, David, Joanna, Nisin y a los estudiantes de FOCUS por servir al Señor mediante la predicación del evangelio al pueblo musulmán, al que aman.

Y al Señor de la gloria, quien usó a todos estos vasos humanos para hablarme acerca de las buenas nuevas de su amor; de su ira y de su juicio contra el pecado; de su sacrificio expiatorio a favor de los pecadores; de su resurrección y de su reino; de su segunda venida; de la vida eterna a través del arrepentimiento y de la fe en Él; y de la esperanza y el gozo benditos que provienen de contemplar su rostro.

CONTENIDO

Prólogo

La razón de este libro

Introducción: El triunfo del evangelio en la vida de un musulmán

Primera parte: El evangelio

1.¿A Dios lo llaman de otra forma?

2.El pecado del hombre: Reposa levemente sobre la consciencia musulmana

3.Jesucristo: Completamente Dios y completamente hombre

4.Jesucristo: El Cordero inmolado… y ¡resucitado!

5.Respuesta: Hay arrepentimiento y fe. Y luego… ¡arrepentimiento y fe!

Segunda parte: Cuando testificamos

6.Ser llenos del Espíritu

7.Confiar en la Biblia

8.Ser hospitalarios

9.Utilice a su iglesia local

10.Sufrir por el Nombre

11.Las buenas nuevas para los musulmanes afroamericanos

Conclusión

Notas

PRÓLOGO

«No crean que cuando oramos a Dios… y ellos oran a Alá…»

Nos encontrábamos en una conferencia misionera enfocada en la evangelización mundial. La encuesta se relacionaba con los medios de comunicación cristianos, pero aquella mirada arrogante asumía que cualquier persona razonable estaría de acuerdo con la evaluación generosa que él estaba a punto de hacer.

—¿No creen que le estamos hablando al mismo Dios? —concluyó.

—Y… la verdad que no —dije—. En realidad, creo que pensar así es peligroso.

—¿Peligroso? —respondió, mirándome fijamente—. ¿Por qué?

—Bueno —dije—, por supuesto que hay algunas similitudes entre ambas creencias, especialmente si hablamos de ciertas acciones morales. Sin embargo, cuando nos referimos a los temas más importantes (por ejemplo, cómo conocer a Dios) confundir al dios del islam con el Dios de la Biblia hace que el evangelio (punto crucial de nuestra salvación eterna) se torne confuso.

Desearía haber podido darle el libro que usted tiene ahora en sus manos. En el texto de Thabiti no hay confusión. De hecho se trata de un libro que deseé tener hace mucho tiempo, por cuatro razones importantes:

En primer lugar, Thabiti es una persona compasiva. Aunque nunca lo vi amilanarse ante la verdad, tampoco es descortés. Su modo de hablar está lleno de gracia y verdad, y eso se destaca en este libro.

En segundo lugar, Thabiti es audaz. Lo he visto hablar de Jesús en una multitudinaria conferencia de musulmanes, de los cuales la gran mayoría era amigable, algunos estaban muy enojados y todos estaban en desacuerdo. Y, aun así, honró a Dios y no a los hombres diciendo toda la verdad acerca de la cruz. Después de todo, él sabe qué es lo que está en juego. Él mismo cruzó la línea del islamismo al cristianismo. Y lo he visto poner su fe al límite entre sus amigos musulmanes una y otra vez.

Tercero, en un mundo abarrotado de métodos y técnicas, él detalla claramente que el método más importante para estar equipados para transmitir nuestra fe a amigos y vecinos musulmanes es conocer el evangelio del derecho y del revés. Nos llama a confiar en que el evangelio es verdaderamente «el poder de Dios para la salvación». Si usted conoce el evangelio tiene la herramienta más importante que existe para transmitir su fe a un musulmán.

Finalmente, Thabiti convoca a todos los cristianos a que perfeccionen su fe. La doctrina islámica ortodoxa es siniestramente similar a la nuestra al punto de que puede falsificar el cristianismo. Los musulmanes creen que Jesús era simplemente un profeta, no Dios; y que nuestras buenas obras nos dan la entrada al cielo. Creen que la Biblia está corrompida y que, por lo tanto, contiene algunas palabras de Dios pero no es la Palabra de Dios. Creen que la expiación substitutiva es un escándalo y que Dios nunca permitiría que su Hijo sufriera el horror del sacrificio y el derramamiento de su sangre en la cruz. Además dicen que, de todas maneras, no somos tan pecadores.

