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Siglo XXI / Serie Historia

Augusto Zamora R.

Malditos libertadores

Historia del subdesarrollo latinoamericano

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En la historia de América Latina hay un lugar común compartido por todos los análisis, con independencia de la ideología desde la que operan, y es que la responsabilidad del subdesarrollo del continente proviene de la época colonial y su protagonista, el malvado Imperio español. Pero en historia y geopolítica no hay ni imperios malvados ni benevolentes, solo imperios que ejercen el imperialismo. Este interesado relato, más que historia, es un mito inventado por las oligarquías para perpetuarse en el poder y que les sirve de pretexto para esconder su culpabilidad en todos los horrores que han provocado desde el momento mismo en que tomaron el poder. Un mito exitoso, debe admitirse, pues fue asumido de forma acrítica por las izquierdas, que, de esa forma, se convirtieron en justificadores de las barbaridades de las oligarquías latinoamericanas, desde el siglo xix hasta el presente. De ese modo, las oligarquías han podido mantener inalterable el statu quo nacido de la independencia, es decir, el modelo neocolonial, que facilita el expolio de sus países por la potencia de turno a cambio de apoyarlas en el control de los países y en la salvaguarda de su obscena acumulación de riqueza.

De esos mitos y de sus consecuencias trata este Malditos libertadores que, analizando, desde los extremos hasta el centro, la labor de libertadores como Simón Bolívar, pasando por dictadores como Pinochet, hasta dirigentes políticos como Jair Bolsonaro, nos invita a mirar al pasado para desenmascarar la «versión oficial» y pensar el futuro del continente latinoamericano. Augusto Zamora R. reivindica el derecho de la memoria que se le ha negado al pueblo latinoamericano para que este pueda marcar un nuevo rumbo que ayude a corregir esta situación.

Augusto Zamora R., exembajador de Nicaragua en España, ha sido profesor de Derecho internacional público y Relaciones internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido, asimismo, profesor en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, además de profesor invitado en distintas universidades de Europa y América Latina. Fue director jurídico del Ministerio del Exterior y jefe de gabinete del ministro del Exterior de 1979 hasta 1990. Formó parte del equipo negociador de Nicaragua en los procesos de paz de Contadora y Esquipulas, desde su inicio hasta la derrota electoral del sandinismo. Abogado de Nicaragua en el caso contra Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia, ha participado en numerosas misiones diplomáticas. Miembro de número de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, ha colaborado, tanto en España como en Iberoamérica desde hace más de una década, en diarios como El Mundo o Público y revistas como PAPELES de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. Entre sus obras cabe destacar El futuro de Nicaragua (1995; 2.a ed. aumentada, 2001), Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (1999), El derrumbamiento del Orden Mundial (2002), La paz burlada. Los procesos de paz de Contadora y Esquipulas (2006), Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (2016; 3.a ed. aumentada 2018) y Réquiem polifónico por Occidente (2018).

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RAG

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© Augusto Zamora, 2020

© Siglo XXI de España Editores, S. A., 2020

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.sigloxxieditores.com

ISBN: 978-84-323-1977-8

INTROITO SIN MÚSICA

Llevo escribiendo este libro treinta años. Lo he escrito, reescrito, vuelto a escribir y, aun así, no he logrado que se haga pasado descompuesto. Oprobiosamente, los hechos de que trata (históricos, económicos, políticos) siguen tercamente de actualidad, como si de una historia detenida se tratara. Como un círculo vicioso y fatal del que no parecemos capaces de salir. Reflexionar sobre este bucle es imprescindible para poder salir de él. Para reflexionar, necesitamos partir de nuevos presupuestos o, como se diría en los tiempos de la ortodoxia revolucionaria, de nuevos paradigmas.

Malditos libertadores es un esfuerzo sostenido para intentar encontrar respuestas a una pregunta: ¿por qué, después de más de dos siglos de independencia, sigue Latinoamérica atada al subdesarrollo y el atraso? Como miles o centenares de miles de latinoamericanos he deambulado por el camino –trillado hasta la trivialidad– de cargar las culpas al imperialismo. Respuesta parcialmente correcta, pero, al tiempo, tramposa. Al cargar las culpas sobre el imperialismo se ha exculpado, de una manera u otra, a la casta oligárquica que domina los países desde antes de la independencia. Por otra parte, la deificación de los llamados libertadores ha impedido (¡los dioses no se critican, se alaban!) hacer análisis iconoclastas de las causas del fracaso de una región que, hoy, debería ser de las más ricas y desarrolladas del mundo, pero que es lo opuesto. Para aportar un grano de esfuerzo de deshacer la mitología, que en Latinoamérica se presenta como historia, es este trabajo.

