El circuito de los signos

textos 5

A través de esta colección se ofrece un canal de di-fusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones públi-cas del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la co-munidad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comu-nidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad informada y madura, mediante la dis-cusión de las ideas en la que tengan cabida todos los ciudadanos, es decir utilizando los espacios públicos.

Con la colección Pública textos se ponen al alcance de los alumnos de educación media y superior trabajos en los que investigadores reconocidos en muchos casos sus propios maestroscierran el círculo acadé-mico al difundir entre los educandos los resultados de sus quehaceres profesionales.

textos

El circuito de los signos:

una introducción a los estudios culturales

Nattie Golubov

Esta edición se realizó gracias al apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (dgapa) de la unam, a través de su Programa de Apoyo a Proyectos para la Innovación y Mejoramiento de la Enseñanza (papime), con el proyecto denominado “Estudios culturales estadounidenses” (PE400911).

Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse,

sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.

Primera edición papel: octubre de 2015

D. R. © 2015, Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V.

(Por las características tipográficas)

Cerro Tres Marías número 354

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D. R. © 2015, Universidad Nacional Autónoma de México

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Correo electrónico: cisan@servidor.unam.mx

Responsables de los procesos editoriales:

Cuidado de la edición: Nicolás Mutchinick,

Benito Artigas y Teresita Cortés.

Corrección de pruebas: Hugo Espinoza

y Paulina Beltrán.

Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos

Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love

Fotografía de portada: Argel Corpus

ISBN edición papel: 978-607-8450-12-1 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN edición papel: 978-607-02-7418-3 (unam)

ISBN ePub: 978-607-8450-36-7

Hecho en México

HQ76.2.U5

G6c

2015

GOLUBOV, Nattie

El circuito de los signos: una introducción a los estudios culturales / Nattie Golubov.

México: Bonilla Artigas Editores; unam-Centro de Investigaciones sobre América del Norte, 2015.

244p.; 17 x 23 cm.

(Colección Pública. Textos ; No. 5)

ISBN 978-607-8450-12-1 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN 978-607-02-7418-3 (unam)

Cultura popular Estados Unidos Historia y crítica

Agradecimientos

Este libro es uno de los resultados del proyecto Estu-dios culturales estadounidenses que se llevó a cabo gracias al respaldo otorgado por la Dirección General de Apoyo al Per-sonal Académico de la unam de 2010 a 2013 por medio del Programa de Apoyo a Proyectos para la Innovación y Mejo-ramiento de la Enseñanza. Para quienes deseen ampliar su conocimiento de los estudios culturales, además de esta pu-blicación el financiamiento permitió el aumento del acervo sobre el tema, ahora disponible para consulta en la Bibliote-ca Rosa Cusminsky Mogilner del Centro de Investigaciones sobre América del Norte.

El trabajo se ha enriquecido enormemente con la colaboración de los y las alumnos/as que han escrito re-súmenes para el blog que acompaña a este libro, así como del trabajo de Brenda Legorreta Altamirano y Antonio Puente Méndez, quienes cumplieron el servicio social del programa de Posgrado en Letras conmigo y los becarios Sergio Contla Guerrero (1984-2011 in memoriam) y Anto-nio Nájera Irigoyen. Agradezco a la Arq. Marisi Martín Cagigas la elaboración de los gráficos que se encuentran a lo largo del texto. Y, como siempre, doy las gracias a Dimitar Golubov y a Sara Figueroa por su constante apoyo y cariño.

Para mis alumnos y alumnas

y para Hugo, la Piedra

Contenido

Simbología

Algunas aclaraciones preliminares

¿Qué son los estudios culturales?

Cultura

Una herramienta metodológica:

el circuito de la cultura

Ferdinand de Saussure,

el lenguaje y el significado

Representación

Identidades

Ideología

Hegemonía

A propósito de la subjetividad

Definir la cultura popular

Sin conclusiones

Glosario

Fuentes

Sobre la autora

Concebí este libro como una herramienta pedagógica para quienes se interesen en el estudio crítico de la cultura popular estadunidense actual, que es hegemónica en los mercados cul-turales globales. Es por esto que he incluido ejercicios y lecturas sugeridas cuando me ha parecido pertinente, así como un glosa-rio de terminología teórica.

En los recuadros incluyo definiciones, citas útiles, explicaciones adicionales.

Una nube indica un ejercicio que invita a la reflexión o profundización de algún tema o discusión.

El ícono de un libro precede las re-comendaciones bibliográficas que he encontrado disponibles en español. Al final del libro se incluyen, tanto en es-pañol como en inglés, todas las fuentes.

Ejemplo

Las palabras subrayadas indican que están definidas en el glosario.

Simbología

Algunas aclaraciones preliminares

Los estudios culturales son importantes porque se refieren al futuro y a una parte del trabajo que demanda, en el presente, configurar ese futuro. Apuntan a la comprensión del presente al servicio del futuro. En la medida en que examinan cómo el mundo contemporáneo ha llegado a ser lo que es, procuran crear formas visibles de convertirlo en otra cosa.

