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PENELOPE DEUTSCHER

Crítica de la razón reproductiva

Este libro formula y despliega las preguntas fundamentales de la agenda crítica del feminismo contemporáneo en torno a la biopolitización de la reproducción. ¿Cómo emancipar los cuerpos femeninos de la responsabilidad que sobre ellos impone y proyecta una razón reproductiva que biopolitiza su capacidad de procreación, sometiéndola a formas de control y regulación? ¿Cómo intervenir frente a las normas legales y los debates políticos que enmarcan esos cuerpos en espacios de revocación constante de derechos y, en última instancia, de pura excepción? ¿Cómo movilizar un discurso de derechos reproductivos que no refuerce formas anquilosadas de entender los diferenciales de interés biopolítico, las normas de la conducta responsable o los valores heteronormativos u homonormativos?

Penelope Deutscher encuentra a través de un agudo y renovado estudio de Michel Foucault y sus lectores contemporáneos –Giorgio Agamben, Roberto Esposito, Judith Butler, entre otros– los instrumentos críticos para comenzar a demoler la infraestructura del futurismo reproductivo. Haciendo converger conceptualmente el trabajo de Foucault sobre sexualidad y biopolítica, Deutscher nos ofrece un esclarecedor análisis que desafía nuestra comprensión sobre la politización de la reproducción, exponiendo las múltiples ilegibilidades, resistencias, precariedades, exclusiones y violencias a las que el cuerpo de la mujer es expuesto por su capacidad de gestar.

PENELOPE DEUTSCHER

Crítica de la razón reproductiva
Los futuros de Foucault

Traducción de Fernando Bogado

 

 

Eterna Cadencia Editora

LA BIOPOLITIZACIÓN DE LA PROCREACIÓN
Los recursos de Foucault, entre la sexualidad y la biopolítica
Alejandra Uslenghi

La razón reproductiva engendra monstruos, fetos de cartapesta. Esta imagen 3D en tamaño gigante sobrevoló en 2018 las manifestaciones de sectores en oposición a la descriminalización de la interrupción voluntaria del embarazo durante los meses de contienda política en la ciudad de Buenos Aires, cuando el Congreso debatía una ley que obtuvo la aprobación de la cámara de diputados pero fue rechazada por mayoría en el senado. El feto de cartapesta, ese niño/a imaginario en estado embrionario, flotaba festivamente cual globo sobre las manifestaciones que lo usaban como insignia, o era reproducido en miniatura cual muñequito fetiche que cabe en el hueco de una mano, magnificando la visibilidad de la figura fetal para la cual se exige personería. Allí suspendido, la fantasía y proyección de su autonomía del vientre humano se consumaba, ocluyendo el cuerpo de la mujer que la razón reproductiva del discurso de las “dos vidas” biopolitiza, a los fines de una producción y reproducción heteronormativa. La fantasía de un futurismo reproductivo para asegurar la persistencia de un supuesto nosotros continuo, homogéneo, y en consecuencia la demonización de esas otras y otros cuerpos que se presumen como obstáculos para ese futuro nacional, para la supervivencia, en suma, de la sociedad que debe ser defendida. Ese niño/a imaginario proyecta las quimeras de esa continuidad, al mismo tiempo que estimula la producción de igualmente imaginarias “madres” sobre las que se imponen los objetivos de preservación, continuidad, florecimiento de lo social, subordinándolas a los fines de la reproducción y el futuro colectivo. De esa experiencia social, el movimiento feminista contemporáneo ha prorrumpido más consciente, movilizado y con una comprensión más clara acerca de las formas de resistencia necesarias frente a un poder que proyecta la agencia y la capacidad política de un cuerpo femenino colectivo soberano como amenaza o poder de muerte. La crítica literaria Josefina Ludmer supo marcar el camino y advertir en sus análisis de las ficciones de las “mujeres que matan”, cuyos delitos escapaban al poder punitivo del Estado y mostrar cómo las tretas del débil construían una cultura femenina que disputaba las diferencias de clase, raciales, de género resistiéndose a su captura.1 Oponiéndose desde el lenguaje de la vida, enarbolando el poder movilizante del deseo y la trama del afecto, el movimiento feminista contempla una serie de interrogaciones fundamentales en el horizonte social y político: ¿cómo emancipar esos cuerpos de la responsabilidad que sobre ellos impone y proyecta una razón reproductiva que biopolitiza su capacidad de procreación, sometiéndola a formas de control, cálculo, administración y regulación? ¿Cómo actuar sobre los auxiliares legales y políticos que enmarcan esos cuerpos en espacios de precariedad civil, soberanía horadada, revocación constante de derechos y, en última instancia, pura excepción? ¿Cómo subvertir la concepción de una legalidad bajo la cual se puedan ejercer derechos reproductivos y que no constituya la excepción a un estatuto de permanente ilegalidad? ¿Cómo movilizar un discurso de derechos reproductivos que no refuerce formas convencionales de entender los diferenciales sociales y raciales, las normas de la conducta responsable o los valores heteronormativos u homonormativos?

Esta ha sido y es la tarea intelectual del feminismo crítico, su horizonte constante de activismo, pensamiento y sus nuevas formas de imaginación de la comunidad. Un movimiento que ya desconoce las fronteras nacionales y continúa a cada paso derribando las barreras étnicas y de clase y que en los últimos años ha ido refundando un espacio de soberanía, hilado en el afecto y la sororidad. Mientras la razón reproductiva precariza nuestros derechos y expone nuestra salud, nuestras formas de vida a la violencia, al castigo punitivo, a la sanción disciplinaria, en última instancia a la muerte, el feminismo grita a viva voz “¡Vivas nos queremos!” e instala una consigna que explicita y se rebela contra el espectro de esas formas distributivas de la precariedad dentro de la población femenina: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.

