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El hombre guionado


Principios de análisis transaccional

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MARIO ALBERTO MANUEL VÁZQUEZ

PATRICIA ADRIANA FRANCICA

EL HOMBRE GUIONADO


PRINCIPIOS DE ANÁLISIS TRANSACCIONAL

Vázquez, Mario Alberto M.

El hombre guionado : principios de análisis transaccional / Mario Alberto M. Vázquez ; Patricia A. Francica. - 3a ed . - Salta : Universidad Católica de Salta. Eucasa, 2019.

Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-950-623-169-9

1. Psicología. 2. Análisis Transaccional. I. Francica, Patricia A. II. Título.

CDD 616.89145

Publicación con referato

Aceptado: mayo de 2016 (Res. Rectoral N° 630/16)

1.a ed.: 2016

2.a ed.: 2018 (corregida y aumentada)

3.ª ed: 2019

Para citar este libro:

Vázquez, M. A. M. y Francica, P. A. (2019). El Hombre Guionado. Principios de Análisis Transaccional. Salta: EUCASA (Ediciones Universidad Católica de Salta), 3.a ed.

© 2019, por EUCASA (EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE SALTA)

Colección: EUCASA Clase - Psicología.

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ISBN: 978-950-623-169-9

Digitalización: Proyecto451

Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, sin autorización escrita del editor.

A nuestros hijos: Diego, Belén, Candela, Soledad, Martina, Facundo.

A nuestros nietos: Cielo, Joean, Luna.

«Si su vida de familia se hubiera de representar en un escenario, ¿qué clase de obra sería?»

(Berne, 1983b, p. 66).

¿…Y cuál sería su papel en ella?

PRÓLOGO

Al comenzar la lectura de este libro, el lector se encontrará con la primera sorpresa: después de una pequeña presentación y sin perder el tiempo en consideraciones preliminares, los autores, los doctores Vázquez y Francica, nos introducen en su obra in media res, al viejo estilo de las grandes obras de la literatura griega, de las historias mitológicas de la antigua Grecia —obras y mitos a los que parecen muy aficionados los autores de esta obra, conscientes, suponemos, de cuántas explicaciones pueden aportar sobre la conducta humana—; de la misma forma, hay también una especial atención a los cuentos de hadas, las tradiciones y leyendas y su papel, que se ha ido desarrollando y estudiando en relación con el AT; los mismos autores de esta obra han estudiado en otros trabajos estos temas. La transcripción de un interesante caso clínico ya nos coloca en el núcleo de lo que es el trabajo terapéutico de los analistas transaccionales, y despierta la curiosidad sobre las bases teóricas en que se asienta ese trabajo clínico que llevará a solucionar un problema, tan conocido en nuestro tiempo, de la dificultad del abandono de la adicción al tabaco. Un análisis que lleva no sólo a encontrar la posible solución al problema, sino mucho más profundamente, a conocer el origen, el por qué y el para qué de esa adicción tan fuerte, y que impresiona por la radicalidad del trabajo, basado, como es evidente, en la teoría del Análisis Transaccional.

Esto es lo que pretenden los autores en esta obra completísima y con una clara intención didáctica: transformar toda la materia que enseñan e investigan en un texto que ofrezca la totalidad de los Principios del AT de una forma estructurada para la enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes de la carrera de Psicología. Esa finalidad está perfectamente conseguida, pues nos encontramos ante un manual exhaustivo de todos los principios y conceptos del AT, manual extenso porque extenso es todo lo que tratan de explicar y aclarar sobre el AT. Ofrecen un utilísimo instrumento de estudio y trabajo, en el que se pueden encontrar reunidos materiales que quizá estén dispersos en otros libros y artículos; la extensa bibliografía que se añade al final es prueba de esa dispersión.

Por otra parte, han introducido en todo el material, un orden que parece buscado para hacer más claros los diferentes conceptos que maneja el AT, y cómo van derivando unos de otros. Eso mismo es ya una clarificación de la terminología peculiar del AT, tanto la utilizada desde el principio por Eric Berne, como la añadida o matizada o completada por analistas transaccionales posteriores.

