Prólogo

Hace ya algunas décadas el historiador británico de la ciencia, Simon Schaffer,1 asociaba la ciencia de la Ilustración a determinadas prácticas demostrativas que permitían presentar al público las dramáticas y maravillosas propiedades de la materia. En pleno siglo XVIII, el filósofo natural pretendía despertar todo tipo de emociones, de sentimientos “irracionales” en su audiencia, para convencerla después de los aspectos más “racionales” de su época. Descargas eléctricas para la diversión de la aristocracia; terremotos para la reflexión sobre las imperfecciones de nuestro mundo y su creación; aventuras y viajes para la confirmación del sueño newtoniano, son solo algunas características de una cultura científica que también han explorado más recientemente las historiadoras francesas de la ciencia Bernadette Bensaude-Vincent y Christine Blondel, en su libro dedicado precisamente a la ciencia y al espectáculo en la Ilustración,2 en el que destacan el valor epistemológico del propio espectáculo como una parte integrante del proceso de construcción del conocimiento.

Esa aparente paradoja ilustrada se puede trasladar también en buena medida a la época contemporánea, a los siglos XIX y XX, al periodo en el que las editoras de esta obra han recopilado y ordenado de manera elegante y coherente diferentes estudios de caso latinoamericanos. Desde el ya clásico libro de Richard Altick dedicado a las exposiciones y espectáculos de Londres (en su gran mayoría, de carácter científico),3 hasta recientes trabajos sobre el espectáculo científico en la época victoriana,4 no cabe duda de que el carácter y la naturaleza espectacular del conocimiento se reforzaron también en la época industrial. Conferencias y experimentos públicos, demostraciones “espectaculares” de máquinas y nuevos inventos en las exposiciones internacionales, gabinetes de maravillas tardíos, museos industriales, museos de “monstruosidades” médicas o los dedicados a los misterios de los tres reinos de la naturaleza, espectáculos de feria (a menudo objeto de interés científico), entre otras muchas manifestaciones, configuraron un universo europeo en el siglo XIX en el que ciencia y espectáculo se hicieron complementarios, se retroalimentaron en armonía y se convirtieron en un dúo imprescindible para la seducción de los nuevos públicos de la ciencia, consumidores de una nueva cultura de masas, ávidos de ciencia impresa, pero también de experimentos públicos y experiencias sensacionalistas. La explosión mediática del siglo XX no ha hecho más que agrandar el carácter exhibicionista y espectacular del conocimiento científico, a menudo discutido (e incluso construido) en los medios, como escenarios ideales para la extensión de las controversias científicas más allá de los estrictos círculos académicos de los expertos, como campos de batalla en la búsqueda permanente de autoridad, prestigio y reconocimiento social.5

La presente obra colectiva da un paso más en esta misma dirección. De la compleja intersección entre ciencia y espectáculo, nacen precisamente las historias de la geología, la astronomía, la antropología, el psicoanálisis, la eugenesia, la cirugía, entre otras disciplinas, organizadas de manera acertada y atractiva por las editoras del libro, y presentadas en los capítulos que siguen a continuación. Sus páginas están plagadas de palabras como: “ilusión”, “escaparate”, “prodigios”, “pasión”, “escenografía”, “feria”, aparentemente alejadas de la supuesta objetividad y autonomía del saber académico experto, pero perfectamente conectadas con las recientes tendencias historiográficas y debates internacionales. Hoy la historia de la ciencia ha transformado profundamente la vieja imagen positivista de un conocimiento jerarquizado, especializado y orgulloso de su método supuestamente universal y de sus verdades “objetivas”, para convertirse en un complejo producto social y cultural en el que diversos actores, grupos e intereses construyen discursos plurales sobre la naturaleza, la sociedad y el individuo.