Es en este contexto de renovado e incesante activismo donde este libro se vuelve una invitación a pensar una intervención desde los recursos propios de la teoría crítica y crítica feminista cuyo objetivo es desmantelar el edificio retórico de la razón reproductiva. La filósofa feminista Penelope Deutscher no nos propone un libro sobre el aborto, o historias sobre la conquista de los derechos reproductivos (aunque ambos temas son ampliamente desarrollados en su estudio), eso respondería exclusivamente al contexto particular de la academia estadounidense y europea desde el cual emerge su reflexión, sino un profundo análisis sobre la procreación, los hijos/as, como preocupación biopolítica, las formas de inversión e interés particular de los regímenes de poder contemporáneos en la procreación. Nos propone una crítica de la razón reproductiva, partiendo de la lectura del primer volumen de Historia de la sexualidad. La voluntad de saber de Michel Foucault y sus intérpretes contemporáneos, donde reconoce la confluencia de una reflexión sobre la formación de sexualidades, anormalidades, perversiones, confesiones, modelos de vida psíquica y verdad sexual, con la emergencia de la biopolítica y su interés en la población, las tasas de natalidad, la higiene, el saneamiento y la planificación urbana, la crianza óptima y las formas de maternidad y paternidad eficientes. Reconstruyendo el modo en que Foucault demuestra cómo la procreación deviene parte del cálculo y la administración biopolítica, Deutscher rastrea cómo la reproducción es un hilo conductor bajo cuya lógica la producción de sexualidades perversas es también la producción de esos sujetos femeninos –las madres histéricas, ausentes, irresponsables, infructuosas, dañinas, mortales– que impiden y ponen en riesgo la procreación. El modo en que recupera e ilumina esta figura materna en el ensayo de Foucault, la amenaza de muerte simultáneamente o el reverso de la capacidad de procreación y vida, abre posibilidades para nuevas lecturas feministas, allí donde la oclusión de la diferencia de género en el propio Foucault parecía bloquearlas.

Luego de una serie de investigaciones que demuestran su sostenida preocupación por los estudios de sexualidad y la diferencia de género desde la filosofía –monografías sobre Luce Irigaray y Simone de Beauvoir, ensayos sobre Sarah Kofman y Judith Butler en clave deconstructiva–, Deutscher lleva el desafío del pensamiento feminista hacia la emergencia de la biopolítica de Foucault y las diversas reflexiones que engendró, expandiendo su crítica hacia el proyecto de Homo sacer de Giorgio Agamben, el paradigma de inmunidad de Roberto Esposito y la reflexión sobre la vida precaria en Judith Butler. ¿Cómo la biopolítica produce la reproducción y qué cálculo sobre el futuro promueve o impide? El trabajo de Deutscher –y es ahí donde un diálogo transnacional se abre– busca aunar las herramientas y recursos críticos en el pensamiento de Michel Foucault, situándose en la intersección de su trabajo sobre sexualidad y el campo de investigación que sus conferencias en el Collège de France desarrollan en torno a la biopolítica. La autora sigue la pista en los textos de Foucault de las figuras, no centrales, no vertebrales a su reflexión, ligadas a la procreación: las madres, como señalamos, también los hijos/as, las tasas de natalidad, los espacios familiares, la reproducción, la optimización de la vida y la crianza. Deutscher postula y explora entonces un método crítico que precisamente pone particular atención en aquellos conceptos y problemas que no están explícitamente desarrollados dentro de este marco filosófico o teórico particular –intervalos, omisiones, silencios, negaciones que sin embargo pueden lograr un potencial transformador si se los interroga creativamente y de formas no necesariamente predecibles–. El futuro de Foucault está entonces para Deutscher en sus reservas de sentido, sus capacidades o reservas en suspenso, en las preguntas que, según Jacques Derrida, se sostienen del modo en que se aguanta la respiración. ¿De qué vida estamos hablando? ¿Qué formas de subjetividad emergen de ciertas formas de vida? Es entonces en el potencial crítico de la intersección entre sexualidad y biopolítica –dos líneas de pensamiento que han tenido en los intérpretes de Foucault un desarrollo crítico paralelo– que Deutscher identifica un espacio de negatividad y de reserva en suspenso, donde se activa una crítica a la razón reproductiva y donde se desarrollan los efectos y consecuencias de la biopolitización de la capacidad de procreación de la mujer. Siguiendo una interpretación genealógica, Deutscher sostiene la complejidad de las modalidades de poder que Foucault caracteriza como interpenetrado, yuxtapuesto, reversible, evitando categorizar en su crítica a la figura materna o a la reproducción como puramente disciplinaria o exclusivamente biopolítica, explorando lo que denomina “la hipótesis tanatopolítica”, la creación de un estatuto de anomia que vuelve a la mujer vulnerable a formas de violencia y precariza su agencia política. La antropóloga Rita Segato ha desarrollado en esta dirección el concepto de “pedagogía de la crueldad”,2 en referencia a la violencia expresiva de los crímenes de género, donde el cuerpo de la mujer es objeto de apropiación de la acción deshumanizante dentro un estado de intemperie, desprotección, indefensión social.

