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Colección

Portada

Copyright

Prólogo a la segunda edición

Dedicatoria

Prólogo (Carlos Altamirano)

1. Esteban Echeverría, el poeta pensador (Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano)

I. El poeta

París, 1826

Buenos Aires, 1830

El héroe romántico

Dramas rurales y urbanos

La alegoría política

II. El doctrinario

La misión profética

La empresa generacional

La síntesis de los elementos

Las dos tradiciones: reacción y progreso

De la democracia posible a la democracia verdadera

2. El orientalismo y la idea del despotismo en el Facundo (Carlos Altamirano)

3. Una vida ejemplar: la estrategia de Recuerdos de provincia (Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo)

La estrategia del texto

La elección del género

El autodidacta y la máquina de aprender

Nace un escritor

La cadena de los libros

El poliglotismo rioplatense

La carrera del talento

El letrado y el caudillo militar

Una genealogía decente

“Los vínculos de la sangre, la educación y el ejemplo seguido”

Herencia de madre y padre

Herencia y construcción de un personaje

4. La Argentina del Centenario. Campo intelectual, vida literaia y temas ideológicos (Carlo Altamirano y Beatriz Sarlo)

¿Somos nación?

El horizonte ideológico

La mediación de la historia

Profesión: artista

La comunidad de escritores

El mercado literario: la consagración y el éxito

Promesas, malogros y proyectos literarios

Criollos y gringos: una historia de palabras

Mito y tradición

Nacionalismo cultural: dos programas

El retrato de artista

5. La fundación de la literatura argentina (Carlos Altamirano)

Tradición o barbarie

6. Vanguardia y criollismo. La aventura de Martín Fierro (Beatriz Sarlo)

Nota bibliográfica

Vanguardia y vida literaria

Crear un ambiente

La literatura como mercancía

Vanguardia y criollismo

La tradición de la vanguardia

La estética de Martín Fierro

Los héroes moderados

Síntesis y tensiones

7. La perspectiva americana en los primeros años de Sur (Beatriz Sarlo)

8. Oralidad y lenguas extranjeras. El conflicto en la literatura argentina durante el primer tercio del siglo XX (Beatriz Sarlo)

colección

teoría

Carlos Altamirano

Beatriz Sarlo

ENSAYOS ARGENTINOS

De Sarmiento a la vanguardia

Altamirano, Carlo

© 2016, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Prólogo a la segunda edición

Este libro fue publicado por el Centro Editor de América Latina en 1983. Se lo dedicamos entonces a Boris Spivacow, uno de los héroes de la resistencia cultural a la dictadura que terminaba justamente ese año. Es difícil pensar en la mayoría de estos ensayos sin las posibilidades abiertas por Spivacow. No se trata simplemente de que ellos fueran editados por su sello. Se trata más bien de que los escribimos porque, trabajando en el Centro Editor desde 1976 hasta 1983, tuvimos los medios mínimos para realizar una tarea intelectual que, en duras condiciones económicas y políticas, hubiera sido de otro modo casi imposible. Como empleados de Spivacow no sólo editamos colecciones de libros, sino que pudimos redactar estos artículos que íbamos publicando fuera del país en revistas dirigidas por Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar y Saúl Sosnowski. En versiones más cortas, los análisis sobre Sarmiento, sobre la vanguardia o sobre Sur también circularon en ese lugar imprescindible que es, para muchos de nosotros, la revista Punto de Vista.

Los Ensayos argentinos (cuya tirada fue de muchos miles de ejemplares, como correspondía a las ediciones del Centro) se agotaron hace varios años. Nos pareció que valía la pena reeditarlos. Son un capítulo de nuestro trabajo en historia intelectual, literaria y cultural, que tuvo bastante circulación y, para autores que esperaban poco, singular fortuna. Desde entonces cada uno de nosotros exploró por su cuenta y en varias direcciones otros temas, pero no nos abandonaron algunas de las cuestiones que este libro presenta: la formación de la intelectualidad en un país periférico, los debates sobre la nacionalidad cultural, la legitimidad social y estética de los discursos. De vez en cuando, también, hemos vuelto a colaborar en un mismo texto. Así, a los ensayos de la primera edición, agregamos nuestro prólogo a las Obras escogidas de Echeverría. Decidimos suprimir de la edición original una nota breve sobre Martínez Estrada e incorporar tres artículos: sobre el orientalismo en Facundo (de Altamirano), sobre la revista Sur y sobre las lenguas extranjeras en el debate de la literatura argentina (de Sarlo), que, en nuestra opinión, se articulan bien con el resto del volumen. Así, el libro es casi el mismo de 1983, que no hemos corregido, con algunas páginas más que se apoyan en el mismo suelo.