Lawrence Grosssberg

¿Cómo delimitar una amplia variedad de actividades, preocupaciones y compromisos académicos cuyo único rasgo común parece ser su indefinición, sus contornos cambiantes y enfoque radicalmente contextual? A esta tarea dedicaré este breve libro, concebido como un estu-dio introductorio al campo de fuerzas que se conoce como estudios culturales, dirigido a los curiosos interesados en saber de qué se trata este fenómeno académico del que tan-to se habla pero poco se sabe; una tendencia académica que en México se practica escasamente aunque por moda inte-lectual hay quienes se dicen especialistas en el tema, muy probablemente porque aún no está tan institucionalizado como en Australia, Estados Unidos y el Reino Unido y también porque está pasando por un proceso de legitima-ción académica. No obstante su ausencia institucional, me ha parecido necesario escribir este libro de texto porque en años recientes, en nuestro país, empieza a notarse un interés no sólo en el estudio de la cultura de masas y popular, sino en el análisis crítico de todo tipo de fenómenos culturales

actuales, contemporáneos, que no pueden estudiarse en toda su complejidad con las metodologías y herramientas teóricas de una sola disciplina convencional. La plasticidad de las fronteras de su ámbito de estudio, así como la hibridez del aparato teórico-metodológico de los estudios culturales,1 es una primera dificultad que sortearemos, porque intentaré mostrar con el ejemplo cómo es posible y enriquecedor es-tablecer diálogos productivos entre teorías provenientes de campos de conocimiento divergentes. Los ec integran con-ceptos y teorías pertenecientes a distintas disciplinas para analizar objetos, coyunturas o acontecimientos particulares, desde una película, un género literario, la recepción de una telenovela, un fenómeno musical, la compra de objetos de moda, costumbres culinarias o los atentados del 11 de sep-tiembre de 2001.

En este sentido, su punto de partida no ha cambiado desde que Raymond Williams, en su clásico ensayo “El futuro de los estudios culturales” explicó que la “disposición común de energía y dirección” (1997: 188) que impulsó la conformación de los ec en la década de los cincuenta buscaba explicar forma-ciones sociales contemporáneas. Los ec son coyunturales por esta orientación hacia el estudio del presente, aunque dada su concepción materialista de la historia no abandonan el pasado. Por un lado, entonces, se reconoce que el pasado está en el pre-sente porque hay continuidades y discontinuidades entre las dos temporalidades; después de todo

en un nivel, el presente no es nada más que una expresión del pasa-do —nada viene de la nada, y una vez que eliminamos a Dios y a la casualidad de nuestro marco conceptual, todo está posibilitado por y es una realización de estructuras pasadas. La vida ordinaria está saturada del pasado (During, 2005: 52).

1 En beneficio de la economía, en adelante me referiré a los estudios culturales con las siglas ec. Todas las refe-rencias que están en inglés en el original han sido traducidas por mí.

During nos ofrece un ejemplo claro al respecto: nues-tra relación con la comida, su preparación y la memoria. Una receta puede pasar de una generación a otra asocia-da indeleblemente con las abuelas; los modales de mesa estructuran continuidades intergeneracionales y también son signos de clase social; una cadena de restaurantes puede remitir a una fase particular de la vida o una identidad na-cional; un platillo que desagrada recuerda una época en la que los padres nos obligaban a comerlo; un ingrediente nos remite a un exnovio; algún dulce nos devuelve a la infancia o evoca una celebración nacional tradicional; el chocolate que a todos gusta tiene una historia marcada por la colonización, así como el té, etcétera. Esto significa que “toda acción lleva huellas del pasado”, incluso —si no es que sobre todo— de forma no consciente, en nuestra vida cotidiana y los hábitos y rutinas que la caracterizan y sostienen.

Pero los ec también sospechan de nuestras descripciones del pasado —los eventos ocurridos— porque nunca están li-bres de interpretación, no hablan por mismos sino que les imponemos orden y causalidad, valor y actualidad de acuer-do a ciertos intereses. Por ejemplo, el pasado tal y como está representado en la cultura del ocio se produce activamente en los museos, la conservación de ruinas y construcciones, pelí-culas (el género del western, musicales como Los miserables) y series de televisión ambientadas en un pasado ficcionali-zado como Mad Men, Boardwalk Empire, de hbo, o That ‘70s Show, de Fox, visitas guiadas y recorridos turísticos, días festivos y monumentos conmemorativos, compilaciones de la mejor música de una época y novelas históricas así como la industria del patrimonio cultural de una nación. La his-toria —como la memoria cultural— se inventa todos los días, ya sea como un idealizado paraíso perdido anhelado con nostalgia, o como antecedente del presente en un mo-vimiento progresivo hacia la civilización, el desarrollo o la democracia, o de forma crítica al destacar las omisiones de

algunas versiones del pasado como las vidas de las mujeres, los viejos, los desempleados y los niños, los pueblos conquis-tados por el proyecto imperial europeo o la esclavitud.

