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Fran Orantes

Una madre es para siempre

Ana Orantes tuvo que morir para ser escuchada y valorada. Tras 40 años de malos tratos decidió dejar de callar y contar desde un programa de televisión el infierno que ella y sus once hijos vivieron día sí y día también. Ella, «la analfabeta», «el bulto» —como la llamaba su marido maltratador—, contó a la periodista Irma Soriano unos pocos de los innumerables episodios de dolor, pena, miedo, angustia y sufrimiento vividos.

Ella, la mujer «pequeñica pero guapita de jovencita y estropeada, enferma y poca cosa por lo vivido», según se describía a sí misma en la entrevista, habló por la dignidad pisoteada por un violento que no solo la maltrataba a ella y a sus hijos, que también abusaba de sus hijas pequeñas, y sacó los colores a una España que reía ante chistes como el de «mi marido me pega» y que pensaba que los palos y las palizas eran cosas que pasaban en casa y que allí se tenían que quedar. «No quiso callar más», comenta Fran Orantes, su hijo.

Ese ejercicio liberador de retratar a un monstruo le costó a Ana la vida. Trece días después de su aparición en televisión, «tarzán», como le apodaban sus vecinos , la quemó viva con gasolina para demostrar que él mandaba hasta en su muerte. «Ella lo sabía. Sabía que si iba a la televisión se buscaría su propio final», añade Fran. «Le dijimos: ¡mamá, que si vas, se va a enfadar y se va a liar!», recalca triste su hijo. «De no haber ido a Canal Sur, habría ido a otro programa. Estaba harta y decidida». Su triste final sirvió para que se pusiera en marcha la Ley Integral contra la Violencia de Género y que España clamara justicia por ella y por tantas como ella.


Entrevista íntegra a Ana Orantes en Canal Sur

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De tarde en tarde con Irma Soriano

“... tengo lo más bonito que la vida me ha podido dar: dos hijos que me quitan todas las penas y malos recuerdos vividos”.


¿Cómo te encuentras pasados 20 años del triste final de tu madre?

Puedo decir que dentro de lo cabe estoy bien. Trabajo en una cafetería y tengo lo más bonito que la vida me ha podido dar: dos hijos que me quitan todas las penas y malos recuerdos vividos. Por ellos lucho y me levanto cada día. Para que no les falte de nada. Para que tengan lo que yo no tuve. Para que sean felices. Trato de hacer una vida normal y enseñarles que en la vida tiene que haber igualdad.

¡Qué bonita palabra la igualdad!, ¿verdad?

Así es. Es una palabra que mi mujer y yo tenemos siempre presente, y quiero que mis hijos sientan suya. Porque una mujer y un hombre son eso: iguales. Uno no vale más que otro por haber nacido hombre o mujer. Cada uno manda y vale por igual. Si la madre no trabaja fuera, trabaja dentro, y ese es un gran trabajo que no está reconocido. No traer el dinero a casa no es ser o valer menos.

Yo no quiero que mis hijos pasen lo que yo pasé. Quiero que vivan con paz y que vean que hay que repartirse todas las obligaciones. No quiero que tengan recuerdos como el que yo tengo donde el «buen señor» no hacía nunca nada en casa. Nunca le vi planchar ni quitar un plato de la mesa. Nunca le vi respetar a mi madre. Me pesa haber perdido tantos años; ahora solo quiero enriquecerme por dentro.

“... cada vez que escucho que ha habido un nuevo caso de violencia, una nueva muerte, se me queda muy mal cuerpo. ¿Cómo puede ser que a estas alturas siga pasando esto?”.

¿Crees que la sociedad es menos machista ahora?

Noto que hay mucho camino recorrido. Se ha avanzado mucho en la lucha contra el maltrato gracias a los medios de comunicación, a las redes sociales. Ahora se lucha más abiertamente por propagar la igualdad. Sin embargo, cada vez que escucho que ha habido un nuevo caso de violencia, una nueva muerte, se me queda muy mal cuerpo. ¿Cómo puede ser que a estas alturas siga pasando esto? Y es que a una mala persona como es un maltratador le es indiferente que un juez ponga una orden de alejamiento. Si tienen en mente quitarse a la mujer de en medio, lo van a hacer. Les da igual el juez. Es su ley y su razón frente a cualquier otra.

En muchos casos asesinan para acabar matándose después ellos. Además de indecentes, ¿les consideras poco valientes?