Desplazando la atención crítica que Agamben le ha dado al campo de concentración en Homo Sacer como espacio en el cual se suspenden los derechos y las garantías legales hacia el vientre materno, Deutscher analiza los modos en que la reproducción involucra algo más que la producción, optimización y administración de la vida –entendida como un recurso gubernamental económica y políticamente significativo para los fines de ciertas formas de nacionalismo, el establecimiento de jerarquías de raza, consolidación de formas de dominación colonial, esclavitud o genocidio–. Es decir, los modos singulares en que la reproducción también produce los sujetos de la procreación –las mujeres– y las condiciones a través de las cuales la procreación llega a ser entendida como una conducta moral y de especial responsabilidad de la mujer. Dentro de esta concepción biopolitizada, las mujeres no son solo responsables por la vida sino también su reverso, capaces de propagar la muerte, y así obstaculizar el futuro social, nacional o racial, y por lo tanto están expuestas a una tanatopolitización de la reproducción y la maternidad. El concepto es de Esposito: “¿Por qué una política de vida amenaza siempre en volverse una política de muerte?”, se pregunta en su libro Bíos, pero Deutscher lo emplea en su reserva de sentido para especificar las condiciones de biopolitización de la reproducción particularmente. Los modos en que la conducta reproductiva de las mujeres es sancionada como irresponsable, infructuosa o anti-vida crean las condiciones en las cuales se las somete a formas de daño, perjurio y violencia. Dentro de la lógica biopolítica de la razón reproductiva, las mujeres son instigadas como umbrales de muerte.3 Como afirma Deutscher, las mujeres son sometidas a nuevos modos de violencia y sufrimiento, expuestas a una vulnerabilidad diferencial dado que son asociadas a nuevas formas de provocar daño. La autora analiza las formas específicas en que, en virtud de su capacidad reproductiva, la mujer es expuesta y reducida a forma de nuda vida (nuevamente Agamben), allí donde operan los regímenes legales que revocan o excepcionalizan el acceso al aborto, donde el estatuto de la mujer como sujeto-de-derechos es rescindible en el contexto de los derechos reproductivos, y donde una seudosoberanía sobre la vida fetal es atribuida a la mujer, pero al mismo tiempo socavada y deslegitimada. Cuestionando la neutralidad racial y de género con la que el concepto de nuda vida opera en Agamben, Deutscher profundiza en la especificidad del precario estatuto político de la mujer, dada su asociación con la reproducción. Las mujeres tenemos ciudadanía, lo que supone equidad de derechos, y estamos legal y políticamente dentro de la ley, pero dado que ocupamos un espacio reproductivo que históricamente ha funcionado como pretexto para la exclusión de la vida política más ligado al cuidado y la preservación de la vida que a un espacio de derechos, al ser biopolitizado se vuelve más específicamente susceptible de anomia, y nunca más evidente que en el caso de la ley de aborto. El cuerpo sexuado y reproductor de la mujer tiene que ser pensando entonces como uno de los espacios paradigmáticos de la biopolítica, que en términos de Agamben es la definición de soberanía como demarcación de la vida privada de derechos políticos. La gobernabilidad biopolítica hace del vientre un espacio de excepción, de particular interés para la administración y el cuidado de la vida, en lugar de un espacio que responde a la soberanía de derechos de la mujer. En este sentido, la figura de la mujer se vuelve paradigmática del estatuto de ciudadanía política moderna. Deutscher señala aquí la concurrencia de una reproducción biopolitizada como forma de despolitización, de volver precaria la existencia política: son precisamente los derechos reproductivos los que permanecen en estados de privación, excepcionalidad y permanente peligro de revocación.

En su lectura de la obra reciente de Judith Butler, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad (2005) y Marcos de guerra. Las vidas lloradas (2009), Deutscher moviliza la reflexión sobre el valor diferencial de la pérdida de vidas con relación a los marcos epistemológicos y sistemas de interpretación bajo los cuales se vuelven reconocibles o su reverso, invisibles, intersectando nuevamente con la crítica que Butler ha hecho de Foucault. En su reflexión aparece de forma central la ambigüedad de la vida embrionaria, donde reaparece la figura del feto, con la que comenzamos este prólogo, que aunque marginal a ambos filósofos, Deutscher nuevamente propone como reserva de sentido en ambos, a través de la cual interroga los principios éticos no exclusivamente de la vida precaria sino también de los sujetos que son aprehendidos como responsables de formas contingentes de vida. Deutscher analiza genealógicamente la formación de demandas éticas, la reproducción como una toma de decisión moral tal como emerge dentro del paradigma de la razón reproductiva y las formas de responsabilización que se imponen a las mujeres. Cuestionando la concepción de aborto como una decisión moral, la autora analiza los contextos específicos en que el lenguaje de la reproducción articulado bajo regímenes neoliberales como elección, proyecto personal o inversión en capital humano produce categorías diferenciales para aquellos sujetos para los cuales la reproducción no es legible como elección sino coerción, entendida como falta de atención, responsabilidad o voluntad; para quienes se encuentran privados de la capacidad de elegir y por lo tanto los derechos reproductivos devienen mecanismo de exclusión e inclusión.

Como afirma Deutscher hacia el final de su ensayo, una de las contribuciones más conocidas de Foucault en su teoría del poder es la idea de que a veces es necesario dejar de lado la suposición de que un grupo debe ser desposeído en función del empoderamiento de otro, y que la crítica radica en problematizar los modos en que estos grupos son percibidos como opuestos. Si las estrategias de poder tal como las articula la autora en este libro son múltiples, yuxtapuestas, impredecibles y suponen efectos no anticipados, también generan formas y tácticas de resistencia que no pueden pensarse como exteriores a ese poder: “Por cada movimiento de un adversario, hay uno en respuesta por el otro”, afirma Foucault. En este combate de posiciones, los derechos reproductivos continúan siendo hoy un campo minado, donde tienen un estatuto precario o precarizado, un estado de excepción plagado de legalidades e ilegalidades. Una forma constructiva de entender la propuesta de Deutscher y de hacer frente a la tarea del feminismo crítico en articular nuevas teorías de la libertad reproductiva, y de la conquista y defensa feminista del derecho al aborto legal y público, es sostener la interrogación sobre qué tipo de políticas reproductivas pueden hoy resistir, resignificar, subvertir la lógica de la despolitización biopolítica.