En su ensayo, Williams explica que los ec sólo podían entenderse teniendo en cuenta que surgieron de los estudios literarios y el proyecto de educación abierta en Inglaterra. Muchos años más tarde esta “formación” se ha ampliado con-siderablemente. Una ojeada al índice de la antología de más de mil páginas Cultural Studies: An Anthology compilada por Michael Ryan en 2008 nos ofrece una idea clara del des-acierto que sería la pretensión de abarcar en una introducción la diversidad de objetos de estudio, metodologías, y com-promisos políticos e institucionales que hoy día se clasifican como pertenecientes a los ec. Las trece secciones que com-prende esta compilación son: “Política e industria”, “Lugar, espacio y geografía”, “Género y sexualidad”, “Ideologías”, “Retórica y discurso”, “Etnicidad”, “Identidad, estilo de vida y subcultura”, “Cultura de consumo y estudios de la moda”, “Música”, “Estudios de medios”, “Cultura visual”, “Audiencia, performance y celebridad”, “Transnacionali-dad, globalización y poscolonialidad”. Cada sección reúne al menos seis artículos, muy diversos entre sí. Por ejemplo, la que aborda la audiencia incluye un ensayo sobre las teorías del consumo y los medios de comunicación, un artículo sobre las novelas rosas y sus lectoras, otro sobre la construcción de las celebridades del cine (Tom Cruise, específicamente) por medio del aparato cinemático, un trabajo sobre las culturas de los fans,otro acerca del culto a Elvis Presley y por último un artículo sobre asesinos seriales. La bibliografía teórica de estos trabajos cita autores tan diversos como Louis Althus-ser, Christian Metz, Valentin Volosinov, Fredric Jameson, Henry Jenkins, Pierre Bourdieu, Jean Laplanche, Adam Phillips, Donald W. Winnicott, Emile Durkheim, Mircea Eliade, Michel Foucault, Michael Taussig, por mencionar sólo algunos.

Al igual que esta antología, mi libro forma parte de la ten-dencia a codificar el conocimiento para el consumo estudiantil, para usar las palabras de Jim McGuigan (2000: 30). A dife-rencia de otras aproximaciones más históricas y cronológicas que destacan la transformación institucional de los ec, lo he organizado a partir de varias palabras clave, aunque con esto no pretendo ubicar este escrito en la tradición de Palabras clave de Raymond Williams ni de New Keywords: A Revised Vocabulary of Culture and Society, editado por Tony Ben-nett, Lawrence Grossberg y Meaghan Morris. Pecaría de presunción. Más bien he seguido el modelo de libros como Introducing Cultural Studies de Brian Longhurst, Greg Smith et al., Cultural Studies de Chris Barker, Cultural Studies de Will Brooker, pero con un alcance menos ambicioso, con el objetivo de impulsar la puesta en duda de algunos preceptos del sentido común y prejuicios disciplinarios comunes en nuestras aulas.

Existen en español algunos libros que introducen los ec, muchos de ellos traducciones, otros que dan por sentado que sus lectores/as tienen conocimiento previo del tema o la terminología, pero en mi experiencia docente para nues-tros estudiantes no existe un material apropiado que cuenta de los procesos por medio de los cuales se produce el sentido y las formas en que esta producción está sujeta a relaciones de poder que suelen beneficiar a un grupo social por encima de otros.2 Entonces mi primera motivación es

2 En inglés existen varias antologías de textos que, a juicio de sus editores, son representativos del proyecto de los ec y clave para su comprensión; vale la pena consultar también las historias de las distintas corrientes como American Cultural Studies: An Introduction to American Culture, de Neil Campbell y Alasdair Kean; o British Cultural Studies: An Introduction, de Graeme Turner; los glosarios como Palabras clave de Raymond Williams; Keywords for American Cultural Studies, editado por Bruce Burgett y Glenn Hendler; o New Keywords: A Re-vised Vocabulary of Culture and Society, editado por Tony Bennett, Lawrence Grossberg y Meaghan Morris; y las introducciones prácticas que han servido como modelo para este libro: Cultural Studies, de Will Brooker; Cultural Studies: The Basics, de Jeff Lewis; Introducing Cultural Studies, de Brian Longhurst, Greg Smith, et al.;

Una muestra de esta diversidad está disponible en español en Martin Barker y Anne Beezer (eds.) Introducción a los estudios culturales. Este libro reúne ensayos sobre trabajos clásicos de los ec.

