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Dedicatoria


Dedico cada una de estas historias, cada diálogo, cada palabra, idea e imagen, a las dos mujeres de mi vida: Bárbara y Gala.8

Agradecimientos


Agradezco a la vida la oportunidad de ser médico. Agradezco a los pacientes, que me han permitido ayudarlos. Ellos abrieron una parte de sus vidas, para que yo me inmiscuya en sus asuntos y busque la manera más eficaz de mejorar su salud.


Agradezco a mis mentores y colegas, muchos de ellos ficcionados en estas historias inventadas. Algunos nombres que quisiera mencionar: Ricardo Iglesias, Víctor Daru, Miguel Ángel González, Álvaro Sosa Liprandi, Pablo Chiale (Q.E.P.D.), Marcelo Elizari, Antoni Bayes de Luna, Jerónimo Farre, Carlos Morillo; de todos ellos aprendí cosas muy importantes para mi carrera médica y científica.


Mis compañeros de ruta durante el entrenamiento: Pablo Courtade (Q.E.P.D.), Pablo Cingolani, Gustavo Torrente, María Eugenia Passadore, Gladys Arduini, Rodrigo Carballido, Sergio Baratta, Gabriel Aisenberg, Guido Bergman, Eddy Blumberg… y muchos otros y otras que llevo en la memoria.


Agradezco a Lina, Suanny, Andrés, Carlos y Jaime por la confianza, el apoyo y las ganas de ir por caminos nuevos.


Agradezco al “Tito” y la Julia, a Mariana, la familia.


Agradezco el tino de seguir mi instinto, casi siempre a trasmano, que me llevó un día a escribir estas historias, estas charlas, las Charlas de hospital.


Adrián Baranchuk

Kingston, Ontario, octubre de 2018

Prefacio


Charlas de hospital son cuentos inolvidables que relatan historias compartidas y tienen la fuerza de la realidad.


El Dr. Adrián Baranchuk, mi querido hijo, me solicitó la redacción de un prefacio para sus charlas. Charlas que tratan del acontecer de la vida hospitalaria y la formación médica, ayer como alumno, hoy como conferencista, cuando es convocado. Es digno de destacar que pone el mismo empeño ante auditorios de diez oyentes o de trescientos a salón lleno.


“Adriancito”, como lo llaman con cariño sus superiores, o “Adrián”, como lo llaman sus compañeros de trabajo, con respeto y amistad. No es menor el amor que trasciende cuando se refiere a su familia, a sus padres o sus amigos.



En sus textos encontramos escenas de sano humor y otras de dolor, despedida y adiós.


Este escrito tiene la virtud de que puede ser leído en cualquier sentido, de adelante para atrás o de atrás para adelante. Lo que no puede perderse es el último de la serie, En primera persona, en el cual Adrián muestra sus condiciones de escritor y su alma de médico.


Resumen de los temas tratados


Este listado de cinco temas tratados en el texto es una ayuda para localizarlos:

Comunicación: charlas 1, 5, 8, 9, 10, 12 y 19.

Comunidad: charlas 4, 13, 16, 21 y 25.

Medicina: charlas 3, 20 y 22.

La vida: charlas 6, 7, 11, 23 y 26.

La vida y la muerte: charlas 2, 14, 15, 17, 18 y 24.


Norberto Baranchuk

Prefacio


En Charlas de hospital se condensan casi treinta años de vida de alguien que todavíaestá recorriendo un largo camino como médico y como ser humano. De personalidad vigorosa, Adrián Baranchuk moldea, marca rumbos e imprime actitudes con su presencia y enseñanzas. Pertenece a una generación que no se resignó solo a la fría práctica profesional, sino que se proyecta de manera generosa en la vida y en los sentimientos de los demás para cuidar, sanar y compartir las angustias y el dolor del otro. Cursó sus estudios secundarios con uno de mis hijos. Ya entonces me impresionó tanto su inteligencia y vivacidad, así como su afán permanente de atesorar conocimientos.


