Lo opuesto al amor no es el odio.
Lo opuesto al amor es el poder.
P. POBLACIÓN
Por primera vez al comenzar a escribir un nuevo libro me siento impulsado a justificarme y pedir tu compresión, lector. Justificarme porque tengo la osadía de romper lo conocido, la pantalla de lo comúnmente aceptado, en un movimiento de transgresión (Población, 2016) que, en algún momento, puede sonar agresivo, pero que, como defiendo, siempre cristaliza en algo nuevo, sea útil o inútil, bueno o malo, agradable o desagradable, aceptable o inaceptable, y así hasta que os aburráis. De alguna manera, hay un atisbo en ello de soberbia, en un libro en el que denuncio la soberbia como patológica, pero ¿se puede ser lógico y puro en algo tan cuestionable como es el conocimiento del hombre?
Porque en este libro introduzco algo que se aproxima a un nuevo paradigma (Kühn, 1962). Se trata de superar, de ir más allá, en un revolcón a lo copernicano, de abandonar el amor, aceptación, rechazo y vacío, como habitual centro de nuestro universo emocional, e introducir las relaciones de poder, como el lado oscuro para algunos, pero tan inevitable como el yin y el yang o los dioses buenos y los dioses malos, que no dejan de formar una unidad.
Desvelar la presencia de dos polos que tejen unidos las complejas redes de las vivencias internas y los modos de relación con el mundo exterior implica aceptar esta dualidad a la que me acabo de referir. ¿Por qué se quería negar a Lucifer? ¿Por qué se quería olvidar la soberbia y el poder? No quiero aquí profundizar en un posible análisis de la personalidad de creadores tan admirables como Freud, Moreno y otros, para intentar encontrar las raíces de este mecanismo que podría interpretarse como negación o represión. Siempre recuerdo que cuando comencé a escribir mi primer libro sobre las relaciones de poder, este fue su título, no logré encontrar el término PODER como referencia en ningún diccionario de psicología, psiquiatría, psicoanálisis1, ni ciencias afines.
La introducción de los fenómenos del poder como vía de comprensión de los movimientos del ser humano, externos e internos, y de su patología, simplifican de una manera hasta ahora desconocida la interpretación de muchos de los procesos sanos, y sobre todo, patológicos. Desde esta óptica el modelo que propicio no solo es útil sino que ayuda a aclarar las ideas, a salir de aquellos lenguajes crípticos que muchos todavía arrastran de siglos anteriores cuando parecía que solo era inteligente el que escribía de modo incompresible.
En el siglo XVI, el gran Quevedo, inconformista, guerrero y, sobre todo, inmenso escritor, se burlaba de un Góngora de escritura afrancesada, compleja e incomprensible para muchos de sus lectores. Qué gran pionero de la lucha de un lenguaje limpio y claro, castellano, directo, comprensible y que aporta bellas palabras de nuestro lenguaje para conceptos que se han apoyado en neologismos extraños o en anglicismos impuros. Pero entiendo que cada cual quiera representar su farsa profesional apareciendo revestido de la púrpura del lenguaje en lo alto de su propio podio. ¿No busco también yo un poco esto en este libro?
Insisto, no solo presento en este libro mis ideas, que creo renovadoras en el ámbito de la psicología y la psicoterapia, sino que también voy a defender la utilización, como he apuntado, de un lenguaje claro, CLARO.
A partir de aquí, creo que lo honesto es avisarte, querido lector, compañero de viaje, de lo que te espera en las siguientes páginas.
Sin dejar de aportar mis creaciones conceptuales es también un libro de equipo. Intervienen en él cabezas estupendas, la de Mónica González Díaz de la Campa, Laura García Galeán y mi compañera durante muchos años en estas lides profesionales y ama de mi casa, Elisa López Barberá.
El primer capítulo te introduce en este nuevo mundo, una teoría general de la polaridad yo/falso yo, o centro del amor/centro del poder, entre otros apelativos. Termina con la visión de estos procesos en el individuo.
Se sigue con varios capítulos. Amor y poder en la pareja, Amor y poder en el ámbito de la sensualidad y sexualidad, Amor y poder en los grupos naturales (familia) y artificiales (terapéuticos, de trabajo, etc.) y un capítulo que recoge una serie de aspectos teóricos, convenientes, o quizás necesarios para la compresión profunda de algunas áreas que se han tocado en los capítulos anteriores. En el último capítulo se hace una referencia a nuevas técnicas, pero en lugar de realizar un catálogo y descripción de las mismas, propongo una serie de lecturas de volúmenes que son básicos para el conocimiento de distintas técnicas.
Desde este proceder, los aspectos teóricos generales que aparecen en el primer y segundo capítulos, remiten a cada uno de los demás sin repeticiones inútiles. Esto quiere decir que si te saltas la lectura de estos primeros capítulos no vas a comprender nada de los siguientes.