Mis hermanos y yo siempre hemos pensado en eso. Si son tan cobardes y poco valientes, ¿por qué no empiezan por ahí? ¿Por qué no se quitan ellos del medio? Sin embargo es tal el egoísmo y la maldad de estas personas que primero piensan en hacer el mayor de los males y luego ya en matarse ellos. Es tal la mala leche que tienen que su obsesión es llevarse por delante a la mujer.

“La seguridad no estaba en mi casa, solo había inseguridad, miedo. Cerrábamos con pestillo la puerta de la habitación porque teníamos miedo. ¿Cómo voy a decir que él podía ser un buen padre?”.

Por eso es importante decir que un maltratador no puede ser nunca un buen padre.

Un buen padre es aquel que te cuida, te defiende, te protege. En nuestra casa nosotros siempre hemos estado pendientes, alerta, con mucho miedo. Siempre veíamos conflictos, peleas. A veces pensábamos que estábamos más seguros en la calle que dentro. Te pongo un ejemplo. Un día me caí de la bici y me dolía el brazo y mi padre en lugar de venir a mimarme y preguntarme y llevarme al hospital me dijo que no me hubiese subido a la bici. Mi madre tuvo que llamar a un vecino, parar su coche y que él me llevase al hospital. La seguridad no estaba en mi casa, solo había inseguridad, miedo. Cerrábamos con pestillo la puerta de la habitación porque teníamos miedo. ¿Cómo voy a decir que él podía ser un buen padre?

Recuerdo que él siempre la quiso tener apartada del mundo. De recién casados la llevó a vivir a unas cuevas que había en las afueras de Granada para que no tuviera relación con nadie. Solo estaba él. Después, cuando aquello empezó a llenarse de gente, nos llevó a otro sitio donde solo había árboles y cuando vio que se llenaba de gente buscó un terreno sin agua, luz, butano… y quería llevársela allí cuando me echó a mí. Siempre la quiso esconder para que no se pudiera relacionar. Incluso le molestaba que sus hijos fueran a verla. Cada vez que iba uno había una pelea. No había nada que le molestara más que alguien le mostrara cariño a mi madre.

“Cada tarde llegaba el martirio y la agonía para ella. Aguantó lo indecible por tanto niño que tenía”.

¿Qué fuerza tenía tu madre para seguir adelante a pesar de tanto sufrimiento?

Yo me pongo a pensarlo y la verdad no sé de dónde sacaba fuerzas. Supongo que era la situación, el saberse con tantos hijos, ser analfabeta, no tener donde recurrir. Aguantaba sin más. La recuerdo como cada día se levantaba para darnos de desayunar y prepararnos para el colegio. También cómo cada día le ponía el desayuno a él. Tenía que salir a despedirle a la puerta sí o sí. Era su obligación. Después se quedaba en casa haciendo todas las cosas del hogar y esperando a que llegasen las seis de la tarde y de nuevo el infierno. Cada tarde llegaba el martirio y la agonía para ella. Aguantó lo indecible por tanto niño que tenía.

“Para mí mi madre era pura virtud”.

A pesar de tanto dolor era una mujer llena de virtudes. ¿Cuál de ellas resaltas en especial?

Para mí mi madre era pura virtud. Las veces que salía a la calle a escondidas para que no le viera mi padre era ver pura alegría: hablaba con todos, era agradable, sonreía con todo el mundo. Ella era una gran trabajadora. Justo ahora que estoy hablando contigo me acaba de venir la razón por la que la mató, y que yo no me acordaba. Justo en el programa ella dijo que durante un tiempo ella mantenía a la familia. Tuvo una pequeña tienda de comestibles. Ella iba con una burra hasta el mercado, compraba lo que necesitaba y lo llevaba a su tienda. El desencadenante de lo que pasó —según mi padre le dijo a una vecina—, fue que le había sentado muy mal que dijera eso. Que dijese que había mantenido a la familia. Él reconocía públicamente que le pegaba pero aquello de quitarle la hombría no lo aguantó y acabó como acabó.

¿Hay algún momento con ella que recuerdes en especial?