Este es en consecuencia un libro que nos habla de circulación de saberes, de conocimiento en tránsito entre el espacio académico y la esfera pública, entre emisores y receptores, siempre en continua interacción y realimentación. Esta es una historia de exposiciones, museos, eclipses, terremotos, espectáculos ópticos, magnetizadores, noticias científicas en diarios y revistas, escenas literarias, telerrealidad, entre otras muchas “vitrinas” científicas, espacios para anunciar el saber, y prácticas de representación y significación del cuerpo y la psique. Los diferentes capítulos recorren la geografía latinoamericana de la época contemporánea, básicamente México, Chile, Argentina y Perú. Nos proporcionan nuevos estudios de caso, hasta ahora poco conocidos, y enriquecen así la historiografía de la divulgación científica, o quizás en una expresión más adecuada, la historiografía de la circulación del conocimiento, el “knowledge in transit”, en términos de James Secord,6 el estudio de la permanente negociación entre expertos y profanos, más allá de las paredes de las instituciones de los primeros y más cerca de la esfera pública, popular y a menudo urbana de los segundos.

Ciencia y Espectáculo. Circulación de saberes científicos en América Latina, siglos XIX y XX es una magnífica recopilación de nuevos ejemplos de ese complejo tránsito del conocimiento entre disciplinas, espacios, instituciones, y actores históricos, todos ellos desde su dignidad epistemológica, personal e intransferible. Leamos pues las páginas que siguen con el máximo interés.

Agustí Nieto-Galan
Universitat Autònoma de Barcelona


1 Simon Schaffer, “Natural Philosophy and Public Spectacle in the Eighteenth-Century”, History of Science (1983), 21: 1-43.

2 Bernadette Bensaude-Vincent y Christine Blondel (eds.), Science and Spectacle in the European Enlightenment (Ashgate: Aldershot, 2008).

3 Richard D. Altick, The Shows of London. A Panoramic History of Exhibitions, 1600-1862 (Cambridge, Mass.: The Belknap Press of Harvard University Press, 1978).

4 Iwan Rhys Morus, Frankenstein’s Children: Electricity, Exhibition, and Experiment In Early-Nineteenth-Century London. (Princeton: Princeton University Press, 1998); Aileen Fyfe, Bernard Lightmann, Science in the Marketplace: Nineteenth-Century Sites and Experiences. (Chicago: Chicago University Press, 2007).

5 Massimiano Bucchi, Science and the media. Alternative routes to scientific communication. (London: Routledge, 1998).

6 James Secord, “Knowledge in Transit”, Isis 95, (2004): 654-672.

Introducción

María José Correa
Andrea Kottow
Silvana Vetö

El imaginario moderno está estrechamente vinculado a una razón comprendida en términos científicos. La ciencia se erige como instrumento dominante de conocimiento y control del mundo desde hace varios siglos. Y, desde que puede hablarse de una ciencia moderna, las formas en que esta se exhibe, es mostrada, convence y despliega su retórica de veracidad, se vuelven importantes para entender y analizar los discursos y prácticas que la circundan. Durante los dos últimos siglos las ciencias se han posicionado en la sociedad desde distintos escaparates. Ferias, exposiciones, museos y teatros, revistas, imágenes publicitarias y películas, han funcionado como vitrinas de exhibición de objetos, ritos y prácticas científicas, y al mismo tiempo han operado como escenarios de divulgación de debates, controversias y utopías.

El protagonismo del espacio de exhibición en el desarrollo y legitimación de lo científico ha sido reconocido y problematizado por la historiografía en los últimos treinta años. Desde los trabajos inaugurales de Bruno Latour, a los aportes de Agustí Nieto-Galan y las indagaciones latinoamericanas de historiadores como Irina Podgorny en Argentina, o Carlos Sanhueza en Chile,1 se ha señalado la importancia del contexto de visualización de la ciencia en su desarrollo y justificación. La vitrina, heredera del gabinete científico, se levantó como un espacio privilegiado para la comunicación de la vanguardia y de la cultura científica producida en una nación o en territorios extranjeros. Al mismo tiempo se erigió como un espacio de protección y certificación de dicha vanguardia, por medio de la autoridad que ofreció el acto de exhibición de un objeto científico en una tribuna determinada. Así, los aparadores de los museos, las vitrinas y espacios de las ferias, y los escenarios de los teatros, se transformaron en escenas simbólicas de las condiciones históricas que dieron existencia y autoridad a la ciencia, en tanto sitios pedagógicos, comerciales y políticos que apoyaron la promoción de nuevas teorías y saberes. Del mismo modo, soportes como la literatura y la prensa, las revistas académicas y los magazines, el cine y la imagen publicitaria, también funcionaron como escenarios de desarrollo y expresión de la experiencia científica latinoamericana. Por ellos transitaron sujetos diversos –naturalistas, científicos, profesores, editores, políticos, trabajadores, consumidores, usuarios, enfermos, entre otros–, cuya apropiación de lo científico los transformó en agentes centrales de su activación local. Por estos escenarios circularon también objetos, que fueron parte de una cultura material que encarnó la abstracción científica y la acercó a los usuarios y consumidores. En ellos se aplicaron o desafiaron las leyes, normativas y preceptos desarrollados para ordenar y dar contorno a una cultura científica híbrida y plural que crecía y se instalaba en la sociedad por canales diversos, marcada por el protagonismo del escenario donde se expresaba.