Los recuerdos de Adrián de un hospital se remontan a la infancia, cuando acompañaba a su padre, médico destacado que, a la sazón, era director de la Maternidad Sardá, el hospital más importante de la especialidad en la ciudad de Buenos Aires. Allí, aprendió a jugar al ajedrez y fue testigo presencial y admirador de la abnegación, vitalidad, amor por la profesión y comportamiento ético de su padre. Como resultado de dicha admiración, ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires con el deseo y con la convicción de seguir los pasos de su progenitor. El humanismo, el acerbo cultural y la afición estética de Adrián fueron recibidos por influencia de su madre, cultora de la belleza del espíritu y de todo aquello tocado por la virtud.


El fuerte perfil de su personalidad, su estructura moral, sus logros académicos y su laudable vocación médica y docente le han hecho acreedor del respeto de sus pacientes, de sus pares y de la comunidad científica internacional.


Aun cuando el Dr. Baranchuk zumbonamente dice que “el idealismo poético le es esquivo”, el lector comprobará que esto no es cierto. Escribe… y escribe muy bien, denotando una exquisita sensibilidad y un enorme bagaje cultural y conocimiento musical. En su particular estructura literaria, Charlas de hospital abarca, más allá de la mera medicina y la cardiología, un mosaico de alusiones a la condición humana en donde sus personajes, o el mismo autor, se muestran con llaneza y espontaneidad natural desde diferentes perspectivas. Para la mentalidad pragmática del médico, el poder manejar el sentido ético de la vida y de la profesión hace de Charlas de hospital un aporte significativo para quienes comienzan a recorrer el nada fácil camino de la profesión. Todos estos ingredientes hacen que este libro resulte cautivador desde la primera página y su ritmo vertiginoso nos impide abandonar su lectura hasta el final, en donde Adrián hace gala de sus dotes de escritor, poeta y músico.


La imaginación de Adrián es humorística y, al mismo tiempo, enciclopédica y eticista. Como una metáfora, cada situación que describe es lo que dice y también lo que alude, cuya interpretación está a cargo del lector. Su prosa florida y fresca, con una arquitectura narrativa y un estilo muy personal, está impregnada del folklorismo de nuestra lengua y de “lo argentino” (y más aún “porteño”),y como tal, es difícilmente traducible a otra lengua.


Con gran maestría, los diálogos y las reflexiones de las anécdotas tienen la virtud de reafirmar los valores morales, la ética y el humanismo que deben regir nuestra profesión para denunciar injusticias, discriminación o corrupción. Particularmente, es rescatable el tratamiento que el autor realiza en relación con las distintas formas de la discriminación que afectan o sufren los médicos por parte de los pacientes, los familiares de los pacientes o los mismos colegas.


En sus capítulos, el libro deja traslucir nuestra sufriente y dolorosa realidad en lo que respecta a la relación médico-paciente y a la no menos importante relación con sus familiares. Receptivo, persuasivo, pedagógico y consolador, Adrián muestra cómo atemperar estas falencias en el particular espacio de la terapia intensiva, en los complejos procedimientos invasivos y en la asistencia cotidiana.


El último capítulo es una vibrante descripción del amor paternal. El Dr. Baranchuk analiza y reflexiona sobre su tarea diaria en el laboratorio con sus pacientes, pero ahora se trata de decidir el tratamiento para su hija Gala, que va a ser sometida a una ablación por radiofrecuencia de una vía accesoria. Aun cuando el procedimiento presenta muy bajo riesgo de complicaciones, relata los momentos de angustia, de dolor y de miedo vividos para tomar la decisión: la posibilidad de muerte por la presencia de una vía accesoria no tratada o relacionada con una complicación. Conocedor, como el mejor, del manejo de esta patología, debe decidir qué hacer con Gala y comenta que “saber mucho puede ayudar, pero también conlleva el inconveniente de saber demasiado”, y es precisamente su gran experiencia lo que genera su aflicción y duda dolorosa. Finalmente, todo sale bien y comparte su alegría con Bárbara, su “mujer de fierro”, y Gala.


