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PRESENTACIÓN
TELEVISIÓN EVERYWHERE

Guillermo Orozco Gómez

Hoy la televisión “está en todas partes”. Se expande de múltiples formas llegando en distintos horarios y contratos televisivos a diversas pantallas y dispositivos audiovisuales, ampliando significativamente sus índices de visionado, y logrando al mismo tiempo un cada vez mayor y variado involucramiento de sus audiencias.

¡La TV está más viva que nunca! Multiplicándose a través de diferentes formatos y relatos, transformándose creativamente, cambiando sus maneras de presentarse ante sus audiencias, de engancharlas e interpelarlas. Aun en su forma clásica de broadcasting o televisión radiodifundida, continúa llamando la atención, recibiendo altas sumas en inversión publicitaria, las mayores entre los medios masivos. Y en la mayoría de países, la televisión radiodifundida sigue también consiguiendo las mayores audiencias y marcando la pauta en la construcción colectiva de la “imagen de nación”, mientras continúa sirviendo de eje principal para el intercambio societal entre amplios sectores de población.

¡Pero la TV “se ha escapado” del televisor-mueble! Y se reparte en muchos dispositivos audiovisuales, mezclándose con otras actividades, otros momentos y lugares por los que transitan sus audiencias. Muchas siguen “viniendo” a ella, otras no; la encuentran o la llevan de nuevas e insólitas formas, todo lo cual parece marcar una nueva era para la TV y sus audiencias. Una era que algunos llaman de post-TV o cibervisión, como enfatiza el autor Sebastião Squirra en este libro, que se caracteriza sobre todo por una metamorfosis de la TV que inicia con su “liberación” de ciertas pantallas, como el televisor, y de ciertos lugares y tiempos para su consumo, mientras aumenta su multiplicación de formatos y géneros televisivos. Una nueva era en la que el origen de su producción deja de ser sólo televisiva, para ser también digital, y en la que existe una ampliación de posibilidades para su acceso por parte de las audiencias, que parece no tener límites, más allá de los costos involucrados en algunas opciones de conectividad. De aquí que se refuercen y se abran aún más desigualdades entre las audiencias, como advierte Miquel Francés en su capítulo.

Estamos ante un fenómeno nuevo, creciente, muy significativo, como lo es todo lo que afecte a la comunicación. Un fenómeno no meramente tecnológico o mercantil, mediático, estético o audiovisual, sino, cultural y político, que va más allá de la suma de sus partes, ya que se empieza a modificar justamente la “lógica del engagement con la televisión, es decir, el vínculo entre ésta y las audiencias, lo que incide en las formas de involucrarse e interactuar con ella, disfrutarla y “deconstruirla”. Un nuevo vínculo que no eclipsa otros anteriores, ni elimina a la TV ni a sus audiencias, tema que discute Guillermo Orozco Gómez en este libro.

La tendencia creciente de la televisión conlleva, por una parte, una programación televisiva que puede visionarse más allá de la pantalla del televisor-mueble y disfrutarse a “destiempo” de su emisión puntual y masiva, lo cual implica y facilita una serie de cambios tanto para las audiencias como para la misma televisión y sus programas. Uno de estos cambios tiene que ver con la necesidad de la TV actual de adaptar su programación —al menos parte de ella— a tiempos y ritmos “cortos y rápidos”, y de fácil visibilidad, puesto que las audiencias pueden hoy decidir cuándo ver lo que quieren ver, pero no tienen mucho tiempo ni quizá paciencia para ver y disfrutar TV más allá de algunos minutos en cada ocasión que “se conectan”. Situación inexistente antes de la convergencia entre pantallas inaugurada con lo digital y potenciada con la portabilidad de los dispositivos audiovisuales. Pero, ¿estamos realmente ante una nueva televisión? se pregunta Alejandro Piscitelli en su capítulo.

Por otra parte, la tendencia actual de la TV abre la posibilidad de una interlocución con las audiencias, que desde sus dispositivos móviles pueden disfrutarla, compartirla, modificarla, criticarla, incluso reconstruirla y, por supuesto, reenviarla a través de las redes. Lo que modifica esencialmente el rol de las audiencias como conglomerados de receptores a ser individuos atomizados, productores y emisores. Esta tendencia, sin embargo, aun no involucra a la mayoría de las audiencias: mientras las minorías están hiperconectadas, siguen existiendo mayorías desconectadas y las brechas digitales se amplifican, lo cual advierten varios autores en este libro.