pedagógica y por eso es que, además de exponer algunos de los conceptos y temas fundamentales para los ec, he in-cluido ejercicios prácticos con el propósito de poner a prueba lo explicado, así como un glosario de términos, ejemplos y lecturas sugeridas de fácil acceso. Este pequeño libro, así, está orientado a exponer los objetivos de los ec que posterior-mente se verán con más detalle, pero que por ahora podemos resumir como sigue: para los ec, la cultura es el “software” de la vida humana en el sentido de que consiste en una amplia gama de fenómenos que incluye sistemas de valores, creen-cias, rituales, costumbres, ideologías, formas de habla y de interacción social, símbolos que distinguen a una comunidad de otra. Esto quiere decir que la cultura cumple la función de limitar y pautar el comportamiento social de quienes pertenecen a —o buscan formar parte de— una agrupación. Una visión de mundo compartida se reproduce por medio de prácticas de significación asociadas con artefactos de todo tipo, objetos, acciones o acontecimientos, además de que

toda actividad social o institución genera y requiere su propio “mundo” de significados y prácticas distintivos— su propia cul-tura. […] Lo que se argumenta es, de hecho, no que “todo es cultura” sino que toda práctica social depende de y está relacionada con el significado; en consecuencia, esa cultura es una de las condiciones de existencia constitutivas de esa práctica, que toda práctica so-cial tiene una dimensión cultural. No es que no hay nada más que discurso, sino que toda práctica social tiene un carácter discursivo (Hall, 1997a: 225).

Dada la importancia de la cultura para la formación de identidades, nuestro sentido del yo y de los otros, así como las maneras en que interactuamos con nues-tro entorno social y material, los ec se enfocan en analizar la manera en que el poder

Cultural Studies: Theory and Practice, de Chris Barker; y Tools for Cultural Studies, de Tony Thwaites, Lloyd Davis y Warwick Mules.

opera a través de ella, ya que quien controle la producción de significado, privilegie e imponga una concepción del mundo sobre otras, tiene la capacidad de dar forma a las maneras en que muchas personas piensan, sienten, inter-pretan y actúan en el mundo (Ryan, 2008: xvi). Stuart Hall explica la relación entre los sistemas de significación y la materialidad de la siguiente manera:

La cultura de un grupo o una clase es la “forma de vida” pe-culiar o distintiva del grupo o la clase, los significados, valo-res e ideas encarnados en las instituciones, en las relaciones sociales, en los sistemas de creencia, en los hábitos y las cos-tumbres, en la utilización de los objetos y de la vida material. La cultura es la manera distintiva en que se expresa esta orga-nización material y social. Una cultura incluye los “mapas de significado” que permiten que las cosas sean inteligibles para sus miembros. Estos “mapas de significado” no se llevan en la cabeza simplemente: se objetivan en los patrones de orga-nización y relación social con los que el individuo deviene un “individuo social”. Es la manera en que las relaciones sociales de un grupo se estructuran y configuran; pero también es la manera en que estas configuraciones se experimentan, se en-tienden y se interpretan (Jefferson, 1976: 10).

Pero el control del significado y la representación nunca se ejerce sin oposición, así que para los ec también es im-portante analizar cómo los significados prevalecientes en un contexto determinado pueden trastocarse estratégicamente de diversas formas por otros grupos sociales o subculturas disidentes que no se identifican ni concuerdan con los “ma-pas de significado” de una clase social y su interpretación del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, ha prevalecido una imagen negativa de la población afroamericana que incide di-rectamente en la forma en que es (mal)tratada y discriminada cotidianamente, así que la creación de imágenes alternativas y

la crítica a las existentes ha sido tarea de muchos, incluyendo raperos, escritoras, cineastas e intelectuales. Los ec parten del supuesto de que nuestras sociedades están estructuradas des-igualmente (no todos los individuos tienen el mismo acceso a la educación, la riqueza, los servicios de salud, etcétera), una situación basada en relaciones de dominación cuyos efectos en las vidas de las personas deben entenderse para buscar una transformación colectiva por medio del estudio de los efectos hegemónicos de la cultura.

Esencialmente, los ec indagan el carácter fabricado de buena parte de lo que clasificamos como “realidad” (Ryan, 2008: xvi) y en ese sentido son construccionistas, lo cual significa que las formas con que pensamos el mundo —los “mapas de significado”— y nuestras acciones pueden mo-dificarse porque no están dadas por la naturaleza ni son permanentes. En este sentido, pensemos simplemente en la transformación radical que han experimentado las maneras en que concebimos a ciertos grupos sociales que antes eran marginados y castigados por ser moralmente “deprava-dos”, “anormales”, “monstruosos” e incluso peligrosos, o la convicción de que tanto las mujeres como las personas no europeas eran inferiores y por lo tanto debían ser guiadas por los hombres blancos europeos por el camino del proce-so civilizatorio; nuestra forma de pensar sobre los animales, ya no orientados por el especismo y el antropocentrismo, sino a partir del reconocimiento de que son cohabitantes no humanos de la Tierra, una noción que reubica radicalmente a los humanos en relación con su entorno como lo hace el movimiento ambientalista. Estos ejemplos muestran que la manera en que pensamos acerca de ciertos fenómenos inci-de directamente en nuestras acciones y relaciones.