La adjetivación de la cultura científica que se construye en América Latina entre los siglos XIX y XX como una cultura “híbrida y plural”, apunta a un aspecto fundamental que emerge de la lectura de este volumen, y que a nuestro juicio debe ser destacado y abordado para comprender en todo su alcance los procesos de circulación de las ciencias en la región. Como podrá advertirse, en la mayor parte de los casos abordados, asistimos a procesos culturales que conciernen a saberes foráneos, producidos originalmente en Europa y luego importados o traficados, si se quiere, a América Latina.2 Esta circulación transnacional de saberes científicos se produce a través del flujo, del tránsito, del movimiento no solo de personas que portarían esos saberes, sino también de objetos variados, como libros y revistas, aparatos, instrumentos y artilugios, que traen en su existencia, en sus modos de utilización, en las demostraciones que habilitan, esos saberes objetivados. Sin embargo, no se trata de procesos pasivos de implantación, sino de formas activas de apropiación, donde aquello que en principio es extranjero es vuelto propio y, en ese gesto –casi siempre sutil y no intencionado–, es profundamente transformado. Como ha señalado el historiador Michel de Certeau, se trata de una “construcción de frases propias con un vocabulario y una sintaxis recibidos”,3 del “uso” de objetos, palabras e imágenes, del “hacer” con ellos algo para lo que tal vez no fueron concebidos en primera instancia. Un gesto performático, como muchas veces se recalca en los capítulos de este libro, que, en cada repetición, en cada re-actualización de un saber y sus coordenadas, tiene la posibilidad de engendrar algo nuevo. Así como la iteración derridiana, cada reiteración abre el espacio para la diferencia y el desplazamiento, llegando a borrar los límites entre un supuesto original y sus copias subsidiarias.

Esa novedad emerge entonces del intercambio, de la negociación, de la tensión y muchas veces disputa, entre lo foráneo y lo local –en estos casos, entre lo europeo y lo latinoamericano–, donde el campo de apropiación4 impone sus condiciones, creando retoños que no son sino híbridos que resultan más o menos monstruosos, más o menos respetuosos, al ser cotejados con sus creadores. Esa hibridación, nos parece, caracteriza la circulación de los saberes científicos en América Latina en los siglos XIX y XX, proceso de movilización que a su vez merece ser estudiado in situ, y en relación, no solo con Europa, sino con el resto de las experiencias latinoamericanas con las que comparte este tránsito.

El campo de apropiación de los saberes científicos en Latinoamérica, con sus diversos rasgos y temporalidades locales en México, Chile y Argentina –países de la región abarcados en este libro–, implicó comprender que la modernización, entendida como la adecuación a los parámetros culturales impuestos en y por los países europeos y Estados Unidos, suponía la difusión y divulgación de los saberes científicos, la participación de las elites y de grupos cada vez más vastos de la población en el universo simbólico y en las prácticas de las ciencias, y que, para ello, los gobiernos de turno debían promover exposiciones, publicaciones, expediciones, y eventos de todo tipo, que lograran acercar a diversos públicos a la ciencia y, por otro lado, pudieran mostrar hacia el exterior la imagen de pueblos “civilizados” y “culturizados”.

En esta línea, la idea de espectáculo cobra suma relevancia, y se vincula no solamente con dar a ver y así comprobar y legitimar, sino también con sorprender, con representar lo sublime, con seducir y, del mismo modo, con escenificar y teatralizar. Por esta vía, nos acercamos al rol y a la problemática de la imaginación, la ilusión, el engaño y las astucias, es decir, a todas aquellas formas en que lo científico puede ser utilizado con otros fines que los propiamente disciplinarios, pero que al mismo tiempo determinan lo disciplinar: para educar, culturizar, progresar, pero también para entretener, divertir y embaucar.