Si la programación clásica de la televisión masiva era dirigida a una “masa” nacional medida en ratings y shares, que podía alcanzar hasta el 50 por ciento de hogares con el televisor encendido en un mismo canal a una misma hora, hoy cada vez más el alcance televisivo se desfasa en tiempos y se dispersa, se vuelve en todo caso intermitente, actualizándose de maneras inesperadas e impredecibles en conjuntos menores de individuos que pueden o no estar en los momentos de visionado de un programa. Se desvanece esa posibilidad de la “reunión a distancia” de una gran audiencia, que sin estar congregada en el mismo sitio, sí coincidía en estar frente al televisor y recepcionar el mismo producto televisivo en momentos determinados.

Una de las consecuencias y desafíos de que la televisión esté en todas partes es la dificultad de medir su visionado. Las empresas tradicionalmente encargadas del rating, como Nielsen o Ibope, entre otras, se encuentran buscando nuevas maneras e implementando otras metodologías para captar la migración de las audiencias y saber finalmente qué ven y con qué se conectan. Pero lo más importante, independientemente de que se logre captar en qué canal, video, película o sitio de Internetandan las audiencias”, es poder conocer qué hacen con ello, esto es mucho más de lo que cualquier rating puede medir.

Más allá de nuevas y perfeccionadas mediciones, la televisión requiere desarrollar y asumir una “presencia cualitativamente diferente” en sus audiencias, trascender ser un mero objeto de su visionado. Algo que supone interactividad e interlocución y que podría conseguirse a través de estrategias transmediales, en donde la nueva relación audiencias-televisión sea una de involucramiento y no de transmisión-recepción.

El modelo de comunicación mediática que impuso la TV y que ha imperado por más de medio siglo, caracterizado esencialmente por la unilateralidad de la emisión, siempre por su verticalidad y, muchas veces, por su autoritarismo aunado a la “pasividad” y subordinación de sus audiencias —con o sin su consentimiento— se está modificando con la televisión “en todas partes” y las posibilidades de interlocución que con ello se abren.

De ahí la existencia de diferentes posiciones frente a este fenómeno, desde los más optimistas en términos tecnológicos que se sienten en su “tierra prometida”, hasta los que ven en ese escenario posibilidades de participación de las audiencias y de fortalecimiento de una ciudadanía activa y comunicativa, hasta quienes contrariamente, advierten con sobre el riesgo y peligro que la creciente conectividad ensanchada acarrea para la vigilancia y el control político de las sociedades contemporáneas, como lo enfatiza nuestro primer autor Ignacio Ramonet y lo abordan otros autores en capítulos posteriores.

Con distintos énfasis y desde diversas perspectivas, los capítulos reunidos en estas páginas presentan y discuten aspectos específicos que buscan esclarecer algo del complejo fenómeno de una televisión que está en todas partes o multiplicada.

En la primera parte del libro, los autores se concentran en los aspectos sobresalientes del fenómeno televisivo contemporáneo, señalando sus tendencias e inercias, así como sus transformaciones más sobresalientes. Allí Omar Rincón hace con vehemencia, una crítica a posicionamientos ideológicos aún vigentes en algunos de los discursos sobre la TV y sus audiencias. En la segunda parte, Agustín García Matilla y Fernando Moreira abordan ejemplos concretos desde sus escenarios nacionales, de una televisión en todas partes. En la tercera parte, Alejandro Piscitelli, Gabriel Torres y Javier Darío Restrepo fundamentan perspectivas y opciones posibles para el futuro inmediato, así como la cooperación mutua entre televisiones de diferentes países, que comparte Joyce Barnathan. En el último capítulo, Gabriel Mariotto narra la historia reciente de la configuración de un nuevo escenario mediático y, en particular, televisual en Argentina, en el que las universidades, a través de sus departamentos de estudios de comunicación, contribuyeron para la transformación conjunta del sistema televisivo-mediático de la nación pampera y el posicionamiento de sus medios públicos.