El análisis que hacen los autores sobre las aportaciones de otros estudiosos está lleno de interés; según se desprende de lo que ellos mismos dicen o sugieren, muchas de las intuiciones de Eric Berne se han ido confirmando a través de las aportaciones de la Neurociencia y la Neurobiología (las que no existían en la época de Berne) que aquí se estudian en función de lo que añaden y enriquecen a la teoría del AT.

Los numerosos esquemas, diagramas y cuadros que introducen para sintetizar mucho del material que estudian, son útiles y clarificadores. Así, por ejemplo, los cuadros en torno al diagnóstico del Guión de Vida, de los Mandatos, los Estados del Yo, la Estructuración del Tiempo, etc., etc., son aportaciones gráficas muy claras desde un punto de vista de eficacia pedagógica, y ya había quedado señalada anteriormente la finalidad didáctica de este libro.

Por todo ello, tienen en cuenta no solo los orígenes del Análisis Transaccional, que derivan, como en otros enfoques, de la desafección del fundador por el psicoanálisis freudiano y su interés temprano por la Fenomenología de Husserl, el Existencialismo, por los psicoanalistas disidentes como Adler, Rank, la Escuela de Palo Alto, etc., sino también los aportes de la Antropología filosófica (Cassirer) y social (Lévi Strauss), y como se ha señalado antes, la Neurociencia y Neurobiología. Pero no se quedan en el origen y el pasado fértil del AT, sino que hay también apuntes sobre las derivaciones que ha podido tener en otros enfoques posteriores, como en el de Hellinger y sus Constelaciones Familiares.

Si el comienzo de las páginas de esta obra ya nos había llamado la atención, por la forma directa de introducirnos en una experiencia vital, dolorosa y agotadora pero analizada con profundidad y calidez, tan propias del Análisis Transaccional, al final de nuestra lectura percibimos otra vez que hemos estado envueltos, mientras pasábamos las páginas, en ese ambiente tan empático y comprensivo que probablemente sea una característica de los analistas transaccionales y, por lo tanto, de los autores.

Carmen Vázquez Bandín

Psicóloga Clínica y Psicoterapeuta

Directora del Centro de Terapia y Psicología

Madrid, España , 13 de febrero de 2018

INTRODUCCIÓN

La primera edición de este libro surgió inicialmente para satisfacer la demanda de bibliografía de nuestros alumnos de la materia «Psicoterapia de Grupo», en el 5º año de la carrera de Psicología de la Universidad Católica de Salta. Sin embargo su lectura ha tomado también otros caminos, transformándose en texto de consulta en la formación clínica de terapeutas.

Pero las características propias del Análisis Transaccional, su jerga sencilla, su eficacia y rapidez en las intervenciones, tanto en lo individual como en lo social/interpersonal, y el énfasis puesto tradicionalmente en el autoanálisis lo constituyen un marco teórico de fácil transmisión y comprensión.

Por eso este libro también ha sido aprovechado no solo por los estudiantes y profesionales de la salud mental, a los que inicialmente está dirigido, sino por todo tipo de lectores, la familia, las relaciones de pareja, el mundo de las relaciones sociales, la empresa, el derecho y el crecimiento individual del público en general.

La columna vertebral de esta obra está constituida por los conceptos vertidos en nuestras Tesis para acceder al Doctorado en Psicología en la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad El Salvador (Buenos Aires, Argentina): «La Relación Padres e Hijos en la Mitología Griega. Un estudio desde el Análisis Transaccional», del Dr. Mario A. M. Vázquez y «El Guion de Vida en personajes de Shakespeare. Un estudio desde el Análisis Transaccional», de la Dra. Patricia A. Francica.

Estos trabajos nos han llevado a profundizar en las distintas miradas de múltiples estudiosos del Análisis Transaccional (AT), y a arribar a nuestras propias conclusiones acerca de la estructura de los textos producidos para el aprendizaje de la disciplina.