¿Acaso estas doctrinas ortodoxas del islam no suenan como los malentendidos nominales y populares del cristianismo de Occidente? Durante años he escuchado que Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo; que Jesús era solo un gran maestro que enseñaba moral; que la Biblia está llena de errores. Hoy en día hasta la expiación penal sustitutiva de la cruz está bajo ataque y se la presenta como un abuso infantil cósmico. Por lo tanto, no debe sorprendernos que mi amigo de los medios de comunicación de aquella conferencia misionera estuviera confundido acerca de a quién oramos.

Thabiti nos convoca a que agudicemos nuestro pensamiento acerca de los fundamentos básicos de la fe cristiana a fin de que sepamos de qué estamos hablando.

J. MACK STILES

Gerente General de Gulf Digital Solutions.
Secretario General de la Hermandad de estudiantes
cristianos de los Emiratos Árabes Unidos.

LA RAZÓN DE ESTE LIBRO

Jonathan me hizo una pregunta muy común, luego de un taller sobre evangelización a los musulmanes: «¿Cómo les predicas el evangelio? Yo no me siento capacitado para hacerlo.»

Es una buena pregunta pero contiene un error fatal. Asume que, de algún modo, los musulmanes requieren un evangelio diferente o una técnica especial. Presume que de cierta forma ellos son inmunes al evangelio porque son diferentes a los demás pecadores.

Este libro se escribió para los «Jonathanes» que hacen ese tipo de preguntas o que tienen la sensación de estar mal equipados. Se escribió para que el creyente común comprendiera algo importante: Como cristiano, usted ya sabe todo lo necesario para transmitir efectivamente las buenas nuevas de Jesucristo al pueblo musulmán. El mismo mensaje que nos salvó a nosotros, el evangelio, es el que también salvará eternamente a nuestros vecinos y amigos musulmanes.

En mi experiencia, los cristianos conocen el evangelio pero sencillamente carecen de confianza en el poder que él tiene. Este libro es un llamado a poner nuestra fe en el mensaje que tiene el poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree (Romanos 1:16). No necesitamos nuevas técnicas para hablar de nuestra fe a los musulmanes. Necesitamos confianza en este evangelio, y ellos creerán.

Mi oración ferviente es que este pequeño volumen anime a cada cristiano a creer en la verdad que ya conoce a fin de poder transmitirla con gozo y valentía a los demás.

El evangelio para los musulmanes no es un libro de apologética; no enseña a defender la fe cristiana. La apologética es una disciplina útil pero no es evangelización. El objetivo de este libro no es que usted sepa presentar una buena defensa sino que presente una buena ofensiva al exponer el evangelio a los demás. Por lo tanto, lo que usted encontrará aquí es una ayuda para iniciar una conversación, consejos para evitar cometer ciertos errores (indicaciones acerca de mis fallas al evangelizar), y lecciones bíblicas dirigidas a ayudarlo a que pueda contar la historia del amor y la redención de Dios a través de su Hijo, Jesús.

Este libro está organizado en dos secciones:

La primera parte se concentra en el evangelio en sí. Cubrimos temas clave como: Dios, la humanidad, Jesús, el arrepentimiento y la fe, como para explorar lo básico. Tratamos acerca de la comprensión musulmana y cristiana de estos temas a fin de resaltar sus diferencias para que la evangelización resulte útil. Hacemos referencias al Corán para que el lector pueda, al menos, tener un conocimiento sencillo de algunas de sus enseñanzas. Cuando mencionamos suras en el Corán nos referimos a «capítulos». Ayats son «versículos». Sin embargo, centraremos nuestra atención principalmente en la Biblia. Así que, leer este libro con la Biblia en mano ayudará al lector a enfocarse en las creencias clave.

La segunda parte ofrece algunas sugerencias prácticas al abordar discusiones evangelísticas con los musulmanes. Entre las sugerencias y ayudas se encuentran los capítulos de la Biblia, la hospitalidad, la iglesia local y el sufrimiento que conlleva la evangelización.

Pareciera que Dios se complace cada vez más en acercar el mundo musulmán a nuestras puertas. La obra de evangelización intercultural y de las misiones nunca ha sido más accesible. Si ponemos nuestra confianza y dependencia en Dios y en su evangelio podemos llegar a ser la generación que vea el mayor avivamiento de la historia entre los pueblos musulmanes.

Esa es mi oración. Y ruego que este libro anime a cada lector a ser parte de la gran obra de Dios.