La circulación de saberes científicos tuvo patrones similares en Latinoamérica, que se expresan en el escenario. Un elemento inicial se relaciona con la importancia que la ciencia asigna al dejarse ver, al mostrarse, dentro de un guión determinado. La ilusión determina este acto exhibicionista, como promesa que empuja a la ciencia durante el siglo XIX, y que permite que alcance una visibilidad única en las grandes ciudades y capitales de la región, asociada al progreso material y al impulso dado por el Estado y por particulares. Esta ilusión y su contexto es abordada en la primera parte de este libro. Vitrinas científicas: ilusionar al espectador, estudia la importancia del espacio y del rito de exhibición y presentación en la difusión de la ciencia en México, Chile y Argentina, durante el siglo XIX e inicios del XX. El trabajo de Luz Fernanda Azuela y Rodrigo Vega explora, para el caso mexicano, las exposiciones internacionales de la segunda mitad del siglo XIX, caracterizándolas como artilugios tecnocientíficos que buscaban promover el progreso local y el intercambio internacional a través de un discurso sustentado en la ciencia y la vanguardia. Por medio de la espectacularización y la veneración de los objetos, las ferias contribuyeron al posicionamiento de la ciencia y al desarrollo de redes científicas, al alero de los circuitos comerciales internacionales que se gestaban en la segunda mitad del siglo XIX. En una línea similar, pero considerando el caso de Chile, el estudio de Solène Bergot y María José Correa propone que la exhibición de la ciencia en las ferias internacionales respondió no solo a una política de celebración del Estado-nación, sino a un proyecto pedagógico que buscaba instruir y al mismo tiempo instalar el culto a lo tecnocientífico. A través de estrategias de presentación, que consideraron desde los espacios de los edificios en los cuales se desarrollaron las exhibiciones, a las dinámicas de exposición de los objetos, las ferias reprodujeron las tenciones sociales y económicas que surgían de estos cambios. Las máquinas, como representantes de los nuevos procesos productivos, comunicaron los significados adheridos a estos procesos, alimentando un imaginario donde el cuerpo chocaba con la máquina en su función productora y donde surgían, paralelamente admiración y temor frente a la escenificación de la modernidad industrial.

Retomando la revisión del proceso mexicano, Miguel García Murcia analiza la conformación de un lugar específico de exhibición: el Museo Nacional de Antropología de la Cuidad de México, vinculándolo al desarrollo de la ciencia antropológica. A través de esta entrada, visibiliza el esfuerzo político por traducir y reproducir en el museo la diversa y compleja realidad étnica y social del país y, al mismo tiempo, da cuenta de cómo la ciencia antropológica colaboró en la transformación del museo en un gran escaparate donde la nación cobró “sentido y proyección”, pese a las consecuencias y prejuicios que estableció en la sociedad.

Junto a ferias y museos surgieron otros escenarios que ofrecían espectáculos científicos en el marco de la recreación y la diversión, apuntando a un público más amplio y menos iniciado, y que, con sus características peculiares, contribuyeron a que las ciencias desarrollaran también otros medios de demostración que aquellos legitimados en el contexto científico. Los teatros fueron epicentro de actos híbridos y masivos, en los cuales ópticos, magos e ilusionistas buscaron asombrar a un público diverso y receptivo. Catalina Donoso y Carmen Maturana estudian los espectáculos con proyección óptica que se llevaron a cabo en Chile central durante el siglo XIX e inicios del XX, identificando un abundante mercado teatral en el cual los números de física e ilusiones, herederos de los espectáculos de magia y superstición, contribuyeron a difundir nuevas concepciones científicas y adelantos tecnológicos relacionados con la proyección de imágenes. Como precursores del cinematógrafo, estos espectáculos familiarizaron al público con nuevos mensajes y técnicas, y fueron capaces de cimentar las bases para la construcción de nuevos campos artísticos, nutridos por los progresos de la ciencia.

