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Ilustración

Mi abuela decía que cuando todo está en silencio, si cierro los ojos y dejo que la imaginación se adueñe de mis sentidos, puedo escuchar cosas que nadie más oye: el sonido que hace un pétalo al desprenderse de su flor, el microscópico ruido de una gota de lluvia que resbala sobre la piel de una manzana, el silbido del aire que pasa entre los pelos del bigote de un gato distraído.

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Ilustración

Una tarde, al regresar de la escuela, hice la prueba.

Apagué el televisor, abrí la ventana que da a la calle y me senté en mi cama con los ojos bien cerrados, tratando de hacer menos ruido que una nube de vacaciones.

Pronto mis oídos comenzaron a viajar por cada rincón de la casa.

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