Los recuerdo todos. Recuerdo las pequeñas cosas porque son las que dan sentido a todo. El que llegase un cumpleaños y ahorrar para poder comprar una falda a mi hermana. Cuando l egaba del colegio y le decía «¡ay mama, tienes tres pelos en el bigote!», y que ella me decía «¡hijo, tráete una pinza y quítamelos!». Todos esos recuerdos los guardo conmigo. Me da una pena inmensa que no haya podido conocer a mis hijos, disfrutar de ellos, verlos crecer…

“Mi madre por desgracia murió, pero me tocó la mejor madre del mundo. Si tuviera que volver a vivir todo lo pasado la volvería a querer como madre. No la cambio por nada”.

¿Sientes que además del maltrato directo está el indirecto, el de la sociedad que juzga y abandona a la víctima?

Lo siento porque por desgracia es así de real. Primero por parte de los jueces, que dan sus hijos a los padres maltratadores. Ellos no saben el daño que hacen con sus decisiones. Luego está el maltrato de las personas que juzgan y hablan sin saber el dolor que se siente. Por ejemplo, en el caso de Juana Rivas, he visto comentarios de mujeres que decían que Juana tenía lágrima fácil. ¡Si la gente supiera el dolor que uno tiene dentro…! Mi padre era un monstruo. De puertas para fuera era un trabajador, pero cuando entraba en casa se atrevía con nosotros y nos la tenía jurada. La gente no sabe lo que una mujer sufre. Eso duele muchísimo.

A nosotros nos ha dolido que la gente nos haya tachado de maltratadores. Nos decían que «lo mismo a ellos también se les va la mano». También que digan que a mi madre le pasó lo que le pasó porque se lo buscó. Mi madre por desgracia murió, pero me tocó la mejor madre del mundo. Si tuviera que volver a vivir todo lo pasado la volvería a querer como madre. No la cambio por nada.

¿Animas a denunciar?

Siempre lo hago. Hay que denunciar, contar lo que pasa, denunciarlo a las autoridades. A todas y cada una de las mujeres les doy la enhorabuena por dar ese paso. Hay que decirles que no están solas, que hay salida. Si tú te callas, al final nadie te ayuda. Si lo dices siempre habrá alguien que te tienda una mano, que te ayude.

Hablar es salir de la cárcel y curarse de las heridas.



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Juan Verde (@juanverde)

Su nombre es tan respetado como reconocido. Y lo es porque Juan Verde, además de tener un curriculum impresionante (ex asesor político de Barack Obama o Hillary Clinton, así como de gobiernos, instituciones o empresas internacionales y al frente de la fundación Advanced Leadership Foundation), es un hombre que vive con el empeño de derribar cualquier muro que separe y trate a las mujeres como ciudadanas de segunda. «No podemos seguir tolerando que nacer mujer en demasiados lugares del mundo siga siendo la diferencia entre la vida o la muerte, o la represión y la libertad. Ellas son merecedoras de todo el respeto e igualdad. Es el deber de la comunidad internacional en general, y de las comunidades nacionales en especial, a través del derecho internacional y nacional, y de la acción política y la iniciativa privada, el erosionar hasta la inexistencia estas barreras. La libertad no ha de atender a cuestiones de género», subraya.

“Los derechos de las mujeres no son algo que se deba pedir y esperar que se otorgue. Están ahí; hay que exigirlos y ponerlos en marcha”.

El liderazgo de las mujeres en los procesos políticos y de toma de decisiones ha mejorado en los últimos años, sin embargo, según la ONU, solo el 22% de los parlamentarios de todo el mundo son mujeres ¡Cuánta lentitud!

Sin duda el camino a la igualdad está siendo más lento de lo deseado. Es absolutamente inaceptable e inadmisible la velocidad y la dirección con la que estamos avanzando. No solo esos números que menciona la ONU son vergonzosos, sino que creo que tenemos que ser ambiciosos y exigir que esos cambios se produzcan con inmediatez. Las mujeres siguen cobrando hoy menos que los hombres, su representación política sigue siendo irrisoria. Los derechos de las mujeres no son algo que se deba pedir y esperar que se otorgue. Están ahí; hay que exigirlos y ponerlos en marcha.

La única respuesta aceptable es la verdadera igualdad empresarial y política para la mujer. Es una lucha global que no terminará hasta que, alrededor del mundo, la igualdad entre mujeres y hombres sea una realidad tangible y no un sueño hacia el que vamos progresando a paso letárgico.

Los datos hacen una radiografía peculiar: solo dos países tienen un 50% o más de mujeres en el Parlamento, ya sea en cámara individual o baja: Ruanda con el 63,8% y Bolivia con el 53,1%. ¿Es curioso que países teóricamente machistas tengan más representación femenina que los europeos?