Mauro Vallejo también se centra en el espacio teatral y en la espectacularización de fenómenos que atrajeron la atención de los letrados. Enfocándose en la figura de hipnotizadores y telépatas, no solo da cuenta de la trascendencia de las prácticas profanas y recreacionales en la difusión de nuevas nociones científicas, sino que también deja ver la trasposición entre lo culto y lo profano en los procesos de apropiación y conformación de los saberes. La puesta en escena de ciertos dispositivos visuales en espectáculos diversos de telépatas e hipnotizadores son presentados como un recurso de acercamiento de fenómenos que parecían inverosímiles, y que la ciencia no era capaz de comunicar. A través de estas prácticas, Vallejo propone a estos hacedores de fantasías científicas, como los responsables de la difusión de nociones, objetos y expectativas fundamentales para la ciencia del siglo XX.

Un patrón común que puede descubrirse en la circulación de las ciencias en la región latinoamericana, es la vinculación de la divulgación de los saberes científicos con los intereses políticos por una parte, y con la legitimación o la constitución de nuevas disciplinas científicas, por otra. En la segunda parte de este volumen, titulada Soportes disciplinarios: anunciar el saber, se encuentran trabajos que abordan esta temática desde diversos ángulos.

En el capítulo de Patricio Leyton vemos cómo el eclipse de 1853 en Ica, Perú, al cual el gobierno de Chile de la época envió una comisión, significó un impulso importante para el desarrollo de la Astronomía chilena. Registrar el fenómeno astronómico y publicar los resultados sirvió para que el grupo de astrónomos instalados en Chile se vinculara a la comunidad astronómica internacional y diera fuerza al desarrollo de la disciplina en el país, y también para interesar al público lego en ello, con sus respectivos efectos de legitimación más global, respecto de los logros obtenidos por los gobiernos conservadores en materia de cultura, de ciencia y de educación.

Por su parte, Lorena Valderrama nos muestra cómo a inicios del siglo XX la aparición de los terremotos en la prensa periódica y los variados ejercicios de predicción en Chile, fueron actos performáticos que sirvieron para poner en palabras aquello que era vivenciado como sublime e indecible. En esa medida, permitieron al público general, lector de la prensa diaria y atento seguidor de las predicciones, construir representaciones sociales de la catástrofe que, a la vez que permitían transmitir las emociones asociadas, tenían también el efecto de prolongar sus efectos. Este público, eminentemente lego, ofrece asimismo un contrapunto, que muchas veces pone en tensión el saber disciplinario de la Sismología, en aquella época en plena formación en Chile, mostrando que las ciencias no se nutren exclusivamente de los saberes oficiales, científicos, disciplinarios, sino también de las disputas y negociaciones con el saber profano.

Otro de los trabajos que conforman la segunda parte de este libro, escrito por Maricela González y Carla Petautschnig, referido al Servicio Social Chileno, abunda en las formas en que lo político hace uso de medios propiamente espectaculares, como el cine o la imagen publicitaria, los cuales apelan a la emoción, al dramatismo y a la identificación, entre otras estrategias, para promover, inculcar, prescribir y prohibir determinados comportamientos. En el caso abordado por las autoras, se muestra cómo las asistentes sociales (‘visitadoras sociales’) vehiculizan el poder político al entrar a los hogares pobres para mostrar, a través de medios convincentes y persuasivos, cómo deben cuidar de sus familias, particularmente de sus hijos.

Enfocándose en el México decimonónico, Rogelio Jiménez analiza las formas de divulgación de la ciencia en algunas publicaciones periódicas, poniendo especial énfasis en las estrategias discursivas y los mecanismos comunicativos utilizados también para interesar y persuadir. Si bien ya no se trata aquí del modelamiento de la conducta basada en las prerrogativas del poder político, sí se trata de divulgar la ciencia para contribuir a formar un pueblo más educado y más civilizado, más feliz y unificado. Se develan así formas de circulación de la ciencia en un lenguaje alejado de la técnica, más amable y cercano, que apunta a la diversión de las multitudes antes que a la árida discusión de los iniciados y que subraya con mesura la ignorancia local para alabar, por el contrario, la brillantez de lo extranjero y la necesidad de su imitación.

