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Índice

Sobre el Concurso Ciencia que ladra-La Nación

Este libro (y esta colección)

Acerca de la autora

Dedicatoria

Agradecimientos

Quitar manchas es pura ciencia

1. Manchita, dime por qué manchas

2. Detectives de la limpieza

3. Limpiar la casa con productos caseros

4. Pura espuma

5. Los productos de limpieza de la casa, en el cuerpo

6. Limpieza sin químicos: misión imposible

Y colorín, colorado…

Bibliografía comentada

colección

ciencia que ladra

Dirigida por Diego Golombek

Florencia Servera

UN CIENTÍFICO EN EL LAVADERO

Manchas, olores, ciencia, tecnología y suciedad

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Servera, Florencia

© 2014, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Sobre el Concurso Ciencia que ladra-La Nación

Este libro obtuvo el primer premio del Concurso Internacional de Divulgación Científica Ciencia que ladra-La Nación 2014 por decisión unánime del jurado, integrado por Diego Golombek, Nora Bär, Juan Nepote y Paula Bombara.

El concurso fue organizado por Siglo Veintiuno Editores y el diario La Nación, y el Conicet como organismo invitado.

Agradecemos especialmente a la Fundación OSDE y a la empresa DOW, que de inmediato se entusiasmaron con este proyecto y decidieron auspiciarlo.

Más información sobre el concurso disponible en <www.sigloxxieditores.com.ar> y en <www.facebook.com/Cienciaqueladra>.

El editor

Este libro (y esta colección)

Para el jabón ofrezco esta oda,

porque siempre lo tuve, y lo tengo,

como básico camarada de limpieza,

al lado del meloso desodorante

y del champú que corona.

Símbolo bienoliente,

querubín espumoso,

anfibio extravagante.

Pablo Neruda, “Oda al jabón”

En las publicidades siempre funciona: los niños juegan en la plaza con sus delantalitos blancos, llegan a la casa, y la madre (siempre es la madre) primero pone cara de “ay, qué voy a hacer con estos chicos”, y enseguida sonríe y recuerda que tiene Limpiadex, el polvo que todo lo puede y que deja la ropa más blanca que la nieve. Pero… ¿cómo lo hace? ¿Y qué tiene que decir la ciencia al respecto?

Increíblemente, la limpieza también funciona, y sigue principios de lo más científicos. El detergente o la lavandina, pero también el vinagre, el bicarbonato, la bencina o hasta el fijador de pelo, pueden ser aliados insuperables para sacarnos de encima esa gota de grasa de choripán del pantalón o un rastro de lápiz de labio del cuello de la camisa. Es que la limpieza, en la mayoría de los casos, se basa en la interacción química entre la mancha, el manchado y el quitamanchas: allí donde el agua no alcanza, los físicos y los químicos inventan las mejores maneras de divorciar lo que ensucia de lo que se ensució.

Por este higiénico libro desfilan jabones, detergentes, sales y solventes, para ser la envidia de las madres del barrio. El mecanismo de acción dependerá de la mancha y del remedio. Florencia Servera se arremanga, se calza los guantes y nos enseña todo lo que hay que saber para ser un científico limpito y feliz. Nada se le resiste: ni la salsa de tomate, ni el pasto, ni el zapallo: a cada mugre le llega su método experimental.

Hay algunos conceptos básicos que aprender, como la inevitable enemistad entre el agua y las grasas (y aquí los surfactantes –ya verán de qué se trata– son las estrellas de la película), el rol de las enzimas o el pH necesario para remover ciertos colorantes. Florencia también nos da maravillosos temas de conversación para intentar una conquista en el lavadero del barrio; quién sabe si los consejos aquí vertidos no podrán ser inicio de futuras parejas científicas y pulcrísimas. Así, sin darnos cuenta, nos iremos haciendo expertos en el arte de la elegancia… y del laboratorio.

Claro que la limpieza también puede tener que ver con nuestro cuerpo. A más de un científico le deben haber dicho alguna vez “¡andá a bañarte!” Hoy esto puede representar un sano consejo, pero durante gran parte de la historia de la humanidad el baño y la consecuente limpieza no eran algo de lo cual jactarse o a lo que dedicarse con mucha periodicidad. Incluso se consideraba que el baño podía ser peligroso para la salud, ya que “al destapar los poros de la piel” nos dejaría expuestos a cuanta porquería estuviera dando vueltas. Mejor unos buenos perfumes o desodorantes para que, al menos, no se notara tanto la mugre acumulada.