1 Josefina Ludmer, “Mujeres que matan”, capítulo 5 en El cuerpo del delito. Un manual, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2013 (1999).

2 Rita Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, Buenos Aires, Tinta Limón, 2014; Contrapedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Prometeo, 2018.

3 La escritora María Moreno en 1983 –años de la posdictadura y reemergencia de un feminismo militante que reclamaba derechos– deconstruía desde la revista feminista alfonsina el modo en que el discurso del catolicismo asociaba a las mujeres que abortan con los militares genocidas.

 

 

 

 

PENELOPE DEUTSCHER

Es doctora en Filosofía y ocupa la cátedra Joan and Sarepa Harrison en el departamento de Filosofía de la Universidad de Northwestern, Estados Unidos. Es especialista en Filosofía francesa contemporánea y su trabajo se centra en la intersección de la teoría crítica y los estudios de género y sexualidad. Es autora de Yielding Gender: Feminism, Deconstruction and the History of Philosophy (1997); A Politics of Impossible Difference: The Later Work of Luce Irigaray (2002); How to Read Derrida (2005); The Philosophy of Simone de Beauvoir: Ambiguity, Conversion, Resistance (2008). También ha coeditado antologías como Foucault/Derrida: Fifty Years Later (2016) y Critical Theory in Critical Times (2017).

Deutscher, Penelope

Crítica de la razón reproductiva. Los futuros de Foucault. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Eterna Cadencia Editora, 2019.

Traducción de: Fernando Bogado.

ISBN 978-987-712-177-3

1. Feminismo. 2. Aborto. 3. Reproducción. I. Bogado, Fernando, trad. II. Título.

CDD 101

Título original: Foucault’s Futures: A Critique of Reproductive Reason

© 2017, Penelope Deutscher

© 2017, Columbia University Press

© 2019, ETERNA CADENCIA S.R.L.

© 2019, Fernando Bogado, de la traducción

Primera edición: febrero de 2019

Primera edición digital: noviembre de 2019

Publicado por ETERNA CADENCIA EDITORA

Honduras 5582 (C1414BND) Buenos Aires

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ISBN 978-987-712-177-3

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NOTA DEL TRADUCTOR

Las ediciones de los textos trabajados y citados por Penelope Deutscher corresponden a ediciones en inglés, cuyas referencias se mantienen a los fines de consultas posteriores. Luego de las siglas correspondientes a la obra citada, se pondrá el número de página de la obra en lengua fuente y, entre corchetes, el número de la traducción en español disponible.

Algunos libros y artículos centrales para el trabajo de Deutscher no tienen traducción en español. En tal caso, se procedió a realizar una traducción ad hoc para esta edición.

Otros poseen traducciones, pero son prácticamente inconseguibles. Entre ellos, vale la pena citar el caso de La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino, de Carol Gilligan, central para el último capítulo de este libro.

1. SUSPENSIONES DEL SEXO

Foucault y Derrida

“Intento imaginar todavía la respuesta de Foucault. No lo consigo. Necesitaría que él mismo se encargara”.

JACQUES DERRIDA, “‘Ser justo con Freud’. La historia de la locura en la edad del psicoanálisis”

“Se ve cuán lejos estamos de un análisis en términos de deconstrucción (toda confusión entre estos dos métodos sería imprudente)”.

MICHEL FOUCAULT, “Problema, política y problematizaciones”

LA SUPERVIVENCIA DE FOUCAULT

Un aire post-foucaultiano caracteriza un amplio número de relaciones contemporáneas y entusiastas con el legado del filósofo francés. En un variado número de disciplinas, teóricos que incluyen a Giorgio Agamben, Didier Fassin y Wendy Brown continúan respondiendo los planteos que en el trabajo de Foucault son susceptibles a una corrección18 o, como lo formula Roberto Esposito, inevitabilidades contenidas en la obra pero no desarrolladas por el propio Foucault.19 Fassin responde a las limitaciones en la obra de Foucault en torno a la vida a través de una “entrada” con el fin de “volver al lugar donde [Foucault] dejó el biopoder”.20 Los recursos que Foucault puso en disposición con su obra han sido transformados profundamente por la teoría biopolítica posterior, operando específicamente a través de instancias de inequidad21 o en legitimidad política22 o en necropolítica23 o en estados de desorden e inseguridad o en los extremos del paradigma inmunitario.24

Estos modos contemporáneos de contestar, corregir, repudiar o reconfigurar pueden ser también caracterizados como una sobrevida de Foucault. De una punta a la otra, el mismo léxico de este desafío (el lenguaje, por ejemplo, de la rectificación o del reingreso o de las inevitables consecuencias) ha sido raramente desafiado. Excepto, un poco a pesar suyo, por Derrida. Cuando Agamben encuentra la dirección de su propio argumento como algo “lógicamente implícito” en la obra foucaultiana, mientras persiste un “punto ciego” en el propio trabajo de Foucault, Derrida no puede consigo mismo y afirma: “¡Pobre Foucault! Nunca tuvo un admirador tan cruel”.25 Sin embargo, renovando sus propias interrogaciones a intervalos de diez años en seminarios y ensayos, Derrida pertenece a ese conjunto de pensadores que no ha deseado despedirse, de manera concluyente, del trabajo de Foucault.