Antes de seguir quisiera hacer otra aclaración. Por ser un libro introductorio y prospectivo que busca ilustrar al-gunos métodos de análisis desarrollados en los últimos cuarenta años, necesariamente seré muy selectiva en cuan-

to a los núcleos temáticos y problemas culturales que serán tratados, las fuentes (en su mayoría del mundo anglosajón que conozco por mi trayectoria intelectual) y los ejem-plos. Mis análisis, además, son primordialmente textuales debido a mi formación académica, lo que significa que el lenguaje se ubica en el centro de mi reflexión; pero esta in-clinación textual no implica, enfatizo, que las prácticas significantes —los procesos de producción de significado— sean independientes del mundo en que vivimos y con el que interactuamos, porque el lenguaje “no es un medio neutral para la conformación de significados y conocimiento acerca de un mundo externo objetivo que ‘existe’ más allá del len-guaje” (Barker, 2008: 7). Por el contrario, me parece que las complejas operaciones del poder textual se entienden mejor cuando se estudian las audiencias (Barker y Beezer, 1994: 15) o las condiciones de producción de los productos cultu-rales, como lo han hecho los académicos más destacados del campo, porque la subjetividad es el ancla de los análisis (lo que significa que se estudia la cultura en relación con la vida cotidiana de las personas, sus fantasías, deseos, creencias y valores). Cuando nos acercamos a un objeto de análi-sis como si fuese un texto, hay que evitar un tipo de análisis textual que simplemente amplía su corpus de fuentes para incorporar otras expresiones artísticas o documentos no li-terarios. Esta aproximación sería más cercana a la historia cultural, cuyo representante más destacado es el historia-dor Peter Burke.

Este último punto sugiere que los ec emplean diversas metodologías y herramientas de análisis provenientes de otras disciplinas, como serían la etnografía, los estudios de los medios de comunicación y el cine (Media y Film Studies, en inglés), los estudios de la audiencia, la sociología, la geografía, los métodos cualitativos y cuantitativos. El tipo de análisis por el que me inclino no es particularmente ajeno a los ec, dado que dos de los pensadores británicos que concibieron

los ec, Raymond Williams y Richard Hoggart, iniciaron sus carreras como críticos literarios, aunque gradualmente encaminaron sus reflexiones al estudio de los medios de co-municación masivos. Al elegir una perspectiva que privilegia el lenguaje, el texto (entendido en su sentido más amplio) y la representación, he ignorado otras dos: el trabajo de corte etnográfico y aquel que se dedica a investigar las políticas culturales. Richard Johnson identifica estas tres grandes ver-tientes de investigación en los ec de la siguiente manera: “unos basados en la producción, estudios basados en el texto y aquéllos acerca de la cultura vivida” (Johnson, 1996: 107).

Mi elección no implica que se privilegie algún tema, ob-jeto de estudio o paradigma teórico porque es una decisión metodológica: algunos académicos prefieren los métodos más empíricos, otros se enfocan en la textualidad, otros en el polo de la producción de las industrias culturales y las políticas pú-blicas relativas a la cultura. Como he señalado, me inclino por aquellos basados en el texto porque es la perspectiva que me es más familiar y cómoda. Pero es importante señalar que por texto no entiendo simplemente algo escrito (una novela, una nota periodística, un guion, un cómic), sino películas, programas de televisión, páginas web o grabaciones musi-cales, otras prácticas como el tatuaje o la homosocialidad de la afición deportiva, los usos cotidianos de las redes sociales en la presentación de un “yo” o las identidades femeninas en relación con las marcas de ropa y el shopping, el fenóme-no de la celebridad y los fans, todas estas actividades que podemos interpretar como “documentos” para analizar las circunstancias de su producción y consumo/recepción, así como su trayectoria en lo que se conoce como el circuito de la cultura, un modelo de análisis propio de los ec que integra cinco emplazamientos/momentos interdependientes de la producción de sentido. Esta aproximación está más apegada a la vertiente semiótica de los ec que descompone a la cultura en

mensajes discretos, prácticas significantes o discursos distri-buidos por instituciones y medios diversos (During, 1993: 5).

Dado que se trata de un campo de estudio global, como dice Simon During, tiene muchas ramificaciones e historias, por lo que resulta imposible rastrear y delimitar sus múltiples genea-logías. Es global en otro sentido: la cultura circula y se consume globalmente en circunstancias específicas, así que ya no pode-mos entenderla como un producto exclusivamente nacional o regional. Más bien hay una tensión y un intercambio dinámi-co entre las culturas locales, nacionales y la producción cultural concebida para venderse en los mercados mundiales. En los mercados culturales globales, no obstante, unas cultu-ras son más poderosas que otras, gozan de una hegemonía cultural que se logra cuando se poseen los medios necesarios para producir y difundir mercancías culturales, así como un fuerte mercado interno y la capacidad para exportar sus mer-cancías (Sassoon, 2002). De allí que mis ejemplos provengan de la cultura estadunidense, a la que estamos expuestos diaria-mente en todo tipo de circunstancias.