Pero… ¿puede haber “demasiado de algo bueno”? ¿Hay un exceso de limpieza? Podría ser: existen estudios que proponen que el exceso de antibióticos, desinfectantes y demás superhéroes parece aumentar la incidencia de alergias y otras delicias. Un poquito de contagio en el momento adecuado estimula y sienta bien. En este sentido, los jabones antimicrobianos no son necesariamente recomendados en situaciones normales, ya que pueden eliminar algunas bacterias “de las buenas”. Es más: un poco de tierra hasta puede ayudarnos a ser más felices. Sí: hay una bacteria (con el alegre nombre de Mycobacterium vaccae) que parece tener un efecto positivo sobre el sistema nervioso; será cuestión de desarrollar desinfectantes que dejen intacta a esta muchacha.

De esta ciencia de la limpieza trata el libro de Florencia, que recibió el primer premio del concurso de divulgación científica “Ciencia que ladra”. Con estas instrucciones en la mano ya no hay riesgo de que un día lleguemos al laboratorio y encontremos escrito en el vidrio de la puerta “lavame, sucio”. La ciencia, si limpia, dos veces ciencia.

Esta colección de divulgación científica está escrita por científicos que creen que ya es hora de asomar la cabeza por fuera del laboratorio y contar las maravillas, grandezas y miserias de la profesión. Porque de eso se trata: de contar, de compartir un saber que, si sigue encerrado, puede volverse inútil.

Ciencia que ladra... no muerde, sólo da señales de que cabalga.

Diego Golombek

Acerca de la autora

Florencia Servera

(flors_23@hotmail.com)

Nació en Pergamino, Provincia de Buenos Aires, en 1990. Es licenciada en Enseñanza de las Ciencias, con orientación en Didáctica de la Química, por la Universidad Nacional de San Martín, y profesora de Química. Actualmente se desempeña como docente de Ciencias Naturales, Fisicoquímica y Química en escuelas de gestión pública y privada de su ciudad.

A mi querido abuelo Queco, que me susurra cuando escribo, desde algún lugar del cielo.

Agradecimientos

Agradezco a mis padres, María Rosa y Dante, y a mi hermano Juan Cruz, por su apoyo incondicional. A mis amigos, por acompañarme y alentarme en este hermoso camino que se inició en los últimos meses. A mi profesora Liliana, por hacerme reencontrar con las ganas de escribir después de tanto tiempo. A Carlos Díaz, por permitirme entrar en este nuevo mundo. A Paula Bombara, Juan Nepote y Nora Bär, que junto a Diego Golombek eligieron esta obra y me dieron la oportunidad de formar parte de esta maravillosa colección. A Gabriela Vigo, por su paciencia, apoyo y sugerencias, y a todos los que hicieron posible que este libro saliera a la luz.

Quitar manchas es pura ciencia

Cuando se habla de científicos, lo primero que uno suele imaginar es a un señor despeinado y vestido con una impecable bata blanca. Pero… ¿por qué esa bata siempre está limpia? ¿Acaso está confeccionada con una tela antiadherente y la suciedad le resbala? No, señoras y señores, a ellos les pasa lo mismo que a todos los mortales: de las manchas no se salvan.

¿Quién no ha escuchado alguna vez a su madre renegar porque nos ensuciamos la ropa con algo que no sale? ¿Cuántas veces dejamos de usar prendas que nos gustaban por suciedades que no desaparecían ni con el quitamanchas más potente? Estas cuestiones son muy frecuentes en la vida cotidiana y muchos creen que no tienen solución. Si se sienten identificados con ellos, ¡no se desanimen! Ni la mancha más rebelde puede resistirse cuando la ciencia se pone al servicio de las amas y los amos de casa. Existen trucos que, lejos de ser difíciles de emplear o de requerir productos costosos, son el as en la manga que les permitirá dejar su ropa y su casa como nuevas usando sólo aquello que todos tenemos a mano. En definitiva, el lavadero y la cocina son verdaderos laboratorios, equipados con el instrumental y los materiales indispensables para salir del apuro.

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El agua, el jabón, el detergente, el vinagre, el alcohol, el bicarbonato de sodio y la sal de mesa son sólo algunos de los comodines con que contamos. Basta saber cómo y cuándo utilizarlos. Y es allí donde la ciencia se entromete para justificar, a partir de la composición y las características de las distintas suciedades, si el remedio que se usa es realmente útil para disolverlas, arrastrarlas o transformarlas en otras que se remuevan fácilmente o, por el contrario, nos causará un dolor de cabeza. Uno de los propósitos de este libro es analizar los trucos que recomiendan las revistas y las publicidades para mostrar su lado científico, y desmitificar la utilidad de otros.