Mientras que sus críticas a la obra de Foucault son ampliamente conocidas, mi discusión en torno a sus intercambios estará orientada a uno solo de los elementos, aparentemente mucho más breve que cualquier otro: las objeciones expresas de Derrida hacia el enfoque biopolítico. De hecho, este tipo de observación nos permitirá revisar con más ahínco la propia formulación foucaultiana: en un sentido más amplio, sus entendimientos en torno al poder, al estatuto de la vida y de la muerte, y el presente. El mismo significado del presente de Foucault se ha transformado con la emergencia de una teoría entendida como “post-foucaultiana”. Derrida explora estas cuestiones con sutileza: ¿cuál, qué Foucault, sería “post”? En ese sentido, ¿cuál, qué Foucault, sería el del presente?

Este libro se abre con algunos de los elementos que resultan más relevantes para el entendimiento de Derrida de la temporalidad de Foucault y su supervivencia. El trabajo nos llevará luego a repensar una serie de medios para poder reflexionar sobre las reservas de Foucault, también caracterizadas como sus capacidades suspendidas, movilizadas en los siguientes capítulos.

LAS RESERVAS DE FOUCAULT

¿Qué pasaría si miramos con simpatía las preguntas dirigidas por Derrida al proyecto de Foucault sin estar menos interesados en los recursos foucaultianos para formular una posible respuesta? Esta necesidad no significa postular que los textos de Foucault anticipan las preguntas realizadas por Derrida, ni tampoco que ellas resultan tan deconstructivas como aparentan. Es un argumento bastante común ese que indica que los filósofos deconstruidos por Derrida, como Edmund Husserl o Jean-Jacques Rousseau, ya tienen en su propia producción las intervenciones atribuidas a Derrida. En lugar de eso, propongo un medio alternativo de desarrollo de las mutuas capacidades que emergen en tales encuentros. Formulado de esta manera, el encuentro entre Foucault y Derrida puede proveer un modelo guía para posteriores provocaciones metodológicas. Por ejemplo, ¿cómo puede una capacidad productiva emerger de la intersección entre teóricos alrededor de los problemas que ellos mismos ocluyen? ¿Cómo puede esa misma capacidad productiva emerger de la presión analítica que cada uno puede extraer de los recursos del otro, y de las líneas críticas estimuladas por sus más incómodas aproximaciones?

Tal como veremos, Derrida interrogó críticamente el estatuto de época y el umbral de la obra de Foucault. Pero nos distanciaremos con respecto a esta aproximación, revisando la posibilidad de que Foucault también puede ofrecer los materiales necesarios para poder preguntar en torno a la autoidentidad de la modernidad, de la época, de los modos, de las tácticas, del poder, del aparato, del presente, reuniendo así un conjunto de principios también indagados en el trabajo de Derrida. Preguntar qué es hospitalario en la obra de Foucault a tal línea de cuestionamiento es ir más allá de los límites reconocibles establecidos por las respuestas efectivas de Foucault a Derrida. Y es también considerar que Derrida esquiva la posibilidad de repensar la presencia, o los principios, del poder foucaultiano a través de la propia dehiscencia de las técnicas de poder, su perpetua ambigüedad y auto-diferenciación,26 excepto en lo que con respecto a lo último es identificado por la contra-lectura de Derrida. Él pasa por alto las posibilidades interpretativas dentro del propio Foucault más en afinidad con la contra-lectura. Por ejemplo, cuando Foucault analiza las técnicas de poder como segmentándose y reensamblándose en múltiples temporalidades ofrece una alternativa a las referencias a épocas y edades que dominan la respuesta crítica de Derrida.

Eso, en definitiva, contribuye al complejo estatuto del “presente” de Foucault, cuyas consecuencias metodológicas van a probar ser sumamente extensivas. Trabajando en pos de este argumento, primero voy a reconstruir cuatro elementos presupuestos en la más compleja versión del presente de Foucault. Estos son, primero, la idea de Foucault de los sujetos y los objetos como unidades transaccionales, un concepto que debe ser relacionado con su noción de formaciones contingentes de vida y muerte. Segundo, la dehiscencia del presente foucaultiano. Esto se encuentra relacionado con el tercero: la segmentación, y la capacidad de descomposición, de las técnicas foucaultianas de poder. El cuarto puede ser caracterizado como las suspensiones de Foucault (para usar una imagen de Derrida), su plasticidad (para evocar el desarrollo temprano de este término llevado adelante por Catherine Malabou) o, como será llevado adelante en los siguientes capítulos, el potencial de su obra para operar a través de una proximidad transformativa.

VIDA Y MUERTE COMO UNIDADES TRANSACCIONALES

Uno de los muchos rechazos de Foucault acerca de la historia convencional incluye el desafío de ir más allá de la idea de los objetos entendidos como universales: “Parto de la decisión, a la vez teórica y metodológica, que consiste en decir: supongamos que los universales no existen; y planteo en ese momento la pregunta a la historia y los historiadores: ¿cómo pueden escribir historia si no admiten a priori la existencia de algo como el Estado, la sociedad, el soberano, los súbditos?”.27 Por ejemplo, Foucault repudia las investigaciones intelectuales en las cuales la vida y la muerte son “el afuera del discurso” a favor de analizar la formación de unidades transaccionales en las cuales tanto el sujeto como el objeto toman forma en una relación de mutuo alumbramiento.