A pesar de la existencia avasalladora de otros medios de comunicación, el libro médico sigue siendo sinónimo de estudio, producto de reflexión y cuidadosa elaboración, y Charlas de hospital reúne estos requisitos. Estudiantes jóvenes, residentes, médicos y hasta el más encumbrado profesor podrán disfrutar de las vivencias profundamente humanas que enmarcan nuestra profesión, que Adrián Baranchuk transmite con estilo personal, simbólico e íntimo.


Marcelo Elizari

Prólogo


Charlas de hospital (Adrián Baranchuk)


Adrián Baranchuk tiene tres grandes amores. En primer lugar, su familia, su maravillosa esposa Bárbara, la compañera ideal para la vida de un hombre soñador, ilusionado y enamorado de muchas cosas, pero, sobre todo, de ella y de Gala, la hija que ambos han concebido para perpetuar y consolidar su amor… Bien se nota en el emotivo capítulo que escribe sobre la “peripecia” cardíaca que sufrió Gala hace unos meses… lleno de ternura, de amor, de miedo de perder algo que era más importante que su vida. En este capítulo, bAdrián nos manifiesta lo importante que es para él el núcleo familiar, del que también forman parte, por supuesto, sus padres que están presentes en otras partes del libro.


Otro de sus grandes amores, y en realidad el motivo de que escriba estas Charlas de hospital, es su profesión: la medicina y su especialidad de cardiología. El libro está impregnado de experiencias vitales, sobre todo de sus primeros años como estudiante y residente, que nos demuestran cuán apasionado es Adrián con su profesión y cómo “disfruta” con esta. Le gusta ayudar a los compañeros y a los enfermos, y también tiene demostraciones de gran afecto por algunos de los que fueron sus jefes… ¡una maravilla! No me extraña que hayas triunfado, tienes todos los ingredientes para ello: inteligencia, imaginación y esfuerzo. Esto último es fundamental, pues la inteligencia puede originar ideas brillantes, pero si no se materializan con el esfuerzo, no siempre se convierten en algo creativo y transcendente…. La “gloria” se alcanza, pues, con esta mezcla de ideas más esfuerzo, y tú, Adrián, has sabido elegir este camino que ya te ha llevado a esta meta…. y aún lo que te queda. Tienes experiencia, tiempo y proyectos científicos que, sin duda, te llenarán de orgullo, porque serán muy importantes para el beneficio de tus pacientes y también servirán de enseñanza a tus colegas y discípulos.


El tercer gran amor de su vida es la amistad. Adrián se entrega a ella en cuerpo y alma. El libro está lleno de demostraciones de amistad hacia sus colegas y sus pacientes… Yo he tenido la oportunidad y la suerte de comprobarlo, y me siento orgulloso por ello. Gracias, Adrián, por tu amistad y por tu dedicación a mi persona y a mi obra. A mis ochenta años te digo que “me has dado cuerda”, como decimos en Cataluña. Conmigo han gozado también del privilegio de tu amistad otras personas muy queridas por ambos, entre ellas, Marcelo Elizari y el inolvidable Pablo Chiale, a quien haces un merecido homenaje especial. En ocasiones te he dicho: “te deseo que, como me ha ocurrido a mí, encuentres un Adrián Baranchuk en tu vida… aunque sea a los setenta años”.


Querido amigo, un abrazo muy fuerte y sigue así toda tu vida: apasionado, inconformista, creativo, luchador y enamorado de lo que te he dicho: tu familia, tu profesión y tus amigos, entre los que tengo la suerte de encontrarme.


Que seas muy feliz por muchos años junto a los tuyos.


Antoni Bayés de Luna