Buenos Aires, abril de 1997

A Boris Spivacow, nuestro editor, por el espacio que abrió y supo mantener, en los peores momentos, dentro de la cultura argentina.

Prólogo

Carlos Altamirano

Quisiera dar alguna razón de los ensayos que siguen y que aparentemente no tienen en común otra cosa que su referencia al proceso literario argentino. Diferentes por su objeto e incluso por los criterios con que en cada caso se recorta la dimensión literaria, los tres representan etapas de una búsqueda que emprendimos en colaboración, entre 1977 y 1981, dentro del campo de la sociología de la literatura. Esa búsqueda transcurrió en dos planos: uno, que podría llamar teórico, que nos llevó a leer, en algunos casos a releer, buena parte de lo que había sido escrito acerca de la relación entre literatura y sociedad, buscando desprender de esa revisión determinados criterios para interrogar no sólo ese tipo particular de discurso que nuestra cultura designa como literario, sino también sus condiciones de emergencia, de circulación, de lectura. Tratamos de dar forma más o menos ordenada de los resultados de ese recorrido en algunos trabajos y, sobre todo, en Literatura/sociedad.[1]

El otro plano de búsqueda estuvo orientado a “experimentar” con ciertos conceptos, con ciertas hipótesis, a través del análisis de procesos y textos literarios que si bien no eran novedosos para la crítica, podían ser, sin embargo, objeto de una nueva consideración. También aquí se trataba, entonces, de una revisión. Los ensayos ahora reunidos son partes de ese trabajo.

Al exponer así la búsqueda emprendida estoy a punto de transmitir una imagen demasiado lineal y mecánica de la trayectoria recorrida: un cuerpo de conceptos y principios obtenidos más o menos abstractamente, por un lado; su aplicación a casos particulares, por otro. Pero las cosas no fueron así de prolijas. En realidad, nada nos resultó tan provechoso como el análisis empírico, incluso empirista, para precavernos contra el fetichismo de los conceptos –de los propios en primer lugar–, así como para encarar más problemáticamente las definiciones y las tesis categóricas, nube ideológica que cubre todavía gran parte de lo que se hace bajo el nombre de sociología de la literatura. (Si bien el espíritu despótico y autosuficiente de la conceptualización abstracta no reina exclusivamente allí.) Si al final del recorrido de esos cuatro años adquirimos una visión menos simple del proceso literario, ello obedeció en gran medida a la experiencia de que en los estudios concretos no encontrábamos, frecuentemente, lo que buscábamos, y viceversa.

No pretendo hacer una apología del empirismo. Las epistemologías contemporáneas nos han instruido, hasta en demasía, contra él. Todos sabemos que en el mundo social los “hechos” no son independientes del punto de vista y que los objetos culturales no se ofrecen naturalmente a la observación y al análisis; que la investigación literaria, sea o no de inspiración sociológica, procede siempre según cierta conceptualización previa; que el propio término “literatura” es ya una categoría sociocultural; en fin, la música es bien conocida. Más todavía: nosotros mismos escribimos un breve léxico de los conceptos más usuales dentro de la sociología de la literatura.[2] Lo que quiero enfatizar es que el estudio concreto de ciertos problemas y obras de la literatura argentina fue, antes que instancia de confirmación positiva de ideas e hipótesis preliminares (que las tuvimos), momento de reajuste y “recomposición”, por así decirlo, de los propios conceptos. Fue lo que ocurrió, para dar un ejemplo, con la idea de campo intelectual, tomada del sociólogo francés Pierre Bourdieu, y que tiene amplio uso en dos de los ensayos que siguen. Este concepto, extremadamente útil para aprehender la constitución y el funcionamiento de las élites intelectuales y su cultura en las sociedades burguesas, nos pareció más comprensivo que el de profesionalización para dar cuenta de los procesos de modernización de la figura y la condición social del escritor argentino en las primeras décadas de este siglo. No obstante, un conocimiento menos genérico de algunos momentos del proceso literario nacional nos volvió más precavidos con respecto al carácter demasiado sistemático del concepto de campo intelectual, cuyo alcance como esquema ordenador, sobre todo si se lo ponía en relación con una cultura como la nuestra, debía rodearse de acotaciones.