Una “historia crítica del pensamiento”,28 tal como Foucault entiende el término, estaría dedicada a la formación de estas unidades transaccionales, ofreciendo un “análisis de las condiciones en las cuales son formadas o modificadas ciertas relaciones de sujeto a objeto, en la medida en que estas son constitutivas de un saber posible”.29 En una versión más temprana, El nacimiento de la clínica describía las condiciones de posibilidad para los campos de la visibilidad de los objetos,30 y Las palabras y las cosas describía las condiciones epistémicas de una simultánea emergencia de nuevos “objetos cognoscibles […] nuevos conceptos y nuevos métodos”.31 De acuerdo con la suposición metodológica que funciona como una guía para el filósofo, a medida que nuevos objetos toman forma, así también lo hacen los sujetos. “La cuestión es determinar aquello que debe ser el sujeto, a qué condición está sometido, qué status debe tener, qué posición debe ocupar en lo real o lo imaginario, para devenir sujeto legítimo de tal o cual tipo de conocimiento”.32 Un acercamiento correspondiente al estudio de las formaciones de la vida y la muerte puede ser encontrado en gran parte de la obra foucaultiana: en El nacimiento de la clínica, en Las palabras y las cosas y en su trabajo sobre sexo, degeneración y biopolítica.33 Él describe esas condiciones bajo las cuales la vida y la muerte de manera diferente, y contingente, se convierten en algo posible para un correspondiente contingente de sujetos. En El nacimiento de la clínica, la enfermedad y la mortalidad emergen como posibles objetos de conocimiento en la medida en que los signos y los síntomas se manifiestan en los cuerpos orgánicos.34 En Las palabras y las cosas da un número de variantes en la formación de la vida y de la muerte. Encontramos allí resonancias de la disposición analítica y el principio de Marcos de guerra de Butler, cuando evoca el lenguaje arqueológico de Foucault y su consideración del “espacio” del conocimiento, de la experiencia y de la percepción con su referencia a los “marcos epistemológicos” e “interpretativos” de la vida.35 La base fundamental de su análisis de ese hacer (diferencialmente) una vida llorada y precaria es el punto de partida metodológico para decir “no existe la vida ni la muerte sin que exista también una relación a un marco determinado”.36

Las diferentes muertes consideradas por Foucault (repudiadas como universales, descritas como formaciones) incluyen el acecho de la muerte dentro de la vida, y dentro de los cuerpos físicos de la historia de la medicina, como un principio patológico cuyos signos y síntomas hacen a los sujetos investigadores hermenéuticos.37 Habría que comparar esto con el interés posterior de Foucault en la degeneración como la preocupación central de aquellos interesados en la medicina psiquiátrica, en la sexualidad y en las formas tempranas de eugenesia, así como en un amplio número de gubernamentalidades correspondientes.38 De nuevo los cuerpos, manifestando desórdenes tales como el alcoholismo, la disipación, la vida licenciosa y la inmoralidad, se convierten en sitios sintomáticos. Pero en las profundidades en las cuales el sujeto de conocimiento busca la verdad, la situación es por demás diferente. Aquel que investiga, que pregunta, cuando está preocupado por la degeneración, busca dentro de los profundos espacios de la historia genealógica del paciente por síntomas y por los antecedentes hereditarios entendidos como principios explicatorios. También el investigador busca hacia delante, anticipando el impacto en las futuras generaciones. Las conductas asociadas son diferentes. Los “profundos” espacios corporales en El nacimiento de la clínica son investigados por las conductas del anatomista, el médico y la clínica. La “degeneración” se integra con el intento de calcular y administrar el peligro de la reproducción percibido como destructivo para las personas, comparado con el interés en Seguridad, territorio, población por la mortalidad distribuida a lo largo de las poblaciones.39 Las conductas acordes a estos esquemas no son hermenéuticas, sino que incumben el problema del riesgo en la administración. La muerte se convierte en algo asociado a ciertos umbrales de tolerancia. Su distribución en las poblaciones puede ser entendida de manera estadística, así como cuando las muertes y las enfermedades son contempladas como posibles dentro de determinados índices o niveles en la población. Aquí hay no solo una emergencia de los sujetos y los objetos correspondientes, sino también la posibilidad de administrar la “vida” de la población, entendida como novedad en términos de una entidad con sus propios patrones, necesidades e índices de predictibilidad. Aquí, también, Foucault describe la población entendiéndola como una colectividad biológica en los siguientes términos:

un juego incesante entre las técnicas de poder y su objeto recortó poco a poco en lo real y como campo de realidad la población y sus fenómenos específicos. Y a partir de la constitución de la población como correlato de las técnicas de poder pudo constatarse la apertura de toda una serie de dominios de objetos para saberes posibles. Y a cambio, como esos saberes recortaban sin cesar nuevos objetos, la población pudo constituirse, prolongarse, mantenerse como correlato privilegiado de los mecanismos modernos de poder. (STP, 79 [107])

EL PRESENTE DE FOUCAULT: UMBRALES, DECLINACIONES Y ADVENIMIENTO

Foucault algunas veces se refiere a los modos de poder como históricamente consecutivos. La anatomopolítica asociada junto con las técnicas de disciplina son consideradas como si hubieran emergido antes y, por lo tanto, habiéndose combinado con las formas biopolíticas implicadas en la administración de la población, concepto “formado algo más tarde” (HS 1, 139 [168]). Allí describe la transformación de variantes del sistema legal de los romanos y el mundo medieval a los órdenes modernos del sistema penal. En Seguridad, territorio, población, describe este cambio como “en apariencia” y, según sus palabras, “un esquema histórico totalmente descarnado” (STP, 6 [21]). Pero para que cualquiera se confine a esta narrativa aparentemente consecutiva, tendría que dejar de lado muchos de los elementos que ofrecen resistencia en esta misma obra. Ejemplos comunes son notablemente mencionados en Seguridad, territorio, población40 y en Defender la sociedad,41 trabajos en los que vemos que Foucault considera de manera activa este entendimiento lineal de los modos de poder abordados.