En los últimos meses de 2019, cuando estaba entregando esta investigación a la editorial, se sucedieron hechos sorprendentes e inesperados como la explosión social en Chile o las inéditas protestas masivas en Colombia. También el resurgir de fantasmas que nunca se han ido, como el golpe de Estado en Bolivia, que ha servido para recordar que una parte de los ejércitos latinoamericanos sigue fiel a su amo, Estados Unidos. Aquí intentamos aproximarnos a una explicación, que podrá ser más o menos certera, pero que aspira, modestamente, a aportar elementos de análisis a la nueva realidad regional.

El mundo vive su mayor proceso de cambio desde la Segunda Guerra Mundial. El poder del mundo occidental declina y resurgen con fuerza indetenible potencias asiáticas como China e India y una euroasiática, como Rusia. El poder de Estados Unidos se contrae y, puede que en una década o dos, este país deba enterrar, por las buenas o por las malas, su sueño de hegemonía mundial. Esta situación beneficia enormemente a Latinoamérica. No es solo ya el imbatible poder comercial de China y el militar y energético de Rusia. Es que el poder de las oligarquías que dominan casi todos nuestros países depende en medida extrema del sostén que les brinda Estados Unidos. Si ese poder languidece, el de las oligarquías perece. Cuando llegue ese momento, será la hora de los pueblos. Debemos, desde ahora, ir ensanchando el camino. Esa hora está cada día más próxima.

PRELUDIO

De historias limitadas y eliminadas

Que la historia la escriben los vencedores es verdad antigua. Que todo el mundo sepa o asuma este hecho es otro menester. De la historia contada por el vencedor a los tópicos denigrantes sobre los vencidos no hay más que un paso. El cine, las novelas, el «boca-a-boca» y hasta escritores o investigadores que pasan por muy serios y muy hondos, pueden caer en la trampa. Es más cómodo asumir un tópico que investigarlo. Ya no se diga recurrir a uno para sostener ideas o prejuicios que, sin ese tópico, morirían solos. Hay tópicos divulgados tan prolijamente que el cine ha convertido en verdad. Así, en Estados Unidos se da por hecho incontestable que los «pieles rojas» tenían por costumbre arrancar las rubias cabelleras a los «rostros pálidos» que colonizaban sus tierras. El tópico era útil a dos fines. Por una parte, servía para mostrar el nivel de salvajismo y barbarie de los pueblos amerindios (lo que justificaba su exterminio). Por otra, permitía exaltar el heroísmo, la abnegación, el sufrimiento y los peligros que pasaron los «pioneros» para fundar el Gran Estado. El antropólogo estadounidense Marvin Harris ha negado el tópico y afirmado que la verdad histórica es que fueron «rostros pálidos» quienes iniciaron la bárbara costumbre de arrancar cabelleras de indios, las cuales exhibían como trofeos. Los «pieles rojas», en venganza, copiaron la costumbre, pero no pudieron escribir la historia.

La Inquisición española y, en general, la «leyenda negra» de España son, quizá, uno de los mayores tópicos de la Historia moderna y, tal vez, la más exitosa campaña de propaganda contra un enemigo externo que haya habido jamás. A pesar de los siglos pasados, Inquisición y «leyenda negra» siguen siendo el telón de fondo de los años de apogeo del Imperio español. La Inquisición existió, eso es indudable, como cierto es que perpetró innumerables atropellos y crímenes. Más difícil es contemplarla como un instrumento político, antecedente del Terror durante la Revolución francesa, de la Cheka bolchevique y de la suma de CIA y FBI en Estados Unidos, es decir, una maquinaria represiva al servicio de una «razón de Estado». En los siglos XV y XVI, fue el instrumento del que se sirvió la monarquía española para imponer un poder absoluto. Como señaló el historiador francés Marcel Bataillon, «la represión española se distinguió menos por su crueldad que por el poder del aparato burocrático, policial y judicial del que dispuso».

¿Qué hay de cierto en todo lo que se atribuye a la Inquisición? ¿Solo se dio en España la caza de brujas? ¿Cómo actuaron las Iglesias protestantes? Según informa una revista de divulgación científica y cultural, un trabajo realizado por 29 especialistas concluyó que la «tenebrosa» Inquisición española «solo» condenó a la hoguera a 59 mujeres entre los siglos XVI y XIX, de los 125.000 procesos abiertos por el Santo Oficio. En Italia quemaron a 36. Sin embargo, en el resto de Europa (en su mayor parte protestante), tribunales civiles condenaron a 100.000 brujas, de las que 50.000 fueron quemadas. En esa misma línea, el historiador alemán Wolfgang Behringer, concluyó que la persecución de supuestas brujas causó en toda Europa entre 40.000 y 60.000 víctimas, de las que 500 corresponderían al total de ejecutadas en España, Italia y Portugal. Según Behrin­ger, en Francia se habrían ejecutado a 4.000 mujeres y en Alemania cuando menos a 25.000. Pero ¿cuántos vinculan la quema de brujas a Alemania, Holanda o Inglaterra? Más singular aún. El último proceso por brujería llevado a cabo en Europa no se dio en España, sino en la muy impoluta Suiza, donde una humilde mujer llamada Anna Göldi (o Göldin) fue declarada bruja y decapitada el 18 de junio de 1782. Al gran inquisidor Torquemada lo conocen muchos, pero muy pocos a Matthew Hopkins, que, entre 1644 y 1646, durante la Guerra Civil inglesa, ordenó la ejecución de unas 200 brujas, es decir, una media de dos por semana. Torquemada, a su lado, debió parecer un aprendiz. Por demás, en cuanto a intolerancia religiosa, qué mejor ejemplo de la noche de San Bartolomé, en 1572, cuando el rey francés ordenó asesinar a todos los protestantes de París, lo que dejó más de 3.000 muertos.