El ensayo de Beatriz Sarlo sobre el “martinfierrismo” es un experimento en ese sentido: pensar y analizar la vanguardia argentina de los años veinte con ayuda del concepto de campo intelectual, pero, para no dejar escapar lo más específico de su objeto, rodearlo, reunir en torno a él la constelación de rasgos que lo constituyeron como fenómeno particular y no mera realización local de las poéticas europeas de esos años. La colocación periférica de una cultura respecto de otra considerada paradigmática, en este caso la argentina respecto de la europea, y la cuestión de la identidad nacional como tema y como problema, cargados a su vez de valencias sociales y políticas, son extraños al modelo elaborado por Bourdieu, pero eran rasgos constitutivos del campo intelectual argentino y este, por lo tanto, no podía ser realmente aprehendido prescindiendo de ellos.

La idea de rodear el objeto, de insistir empleando diferentes claves –aquí estoy casi repitiendo a Theodor W. Adorno–, se nos impuso también a propósito de Recuerdos de provincia, obra sobre la cual comenzamos a trabajar con arreglo al esquema más bien elemental armado por las siguientes preguntas: ¿quién habla?, ¿a quién?, ¿de qué?, ¿en qué situación?, ¿con qué medios?

Diría, entonces, que estos experimentos de lectura nos curaron de la confianza en los sistemas que se piensan como paradigmas exhaustivos y cerrados sobre sí mismos. Emplear diferentes claves para insistir sobre el objeto significó la disposición a conectar, a poner en comunicación orientaciones y criterios inscriptos en sistemas o disciplinas diferentes, pero que podían mostrarse apropiados para interrogar las determinaciones sociales del proceso literario. Nos pareció, así, que no sólo era más libre sino también más productivo entender la sociología de la literatura como un saber dotado de muchos recursos, un saber que para ser crítico debía controlar su propio lenguaje, sus categorías, sus proposiciones, poniéndolos a prueba en los análisis concretos, antes que buscar en estos el ejemplo de tesis preconstituidas. Entendida de este modo, la sociología de la literatura podía dar lugar ya a la formulación de esquemas o modelos de alcance más o menos general, ya al estudio de cuestiones puntuales; pero si quería permanecer abierta a la múltiple fenomenología de lo literario, debía renunciar a concebirse como paradigma exhaustivo y excluyente del saber sobre la literatura. Y, para evitar malentendidos, agrego lo siguiente: el análisis social de la literatura no gozaba de buena fama cuando emprendimos estos trabajos; no creo que su crédito haya mejorado. Espíritu plebeyo por excelencia, siempre husmeando entre los aspectos “bajos” de las creaciones literarias, es difícil que dejen de caer sobre él las acusaciones de positivismo o de reduccionismo. En cualquier caso, no ha sido la preocupación por convertirlo en una jerga de buen tono, distinguida y tan chic como otras para hablar de la literatura, lo que nos ha animado en esta búsqueda que, por otra parte, sigue abierta.

Finalmente: los ensayos aquí reunidos fueron elaborados en diálogo y en discusión con otros escritos. Creo que los reconocimientos están señalados. Sin embargo, para no caer en la mala costumbre de admitir sólo las deudas intelectuales de ultramar (que las tenemos), quiero reiterar algunos nombres a cuyos escritos nuestros ensayos deben mucho: Tulio Halperin Donghi, Adolfo Prieto, David Viñas, los uruguayos Ángel Rama y Carlos Real de Azúa.

1 C. Altamirano y B. Sarlo, Literatura/sociedad, Buenos Aires, Hachette, 1983.

2 C. Altamirano y B. Sarlo, Conceptos de sociología literaria, Buenos Aires, CEAL, 1980.