Foucault puede dar cuenta de que los contextos medievales incluyen elementos de técnicas disciplinarias.42 Pero no podrían ser descritas como sociedades disciplinarias porque estas técnicas aisladas no pertenecen a un sistema más difundido de instituciones interconectadas, formas de conocimiento, autoridad, ciencias o eficiencia y optimización; la individualización psicológica, corrección y normalización; y formas asociadas de identidad. Hay un número de maneras de entender el punto que señala que las técnicas disciplinarias son vistas en las sociedades que Foucault no va a considerar disciplinarias. Por ejemplo, el hecho de que las organizaciones espaciales producen un sentido permanente de la observación y el auto-enjuiciamiento, algo que se encuentra manifiesto en diferentes contextos, incluyendo los claustros medievales, lo cual nos puede llevar a preguntarnos si habría aquí una similitud entre técnicas estrictamente “iguales”. Y dado que las técnicas disciplinarias, de manera aislada, tienen una larga y diversa historia y pueden manifestarse como ajenas a las formas capilares de poder que Foucault asocia con la modernidad (la compleja interconexión de la lógica del panóptico, la individuación, la proliferación del interés), esto también termina significando, para regresar al comentario de Thomas Lemke, que “no hay un quiebre absoluto entre sociedades disciplinarias y post-disciplinarias”, ni tampoco hay un umbral definitivo entre lo disciplinario y lo pre-disciplinario.43

Aquí ya hay algunos principios adicionales que pueden ser derivados de esta conclusión. En cualquier formación o modo de poder descrito por Foucault, se puede concluir que sus técnicas y formas están siempre en un proceso de transformación. El contexto de tales técnicas puede estar en un proceso de cambio, o las técnicas mismas pueden estar mutando en un sentido en que ellas pueden llegar a jugar un rol en nuevos tipos de formaciones técnicas, en nuevos modos de poder, nuevos tipos de gubernamentalidad, y así formar nuevas correlaciones con otras técnicas.44

Se puede encontrar una metafórica extensiva elaborada por el propio Foucault para describir exactamente esta posibilidad. En Seguridad, territorio, población describe los mecanismos de seguridad como habiendo activado (activé) y propagado (fécondé) técnicas de disciplina (STP, 7 [23]), en una “reactivación [réactivation] y transformación [transformation]” de ellos (STP, 9 [25]). Los mecanismos legales, disciplinarios y de seguridad, que idealmente deberían reemplazarse de manera encadenada, en cambio son considerados como dispuestos en nuevas formas de “correlación” (corrélation) entre cada uno de ellos (STP, 8 [23]). En la medida en que lo hacen, las técnicas en cuestión son descritas como volviéndose más complejas, o perfeccionándose, o cambiando (STP, 8 [23]).45 Pueden incluso intensificarse entre ellas, como Foucault lo sugiere al hablar de la relación entre los objetivos modernos de seguridad, los cuales descansan, en lugar de reemplazar, en los mecanismos de disciplina. Pero su coincidencia puede también ser inestable en un amplio número de sentidos. Por ejemplo, Foucault también describe la posibilidad de una reacción violenta y conflictiva entre los objetivos de la disciplina y la seguridad (y, por lo tanto, la intensificación de los estados de desorden; STP, 9 [24-25]).

Por lo tanto, el punto central que hay que tener en cuenta es la relación entre los modos de poder elaborados en la obra de Foucault. El ejemplo más conocido es la relación entre la soberanía y el poder biopolítico elaborado en Historia de la sexualidad I. Generalmente considerado como parte de una progresión de eras, el poder soberano es presentado por Foucault como la más vieja y, ahora, más anacrónica de todas las formaciones a considerar. En el capítulo final de Historia de la sexualidad, se nos cuenta que el antiguo derecho de “hacer morir o dejar vivir” (faire mourir ou de laisser vivre) fue reemplazado por el poder de la modernidad de “hacer vivir o de rechazar hacia la muerte” (faire vivre ou de rejeter dans la mort; HS 1, 138 [167]); o, como Fassin ha propuesto traducir, un “poder para hacer vivir o rechazar hacia la muerte”.46 De manera similar, Defender la sociedad propone que “el poder de soberanía retrocede cada vez más y que, al contrario, avanza más y más el biopoder disciplinario y regulador” (DF, 254 [230]).47 Foucault es ciertamente interpretado como describiendo deductivamente (HS 1, 136 [164-165]) formas soberanas de poder como viejas,48 y el proliferante, expansivo modo biopolítico como algo más reciente (particularmente dada su emergencia en asociación con nuevas ciencias, nuevas tecnologías, nuevas formas de conocimientos, como la estadística, la demografía, la fisiocracia, no disponibles en los tiempos clásicos o medievales).

Foucault pone el énfasis en que las instituciones de la monarquía jurídica, sus tradiciones e instituciones, sus formas y sus representaciones, toda esa agrupación es “muy particular y, a pesar de todo, transitoria” (bien particulière et malgré tout transitoire; HS 1, 89 [108]). Emergen dentro del sistema feudal que fue heredado del sistema legal romano y sus modos de poder, descritos en términos de deducción (prélèvement) centrados alrededor de la apropiación de tierra, riqueza, impuestos, libertad y vida. La pena de muerte expresa el derecho tradicional soberano sobre los cuerpos y los territorios, el derecho a tener, tomar, anexar y depravar. En contraste, tal como argumenta, las penas de muerte son heterogéneas con respecto a la emergencia del biopoder asociado con la modernidad, dado que este último, desde el siglo XVIII en adelante, “[tomó] a su cargo [pris en charge] la vida de los hombres, a los hombres como cuerpos vivientes” (HS 1, 89 [108-109]), con el objetivo de optimizarlos.