«Libertad, igualdad, fraternidad» es el lema que identifica y unifica a todas las corrientes de pensamiento modernas, sobre todo a las liberales. Pocos saben que el lema que resume el ideario de la Revolución francesa –la revolución de la libertad y los Derechos del Hombre y del Ciudadano– fue propuesto en diciembre de 1790 por Maximilien Robespierre, inventor del Terror y archifamoso por utilizar la guillotina como remedio a los males de la Francia revolucionaria. En un discurso sobre la organización de las milicias nacionales, Robespierre propuso, sin éxito, inscribir en los uniformes y banderas «El pueblo francés» y «Libertad, Igualdad, Fraternidad». Aunque su propuesta no fue aprobada, el lema siguió rodando hasta convertirse en el lema de la nation française. En Francia, con excepción de su pueblo natal, no hay estatuas ni calles que recuerden al revolucionario jacobino, inventor del lema del país que lo niega. Por demás, Olympe de Gouges, autora teatral y militante revolucionaria, no satisfecha con la declaración revolucionaria que limitaba los derechos al macho, publicó, en 1791, una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana que era, simplemente, una copia literal de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de 1789. Su propuesta, que incluía el derecho de voto para las mujeres, fue considerada intolerable. Un asambleísta revolucionario, de apellido Chaumette, exclamó, exaltado: «¿Desde cuándo le está permitido a las mujeres abjurar de su sexo y convertirse en hombres?». En 1793, Olympe de Gouges fue declarada rebelde, condenada a muerte y ejecutada. «Cosas veredes, amigo Sancho.»

En 1808, el pueblo de Madrid se levantó contra el ejército napoleónico. Se hizo célebre la consigna de los sublevados de que «la Virgen del Pilar no quiere ser francesa». Se usa para significar el contenido reaccionario y ultramontano de la rebelión española contra Napoleón. Pero la primera sublevación clerical y reaccionaria contra las ideas revolucionarias no ocurrió en España, sino en Francia, más concretamente en la región de La Vendée. En 1793, al grito de «Viva la religión», centenares de miles de campesinos, baja nobleza y clero se levantaron contra la Convención revolucionaria. La sublevación dio pie a los jacobinos para derrocar a la Convención y establecer el Comité de Salud Pública, presidido por Robespierre. La guerra fue breve, pero sumamente sangrienta. Los ejércitos revolucionarios arrasaron La Vendée y sus alrededores. Según últimas investigaciones, los muertos habrían sido, al menos, 150.000 vendeanos. El jefe de los ejércitos revolucionarios, el general Westermann, escribió eufórico al Comité: «¡La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos! Ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños». ¿Cuántos vinculan estos episodios con los orígenes del liberalismo? Casi nadie. El liberalismo triunfó en Francia, se extendió por Europa, alcanzó América y se hizo mito romántico. Todo lo negro se resumió en Robespierre, el hombre que salvó a la revolución de la anarquía y el caos. Lo demás se relegó al desván.

En esta línea podríamos seguir y no terminar. Los ejemplos citados sirven para ilustrar cuánto y durante cuánto tiempo puede tergiversarse un hecho, episodio o época. Tal ha ocurrido con la historia latinoamericana, que, de tan deformada, más se aproxima a la mitología que al relato verídico de los hechos realmente acontecidos. Hechos que han marcado a sangre y fuego la deriva de esta inmensa región. De esos mitos y de sus consecuencias trata este trabajo, que, como el dios Jano, tiene un rostro que mira al pasado y otro que mira al futuro. Se han evitado, en lo posible, las conclusiones y las recetas. No existen de carácter general, aunque, como cuando se construye una casa, hay pasos, pesos y materiales que no pueden evitarse sin riesgo de que haya derrumbe.

El filósofo estadounidense de origen español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, alias George de Santayana, dijo que «los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». A los pueblos latinoamericanos hasta el derecho de la memoria se les ha negado. Este trabajo escarba en el pasado. A lo que salga.