Un “concepto”, de acuerdo con Jeff Lewis, “proporciona una lente para mirar los emplazamientos culturales, prácticas y otras teorizaciones. Por ejemplo, Antonio Gramsci adoptó el concepto de ‘hegemonía’ (literalmente ‘liderazgo’) para descri-bir las maneras en que las élites institucionales de una sociedad ‘negocian’ su poder con aquellos a quienes lideran. Este concepto se ha vuelto popular en los estudios culturales porque ofrece un mecanismo útil para explicar las maneras en que grupos poderosos interactúan con grupos menos poderosos. Para los practicantes de los estu-dios culturales el concepto de hegemonía permite una descripción de varias formas de jerarquía organizacional y social sin borrar el potencial para la liberación en el ámbito más amplio de la comunidad. El concepto gramsciano, entonces, ha sido adaptado y redesplegado para hacer una descripción de la relación entre los medios y su audien-cia” (Lewis, 2008: 29).

El impacto de estos acontecimientos en los ec es que, dada su convicción de que las luchas y el conflicto cultural deben explicarse siempre en su contexto histórico específico, su ámbito de acción en circunstancias nuevas es local y glo-bal. No se trata de pensar en dónde radican los académicos —la lógica de algunas genealogías—, sino de identificar la lente con la que miran e interpretan los fenómenos culturales actuales, lo que hace de los ec una actitud, una condición de proyecto abierto receptivo a las coyunturas histórico-culturales, tensiones y contradicciones. ¿Cómo podría ser de otra manera en un mundo dominado por los “paisajes mediáticos” globales? En palabras del antropólogo Arjun Appadurai, estos paisajes

proveen un gigantesco y complejo repertorio de imágenes, na-rraciones y paisajes étnicos a espectadores de todo el mundo, donde el mundo de las mercancías culturales, el mundo de las noticias y el mundo de la política se encuentran profundamen-te mezclados. Esto significa que muchas audiencias a través del mundo tienen una vivencia de los medios de comunicación como un repertorio complejo e interconectado de impresos, carteles, celuloide y pantallas electrónicas (2001: 11).

Este amplio y cambiante repertorio de elementos (imágenes, personajes, tramas, formas textuales) inciden directamente en la vida cotidiana de las personas porque a partir de ellos “se pueden componer guiones de vidas imaginarias” (12), las propias y las de otros, individuales y colectivas, proceso agudizado por la intensa movilidad de personas que caracteriza a nuestra época.

Como mencioné anteriormente, este estudio introduc-torio estará organizado de acuerdo con algunos conceptos o —para usar una frase de Raymond Williams— “palabras clave” para el análisis cultural: ideología, representa-ción, identidad, cultura, hegemonía, subjetividad, cultura

popular. La explicación de cada uno se hará a partir de tex-tos clave de los ec que, en la medida de lo posible, están disponibles en español o son fácilmente accesible en in-glés en Internet. Además, ejemplificaré la utilidad de cada concepto para el análisis cultural con una breve discusión crítica de algún producto cultural estadunidense acompa-ñada de algún ejercicio fácil para fortalecer la comprensión de los conceptos, siguiendo la consigna de que los ec no sólo estudian la vida cotidiana, sino que suponen que sus adeptos estarán siempre conscientes de su propia ubica-ción y la forma en que ésta condiciona, limita y posibilita el conocimiento, dado que no hay un punto de observación neutral y desapegado: la comprensión y la producción de co-nocimiento están siempre localizadas, en el sentido de que transcurren en el marco de controversias disciplinarias e institucionales, pero también porque no pueden evitarse valores, convicciones, ideologías, fantasías y objetivos per-sonales y profesionales. Las definiciones de los conceptos son engañosamente sencillas: todos tienen genealogías lar-gas y complejas que aquí no incluyo ni expongo en detalle, sobre todo cuando pertenecen al pensamiento de los auto-res que los desarrollan con amplitud (Marx o Foucault, por ejemplo); he optado por enfatizar su uso más corriente para facilitar su comprensión y aplicación práctica inmediata. Aclaro, no obstante, que todos son conceptos que se en-cuentran en constante fluctuación semántica porque se han elaborado y se redefinen constantemente para explicar fe-nómenos que también son cambiantes.

Desde la década de los sesenta, el conjunto de prácticas teóricas que podemos identificar con los ec han desarrollado una amplia gama de perspectivas para estudiar a la cultura. Este conjunto de prácticas académicas pueden distinguirse de otras disciplinas como la antropología o los estudios lite-rarios, en términos generales, por la atención que ponen en cómo la relación entre la cultura y el poder está atravesada

por factores políticos, ideológicos, sociales e históricos: en este sentido, los ec son radicalmente contextuales, como veremos más adelante. En el transcurso de su desarrollo, han desafiado cánones culturales establecidos y fronteras disciplinarias, además de que se han enfocado en el análisis de aquellas manifestaciones culturales tradicionalmente de-nigradas o simplemente ignoradas por las élites culturales, en particular los medios de comunicación de masas como la televisión, el cine, las novelas gráficas y populares o el fut-bol, la moda, el uso de todo tipo de productos y prácticas cotidianas relacionadas con el consumo como los escaparates y centros comerciales o la publicidad y mercadotecnia, por lo que uno de los supuestos de los ec es que, como actual-mente vivimos en una sociedad de consumidores más que de ciudadanos, las mercancías, su distribución y consumo de-ben estudiarse a fondo. Los ec han transformado disciplinas como los estudios literarios porque proponen que el tipo de texto analizado no necesariamente debe ser literario, y han transformado el estudio antropológico de la cultura al pro-poner que la cultura puede ser analizada como un texto, al igual que prácticamente cualquier otro fenómeno cultural.