Pero a pesar de esta descripción del biopoder como reemplazando los modos soberanos de poder, y que los dos han tenido diferentes objetivos en la medida en que pertenecen a diferentes eras, Foucault no niega que muchos de los mecanismos políticos y legales de las monarquías jurídicas han logrado subsistir (subsisté; HS 1, 89 [108]). Así, en otra formulación, Foucault propone que a pesar de que tales formas institucionales soberanas sobreviven (Estado soberano, derecho, ley, lógicas de apropiación y castigo), “novísimos mecanismos de poder la penetraron poco a poco y son probablemente irreducibles a la representación del derecho”.49 Comentarios en esta línea han llevado a un número de pensadores a poner un particular énfasis en la idea de que el poder soberano y la biopolítica no se encuentran simplemente opuestos.50 Las formas más eficientes y productivas de biopoder no han eclipsado totalmente los modos del poder soberano, tanto como ellos no pertenecen a una progresión histórica, podríamos decir, clara.

SEGMENTACIONES, DESCOMPOSICIONES

En la apertura de su seminario de 1972-1973, La sociedad punitiva, Foucault argumenta que las estrategias y tácticas del poder pueden ser distinguidas, descompuestas,51 segmentadas,52 de acuerdo con los diferentes roles, sus funciones tácticas y las economías de poder diferenciales que le corresponden.53 Esta es otra ocasión en la cual, después de una discusión en estos términos de un número de formas de castigo, Foucault vira hacia el ejemplo de la pena de muerte. Una pena de muerte puede ocasionar, aunque no necesariamente, la exclusión del condenado de las comunidades políticas. Puede servir para demarcar a alguien como carente del derecho a tener derechos. O puede implicar la expulsión de los humanos en la exposición de las condiciones bajo las cuales seguramente la posible muerte no va a contar ni como una ejecución ni como un asesinato. Pero, en otra economía de poder, las penas de muerte pueden ser mecanismos compensatorios para las víctimas, las familias, la sociedad o la autoridad gobernante. Alternativamente, una ejecución puede ser la espectacular declaración del derecho soberano de “imponer justicia”. Respondiendo al crimen, puede ser simbólicamente retributivo: entendiendo la ejecución como “la respuesta del soberano a quien atacaba su voluntad, su ley o su persona” (HS 1, 137-138 [166]). Puede servir incluso para demostrar lo que un poder soberano “pouvait faire du corps d’un homme” (“lo que podía hacer con el cuerpo de un hombre”),54 tal como se puede entender luego de leer la grotescamente prolongada ejecución de Damiens en 1757. En contraste, algunas formas modernas de pena capital pueden operar como un encarcelamiento límite extremo, dando al cierre espacial de la prisión la alternativa de ser también un cierre temporal, aunque a su vez definitivo.

En la medida en que pertenezcan a diferentes tácticas, y a diferentes modos de poder, las técnicas de ejecución (como las técnicas de expulsión, multa, vigilancia) pueden y deben ser distinguidas. Son diferentes técnicas de la muerte, tal como son vistas en las diferentes maneras en que las muertes tienen lugar (tal como cuando comparamos las elaboradas técnicas de prolongación del dolor en Damiens con el diseño maquínico con el cual la guillotina tiene como objetivo la muerte rápida y eficiente). Pueden ser muertes funcionalmente diferentes: operaciones o retribuciones o compensaciones, de desubjetivación o espectacularización. Las penas de muerte no tienen siempre un objetivo primariamente punitivo. El frenesí de las ejecuciones durante la Revolución francesa tenía menos como objetivo castigar que purgar el espacio público de su, siempre en expansión, categoría de enemigos políticos. Pese a que eso implicara que todas las ejecuciones supusieran la muerte de un individuo. Pero no todas las penas de muerte individualizaban. La diferencia entre las operaciones de individualización o desindividualización puede caracterizar los modos específicos y las técnicas y tecnologías de las penas de muerte. Por caso, una ejecución puede tener el objetivo de ser auto-cancelable. Su técnica puede retroactivamente borrar su propio estatuto como “ejecución” en su fin de hacer que lo que se mata sea una vida menos humana. La diferencia entre estas técnicas implica más que una diferencia entre métodos de muerte o entre los diferentes fines de la muerte impuesta. En juego también se encuentran las diferentes muertes de individuos deshumanizados o de enemigos políticos o de “masas”, y solo a veces (a través de las correspondientes técnicas de individualización) de individuos.55 Se convierte en un punto decisivo para Foucault que las aparentemente similares técnicas que pueden, de otro modo, ser agrupadas juntas como “penas de muerte”, resulten ser tácticamente diferenciadas según estos recortes.

Considerando el comentario de Derrida de que “Foucault […] habría puesto en relación el retroceso de la pena de muerte con el progreso de la bio-política [sic]”.56 Es verdad que Foucault generalmente describía la declinación en la dominación de las tácticas soberanas y espectaculares.57 Pero en este pasaje mencionado por Derrida, Foucault ofrece la ejecución como un ejemplo acaso más lejano de cómo el poder de la muerte puede ser la contracara o el envés (l’envers) del biopoder (HS 1, 136 [165]). La pena capital puede ser consistenteHS 1,