El resultado de los trabajos mencionados se refleja en la particular distribución de los temas en este libro. Hemos coincidido en que el eje sobre el que debe girar todo estudio del Análisis Transaccional, así como el ejercicio de esta disciplina en la práctica clínica, debe ser la Teoría del Guion de Vida. Todos los otros elementos, importantes en sí mismos, no pueden ser comprendidos cabalmente si no se articulan y relacionan dentro del Guion de Vida del paciente, sea en su génesis, consolidación, confirmación familiar y social, intentos de salida, etc.

Avanzando en el texto los lectores podrán observar que están escritas con mayúsculas palabras que habitualmente no las llevan (Adulto, Caricias, Juegos, etc.). Como el Análisis Transaccional (AT) define funciones, estructuras, etc. con palabras de uso corriente, cuando estas se refieren a los mencionados elementos del AT estarán nominadas con mayúsculas, a fin de diferenciarlas de las palabras de uso común. Por ejemplo, un juego puede ser un juego de mesa, o un partido de fútbol, pero un Juego es un Juego Psicológico, forma dañina de la comunicación humana.

Las particularidades que hacen del AT una de las escuelas más interesantes de nuestro campo son justamente las que la constituyeron (junto con la Gestalt) en los primeros enfoques integrativos de nuestra disciplina. Los lectores que deseen inmersiones en este tema pueden hacer una aproximación en el Apéndice 1: «Hacia una epistemología del Análisis Transaccional».

Esperamos que la lectura sea sencilla y de fácil aplicación para cualesquiera de los escenarios mencionados.

Los autores

UN CASO CLÍNICO

JBN entró al consultorio una tibia tarde del mes de marzo del año 1984. Vestía un ambo de médico color celeste (chaqueta y pantalón) y portaba un maletín amplio. El bolsillo superior de la chaqueta estaba visiblemente abultado por un atado de cigarrillos. Sus gestos eran controlados, su lenguaje fluido y rico. Se sentó cómodamente en la silla y, como era común en esa época, solicitó permiso para encender un cigarrillo.

Luego de la primera bocanada de humo de tabaco negro comenzó a explicar los motivos de su consulta, con soltura y abundancia de detalles.

Comentó que era médico, tenía 29 años, estaba casado, y con un hijo de meses, y que trabajaba haciendo guardias de 24 horas, siete en total: tres activas (una en un servicio de terapia intensiva, una en un hospital y otra en un servicio de guardia general de un importante sanatorio) y cuatro pasivas (de asistencia médica domiciliaria).

El motivo de consulta era su preocupación por su evidente adicción al tabaco. Habitual consumidor de 60 cigarrillos diarios, esta conducta compulsiva se agravaba cuando estaba de guardia activa durante las cuales llegaba a consumir 80 cigarrillos al día.

Reforzó su relato abriendo el maletín y mostrando su interior. Además del estetoscopio, el tensiómetro, el talonario de recetas y demás instrumental necesario para su labor profesional, había allí tres atados más de los mismos cigarrillos negros.

Era totalmente consciente de lo «irracional» de su conducta. No solo era médico sino que trabajaba en terapia intensiva, con lo que conocía perfectamente las consecuencias de su adicción. Pero refirió, con abatimiento, que había intentado abandonarla sin éxito al menos en cuatro oportunidades.

En las sesiones siguientes, además de abordar otras situaciones importantes, el análisis fue focalizado en su conducta adictiva, y en una sesión se lo enfrentó con la pregunta marciana (1): «¿Para qué lo hace?… ¿Para qué fuma?».

Hasta ese momento se había preguntado y respondido «por qué» lo hacía, y las respuestas a esa pregunta solo le habían permitido juntar una larga lista de pseudojustificaciones: el estrés de su profesión, la soledad de las guardias, las reuniones con colegas fumadores, su esposa también era fumadora, etc.

Una respuesta marciana a la pregunta marciana requiere un contexto especial: ¿Para qué le «sirve» esta conducta visiblemente inadaptada en su relación interpersonal, en su vida académica, laboral, familiar, etc.? Porque, desde nuestra mirada, ninguna conducta humana se realiza «porque sí». Toda acción tiene una finalidad, se hace «para algo». Esa finalidad puede ser consciente o no, pero existe siempre.