INTRODUCCIÓN:

EL TRIUNFO DEL EVANGELIO EN LA VIDA DE UN MUSULMÁN

Ella era una profesional muy atractiva. Tenía entre 24 y 26 años. Y seguramente asistió al debate sobre el islam porque un amigo la invitó. Con paciencia siguió de cerca cada palabra, mientras otros hacían preguntas y tomaban notas. Finalmente, la multitud se disipó y ella me agradeció tímida y amablemente la charla.

Luego, su mirada. Había visto esa mirada muchas veces. Y en un instante aquel gozo, antes prohibido y ahora inefable, surgió en su rostro. Las lágrimas corrían, pero su rostro irradiaba luz. Sus ojos se habían vuelto ligeramente atrevidos a causa de la emoción. Me contó que su familia era de Irán. Pero ahora vivía y trabajaba en los Estados Unidos junto a sus padres ya que, de acuerdo con sus costumbres, debía estar bajo el cuidado de ellos hasta que se casara. Sin embargo ella guardaba un secreto. Durante las últimas dos semanas había escuchado el evangelio de Jesucristo, lo había aceptado como su Salvador y ahora lo amaba.

«No sé cómo decírselo a mis padres, ni sé bien qué sucederá. Pero nunca estuve más feliz en mi vida. No sé cómo explicarlo… Solo sé que estoy muy contenta». Nuevamente lágrimas. Y más brillo en su rostro.

El evangelio «es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego» (Romanos 1:16, LBLA). ¡Y también del musulmán!

A veces creo que los cristianos dudan de esta verdad poderosa: que el evangelio es el poder triunfante de Dios en la vida de todos y de cada uno de los que creen. Como si creyéramos que cierto tipo de personas están más allá del alcance salvador del evangelio. Ciertamente, muchas veces hemos pensado que los musulmanes se encuentran más allá del alcance del evangelio y que son inmunes al poder que este tiene.

Sin embargo, contrariamente a nuestra incredulidad, el evangelio de Jesucristo definitivamente está triunfando en el corazón, la mente y la vida de innumerables hombres y mujeres de diversos trasfondos musulmanes. Yo soy uno de ellos.

Estuve perdido durante una parte significativa de mi vida. Separado de Dios a causa del pecado, dediqué mi tiempo a realizar muchas actividades, y a desarrollar pensamientos y actitudes opuestas al evangelio. Y ello se acentuó aún más cuando viví como musulmán practicante.

Me convertí al islam cuando cursaba segundo año de la universidad. Años atrás me había enojado con la vida. Mi padre había abandonado el hogar cuando yo tenía catorce años. Así que estaba enojado con él. Justo antes de mi penúltimo año del bachillerato me arrestaron y muchos de mis amigos se alejaron de mí. Por lo cual también me enojé con ellos. Entre mi último año del bachillerato y el primero de la universidad descubrí a los radicales de los años sesenta, como Malcom X, Amiri Barak y muchos otros, lo cual hizo que mi enojo fuera en aumento. Leer la historia de los africanos y los afroamericanos me llevó a enfadarme contra toda la gente de raza blanca. Cuando terminé el primer año de la universidad ya era un joven militante impulsivo, que hervía no solo de enojo sino también de odio.

El islam dice que existe una manera de controlar y canalizar ese odio. Es lo que promete. Sin embargo, yo viví algo completamente diferente.

Mi enojo y mi odio hacia los blancos encontró un representante perfecto, que era mi máximo objetivo: un Jesús rubio de ojos azules. Y, aunque tenía respeto por el «verdadero Jesús», quien había sido un profeta de Alá, me convertí en enemigo de la cruz. Me deleitaba en contrariar a los estudiantes cristianos del campus y en lanzar cualquier argumento en contra del cristianismo. Negaba la resurrección, y sermoneaba a los que creían en ella como si fueran bobos o cortos de mente. El cristianismo era un gran argumento creado por los engañosos «seguidores» mal informados acerca del «verdadero Jesús». Y yo era celoso del islam, «la religión perfecta para el hombre negro».

Luego llegó el Ramadán, un tiempo de gran disciplina espiritual, oración y estudio. Así que me levanté antes del amanecer para leer el Corán y prepararme para la oración matutina. Aún sentía vestigios de sueño. Me acomodé en el sillón de mi escritorio. Y, mientras leía el Corán, sentí dentro de mí una firme convicción: el islam no puede ser verdad.

Como musulmán, me había devorado el Corán tantas veces como pude, siendo de mi particular interés los pasajes que me ayudaban a hablarles a los cristianos acerca de sus «errores y opiniones confundidas». Eso significa que había tenido en cuenta las enseñanzas del Corán acerca de Jesús. Sin embargo, lo que descubrí sencillamente no compatibilizaba con los argumentos del islam.