Sin embargo, es necesario aclarar que no trata exclusivamente de manchas. También incluye cuestiones vinculadas a la limpieza del hogar, que, aunque suene extraño, no siempre fue la indispensable tarea cotidiana que es en nuestros días. De hecho, durante la pandemia de peste negra que se desató en Europa a fines de la Edad Media, se aconsejaba a la población que no se lavara con agua. Tampoco se empleaba la amplia gama de productos que hoy tenemos a nuestro alcance. Por ejemplo, los jabones comenzaron a utilizarse masivamente durante el siglo XIX, y los detergentes, a mediados del siglo XX. Cambia… todo cambia.

Podría decirse que los protagonistas de este libro, además de los trucos de limpieza y los productos caseros, son los medios de comunicación. De ellos recibimos todo tipo de anuncios acerca de artículos limpiadores “sin químicos” o multifunción que, en un abrir y cerrar de ojos, dejan las superficies de la casa como nuevas o la ropa impecable y como recién comprada. ¿Qué secretos hay detrás de la eficacia de estos productos? ¿Los que no tienen químicos son más amigables con el ambiente que aquellos que sí los tienen? ¿Podemos intoxicarnos o contaminar el interior de nuestra casa cuando limpiamos? Estos y otros interrogantes serán develados en las siguientes páginas.

Este libro pretende hacer la vida de las amas y amos de casa un poquito más fácil sacando a la luz la magia y los misterios ocultos del mundo de la limpieza. Entonces, pónganse los guantes de goma y prepárense para emprender el viaje.

1. Manchita, dime por qué manchas

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Descubriendo la polaridad de los quitamanchas caseros

En el mundo de las manchas, conocer la polaridad de las moléculas que forman un determinado líquido es útil para saber si podrán generarse fuerzas de atracción con las de la suciedad y si el producto finalmente servirá para sacarla. En esta experiencia, investigaremos la polaridad de algunos artículos de limpieza caseros que se proponen en las revistas como quitamanchas.

Aviso: Para llevarla a cabo, necesitarán un voluntario dispuesto a ayudar.

Los materiales necesarios

El paso a paso

Perforen el fondo de los vasos descartables con la aguja de manera tal que quede un orificio en el centro. Luego, tapen el orificio con un trocito de cinta adhesiva y viertan uno de los líquidos en cada vaso hasta que ocupe la mitad de su capacidad. A continuación, pídanle al voluntario que frote enérgicamente la regla contra el paño de lana.

Ahora, apoyen uno de los otros recipientes en la mesa y, sobre él, a aproximadamente un metro de altura, sostengan uno de los vasos descartables. Retírenle la cinta para que caiga un hilo del líquido (debe caer en forma continua; si no lo hace, agranden un poco el orificio). Díganle al voluntario que detenga el frotamiento y acerque rápidamente la regla al chorro del líquido sin que lo toque. ¿Observan algún cambio? Repitan la experiencia con los líquidos contenidos en los otros vasos.

¿Qué sucedió?

Al frotar un paño de lana contra una regla, se transfieren electrones desde el primero, que adquiere carga positiva, hacia la segunda, que queda cargada negativamente (se genera la famosa electricidad estática). Cuando se deja fluir un chorrito de un líquido polar y se le acerca la regla cargada, este se curva y se le aproxima debido a la fuerza de atracción que se produce entre el polo positivo de sus moléculas y las cargas negativas de la regla.

Como las moléculas que componen el agua son polares, su recorrido se desvía. Lo mismo sucede con el alcohol etílico y el vinagre blanco. En cambio, los chorritos de gasolina y de bencina no modifican su trayectoria porque son solventes no polares y, en consecuencia, no se generan fuerzas de atracción entre las moléculas.

Ahora que ya sabemos cómo influye la polaridad en la disolución de los componentes de las manchas y cómo ocurren las reacciones que permiten su eliminación, estamos listos para comenzar el recorrido por los trucos que aparecen con frecuencia en las publicidades y las revistas.

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1 Los televisores y monitores a los que se hace referencia son aquellos que funcionan a partir de un tubo de rayos catódicos. En la actualidad, han sido sustituidos por los de pantalla plana, como los LCD, LED y plasma. Para alegría de las amas y los amos de casa que los tienen, en sus pantallas no se acumula electricidad estática y no se adhiere tanto polvo.

2 Véase La química está entre nosotros, de Julio Andrade Gamboa y Hugo Corso, en esta colección.

3 Truco infalible para descubrir a los químicos presentes en la audiencia: son los únicos que se van a reír.

2. Detectives de la limpieza

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