JBN no encontraba ninguna respuesta consciente que diera cuenta de esa finalidad. Entonces se le preguntó: ¿Cómo y cuándo terminará su vida de seguir manteniendo estas conductas?

Desde sus deseos autónomos, JBN no podía responder coherentemente a estas preguntas: su ciclo de conductas disfuncionales no le «servían» para alcanzar ninguna de las múltiples metas que tenía para su vida (laborales, económicas, familiares, sociales, etc.).

Sin embargo la conducta manifestaba que había un «deseo» irrefrenable dirigido a obtener una muerte próxima, manifestado en la compulsión de fumar a pesar de todos sus conocimientos (recordemos que era médico de Terapia Intensiva) y de sus deseos conscientes que evidenciaban lo contrario.

Pero si ese no era su deseo... ¿de dónde provenía, entonces? ¿Y por qué guiaba su conducta, aun en contra de sus deseos reales?

Este es el dilema central del Guion de Vida de todo paciente.

En su análisis «marciano» (2) JBN se percató de que estas conductas parecían dirigidas a lograr ciertas metas: morir joven y de un cáncer de pulmón o de una enfermedad asociada al tabaquismo y al estrés.

Por supuesto que sus deseos conscientes, que lo habían conducido a empezar este análisis, no coincidían con esto. No casualmente el nacimiento de su primer hijo lo había empujado a cuestionarse esta conducta aparentemente irracional. Parecía enfrascado en una lucha interna entre dos deseos: uno consciente de vivir y uno no consciente de morir joven.

Durante el análisis surgió también un dato no menor: sus nombres.

Lo habían bautizado con tres nombres (hecho no corriente) y los mismos eran los nombres de su padre (J), de su abuelo y su tío maternos (B), y de su abuelo paterno (N). Era el primogénito y único varón ya que tenía dos hermanas menores y en la familia materna, con la que se veía frecuentemente, no había otro varón: tenía cuatro primas.

El legado encerrado en su nombre, no solo tenía que ver con su adicción sino con aspectos de claras exigencias y expectativas parentales sobre él, que exceden este análisis pero fueron encaradas en la terapia prolongada que JBN realizó. Como dijera en una de sus sesiones «yo soy el resumen de todos los varones de mi familia, porque soy el único varón (tengo dos hermanas y cuatro primas) y llevo los nombres de todos los varones de mi familia» (al menos los de las dos generaciones anteriores a la suya).

Ahora bien, ¿qué había sucedido en la vida de estos cuatro varones (su padre, sus dos abuelos y su tío materno) que lo precedieron?

Su abuelo materno (B) había muerto aproximadamente a los 38 años de edad a raíz de un accidente cerebrovascular, cuando la madre del paciente tenía 1 año.

Su tío materno (el otro B), había sido atendido por el propio JBN tres años antes cuando lo trajeron de la Patagonia con un cáncer de pulmón con metástasis cerebrales del que murió al poco tiempo. Tenía entonces aproximadamente 50 años de edad.

Su abuelo paterno (N) también había muerto a raíz de un cáncer, antes de los 50 años de edad, cuando el padre del paciente tenía 18 años.

Asimismo, el padre del paciente (J) había muerto a los 45 años de edad, por un cáncer, cuando el paciente tenía 13 años.

Todos habían muerto antes de los 50 años, tres de ellos de cáncer y el otro de un accidente cerebrovascular, patología también ligada al consumo del tabaco. Todos eran fumadores.

La decisión (no consciente) tomada en la infancia por JBN, y confirmada en la temprana adolescencia tras la muerte de su padre era que «para ser varón en mi familia hay que morir joven y preferentemente de cáncer».

Por supuesto que conscientemente eso era lo que menos deseaba. Él había sido testigo de la agonía de su padre y su tío, y temía pasar por lo mismo, sin embargo la Maldición de su Guion de Vida, «si sos un varón de esta familia serás fumador y morirás joven», lo llevaba a actuar para cumplir con ese Mandato familiar. Lo contrario significaría dejar de pertenecer a ella, o dejar de ser varón en un microuniverso de mujeres, ya que no había otros varones supérstites además de él mismo.