El Corán enseña claramente que Jesús nació de una virgen y que no tuvo padre terrenal (Sura 3:42-50). Enseña que la Torá, los Salmos de David y los Evangelios son libros revelados por Alá (Sura 4:163-165; 5:46–48; 6:91–92). Yen muchos pasajes el Corán, que fue escrito aproximadamente seiscientos años después de Cristo y de los apóstoles, manifiesta tal confianza en esas porciones bíblicas que invita a la gente a juzgar la verdad usando la misma Biblia (Sura 3:93–94; 5:47; 10:94). El Corán no enseña en ninguna parte que la Biblia está corrompida ni que fue modificada, sino solo que algunos ocultaron su significado, lo malinterpretaron o se olvidaron de su mensaje. Así que, para mí, cualquier musulmán que desee tener argumentos consistentes y ser honesto intelectualmente debe aceptar las enseñanzas de la Biblia.

Cuando empecé a leer la Biblia, en primer lugar, asumí que encontraría textos que confirmarían o señalarían al Corán, y luego me desesperaba por encontrar las supuestas profecías que hablaban en contra de Mahoma. Sin embargo todo ello era fruto de mi confusión y no tenía ninguna base. El islam no es la verdad. La afirmación de que es el fin y el sello de todas las religiones, y su profeta el último y el sello de todos los profetas, sencillamente no tiene fundamento.

¿Cómo pudo Jesús haber nacido de una virgen, tal como enseña el Corán, y no ser el Hijo de Dios, como enseñan tan claramente los Evangelios? ¿Cómo puede sencillamente no aparecer en el islam el tema de la expiación y el sacrificio que tanto se mencionan en la ley de Moisés y en los Evangelios? Y lo más inquietante de todo: ¿Cómo podrían ser expiados mi maldad y mi pecado sin un sacrificio perfecto que ocupara mi lugar?

Mi pecado era real y el islam no me ofrecía una solución real para ello.

Había creído en la explicación del islam acerca del desarrollo de la religión y la sociedad: «El judaísmo es la escuela primaria, el cristianismo es la secundaria, pero el islam es la universidad». El islam me había fortalecido haciéndome creer que su sistema de leyes y rituales cubría todas las necesidades de la vida y respondía las incógnitas. Una teología e ideología falsas habían dominado mi vida.

Cuando concluí este periodo de estudio y exploración estaba convencido de que el islam no era verdadero. Y, aún más, estaba completamente seguro de que todas las religiones eran falsas. En lugar de buscar a Cristo me incliné en la búsqueda del mundo. En lugar de confiar en Dios decidí confiar en mí mismo.

Y, en medio de esa búsqueda idólatra, el Señor me interceptó y me llevó a humillarme cuando mi esposa perdió a nuestro primer hijo. En medio de mi depresión prendí la televisión. Y, por razones que no podría explicar, comencé a mirar a un predicador que estaba exponiendo 2 Timoteo 2:15. No era un mensaje particularmente evangelístico, sin embargo ese sermón estaba lleno de vida y poder. Trataba sobre el estudio de la Palabra de Dios y los hábitos del cristiano.

Con el tiempo, mi esposa y yo visitamos la iglesia donde servía este pastor. Nos sentamos a unas siete u ocho filas del púlpito. Aunque la iglesia estaba totalmente llena, con siete u ocho mil personas en aquel servicio, sentía que el predicador y yo éramos los únicos en el salón.

El sermón, tomado de Éxodo 32, se titulaba: «¿Qué se necesita para hacerlo enojar?» Imagínese. Era la primera vez que yo, luego de haberme hecho musulmán y habiendo sido consumido por el enojo por más de una década, entraba a una iglesia. ¡Y además el predicador justo estaba hablando sobre el enojo! Sin embargo, no era lo que yo pensaba. El sermón analizaba cuidadosamente el pecado, la idolatría y sus consecuencias. Y el pastor desafió a la congregación a desarrollar una indignación justa y piadosa hacia el pecado, a odiarlo y a volverse a Dios.

Mientras la santidad y la justicia de Dios se iban develando en las Escrituras yo estaba fascinado. De pronto, sentí un remordimiento extraño y un alerta que verdaderamente me despertaron cuando el pastor comenzó a explicar la doctrina del pecado. Me sentí redargüido, culpable ante este Dios santo que juzga toda impiedad.