En la tercera parte de este volumen, Cuerpo y psique: significar al sujeto, los artículos agrupados analizan, desde diversas perspectivas y concentrados en diferentes soportes, cómo los discursos científicos permean la idea de sujeto y las formas de elaboración de subjetividad. El lenguaje escrito, la escultura y el lenguaje audiovisual emergen en tanto lugares de significación del sujeto –de su psique tanto como de su corporalidad– y van articulando subjetividades en transformación a partir del entrecruce con diversas ideas y nociones provenientes del mundo de la ciencia. La palabra escrita, entendida como representación que opera a partir del lenguaje, incluye la difusión científica y también la pseudocientífica a través de revistas tanto especializadas como publicaciones dirigidas a un público amplio. Sin embargo, abre también el camino a la literatura y al arte, posibilitándose la experimentación con los límites significativos del sistema lingüístico y la exploración de zonas que pueden entrar en conflicto con la supuesta iluminación racional de la ciencia. Muchas veces los textos pueden ostentar precisamente ciertas ambigüedades y contradicciones con relación al estatuto que se le atribuye al saber científico, entrando este en diálogo con saberes que podrían entenderse como rivales de la ciencia positivista, generando nuevas alianzas alejadas de las premisas iniciales de esta última. La ciencia se revela, en este sentido, como un conjunto de saberes heterogéneo y múltiple, mostrando la flexibilidad de sus fronteras epistemológicas.

En su texto sobre las apropiaciones del psicoanálisis, Silvana Vetö emprende una pesquisa en pos de rastrear la recepción –entendida en términos activos de apropiación y adecuación a los contextos contingentes– del psicoanálisis en ámbitos no expertos, es decir, sobre todo atendiendo a los círculos no médicos, psiquiátricos o psicológicos. Revisando una serie de revistas y magazines, como Zig-Zag, Pacífico Magazine, Alejandra, y ciertos insertos en periódicos, el artículo identifica tres tópicos que pueden organizar la recepción que de Freud y el psicoanálisis se hiciera en los años veinte y treinta en nuestro país: los sueños y su significado, la figura misma de Freud, y una divulgación más popular del psicoanálisis, pensado de este modo para “todos”. Un punto central del texto de Vetö es su consideración del psicoanálisis como una batería de conceptos, nociones, ideas, que se acerca a explicar el mundo interior y sus vericuetos, y que de esta manera atraviesa temas relevantes a la cotidianidad de muchos, como, más allá de la sexualidad, la familia, la crianza, el amor, la infancia, etcétera.

El artículo de Andrea Kottow se concentra en el análisis de la literatura chilena escrita por mujeres a mediados del siglo XX, paradigmáticamente estudiada a partir de dos obras: Puertas verdes y caminos blancos (1939) de Chela Reyes, y Amasijo (1962) de Marta Brunet. Lo que plantea Kottow es que estos textos evidencian las huellas de una recepción productiva de las teorías psicoanalíticas freudianas, operando en ellos las nociones de lo inconsciente, el trauma, la represión, el deseo, etcétera, y erigiéndose la obra literaria a partir de una escena de confesión que hace posible el acceso a una verdad oculta. Desde ahí, se va abriendo paso una concepción transformada del sujeto y su relación consigo mismo y con los demás, a su vez generándose cambios sustantivos con relación a la función de la literatura dentro de la comunidad. En lugar de operar como instrumento al servicio del bien común, el espacio literario se muestra comprometido con la intimidad del sujeto, sus contradicciones y sus verdades inconfesables, convirtiéndose de este modo en un lugar de recepción, circulación y reflexión de las teorías psicoanalíticas.

Marcelo Sánchez se concentra en la figura del escultor Tótila Albert, hijo de inmigrantes alemanes que llegaron a Chile en el siglo XIX. Artista con múltiples talentos, que incursiona más allá de la escultura en la poesía, Tótila Albert se hará conocido tras diseñar el friso que adorna la institución gubernamental Defensa de la Raza y el Aprovechamiento de las Horas Libres situado en el Parque Cousiño. Sánchez analiza las figuras representadas en El vuelo del genio, evidenciando cómo el imaginario desplegado en él articula las ideas eugenésicas en boga en la época. Uno de los puntos que se discute en el texto se vincula con la recepción y adaptación de ciertas ideas del cuerpo individual y colectivo, que en Europa culminan en el fascismo, pero que acá son puestas al servicio de la implementación de un sistema de salud pública capaz de dominar a la población desprotegida y enferma del país. Así, el texto también invita a repensar las maneras en que las ideas circulan y adquieren determinadas características que atienden a las necesidades locales a las que son llamadas a responder.