Terapéuticamente se trabajó en la redecisión de este Mandato. Para encararlo se hizo necesario ahondar en aspectos laterales que confirmaban su presencia: JBN no podía imaginarse a sí mismo viejo, ni podía imaginarse su relación con su hijo de 1 año cuando este tuviera 15. En viajes imaginarios a su futuro solo se podía «ver» hasta los 45 o 50 años, y con gran dificultad.

El hecho de fumar, sumado al estrés de siete guardias médicas semanales, eran obviamente los mecanismos que JBN ponía en acción para cumplir con la Maldición de su Guion de Vida. Era evidente la tortura angustiosa de JBN, tironeado entre dos deseos: uno consciente de vivir y desarrollarse, y otro no consciente de cumplir con el Mandato familiar para seguir perteneciendo a su familia.

Fue necesario que se hiciera cargo de que ambos deseos ya eran propios, no simplemente el deseo inconsciente de sus padres sino un deseo no consciente del que él mismo podía obtener ciertos beneficios secundarios.

Entre otros se trabajó la renuncia a conseguir el respeto y la idealización que incluso rozaba la «adoración» que las mujeres de la familia manifestaban por todos los varones muertos. Se encaró la elaboración consciente y la adquisición de modelos y recursos de los que carecía para enfrentar situaciones para las que no tenía ejemplos familiares: cómo envejecer felizmente, cómo relacionarse con hijos adolescentes y adultos que tuvieran criterios propios distintos a los de él, cómo negociar con ellos, cómo aceptar su protección en las últimas etapas de su vida, etc.

La toma de conciencia y la capacidad de asumir la responsabilidad acerca de esas decisiones vitales permitieron su redecisión.

Dejó de fumar, llevando el atado de cigarrillos negros en el bolsillo superior de su chaqueta y el encendedor en otro bolsillo, durante cuatro meses. Cada vez que sentía deseos de fumar hacía consciente el deseo. Antes se encontraba prendiendo automáticamente un cigarrillo mientras otro estaba encendido en el cenicero a su lado. Ahora hacía consciente su decisión de encenderlo o no. Ponía sobre la mesa los dos deseos para elegir cuál seguiría.

Evidentemente la larga lista de respuestas pseudorracionales al «por qué» fumaba (estrés, nerviosismo, noches de guardia sin dormir, etc.) nunca le habían servido para llegar a lo obvio. Fumaba en realidad para morir joven como todos los demás varones de su familia.

La pregunta marciana no es el por qué psicoanalítico sino el para qué: su respuesta indica cómo la conducta-problema sirve para cumplir los Mandatos y alcanzar la Maldición del Guion, como veremos a lo largo de este libro.

Veintiocho años después de finalizada su larga terapia, JBN volvió a la consulta por otros motivos (Vázquez, 2013).

No solo nunca más había vuelto a fumar sino que a sus actuales 61 años había sobrevivido largamente (por más de diez años) la edad de fallecimiento de sus ancestros y es el único varón de su familia en tres generaciones que ve crecer a sus nietos (ya tiene tres). Junto con esto JBN no solo superó a sus antecesores en longevidad, sino que se desarrolló productivamente y obtuvo logros profesionales, académicos y artísticos que los varones de las dos generaciones anteriores no habían podido alcanzar a pesar de sus talentos, no inferiores a los de JBN.

Eric Berne, el fundador del Análisis Transaccional, decía: «Un clínico que ha ejercido durante veinte o treinta años (…) y se mantiene en contacto con sus antiguos pacientes (…) empieza a sentirse cada vez más seguro en sus análisis de guiones» (1983b, p. 334).

1. Ver el Capítulo «El Pensamiento Marciano. Una mirada desde la Neurociencia».

2. Este y otros términos específicos que aparecen en este capítulo inicial (Mandato, Guion de Vida, Maldición, Provocación, etc.) serán desarrollados en detalle en todo este volumen. Se aconseja consultar el índice para encontrar las definiciones.

PARTE I

LA TEORÍA DEL GUION DE VIDA BERNIANO