Busca en Internet algunas definiciones de los ec. ¿En qué concuerdan y cómo difieren?

Nelly Richard (ed.). En torno a los estudios culturales: localidades, trayectorias y disputas.

¿Qué son los estudios culturales?

La vocación de los estudios culturales ha sido permitir a las personas entender lo que está sucediendo, y especialmente proporcionar maneras de pensamiento, estrategias de sobrevivencia, y recursos para la resistencia a todos los que son ahora excluidos en términos económicos, políticos y culturales, de algo que podría llamarse acceso a la cultura nacional o de la comunidad nacional.

Stuart Hall

Los ec se han definido a mismos como antimetodológicos, transdisciplinarios, antidisciplinarios, incluso contradiscipli-narios, marginales a los campos de estudio más convencionales que también estudian a la cultura pero dentro de los pará-metros impuestos por disciplinas como la antropología, la sociología, los estudios literarios, la historia. Dado que en nuestras instituciones de educación superior, la reflexión teó-rica y la investigación suelen organizarse de acuerdo con la disciplinariedad, el conocimiento está clasificado y organiza-do según ella, así que la indisciplina de los ec presenta un problema práctico en muchos sentidos.

Esta dificultad se expresa en la diversa gama de recursos teóricos que se consultan para el análisis. “¿Cuál era la biblio-grafía de una tesis sobre estudios culturales?”, se preguntaba Stuart Hall en los primeros años de los ec (2010: 21): “Nadie lo sabía”; y hoy en día tampoco lo sabemos, como demues-tra el libro The Uses of Cultural Studies: A Textbook, de

Angela McRobbie, elaborado con el propósito de explicar la “teoría cultural actual” y su aplicación para comprender una amplia gama de prácticas sociales, culturales y políticas (2005: 1). McRobbie, una de las primeras representantes feministas de los ec, se centra en este libro en Stuart Hall, Paul Gilroy, Judith Butler, Homi Bhabha, Pierre Bourdieu y Fredric Jameson, muy distintos todos entre sí, no sólo por su formación disciplinaria sino por sus temas de investigación, métodos, énfasis y compromisos políticos.

A la lista de McRobbie podemos añadir los nombres de Lawrence Grossberg, Chris Barker, Dick Hebdige, Meaghan Mo-rris, Ien Ang, Joanne Hollowes, Sue Thornham, Charlotte Brunsdon, Tony Bennett, Richard Johnson, John Storey, Simon During, Geor-ge Yúdice, Kuan-Hsing Chen, Janice Radway, Tricia Rose, entre muchos otros. Busca información acerca de algunos de estos teóri-cos. ¿Qué temas estudian?, ¿qué formación disciplinaria tienen? Elabora una lista de los fenómenos culturales que han estudiado.

La diversidad de aproximaciones teóricas que McRob-bie destaca y explica es muestra de que los ec hacen un uso pragmático de cualquier herramienta teórico-metodológica que se juzgue necesaria para esclarecer un fenómeno actual particular. En consecuencia, su metodología impura se ha descrito como un bricolaje, porque “la elección de las prácti-cas de investigación depende de las preguntas que se hacen, y las preguntas dependen de su contexto” (Grossberg, Nel-son y Treichler, 1992: 2).

La inestabilidad del archivo de los ec en parte deriva, entonces, de que suelen volcarse al estudio de la cultura contemporánea, a diferencia de otros tipos de historia cultu-ral (During, 2005: 51) y recurren a la teoría para identificar, esclarecer y especular acerca de temas, acontecimientos o

Algunos de los primeros documentos de trabajo de la Escuela de Birmingham están disponibles de manera gratruita en la internet: <http://www.birmingham.ac.uk/schools/historycultures/departments/history/research/projects/cccs/publications/stencilled-occasional-papers.aspx>.

fenómenos culturales. Así como el estructuralismo, el mar-xismo, la semiótica, el psicoanálisis y la deconstrucción fueron esenciales para los ec al menos desde que Stuart Hall figuró en la historia del Center for Contemporary Cultu-ral Studies de la Universidad de Birmingham, una “nueva” generación de académicos y académicas “posBirmingham” que no forma una escuela, grupo o movimiento, se distingue por su uso de un conjunto de lenguajes teóricos (mas no una sola metodología), que es “postestructuralista, posmarxis-ta, posfeminista, filosófico, literario, estético o ‘textualista’” (Hall y Birchall, 2006: 5) y al ser heredera de los lenguajes teóricos asociados con la teoría de los años 1970 a 1990, se trata de una generación que “jamás conoció una época pre-via a la teoría(2).