Como en el caso de los libros anteriores, agradezco a los autores aquí reunidos por su disposición de reconvertir para los lectores sus presentaciones en el Foro TVmorfosis celebrado en la fil Guadalajara el 10, 2 y 3 de diciembre de 2014. Nuevamente mi agradecimiento a la Universidad de Guadalajara y especialmente a Gabriel Torres, ya que, sin su apoyo, el foro y el libro no habrían sido posibles.

Guadalajara, Jalisco, 24 de agosto de 2015

LO TELEVISIVO COMO ESCENARIO DE LAS TRANSFORMACIONES ENTRE TV Y AUDIENCIAS

Guillermo Orozco Gómez

Hoy ver TV ¡ya no es como antes! Mucho ha cambiado la televidencia1 como actividad central realizada entre una audiencia y el clásico televisor. La televisión se ha convertido en un medio que va a todas partes, porque las audiencias ya no están quietas, sino que están en movimiento; y aun cuando estén sentadas frente al televisor sus miradas van a todas partes, a diversas pantallas al mismo tiempo. El multivisionado de las audiencias supone su permanente conexión, aunque intermitente, con otras pantallas y dispositivos audiovisuales para ver películas, videos profesionales o amateurs, y un sinfín de productos audiovisuales mayores y menores, o simplemente escuchar música. Esto les permite satisfacer sus ansias de entretenerse, divertirse, emocionarse y estar conectadas.

Desde las audiencias, entonces, el interés por lo audiovisual se expande y rebasa cualquier pantalla o dispositivo de visionado, cualquier tiempo y lugar.

Desde la propia televisión, sus formatos “explotan”, se reconvierten, se hibridan, se multiplican. Así, desde ambas partes: productores-emisores y audiencias-comunicantes, las interacciones se multiplican y se vuelven cada día más activas e intencionadas y a su vez más impredecibles.

Estas interacciones son distintas a los tradicionales procesos de recepción, unilaterales y verticales desde la pantalla, no sólo porque suponen una nueva “forma de estar” de las audiencias, lo cual es evidente, sino porque en el fondo lo que se está modificado, que no es fácilmente evidente, es la “forma de ser audiencia”, ya que lo que cambia es el engagement junto con lo audiovisual, esto es, el vínculo2 entre TV y audiencias, relación que se ha ido modificando, sobre todo con la programación de ficción, especialmente la provocada por las teleseries (Orozco, 2014) y que tiene que ver con una transformación importante en la forma de “construir la credibilidad” en la ficción televisiva. Esto desemboca en una nueva manera de “interpelación” de la audiencia y, a su vez, en un modo distinto de construir una alianza con ella, una interpelación que va de considerarlas audiencias espectadoras, siempre ubicadas y consideradas en el polo de la recepción, a asumirlas y mirarlas como audiencias pensantes y activas, creativas y capaces de iniciar una interlocución con lo televisionado en la pantalla, capaces de adherirse a la trama de las historias contadas y hasta reconstruirlas.

Este cambio, por supuesto, no implica a todos los tipos de televisión, ni a todos los tipos de formatos televisivos, ni a todas las audiencias. Amplios sectores siguen sentándose frente al televisor-mueble y disfrutando con suma atención los segmentos de la programación ofrecida, especialmente de telenovelas, que como formato sigue teniendo el mayor rating en la mayoría de los países iberoamericanos (Orozco y Vasallo de López, 2015:55). Y por supuesto los deportes, que convocan más que nunca a los aficionados, quienes ahora también van moviéndose a cantinas y restaurantes donde poder apreciar los partidos de futbol en pantallas gigantes, rodeados de amigos y bebidas.

Al tiempo que hay nuevas formas de reunión y de estar frente a una pantalla televisiva, hay una fragmentación de las audiencias según diferentes criterios, uno de los cuales es la pertenencia activa de sectores de la audiencia a una cibercultura. Por otra parte, las audiencias más jóvenes son más “nómadas” y exploradoras que las adultas y hasta cuando quieren ver programas de la clásica televisión van a otras pantallas para disfrutarlos bajo otras condiciones de recepción y, sobre todo, consumen otros materiales audiovisuales provenientes de diversos orígenes, televisivos en sitios de Internet, como Youtube y a través de las redes sociales.