Quizás ese no sea un buen indicador sobre si existe o no igualdad de género en estos dos países; tienen un alto porcentaje en el Parlamento y aun así en la cotidianidad de ambos el machismo sigue siendo injustificadamente marcado. La equidad de género es un tema interseccional y multidisciplinar y con eso queremos decir que las verdaderas sociedades que se acercan a la igualdad son aquellas que tienen mujeres en posiciones de poder y no solamente en la política, sino en empresas, instituciones y agencias de gobierno, donde la opinión de la mujer no solo se respeta sino que se busca para ser tomada en consideración.

¿Conllevaría consecuencias políticas diferentes un mayor número de mujeres parlamentarias?

No hay forma más efectiva de cambiar la sociedad y cambiar todo aquello que no te gusta dentro de la sociedad que el ámbito político. Los políticos son quienes definen el marco regulatorio, el marco legal, y definen el rumbo de la sociedad, legislando y creando leyes para que eso ocurra. Si tuviéramos más mujeres tomando decisiones en los parlamentos, en los congresos o en los senados, en diversos puestos políticos, ellas y solo ellas promoverían la igualdad de género mejor que nadie, ya que han sufrido la discriminación, y han sido ellas las que han tenido y tienen que luchar día a día con la falta de equidad. Nadie mejor que el as para definir leyes que sienten las bases para que la sociedad se encamine hacia la equidad. El vivir esta verdad de opresión capacita a las mujeres representantes del Estado para determinar con mayor sofisticación y precisión la solución a los problemas de igualdad, y por lo tanto eliminarlos con mayor exactitud y eficiencia.

Juicios y preJuicios de sociedades machistas

Sin duda alguna tener más mujeres parlamentarias conllevaría un camino más eficiente, claro, e ilustrado a la igualdad, al combinar la experiencia de la verdad femenina con el conocimiento de su realidad, y la capacidad política de ser la fuerza por el cambio.

“Es una lástima que algunos hombres no definan la igualdad de género como una prioridad porque no se ven afectados de forma directa...”.

¿Defienden las políticas asuntos diferentes a los hombres?

Por supuesto que sí, ya que solo una mujer entiende lo que significa ser mujer, lo que viven día a día, ya que han sufrido en carne propia el machismo, las opresiones y los abusos históricos de la sociedad a su género. Es una lástima que algunos hombres no definan la igualdad de género como una prioridad porque no se ven afectados de forma directa y muchas veces cada uno defiende aquello que considera que merece más la pena defender.

Yo espero poder contribuir en todo lo posible a la educación de los hombres políticos, para que se progrese hacia la comprensión de que la lucha por la igualdad es una lucha de todos, no solo de las mujeres. La defensa de los derechos de las mujeres es la defensa de los derechos humanos; cuanto más igualitarios sean los derechos de género, más igualitarios serán los derechos de diversas culturas, religiones u orientaciones sexuales.

¿A qué obstáculos se enfrentan las mujeres a la hora de participar en la vida política?

Las mujeres se enfrentan a la discriminación sexista. Bien de manera consciente o inconsciente, por ideología o por prejuicios, el camino de una mujer hacia la política puede contener y contiene lamentable e injustamente más obstáculos que el de un hombre.

El machismo latente en nuestra sociedad hace que esté bien visto que el hombre esté en la calle socializando y relacionándose con otros hombres, mientras se critica a la mujer por no estar en casa cuidando a los niños.

El obstáculo de la cultura machista es que centra a la mujer como el ama de casa, restringiendo el gran potencial profesional de la mujer actual. No se trata que sea o el hombre o la mujer quien se limite a las tareas del hogar; ambos deberían tener una labor compartida, ya que no se opaca o limita el potencial de la mujer. La búsqueda de la paridad pasa por compartir las responsabilidades.

¿Se necesita fomentar la capacitación para ayudar a las candidatas políticas a desarrollar sus capacidades?