En el trabajo sobre cirugía plástica y telerrealidad, Tania Orellana ofrece una mirada sobre los reality shows de la televisión chilena que ponen en escena las
operaciones con fines estéticos. En un análisis vasto, que incluye desde la historia de la televisión chilena hasta estadísticas de la prevalencia de cirugías plásticas en el mundo occidental, el texto va mostrando cuáles son los discursos sobre el cuerpo, la belleza, la subjetividad y la medicina que estos programas van poniendo en escena. Tanto desde las narrativas que los guiones de los shows van proponiendo, como también del lugar que es invitado a adoptar el espectador, Tania Orellana analiza las diversas aristas que manifiestan estos programas. Los discursos estéticos y médicos conforman un campo complejo de inteligibilidad para los makeover shows, que es preciso atender en pos de comprender las visiones que de belleza y salud marcan, en parte, nuestro imaginario colectivo.

Los primeros indicios de este trabajo surgieron asociados al coloquio Ciencia y Espectáculo en Chile y América Latina, realizado en la Universidad Andrés Bello en agosto de 2014. Si bien los trabajos que se presentaron en esa oportunidad no son los mismos que se publican aquí, el interés por la temática fue la que nos llevó a realizar posteriormente una convocatoria pública para participar de este proyecto. Recibimos un número importante de propuestas preliminares de diversos países de América Latina, de las que fueron seleccionadas las que se encuentran en este volumen. Lamentamos que el libro no abarque un mayor espectro de los países de la región, pero esperamos que funcione como una invitación a ampliar esta iniciativa y proseguir, para luego comparar y contrastar, los procesos de circulación de los saberes científicos en aquellos otros países que no pudieron ser representados en esta oportunidad.

En este libro se cruzan los diversos intereses y perspectivas que han marcado nuestro trabajo y los cruces que entre ellos se producen. Provenientes de distintos ámbitos disciplinares, nos hemos visto compartiendo temáticas y problemáticas. Este libro también es el resultado de y un homenaje a ese encuentro, compartido también con el resto de los autores y autoras, a quienes agradecemos su participación. Extendemos también nuestros agradecimientos a la Editorial Ocho Libros por confiar en esta propuesta y animarse a su publicación y, finalmente, a Agustí Nieto-Galan, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona, quien prologó el volumen, y a Carlos Sanhueza, profesor de la Universidad de Chile, por la lectura atenta del primer manuscrito.


1 Bruno Latour, La vida en el laboratorio. La construcción de los hechos científicos (Madrid: Alianza, 1995) y Ciencia en acción. Cómo seguir a los científicos e ingenieros a través de la sociedad (Barcelona: Labor, 1992). Agustí Nieto-Galan, Los públicos de la ciencia. Expertos y profanos a través de la historia (Madrid: Marcial Pons, 2011). Irina Podgorny y Maria Margaret Lopes, El desierto en una vitrina: museos e historia natural (México: Limusa, 2008). Carlos Sanhueza, Geografía en acción. Práctica disciplinaria de Hans Steffen en Chile (1889-1913) (Santiago: Editorial Universitaria, 2014).

2 El término “tráfico” ha sido extraído del libro de Allison Sinclair, Trafficking Knowledge in Early Twentieth Century Spain. Centres of Exchange and Cultural Imaginaries (Woodbridge: Tamesis Books, 2009).

3 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano, 1 Artes de hacer (México: Universidad Iberoamericana, 1996): XLIII.

4 “Campo de producción” y “campo de apropiación” son los términos utilizados por Pierre Bourdieu para referirse a las condiciones sociales de circulación de las ideas, ya sean científicas, artísticas u otras. Véase Pierre Bourdieu, “Las condiciones sociales de la circulación de las ideas”, Intelectuales, política y poder (Madrid: Clave Intelectual, 2012): 167-179.