Las condiciones políticas, económicas y sociales que marcaron la trayectoria de la primera generación de los ec han mutado o desaparecido completamente; entre los cam-bios que se enumeran en la introducción a la antología New Cultural Studies: Adventures in Theory encontramos: la crisis de la izquierda en Occidente, la creciente mercan-tilización de las universidades, el surgimiento de una nueva economía, la ascendente importancia económica de las in-dustrias creativas, la celebración del intelectual público como superestrella mediática, las transformaciones en la industria editorial académica, las modas intelectuales, la sensación de que la edad de oro de la teoría ha llegado a su fin con el fallecimiento de teóricos como Jean-François Lyotard, Jacques Derrida, Roland Barthes, Louis Althusser, Paul de Man, Jacques Lacan, Michel Foucault, el propio Stuart Hall, Raymond Williams y Richard Hoggart, y porque, al parecer, no se ha innovado después de la aparición de los trabajos pioneros de Pierre Bourdieu, Jurgen Habermas, Edward Said, Judith Butler, Julia Kristeva. Para enfren-tar estas nuevas circunstancias han sido más pertinentes teóricos como Gilles Deleuze, Ernesto Laclau y Chantal

Mouffe, Donna Haraway, Giorgio Agamben, Alan Badiou, Friedrich Kittler y Niklas Luhman, Slavoj Žižek, Michael Hardt y Antonio Negri que, además, permiten volver la mirada crítica hacia los propios ec para cuestionar las ideas, narrativas y sistemas de pensamiento fundantes no sólo de la primera generación de estudiosos de la cultura sino de la segunda. Yo he optado por presentar algunas ideas y tipos de análisis comunes a buena parte de los ec porque son par-te de un lenguaje teórico compartido.

Esta atención al presente no implica que se ignore el pasado, o que éste se juzgue irrelevante, por supuesto. Más bien, como explica Simon During, estamos frente a una for-ma de “presentismo” que mira hacia atrás a través de la lente del presente. Pero el presente es fugaz y por lo tanto elusivo; simultáneamente es un punto cero por medio del cual el fu-turo deviene pasado, y es también un momento de plenitud en el que convergen múltiples fenómenos de la vida social y cultural. Pero como nos muestra una lectura semiótica, dice During, el presente adquiere significado sólo en virtud del lugar que ocupa en una selección ordenada que tiene ele-mentos distintos a mismo; en otras palabras, el presente significa en términos de sus aparentes diferencias y simili-tudes con el pasado, un pasado “figurado como un revoltijo de (debates acerca de) acontecimientos, imágenes, tenden-cias, umbrales, repeticiones y callejones sin salida” (2005: 61). Los ec están conscientes, entonces, de que nuestra percepción del presente depende, en gran medida, de la re-lación que creemos que guarda con un pasado selectivamente constituido y de las narrativas que se elaboran para vincular los distintos momentos entre sí.

Pero el presente no equivale a lo contemporáneo, que es el ámbito propio de los ec, en tanto que

algunas cosas que suceden ahora [en el presente] parecen más contemporáneas que otras que también suceden aho-

ra. Lo contemporáneo es esa parcela de tiempo pasado que reconocemos como perteneciente a nosotros ahora, aquello que parece no haber alcanzado un cierre, en sentido narrativo (During, 2005: 62).

La moda del retro, estudiada por Elizabeth Guffey (2006), o el recrudecimiento del fundamentalismo religioso, la ho-mofobia y el racismo en el seno de países supuestamente desarrollados, son algunos ejemplos de lo que podríamos de-nominar temporalidades simultáneas. Pero además de esta dificultad para precisar exactamente en dónde se ubica el pa-sado con relación con el presente que complica la noción de lo contemporáneo, nos enfrentamos al hecho de que, como indica During, lo contemporáneo suele también asociarse con lo efímero y transitorio (en el sentido de que la película taquillera del momento es un fenómeno pasajero), pese a que los ec contribuyen a que este tipo de fenómenos sean menos efímeros al transformarlos en objeto de estudio académico y convertirlos así en parte de un archivo histórico.

Además de esto, lo efímero suele asociarse con la cultura juvenil, la coyuntura y la banalidad de la cotidianidad. Pero la vida cotidiana no es transparente ni simple, sus dinámicas nos son familiares, mas su funcionamiento no tanto, por eso no es de fácil explicación y exige teorización. El consumo en la vida cotidiana, por ejemplo, tan importante en nuestras sociedades, puede incluir actividades muy diversas como escuchar música en la radio cuando vamos en el automóvil, la forma en que usamos los centros comerciales, los alimen-tos que preferimos, el trabajo doméstico y las emociones, los restaurantes que frecuentamos, la cultura del turismo mochilero y la subcultura del surf. “La cultura es algo ordinario”, el título de un ensayo de Raymond Williams, enuncia cómo la cultura —“los significados y orientacio-nes comunes”— satura ese ámbito que denominamos la cotidianidad donde se concentran procesos particulares y