Sí se necesita, y no porque la mujer esté menos preparada que el hombre, sino porque no está acostumbrada a desarrollar ciertos hábitos y costumbres que el hombre ejecuta de forma innata, por ejemplo: según la evidencia que reflejan numerosos estudios sobre por qué existe un diferencial salarial entre hombres y mujeres, para la mujer no es intuitivo el desarrollar su red de contactos de forma premeditada. Para el hombre es más común y aceptable incluso que después del trabajo se vaya a tomar una copa con sus jefes o colegas y/o que lleve a cabo negocios en el campo de golf, mientras que la mujer solo se centra en el resultado de su trabajo sin prestar atención a sus relaciones. No es un tema de habilidad, es un tema de costumbres culturales.

Esta capacitación se convierte en necesaria, no para formar a mujeres porque estas lo necesiten, sino para descubrir y redescubrir que, independientemente de lo que dicte la sociedad, de los muchos impedimentos que se les puedan poner, las mujeres pueden llegar adonde quieran y deseen, solo limitadas por la fuerza de su voluntad.

“... la sociedad no alcanza su verdadero potencial cuando más del 50% de quienes la componen no está participando, aportando innovación, aportando creatividad”.

Hay un factor mundial que influye en la escasa visibilidad y representación femenina: el derecho a votar y a defender sus candidaturas electorales sin sufrir violencia.

Sin duda alguna, la violencia por participación política es un mal que ha de ser erradicado, ya que debido a esto la sociedad no alcanza su verdadero potencial cuando más del 50% de quienes la componen no está participando, aportando innovación, aportando creatividad, ideas y contribuyendo de forma positiva al desarrollo de la misma.

Es cierto que la violencia con respecto al voto o a la candidatura femenina se ven especialmente afectadas por la violencia a nivel mundial. Al dominar los ideales de discriminación de género los panoramas políticos en los cuales ocurren estas atrocidades, la lucha por la igualdad se vuelve especialmente vulnerable. Es un tema que hay que solventar de manera urgente y específica, mediando esfuerzos internacionales y nacionales, para eliminar la violencia política en general, y la violencia política por cuestiones de discriminación de género en especial.

“... no se racionaliza lo que una mujer política expone a la opinión pública, sino que la opinión pública primero ve a la mujer y luego juzga el valor de lo que contribuye”.

¿Las mujeres afrontan una ardua lucha para convencer a la opinión pública?

  

Lamentablemente, la campaña de Hillary Clinton, a la que contribuí todo cuanto pude, no fraguó en la democracia americana. Es una oportunidad para hacer autocrítica, y reevaluar lo que creemos sobre el progreso hacia la igualdad. Tomémoslo como una oportunidad para mejorar, para no darnos por vencidos, y entender que la lucha hacia la igualdad de género no ha terminado. Aún hay mucho terreno que cubrir. Contribuí a esta campaña no solo porque Hillary Clinton me parecía la candidata a la presidencia más cualificada de la historia, sino porque es un baluarte de la lucha feminista, representando la capacidad y la voluntad, por encima del género. Esta vez, no hubo triunfo. Pero el empuje hacia el progreso y la igualdad no han de cesar.

¿De qué manera lucha tu fundación por cambiar esta situación de discriminación?

Identificando los futuros líderes del mundo tomando en cuenta tres principios: el liderazgo, la responsabilidad y la igualdad. Hacemos todo lo posible para lograr que este mundo sea más justo y equitativo. Damos oportunidades a todas las personas que se comprometan a cumplir estas premisas indistintamente del género.

¿Una mujer a la que admiras?

Mi madre, por haber sido una mujer valiente que supo adelantarse a su época. No tuvo oportunidades para estudiar a pesar de haber sido una magnifica estudiante —su padre no tenía dinero para pagarle el autobús para ir a la universidad. De ahí que ella se autoeducase y autoformase y sea una de las personas más educadas que conozco. Ella nos inculco dos valores fundamentales: en primer lugar, todos somos iguales, hombres y mujeres, y lo que marca la diferencia es la actitud; en segundo lugar, el capital humano es el conocimiento y es lo que al final define tu ventaja competitiva. Para ello no hay atajos, es cuestión de trabajo y perseverancia.

Una mentora en tu vida…

He tenido la gran fortuna de haber trabajado con numerosas mujeres que terminaron convirtiéndose en mentoras de mi vida, pero la primera es Maura Hennigan, exconcejala de Hacienda de la ciudad de Boston, quien creía que ayudar a los demás no solo tenía sentido desde el punto de vista ético y moral sino que también servía para ayudarte a ti mismo. Cuando ayudas a otros terminas teniendo más amigos, más gente que te respeta y admira y una gran red de valiosas relaciones para toda la vida.