Hay una gran dispersión, tanto de la televisión como de vastos sectores de audiencias que, sin embargo “siguen fieles” a lo televisivo3 y aumentan sus horas de visionado sumando los tiempos dedicados a todas las pantallas con las que se relacionan. Una fidelidad independiente de pantallas, que se centra en esa especie de cualidad distintiva del lenguaje inaugurado por la televisión, cuya característica más sobresaliente es la de ser una representación de lo que muestra que no parece serlo, esto es, una representación que es capaz de borrar las huellas de su producción y mostrarse ante los ojos de los televidentes como la “pura” realidad (Orozco, 2014).

Lo televisivo como el ámbito permanente de la interacción audiencias-televisión

Lo televisivo, entonces, tiene la capacidad de situar a sus audiencias “en directo y de inmediato” frente a aquello que se muestra en la pantalla. Lo televisivo se diferencia así de lo cinematográfico, justamente en que lo cinematográfico no involucra a su audiencia de inmediato, sino siempre de manera diferida. Entre lo que se capta con la lente de la cámara de cine y lo que se proyecta en la pantalla, pasa tiempo, poco o mucho, pero tiempo, que es necesario para hacer la edición de lo que se está mostrando, que además puede incluir el añadido de efectos especiales a la imagen o a la secuencia filmada.

Lo televisivo está en la base de todas las formas televisuales. En un primer momento hubo una especie de simbiosis entre la televisión como medio masivo y lo televisivo, en la medida en que la televisión-mueble vino con lo televisivo y digamos que lo inauguró en un escenario comunicacional donde el medio audiovisual reinante era el cine que había llegado antes con lo cinematográfico.

Cuando la televisión empezó a multiplicarse de muchas maneras y salió del televisor-mueble, cambiando sus formatos tradicionales, ofreciendo a sus audiencias variadas opciones para conectarse con ella, se generó la impresión de que iba a desaparecer. En todo caso será un tipo de TV, la clásica, la que continúe teniendo una diminución paulatina de sus audiencias.

El debate actual sobre la televisión ha dejado atrás algunas predicciones catastrofistas que enfatizaban su extinción como medio masivo, frente al desarrollo galopante de dispositivos audiovisuales inteligentes y portátiles que están permitiendo un efervescente intercambio comunicativo entre amplios sectores de las audiencias, especialmente jóvenes, y entre audiencias y contenidos variados producidos y transmitidos en y desde diversas pantallas. El discutido “fin de los medios masivos” (Carlón y Scolari, 2009) se ha eclipsado ante un escenario nuevo, en el que lo televisivo, no la televisión clásica masiva y unidireccional, ni ninguna de las otras televisiones —muebles o televisiones— instituciones, es lo que adquiere centralidad e importancia en el intercambio comunicativo-audiovisual contemporáneo.

Conceptos como el de television everywhere y television over the top, reflejan el momento y tendencia actuales, en los que mientras la TV clásica se desvanece como el único o el preferente centro productor y transmisor predominante de los productos televisivos, lo televisivo, paradójicamente se fortalece, y se ha diversificado y hasta reinventado al no depender sólo de la televisión tradicional y de sus productores de siempre. Hoy en día, y cada vez más en el futuro, lo televisivo se construye desde diversas industrias, pantallas y dispositivos tecnológicos; se construye también desde las mismas audiencias, convertidas en usuarios y productores amateurs, y se intercambia y recompone permanentemente.

Si hasta hace poco el reto de una televisión comercial era cómo tener más rating, y el reto de una TV pública cómo ser significativa para los ciudadanos, el desafío mayor hoy para ambas televisiones es cómo asegurarse un sitio importante en lo televisivo, esto es, en ese flujo audiovisual que sostiene al ecosistema mediático informacional analógico y digital diverso, imperante especialmente entre aquellos sectores mayoritarios de la audiencia con los que puede crecer y producir más: los jóvenes.

La interlocución medios-audiencias: condición de sobrevivencia para la televisión del futuro

Una nueva televisión, actualmente debe abandonar la búsqueda de audiencias consumidoras, para centrarse en fortalecer audiencias interlocutoras, facilitando puntos de encuentro, los canales de diálogo-debate y coproducción. A su vez, tiene que abolir la centralidad de la transmisión unilateral, para construir colectivamente con la audiencia al menos una parte de su programación multilateral o bilateral.