Luego, con un discurso claro pero hermoso, el predicador exaltó la persona de Jesús. ¡He aquí el Cordero de Dios! Él era el sacrificio anticipado en el Antiguo Testamento y ejecutado en el Nuevo. En Jesús se encontraba la redención. Definitivamente, el Hijo de Dios sin pecado había venido al mundo para salvar a todo el que creyera; ¡incluso a un antiguo musulmán que era un determinado y declarado enemigo de la cruz!

«¡Arrepiéntanse y crean en el perdón de sus pecados!», invitó el pastor. Ese día, con generosa bondad, Dios nos libró a mi esposa y a mí de nuestros pecados, y nos llevó a Jesús en arrepentimiento y fe. Literalmente, de un día para el otro, Dios rompió misericordiosamente el enojo y el odio que durante años me habían dominado. El evangelio de Jesucristo triunfó donde ningún otro poder había logrado hacerlo. Y me libró de las garras del pecado y de la oscuridad del islam.

El evangelio es el poder de Dios para salvación de todo aquel que cree. Yo vi ese poder en el rostro de aquella joven iraní. Vi ese poder en los rostros de la gente de trasfondo musulmán tanto en los Estados Unidos como en el Medio Oriente. Experimenté y recibí ese poder personalmente por medio de la fe en Cristo.

Y confío que este mismo evangelio en sus manos producirá la misma conversión y vida nueva en los musulmanes que el Señor ponga en su camino. Por esa razón escribí este libro: para animar a todos los cristianos a que crean en el poder extraordinario del evangelio.

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¿A DIOS LO LLAMAN DE OTRA FORMA?

Si hay algo en lo que un musulmán cree es que existe un solo Dios. De hecho, la confesión cardinal del islam es: «Hay un solo Dios, y Mahoma es su mensajero.»

Un niño musulmán puede haber escuchado recitar esa confesión miles y miles de veces antes de saber hablar. Justamente la primera acción que deben realizar los convertidos al islam es hacer esa afirmación.

Para el musulmán la unicidad radical de Dios —que existe un solo Dios sin compañeros ni otras personas— separa al islam de todas las religiones paganas del mundo. La máxima blasfemia para el islam es shirk, o sea decir que Dios tiene otros compañeros. Nada puede ser más repugnante y deshonroso para la mentalidad musulmana.

Cuando me convertí al islam, la unicidad esencial y simple de Dios era una doctrina muy atractiva. Como le sucede a mucha gente, me resultaba difícil comprender la complejidad de la doctrina cristiana acerca de la Trinidad. ¿Cómo puede Dios ser uno y tres personas a la vez? ¿Y cómo puede una de las personas de la Trinidad, Jesús, ser completamente Dios y completamente hombre? La Trinidad desafía la comprensión, y el islam ofrece un punto de vista más acorde al razonamiento humano.

ACEPTAR EL MISTERIO

Hoy en día la tarea de los cristianos de proclamar el evangelio y de persuadir a sus vecinos y amigos musulmanes depende, en parte, de que acepten fielmente el misterio de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Muchos cristianos apoyan con cierta liviandad esta doctrina fundamental de la fe, lo que fomenta discusiones con los musulmanes. Pero ¿qué podría ser más apropiado que admirar a Dios y estar extasiados no solo por sus obras sino por su misma Persona? Después de todo, Él es Dios.

¿Por qué la prueba de fuego de nuestra visión de Dios debe ser el razonamiento humano, cuando musulmanes y cristianos estamos de acuerdo en que Dios está mucho más allá de todo lo que podamos imaginar o pensar? ¿Cómo podríamos conocer a Dios si Él no se hubiera acercado y revelado a nosotros?

Así que, desde el inicio, cualquier discusión acerca de Dios requiere cierta humildad. Por eso Santiago exhorta a sus lectores a «que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes» (Santiago 1:21). Nunca podremos conocer a Dios a menos que Él se revele a sí mismo a nosotros. Y, si es así, recibir lo que sea que nos revele de sí mismo es necesario y aleccionador.

RELIGIÓN REVELADA

Tanto el islamismo como el cristianismo aseguran ser la religión revelada. Eso significa que ambos dependen de textos sagrados en los que Dios se revela a sí mismo y revela su voluntad a la humanidad. Así que tanto el musulmán como el cristiano deben asumir la postura de recibir e identificarse con el carácter y la obra de Dios. Reciben de parte de Dios lo que Él desea que ellos sepan.

Esto nos lleva a hacernos una importante pregunta: ¿Qué deben pensar los cristianos acerca del Corán? ¿Y qué los musulmanes acerca de la Biblia?