La implicación más importante para una nueva TV es que no hay que planear todo anticipada y unilateralmente, sino construir la oferta programática de manera conjunta con las audiencias, para lo cual hay que abrir el espacio e instrumentar procesos de intermediación con ellas; procesos que desemboquen y permitan una coproducción de contenidos, lo cual implica incluso ser capaces de superar la idea de entender a los medios como entes blindados, para pensarlos como plataformas y redes, en donde lo televisivo sea el eje aglutinador, tanto de la producción audiovisual como del intercambio comunicativo con y entre las audiencias y los emisores profesionales.

Lo nuevo no está en cambiar sólo la oferta de contenidos, esto es, lo que se cuenta en la pantalla, sino principalmente sus “lógicas de narración”, o sea, sus modos de ser contadas. Es aquí donde se establece el vínculo con las audiencias y su fidelidad al contenido, programa o serie, y por supuesto aquí también es donde estaría la novedad, para lo que las televisoras y las escuelas de comunicación y producción audiovisual tendrían que desarrollar una nueva estrategia de guionismo.

La característica de un nuevo guionismo iría alrededor de lo transmedial e implicaría una asunción activa de la audiencia en la trama, lo que significa que la audiencia incluso tendría que completarla al verla, como ha sucedido en la serie Lost, que tanto éxito tuvo a nivel mundial.

Lost cambió el parámetro de la narración en la ficción televisiva, creando permanentemente subhistorias y dejando huecos narrativos para promover la imaginación creativa de las audiencias, que en lugar de esperar el siguiente episodio para ver el desenlace del conflicto planteado en el anterior, lo esperaban para saber si habían atinado en lo que seguía o si entendían la secuencia de la nueva narración, es decir, si habían colocado acertadamente su pieza del rompecabezas.

Lo transmedia no sólo significa la multiplicación de un contenido en varias pantallas, ni aun la producción de materiales diversos pero vinculados que amplían el relato central a partir de la construcción de otros colaterales (Scolari, 2013), significa principalmente el movimiento y la voluntad de apropiación que tienen las audiencias para trasladar esos contenidos a otros espacios, lo que supone que son ellas las que definen qué trasladar, cómo trasladarlo y qué sentido darle a esa nueva producción. Por ello, la apuesta está en generar desde la televisora los circuitos y los insumos que faciliten “la migración de los contenidos”, lo que permitirá a las audiencias generar desde el canal el puente hacia las otras pantallas y no al revés, convirtiéndose así el canal televisivo en el polo del proceso comunicativo que recupere los contenidos que sus audiencias hicieron fuera de éste.

Con base en lo anterior, estamos en el umbral de una nueva televisión y una nueva interlocución con las audiencias, lo que significa una nueva era de lo televisivo, una era donde las empresas mediáticas tanto comerciales como públicas, se reacomodarán bajo otros criterios distintos a los que les han dado existencia hasta hoy, criterios que tienen que ver con una especie de “omnipresencia de lo televisivo” en la interacción societal, en buena parte independiente de procesos productivos actuales, y cada vez más dependiente de la participación creativa de las audiencias y de la garantía por parte de los estados de sus derechos a la interlocución.

Fuentes

Carlón, M. y Scolari, C.

2009 El fin de los medios, el comienzo de un debate. Buenos Aires: La Crujía.

Orozco G.

s.f. “Del medio al relato: la ficción mediática como epicentro de transformaciones del vínculo con las audiencias” [en prensa].

2014 “La televisión, lo televisivo y sus audiencias. El estallamiento de sus vínculos con la ficción”, Telos, núm. 99.

Orozco, G. y Vasallo, M.

2015 Relaciones de género en la ficción televisiva. Observatorio Iberoamericana de la Ficción Televisiva. Porto Alegre: Sulina.

Scolari, C.

2013 Narrativas transmedia. Cuando todos los medios cuentan. Barcelona: Deusto.

1 Concepto creado por el autor en 1990 para designar la actividad específica de ver televisión, junto con el concepto de cinevidencia para referirse a la relación con el cine. Ambos conceptos para evitar la formulación tradicional e indistinta de “leer los medios” o simplemente verlos.

2 Aquí se toma como sinónimo de enganchamiento.

3 Es decir a lo propio del lenguaje de la TV, por lo cual le es posible ubicar a sus audiencias ante representaciones verosímiles y fidedignas de la realidad como si fueran la realidad misma.